¿Qué es la política? III

29.Nov.12    Análisis y Noticias

Por Raul Prada Alcoreza

Hipótesis

El nacimiento de la política en la región andina se da con las insurrecciones indígenas del siglo XVIII, la matriz de la política en esta región se encuentra en este substrato de la historia moderna. Política en tanto cuestión de poder y de emancipaciones, política como espesor dinámico de las luchas sociales, por lo tanto que comprende en su geología sedimentada varias capas, las mismas que recoge la memoria larga de los levantamientos, de las rebeliones y las insurrecciones. Después de la insurrección indígena anticolonial del siglo XVIII se van a dar otros campos políticos en el contexto de otra modernidad, la relativa a la ilustración, fuertemente vinculada a un programa liberal, basada en el principio de individualización ciudadana, apuntando a la independencia a la conformación de la república. Nos encontramos ante otro imaginario y a un replanteamiento de la política, configurada en el espacio de las comunidades imaginadas, las naciones. La guerrilla de los 15 años y la guerra de la independencia se mueven en esta formación discursiva liberal. Se trata ciertamente de una lucha por la emancipación de la corona española, por lo tanto de una guerra anticolonial, empero lo que llama la atención es que esta guerra de la independencia criolla ignore la insurrección indígena el siglo anterior, como si lo que ocurriese en el siglo XIX y lo que ocurrió en el siglo XVIII no tuvieran conexión. Era difícil para los criollos y mestizos liberales comprender la insurrección comunitaria indígena. El desencuentro no solamente político sino también epistemológico se ahondó con la llegada de la ilustración.

Un tercer campo político se abre con la guerra del Chaco y sus consecuencias traumáticas. Podemos hablar de la formación de un campo político correspondiente a las luchas sociales y a la lucha nacional-popular. Es cuando se da se dan las formaciones de grandes organizaciones sindicales, de los partidos marxistas y también del partido nacionalista, se desatan luchas sociales, económicas y políticas de envergadura, que cuestionan el Estado oligárquico, es decir la forma del Estado-nación liberal dominado por la oligarquía minera. Este periodo de luchas sociales se expresa elocuentemente en el discurso marxista, preocupado por la caracterización de la revolución boliviana; expresión discursiva que se halla notoriamente recogida en la conocida Tesis de Pulacayo. Ciertamente el discurso marxista no es el único desplegado en la concurrencia de las formaciones discursivas de la época; concurre también el discurso nacionalista, que llama a la consciencia nacional, que persigue recuperar la soberanía y los recursos naturales, soberanía enajenada por el llamado super-Estado de los “barones del estaño”. La interpelación obrera y popular al Estado oligárquico culmina en la revolución nacional de 1952 y en los 12 años que dura el periodo de los gobiernos nacionalistas revolucionarios. Tenemos aquí otros imaginarios, de clase y nacionalista, tenemos también otra formación discursiva, marxista, mejor dicho obrerista, y nacional-popular. Por lo tanto también nos encontramos ante un nuevo replanteamiento de la política.

En alguna literatura política e histórica contemporánea se considera esta temporalidad histórica como si fuese el único intento de modernización del Estado y la sociedad. Empero podemos decir con Bolívar Echeverría que se trata de la modernidad de los Estado-nación; se trata de una modernidad institucional que intenta encaminarse por la industrialización para escapar de la dependencia económica, basando su gestión política en medidas de nacionalización. La política es marcada por la lucha de clases, el proyecto socialista, pero también por la convocatoria popular a la defensa de la nación y sus recursos naturales. Se trata de otra “episteme” en tanto circulación de saberes, una “episteme” que llamo boliviana, pues se pone como en el centro del debate la pregunta de ¿qué es ser boliviano? Ante esta pregunta se responde con el desafío de atrevamos a ser bolivianos[10]. En este caso también llama la atención la desconexión con la insurrección indígena des siglo XVIII, con la lucha anticolonial indígena. Cómo si quedara resuelta la cuestión colonial con la interpretación del problema del poder y de las dominaciones desde la lucha de clases, por lo tanto subsumiendo la cuestión indígena en la figura del proletariado o de la alianza obrero campesina. No sólo los marxistas ignoraron la insurrección del siglo XVIII, las exigencias históricas del levantamiento, el profundo carácter anticolonial de las luchas políticas, sino también los nacionalistas; el discurso del nacionalismo revolucionario supuso que la cuestión indígena se resolvía con el proceso de mestización que acompañaba a la formación de la consciencia nacional.

Como se puede ver estos tres campos políticos no se logran conectar; el campo político indígena, el campo político liberal criollo y el campo político del nacionalismo revolucionario, que incluye a la formación discursiva obrerista no se conectan, salvo que se entienda que hay alguna conexión con las interpretaciones que se hacen en el discurso nacionalista de los 15 años de la guerrilla y de la guerra de la independencia, así también salvo se entienda como alguna conexión el indigenismo que incorpora el nacionalismo en su proyecto de mestización. Se puede hablar de una desconexión de imaginarios, no se da un diálogo entre horizontes históricos culturales. Para que ocurra esto habrá que esperar la crisis de la década de los setenta, cuando irrumpe el discurso katarista interpelando al Estado y a la nación boliviana, retornando a la memoria larga indígena. Empero el dialogo intercultural recién se comienza a dar en la década de los noventa, después de la marcha indígena de tierras bajas por el territorio y la dignidad. A lo largo de los noventa se produce como una reflexión popular sobre el fracaso de los proyectos políticos y la necesidad de abrir un nuevo horizonte; esta reflexión también es asumida teóricamente y termina formando parte del debate en las organizaciones sociales, sobre todo indígenas y campesinas. La apertura y vivencias intensas de un nuevo horizonte político se despliegan durante las luchas y los movimientos sociales anti-sistémicos de 2000 al 2005, horizonte político ciertamente intercultural, a diferencia de los otros campos políticos anteriores. Se toma plena consciencia del significado histórico político de la insurrección indígena del siglo XVIII, de la exigencia profunda del proyecto descolonizador, de la necesaria articulación de la descolonización y de la mirada indígena a las otras luchas, sobre todo nacional-populares.

La política en este cuarto campo político, en este horizonte descolonizador, asume la pluralidad de las luchas, incorporando la lucha primordial por la madre tierra, en plena crisis estructural del capitalismo, crisis que tiene connotaciones destructivas ecológicas. La política se mueve en un pensamiento pluralista que piensa precisamente la pluralidad de los acontecimientos, la multiplicidad de singularidades, las conexiones interculturales, por eso mismo busca realizar las luchas en un mapa de transformaciones pluralistas del Estado y la sociedad. Estas son las razones de la complejidad de la Constitución Política del Estado Boliviana, lugar donde se logra transcribir los mandatos de los movimientos sociales y de las naciones y pueblos indígenas originarios, incluyendo temas pendientes de transición, tareas que tienen que ver con concepciones nacional-populares. Se trata de una Constitución intercultural y de transición, una Constitución que establece las características de las transformaciones en la transición. Hablamos de una transición pluralista, la invención de una nueva forma de Estado plurinacional comunitario y autonómico, también nos referimos a una transición que conecta el modelo productivo con el vivir bien, como alternativa civilizatoria a la modernidad, al capitalismo y al desarrollo. Los ejes de la transformación política plurinacional, territorial, autonómica, comunitaria y productiva, también se halla contrastados por temas no superados, que tienen que ver mas bien con normativas conservadoras en el terreno del órgano ejecutivo, del órgano legislativo, del órgano judicial y del órgano electoral, copiando estructuras parecidas a la anterior Constitución y de otras constituciones liberales, como lo de la Procuraduría. Sin embargo, también es una Constitución que avanza en el sistema político, entendido como democracia participativa, como ejercicio plural de la democracia, directa, representativa y comunitaria. Se trata de una Constitución que exige la construcción colectiva de la decisión política, de la ley y de la gestión pública.

Esta complejidad del campo político y del horizonte político abierto quizás también pueda explicarnos las razones de las profundas contradicciones del proceso de cambio, también las razones del retroceso del gobierno ante las tareas que exige la Constitución. Ante la episteme intercultural abierta retrocede al folklore y reduce la emancipación cultural al simbolismo y la escenificación. En otras palabras, retorna al mestizaje, descartando la posibilidad de un gran diálogo intercultural y a la gran tarea de construir una institucionalidad intercultural. Ante la tarea de las transformaciones pluralistas, renuncia a la construcción de un pluralismo institucional y opta por restaurar el Estado-nación. Ante la tarea de la transformación comunitaria, se desliga de esta responsabilidad y prefiere optar por la defensa de la propiedad privada de la tierra, particularmente de la que siguen siendo latifundios. Ante la tarea de la descentralización administrativa política y la construcción de las autonomías, retrocede en todo prefiriendo anclarse en un centralismo obsoleto e ineficiente. Respecto a la tarea del modelo productivo, que tiene también que ver con la industrialización, empero conectada a la soberanía alimentaria, retrocede a la repetición devastadora del modelo extractivista. Respecto al modelo alternativo del vivir bien, lo usa como discurso en las presentaciones internacionales, sin tener ninguna repercusión en las políticas públicas nacionales. Frente a esta problemática, en vez de debatir y discutir, de hacer participes a los movimientos sociales sobre la contingencia de las dificultades, prefiere retroceder a una solución “técnica”, a un empobrecido pragmatismo y realismo político, que les da una tranquilidad momentánea, empero termina colocándolos frente al proceso, en contra del mismo proceso.

Estas contradicciones y estos desenlaces conservadores forman parte de la cuestión política, de la problemática política, de la política en tanto relaciones de poder, estructura y diagramas de fuerza, que no sólo corresponden al ámbito del país sino también a las relaciones internacionales y con orden de dominación mundial. Una de las preguntas que tenemos que responder en relación a esta problemática de los retrocesos es ¿qué es el poder?, acompañada por otras preguntas, ¿cómo funciona?, ¿por qué no se puede desmantelar el Estado-nación y construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico? ¿Por qué el Estado se traga a los gobernantes, conductores, a los que deberían transformar; en cambio los transforma y los convierte en los engranajes de estructuras y de relaciones de poder que parecen incontrolables? Estos temas tienen que ver con el tópico político que llamamos en la introducción, en el plan de trabajo de ¿Qué es la política?, la parte de la política que tiene que ver con la conservación del poder. Cómo dijimos, la política esta desgarrada por dos tendencias dicotómicas, la conservación del poder y la destrucción del poder, la administración de los humanos y de las cosas o el camino de las emancipaciones múltiples.

Ahora bien, de qué depende lo que pueda ocurrir con el proceso. El horizonte pluralista e intercultural de la política se ha abierto, el recorrer esta distancia hacia el horizonte depende vivir plenamente la política, las luchas y transformaciones abiertas por la política en su sentido pluralista intercultural, en su sentido de transición hacia otro modelo civilizatorio. Se trata de asumir las tareas comprometidas, la descolonización, el desmantelamiento del Estado-nación, la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, el modelo productivo, la soberanía alimentaria, la armonía con los ciclos vitales de la madre tierra. Empero para esto es menester desarticular las prácticas y habitus de las formas de hacer gestión tradicionales, por así decirlo, desmontar las estructuras y relaciones de poder que sostienen estas prácticas y este habitus. Esto significa la crítica radical al discurso justificativo del gobierno y de los gobernantes, la crítica al pragmatismo y realismo político optado, que encubre la restauración del Estado-nación y la subordinación a las empresas trasnacionales extractivistas.

Con esta interpretación marcamos una diferencia radical con la tesis de la conspiración, que considera un lugar primordial a las conspiraciones, a los grupos de conspiración, incluso a los secretos pactos. Esta tesis también deriva en la explicación de la decadencia de las revoluciones a través de factores subjetivos como la traición. Con esto se les atribuye un papel preponderante y determinante a los conspiradores, como si tuvieran en sus manos las riendas de la historia. Nada más desesperado y fácil que estas interpretaciones para explicar las contradicciones de los procesos. Los conspiradores son uno de los factores en la multiplicidad de factores que intervienen en los desenlaces de los procesos, no son de ninguna manera de los factores determinantes. La complejidad de los procesos se explica a partir de sus condiciones de posibilidad histórica, de las estructuras inherentes, los ámbitos de relaciones, las prácticas y claro también la constitución de sujetos y subjetividades. En el caso de los procesos revolucionarios y los que se proponen transformaciones, sus contradicciones, incluso sus retrocesos y decadencias, estos desenlaces deben explicarse a partir de la estructuras, relaciones, diagramas de poder, que juegan un papel no solamente en las resistencias institucionales al cambio, sino también la cooptación e integración de los revolucionarios precisamente a estas estructuras, relaciones y diagramas efectivos. La crisis, en este caso la crisis del Estado, tiene que llegar a ser tan profunda que desmantele estas estructuras, relaciones y diagramas. Parece que para efectuar esta tarea se requiere de saberes que sean capaces de descifrar la lógica inherente de estas estructuras, relaciones y diagramas de poder, un nuevo saber que circule y sea producto de la participación colectiva y comunitaria. No se puede seguir actuando a ciegas ante acontecimientos políticos estructurados por diagramas de poder y relaciones de fuerza que se ocultan en la maquinaria de las instituciones y en la profusión de las prácticas.

Acontecimientos políticos inaugurales de la política

La insurrección pan-andina

El historiador Sinclair Thomson describe las características del proceso insurreccional anticolonial del siglo XVIII de una manera sobresaliente por su manejo de las fases, estructuras e imaginarios involucrados; en su evaluación de los proyectos de emancipación y dinámica de la insurrección indígena comienza con la experiencia política de la comunidad Chuani de Ambaná, en la actual provincia de Larecaja. Escribe:

En la comunidad Chuani de Ambaná (Larecaja), entre fines de los años 1740 y principios de los años 1750, salió a la luz un proyecto radical inspirado en la conspiración de Azángaro en los años 1730. Bajo el liderazgo de los Palli, los indios de Chuani rechazaron a la autoridad local tanto civil como eclesiástica, y difundieron sus mensajes de “redención” por todo el distrito. El objetivo del movimiento era de “acabar o dominar los viracochas”, para restituir la libertad a los indios. Creían que eran los redentores, “ellos son redentores del pueblo y a fuerza de rigor harán vencimiento a todos y aún los de la provincia, porque a ellos les toca el mandar”[11].

Los levantamientos y pronunciamientos son anticipados por la crisis de dominación, manifestada primero por los conflictos institucionales e intra-comunales, después por las consecuencias del reparto tributario y el fin de las mediaciones. La crisis de la dominación viene acompañada por una crisis de legitimidad; se cuestiona la perversión de las representaciones de mediación entre las autonomías indígenas coloniales y la administración colonial. Se incrustan en estas mediaciones personajes que venían de la nobleza indígena, también mestizos que aprovechan a través de matrimonios para habilitarse como caciques. También se cuestiona a caciques que se aprovechaban de su representación para esquilmar a las comunidades y enriquecerse a costa de ellas. Después el cuestionamiento se extiende a los párrocos y a las autoridades civiles coloniales. Son las comunidades las que se encargan de interpelar y juzgar a los caciques, los representantes, las autoridades civiles y eclesiásticas. Se produce una difusión de los pronunciamientos, que poco a poco se convierten en convocatorias al levantamiento.

El segundo momento excepcional en que surgió un proyecto identificable como anticolonial fue el cerco de Chulumani en 1771. Menos de dos años antes, el levantamiento del pueblo de Sicasica fue también provocado por la explotación del Corregidor Villahermosa y sus agentes en el sistema de repartos, y sin embargo no hay evidencias de que su dirigente, Alejandro Chuquiguaman, buscara el derrocamiento de la dominación colonial o la eliminación de los españoles como metas de la movilización de los ayllus[12].

En cambio:
El liderazgo y la insurrección de Chulumani adquirieron una naturaleza aún más radical. La movilización de Yungas había sido premeditada, y dio lugar al surgimiento de un grupo de dirigentes comunales – que no eran caciques y en su mayoría no habían sido antes autoridades comunales – que se lanzaron a organizarla y dirigirla[13].
Fueron las comunidades la base de la movilización, también entregaron su perspectiva a los levantamientos, una perspectiva radical en relación a lo que había que hacer, la perspectiva del autogobierno. La rebelión yungueña fue abiertamente anticolonial, las comunidades se organizaron para gobernar el territorio liberado.

El tercer momento excepcional de naturaleza radical y anticolonial se dio a principios de noviembre del mismo año (1771), cuando los comunarios de Pacajes se levantaron atacando a su Corregidor Josef del Castillo y tomando el poder en la capital provincial de Caquiaviri. La muerte del corregidor y de varios de sus lacayos en Jesús de Machaca fue una reacción espontánea, en ocasión de las festividades de Todos Santos, en contra del trato violento que había dispensado a los comunarios reunidos en el pueblo. Aunque sin duda esta confrontación estuvo llena de significación política, no hubo un proyecto político comunal que animara o dirigiera el ataque. Un compromiso más explícito con opciones y programas políticos claros habría de emerger después de la matanza, cuando los comunarios de Caquiaviri se vieron de pronto con el poder en sus manos, y tuvieron que enfrentar el inesperado desafío de gobernar[14].
Se dan rebeliones locales como núcleos profundos de la crisis y focos de irradiación, se trata de eventos que muestran los alcances de la crisis de la administración colonial, empero todavía eventos de convocatoria restringida. Aunque se dan intensas experiencia de la inversión de valores. Es el caso de la indemnización de españoles y mestizos que son obligados a formar parte de la comunidad, de las parcialidades del ayllu, a vestir con vestimenta autóctona, vistiendo mantas, camisetas y monteras, en tanto las mujeres de axsu.

El movimiento de Tomas Katari en Chayanta podría haber añadido leña al fuego de la visión de que una nueva era estaba comenzando. Las batallas de Katari contra los funcionarios regionales y locales abusivos comenzaron en 1777, cuando luego de regresar de un notable viaje a pie hasta las cortes de Buenos Aires, proclamo: “Ahora traigo nuevo mando del señor virrey, que ya no ha de ser como antes todo landroncio”. Bajo la conducción de Katari, la autonomía indígena parecía estar volviéndose una realidad hacia 1780: las comunidades obligaron a renunciar a los caciques ilegítimos que actuaban en complicidad con el corregidor; depusieron al propio Corregidor Joaquín Alós y actuaron con el fin de impedir que los sucesores designados por las autoridades asumieran el cargo; en ausencia del control colonial efectivo, Katari llego a gobernar la provincia prácticamente por sí mismo[15].
La rebelión en Chayanta y la dirección de Tomas Katari nos muestra una fase intermedia del proceso de la rebelión indígena. Se recurre a la autoridad del virrey para deponer a las autoridades locales y cambiar la situación de los abusos en la región; se convierte en la autoridad en toda la región por el lapso que dura la ocupación indígena, llevando a cabo una especie de autogobierno. Sin embargo, no está cuestionada la autoridad del virrey tampoco la colonia. Estos hechos nos muestran las ambivalencias de la rebelión; en principio son rebeliones locales, llegan a ser incluso regionales, empero en esta etapa no prospera un cuestionamiento a la totalidad de la dominación colonial.

El 4 de noviembre de 1780, José Gabriel Tupac Amaru capturó al corregidor de la provincia de Tinta, Antonio de Arriaga, e inició su movimiento como heredero de la corona de los reyes nativos del Perú. Aunque no anunciará públicamente su separación de la corona de España, se comportó como un solo monarca lo haría, y la población reconoció de inmediato sus aspiraciones reales. Tupac Amarú comenzó asegurándose victorias militares y la adhesión de los indios, mestizos y criollos en el distrito sur de la ciudad del Cuzco. Un inicial momento culminante. En el que al parecer se confirmó la abrumadora superioridad de las fuerzas indígenas y la naturaleza providencial de su movimiento, llegó a ser tan intenso que quizás infundió en los participantes una cierta complacencia acerca de la continuación de la guerra. No fue capaz de capturar la estratégica ciudad capital; pero las provincias del sur se entregaron a las tropas indígenas leales al Inka. A lo largo de la lucha, su arraigo político se extendería hasta Arica, Tarapacá y Atacama en la costa; los valles de Charcas como Larecaja, Yungas y parte de Cochabamba hacia el este; y hacia el sur hasta Jujuy y Salta, con ecos en Mendoza en el nuevo Virreinato de Río de la Plata. El movimiento también cosechó simpatías en la sierra central y norte del Perú, y sus repercusiones se sintieron incluso hasta el Virreinato de Granada de Nueva Granada en el extremo norte[16].
Con la dirección de Tupac Amaru y ciertamente la rebelión propiamente pan-andina que dirigió, se llega al nivel de mayor convocatoria y proyección de los levantamientos indígenas, también se llega a la proyección política mayor cuando se convierte en la figura de retorno del Inka, sustituyendo prácticamente al mismo rey, y anuncia la conformación de un inmenso Estado que abarcaría desde las costas del pacífico hasta la el Paititi, es decir la Amazonia. La convocatoria a todos los nacidos en el continente, indios, criollos, mestizos, afro-descendientes, mulatos para conformar una unidad en contra de los españoles peninsulares puede entenderse como el proyecto político de mayor alcance durante el siglo de la rebelión indígena.

En Oruro también se desencadena la movilización, de alguna manera se obedece la orden de Tupac Amaru de rebelión generalizada, aunque no faltaban motivos para rebelarse; una larga historia de atropellos, de discriminaciones, explotaciones y violencias, se acumuló en la memoria colectiva. Empero, a diferencia de lo que ocurrió anteriormente, en Oruro ya se muestran síntomas de la radicalización del levantamiento pan-andino. Sinclair Thomson escribe:
La violencia estalló en Oruro el 10 de febrero, en medio del pánico por una oleada de rumores de que el corregidor y su facción de europeos iban a atacar a los miembros de la milicia criolla y acabar con sus adversarios. Luego de un confuso incidente, una revuelta plebeya de criollos, mestizos y cholos se amotinó e incendió la casa de un comerciante peninsular en la que se habían refugiado muchos europeos con sus caudales. A la mañana siguiente, once españoles y cinco esclavos habían perecido como resultado de las quemaduras y golpes. En una asamblea improvisada, la multitud proclamó su voluntad de que el prominente criollo Jacinto Rodríguez sea el nuevo corregidor y que los europeos abandonen la ciudad de inmediato o se los mate. A medida que transcurrió el día, miles de comunarios convergieron en la ciudad, en apoyo a sus camaradas o “hermanos”, en el lenguaje de Tupac Amaru, y en defensa del nuevo corregidor. Se veían indios y criollos abrazándose en las calles[17].
Lo que se observa en la toma de Oruro es la inmediata alianza entre indios, criollos y mestizos contra los europeos. Sin embargo, una alianza frágil, que no llega a durar, debido a las diferentes percepciones sobre los desenlaces del conflicto. Los indígenas de las comunidades no van a tardar de entrar en contradicciones con criollos y mestizos; estos últimos toman la decisión de sacar a los indígenas de la ciudad cuanto antes. Uno de los temas en conflictos es el de la tierra; las comunidades exigían la devolución de tierras, esto afectaba también a propietarios terratenientes criollos y mestizos. Para los criollos y mestizos estaba bien sacar a los españoles, pero no veían con buenos ojos las pretensiones comunitarias sobre la tenencia de la tierra. Estas contradicciones terminaron rompiendo la alianza inicial.

Si bien la rebelión con Tupac Amaru fue la más extensa y comprometió al mundo pan-andino, además fue la que contó con un proyecto político en pleno sentido de la palabra, apuntando a la totalización de la rebelión y la conformación de otro Estado, la rebelión dirigida por Tupac Katari, más concentrada en la región del Altiplano norte y sitiando a la ciudad de La Paz, correspondió a la etapa más radical del proceso de la rebelión indígena. También fue como el momento de clausura de la insurrección indígena en el siglo XVIII, aunque siguieron los levantamientos esporádicos y locales después de la muerte del líder. Las características de esta última etapa del proceso de la rebelión indígena del siglo XVIII son sintomáticas, muestran elocuentemente la fuerza del levantamiento indígena, pero también, al mismo tiempo profundos contrastes, debido a comportamientos ambiguos del propio líder, además de evidenciar una composición de alianzas que no terminó de solidificarse.

El historiador al que seguimos, Sinclair Thomson, escribe sobre Julián Apaza, en un apartado sugestivo que titula Manifestaciones de la “Serpiente Resplandeciente”, lo siguiente:
Hacia principios de 1781, podemos imaginar que Julián Apaza, a la madura edad de 30 años, era un hombre curtido por años de dificultades personales y dotado de una larga experiencia. Como forastero comunario de un ayllu rural del altiplano, fue criado y vivió en las circunstancias más exigentes y empobrecidas. Sufría de una enfermedad física, quizás una poliomielitis infantil, que dejó algo retorcidas sus piernas y brazos. Sin embargo, su energía física no parece haber disminuido con ello, y siempre estuvo a la altura de su intensidad de carácter. Sin duda, había desarrollado desde temprana edad un sentido de autoconfianza. Si trabajó en un ingenio de minerales, como rumoreaba, habría conocido de primera mano el poder económico criollo y los rigores de una proto-industria colonial. Como comerciante itinerante, habría sido expuesto a las duras condiciones de los caminos. Sin duda estaba acostumbrado a tratos bruscos con los otros indios, cholos y mestizos que llevaban sus caravanas de llamas o recuas de mulas por las mismas rutas, y a través de sus encuentros habría escuchado historias acerca de los rincones más distantes del reino. En sus viajes, ha debido conocer mucho sobre la vida de la gente que residía en el altiplano y en los valles interandinos, y ha debido visitar otras ciudades coloniales además de La Paz. Habría adquirido un amplio conocimiento de los modos de dominación colonial cotidianos y sutiles, así como de los sufrimientos comunes de los indios, sus miedos y resentimientos, y su aspiración liberarse del “pesado yugo”[18].
El dibujo de este semblante es un buen comienzo para comprender el protagonismo que va jugar Julián Apaza en la etapa más radical del proceso de la rebelión indígena, siendo oriundo comunario, es decir plebeyo y no descendiente de la nobleza indígena. Adquiere el nombre de Tupac de Tupac Amaru y el de Katari de Tomas Katari, los otros líderes de la rebelión que le antecedieron. Es el encargado de llevar adelante la continuación de la rebelión, quizás en momentos difíciles debido la derrota de Tupac Amaru. La tarea más complicada, a un principio, ha debido ser convencer a las comunidades, a sus jilakatas y malkus, de que era el encargado de continuar la rebelión. Para eso contaba con una carta interceptada de Tomas Katari dirigida a Tupac Amaru. Seguramente que no fue fácil ganarse el liderato, fue un trabajo arduo, incluso mantener la unidad de la confederación que sitiaba la ciudad de La Paz. Empero el hecho que un liderato haya surgido desde las bases expresa el carácter de esta etapa de la rebelión y las razones de su radicalización. A propósito Sinclair Thomson anota que:
La formación política de Julián Apaza deriva claramente de la fase aguda de las luchas comunales (ocurrida cuando él era adolescente), que culminó en los levantamientos de los pueblos de SicaSica en 1769 y de Yungas y Pacajes en 1771. En 1781, la mujer de Apaza, Barolina Sisa, declaró que él había estado preparando el movimiento durante diez años[19].
A lo largo del proceso de la rebelión la misma había combinado dos interpelaciones, la de las comunidades y la de las estructuras y redes donde se asentaban los lideres. Se ha visto que los comunarios tendían a la radicalización del proceso, en tanto que los líderes tendían a mantener las alianzas. Esta vez tanto la interpelación de las comunidades como la interpelación del líder coincidieron. Fue indudablemente la etapa más radical del proceso de la rebelión indígena durante el siglo XVIII, pero también no dejó de mostrar sus propias ambigüedades. Como en el caso de la rebelión de Tupac Amaru no se tomó la ciudad del Cuzco, Tupac Katari tampoco llegó a tomar la ciudad de La Paz. Ambas tomas eran indispensables en la estrategia militar, prácticamente se dejó pasar el tiempo, dándole la oportunidad al ejército español que llegó del sur a socorrer a la ciudad sitiada. Este es un tema que quedó pendiente en el análisis y en la historia; se debe abordar la respuesta a esta cuestionante de manera abierta y analítica. Puede ser que haya habido desacuerdos internos en la confederación de mandos que situaban a las dos ciudades; sin embargo, este hecho forma parte de la complejidad del proceso de la rebelión pan-andina. Otro tema complicado es la relación con la religión católica; las rebeliones no se desprendieron de los imaginarios cristianos, recurrieron a éstos tanto en forma sincrética como directa. Esto se ve en la relación que tenía Tupac Katari con los curas que asistieron en el campamento militar indígena. Sin embargo, estas ambivalencias no opacan de ninguna manera la conducción de la rebelión indígena y del sitio a la ciudad de La Paz, sino que muestran el desarrollo del proceso en esta etapa, su desenvolvimiento molecular, avanzando, emancipándose de las ataduras coloniales. Todo esto forma parte de la complejidad y riqueza del levantamiento indígena del siglo XVIII.
La rebelión pan-andina emerge desde la profundidad de las contradicciones coloniales y de la modernidad barroca, esta rebelión constituye las estructuras largas de la rebelión indígena, estructuras que van a conformar el ciclo largo de la guerra anti-colonial. Este es uno de los nacimientos de la política en sentido moderno; la guerra anti-colonial, la defensa de los derechos de las comunidades y de los derechos territoriales, la lucha contra los impuestos y las tributaciones, la lucha contra las autoridades locales, que se convierte en lucha contra la administración colonial, la constitución de sujetos de la rebelión, sujetos comunitarios y sujetos simbólicos de la reconstitución, la lucha por la libertad de pueblos, sociedades, comunidades sometidas al colonialismo, son hechos y acontecimientos que configuran el nacimiento de la política como lucha por las emancipaciones, como lucha anti-colonial y descolonizadora, como suspensión de los mecanismos de dominación colonial. En esta misma perspectiva también se da una rebelión de los esclavos en la isla La Española o de Santo Domingo. En este caso la guerra-anticolonial se articula con una lucha por la democracia y la igualdad, incorporando contenidos políticos democráticos y republicanos. Los esclavos se alzan a nombre de la revolución francesa, la declaración de los derechos del hombre, la igualdad, la fraternidad y la solidaridad, contra el régimen esclavista.

La revolución negra
¿Qué es el colonialismo? Esta pregunta es grave, sobre todo cuando se tiene que responderla ante los abominables hechos de la esclavización, del comercio de esclavos y la trata de humanos reducidos a las condiciones de la mayor bestialidad inimaginables. La realidad supera a la imaginación. Por otra parte hablamos de bestialidad, no de animalidad, pues los animales son otra cosa; la bestia es la invención humana más atroz. Quizás es la realización de sus más terribles pesadillas. La pregunta también es: ¿de qué es capaz el hombre? No estamos hablando de la mujer, pues ellas, la pluralidad, han sido reducidas también por la dominación masculina a distintas condiciones de subalternidad, de sumisión y de goce. ¿Cómo llegaron a inventarse un régimen tan espantoso como el comercio de esclavos y la cruel esclavización de la modernidad y de los orígenes del capitalismo? ¿Qué los empujo a cometer semejantes crímenes en tan gigantesca escala? ¿El dinero? ¿La ganancia? ¿La abismal diferencia de poder, es decir de dominio, basado en la superioridad en los mares y en la tecnología militar?
Con la conquista del quinto continente, Abya Ayala, se generaron transformaciones en la estructura y correlación de fuerzas en el mundo; Europa salió de su aislamiento por el Atlántico, convirtiéndose la península de Eurasia en el centro y el eje de los nuevos circuitos mercantiles. Abya Ayala fue desbastada de norte a sud, de este a oeste, generando el despoblamiento a consecuencia del genocidio y etnocidio sumados. Esto fue francamente problemático incluso para los regímenes coloniales pues ya no contaban con mano de obra servil en vastos espacios geográficos, tanto para el trabajo de las minas como para el trabajo de las plantaciones. El dominico Bartolomé de las Casas preocupado por la desaparición de la población indígena, y ante la descomedida y reiterativa violencia de los conquistadores, quienes no cumplían ni con las leyes coloniales, que protegían a los indígenas como vasallos del rey, leyes de indias; el dominico, quién había logrado convencer a los reyes de que los indígenas eran humanos y tenían alma, propuso para salvar a la población indígena ante los atropellos que no parecían detenerse, que se trajesen esclavos del África para realizar las duras tareas a que eran sometidos los indígenas. Comenzaron los españoles, después les siguieron los portugueses, continuaron los holandeses, franceses e ingleses. Se convirtió el tráfico de esclavos en el negocio más rentable, además de traer efectos multiplicadores con el trabajo esclavo, energía productiva no-pagada, sobre todo en las plantaciones.
El vaciamiento del África negra, el traslado de grandes contingentes de hombres, mujeres y niños, arrancados de sus aldeas, hacia el nuevo continente y sus islas del Caribe, fue producto de una gigantesca empresa descomunal, que involucraba a la marina de varios países europeos, en mutua competencia. Muchísimos murieron, primero en el transcurro del viaje por tierra; después en los calamitosos depósitos de humanos, donde los hacinaban; seguidamente, en las estructura de los barcos, donde prácticamente los tapiaban en estrechos espacios. Esta iniquidad fue cambiada por subidas temporales a la cubierta, para elevar la moral depresiva de los esclavos. Este era el momento que algunos aprovechaban de liberarse de este infierno; muchos esclavos transportados, para escapar de esta condena inaudita, se arrojaban al mar a la menor oportunidad. El costo de muertes fue muy alto en este comercio de esclavos, compensado, según los cálculos mercantiles de los esclavistas negreros, con la venta de los cargamentos. Este crimen de lesa humanidad, esta deuda irremediable nunca fue pagada por Europa y los otros países involucrados en el comercio de esclavos, como Estados Unidos de Norte América. Tuvieron los propios esclavos que revelarse para conquistar su libertad.
La historia de la revolución negra de Haití es una de las más profundas y reveladoras del nacimiento de la política moderna, del alcance de las conquistas democráticas y de las conquistas de los derechos humanos, del sentido histórico que adquirieron, para no ser meras abstracciones en los discursos y en las constituciones. En cierto sentido, en términos de la concreción de la significación histórica, el significado de la emancipación alcanzó con la revolución negra mayor profundidad que la revolución francesa debido al carácter descolonizador de la revolución, a la elevada liberación que lograba la rebelión de los esclavos, al admirable gesto liberador de los humanos más destruidos y condenados de la tierra, reducidos a propiedad absoluta de los amos esclavistas, reducidos a la condición deshumanizada de meros instrumentos de trabajo, a la condición más inhumana y brutal que se puede imaginar. El grito de la revolución negra viene desde la herida más profunda, más desgarrada, desde el abismo más oscuro del ser humano. Acompañando a las conquistas más democráticas de la revolución francesa, los derechos del hombre, la igualdad, la fraternidad y la solidaridad, la abolición de la monarquía y las aristocracias, entre ellas la aristocracia de sangre, se levantaron los esclavos de la isla la Española, del lado de la posesión francesa. Quemaron las plantaciones de caña de los colonos blancos, expulsándolos de sus propiedades, haciéndolos huir, devolviéndoles la violencia que ellos cristalizaron en sus huesos, arrinconándolos a las ciudades y a los puertos, tomando territorios y hasta poblados. Así comenzó la larga guerra civil de Haití que duraría como una docena de años.
Hay que aprender de estos conmovedores acontecimientos, que son como los dolores de parto de la modernidad, hay que penetrar hasta la raíz de la convulsión misma, de la potencia social de la revolución negra, para comprender la capacidad creativa de los explotados de la tierra, convertidos en insurrectos. La lucha por la igualdad nunca se hubiera entendido a cabalidad si no hubiera sido por estos hombres y mujeres de color que exigieron este reconocimiento de igualdad, en sentido pleno y concreto, en el sentido profundo de la conmovedora condición humana, con la abolición de la esclavitud. Tocaron lo más irracional de los prejuicios humanos de entonces, el prejuicio racial, por el color de la piel. Interpelaron incluso a los revolucionarios de París, a la Convención, a la Constituyente, al Directorio, pero sobre todo a los revolucionarios de París, los san culottes, al pueblo trabajador parisino, que empujó a la Asamblea a apoyar a los insurrectos negros, a sus demandas por la abolición y el reconocimiento a la igualdad. Esta alianza entre explotados fue clave para extender la fuerza de combate del ejército negro de Toussaint L’Overture, que venció al ejército monárquico francés, al ejército colonial inglés, al ejército español y, por último, con la continuidad de la lucha al mando de Dessalines, al ejército napoleónico invasor.
Esta historia de la revolución negra ha sido ocultada o disminuida a acontecimiento local por la llamada historia universal, historia oficial de la legitimación del orden mundial, del orden imperialista, por el intencional ocultamiento de los historiadores de la modernidad. Son pocos los historiadores que han sacado a luz las grandiosas dimensiones de esta revolución, entre ellos el conocido historiador marxista C.L.R. James, quien en su famoso libro Los jacobinos negros[20] devela el papel crucial de la revolución negra en la configuración de un mundo post-esclavista, en el transcurso de la transformación de la re-configuración europea y posteriormente americana. ¿Cuánto se les debe a estos revolucionarios de color en la historia de las conquistas democráticas? Es indudable su gran aporte en la lucha anticolonial y descolonizadora, incluso en la arqueología de las teorías de la descolonización. Esto es importante decirlo pues hay algunas corrientes académicas y algunos intelectuales contemporáneos que se creen los portadores de las teorías de la descolonización. No solamente esta es una muestra desproporcionada de falta de humildad sino una manifestación de desprecio académico por los movimientos, procesos y discursos descolonizadores, íntimamente arraigados con estos acontecimientos transgresores de órdenes de dominación colonial, con estas insurrecciones y guerras anticoloniales. Uno de los creadores del discurso descolonizador y de las bases de la teoría descolonizadora es pues Toussaint L’Overture. En su correspondencia se encuentra expuesta con suma claridad las tesis más caras de la descolonización. Esto se debe sobre todo a la lucidez crítica contra el régimen esclavista, basada precisamente en la experiencia desgarradora y destructiva de la esclavitud. Experiencia que permite abrir a la mirada los lugares y las escenas más degradantes donde puede ser arrojado el ser humano. La convicción por la emancipación de los esclavos, no sólo de la isla, sino incluso de los que se encontraban en América, era en él una convicción por la emancipación humana. No podía separar la lucha de los esclavos de la lucha por las emancipaciones de la humanidad de las cadenas de sus dominaciones, impuestas por los amos, patrones y burgueses. No era pues el proletariado obrero la última de las clases, los que nada tenían que perder, sino estos proletarios esclavos, convertidos en propiedad, susceptible de destrucción, reducidos a la condición de meros instrumentos de trabajo, despreciados y maltratados, como no se lo hace con las máquinas; oprimidos bestializados por la violencia colonial y esclavista. Eran los esclavos los que debían liberar al mundo de las dominaciones que se asientan sobre la matriz colonial. No podía haber paz mientras no se reconociese la plena libertad y por lo tanto la igualdad entre los humanos, cobre todo el reconocimiento de esta condición a los humanos reducidos a esclavos. No puede haber una sociedad libre basada en el régimen esclavista, base del sistema colonial. Como republicano fincó sus esperanzas en la república francesa; empero cuando el proceso revolucionario derivó en una curva regresiva, cuando los jacobinos llegaron a su límite con el laberinto del terror, sin atreverse a seguir a los comunistas, a los san culottes, por lo tanto quedando solos, aislados de las masas revolucionarias, comenzó la etapa reaccionaria del proceso. Esta etapa fue conducida por la nueva burguesía, que apartó a las masas de toda influencia en el Congreso, llevando al proceso al termidor y después al régimen bonapartista. Toussaint vio el peligro de una intervención napoleónica y el retorno a la esclavitud de sus compatriotas liberados, seres humanos ya en armas y trabajadores libres. Esta situación lo obligó a tomar toda la isla, la parte española de Santo Domingo, para evitar o contener el desembarco de las tropas napoleónicas.
Esta sensibilidad ante las variaciones de las coyunturas de un proceso dramático lo llevó a entender que la garantía de la abolición de la esclavitud no se logra sólo con la ley abolicionista, el reconocimiento de libertad para los esclavos, por parte de la república francesa, sino que era necesario garantizar la abolición en el tiempo. Esto significaba la independencia y la construcción de una república negra. A esta conclusión no llegó Toussaint L’Ouverture, pues se mantuvo fiel hasta el final a la república francesa; fue su comandando Dessalines quién comprendió más radicalmente la situación y supo sacar las consecuencias de las enseñanzas de la guerra anticolonial que llevaron a cabo.

Historia y emancipación

C.R.L. James condensa la historia de la revolución de los esclavos de Haití en las primeras páginas de su libro de la siguiente manera:
En 1879, la colonia de Santo Domingo de las indias occidentales francesas representaba las dos terceras partes del comercio de Francia con el exterior y era la isla comercial más importante para el tráfico de esclavos europeo. Era parte integrante de la vida económica de la época: la mejor colonia del mundo, el orgullo de Francia y la envidia de todas las demás naciones imperialistas. Toda su estructura reposaba sobre el trabajo de medio millón de esclavos[21].
En agosto de 1971, a dos años de la revolución francesa, los esclavos se revelaron. El combate duró 12 años, hasta la declaración de Independencia. El ejército de esclavos derrotó paulatinamente, primero a los blancos colonos de la isla y propietarios de plantaciones, después al ejército monárquico francés, resistieron a la invasión española, a la armada británica que lanzó sobre la isla, en plena crisis, una expedición de 60 000 hombres; por último vencieron a la expedición napoleónica de tamaño similar a la británica, comandada por el cuñado de Napoleón Bonaparte. La derrota del ejército de Bonaparte desembocó en 1803 en la creación del Estado negro de Haití. Se trata de la única revuelta de esclavos en la historia que salió con éxito. Los problemas que tuvo que enfrentar la revolución muestran patentemente los grandes intereses que estaban en juego. Lo que llama la atención es la potencia de transformación de la energía emancipatoria liberada; de esclavos temerosos ante la sólo presencia de un hombre blanco, se convirtieron en una fuerza revolucionaria capaz de derrotar a las potencias europeas dominantes de entonces[22].
La expedición de Cristóbal Colón fue la primera que desembarcó en estas islas paradisiacas del Caribe, primero en la isla de San Salvador, después en la Isla que será bautizada como la Española, donde se encuentra Haití. Los españoles preguntaron dónde había oro y los nativos le señalaron la gran isla donde se encontraba el precioso metal, isla donde ahora se encuentran Haití y Santo Domingo, bautizada en el desembarco de los conquistadores como la Hispaniola. Se trata de una de las islas grandes del Caribe, en comparación se puede decir que es de un tamaño equivalente a la isla de Irlanda[23].
Refiriéndose a este momento el autor de los Jacobinos negros escribe:
Los españoles, los europeos más adelantados de la época, se anexionaron la isla, la llamaron la Hispaniola, y asumieron la protección de los atrasados nativos. Introdujeron el cristianismo, el trabajo forzado en las minas, el crimen, la violación, los perros asesinos, las enfermedades desconocidas y la hambruna planificada (mediante la destrucción de los cultivos para que los rebeldes murieran de hambre). Estos y otros requisitos de la civilización superior redujeron la población nativa de entre medio a un millón de habitantes a 60 000 en 15 años[24].
Bartolomé de las Casas, un sacerdote dominico, contando con la experiencia dramática de la población nativa en la colonia, viajo a España para defender la abolición de la esclavitud de los nativos. La pregunta que les hizo a los monarcas es: ¿cómo iba a perdurar la colonia sin los nativos? Todo lo que recibían como paga los nativos era la cristianización y se encontraban obligados a trabajar en las minas. Los monarcas accedieron al pedido. La corona abolió los repartimientos, el trabajo forzado; empero esto quedó en los papeles, pues los encargados de los trabajos y la economía siguieron practicando el trabajo forzado, a pesar de las disposiciones de la corona. Bartolomé de las Casas abrumado por la contundente realidad, donde veía la desaparición de la población nativa, sugirió la idea de importar robustos esclavos del continente africano. En 1517 Carlos V autorizó la exportación de 15 000 esclavos a la isla de Santo Domingo. De esta manera el sacerdote y el rey trajeron a esta parte del mundo el comercio de esclavos[25].
Llegaron a las islas del Caribe toda clase de forasteros y aventureros, venían a la Española desde las islas cercanas; eran cazadores, cultivadores de café y algunos ganaderos. Los españoles decidieron dar guerra sin cuartel a estos advenedizos, optaron por matar a las cabezas de ganado. Ingleses, francés y españoles se entrabaron en una lucha despiadada que desgarró a la isla, hasta que en 1695 el Tratado de Ryswick, suscrito entre España y Francia, otorgó a Francia la posesión legal de la parte occidental de la isla. Una vez que se asentaron los colonos se necesitó cada vez más cuerpos y brazos para descargar su energía en los duros trabajos requeridos; se decidió traer contingentes de esclavos del África. Vinieron por centenares de miles a poblar la isla, transformando su composición demográfica[26].
Un cuadro devastador de este comercio de esclavos dibuja C.L.R. James:
Los traficantes de esclavos saquearon las costas del golfo de Guinea. Devastaban una zona y a continuación proseguían su marcha hacia occidente, y a continuación hacia el sur, década tras década, desde el Niger hasta las riberas del Congo, desde Loango y Ángola hasta el cabo de Buena Esperanza, y en 1789 habían llegado incluso a Mozambique, en la costa oriental del África[27].
Los traficantes de esclavos se abalanzaron sobre aldeas campesinas, que tenían una mejor organización que los pueblos de campesinos europeos para la agricultura. Destrozaron estos sistemas de cultivos, empujando a poblaciones a la hambruna y a la degradación. Los humanos eran cazados en el interior, atados los unos a los otros en columnas, cargados con pesadas piedras para evitar tentativas de fuga, obligados después a emprender el largo camino hasta el mar, incluso de cientos de kilómetros en muchos casos. La parte despiadada la cargaban los enfermos y los débiles, se desplomaban para morir en la selva. Una vez sufrido estos dramáticos percances, eran transportados hasta la costa en canoa, tendidos en el fondo de las embarcaciones durante días que parecían imperecederos, con las manos atadas, los rostros expuestos al sol y a la lluvia tropical, las espaldas sobre el agua acumulada en la concavidad de las canoas. Cuando por fin se llegaba a los puertos de embarque, se los encerraba en “empalizadas” para ser inspeccionados por tratantes de esclavos. De este modo millares de seres humanos se aglomeraban en estos “antros de putrefactos”, en los que se dice que ningún europeo podía mantenerse de pie por más de un cuarto de hora sin desmayarse. Los africanos también se desmayaban, pero se recuperaban o morían. El número de bajas en las “empalizadas” llego a rondar por el 20%[28].
Cuando se emprendía el viaje por mar, en los barcos, se comprimía literalmente a los esclavos en galerías escalonadas. A cada esclavo de le asignaba un espacio reducido apenas de un metro y medio de largo por un metro de alto. Se puede comprender que las revueltas en los puertos y a bordo de los navíos eran incesantes. Por eso se tomaron medidas; se encadenaba a los esclavos, la mano derecha a la pierna derecha, la mano izquierda a la pierna izquierda, enganchándolos en fila a largas vigas de hierro. Puede uno imaginarse el infierno vivido en esas embarcaciones, donde los esclavos prácticamente tapiados, apenas podían moverse. Se los sacaba para limpiar los cubículos y volverlos a meter[29]. Cuando se llegaba a destino del mercado de esclavos, eran subidos a cubierta donde eran minuciosamente examinados, antes de ser comprados.
Podemos decir que el infierno volvía a comenzar en el nuevo mundo donde fueron vendidos los esclavos. Ahora comenzaba la faena del trabajo forzado, plagado de múltiples violencias. El trabajo en las plantaciones era extenuante, la noche era relativamente un sosiego, empero cuando amanecía maldecía el comienzo del día que los condenaba al tormento rutinario del trabajo esclavo. Eran castigados por cualquier falta con azotes de látigo que restañaban en sus espaldas, que no solamente los dejaba mal trechos sino a veces los mataba. El Código Negro de Luis XIV trató de corregir este martirio, disminuyendo los castigos, los azotes, y determinando horas de comida y descanso. Empero fue un saludo a la bandera, pues los que deberían llevarlo a cabo no cumplían, siguieron con sus prácticas de violencia descarnada. Sin embargo, a pesar de esta destrucción sistemática de toda humanidad, los esclavos recurrieron para escapar de esta condena a la danza y a los cantos. No se pudo aplacar el sueño de emancipación, este sueño reapareció en el culto del vudú, cuando bailaban y cantaban su letra favorita:
Eh! Eh! Bomba! Heu! Heu!
Canga, bafio té!
Canga, mouné de lé!
Canga, do ki la!
Canga, li!

Canción que quiere decir en la traducción: Juramos destruir a los blancos y todas sus posesiones; mejor morir, que faltar a este juramento.

Sigue en: ¿Qué es la política? IV