Crítica a la economía política del extractivismo - Parte 2

Podemos decir que se trata de una inmensa geografía donde se produce constantemente la acumulación originaria de capital por los métodos del despojamiento y el extractivismo



Volviendo ya a un enfoque de evaluación, dejando las trayectorias de vida, a propósito de esta construcción de un pensamiento propio, de esta formación discursiva, ¿podemos hablar de una episteme boliviana, en el sentido que le da Michel Foucault al término episteme, como horizonte de visibilidad y de decibilidad? Ciertamente para responder a esta pregunta no basta circunscribirnos a tres trayectorias intelectuales, por más intensas y profundas  que estas hayan sido. No es suficiente la consideración en el terreno que nos hemos movido, que es el del análisis político, el de la crítica política, que puede incorporar lo que podemos llamar la economía política de los recursos naturales y la interpretación de la superestructura estatal. Debemos tener en cuenta que hemos considerado la formación discursiva desde la problemática de la cuestión nacional y la cuestión estatal. Hay otras construcciones concurrentes, que no hemos mencionado, el discurso obrerista, lo que defino como el marxismo de guardatojo[10], desarrollado sobre todo por el POR, particularmente por un prolífico intelectual, militante e historiador, Guillermo Lora. Elaboración intelectual de la que no se puede decir que su trabajo se reduce a una transferencia de la tesis de la transición y la tesis de la revolución permanente de León Trotsky. Eso sería no comprender las particularidades propias de un marxismo minero, construido desde los socavones. Un producto de esta peculiar manera de interpretar la revolución boliviana se encuentra precisamente en la Tesis de Pulacayo. No se desentiende de las llamadas tareas nacionales, empero las interpreta en un recorrido ineludible hacia la revolución socialista conducido por el proletariado minero.
No nos vamos a detener en una evaluación de la obra de este intelectual trotskista, sino solamente llamar la atención en formaciones discursivas paralelas, pero que no se reconocen, no se leen ni llegan a discutirse en serio. Se ignoran. Salvo quizás Zavaleta Mercado quien tenía una gran consideración a Guillermo Lora, lo leía y comentaba; lo llamaba graciosamente el “Fiero”. En la abundante producción de este intelectual militante, la voluminosa Historia del movimiento obrero boliviano[11] es la más conocida; empero hay otros escritos de importancia que deben ser tomados en cuenta como La revolución boliviana[12]. El enfoque indudablemente tiene un contenido de clase, el análisis y la interpretación de la historia giran en torno a la organización proletaria, a su potencialidad revolucionaria y de vanguardia. Al respecto habría que separar sus investigaciones históricas, apoyadas con abundante archivo y documentación, de sus intervenciones políticas. Las investigaciones históricas arrojan luces sobre la dinámica molecular de los hechos, en tanto que los escritos políticos expresan la voluntad obrera, la intransigencia de la conducción y la dirección.
Ambas formaciones discursivas, la de la izquierda nacional y la de la izquierda tradicional, a pesar de sus distintas perspectivas, hablan prácticamente del mismo, de la crisis del capitalismo periférico, de la crisis estatal y del no cumplimiento de la cuestión nacional y ciertamente, en el caso de Guillermo Lora de la perspectiva socialista. Son, de alguna manera, discursos contemporáneos, aunque no terminen de encontrarse. ¿Por qué ocurre esto? ¿Hay una mutua descalificación? Sobre todo en el caso del discurso trotskista, que considera a los otros discursos como burgueses, por lo tanto en esencia impotentes para dar cuenta de la crisis y la lucha de clases. El discurso del POR en los periodos de formación de la conciencia de clases, de la organización del proletariado minero, ha de ser un dispositivo enunciativo y organizativo importante; empero su irradiación se detiene en los límites de la clase obrera boliviana. No construye hegemonía y por lo tanto le va a ser difícil lograr lo que persigue, liderar un frente de clases explotadas a partir de la alianza obrero-campesina. Por otra parte, su apego a la problemática de clases lo aleja de interpretar y analizar las estructuras de poder, la crisis de la superestructura estatal, las problemáticas de la dependencia en las periferias del capitalismo. Lo que el otro discurso, el de la izquierda nacional, en contraste hace. En comparación, a un discurso le falta lo que el otro tiene; lo que parece estar ausente del discurso de la izquierda nacional es el análisis de la lucha de clases, el análisis a partir de la lucha de clases, aunque este análisis termine siendo muy esquemático en las interpretaciones de la izquierda tradicional.
El crítico literario y epistemólogo Luis H. Antezana escribe un análisis filológico y lingüístico sobre el discurso del nacionalismo revolucionario. En el documento observa que se trata del mismo ideologüema que comparte la izquierda y el nacionalismo; el nacionalismo revolucionario es como una herradura que contiene distintas expresiones, desde la derecha a la izquierda, siempre moviéndose en el imaginario de la nación y bajo la referencia del Estado-nación[13]. Este ideologüema vendría a ser una episteme, es decir, un horizonte de visibilidad y de decibilidad, compartido tanto por los discursos nacionalistas como por los discursos izquierdistas, tanto de la izquierda nacional como  de la izquierda tradicional. En otros términos desde otra perspectiva, más filosófica, hasta podríamos hablar de un horizonte de mundo[14]. Hablamos de estructuras de pensamiento, que orientan a los mismos discursos y a las mismas acciones de los sujetos involucrados. En este sentido podríamos hablar de una episteme boliviana, que es como el campo de posibilidades históricas de los conocimientos que se van a desatar desde la experiencia dramática de la guerra del Chaco. ¿Cuándo se clausura esta episteme? ¿Se clausura la episteme boliviana? ¿Cuáles son las características de las estructuras de pensamiento del pensamiento político boliviano? Dejando para otra ocasión la tarea de una configuración más completa de la episteme boliviana, vamos a señalar algunos rasgos definidores del perfil, con el objetivo de lograr seguir sus alcances temporales.
Un rasgo sobresaliente es la comprensión o la certeza del inacabamiento, de la no conclusión, de la tarea pendiente del Estado-nación. Hay una gama de consideraciones que expresan el dramatismo de esta condición incompleta del Estado;  desde las caracterizaciones del Estado oligárquico hasta las caracterizaciones del poder dual, pasando por las figuras del Estado aparente. Hay como una idea de vivir una constante transición hacia la totalización de la nación y del Estado. Pueden caber distintas versiones de esta transición, distintas direcciones de la transición, desde las más conservadoras hasta las más radicales. Empero todas se encaminan a resolver la cuestión estatal, a completar el Estado-nación, incluso por la vía revolucionaria de la dictadura del proletariado. Por esto y por otras razones la relación con el Estado resulta problemática; el Estado es el referente paternal, el instrumento indispensable para resolver los problemas económicos, sociales, políticos, culturales, salariales. Por eso también el Estado se convierte en el botín absoluto; la disputa se da por el control de esta fabulosa maquinaria.
Otro rasgo con-figurante es el mito del origen de la nación; la nación se origina en las arenas y trincheras de del Chaco, donde las distintas clases del país se encuentran y mueren, derraman su sangre, escribiendo trágicamente un pacto político y social. Aunque no todas las expresiones discursivas comparten este mito, el mismo es un referente histórico de la bolivianidad, de la formación de su consciencia nacional. Este mito del origen de la nación es altamente significativo pues no sólo plantea un nuevo comienzo, más profundo, mas abarcado, mas consensuado, más inclusivo, que el comienzo histórico de la independencia. La hipótesis implícita, si podemos hablar así, de hipótesis en el mito, es que es la primera vez que se encuentra todo el pueblo o que, mas bien, se constituye el pueblo, todas las clases de la nación. Campesinos, obreros, clases medias, se encuentran y se reconocen; se da lugar como una autoconciencia[15]. Enfrentando a la muerte se reconocen como semejantes y comprenden que comparten un destino, no solamente el destino de enfrentar a la muerte, sino el destino de la nación misma. Descubren que el enemigo no es el que está enfrente, el paraguayo o lo que llamaban popularmente el “pila”, sino en el propio país, gobernando, manejando los destinos del país, apropiándose indebidamente de los recursos naturales. El enemigo es la oligarquía minera y terrateniente. La desmovilización, después, de la guerra, es el retorno a las ciudades para recuperar lo que es nuestro. El camino a la revolución nacional comienza en esta revelación en pleno combate: la nación tiene que liberarse de la oligarquía, la nación tiene que liberarse del coloniaje de la oligarquía, de la anti-nación.
Un tercer rasgo es el mito de la modernidad, que viene acompañada por el mito del progreso, el mito del desarrollo, el mito de la industrialización. Así como los liberales del siglo XIX soñaban con la construcción de ferrocarriles, que traería progreso, los nacionalistas del siglo XX soñaban con la industrialización como el medio primordial del desarrollo. La industrialización conlleva al desarrollo, saca del atraso, provoca la modernización. En este sentido se espera la modernización de las conductas, la modernización de las instituciones, la modernización de las ciudades, la modernización de las comunicaciones, entre las que entran las carreteras. Ahora bien, no todos comparten de la misma manera estos mitos. El ideologüema del nacionalismo revolucionario, la episteme, tiene estratos, composiciones, diferencias y desplazamientos. Hay quienes, que llamaremos los técnicos, se concentran en la necesidad de las fundiciones, es decir, en la industria pesada. Este estrato es minoritario, empero es el que asume de manera consecuente el proyecto de la industrialización. Los otros se pierden en discursos, en proyectos que incluso cuentan con recursos, empero los despilfarran, los desvían y usufructúan de los mismos. Para estos, la industrialización es una meta que hay que alcanzar algún día, lo primero que hay que hacer es formar la burguesía nacional y esto se logra primero enriqueciéndose, aunque sea a costa del Estado. Este quizás era el estrato mayoritario que compartía el ideologüema del nacionalismo revolucionario. Hay otra composición sugerente, los que consideran que la modernización se efectúa primero por la burocratización, la formación de una gran masa de funcionarios, instituyendo un aparato en forma de malla que cubriera el país. La formación del Estado pasa por la construcción weberiana del Estado,  por la conformación de una burocracia de especialistas, de una gran arquitectura de funciones y especializaciones. Esta es otra de las salidas que se ha de tomar en serio en esto de la modernización del Estado. En un país de mayoría campesina, que es el término que se utilizaba para referirse a las naciones y pueblos indígenas, el mejor camino de la modernización, de acuerdo a la tendencia más liberal del nacionalismo, es la reforma agraria por la vía farmer, es decir, de los propietarios privados. De esta forma se convierten en hombres iguales, en tanto propietarios privados de la tierra. Esta idea incluso la llega a compartir René Zavaleta Mercado cuando reflexiona sobre el acontecimiento de la igualación de los hombres. Sin embargo, en esta metáfora de la herradura, que es el mapa del ideologüema del 52, hay que nombrar también a los radicales, que si bien no son nacionalistas, comparten la episteme nacional, el imaginario de la nación y del Estado-nación, el imaginario de la modernidad, el progreso y el desarrollo. La Izquierda del ideologüema, la versión proletaria o de expresión de los proletarios mineros, pensaba que el camino al desarrollo socialista era conformar propiedades colectivas campesinas, koljóses, para avanzar en la industrialización y en la solución masiva de la alimentación. Como se puede ver, en este asunto de la modernización, el progreso, el desarrollo y la industrialización, el mapa del ideologüema del nacionalismo revolucionario es más diverso y estratificado.
Un cuarto rasco del ideologüema en cuestión es el proyecto de conformar la burguesía nacional. Ante la constatación de que la burguesía minera formaba parte de una burguesía intermediaria, mediadora de los intereses de las burguesías de los imperialismos dominantes, de que los intereses de esta burguesía internacionalizada no coincidían con los intereses de la nación y el Estado, era indispensable formar una burguesía nacional, que cumpla con las tareas pendientes, democráticas y burguesas. Esta interpretación era de alguna manera compartida por los ideólogos del nacionalismo y por el propia partico comunista, que tenía una concepción por etapas de la revolución socialista. Esta interpretación no era compartida por los troskystas, quienes tienen una concepción permanente de la revolución; son los propios obreros, en alianza con los campesinos, los que tienen que cumplir estas tareas pendientes de una burguesía nacional inexistente. De todas maneras, a pesar de las divergencias, esta hipótesis sobre la ausencia de la burguesía nacional forma parte de una concepción histórica, de una compresión de las temporalidades históricas, de los cursos y el devenir históricos. Esta concepción histórica está íntimamente compenetrada con el desarrollo capitalista, en tanto que este desarrollo ha pasado a la fase imperialista, a la fase del dominio del capital financiero, las contradicciones con el imperialismo, entre nación dominada e imperialismo se suman a las contradicciones de clase, entre proletariado y burguesía, entre campesinos y terratenientes. Las burguesías de los países dominados por el imperialismo nacieron tarde, prefieren aliarse a los latifundistas y conservadores que cumplir con sus tareas democráticas. En estas circunstancias, las revoluciones populares en la periferia del capitalismo han optado por dos salidas a la crisis. Una de ellas es conformar simuladamente una burguesía nacional, conformación artificial que ha terminado constituyendo estrato social de nuevos ricos, los mismos que han preferido el gasto de la reproducción placentera a la inversión y ahorro calvinista, los mismos que terminan aliándose a las viejas clases dominantes. La otra salida es la opción de la sustitución de la burguesía inexistente con el papel administrativo del Estado, la burocracia sustituye a la burguesía. Este segundo camino ha terminado convirtiendo al Estado en un administrador de empresas.
Quizás un quinto rasgo del perfil del ideologüema del nacionalismo revolucionario es la apreciación fatal, el sentido común que se tiene sobre la inevitabilidad del avance, expansión y cumplimiento del capitalismo. Esta es la realidad. Este prejuicio histórico es compartido entre nacionalistas, liberales, neoliberales, pero también por la izquierda, tanto nacional como tradicional. El capitalismo no sólo es una realidad sino una especie de destino que tiene que cumplirse, aunque sólo sea para crear las condiciones objetivas, el desarrollo de las fuerzas productivas, para construir el socialismo y el comunismo. A partir de este sentido común sobre el capitalismo, podemos ver que si bien hay posiciones enfrentadas entre los que defienden el capitalismo como fin de la historia, culminación de la evolución humana, y los que consideran que debe vivirse el capitalismo como etapa al socialismo, los que consideran que es proletariado que va cumplir con las tareas pendientes de la industrialización, en un proceso de transición, todos se mueven en el horizonte de la modernidad, todos son desarrollistas, asumen el ritmo histórico como desarrollo en la linealidad del progreso. Todos comparten la matriz de los valores de la misma civilización, la civilización moderna.
Un perfil epistemológico, aunque todavía insuficiente en su acabado, del ideologüema del nacionalismo revolucionario, puede obtenerse a partir de algunos rasgos diseñadores, algunas figuraciones ideológicas, componentes de una weltanschauung, de una concepción de mundo compartida.  Como hemos visto, estos rasgos diseñadores son la certidumbre del Estado inconcluso, el origen dramático de la nación en la Guerra del Chaco, el mito de la modernidad, el progreso, el desarrollo, la industrialización, la formación de la burguesía nacional y la inevitabilidad del capitalismo como realidad.
¿Qué clase de mundo es este, es decir qué ante imagen de mundo estamos? ¿Qué saber, qué arqueología de saber? Ciertamente no podemos separar este saber de lo que pasa en el mundo, del debate que se da en el mundo, particularmente en las academias, aunque también en las organizaciones, aunque estas se encuentren rezagadas respecto al débete teórico, debido a su temprana inclinación al dogmatismo. No podemos olvidarnos que, en el periodo de construcción del pensamiento nacional, estamos asistiendo en América Latina a los desarrollos de la Teoría de la Dependencia, la misma que ya plantea un concepto integral del capitalismo, nos referimos al concepto de sistema-mundo. Se trata de un concepto geopolítico que comprende una gran división geográfica entre centro y periferia del capitalismo, convirtiéndose la periferia en el gigantesco espacio dominado, convertido en dependiente y reducido a la transferencia de recursos naturales. Podemos decir que se trata de una inmensa geografía donde se produce constantemente la acumulación originaria de capital por los métodos del despojamiento y el extractivismo. Por otra parte, la académica crítica, ligada al marxismo teórico, va a buscar dar curso a una mirada renovada, sobre todo después de las dramáticas experiencias de la primera y segunda guerras mundiales, las burocráticas y autoritarias experiencias de la Unión Soviética y de República Popular de China. Hay dos propuestas renovadoras que comienzan a circular; una es la de la escuela de Frankfurt y la otra es la lectura e interpretación de los Cuadernos de la Cárcel de Antonio Gramsci. Ambas propuestas teóricas van a ser tematizadas en las academias latinoamericana, en las investigaciones y en los debates teóricos, sobre todo la segunda, que va a ser la más conocida y estudiada. Es explicable entonces que se use como herramienta analítica y como recurso interpretativo las tesis de Gramsci sobre  el Estado, el partido, la hegemonía, el bloque histórico, la sociedad y la cultura. Así mismo es explicable que Sergio Almaraz Paz adquiera un tono camusiano en su hermoso libro Réquiem para una república. Hay necesidad de dar cuenta de las nuevas realidades históricas o de los desplazamientos históricos a partir de nuevos conceptos. Entonces estamos ante una imagen de mundo que responde a estas circunstancias, a la condición periférica desde dónde se emiten los discursos, a la condición de una conciencia temporal basada en la incertidumbre de la transición, en el deseo de alcanzar las metas postergadas, en la necesidad imperiosa de una identidad nacional, aunque también en el deseo de resolver los problemas de transición de una manera radical. Como puede verse, no estamos dentro la configuración epistemológica de la ciencia general del orden, tampoco en la de las ciencias de la historicidad, de las empiricidades, de la vida, el trabajo y el lenguaje, de la antropología, la psicología y la sociología. Estas epistemes pueden ser las matrices profundas de los saberes contemporáneos y regionales, delos saberes nacionales, empero asistimos a la emergencia de saberes de la transición, que buscan desesperadamente comprender los tránsitos, los despliegues, los puentes, las mediaciones, y por lo tanto los desarrollos en el tiempo y el espacio. Por eso esa certeza de lo incompleto, de lo inacabado, por eso esa ansia de modernidad, pero también de identidad, por eso esa búsqueda del sujeto encargado de estas tareas, por eso también la paradójica idea de la realidad como adversidad.
Sin embargo, hay algo sobresaliente en este ideologüema, se ignora la condición colonial de la mayoría de la población boliviana, se ignora la cuestión indígena. Se ignoran los levantamientos indígenas y su interpelación al Estado, a la nación y a la sociedad boliviana. Se supone tácitamente que este problema está resuelto con la reforma agraria y con la incorporación campesina al proyecto nacional. Esta realidad histórico-política, la relativa a las formaciones coloniales y al diagrama de poder colonial, esta parte impenetrable de la realidad, este lado oscuro del mundo, es taxativamente desconocida. No es un problema de conocimiento para el iluminismo criollo. Esta gran falta le impide a la episteme boliviana comprender los alcances de la problemática histórica sobre la que se asientan proyectos tan inestables como el Estado-nación, la modernización, el desarrollo, la industrialización. Estos límites del ideologüema del nacionalismo revolucionario le impiden construir una crítica completa de las dominaciones, de las explotaciones, de las razones profundas de la dependencia, de las razones profundas del inacabamiento del Estado y de la nación. No puede desarrollar una teoría crítica del capitalismo desde la matriz y la condición colonial de este sistema-mundo y modo de producción. El marxismo boliviano y también el latinoamericano se queda en el umbral epistemológico para comprender las matrices profundas de la historicidad de sus complejas fonaciones económico-social-culturales. No puede desarrollar una teoría crítica descolonizadora del Estado, por lo tanto tampoco puede comprender la condición colonial del Estado-nación. Ha preferido quedarse en ese umbral y repetir consabidamente generalidades, verdades universales, que no le hacen mella a los órdenes, instituciones y formas de dominación capitalista. La izquierda se termina convirtiendo en un factor más de la reproducción del colonialismo interno y en un discurso funcional a la modernidad y al capitalismo contemporáneo, mientras los izquierdistas siguen peleando contra las formas antiguas el capitalismo, básicamente las del siglo XIX, las que estudió Marx.
Claro que hay intuiciones, anticipaciones, perspectivas solitarias como las de Carlos Mariátegui, pero estas son voces solitarias, desdeñadas en su tiempo y retomadas después de su muerte con objeto de difusión, sin reflexionar profundamente sobre las implicaciones de sus desplazamientos enunciativos, sus aproximaciones a la problemática colonial y a la cuestión indígena. Podemos encontrar otros trabajos solitarios, empero ninguno de ellos se convierte en escuela, en comportamiento, en conducta, en una nueva forma de pensar,  en un proyecto político descolonizador.
En relación a esta falta, a esta restricción de la realidad histórica y social, llama también la atención el síntoma de que este saber de lo nacional ignore al pensamiento indio, los desconozca, lo descalifique de entrada. Por eso el discurso del Otro va a ser desterrado de la comprensión del ideologüema del nacionalismo revolucionario. Hay una forma sugerente de hacerlo, cuando se lo hace a nombre del mestizaje. Bajo este postulado el indígena y lo indígena habría desaparecido en la realización de la raza cósmica, la mestiza, tal como pregona José María Albino Vasconcelos Calderón. Este escritor mexicano no podía hacerlo de otra manera pues responde a la a la experiencia de la revolución mexicana, pero sobre todo al proyecto cultural e institucional después de la revolución, proyecto institucional que se construye sobre el asesinato de Emiliano Zapata, sobre el cadáver el insigne revolucionario campesino. En todo caso deberíamos discutir tesis más contemporáneas, renovadas y diferenciales sobre la condición mestiza, como las de Serge Gruzinski, quien en el Pensamiento Mestizo plantea la comprensión del mestizaje cultural sin borrar las diferencias entre la herencia indígena y las otras herencias que configuran la modernidad periférica.  Hay que anotar varias confusiones en esta interpretación de la raza cósmica; no está en discusión el mestizaje biológico; todos somos mestizos desde nuestra condición biológica. Lo que está en cuestión es la condición histórica de subordinación, de dominación, de explotación, de exclusión en las que se encuentran las comunidades indígenas, sus formas sociales, culturales, políticas e institucionales de cohesionarse, de ser en el mundo. Lo que está en cuestión es la violencia inicial, la guerra de conquista, la colonia, la continuidad colonial, las formas del colonialismo interno, que tiene sometidos a pueblos que devienen de otros proyectos civilizatorios. Todas las sociedades criollas, desde Alaska hasta el Estrecho de Magallanes, se han construido sobre cementerios indígenas, sobre territorios despojados, sobre violencias coloniales. Estas sociedades no pueden reclamar una condición democrática si es que no se resuelve la cuestión de la herencia colonial. Tampoco puede pretender abolir el pasado colonial mediante la amnesia mestiza de que sólo cuenta el proyecto nacional.
Podemos apreciar entonces dónde radica la importancia de la emergencia y la movilización de las naciones y pueblos indígenas originarios, dónde radica la importancia de la insurrección indígena, de los levantamientos y marchas. Donde radica la importancia de su propuesta, el proceso constituyente y la Constitución. Se trata de superar la condición de incompletud permanente del Estado-nación, de un Estado-nación subordinado al orden mundial del capitalismo, mediante otra transición, la transición pluralista y comunitaria. La forma institucional de transición es el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Una transición que se plantea el cuestionamiento mismo de la matriz cultural que cobija al capitalismo, la modernidad. Que se plantea superar el capitalismo de la única forma que se puede hacerlo, de una manera civilizatoria, el cambio civilizatorio de la modernidad. La riqueza de estos planteamientos no se los puede eludir, sobre todo después de las experiencias del socialismo real. La transición de la dictadura del proletariado en la medida que se quedaba en los límites de la modernidad, por lo tanto en su condena histórica, no podía sino revivir al capitalismo por otras vías, por la vía burocrática. Las transiciones populistas y nacionalistas que se han dado en la periferia no podían sino reproducir la dependencia por otras vías sin mellar las estructuras de dominación del capitalismo a nivel mundial. Estas experiencias no pueden ser propuestas ahora como solución, ya han sido experimentadas y adolecen de límites congénitos insuperables, pues no comprendieron integralmente la problemática del capitalismo, no comprendieron la matriz colonial del capitalismo, no comprendieron la matriz extractivista y destructiva del capitalismo.
Al respecto, no se puede decir, como dicen algunas voces apresuradas y poco reflexivas de la izquierda, que el Estado plurinacional ha periclitado, hablando y refiriéndose a la crisis del proceso, cuando este Estado plurinacional nunca ha sido construido. Lo que ha hecho el gobierno es restaurar el Estado-nación para beneplácito de izquierdas y derechas. Esta izquierda es demasiado indolente y orgullosa de sus propias pobrezas como para ponerse a trabajar seriamente y reflexionar sobre los alcances de seis años de luchas semi-insurreccionales, luchas que abrieron el proceso que todavía vivimos, con todas sus contradicciones inherentes. Prefiere repetir los viejos y desgastados discursos de la dictadura del proletariado o de la soberanía Estado-nación. Un firme aliado de ambos discursos, sobre todo del segundo  es el gobierno populista, pues ha restaurado el Estado-nación y hace la propaganda de un nacionalismo descollante. Aunque también por ahí sigue hablando de un socialismo comunitario, figura paralela y complementaria del socialismo del siglo XXI, proyectos que no son otras cosas que renovaciones fragmentarias e inconsecuentes del socialismo real. Así mismo tiende a optar por métodos totalitarios para acallar la interpelación de las naciones y pueblos indígenas originarios y de los movimientos sociales que lucharon por la apertura del proceso. Eso, aunque sea un remedo cruel de la dictadura del proletariado, repite el procedimiento de los estados en su confrontación con las sociedades, el procedimiento del Estado de excepción.

A modo de conclusión
Hay algunos sepultureros que se adelantan ansiosamente, mostrando su apresuramiento, para diagnosticar la muerte temprana del proceso constituyente, regodeándose de sus contradicciones, como si éstas no se dieran en todo proceso revolucionario, como creyendo que estas contradicciones presentes anulan sus propias contradicciones históricas, manifiestas en sus fracasos e incomprensiones de las formaciones coloniales, periféricas del sistema-mundo capitalista. A estos sepultureros debemos decirles que cuando se abre un proceso como el abierto por los movimientos sociales y las luchas indígenas, no se clausura este horizonte, aunque fracase un gobierno, que no necesariamente ha respondido al horizonte abierto, sino mas bien ha mostrado su apego al pasado. El horizonte queda abierto como desafío, como visibilidad, como espacio que hay que recorrer. Esta es la tarea, tanto política como epistemológica, reconducir un proceso contradictorio y aperturar una comprensión y conocimiento pluralista, en el contexto de las teorías de la complejidad y las cosmovisiones indígenas.  
                                                         

Ciclos largos y medianos del capitalismo
Es indispensable contar una mirada temporal del capitalismo, así como una mirada espacial; a David Harvey le hubiera gustado decir geográfica, pero quizás sea mejor volver a recoger la perspectiva geopolítica del sistema-mundo capitalista, así como también las estructuras y ciclos de larga duración ya investigados por Fernad Braudel. En lo que respecta a la periferia del sistema-mundo es también importante evaluar lo que ocurre en la economía-mundo desde la perspectiva del saqueo de sus recursos naturales; desde este punto de vista, desde la temporalidad propia de los recursos naturales, de los tiempos del modelo extractivista, de la renta vinculada a la explotación con los recursos naturales, podemos hablar de los ciclos de la extracción y explotación de estos recursos, de las estructuras periféricas vinculadas a las formas del capitalismo dependiente y de los Estado-nación subalternos, a las formas de su economía rentista.
En el presente ensayo vamos a tratar de dibujar algunas de las articulaciones estratégicas entre periferia y centro del sistema-mundo capitalista, a partir de los ciclos de los recursos naturales. No se trata de configurar las formaciones económicas y sociales, tampoco la articulación de los modos de producción en la formación económica y social, aunque estos temas sean subyacentes, sino de comprender como funciona el sistema-mundo en la periferia, sobre todo en periferias determinadas, vinculadas a la extracción minera e hidrocarburífera. Uno de los casos paradigmáticos, por las características de tierra adentro, el condicionamiento geológico de la Cordillera de Los Andes, sus cadenas y ramales, del altiplano, de la Amazonia y el Chaco, es ciertamente Bolivia, su historia económica, historia política y social, si podemos hablar así. Entonces vamos a tratarnos de situar al interior de los ciclos de la minería de la plata y de la minería del estaño, y después al interior del ciclo de los hidrocarburos, como ejes dominantes en la formación de las matrices económicas. En relación a esta delimitación, se va buscar incidir en las estructuras cualitativas y no en los cuadros e indicadores cuantitativos. Estas descripciones cuantitativas se dejaran para otro momento. Lo que interesa es poder construir una interpretación conceptual de los ciclos del capitalismo desde la periferia y teniendo en cuenta la materialidad de los recursos naturales.       
Giovanni Arrighi describe los ciclos largos del capitalismo en lapsos de prolongada duración, ciclos que comienzan a durar como 220 años (largos siglos XV-XVI), es el caso del ciclo que contiene a la hegemonía genovesa, para ir acortando su duración, haciéndola menos extensa, pero sí más intensa; el siguiente ciclo dura 180 años (largo siglo XVIII), es el caso del ciclo que contiene a la hegemonía holandesa; le sigue un ciclo de 130 años (largo siglo XIX), es el caso del ciclo que contiene la hegemonía británica; por último le sigue un ciclo de 100 años (largo siglo XX), que corresponde al ciclo que contiene la hegemonía estadunidense[16]. Durante estos ciclos la estructura de la hegemonía se mantiene, también la configuración y composición del estilo del capitalismo desplegado. Lo que se observa es un avance hacia el dominio del capital financiero, pasando por el capital comercial y el capital industrial. Habría que hacer dos apuntes sobre el estilo hegemónico de los países y las burguesías involucradas; la hegemonía genovesa se basa en una fuerte red comercial y financiera, apoyada de alguna manera por las ciudades Estado; la hegemonía holandesa se basa en la creación de un sistema de acciones que amplían considerablemente los recursos de capital, apoyados de alguna manera por su Estado, constituido después de una larga lucha con el imperio español, del que formaron parte; la hegemonía británica se basa en el imperialismo del libre comercio, el dominio del mar, y en la revolución industrial, que trastoca las condiciones de la producción capitalista, apoyada directamente por un Estado territorial que se articula plenamente con el capitalismo; la hegemonía estadounidense se basa en el auge del sistema de libre empresa, una revolución administrativa y en la organización de la producción en cadena, apoyados por un imperialismo geopolítico y estratégico a escala mundial, emergiendo después de las conflagraciones mundiales como hiperpotencia económica, tecnológica, militar y comunicacional.
Comprendiendo estos grandes ciclos del capitalismo, debemos entender cómo han incidido en la configuración del sistema-mundo capitalista, en la relación entre centro y periferia, cómo han afectado y estructurado las economías en la periferia, pero también cómo han afectado en la formación de sus estados y sus formaciones económicas y sociales. Para hacer esto es conveniente centrarse en lo que pasa con los recursos naturales, pues los países de la periferia del sistema capitalista son convertidos en reserva de recursos naturales, productores y exportadores de materias primas. La división internacional del trabajo les asigna esta tarea, reduciéndolos a países que transfieren valores, que constantemente sufren de des-acumulación relativa y de despojamiento de sus recursos naturales y económicos, debido a la constante reaparición de a acumulación originaria de capital, en beneficio de la acumulación ampliada de capital de los países del centro, sobre todo de la potencia hegemónica. Desde esta perspectiva, desde las miradas de la periferia, se puede hablar de los ciclos de despojamiento de los recursos naturales, durante los ciclos hegemónicos del capitalismo. En Bolivia podemos distinguir los ciclos de la plata, del estaño y de los hidrocarburos, correspondientes a la hegemonía británica y a la hegemonía estadounidense. Lo que se da antes, durante la hegemonía genovesa y holandesa, ocurre bajo el manto del dominio del imperio español; la articulación con el sistema-mundo se produce a través de las redes comerciales monopolizadas por la Corona española. Los virreinatos, las audiencias y las capitanías son formas administrativas extraterritoriales de la Corona y del imperio; en ese contexto histórico otra modernidad se gestaba durante esos siglos coloniales, anteriores a la revolución industrial[17]. Las independencias en el continente coinciden con la hegemonía británica y las repúblicas constituidas se articulan con el sistema-mundo a través de las redes comerciales del dominio marítimo británico. Entonces los ciclos de la economía de la plata, de la economía del estaño y de la economía de los hidrocarburos son como las matrices de espacio-tiempos que condicionan la conformación de los circuitos, de los mercados, de los flujos de capital, de la infraestructura técnica y material de las instalaciones productivas, de las minas, de los ingenios, de los sistemas de exploración y explotación de yacimientos, de los ferrocarriles y los caminos. Un tejido de relaciones sociales atraviesa y usa estos dispositivos, formas de propiedad, relaciones con el mercado externo, con el capital financiero, relaciones con el Estado, normas jurídicas, cruzan estos ámbitos de circuitos, flujos y stocks. Las poblaciones se asientan en los territorios y en los espacios configurados por estos procesos de articulación al capitalismo, las sociedades forman sus estratificaciones, se conforma un mapa institucional y se termina dándole un carácter al Estado, definido por el perfil de los gobiernos. Lo que interesa es comprender en qué se distinguen estos ciclos en la periferia; ¿cuál es la característica del ciclo de la plata a diferencia del ciclo del estaño y en qué se distinguen estos ciclos del ciclo de los hidrocarburos?

Nacimiento del ciclo de la plata
No se puede insertar mecánicamente los recorridos de los minerales, de los hidrocarburos, en general de los recursos naturales, dentro de los llamados ciclos del capitalismo, pues estas materialidades geológicas, sus lógicas de explotación y producción, terminan imponiendo también sus propias temporalidades y sus propios ritmos, que no necesariamente coinciden con los ciclos del capitalismo, aunque hay que entender que estos terminan condicionando a partir de sus propias estructuras y trasformaciones estructurales a las formas de exploración y explotación de los recursos naturales. Sin embargo, lo que interesa es identificar las formas de articulación de la periferia y el centro del sistema-mundo capitalista para entender las lógicas de acumulación y des-acumulación, las lógicas de acumulación ampliada de capital y las lógicas de la acumulación originaria o por despojamiento, cómo se forman las estructuras especificas económicas en la periferia y cuáles son las características de la administración estatal participes de estas lógicas e inscrita en el campo de las articulaciones entre centro y periferia. Por estas razones usamos la figura de ciclo de los recursos naturales más como una aproximación al condicionamiento de los ciclos hegemónicos del capitalismo.
A propósito, hay que hacer por lo menos dos anotaciones, que una cosa es la geología de los recursos naturales no-renovables, cuyos orígenes tienen que ver con la formación de la tierra, y por lo tanto su tiempos se pierden los nacimientos mismos del sistema solar; también que otra cosa es las grandes temporalidades históricas de la explotación minera, que incluso datan de tiempos pre-coloniales, y atraviesan varios ciclos del capitalismo, en los periodos coloniales y en los periodos republicanos; y algo distinto es tratar de identificar los condicionamientos de los ciclos del capitalismo, sus hegemonías y dominaciones, sobre las formas de explotación de los recursos naturales. Como se puede ver, la preocupación del ensayo no es geológica, tampoco hacer una historia larga de la minería como base de la economía de una región de la periferia, sino entrever las articulaciones entre ciclos del capitalismo, formas de acumulación y formas de explotación, coincidentes en temporalidades identificadas de hegemonía y dominio del capitalismo.      
Sergio Almaraz Paz dice que la estructura de poder de la minería de la plata era directa, los propietarios de minas eran a la vez los que ejercían también las funciones de gobierno, además de contar con tierras[18]. Antes de ellos los caudillos militares ejercieron directamente el ejercicio de gobierno, en una compulsa intensa y caótica entre caudillos, usando el motín como medio de expresión política, en un ambiente donde preponderaba precisamente el vacío político[19]. La Guerra del Pacífico (1879) marca dramáticamente el derrumbe de una forma de Estado, condicionado por la propiedad latifundista y la explotación servil de la población nativa, por las relaciones de explotación gamonal, ámbito de relaciones mezcladas con las relaciones capitalistas, promoviendo articulaciones complejas como las que se dan en la explotación de las propiedades mineras, explotación que se hace de manera rudimentaria y combinando relaciones salariales con relaciones casi serviles. La crisis del Estado gamonal se hace sentir hasta el fin del siglo XIX cuando estalla la Guerra Federal (1898-1899). El derrumbe del Estado gamonal abre el espacio a los periodos del Estado liberal, que no expresa una figura federal sino mas bien unitaria, como resultado de los acuerdos entre la burguesía comercial y minera paceña con los terratenientes y mineros del sur, entre el ejército del norte y el ejército del sur. El epicentro del poder deja de ser Sucre con el traslado de la sede de gobierno a La Paz. Se inicia una nueva época en la historia política, se conforma un sistema liberal, reciclado y reproducido por elecciones, se establece legalmente un sistema democrático, empero reducido a una restringida población votante de hombres, propietarios privados e ilustrados. Las grandes mayorías, sobre todo las naciones y pueblos indígenas fueron excluidos de participar en este Estado liberal. Los partidos liberales y después los republicanos se harán cargo del gobierno hasta la siguiente crisis estructural. Este es el perfil de la configuración de la superestructura, en tanto que en la estructura o base económica se va conformando un modo de producción capitalista subalterno y supeditado. Después de la firma del tratado de 1904, que terminaba entregando a Chile los territorios costeros conquistados por medio de la violencia de la guerra, se termina de resolver la salida de los minerales Bolivianos por el pacífico. En este sentido podemos decir que los más interesados en la firma del tratado de 1904 eran los liberales y los propietarios de minas.

Hagámonos una pregunta directa: ¿Cuáles son las articulaciones en este ciclo de la plata con la economía-mundo capitalista y con el sistema-mundo capitalista? Para responder esta pregunta, basémonos en las investigaciones de Antonio Mitre y Gustavo Rodríguez Ostria, quienes efectúan una prospección histórica en la historia de la minaría durante el siglo XIX. Antonio Mitre publica su tesis de doctorado con el título sugestivo de Los patriarcas de la plata[20] y Gustavo Rodríguez trabaja un ensayo evaluativo de la investigación de Antonio Mitre titulado Fuentes para historia de la minería boliviana del siglo XIX[21]. En eta evaluación Gustavo Rodríguez hace al principio dos anotaciones que deberíamos resaltar en nuestro análisis. Dice que desde 1873 a 1885 la minería de la plata logró movilizar un importante flujo de capital tanto extranjero, preponderantemente chileno, y nacional para tecnificar la fase de extracción, refinado de mineral y sistema de transporte. La otra anotación nos muestra el desarrollo de una minería de la plata que no integra el mercado interno, tampoco se integra al mercado interno, ocasionando más bien su desmembramiento, fortaleciendo el mercado chileno por medio de la importación. De estas dos anotaciones obtenemos dos datos de suma importancia, la articulación con la economía-mundo a través de la inversión de capital y la tecnificación de la extracción minera. El otro dato es que este despliegue de capital y su articulación con el mercado internacional a través de las rutas del pacífico desmembra el mercado interno, no beneficia una acumulación endógena de capital sino una acumulación exógena de capital. Hablamos de un desarrollo económico articulado al mercado externo empero des-articulador del campo económico nacional, lo que no ocurría, según Sempat Assadourian con el funcionamiento del espacio peruano de raigambre colonial[22].

¿Cómo funciona esta forma de capitalismo extractivista? ¿Desarticula completamente el campo económico nacional, de alguna manera cohesionado por el mercado interno? No ocurre de una forma tan extrema, se dan ambas conformaciones, una red de articulaciones al mercado externo, también un campo económico endógeno, cohesionado por un incipiente y rudimentario desarrollo del mercado interno. En este contexto estructurado el mercado interno termina supeditado al mercado externo, el campo económico nacional termina supeditado a la economía-mundo capitalista. Gustavo Rodríguez Ostria nos muestra que paralelamente al emprendimiento de grandes empresas y grandes inversiones de capital se daba un entorno significativo y extendido de pequeñas empresas vinculadas al kajcheo, a un trabajo a destajo, improvisado y rudimentario, no asalariado, sino que puede entenderse como una forma combinada y perversa de la reciprocidad, el kajchero ingresaba a la mina aportando las herramienta, los instrumentos y la pólvora, dirigidos por un barretero; en cambio el dueño de la mina aportaba con la propiedad. Una vez terminado el trabajo se hacían las entregas del mineral y el reparto se daba a mitades. La ventaja del propietario consistía en que tenía sometidos a los trabajadores mineros del kajcheo por adelantos y anticipos; terminaba comprándoles el mineral a precios más bajos que en el mercado, obteniendo ventajas comparativas. Puede observarse que alrededor de estos trabajadores, de las pequeñas y medianas empresa, que terminaban supeditadas a las grandes empresas, se forma una red de circuitos mercantiles destinada al consumo de estas poblaciones y centros mineros. Por lo menos la producción agrícola de los valles se encuentra vinculada al consumo de los centros mineros y de las ciudades. ¿Qué pasa con la producción agrícola y pecuaria de Santa Cruz? Parece que desde la vinculación de la minería al mercado externo y a las grandes inversiones de capital, desde la explotación a gran escala, se opta por la importación marginando a la producción del oriente. Se descompagina el espacio nacional o la construcción de este espacio, se lo descoyunta, replegándose hacia la región minera, que creara sus propios entornos en los valles y sus rutas comerciales con Chile, Perú y Argentina. Con esto también se aleja de toda posibilidad de elaborar una geopolítica propia, articuladora, por lo menos cohesionadora de los territorios y de la geografía nacional. Esta cohesión, esta articulación tendrá que esperar a la revolución nacional de 1952 cuando se articule oriente y occidente con la construcción de la carretera que une Cochabamba y Santa Cruz, cumpliendo con lo proyectado con el Plan Bohan. Hasta entonces se tiene que cerrar el ciclo de la minería de la plata o del dominio de la minería de la plata, sufrir la crisis de esta minería, y abrirse un nuevo ciclo, el de la minería del estaño. Además se tendrá que vivir la dramática experiencia de la Guerra del Chaco.

Nacimiento del ciclo del Estaño
La clausura del ciclo de la plata no quiere decir que se ha dejado de explotar este mineral, sino que ya no va a ser el eje de la economía boliviana. La crisis de precios de la plata en el mercado internacional a fines del siglo XIX, su reducción calamitosa, va a convertir en insostenible su explotación, por lo menos con la tecnología empleada en el siglo XIX. El mercado internacional va demandar durante el siglo XX otros minerales para el consumo de su industria, entre ellos el estaño, sobre todo debido a la demanda de la industria bélica en los periodos de las dos guerras mundiales. Esta demanda del estaño va hacer emerger en Bolivia otro estilo de minería, con mayor composición tecnológica y mayor composición del capital, articulado de una forma más directa al sistema financiero internacional. En este contexto emerge una burguesía minera cualitativamente más fuerte y dominante que la anterior; una burguesía cuyo epicentro se va conocer como el núcleo hegemónico de los “barones del estaño”. Ellos son los conocidos personajes como Simón I. Patiño, Mauricio Hoschild y Carlos Víctor Aramayo. Simón I. Patiño comenzó fortuna con el descubrimiento de una veta sumamente rica el año 1900, en la mina La Salvadora; por esta razón la mina lleva ese nombre. Esta mina se encuentra en el cerro Llallagua del departamento de Potosí. A partir de entonces emprende una carrera ascendente en el rubro de la minería, convirtiéndose no solamente en el más emprendedor propietario minero sino en uno de los hombres más ricos del mundo.  En adelante fue adquiriendo otras minas, su fortuna creció raudamente. Durante 1910 termina conformado un complejo minero vigoroso aglutinando las minas de Llallagua, Catavi, Siglo XX, Uncía y Huanuni, además de otras propiedades de su entorno. Durante 1911 con el objeto del transporte de minerales desde sus minas construyó el Ferrocarril Machacamarca-Uncía. Este magnate fue adquiriendo acciones de mineros chilenos en minas bolivianas mediante compras secretas en la bolsa de Santiago de Chile. Así de este modo logro obtener la mayoría de las acciones de la Compañía Estañífera de Llallagua, hasta entonces en manos de capitalistas chilenos. Cuando se cumplió con el cometido se podría decir que habría nacionalizado la minería. En de 1924 apuntaló su emporio en la Patiño Mines and Enterprises and Consolidated, Inc., cuyo registro se encuentra en Delaware de los Estados Unidos de América. En el conglomerado se encontraban la Compañía Estannífera Llallagua, la Salvadora y el ferrocarril Machacamarca Uncía. La expansión del magnate siguió avanzando, Patiño adquirió las fundidoras de Liverpool (Willams Harvey & Co.), también lo hizo con la fundidora de estañó en Alemania. Su expansión lo llevó a la lejana Malasia, comprando también minas en este país asiático. Se trata, como se puede ver de un crecimiento vertical, logrando conformar un dominio integral de sus intereses; esta ubicación en la economía-mundo del estaño le otorgó la gran posibilidad de jugar un papel determinante en la conformación del Comité Internacional del Estaño. Este comité fue, en realidad, el primer cartel que intentó controlar el precio de una materia prima.

En la historia y perfil de este magnate se puede observar las formas de articulación de la economía boliviana con la economía-mundo en ese periodo del ciclo del estaño. La economía boliviana, una economía dependiente, circunscrita al modelo extractivista, se hace cada vez más accesoria del mercado internacional, cada vez más se supedita al mercado externo y a sus condicionamientos. Los que ganan en este proceso de subsunción, en esta intermediación, son los miembros de esta burguesía minera; el que pierde es el Estado boliviano, que no se beneficia con este crecimiento vertiginoso de la riqueza de esta burguesía y su internacionalización. Obviamente en este proceso de supeditación los grandes perdedores son las mayorías de la población boliviana, en términos estructurales y sistémicos, la sociedad boliviana.  El Estado no llegaba a percibir sino un porcentaje miserable de las ganancias de las empresas mineras. Esta polarización, si se puede hablar así, entre la expansión, el crecimiento internacional de la minería privada, y un Estado pobre, sin recursos, atormentado por sus conflictos y contradicciones, es mantenida, inducida, y legitimada por el llamado super-estado minero, es decir el conjunto de dispositivos y mecanismos de influencia de las empresas mineras sobre el Estado. Los ministros eran nombrados por el super-estado, había una planta de abogados y bufetes que defendían los intereses de los magnates, los medios de comunicación caían en el campo gravitatorio de esta estructura de poder, también el ejército formaba parte de este diagrama de poder. En El Poder y la caída Sergio Almaraz caracteriza a la estructura del poder minero de una manera penetrante y analítica, escribe:
El nuevo poder es consciente de sí mismo. Al saber que hay diferencia entre sus intereses y los de Bolivia, busca una cierta forma de unidad entre sus integrantes, trata de armonizar la conducta de las empresas, de estereotipar actitudes y planteamientos y se afana por lograr un sentido solidario en la conducta de los mineros grandes. Todo ello le servirá para la actividad legal y la conspirativa, para presentar el rol “progresista” y “nacional” de la empresa y para definir ese mismo rol en términos más íntimos y menos propagandísticos.
Se forma un espíritu de cuerpo, se podría decir también que se forma una conciencia de clase; si fuera dúctil este término y esta clasificación, puesto que de lo que hablamos es de una estructura de poder, una red de relaciones y de fuerzas influyentes, de un conjunto de engranajes y mediaciones que manejan al Estado. Se trata de comportamientos y de subjetividades, de posicionamientos afines, que terminan reproduciendo la estructura de poder dominante.
No se trata aquí de hacer la historia del poder y la caída de esta burguesía minera; esto ya se hizo, se efectuó el análisis del ascenso de esta burguesía no solamente en la estructura económica, en la estructura social y en la estructura política de Bolivia, sino en los ámbitos del dominio de los grandes monopolios capitalistas y de las finanzas. Sergio Almaraz Paz nos dejó esta mirada penetrante de la formación económica y social de Bolivia en época definida por la explotación del estaño. Lo que hacemos es teniendo en cuenta estas estructuras de poder es dibujar las articulaciones que conectan y condicionan la relación entre centro y periferia en el sistema-mundo capitalista. De lo que se trata es de responder a la pregunta de cómo se configura, se conforma y se consolida esta articulación de una manera específica en una historia concreta, como se articulan la explotación minera, los ferrocarriles, los caminos, los mercados y las instituciones al sistema-mundo capitalista y a la economía-mundo capitalista, cómo se realiza este sistema-mundo en regiones determinadas con características definidas por contener reservas estratégicas de recursos naturales. De lo que se trata es entender cómo el modelo extractivista convierte las articulaciones con el sistema-mundo capitalista en cadenas que atan y condenan a la división internacional del mercado, convirtiéndose en una estructura de dominación del orden mundial sobre las regiones de la periferia.

Perfiles del ciclo del petróleo
Sergio Almaraz Paz escribe en su libro Petróleo en Bolivia que:
Hay una abundante bibliografía acerca de la existencia de petróleo en Bolivia. Varios autores coloniales se refieren a “bitúmenes o jugos de tierra” que afloran a la superficie en diversos puntos del territorio del Alto Perú. Desde fines del siglo pasado científicos bolivianos y extranjeros exploraron el territorio nacional en busca de petróleo. En 1895 se obtuvieron las primeras muestras en la zona de Incahuasi, a orillas del río Azero, en el departamento de Chuquisaca. Según se cuenta, su descubridor, Ignacio Prudencio, intentando una segunda exploración, fue devorado por un puma o algún otro felino. Varias monografías e informes científicos demostraron la indudable riqueza petrolera en el norte. Centro y sudeste del país[23].
La historia del petróleo en Bolivia no es distinta a la del ciclo de la plata y a la del ciclo del estaño, salvo porque se trata de un recurso fósil y obviamente la extracción del petróleo requiere de otros métodos y otra tecnología. También podríamos decir que se produce un desplazamiento en la propia forma del capitalismo, de las estructuras del capitalismo, pues a partir de un determinado momento, que de alguna manera es posterior a la revolución industrial, la modernidad, la civilización moderna, puede ser concebido como la civilización del recurso fósil. La matriz energética de este capitalismo es indudablemente la energía obtenida de los hidrocarburos, prioritariamente del petróleo. Hablamos de un capitalismo que se va alimentar de petróleo, aunque no sólo, pues la explotación de los recursos minerales va a continuar, sólo que esta vez, fuertemente articulados al extractivismo hidrocarburífero.
Aunque la importancia de los hidrocarburos en la economía boliviana es reciente; se hace indispensable cuando se da la crisis de los precios de los minerales. La baja de estos precios convierte el ingreso por concepto de exportación de petróleo y gas en el de mayor peso gravitante, a tal punto que podemos hablar de una economía hidrocarburífera, sobre todo gasífera. El año 2010 las exportaciones por concepto de hidrocarburos se aproximaron a los 3000 millones de dólares, lo que hace una participación preponderante en un total del valor de las exportaciones que se aproximan a los 7000 millones de dólares, lo que convierte su aportación aproximadamente en un 43% de la estructura de las exportaciones. Comparando con la participación de los minerales en la estructura las exportaciones, que es del orden del 27%, y con la participación agropecuaria que fue del orden del  26%, ya se puede ver la importancia de los hidrocarburos en la economía boliviana. Pero también se puede ver que se trata de una típica economía primario exportadora.
Recogiendo la perspectiva histórica, podemos decir que al ciclo de la economía de la plata le sigue el ciclo de la economía del estaño y a este ciclo de extracción minera le sigue el ciclo de la economía de los hidrocarburos. Podemos decir que el primer ciclo extractivista, el de la plata, está asociado a la hegemonía del ciclo del capitalismo británico, en tanto que el ciclo de la economía del estaño, se reparte entre la clausura de la hegemonía británica y el inicio de la hegemonía del ciclo norteamericano. El ciclo extractivista de los hidrocarburos continúa acompañando a la hegemonía del ciclo capitalista de hegemonía norteamericana, empero en una etapa avanzada de este ciclo, cuando se vislumbran síntomas de la crisis estructural del capitalismo, en pleno dominio estructural de la forma del capitalismo financiero. Síntomas de la crisis que muestran también la curva descendente del modelo energético, de la llamada civilización de la energía fósil, así como también se tienen evidencias de la extensión del a crisis ecológica.
La extracción hidrocarburífera deja huecos, pozos vacíos, así como la extracción minera dejó cementerios mineros, además de dejar la contaminación en la zona y en la región, cuyos costos ecológicos nunca son contabilizados. ¿Cuánto de esta historia extractivista ha beneficiado al país? Ya dijimos que la división internacional del mercado y del trabajo, la geopolítica del sistema-mundo capitalista, convierte a los países de la periferia del capitalismo en la geografía del despojamiento, de la eterna acumulación originaria de capital. En tanto que los países del centro del sistema-mundo se convierten en el espacio de la acumulación ampliada de capital, principalmente donde concurre la hegemonía y el dominio del ciclo del capitalismo vigente.
Dadas las características del control y administración de los recursos hidrocarburíferos de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), por lo menos nominal, se puede seguir lo que pasa con los ingresos provenientes de los hidrocarburos, provenientes de la parte del excedente que retiene el Estado por la explotación del recurso fósil. Esto se encuentra en el Presupuesto General del Estado.
Lo que se observa es que los ingresos de los hidrocarburos se distribuyen y son absorbidos por el Tesoro General de la Nación, por los gobiernos departamentales, por los gobiernos municipales, por las universidades y por el Fondo Indígena. En otras palabras, la mayor parte del ingreso de destina al gasto administrativo del complejo de gobiernos del Estado, gobierno central y gobiernos autonómicos, además de universidades. El modelo extractivista no sirve para salir del extractivismo sino para mantenerse en el mismo, como una condena. No es una lógica que apunte a la inversión productiva, al cambio de la matriz económica, sino es un modelo de economía rentista. En este caso, mucho más que en el caso de la minería, se puede decir que la economía extractiva de los hidrocarburos vive de la expoliación a la naturaleza, aunque también hay la parte de la explotación de la fuerza de trabajo, pero una intensidad y extensión menor que la dada en la minería.
La venta de los hidrocarburos se divide, de acuerdo a su destino, en una mayor parte  destinada al mercado externo, en su condición de materia prima,  y una parte mucho menor destinada al mercado interno, en su condición de combustibles. Del Impuesto Especial a los Hidrocarburos IEHD, que es un impuesto a la importación y a la comercialización de los hidrocarburos en el mercado interno, el 75% se queda en el TGN, el 20% de distribuye a los gobiernos municipales y el 5% se distribuye a las universidades. Del Impuesto Directo a los Hidrocarburos IDH, que corresponde al 32% de la producción de hidrocarburos, el 19% se queda en el TGN, el 10% va a los gobiernos departamentales, el 35% a los gobiernos municipales, el 7% a las universidades, el 3,5% al Fondo Indígena y el 25,5% a la renta dignidad. De las regalías por hidrocarburos, que corresponde al 18% de la producción, el 33,3% se queda en el TGN y el 66,7% va los gobiernos departamentales.
Como se puede ver y como dijimos antes, estamos ante un modelo económico típicamente extractivista, empero, también y casi por lo mismo estamos ante una economía rentista. La excusa del extractivismo, de la incursión en el extractivismo de las élites gobernante, de las fracciones de la burguesía minera, pero también de los gobiernos nacionalistas, sobre todo cuando se trata de la explotación de los hidrocarburos, es de que esta apertura a los capitales, esta explotación extractivista va permitirnos ingresar en el desarrollo, suponiendo que la acumulación extractivista va crear las condiciones iniciales de la inversión industrial. Pero esto no ocurre generalmente, es una ilusión de los desarrollistas; la lógica de la acumulación vinculada a la explotación de hidrocarburos está íntimamente relacionada a la lógica de la acumulación de capital, que se da a nivel mundial. Los efectos multiplicadores de esta explotación, la mayor parte del excedente, no se queda en los países periféricos, sino vive el curso de los ciclos de inversión y acumulación a escala mundial. Los que se benefician son los que controlan  el monopolio financiero, el monopolio tecnológico, el monopolio de acceso a los recursos naturales, el monopolio de los mercados y el monopolio militar. Generalmente la industria, el capital industrial, no nace porque tiene como antecedente alguna matriz extractiva, nace porque se formó un capital industrial, por intermediación de una burguesía industrial, o en su caso por participación del Estado. Incluso, cuando esto último ocurre se observa la tendencia a que no se dé propiamente una acumulación; no se comporta el Estado como un administrador de empresas, sino que tiende a seguir mas bien una lógica rentista, salvo en los escasos casos donde la geopolítica estatal logra cruzar los umbrales de la lógica rentista e ingresa en la lógica de la acumulación.  

La genealogía de las nacionalizaciones
La historia de los hidrocarburos en Bolivia está vinculada a la historia dramática de sus insurgencias y de sus actos heroicos, a los procesos de nacionalización, en contraste con los periodos de apertura y de concesiones al gran capital de las empresas trasnacionales. Hay que seguir esta historia en el devenir de tres nacionalizaciones, la de 1937, después de la Guerra del Chaco, la de 1969, durante el gobierno del general Ovando Candía, y la de 2006, en el primer año y la primera gestión del gobierno de Evo Morales.
En un sentido homenaje al Ingeniero Enrique Mariaca, homenaje que se encuentra en una revista de Jubileo, dedicada a la nacionalización de los hidrocarburos, reproduciendo las Memorias del insigne ingeniero ligado al destino de los hidrocarburos en Bolivia, en la introducción la de las memorias se  escribe:
Al mediodía del 14 de junio de 1935, bolivianos y paraguayos dejaron caer sus armas para darse un abrazo emotivo, en medio de un llanto sin rencor. La Guerra del Chaco había llegado a su fin, pero no era la última batalla de los patriotas en la defensa del petróleo[24].
Dos años más tarde se nacionalizaba a la empresa concesionaria Standard Oíl por incumplimientos múltiples y estafa al Estado boliviano. Entre los acuerdos que tenía con el Estado era el abastecimiento del mercado interno, que nunca cumplió. En la misma revista, en la parte de las memorias del Ingeniero Mariaca, el autor de las mismas interpreta la situación del modo siguiente:
Sin embargo, el abastecimiento del mercado interno no fue prioritario para la Standard Oíl que buscó, principalmente, obtener información valiosa sobre el potencial hidrocarburífero del país, a objeto de preservar reservas hidrocarburíferas a futuro ya que, en ese tiempo, contaba con importantes volúmenes de producción en el ámbito mundial. Toda esta información geológica, junto con los datos de las inversiones realizadas dentro del contrato de concesión, no fue entregada al gobierno boliviano para su aprovechamiento. Además, Bolivia debía importar desde Perú el combustible necesario para el consumo interno, el cual, irónicamente, era producido y comercializado por la misma Standard Oíl en Perú. Este conjunto de irregularidades, además del incumplimiento del pago de regalías y patentes, la resistencia a ingresar en etapas de producción y las denuncias presentadas sobre exportaciones ilegales de petróleo del campo Bermejo hacia Argentina –donde también la empresa tenía concesiones– ocasionaron que en marzo de 1937, durante el gobierno del general David Toro, se decidiera la caducidad de todas las concesiones de la Standard Oíl en territorio boliviano y la reversión total de sus bienes a favor de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), empresa estatal creada el 21 de diciembre de 1936. Finalmente, en 1942, luego de varias solicitudes presentadas, y a cambio de la información geológica obtenida por la Standard Oíl durante el tiempo de permanencia en Bolivia, se llegó a un acuerdo de indemnización por un millón de dólares aproximadamente, equivalente a unos sesenta millones de dólares en la actualidad[25].
Estas situaciones de enfrentamientos entre Estado y empresas trasnacionales de los hidrocarburos va volver a repetirse, sobre todo por el comportamiento sinuoso de las empresas, acostumbradas a manejar los negocios, los altos negocios, los negocios estratégicos, como es este del petróleo y del gas, como creen que se debe, imponiendo la ley del más fuerte. Si no imponen sus propias normas internacionales, que siempre les favorece, transgreden las propias normas nacionales. Siempre buscan el sobre-beneficio, la ganancia extraordinaria  en todos los detalles, en todas las transacciones, y cuando pueden ocultan información. Ante sus jugadas, todos los conquistadores y piratas se quedan pequeños. Han ocasionado guerras por todas partes, como en el caso de la Guerra del Chaco y siguen haciéndolo.  Esta historia de trampas se vuelve a repetir con la Gulf Oíl treinta años más tarde.
El ingeniero Mariaca escribe:
El 26 de septiembre de 1969, el General Ovando Candía asumió la Presidencia de la República y casi inmediatamente, en fecha 17 de octubre del mismo año, decidió revertir las concesiones de la Gulf Oíl Company al Estado, así como nacionalizar todos sus bienes e instalaciones, incluidos muebles, medios de transporte, estudios, planos, proyectos y todo otro bien, sin excepción alguna. Producto de esta nacionalización, la Gulf Oíl Company entró en disputa con el gobierno boliviano y aplicó un embargo petrolero que impedía a Bolivia la comercialización del petróleo producido y la continuación de la construcción del Gasoducto Bolivia–Argentina, que hasta entonces presentaba un avance de 10%, aproximadamente.
En los dos casos, el de la nacionalización de la Standard Oíl en 1937 y el de la nacionalización de la Gulf Oíl en 1969, ambas empresas consiguieron hacerse indemnizar, lo que descapitalizó a la empresa estatal. En la medida que tienen el monopolio del mercado, el monopolio financiero y el monopolio tecnológico, logran chantajear, presionar, efectuar coerción sobre los gobiernos nacionalistas. Ante la eventualidad de no poder vender la producción, se sienten acorralados y ceden.
De la primera nacionalización a la segunda, las reservas comprometidas son mayores, la escala de la economía hidrocarburífera es mayor, así también los compromisos de venta, sobre todo en el caso de la Gulf Oíl, que contaba con reservas gasíferas y con negociaciones de venta de gas a la Argentina. El Estado se hace cargo cada vez de mayores dimensiones del proceso hidrocarburífero, comprendiendo la exploración, la explotación, la separación de líquidos, la industrialización y la comercialización. Por lo tanto la confrontación con los dominios de estas empresas es mayor. La situación de enfrentamiento entre Estado y empresas trasnacionales hidrocarburíferas vuelve a reaparecer en los primeros años del milenio, esta vez haciéndose clara y directa la confrontación entre empresas trasnacionales y pueblo, incluso entre pueblo y gobierno neoliberal.
Después de seis años de luchas semi-insurreccionales, de procesos desatados por los movimientos sociales autogestionarios, autoconvocados y con vocación al autogobierno, se abre un proceso constituyente que irradia el poder constituyente de los movimientos sociales y naciones y pueblos indígenas originarios. Se optan por elecciones después de la fabulosa movilización de mayo y junio de 2005, que toma la ciudad de La Paz, de El Alto, de Oruro y Potosí, culminando con la toma de la capital, Sucre, donde se encontraba sesionando Congreso para tratar una nueva sustitución constitucional. El pueblo movilizado obligó a la extraordinaria sesión del Congreso a la renuncia del presidente del Congreso y del presidente de la cámara baja, habilitando la sustitución constitucional del presidente de la Corte Suprema, quien recibía el mandato de convocar a elecciones.
En adelante transcribimos el balance que hace de la tercera nacionalización la Fundación Jubileo en la revista mencionada[26].
Las elecciones realizadas a fines del año 2005 llevan a la presidencia a líder sindical Evo Morales Ayma, quien asumió la Presidencia de la República el 22 de enero de 2006. Entre las primeras medidas que adoptó el flamante gobierno popular fue la promulgación del Decreto Nº 28701 de Nacionalización de los Hidrocarburos “Héroes del Chaco”. El objetivo de esta norma fue recuperar, a favor del Estado, la propiedad y el control absoluto y total de los recursos naturales hidrocarburíferos del país. Además, con la emisión de este decreto, se pretendía que las empresas petroleras que realizaban actividades de producción de gas natural y petróleo entregasen toda esta producción a YPFB, empresa que definiría nuevas condiciones comerciales, aplicando una política de reposición de reservas que no fue aplicada luego del proceso de capitalización.
La medida inmediata más efectiva y más visible de cambio, a propósito de la nacionalización, fue la aplicación, durante un periodo de seis meses, de una participación para YPFB equivalente a 32% del valor de la producción, adicional al pago de 50% que ya se tributaba a partir de la vigencia de la Ley Nº 3058. Hay que aclarar, sin embargo, que esta participación no se aplicaba a todos los campos, sino solamente a aquellos cuya producción de gas natural se encontraba por encima de los 100 millones de pies cúbicos por día, es decir que esta participación se aplicaba prácticamente a los mega-campos San Alberto y Sábalo, operados por la empresa Petrobras Bolivia S.A.
Una segunda medida importante fue la conminatoria para la suscripción de nuevos contratos petroleros, los mismos que debían ser firmados dentro de un plazo máximo de 180 días, en las condiciones establecidas por el Gobierno nacional, caso contrario, las empresas petroleras no podían seguir operando en el país. Para este fin, se instruyó al Ministerio de Hidrocarburos y Energía realizar auditorías petroleras que permitan cuantificar el monto de inversiones que iba a ser reconocido a cada una de estas empresas, así como las amortizaciones, costos de operación y rentabilidad de cada campo.
Con estas medidas se potenciaría a YPFB para que nuevamente, después de tantos años, asuma la operación y administración de toda la cadena productiva de hidrocarburos. De acuerdo con el Decreto de Nacionalización, YPFB debía reestructurarse de manera integral y debía convertirse en una empresa modelo, transparente y eficiente. Lamentablemente ese cambio tan esperado aún no se ha producido, ya que la empresa petrolera todavía se encuentra en una situación muy crítica, con falta de recursos humanos, técnicos y económicos.
La información sobre el sector todavía es muy escasa y los datos que se publican de manera oficial no son presentados de manera oportuna. Respecto a otras determinaciones de esta tercera nacionalización, no se puede dejar de mencionar la transferencia a favor de YPFB, a título gratuito, de las acciones del Fondo de Capitalización Colectiva de las empresas capitalizadas Chaco S.A., Andina S.A. y Transredes S.A., que eran administradas por las AFP. Complementando esta medida, se instruye, como parte de la nacionalización, que YPFB controle, como mínimo, el 50% + 1 de las acciones necesarias en las empresas citadas, además de Petrobras Bolivia Refinación y la Compañía Logística de Hidrocarburos Bolivia.
Con el control de estas empresas se pretendía que YPFB retome las actividades de exploración, explotación, transporte, refinación, almacenaje y comercialización de todos los hidrocarburos en el territorio nacional.
Sin embargo, luego de la promulgación del Decreto de Nacionalización se sucedieron eventos que alteran al mismo proceso de nacionalización:
En septiembre de 2006 se iniciaron las auditorías a las empresas petroleras a cargo del Ministerio de Hidrocarburos y Energía, bajo la dirección del ingeniero Enrique Mariaca Bilbao. A través de un proceso de contratación, estas auditorías fueron adjudicadas a 11 empresas consultoras, a objeto de determinar las inversiones que serían reconocidas para la puesta en vigencia de los nuevos contratos petroleros. Sin embargo, considerando la elevada tasa tributaria fijada para los mega-campos y el plazo definido en el Decreto Supremo, estos contratos fueron suscritos en fechas 27 y 28 de octubre de 2006, dejando de lado los resultados que dichas auditorías estaban obteniendo.
El tipo de contrato aplicado fue el Contrato de Operación, el mismo que contenía siete anexos técnicos, contables y económicos. Entre ellos se encuentran el Anexo F y el Anexo G que establecen, respectivamente, las fórmulas para la retribución al titular y las inversiones que les serán reconocidas. De acuerdo con el Ingeniero Mariaca, a pesar del  establecimiento de estas fórmulas, aún no se cuenta con la información necesaria a objeto de verificar cuán beneficiosas son las condiciones económicas establecidas en cada contrato para YPFB; más aún, se desconoce la metodología para la determinación de las mismas.
Un aspecto observado en los 44 Contratos de Operación, aprobados por el Congreso Nacional, es el tema de inversiones. Si se lee y revisan bien estos contratos se notará que en ninguna parte existen obligaciones claras para realizar inversiones que permitan incrementar los niveles de producción de cada campo. Esta ausencia de inversiones ha traído consigo disminuciones en la producción de petróleo y, por ende, en las cargas de refinerías que actualmente entregan menores volúmenes de combustibles líquidos.
En el caso del diesel oíl, el país se ve continuamente obligado a importar cada vez mayores cantidades a precios internacionales, para luego comercializarlos a precios subsidiados, cuya diferencia es asumida por el Gobierno nacional, a través de la emisión de notas de crédito fiscal a favor de YPFB. En el caso de la gasolina, a la fecha, YPFB está importando aditivos de alto octanaje que, mezclados con la gasolina blanca, permiten obtener gasolina especial dentro de las especificaciones de calidad establecidas para este producto en el reglamento de calidad correspondiente.
Con relación al GLP, Bolivia, a pesar de ser un país productor de hidrocarburos, ha iniciado la importación de volúmenes mínimos de este combustible, a través de la República Argentina. Por lo anteriormente expuesto, YPFB debería ajustar los contratos petroleros vigentes, a través de la suscripción de adendas que establezcan compromisos y garantías de inversión que permitan incrementar los niveles de producción, así como las cargas en refinería, a objeto de garantizar el abastecimiento del mercado interno y reducir el nivel de importación de combustibles.
Siguiendo con el proceso de nacionalización, posterior a la suscripción de los nuevos Contratos de Operación, YPFB inició negociaciones con la empresa Petrobras Refinación S.A., a fin de recuperar las principales refinerías del país. Producto de estas negociaciones, en junio de 2007, YPFB compró el 100% de las acciones de las refinerías Guillermo Elder Bell y Gualberto Villarroel, hasta entonces propiedad de Petrobras Refinación, en 112 millones de dólares americanos. Así, más que una nacionalización de las refinerías del país fue más bien un proceso de concertación y compra de las empresas por parte de YPFB, sin existir de por medio procesos de confiscación de bienes y/o pagos por indemnización.
Como siguiente paso, YPFB decidió adquirir el 50% + 1 de las acciones de la Compañía Logística de Hidrocarburos Bolivia (CLHB), encargada del transporte y almacenaje de productos derivados como gasolina, diesel oíl, GLP, etc. Luego de intensas negociaciones en las que CLHB no cedía, el Gobierno emitió, en fecha 1º de mayo de 2008, el Decreto Supremo Nº 29542, a través del cual YPFB adquiere el 100% de las acciones, pagando un monto total de 12 millones de dólares americanos, aproximadamente.
La siguiente empresa que fue adquirida por YPFB fue Transredes S.A., cuyas acciones fueron “nacionalizadas” mediante Decreto Supremo Nº 29586, de fecha 2 de junio de 2008. El costo de esta adquisición, de acuerdo a información proporcionada por el Gobierno, fue de aproximadamente 240 millones de dólares. La empresa Andina S.A. llegó a un acuerdo para que YPFB adquiera el 50% + 1 de sus acciones, tomando el control de la misma y participando de manera conjunta en la administración de la empresa, toma de decisiones y operación de los campos que se encuentran bajo contrato.
Finalmente, en fecha 23 de enero de 2009, el Gobierno emitió el Decreto Supremo Nº 29888, mediante el cual “nacionaliza” la totalidad de las acciones de la empresa Chaco S.A., a un costo aproximado de 233 millones de dólares americanos.
A diferencia de las primeras nacionalizaciones de los hidrocarburos en Bolivia, la tercera no se produjo bajo políticas de confiscación de bienes y resolución inmediata de contratos, sino que respondió a un proceso de concertación y negociación de nuevas condiciones económicas para la suscripción de nuevos contratos, así como para la adquisición del total del paquete accionario de aquellas empresas capitalizadas y privatizadas[27].
Como se podrá ver se trata de una nacionalización sui generis, sin expropiación, como en los otros casos, la primera y la segunda nacionalización de los hidrocarburos. Esta es la razón por la que hemos preferido, en su momento, hablar de un proceso de nacionalización que tiene que completarse. Sin embargo, el proceso parece revertirse en el mismo momento que se firman los contratos de operaciones. Se entiende que las dificultades cada vez son mayores para la realización de una nacionalización, más si se trata de la explotación de los hidrocarburos. Se entiende que nos encontramos con un dominio mucho más estructurado del capital financiero, se entiende también que la globalización ha conformado redes complejas de asociación, subsidiarias, flujos de capital, cadenas de producción, complementariedades de rubros y capitales, que estas redes hacen más difícil que antes lograr los resultados de la nacionalización. Sin embargo, esto no quiere decir que sea imposible una nacionalización, que no se pueda llevar adelante un proceso de nacionalización, teniendo muy claro que se debe tener un control del proceso productivo y del proceso comercial, que se tiene que tener sobre todo el control técnico de la producción, que se debe refundar YPFB en todo el sentido de la palabra. Que esta empresa estatal debe tener, además del control nominal, el control real de las decisiones, del proceso técnico y de los flujos del petróleo y el gas. El problema radica en esto, no se tiene este control técnico, no se tiene el control real de las decisiones técnicas y operativas, no se tiene el control de los flujos; el control técnico y real la siguen teniendo las empresas trasnacionales.
En un estudio de CEDLA se afirma que:
En el 2009, el 85,2% del total de reservas de gas y petróleo de Bolivia estaba bajo el dominio de las petroleras extranjeras como Petrobras, Repsol y Total[28].
En el informe de CEDLA mencionado se sacan algunas consecuencias de esta situación, una de ellas es la siguiente:
Al no tener el control real del sector hidrocarburífero y mantener una presencia estatal secundaria a través de YPFB, el gobierno nacional optó por ofrecer mejores condiciones a las transnacionales para intentar superar por esta vía los grandes problemas del sector como la caída en la producción de líquidos y el virtual estancamiento en la producción de gas.
De acuerdo al estudio se interpreta que la reversión del proceso de nacionalización tiene que ver con los desesperados intentos del gobierno por viabilizar la medida de shock conocida popularmente como el “gasolinazo”. La baja de la producción de los combustibles, la subida de la demanda interna, el estancamiento de las reservas, el control efectivo de las empresas trasnacionales, han incidido en una situación altamente problemática en lo que respecta a los hidrocarburos. Empero, lo que es más grave, el balance del proceso de nacionalización muestra que no hubo tal nacionalización, que no se llegó a completar el proceso, que no se refundó YPFB, que no se controla el proceso productivo y el flujo de exportaciones. Lo que se tiene ahora es un proceso de reversión de la nacionalización. Esta lectura del proceso de nacionalización amerita una reflexión sobre los proyectos de nacionalización, sobre sus perspectivas de romper las cadenas de dependencia, sobre los proyectos de desarrollo casados a las nacionalizaciones.
Una pregunta directa que habría que hacerse es: ¿qué pasó con las nacionalizaciones, por qué no fueron la base del desarrollo? Dejemos las respuestas fáciles, dejemos de lado el problema de la burocratización, también el de la corrupción, así como la hipótesis de la conspiración, la traición o la falta de consecuencia. El problema es comprender las condiciones de posibilidad histórica y económica para lo que se supone es el desarrollo, centrado en la industrialización. ¿Puede una nacionalización llevarnos de por sí a la industrialización, por lo menos a la industrialización de los hidrocarburos? En relación a esta pregunta hay que despejar una confusión, que debería estar despejada desde la crítica de la economía política; el dinero no es capital, el ahorro no es capital, el ahorro de dinero no es capital; el capital es el dinero que se valoriza en el proceso de producción. El principal problema de las nacionalizaciones tiene que ver con esta distinción, que acabamos de hacer. Las nacionalizaciones tienden a llevar al Estado a optar por una economía rentista; el ingreso proveniente de la nacionalización es usado para el gasto no productivo, es usado para cubrir demandas, es usado en la distribución del presupuesto, que mayormente usa los recursos para cubrir gastos administrativos del fabuloso aparato de Estado. No se trata sólo de redistribuir el ingreso, que puede darse a través de bonos, sino, de lo que se trata es cómo la nacionalización convierte la recuperación del excedente en acumulación, en inversión productiva, en transformación de las condiciones de producción.
¿Ausencia de una burguesía nacional?  Esta era la hipótesis de la izquierda latinoamericana. ¿Falta de vocación industrial del Estado? Hipótesis de la inconsecuencia. Estas hipótesis son posibles si se tiene como referente la historia europea o por lo menos parte de esta historia, lo que se cree saber sobre esta historia, su reducción a la interpretación de la revolución industrial inglesa, de la formación de la burguesía francesa y con dificultades de la vía prusiana, la vía emprendida por Otto von Bismarck, donde el Estado juega un papel fundamental en la industrialización de Alemania. A propósito de estas hipótesis, resultan contraídas como por imitación de una supuesta historia europea; por otra parte, pecan de ser generales. Suponen una identidad universal de la burguesía, portadora del desarrollo capitalista; no tienen para nada en cuenta la historia efectiva de las burguesías nacionales y de la variación de sus identidades. Por otra parte, también se tiene una idea abstracta del Estado, de la que se deduce su papel protagónico en la industrialización y el desarrollo.  Lo llamativo de ambas hipótesis es que pretenden resultar de apreciaciones históricas; sin embargo, hay que decirlo, la historia es concebida como repetición o emulación. La historia efectiva, pensada en el espesor del flujo de acontecimientos, no se repite, ni siquiera dos veces. Cuando Hegel se expresa de esa manera lo hace desde la fenomenología del espíritu y de la filosofía de la historia, donde el devenir de los acontecimientos se convierte en la dialéctica de los conceptos. Cuando Marx parafrasea a Hegel, lo hace irónicamente, diciendo que la historia se repite dos veces, pero una como tragedia y la otra como comedia.
Hay que rescatar a la historia de estas interpretaciones teleológicas; hay que entender la historia no sólo como relato, no sólo como narración; es evidente que forma parte de las experiencias y el trabajo de la memoria, empero también, se ha convertido en un campo de batalla de las interpretaciones. Se ha distinguido, por ejemplo la historia de los vencedores de la historia de los vencidos. Empero, todo esto nos lleva a re-plantearnos nuestra relación compleja con las temporalidades, las experiencias, las memorias, las vivencias de los acontecimientos. Quizás se acerca a esta comprensión la relación que establece la hermenéutica entre historia y singularidad. La historia es singular, no universal, salvo la que tiene que ver con la narratividad de los vencedores. Las historias son singulares, hay que contar historias singulares, los acontecimientos son singulares, además de estar configurados por múltiples singularidades. Vale decir, la historia es plural. Cada presente, cada coyuntura, cada momento, cada perfil histórico, por ejemplo, de tal o cual burguesía, es singular. Desde esta perspectiva no podría hablarse de una identidad única de la burguesía. Lo que ocurrió en el siglo XIX con la burguesía británica no se repitió con la burguesía francesa, menos con la burguesía alemana. Se trata de distintas constituciones de la clase propietaria de los medios de producción. Menos puede pasar lo mismo con las burguesías latinoamericanas. No sólo porque los tiempos son diferentes, las condiciones distintas, los contextos heterogéneos, sino porque la historia de su constitución obedece a la combinación singular de condiciones y factores sociales, económicos, políticos y culturales que se dan en las periferias del sistema-mundo capitalista.