España. El nuevo partido de izquierda Podemos y las dudas: ¿Es posible cambiar el sistema desde dentro?

Crear una sociedad que restablezca los lazos comunitarios, transformando lo marginal y excéntrico en una forma de acción colectiva



Podemos: ¿Es posible cambiar el sistema desde dentro?
Lunes.30 de junio de 2014

Si no queréis saber quienes son los reyes magos, no leáis esto.

Podemos es la rebelión controlada y acotada por el sistema. Una hábil maniobra para vaciar las calles de alborotadores y sofocar los brotes de insurgencia. Podemos no nacionalizará la banca, no pondrá fin a la monarquía, no acabará con los desahucios, no restablecerá la soberanía popular…

Hace unos meses, pensé que el PSOE, IU y Podemos podrían confluir en un tripartito, pero creo que me equivoqué. Es más probable un pacto entre el PP y el PSOE, que permitiría cumplir con el objetivo de un déficit estructural anual inferior al 0’5%. La insólita coalición acturía como pararrayos de la indignación ciudadana. Es posible que el PSOE no sobreviva a este pacto, reproduciendo al declive del PASOK, que en las últimas elecciones generales cosechó un raquítico 12% de votos y 33 escaños en el Parlamento griego.

Dado que mi predicción del tripartito ha sido parcialmente refutada por los acontecimientos, mis hipótesis de futuro no resultarán muy creíbles, pero me pregunto si Podemos no se convertirá en la fuerza política mayoritaria en un lejano 2019 o incluso antes. Podemos disfruta de una extenuante presencia mediática, lo cual invita a reflexionar. En un trabajo conjunto, Chomsky y Herman señalaron que la función esencial de los medios de comunicación de masas era “inculcar [en los ciudadanos] los valores, las creencias y los códigos de comportamiento que les integrarán en las estructuras establecidas de la sociedad”. Dicho en términos marxistas: los medios trabajan para que las ideas dominantes sean las ideas de las clases dominantes. “En un mundo marcado por la concentración de la riqueza e importantes conflictos de clase –apuntan Chomsky y Herman-, el cumplimiento de este papel requiere una propaganda sistemática. Dinero y poder tienen la posibilidad de filtrar las noticias que pueden ser impresas, marginar a los opositores y permitir al gobierno y a los intereses privados dominantes transmitir sus mensajes al público” (Manufacturing Consent, New York, 1988). Desde los años 80, los gigantes bancarios han comprado la mayoría de las acciones de los medios de comunicación. En 1945, ocho de cada diez diarios norteamericanos pertenecían a propietarios independientes.

En 1990, el 80% se hallaban en manos de grandes grupos empresariales y esa tendencia solo se ha agudizado desde entonces, destruyendo la libertad de prensa. Escribe el periodista belga Michel Collon: <>.

Los grandes grupos empresariales, con la mayoría de sus acciones en manos de la banca, controlan todo el circuito mediático: periódicos, editoriales, cadenas televisivas, cadenas de radio, librerías, distribuidoras, agencias publicitarias. Esa trama les permite influir en la opinión pública de un modo determinante, controlando la aparición de nuevas formaciones políticas y condicionando la intención de voto. De un modo más claro: fabrican el éxito político, editorial, cinematográfico, televisivo o musical y propician el fracaso y la marginación de lo que atenta contra sus intereses.

Las tertulias de La Sexta y Cuatro han prestado sus platós televisivos a la irresistible ascensión de Podemos, con Pablo Iglesias Turrión en el papel estelar, y Juan Carlos Monedero como ideólogo y estratega. Por otro lado, Público ha desplegado su alfombra roja en su diario digital y Público TV emite La Tuerka. No está de más señalar quiénes controlan estas plataformas mediáticas. Cuatro pertenece a Mediaset España Comunicación, una de las empresas que cotiza en el IBEX 35. Después de fundirse con el Grupo Antena 3, La Sexta pasó a manos de Atresmedia Corporación, que cotizó en el IBEX 35 hasta finales de 2007 y cuyo mayor accionista es el Grupo Planeta, presidido por José Manuel Lara Bosch. Jaume Roures Llop, propietario y fundador de Público, preside el grupo de comunicación Mediapro, que en 2006 se fusionó con el Grupo Globomedia (antes Grupo Árbol) y la multinacional de publicidad británica WPP. Surgió de este modo Imagina Media Audiovisual, el mayor holding empresarial español de la producción audiovisual. Imagina Media Audiovisual es accionista minoritaria Atresmedia Corporación. En este laberinto de acciones y diversificaciones, Jaume Roures desempeña el papel de taumaturgo. Roures se define como un catalanista de izquierdas. Su pasado como militante de la Liga Comunista Revolucionaria y sus estancias en la cárcel como opositor al franquismo, no le impidieron en enero de 2012 despedir a casi toda la plantilla de Público mediante la aplicación de dos ERE. En mayo de 2012, se subastó el rotativo. Una asociación de ex trabajadores y lectores participaron en la subasta, pero no pudieron competir con Roures, que recuperó el cabecero. Los frustrados ex trabajadores y socios fundaron una cooperativa para crear el diario digital MásPúblico, que en diciembre de 2012 se convirtió en la revista mensual en papel La Marea, donde Podemos también disfruta de barra libre. ¿La sombra de Roures es alargada o el encanto de Pablo Iglesias Turrión irresistible?

Se ha dicho que el objetivo oculto de Podemos era restar votos a IU y que Izquierda Anticapitalista ejercía de matriz fundacional. De hecho, Esther Vivas y Miguel Urbán escriben en Público. Urbán pidió “Todo el poder para los círculos” en un conocido artículo, pero con el tiempo ese lema se ha convertido en un boomerang, pues Podemos se construye desde arriba, con un gran apoyo mediático. Esa circunstancia explica su oposición a que los círculos presenten delegados en las asambleas, con la posibilidad de establecer acuerdos vinculantes. Juan Carlos Monedero ha dicho que “los círculos no son democráticos”, pero en realidad nada puede ser menos democrático que convocar una elección por internet con un margen de seis días y una lista cerrada encabezada por Pablo Iglesias. Esa maniobra representa la liquidación del modelo asambleario, explotado hasta ahora para rentabilizar el 15-M y captar los votos de los indignados. Podemos habla contra la casta, pero su cúpula obra como una casta y se suma al PSOE para desmarcarse de los que piden un referéndum que permita elegir entre monarquía y república. No son de “derechas ni izquierdas”. Son “los de abajo”, pero actúan como una elite que ignora a las bases.

Pablo Iglesias adquirió notoriedad, mostrándose partidario de salir del euro, no pagar la deuda ilegítima, abandonar la OTAN, reconocer el derecho de autodeterminación, nacionalizar la banca, proteger los derechos de los trabajadores y frenar los desahucios, pero ahora es incapaz de manifestarse claramente a favor de la república o de pisar la calle para apoyar la Marchas de la Dignidad del 22-M. Si alguien menciona a Chávez, Iglesias sella sus labios y espera que pase el mal trago, sin defender la revolución bolivariana, pese a que en el pasado afirmaba que “lo ocurrido en Venezuela es una referencia fundamental para los ciudadanos del Sur de Europa”. En esa época, Pablo Iglesias no escatimaba elogios al desaparecido Hugo Chávez: “Se le echa mucho de menos. ¡Cuántas verdades nos ha dicho este hombre!” […] No permitamos que se ridiculice o caricaturice lo que pasa en América Latina, cuando América Latina puede ser una alternativa”. En la campaña de las elecciones europeas, el recuerdo del Comandante Chávez se quedó en un armario, casi como un pasquín revolucionario que no desea ser aireado.

Dicen que Podemos inquieta al club Bilderberg, pues pretende nacionalizar el IBEX-35, pero Mediaset Comunicación España, que cotiza en el IBEX-35, no deja de concederle minutos en Las Mañanas de la Cuatro. No se puede acusar a Podemos de incumplir sus promesas, pues aún no ha gobernado, pero la historia reciente de España está llena de promesas incumplidas y nos hace desconfiar de los políticos. Felipe González prometió salir de la OTAN, pero cuando al fin convocó el anhelado referéndum el 12 de marzo de 1986, hizo campaña a favor de la permanencia en una alianza militar que invade y bombardea países con el pretexto de defender la democracia y la libertad, si bien nadie ignora que sus motivaciones no son nada humanitarias. Los que nacimos a principios de los 60 aún recordamos los tres puntos del manipulado referéndum: “1. La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada. 2. Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español. 3. Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España. ¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?” El “no” triunfó en Catalunya, Euskal Herria, y la provincia de Las Palmas en Gran Canaria. ¿Qué sucedió después? En 1997, España se incorporó a la estructura militar de la OTAN. Poco después, se introdujo una cláusula por la que Estados Unidos puede instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español, previa autorización del Gobierno de España. Fueron medidas del gobierno de José María Aznar, que no despertaron las protestas del PSOE. No es extraño, pues desde 1986 no ha cesado de crecer la presencia militar de Estados Unidos en España, incumpliendo el compromiso adquirido con el pueblo español en el referéndum.

No cuestiono la honestidad de Pablo Iglesias Turrión o Juan Carlos Monedero, pero creo que han perdido el control de su iniciativa. Son los rehenes de un montaje hábilmente urdido por el poder económico. Podemos es la rebelión controlada y acotada por el sistema. Una hábil maniobra para vaciar las calles de alborotadores y sofocar los brotes de insurgencia. Podemos no nacionalizará la banca, no pondrá fin a la monarquía, no acabará con los desahucios, no restablecerá la soberanía popular frente al poder de los mercados, no abandonará la OTAN. No lo hará porque sencillamente no podrá. El poder económico y militar jamás lo consentiría. Sería tentador retratar a Pablo Iglesias y Monedero como dos canallas sin escrúpulos que pactan con la oligarquía para asegurar una jubilación dorada, gracias a la famosa puerta giratoria. Sin embargo, no creo que esa imagen se corresponda con la realidad. Ni siquiera creo que se pueda aplicar a Felipe González. La realidad a veces se parece al vodevil, pero en este caso el fenómeno es más complejo. Pienso que Felipe González realmente creía en la necesidad de un cambio impulsado por un socialismo democrático y que Podemos realmente desea acabar con la dictadura de la Troika y los mercados de capitales, pero el sistema es un parásito que actúa como el terrorífico alienígena de Ridley Scott. Se apodera de todos los que juegan con sus reglas. No lo hace de una forma invasiva, sino poco a poco, de forma silenciosa e inadvertida. Nunca me he movido en el terreno de la política. Así que pondré el ejemplo de la enseñanza. Después de quince años en las aulas de diferentes institutos de la Comunidad de Madrid, he sido testigo de los cambios que se operaban en mis compañeros. Algunos comenzaban su carrera docente llenos de idealismo, intentando cambiar el sistema desde dentro, pero después de dos o tres cursos, el sistema les había cambiado a ellos. Al cabo de un tiempo, su identificación con el sistema era tan acentuada que se convertían en fieles ejecutores de una pedagogía basada en la selección, la confrontación y la exclusión. Pocos eran conscientes de ese proceso y los que sí lo eran explicaban su evolución como simple madurez. Creo que sucede algo semejante en la política. Pese a todo, no quiero finalizar el artículo con un tono sombrío y desesperanzador. Hay alternativas, pero se encuentran fuera del sistema y solo pueden articularse desde espacios libres y autogestionados, comprometidos con el activismo de calle, el decrecimiento y la solidaridad de clase. No es posible derrotar al Estado, pero sí crear una sociedad que restablezca los lazos comunitarios, transformando lo marginal y excéntrico en una forma de acción colectiva. Entiendo que cuestionar una ilusión produce tanta ira como revelar la verdadera identidad de los Reyes Magos, pero no se escribe para que te quieran más, sino para asumir un riesgo y averiguar la verdad.

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