La autogestión viva

Aunque el término autogestión se ha extendido entre nosotros de forma relativamente reciente -hay quien habla al respecto de un legado, principal, del mayo francés de 1968-lo cierto es que la presencia del concepto correspondiente es muy antigua



LA AUTOGESTIÓN VIVA
AUTOGESTIÓN EN TIEMPOS DE CRISIS

Es evidente que la situación social en España ha derivado
en una dinámica incontrolable. Como resultado de una crisis
económica y financiera sin precedentes (en los últimos años
se ha evaporado riqueza inmobiliaria en la península por valor
de más de un billón de euros, es decir, por la misma cuantía
que el PIB español anual), la desarticulación social y productiva
provocada por los “Planes de Ajuste” impuestos a la población
se está aproximando a lo insostenible.
La ecuación ha sido simple: la gigantesca burbuja de la cons-
trucción española, hinchada en base a deuda externa privada
por unas entidades financieras de una voracidad extrema,
coaligadas con una clase política producto de la reforma sin
ruptura del franquismo en que consistió la llamada “Transición
Democrática”, ha estallado al calor de la crisis financiera glo-
bal del año 2007. Su implosión ha sido encarada, además, me-
diante distintos mecanismos de socialización de dicha deuda,
como la línea de crédito europea de 100.000 millones de euros
concedida para rescatar a los bancos y avalada por el Estado de
forma indirecta.
Básicamente se está intentando que sea el conjunto de la
población y, principalmente, la clase trabajadora y los sectores
más vulnerables de la clase media, quienes paguen una deuda
que ha alcanzado una cuantía difícil de determinar e imposi-
ble de remunerar. En estos momentos, los “Planes de Ajuste”
implementados siguiendo la ortodoxia neoliberal están llevan-
do a un colapso completo de los pilares básicos del llamado
“Estado Social”, que, por otra parte, nunca llegó a desarrollarse
hasta estándares europeos en España, así como a una atonía
absoluta de la actividad económica que se expresa en datos
demoledores como una disminución interanual de las ventas
al por menor del 12,6%, o un descenso de los ingresos fiscales
del Estado de cerca de seis puntos del PIB en el último año.
14Por supuesto, esta estrategia suicida, porque resulta eviden-
te que la deuda no puede pagarse, y profundamente antiso-
cial, está teniendo efectos de una radicalidad innegable. Solo
hay que ver que la tasa de paro ha superado ya el 25% de la
población activa; que cerca de 20 millones de personas (más
del 40% de la población) viven en condiciones de precariedad
económica, según el sindicato de técnicos de la Hacienda Pú-
blica (GESTHA); que hay 1,7 millones de hogares con todos sus
miembros desempleados, y que el 63% de dichos desemplea-
dos ya no reciben prestación alguna.
Junto a ello, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha em-
pujado a una situación catastrófica a una gran parte de los
deudores hipotecarios, que compraron una vivienda en lo más
alto del ciclo y que ahora, ante la explosión del paro y la ato-
nía económica, no pueden pagarla. Se están produciendo 532
desahucios diarios, más de 95.000 en los últimos seis meses, y
los suicidios de las personas que son desalojadas de sus casas
empiezan a multiplicarse.
Pero no todo el mundo, por supuesto, pierde con la crisis: la
brecha histórica entre la parte de la renta nacional en manos
de los asalariados y la perteneciente a los beneficios empresa-
riales se está cerrando aceleradamente. Si en 2006 los salarios
ascendían al 47,26% del PIB y las rentas del capital al 41,43%,
en el último trimestre del año 2012 la diferencia prácticamente
desaparece, ya que los salarios se quedan en el 45,3�����������
% y los be-
neficios empresariales llegan al 45,2%. Hay que tener en cuen-
ta, al respecto, que más del 90% de la deuda privada que está
siendo socializada y, por tanto, pagada por todos los contribu-
yentes, pertenece a las entidades financieras y las grandes em-
presas del IBEX-35, mientras el 85% del empleo se corresponde
con trabajadores de las pequeñas y medianas empresas que
están sufriendo con toda crudeza los “Planes de Ajuste” imple-
mentados.
Además, las medidas de austeridad puestas en marcha des-
cargan su peso sobre los más débiles: copago farmacéutico;
15privatización de la gestión de los hospitales y ambulatorios;
desaparición de las prestaciones sanitarias para los inmigrantes
irregulares; recortes educativos expresados en miles de despi-
dos y en la subida de las tasas de matrícula en la Universidad y
la Formación Profesional; paralización de la Ley de Dependen-
cia destinada a favorecer a las personas con incapacitados a su
cargo; expulsión de cientos de miles de trabajadores del sector
público y privatización acelerada de empresas y servicios esta-
tales; reforma del mercado de trabajo que implica una deriva
casi caótica hacia una flexibilidad sin freno y un reforzamiento
claro del mando empresarial; desarticulación de la negocia-
ción colectiva primando su descentralización y la posibilidad
de descuelgue de sus condiciones por la voluntad unilateral
del patrón…Todo parece constituir una enorme ofensiva que
quiere transformar en profundidad las estructuras básicas de la
sociedad española.
Las resistencias, por supuesto, no se han hecho esperar.
Tras la sorprendente y magnífica irrupción en las calles de las
multitudes descontentas, el 15 de mayo de 2011, las manifes-
taciones y protestas se ha vuelto masivas, aunque también,
muchas veces, inconexas y desorganizadas. Asistimos a la con-
formación de un bloque social paralelo construido en torno a
las asambleas del 15-M, el movimiento partidario de la aper-
tura de un nuevo proceso constituyente, las luchas contra las
privatizaciones y la afirmación de los sectores radicales de los
movimientos sociales y el movimiento obrero.
En este contexto de emergencia y reconstitución de las
luchas, de reencuentro con las tendencias asamblearias y de
base de los movimientos populares, algo más está volviendo
a irrumpir en el centro del imaginario social: la idea de la au-
togestión, del trabajo cooperativo, de la construcción de un
mundo sin explotadores ni explotados y organizado en base a
elementos esenciales de funcionamiento democrático.
No solo el 15-M ha sido profundamente asambleario y, por
ello, también autogestionario, sino que, además, por todos
16los rincones de la geografía ibérica se están multiplicando
las iniciativas de construcción de una muy otra sociedad, de
una muy otra economía. Iniciativas que toman como base el
concepto de la autogestión y, como elemento esencial de la
práctica, la determinación democrática y cooperativa de las
decisiones colectivas.
Proyectos de todo tipo, algunos más locales y centrados en
un específico nicho productivo, como el taller de bicicletas ma-
drileño Goteo o la fábrica barcelonesa Mol Matric, otros con
una perspectiva más holística, integral o integradora, como la
Cooperativa Integral Catalana o el Mercado Social de Madrid.
Proyectos relativos a la generación de actividades de nume-
rosos sectores económicos tradicionales o no, a la configura-
ción de explotaciones agrarias (Somontes), o a los servicios de
todo tipo (financieros, de seguros, de consumo, de ocio, etc.).
Medios de comunicación horizontales y cercanos a los movi-
mientos sociales (Diagonal, La Directa…), cooperativas de vi-
viendas o centros sociales, monedas locales, mecanismos para
compartir la creatividad dentro y fuera de la red de redes…,
todo un universo de actividades sociales está naciendo y ex-
tendiéndose ante nuestros ojos, conformando el germen de
esa “economía solar” de que habla el ecologista alemán Elmar
Altvater, que muchos y muchas ven como la llamada a superar
y sustituir un sistema económico sustentado sobre la explo-
tación del trabajo y el medio ambiente, el autoritarismo y la
codicia más voraz.
No somos los primeros, ya en otros lugares donde se ha des-
plegado en los últimos tiempos una crisis semejante, derivada
de políticas económicas con el mismo sello de origen, se ha ido
produciendo la explosión de este tipo de iniciativas. Solo hay
que ver el paisaje de la autogestión en Argentina, creciendo
aceleradamente a raíz del colapso social del año 2001 y dan-
do lugar a la irrupción de prácticas como la recuperación de
empresas en crisis para ser gestionadas por los propios traba-
jadores, o la conformación de bachilleratos y ollas populares,
17concomitantes a la generación de un fuerte movimiento de
desempleados y pobladores de los barrios menos favorecidos.
Así, hoy en día, cerca de 10.000 personas trabajan directa-
mente en empresas que han sido cooperativizadas en el país
austral, conformando un armazón económico en suave expan-
sión y profunda articulación con el resto de manifestaciones
de la creatividad popular.
En diferentes partes del mundo se están extendiendo fenó-
menos semejantes, en esta etapa senil del Capitalismo históri-
co, marcada por una crisis económica pero también ecológica,
cultural, pedagógica…Un estudio de la John Hopkins Univer-
sity afirma que este “tercer sector”, frente al mercantil capita-
lista y el público, ha venido creciendo globalmente un 2,5% al
año desde 2007, cuando empezaron a entreverse las primeras
sacudidas de las subprime, mientras el empleo formal descen-
dió un 3,3% en el mismo período, por no hablar de la situación
española, donde la explosión del paro fue brutal. Como afirma
Altvater en el 2011, en base a dicho estudio, tomada como
una economía separada, la economía solidaria en su conjunto
sería la sexta en volumen del mundo.
Desde el Brasil de la Asociación Nacional de Trabajadores y
Empresas de Autogestión (ANTEAG) a la ocupación y puesta
en marcha por los empleados del hospital de Heraklion, en
las movilizaciones contra Mubarak, en Egipto; desde las redes
europeas de comercio justo (con un volumen total de ventas
de 2.900 millones de euros en 2008) a las múltiples monedas
locales puestas en marcha en Grecia en respuesta a la deses-
tructuración brutal impuesta por la Troika comunitaria, hay
una nueva brisa en la vida económica y social que se afirma y
parece desperezarse, constituyendo todo un nuevo lenguaje
con el que empezar a balbucear narraciones que tienen como
su centro el desarrollo social, ecológicamente sustentable, y
hay quién dice que hasta espiritual, del ser humano.
¿Una alternativa para la pérdida del empleo? ¿Una alternativa
para la pérdida del sentido común? ¿Una alternativa para la
18destrucción acelerada del medio natural impuesta por el cre-
cimiento sin fin inherente al Capitalismo? Nuestro modo de
producción empieza a girar desbocado y a encarar bifurcacio-
nes cada vez más caóticas. Quizás ha llegado el tiempo de pa-
rar, de saborear la lentitud y probar a trabajar en común y en
armonía, y no en competencia con el entorno social y natural
que nos rodea. Quizás ha llegado el momento de apostar por
una economía solar, autogestionaria y cooperativa, como for-
ma de solucionar el inmediato problema de la subsistencia en
un entorno cada vez más hostil y marcado por el desempleo y
la pérdida de condiciones laborales y vitales. Y también como
forma de afirmar otra posibilidad social, otro hipotético des-
enlace para el tremendo drama que padecemos dentro de la
sociedad en que vivimos. Un final, si no totalmente feliz, nada
es perfecto, sí al menos mucho más justo, vivible y sostenible.
19¿QUÉ ES LA AUTOGESTIÓN?
LA ASAMBLEA COMO CENTRO
Defendida o maldita, ridiculizada o experimentada con pa-
sión en distintos momentos y lugares, la autogestión es una
tentativa directa de tomar tu vida en tus manos, de hacernos
dueños de nuestro propio destino. La autogestión, en defini-
tiva, consiste en trabajar conjuntamente, decidir asamblearia-
mente y poner en común los productos del trabajo comunita-
rio.
Hacer las cosas de manera compartida, sobre todo lo refe-
rido a los dineros, a las fuentes de subsistencia, a todo lo que
sustenta el tejido material de la vida humana, por eso lo llama-
ron algunos la “infraestructura” de la sociedad, desde los cuida-
dos a la producción de alimentos…
Producir en común, cuidarse mutuamente, apoyarse unos a
otros.
Y decidir de manera igualitaria, democrática, pero en una
democracia real, sustancial, efectiva, lejos de la sumisión al
poder de los grandes lobbies empresariales en que realmen-
te consisten nuestras supuestas “democracias parlamentarias”
modernas, sin jefaturas impuestas ni privilegios. Haciendo rea-
lidad la igualdad como eje vertebrador de la convivencia pro-
ductiva.
Y, también, por supuesto, repartir equitativamente los frutos
del trabajo de todos, sin apropiación impuesta del plusvalor
o la explotación, sin desigualdades inexplicables y obligadas.
Producir en común. Decidir democráticamente. Repartirse
los frutos del esfuerzo colectivo de una manera equitativa. Ejes
vertebradores de una experiencia que, como hemos dicho,
abre todo un campo de posibilidades marcadas por la genera-
ción de otra economía, distinta y ajena a los valores fundantes
y operativos en el modo de producción capitalista, a las com-
pulsiones e injusticias del dinero y sus servidumbres, al reinado
del plusvalor y la alienación laboral.
20Autogestionarse es trabajar, no hay duda. A veces, trabajar
mucho. Y no necesariamente se parece a una narración idílica
donde todos los problemas están resueltos y todas las contra-
dicciones han desaparecido. Es debatir y discutir democrática
y colectivamente. Y es esforzarse día a día y afrontar los pro-
blemas, los retos, los callejones angostos y los obstáculos que
una economía feroz y competitiva impone a aquello y aquellos
que la niegan.
Es, también, partir de la inexperiencia y aprender durante
toda la vida. Normalmente no nos han educado para ello, sino
para la competencia, la pasividad o el dominio, según nuestro
origen de clase. La autogestión impone escuchar, pero tam-
bién tener iniciativa; ser emprendedor pero no explotador;
respetar a los demás y las decisiones colectivas, pero también
desarrollar todo lo posible las propias capacidades y la propia
individualidad.
La dinámica social autogestionaria hunde sus raíces histó-
ricas en la noche de los tiempos: desde lo que Marx llamó “el
comunismo primitivo” en sus Formen (Formaciones económicas
precapitalistas) hasta las fábricas recuperadas argentinas o las
más modernas experiencias levantadas en nuestro Estado al
calor de la crisis. Desde las estructuras comunales y concejiles
que abundaron en nuestra etapa medieval, al socialismo, de
Estado pero tendencialmente autogestionario en lo económi-
co, de la Yugoslavia del Mariscal Tito, pasando por las colectivi-
dades agrarias e industriales de la Guerra Civil española o por
las tentativas de construir la “comunidad ideal” de los llamados
“socialistas utópicos”.
La autogestión constituye, en todo caso, una alternativa
práctica aquí y ahora porque, derivando de todo ese legado, se
afirma como el germen de una economía distinta, solar y soli-
daria, que se fundamenta en la idea de dar más valor a las per-
sonas que al capital, a la vida en común que a la acumulación.
Además, la autogestión, en las febriles condiciones marca-
das por la profundidad de la crisis actual, conlleva también
21otras servidumbres esenciales: constituye, también, una ten-
tativa de generar una economía no obsesionada con el creci-
miento en la producción de bienes materiales, de cachivaches
de consumo. Es el ámbito de desarrollo de las energías renova-
bles, de la economía sostenible, de una productividad centra-
da en los cuidados y en la cooperación afectiva y relacional, así
como de una forma de expresar el excedente cognitivo gene-
rado por un mundo hipercomplejo, pero que busca la manera
de cohonestar toda esa abundancia social con el respeto a los
límites del ecosistema natural que le sustenta.
Por eso ha de hacerse notar la insistencia de los proyectos
que vamos a presentar en este texto respecto de los temas
medioambientales y su concomitancia con perspectivas como
la del comercio justo o el trabajo digno, la valorización de los
cuidados o el rechazo de la opresión patriarcal. La autoges-
tión, en la actualidad, ya no solo camina de la mano de las
organizaciones obreras o campesinas, sino que confluye con
movimientos como el del decrecimiento, el ecosocialismo, la
ecología profunda, la irrupción del llamado “cognitariado” o la
“economía del bien común” por poner solo algunos ejemplos
que no pretenden ser exhaustivos.
Ecología, igualdad, rechazo del patriarcado y de las múlti-
ples cadenas que nos atenazan y oprimen en el marco de una
economía y de un sistema que parecen girar fuera de control,
basculando entre la más absoluta tragedia y un equilibrio ines-
table, injusto y totalmente precario.
La autogestión, por otra parte, toma como centro la asam-
blea, la democracia directa y participativa, es decir, la decisión
cooperativa y colectiva. Aclaremos de qué va eso:
Desde los concejos abiertos que aún existen en ciertas zo-
nas de la geografía ibérica a los soviets de la Revolución Rusa
de 1917, al menos en sus orígenes, desde la organización fe-
deral propia del anarcosindicalismo histórico español a los
consejos obreros de la Revolución alemana de entreguerras o
la Comuna de París de 1871, el funcionamiento asambleario,
22como forma de democracia radical y directa, ha sido siempre
el escogido por los seres humanos cuando han querido, de ver-
dad, funcionar en condiciones de democracia e igualdad.
Se trata de que las decisiones se tomen entre todos, de ma-
nera no forzada ni compulsiva para nadie. Por supuesto, exis-
ten también, cuando se crean dichas asambleas (ya sea de una
cooperativa, un municipio o un centro escolar, por ejemplo),
posibilidades de control, de manipulación, de utilización de
la energía común para los intereses de una minoría. Nada es
perfecto. Pero bien utilizadas, y en las condiciones adecuadas
de formación e iniciativa de sus miembros, la asamblea es la
institución que mejor garantiza la posibilidad de cohonestar la
toma de decisiones de manera democrática, con la inalienable
libertad de sus asociados.
Da fe de ello la reciente irrupción, en el panorama político
y social español del llamado “Movimiento del 15-M” que, ade-
más de sustentar y apoyar numerosas iniciativas autogestiona-
rias de todo tipo, ha construido su organización interna sobre
la constitución de una inmensa red de asambleas vecinales y
temáticas, repartidas por toda la geografía de nuestro país.
Las contradicciones, las dificultades, los límites de la apuesta
asamblearia han sido de nuevo testados por este movimiento
social polifacético. Muchas cosas se entrecruzan en la realiza-
ción de una asamblea: la timidez, las vanidades, los desconoci-
mientos, las faltas de organización, la tendencia a la “chapuza”
o a dar discursos interminables, la discusión nunca del todo re-
suelta sobre la delegación y el mandato imperativo. Para lidiar
con todo ello, el propio 15-M, ha desarrollado numerosas prác-
ticas innovadoras, como la utilización de gestos del lenguaje
de los sordomudos y también textos que las explican, o que
intentan explicar cómo dinamizar la base de todo proyecto au-
togestionario: la asamblea. Aquí va uno de ellos, extraído de la
web de la Universidad Popular de Carabanchel, ligada al 15-M
de dicho barrio madrileño:
23Propuesta de la Comisión de Barrios
para unas asambleas saludables
El objetivo será promover en todas las asambleas
del movimiento un funcionamiento transparente, hori-
zontal, y que permita a todas las personas participar en
igualdad de condiciones. Para ello, uno de los objetivos
centrales será evitar que surjan líderes o jefes que deci-
dan por todos sin tenerles en cuenta, como los políticos,
vamos. Si no nos gustan en las instituciones, menos aún
tratando de aprovechar nuestro movimiento para su in-
terés.
Estas son solo propuestas orientativas que cada
asamblea debería debatir autónomamente. Muchos
grupos utilizan estos métodos -y otros muchos- para
funcionar y evitar que aparezcan jerarquías o roles de
poder. No obstante, es obvio que para que funcione re-
quiere de la implicación y el compromiso de todos.
-Cargos rotativos. Que ningún grupo o persona aca-
pare un puesto indefinidamente, porque esa es una for-
ma de hacerse más poderosa que el resto, porque ma-
neja la información, los contactos y muchas decisiones.
Estos cargos podrían ser:
-Un/a moderador/a. Se encarga de recordar el tema
que se esté tratando en el debate para no irnos por los
cerros de Úbeda. También dará el toque de atención
cuando una persona intervenga durante demasiado
tiempo, lo haga constantemente, o se repita. Debería
evitar las interrupciones. Otra función es gestionar el
tiempo de asamblea para proponer, sin imponer cerrar
el turno de palabra en un momento dado, cambiar de
tema, o cerrar la asamblea a la hora acordada.
- Un/a secretari@. Toma acta con las decisiones fina-
les consensuadas. Si alguien no está de acuerdo, que ex-
prese sus argumentos para seguir debatiendo. Si no se
24llegara al acuerdo, se debería definir en cada asamblea
el modo de actuar para romper el bloqueo -mayorías
amplias cuando se opone una inmensa minoría que no
convence al resto…
- Turnos de palabra. Otra persona debería tomar los
turnos de palabra por orden de petición, y ayudar para
que se respete el orden.
- Portavoces. Se encargan de servir de enlace con
otras comisiones, y de llevar la voz de su asamblea a la
Asamblea Popular de Madrid donde se reúnen l@s por-
tavoces del resto de barrios para llegar a acuerdos co-
munes, respetando siempre la decisión de su asamblea
y no llevar la suya propia como si fuera de su asamblea.
Es importante que sean vari@s, de 2 a 5 personas para
que se apoyen y se tenga más seguridad de que lo que
se dice en la Asamblea General es lo acordado en la de
su barrio.
- Paciencia y Respeto. Tod@s tenemos cosas muy inte-
resantes que aportar, por tanto, para que nos escuchen
debemos escuchar, de ese modo creceremos más y nos
formaremos opiniones más claras. No tod@s nos expre-
samos en público con la misma seguridad y determina-
ción, pero no por ello nuestras opiniones valen menos.
- Dinámicas asamblearias. Existen gestos común-
mente utilizados para mostrar el acuerdo o desacuer-
do sin interrumpir la asamblea -agitar las manos en el
aire para mostrar acuerdo, y pulgares abajo o formar un
aspa con los brazos para el desacuerdo; también rotar
los brazos cuando alguien se repite o se enrolla demasia-
do-. Es conveniente hacer sondeos para saber el grado
de acuerdo o no que genera una propuesta para que se
apruebe. Las voces discordantes tienen más dificultad
para expresarse frente a una gran mayoría por lo que es
justo que pidamos que se expresen l@s que no estén de
acuerdo o quieran matizar algo, antes de preguntar si
todo el mundo está de acuerdo.
25- Tiempos de asamblea. Las asambleas deberían acor-
dar no solo su hora de comienzo, sino la hora de fin, para
evitar que l@s cuatro que más aguanten decidan por l@s
que se han tenido que ir. 2 o 3 horas no está mal.
Toma de decisiones en una “asamblea de asambleas”
(por ejemplo la Asamblea Popular de Madrid)
- Estructura de Sierra o de Sube-y-baja. Las asambleas
son la voz de las personas que participan en ellas, por
lo que las únicas decisiones válidas deben ser las que
aprueben las asambleas de barrio, incluidas las propues-
tas de la Asamblea General de Madrid. Cada asamblea
de barrio acuerda llevar a la General de Madrid unas pro-
puestas, en la General se aprueban o no, y se devuelven
a las de barrio para que ratifiquen el acta de la asamblea
general, que no es más que una asamblea de portavoces
sin poder de decisión -salvo quizás aspectos técnicos de
poca importancia, y con el permiso de su asamblea-.
Si solo unas pocas asambleas locales se oponen, se
podría llegar a la aprobación por mayoría de 4 partes so-
bre 5. “Mejor un voto que un veto”, aunque solo como
último recurso, siempre trataremos de llegar a un con-
senso.
En cualquier caso las asambleas son autónomas para
decidir su futuro y tomar sus decisiones, claro está, sin
hacerlo en nombre de todo el movimiento si el resto no
está de acuerdo.
En resumen, se trata de crear una Federación de
asambleas de barrio transparentes, de la gente corrien-
te, en la que podamos garantizar que tengamos igual-
dad de participación.”
No dejemos tampoco sin mencionar que la asamblea, como
instrumento que es de decisión colectiva, no ha de sobrepasar,
si quiere conformar la base de una sociedad auténticamente
libre, los espacios en los que resulta útil y fructífera, respe-
tando, por tanto, los ámbitos individuales y garantizando, en
26todo caso, el derecho al disenso y a la libre conformación de
la propia personalidad que corresponde a cada individuo. Un
“uso totalitario” de la asamblea, como correa de transmisión
de decisiones realmente tomadas por minorías o invasivas de
las esferas propias de cada uno, es siempre posible, y ha de
ser ahuyentado con reglas claras y mecanismos de formación
continua y fomento de la participación de todos.
Y junto a esta centralidad de la asamblea como eje fundan-
te de toda experiencia autogestionaria, no deberíamos olvidar
su fuerte incardinación con las novedosas formas de participar
en común ligadas a las nuevas tecnologías. Desde el software
libre a los presupuestos participativos, desde el Copyleft o, in-
cluso, el Copyfarleft, a las formas de “wikigobierno” ensayadas
en Brasil o Islandia. Los mecanismos de participación ligados a
la “red de redes” permiten probar nuevas dimensiones de coo-
peración y construcción democrática. Se puede criticar su fun-
cionamiento en régimen de experiencias aisladas y marginales
rodeadas del hostil entorno capitalista, pero no se puede dejar
de ver que, en su posible desarrollo futuro en conexión con la
creciente emergencia de la economía solar y cooperativa y con
la reirrupción de las asambleas ciudadanas, podrían conformar
elementos esenciales de una muy otra sociedad, donde la co-
munidad volviese a ser dueña de la vida en común.
Y ahora, hablemos del trabajo…

27AUTOGESTIÓN PRODUCTIVA
Y COOPERATIVISMO
Autogestionarse en el lugar de trabajo ha sido y es también
una experiencia común, sobre todo en circunstancias de crisis
como la actual. Ya hemos hablado del fenómeno latinoameri-
cano de las “empresas recuperadas”, emprendimientos produc-
tivos abandonados por sus dueños al albur de la crisis que son
puestos a funcionar por los propios trabajadores de manera
cooperativa.
Existen ejemplos de ello desde Argentina (Fasinpat, Hotel
Bauen, Imprenta Chilavert…) hasta el corazón de la sufriente
Grecia saqueada por la Troika (Vio.Me, una fábrica de materia-
les de construcción en Tesalónica).
Sin tener que viajar tan lejos como a las colectivizaciones
surgidas en el marco de la Guerra Civil de 1936-39 (que abarca-
ban gran parte de la industria, servicios y el agro de la zona re-
publicana), en el escenario de la llamada “Transición” española
del franquismo a la democracia, en los 70, la experiencia de la
recuperación de empresas por sus trabajadores también jugó
un papel trascendente.
Eran tiempos de crisis, fracturas y de grandes movimientos
populares. Fue al calor de los mismos al que se fraguaron ini-
ciativas como la de Númax, una fábrica de electrodomésticos
autogestionada por los operarios como respuesta a su intento
de cierre irregular por parte de los dueños y cuya existencia
quedó plasmada en dos documentales de Joaquím Jordá:
“Númax presenta” y “20 años no es nada”.
Algunas de las experiencias de aquellos años o de los inme-
diatamente posteriores sobrevivieron, pese a todo, hasta la
actualidad, como la barcelonesa Mol Matric, hoy responsable
de realizar los chasis de una línea de Metro de Barcelona, el
tren y cientos de máquinas industriales para empresas como
28General Motors (y sobre la que hablaremos con más detalle un
poco más adelante), o la imprenta Gramagraf, ocupada hace
25 años, y en la actualidad parte del grupo editorial cooperati-
vo Cultura 03.
Pero no estamos hablando, en nuestro país, solo de un fe-
nómeno de tipo histórico o pretérito. La actualidad nos vuelve
a traer ese mismo conjunto de aires renovados. En ese sentido,
ya en los primeros años de la crisis que vivimos, cerca de 40
empresas fueron recuperadas por los trabajadores y puestas a
funcionar de forma cooperativa, como afirma la Confederación
de Cooperativas de Trabajo Asociado (COCETA). Entre ellas po-
demos contar emprendimientos como la empresa de roboti-
zación Zero-Pro de Porriño (Pontevedra), o la de muebles de
cocina Cuin Factory en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), en la
que el antiguo jefe participó activamente en la cooperativiza-
ción y donde todos los recuperadores se impusieran un salario
igualitario de 900 euros. También con apoyo del propietario, se
autogestionó en Sabadell la metalúrgica Talleres Socar, recon-
vertida en la cooperativa Mec 2010.
Pero, quizás, la iniciativa más impactante y conocida sea la
puesta en marcha por los ex empleados del periódico de tirada
nacional Público, que dejó de editarse en papel el 23 de febrero
de 2012 y dejó al 90% de sus trabajadores en la calle. Fueron
esos mismos trabajadores los que constituyeron la cooperati-
va Más Público, que trata de obtener apoyo social y financiero
para seguir publicando el periódico en formato mensual, y que
acaba de editarlo como revista mensual con el nombre de La
Marea. Otros de sus trabajadores animaron otros proyectos pe-
riodísticos cooperativos y cercanos a criterios sociales como las
revistas Alternativas Económicas o Números Rojos.
Sin embargo, pese a estas experiencias, no puede decirse
que la vía de la recuperación de empresas se haya vuelto algo
habitual o extendido en nuestro país: los trabajadores, en las
situaciones de cierre, siguen prefiriendo masivamente hacer-
se con las prestaciones que comporta un Estado del Bienes-
29tar cada vez más menguante y en discusión. Las dificultades
de la figura jurídica de la cooperativa en el Derecho español,
así como la casi ausencia de previsiones al respecto en la Ley
Concursal, junto a cierta pasividad alimentada por décadas de
universo burbujil y conformista, probablemente fundamentan
estas limitaciones de la estrategia recuperadora.
Lo que sí resulta cada vez más común es el creciente recurso
de muchos parados al cooperativismo, que ante la situación
de anomia productiva y de falta de expectativas de volver a
ser contratados, recurren a la posibilidad de capitalización
de la prestación por desempleo para la conformación de em-
prendimientos autogestionarios. Los ejemplos son innumera-
bles, como las cooperativas y entidades asociadas en la Red
de Colectivos Autogestionados de Madrid, y en algunos ca-
sos, muestran evidentes vínculos con los movimientos socia-
les (como los relativos a la conformación de experiencias a la
imagen y semejanza de la Cooperativa Integral Catalana, o los
del ámbito libertario, como la gráfica Tinta Negra). De hecho,
de enero a marzo de 2012, se produjo la creación de unas 223
cooperativas nuevas en España.
¿Qué son las cooperativas? Se trata de una de las formas
de organización empresarial que suelen utilizarse a la hora
de poner en marcha emprendimientos autogestionarios. Es
más, repasando la legislación en la materia, probablemente
constituyan la figura jurídica más apropiada para ello, pese a
las dificultades que comporta la maraña normativa que
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las re-
gula en España.
Una cooperativa, en definitiva, es una sociedad conformada
por un grupo de personas que deciden hacer algo en común.
Las hay de viviendas, de distribución o de consumo, de crédito
y también, por supuesto, de trabajo asociado. Lo esencial de
la forma jurídica cooperativa consiste en que se trata de una
sociedad donde lo importante no es el capital, sino las perso-
nas. Lo que se concreta en una cuestión fundamental: cada
socio tiene un voto, al revés de lo que ocurre en las llamadas
30“Sociedades de Capital” como la Sociedad Limitada o la Socie-
dad Anónima, donde el número de votos de cada accionista o
partícipe está en función del capital que ha aportado a la so-
ciedad. Además se introducen restricciones, que veremos con
más detalle más adelante, respecto a la posibilidad de que en
una cooperativa de trabajo asociado existan socios no trabaja-
dores (los llamados “socios colaboradores”) o se utilice trabajo
asalariado.
El pistoletazo de salida del cooperativismo a nivel histórico,
se dio en 1844, con la fundación en Inglaterra de la Sociedad
Equitativa de los Pioneros de Rochdale, continuada por expe-
riencias como la de New Lamarck, animada por el incombusti-
ble “socialista utópico” Robert Owen, o por las aventuras e ini-
ciativas de otros pensadores heterodoxos, como los franceses
Charles Fourier y Ettienne Cabet.
En 1895 se funda la Alianza Cooperativa Internacional, una
de las mayores organizaciones no gubernamentales del mun-
do actual, que agrupa a gran cantidad de cooperativas de los
cinco continentes, y que definiría así los principios esenciales
del movimiento cooperativo:
-Adhesión abierta y voluntaria (principio de puertas
abiertas). Uno es socio de una cooperativa voluntaria-
mente y deja de serlo cuando quiere.
-Control democrático por parte de los socios o miem-
bros. La cooperativa no es una organización jerárquica.
-Participación económica de los socios o miembros.
Los excedentes se reparten equitativamente y existe la
obligatoriedad legal de dedicar parte de ellos a reservas,
educación y solidaridad.
-Autonomía e independencia. Las cooperativas son
independientes del poder, los partidos políticos o los
grupos de presión.
-Educación, formación e información. Las coopera-
tivas no tienen como único fin realizar su trabajo, sino
31también contribuir al pleno desarrollo de sus miembros.
-Cooperación entre cooperativas. La solidaridad en-
tre los miembros del movimiento cooperativo es una
obligación.
-Compromiso con la comunidad. Las cooperativas
fomentan el respeto del medio ambiente, el desarrollo
social y la convivencia comunitaria.
Las cooperativas agrupan a gentes de todos los sec-
tores de actividad, desde la industria al mundo rural o
los servicios, y de su extensión como fenómeno social
global, dan cuenta algunos datos extraídos de la página
web de la Alianza Cooperativa Internacional:
-En Canadá 4 de cada 10 ciudadanos son miembros
de alguna cooperativa, de hecho, en Quebec, el 70% de
la población lo es.
-En Estados Unidos, 30.000 cooperativas han creado
dos millones de puestos de trabajo.
-En Francia (aquí al lado), 21.000 cooperativas agru-
pan a cerca de un millón de trabajadores (el 3,5% de la
población activa).
-En Noruega (cosas de los nórdicos), de una pobla-
ción de 4,8 millones de personas, dos millones son so-
cios de cooperativas.
-En un sitio tan distante como Malaysia, cerca del
27% de la población pertenece a cooperativas, y en In-
donesia lo hacen 288.589 personas.
-En España son cooperativistas el 15% de la pobla-
ción (recordemos que estamos hablando de todo tipo
de cooperativas, sean de servicios, de distribución o de
trabajo).
Por supuesto también existen críticas al movimiento coope-
rativo. Y hay quienes consideran que muchas de estas organi-
zaciones no deberían tener cabida en un libro como este por
las más variadas razones: utilizar trabajo asalariado, no estar
ligadas directamente a los movimientos sociales, etc. Pero,
32en todo caso, haríamos bien en tener en cuenta la vitalidad y
extensión de un fenómeno que ayuda a prefigurar, sin lugar a
dudas, los mimbres básicos de una economía muy diferente, y
que constituye una escuela de autogestión al alcance de gran-
des masas de la población mundial.
Además, lo cierto es que la figura jurídica de la cooperativa
no es la única que pueden adoptar hoy en día los proyectos
autogestionarios. Está también la configuración legal como
asociación, que puede permitir llevar a cabo actividades de la
más variada índole (como en el caso del periódico quincenal
Diagonal), o las figuras de las llamadas Sociedades Laborales
(Sociedad Limitada Laboral o Sociedad Anónima Laboral) que,
aunque se configuran como “Sociedades de Capital” en las que
el poder de decisión está en función del capital aportado, se in-
corporan limitaciones al poder del dinero partiendo de la base
de que, obligatoriamente, más del 50% del capital debe estar
suscrito por trabajadores de la empresa. Por ejemplo: ningún
socio individual puede tener en propiedad más de un tercio de
las acciones o participaciones.
En todo caso, el funcionamiento autogestionario conlleva
también sus dificultades: desde la irrupción de problemas de
convivencia y entendimiento mutuo (que suelen ser la princi-
pal causa de fracaso de proyectos cooperativos) y que algunos
intentan solucionar de maneras innovadoras e imaginativas (la
cooperativa madrileña de trabajo social Altekio tiene un ám-
bito dedicado específicamente a los cuidados de sus miem-
bros), a las dificultades ligadas a la falta de fuentes financieras
adecuadas y baratas (que también se intenta enfrentar con la
emergencia de las llamadas cooperativas de crédito y de la,
cada vez más conocida, “banca ética”). Pasando, por supues-
to, por la tendencia, cada vez más acusada de las grandes ca-
denas de valor capitalista, a usar el cooperativismo o la “falsa
autogestión” como instrumento de descentralización produc-
tiva (como se ha hecho masivamente con los denominados
“falsos autónomos”), de forma que la cooperativa, pese a ser
formalmente tal, está sometida a las órdenes de una dirección
33externa que puede imponerle los ritmos y las condiciones de
trabajo.
Pero lo que no se puede negar es la cada vez más acusada
irrupción de este tipo de fenómenos y prácticas, la cada vez
más extendida conformación de experimentaciones sociales
que tejen, con los mimbres de la autogestión y el trabajo co-
lectivo, una malla cada vez más nutrida y diversa. Desde las li-
brerías asociativas y alternativas, como Traficantes de Sueños
en Madrid, a Sekem, la cooperativa egipcia de agricultura bio-
dinámica en el desierto, la pluralidad más absoluta y la dise-
minación creativa parecen los ejes orientadores de toda esta
nueva “economía solar”.
Veamos algunos ejemplos:
Mondragón: la mayor cooperativa del mundo
http://www.mondragon-corporation.com/
La Corporación Cooperativa Mondragón, el mayor grupo
empresarial de Euzkadi y el séptimo de España, conforma en
estos momentos la entidad cooperativa más grande del plane-
ta. Aunque para algunos pueda resultar polémica su inclusión
aquí (opera con empleados asalariados y tiene una evidente
dimensión transnacional), lo cierto es que si uno va a cualquier
otra parte del mundo, nuestra auténtica embajada (lo que la
gente más o menos implicada realmente conoce), en lo que a
autogestión se refiere, es precisamente Mondragón.
El proyecto de Mondragón se inició en la localidad guipuz-
coana del mismo nombre en 1956, animado por el sacerdote
de Marquina (Vizcaya) José María Arizmendiarreta. Tuvo su ori-
gen en una Escuela Profesional puesta en marcha en 1943, que
por la iniciativa de cinco jóvenes se transformó en una coope-
rativa de fabricación de estufas y cocinas de petróleo (Ulgor).
En la actualidad, en la Corporación trabajan 83.569 perso-
nas, en cuatro grandes áreas de negocio: Finanzas, Industria,
Distribución y Comercio. El 82% de los trabajadores del área
34industrial son socios cooperativistas, y el activo total del con-
glomerado es de 32.450 millones de euros. Un gigante, pues.
Forman parte de Mondragón empresas como la Caja Labo-
ral (una entidad financiera cooperativa con 18.209 millones de
euros en depósitos), Lagun Aro (una entidad de previsión so-
cial y seguros), emprendimientos de todo tipo (fabricación de
frigoríficos, lavadoras, hornos, bicicletas, aparatos de gimnasia,
máquinas-herramienta, maquinaria de fundición, transforma-
dores eléctricos, componentes de electrónica, artes gráficas,
equipamientos didácticos, servicios de idiomas) y la cadena de
distribución comercial Eroski, con 21.000 establecimientos. Un
total de 258 empresas y entidades.
Además, Mondragón cumple a rajatabla con el principio
cooperativo de fomentar la formación: tiene 1.885 investiga-
dores en sus propios centros de Investigación Desarrollo e In-
novación (a los que dedica el 9,1% de sus recursos). Centros
como el conocido “Polo Garaia”, dedicado a la colaboración con
la universidad en asuntos tecnológicos. Y, hablando de Univer-
sidades, tiene una propia: Mondragón Univertsitatea, fundada
en 1997 y en la que hay matriculados 4.000 alumnos.
Un gigante, hemos dicho. Un gigante, también, polémico,
por la participación de algunas de sus empresas en asuntos
como la venta de “obligaciones subordinadas” a pequeños
ahorradores. Hemos empezado fuerte. A partir de ahora todo
será más pequeño. Pero, por supuesto, eso no quiere decir que
sea peor.
Mol Matric. Una recuperada en Barcelona
http://www.molmatric.coop/mo/
Mol Matric es, quizás, la empresa recuperada más importan-
te de España. La antigua Talleres Alá fue tomada en 1982 por
sus trabajadores al hilo de su proceso de quiebra. La resistencia
y las movilizaciones de los operarios permitieron que, a cam-
bio de parte de lo que la empresa les adeudaba por salarios, se
35hicieran con los locales. Posteriormente, en la subasta, consi-
guieron también la propiedad de la maquinaria, y se pusieron
a producir.
Localizada en Barberá del Vallés, en Barcelona, Mol Matric es
en la actualidad una empresa dedicada a la fabricación de ma-
trices y utillajes para el sector del automóvil (ha trabajado para
marcas como Volvo, SEAT, Mercedes, PSA, Nissan o Renault).
Desde 2002 diversifica su actividad dedicándose también a los
mecanizados de grandes dimensiones, en sectores como el fe-
rrocarril, la energía renovable y las máquinas herramientas.
Desde la perspectiva de la innovación, ha puesto en mar-
cha el llamado Proyecto 0, dedicado a la investigación de ma-
teriales y procesos de fabricación para la industria de la auto-
moción, impulsando el desarrollo de productos más ligeros y
seguros.
En la actualidad trabajan en Mol Matric 46 personas, de las
cuales 30 son socios, y en la última década precrisis multiplicó
por cuatro su facturación.
Por otra parte, e imbuida de la perspectiva social propia de
las cooperativas, dedica el 1% de sus beneficios a participar en
proyectos de finanzas éticas (Coop 57) y de solidaridad con el
pueblo saharaui.
Cooperación y solidaridad, pues, desde la recuperada cata-
lana más industrial.
Diagonal. Aquí sí hay prensa libre
https://www.diagonalperiodico.net/
Cuando en torno al año 2003, un grupo de personas que
participaban en el periódico Molotov, estrechamente ligado al
movimiento autónomo madrileño, decidieron darle un fuerte
empujón a su actividad generando un proceso de expansión
que llevara a publicar un quincenal de venta en los quioscos,
con una línea mucho más plural y menos autorreferencial, mu-
cha gente se rio. ¡Menuda expectativa!
36Pero lo cierto es que el 3 de marzo de 2005 vio la luz el primer
ejemplar de Diagonal, el nuevo periódico de los movimientos
sociales y la izquierda antagonista de la metrópoli madrileña.
Desde entonces este rotativo ha crecido considerablemen-
te. Autolimitando sus ingresos por publicidad a solo un 20%,
para salvaguardar su independencia, y utilizando licencias
Creative Commons para sus contenidos. Es decir, mecanismos
de Copyleft que permiten compartir el conocimiento y la crea-
tividad entre los ciudadanos.
El Diagonal se ha estabilizado como un habitual de los
quioscos madrileños y de numerosas librerías y centros socia-
les de todo el Estado. En la actualidad cuenta con redacciones
en Madrid, Aragón, Cantabria, Nafarroa, Asturias y Sevilla, fun-
cionando jurídicamente como una asociación llamada Punto y
Coma, Comunicación y Prensa.
En él colaboran todo tipo de expertos y analistas, así como
tienen cabida las noticias relacionadas con los movimientos
sociales y las luchas populares, destacando sus artículos de
fondo e investigación sobre temas de fuerte contenido social
y político.
Cuenta, en estos momentos, con 5.400 suscriptores, que
le permiten mantener su autonomía respecto de los bloques
mediáticos, empresariales y políticos circundantes, y tiene una
tirada de 10.000 ejemplares, con 42 páginas a todo color.
Asimismo, la redacción en Asturias publica un suplemento
propio, Diagonal Asturies, del cual se reparten gratuitamente
5.000 ejemplares y que tiene una periodicidad trimestral.
Su última apuesta ha sido el diseño de una nueva página
web potente y atractiva, que tuvo una media de tráfico en
noviembre de 2012 de 5.000 usuarios diarios, 7.000 visitas, y
11.000 páginas visitadas, y donde podemos encontrar, apar-
temos incómodas modestias si el lector nos lo permite, blogs
de interés como “Economía para todos”, una bitácora de divul-
gación de temas socioeconómicos y laborales animada, entre
otros, por el autor de estas líneas.
37Prensa libre, pues. Prensa para todos. La voz de los movi-
mientos sociales, como otras experiencias conexas y parecidas,
a las que no se puede desmerecer, como La Directa, Alternati-
vas Económicas, La Marea o Atlántica XXII. La nueva expresivi-
dad, en expansión, de una nueva realidad.
Tangente. Expandiendo la inteligencia cooperativa
http://www.tangente.coop/
Adelantándonos un poco a lo que vendrá vamos a hablar
un poco de una experiencia de intercooperación, es decir, de
un grupo en el que colaboran distintas cooperativas. Este gru-
po es la plataforma madrileña Tangente, un grupo cooperativo
especializado en la realización de proyectos colaborativos, in-
novadores y multidimensionales dirigidos a mejorar la expe-
riencia vital de la ciudadanía y a la mejora del medio ambiente.
Forman parte de Tangente numerosos proyectos de trabajo
social, investigación participante y formación, como las coope-
rativas Andaira, Altekio, el prestigioso Colectivo Ioé o la empre-
sa de tecnologías de la información Dabne.
Tangente ha desarrollado numerosos proyectos relaciona-
dos con la ecología social, la participación y el desarrollo co-
munitario, la diversidad y la inclusión social, la formación (ani-
ma la plataforma de formación Aula Tangente) y lleva a cabo
servicios de consultoría, investigación y documentación, entre
muchos otros.
Por poner algunos ejemplos, no exhaustivos, son obra de
Tangente investigaciones como la realizada sobre las actitudes
de la población ante la violencia de género, llevada a cabo en
tres Comunidades Autónomas distintas; la puesta en marcha
del Barómetro Social de España, web y proyecto sociológico
de análisis de la realidad del país, basado en 190 indicadores
estadísticos; la conformación de la tienda on-line de la librería
asociativa Traficantes de Sueños y de un CD interactivo sobre la
conciliación de la vida personal y familiar para el Ayuntamiento
38de Parla, o la generación de un aula virtual para el intercambio
de experiencias y conocimientos por profesionales docentes.

Actividad pues. Más actividad. La emergente “economía so-
lar” que apunta al futuro, no para de desarrollarse e innovar. Ve-
remos que, además, introduce soluciones operativas a algunos
de los problemas más importantes de nuestro mundo.

39AUTOGESTIÓN RURAL, AUTOGESTIÓN VERDE:
LA ALTERNATIVA CON FUTURO
La crisis que afronta nuestro mundo es enorme y profun-
da, ya lo hemos dicho. Pero lo que transforma esta “tormenta
perfecta” financiera, hija de la especulación y los productos de-
rivados, en una auténtica quiebra civilizacional que pone en
cuestión la totalidad de los ejes fundamentales de nuestra so-
ciedad, es su confluencia inmisericorde con otros procesos pa-
ralelos, tan profundos o más que la turbulencia incontrolable
provocada por los vacíos en los balances bancarios.
Procesos como la incuestionable crisis cultural y pedagógica
de un modelo agotado y construido en torno a la emergencia
de burbujas insostenibles, pero también, y sobre todo, como
el creciente desfase entre la capacidad de regeneración de un
ecosistema asediado y degradado por el crecimiento sin fin y
las necesidades de una demanda siempre creciente, impres-
cindible para alimentar la acumulación ampliada de plusvalor
en que el Capitalismo consiste.
Nos explicaremos: vivimos en un sistema socioeconómico
cuya única finalidad es la generación de beneficios siempre
crecientes para una clase dirigente parasitaria. La competencia
y la radicalidad de sus efectos imponen a los capitalistas una
tendencia inmanente a crecer de manera continuada, a acu-
mular cada vez más, para poder derrotar a sus competidores.
Ese crecimiento continuo y esa acumulación exponencial, sin
embargo, no pueden más que acabar entrando en conflicto,
tarde o temprano, con la capacidad de aguante de un planeta
finito. Los recursos naturales que alimentan el proceso de cre-
cimiento de la producción acabarán agotándose y el ecosiste-
ma material que nos rodea acabará por resultar dañado por las
excrecencias de una maquinaria desbocada cuyo único fin es
reproducir, de manera ampliada, el Capital.
40El sistema ahuyenta estos límites de maneras variadas: no
contabilizando dentro de las cuentas de las empresas, por
ejemplo, los daños producidos por los procesos mercantiles en
el ecosistema (por la contaminación, por ejemplo), tratándo-
los como externalidades que ha de solucionar la comunidad,
mientras el beneficio derivado de la destrucción permanece
en manos privadas. Así parecen ser rentables actividades con
costes ambientales y naturales insostenibles.
Esta irracionalidad de fondo impide encarar con seriedad el
problema ambiental desde el interior del propio pensamiento
sistémico e impone la conclusión de la radical incompatibili-
dad entre capitalismo y ecología. O dicho en otros términos,
entre crecimiento sin fin en la producción de bienes materiales
y equilibrio natural.
Dentro de esta tendencia inmanente al agotamiento de los
recursos materiales que alimentan la producción capitalista,
la más importante cuestión se ventila en torno a las fuentes
de energía utilizadas, ya que su accesibilidad es básica para
continuar el crecimiento. Así, hoy en día, y según voces so-
bradamente autorizadas como las de Carlos Taibo o Ramón
Fernández Durán, nos encontramos ya a caballo del llamado
“pico del petróleo”, es decir, en el punto en el que la accesibi-
lidad a nuestra principal fuente energética va a empezar a ser
problemática al disminuir la capacidad extractiva del llamado
“oro negro”. Asimismo, la mayor parte de los recursos fósiles
que se nos han vuelto necesarios en el marco capitalista, pare-
cen dirigirse hacia la inminencia de puntos similares.
Todo ello, además, en el marco de un escenario global en
el que la destrucción del medio se combina con un proceso
acusado de desruralización. Desde hace pocos años, según in-
dican las estadísticas, por primera vez en la Historia de la Hu-
manidad, la mayor parte de la población mundial vive en las
ciudades. Ciudades pletóricas de miseria, metrópolis repletas
de barrios degradados y de villas chabolistas, urbes, muchas
veces, sin los servicios básicos ni las infraestructuras necesarias
41para la supervivencia de poblaciones abandonadas a la pobre-
za más denigrante.
Así pues campos abandonados, despoblados y contamina-
dos, ocupados por las grandes plantaciones del agrobusiness
más rapaz y por las industrias extractivas que alimentan la
locura global�����������������������������������������������
, y ciudades superpobladas, ferozmente segrega-
das en términos de clase y sometidas a la más ubicua lógica
mercantil. Y, conectándolo todo, infraestructuras de transporte
faraónicas, antisociales y ambientalmente dañinas que permi-
ten aprovisionar el mercado global con la rapidez necesaria.
¿Hay alternativas? Aquí, como en otros casos, la economía
solar y solidaria, el vértigo autogestionario que empieza a
apuntarse pese a toda esta locura, tiene también mucho que
decir.
Recordemos como en muchas partes han sobrevivido, al
menos parcialmente, tradiciones campesinas precapitalistas e
indígenas que ponían el énfasis en el trabajo colectivo y en la
sostenibilidad de los recursos naturales, que se explotaban en
común o de maneras colectivamente controladas, con el sufi-
ciente cuidado para impedir su agotamiento.
Pensemos como, incluso en la península ibérica, parte de
los montes y bosques han seguido teniendo, pese al proceso
de desamortización llevado a cabo hace pocos siglos, la con-
dición de comunales. Bosque y montes, por otra parte, en pe-
ligro de privatización en la ola de desposesión de los bienes
comunes desatada al calor de la crisis.
Los campesinos de algunas zonas del país, por otra parte,
nunca han olvidado sus reclamos históricos y sus luchas soste-
nidas durante décadas. La consigna de “Tierra y Libertad”, junto
a la pulsión hacia la autogestión rural, ha alimentado las nume-
rosas ocupaciones de latifundios llevadas a cabo por organi-
zaciones como el Sindicato Andaluz de Trabajadores (antiguo
Sindicato de Obreros del Campo), así como sus experimentos
de construcción de otro tipo de sociedad agraria, como los lle-
vados a cabo en las localidades de Marinaleda o Somontes.
42Además, en las últimas décadas, se han producido también
fenómenos de vuelta al campo de pobladores urbanos, hartos
de la vida en la ciudad, y de intentos de construir comunida-
des rurales ajenas al mundo capitalista y construidas desde la
autogestión y la vida en común. Las okupaciones rurales como
Navalquejigo (Madrid); las ecoaldeas, como la Colectividad de
Manzanares (Soria) o la reciente conformación de una colecti-
vidad libertaria por parte de diversos proyectos asturianos. La
simple huida al agro de pequeños grupos o individuos más o
menos aislados, constituyen un intento, muchas veces cons-
ciente, de generar otra textura agrícola, otra forma de repoblar
y reconstruir el ámbito rural, en plena armonía con el medio
ambiente y desde perspectivas ampliamente igualitarias.
Por otro lado, la toma de conciencia de los peligros e insalu-
bridades asociados al agrobusiness y la producción extensiva
de alimentos, basada en el uso indiscriminado de productos
químicos y en la extorsión a los productores directos, ha espo-
leado la aparición, también, de redes de intercambio directo
entre productores agrarios y pobladores urbanos, en la forma
de cooperativas de consumo de productos de cultivo ecológi-
co como, en Madrid, por ejemplo, las redes “Bajo el Asfalto está
la Huerta!” o “La Garbancita Ecológica”.
Redes cada vez más plurales y extendidas, que se alimentan
del creciente interés ciudadano en una alimentación sana y
medioambientalmente responsable, así como respetuosa con
las condiciones de vida y trabajo de los productores rurales.
Así pues, ecoaldeas, okupaciones rurales, reapropiación de
latifundios que generan cooperativas agrícolas autogestiona-
das, redes de consumo ecológico y responsable. Y, por supues-
to, muchas más cosas, conexión directa con las estructuras y
formaciones del ecologismo militante (que suele tener en sus
locales espacios para todas estas experimentaciones sociales),
reflexiones en torno a la “ecología profunda”, alternativas de
transporte urbano (como la bicicleta o la gratuidad del trans-
porte público) frente a la los megaproyectos de la alta velo-
43cidad o el uso exclusivo del automóvil, expansión de meca-
nismos de generación de energías alternativas y renovables
(como la cooperativa Som Energía, de la que hablaremos más
adelante), utilización intensiva del reciclaje y llamadas a la aus-
teridad y a la limitación del consumo derrochador de recursos
materiales…
Todo ello conforma los mimbres con los que se construye
una alternativa global y vivencial a la sociedad del crecimiento
sin fin. Una alternativa que se quiere ecológica, y aún holística.
Una alternativa que se basa en el principio necesario del de-
crecimiento, de la limitación en la producción de cachivaches
inútiles, mientras fomenta, de manera clara y directa, la irrup-
ción de nuevas formas de vida centradas en el cuidado mutuo
y en la cooperación.
Producción ecológica, respeto por los ecosistemas locales
y promoción de la soberanía alimentaria y energética. Una
apuesta por una economía descentralizada y en equilibrio con
las necesidades sociales y ambientales. Transportes no basa-
dos en la extracción de recursos fósiles y construidos para in-
terconectar los nodos locales y a las gentes de carne y hueso,
no los mercados globales y la economía extractivista.
Una alternativa, sobre todo, que pretende ir más allá del fácil
recurso a un “neokeynesianismo” que, sin resolver las contra-
dicciones de fondo del sistema capitalista y de la producción
industrial desenfrenada, aunque pudiese momentáneamente
limitar la experiencia de la crisis, volvería a reproducirla amplia-
da a medio plazo.
Veamos, pues, algunos ejemplos:
Marinaleda. Luchando por “Tierra y libertad”
http://www.marinaleda.com/
Tras muchos años de experimentación con la autogestión y
la construcción de un municipalismo antagonista, la localidad
sevillana de Marinaleda, con cerca de 3.000 habitantes, se ha
44convertido en uno de los grandes ejemplos globales de que
otra economía y otra sociedad son posibles.
En este pueblo, asentado sobre uno de los suelos más casti-
gados por el latifundismo y el absentismo de los grandes pro-
pietarios de la tierra, se funda en 1977 el Sindicato de Obreros
del Campo (SOC), la organización social que va a dar vida al
conjunto del proceso de construcción colectiva llevado a cabo.
En el 78, animada por el SOC, se produce la primera ocu-
pación de tierras por parte de jornaleros agrarios, desde la
Segunda República, en la finca de Bocatineja. Los campesinos
son desalojados dos días después y varios de sus dirigentes
son encarcelados.
Pero el pueblo no se rinde y en las elecciones locales del año
79, la Candidatura Unitaria de Trabajadores (CUT), vinculada al
SOC, obtiene la mayoría absoluta en la localidad (9 de 11 con-
cejales), iniciando un experimento social de grandes dimensio-
nes.
A partir de entonces se suceden más de 100 tentativas de
ocupación de tierras (así como otras formas de protesta como
la huelga de hambre colectiva desarrollada en el año 80 por
más 700 habitantes de la localidad) obteniendo, en el año 91,
la cesión de 1.200 hectáreas de tierra que se ponen a producir
de manera autogestionada.
Pero la lucha no se abandona, y se continúa con las movili-
zaciones contra el sistema de peonadas del paro agrario y en
defensa de los puestos de trabajo, consiguiendo la reducción
de las peonadas necesarias para cobrar el PER de 60 a 35.
Mientras, en la finca del Humoso, ya colectivizada, se sigue
produciendo de manera colectiva y se instala, en 1999, la pri-
mera industria autogestionada en la localidad, dedicada hasta
la actualidad a las conservas de pimiento del piquillo, habas,
alcachofas y aceitunas.
Además, el Ayuntamiento, durante treinta años animado
por el alcalde de la CUT, Juan Manuel Sánchez Gordillo, inicia
45una imaginativa política de vivienda consistente ceder gratui-
tamente suelo, previamente municipalizado, a las personas
que van a proceder a autoconstruirse su casa. El Ayuntamiento
pone el suelo, los materiales y varios albañiles, así como el pro-
yecto técnico visado por los arquitectos. Y los autoconstructo-
res, constituidos en asamblea, proceden a trabajar en el levan-
tamiento de su hogar, pagando posteriormente un precio por
el mismo que es decidido por la propia asamblea, y del que
se deduce el jornal devengado en retribución del tiempo de
trabajo dedicado por el autoconstructor a levantar el edificio.
La mayoría de las más de 350 viviendas construidas con este
original y autogestionario sistema, tienen 3 habitaciones, cuar-
to de baño y un patio de cerca de 100 metros cuadrados.
Se trata de una alternativa que se quiere global y que ha he-
cho frente de manera decidida al despoblamiento endémico
del mundo rural y a la brutal desigualdad generada por el in-
equitativo, cuando menos, reparto de tierras dominante en el
Sur de la península.
Además, Marinaleda se ha convertido en una especie de le-
yenda sureña, en una consigna internacionalmente levantada
por las gentes que, en todo el mundo, se oponen a este siste-
ma, y en la espita que ha provocado y sostenido la incansable,
y cada vez más conocida, lucha de los jornaleros andaluces por
obtener la tierra, el trabajo y la dignidad que la sociedad de la
burbuja y los señoritos les ha negado.
La Garbancita Ecológica. Comer bien, producir mejor
http://www.lagarbancitaecologica.org/garbancita/
Radicada principalmente en la Comunidad de Madrid, la
Garbancita Ecológica es una cooperativa de consumo estruc-
turada como una entidad sin ánimo de lucro, dedicada al fo-
mento del consumo responsable, autogestionado y popular.
Fue creada hacia el año 2007, sobre la base de la experiencia
previa de los llamados Grupos Autogestionados de Konsumo
46(GAK), que había funcionado como distribuidores colectivos
de productos ecológicos por distintos barrios de Madrid.
Su actividad básica consiste en el suministro de alimentos y
bienes ecológicos, así como en la prestación de servicios rela-
cionados con la información, formación y educación alimen-
taria, el consumo responsable y la promoción y defensa de los
derechos de los consumidores.
La Garbancita se dedica a suministrar a sus socios alimen-
tos ecológicos no perecederos y de temporada, libres de sus-
tancias químicas. Para ello trabaja con más de 35 agricultores,
ganaderos, transformadores y artesanos. Se trata de producir
una alimentación sana y natural, respetando los derechos y las
condiciones de vida de los productores, y hacérsela llegar a los
consumidores asociados eliminando intermediarios.
Además, la cooperativa realiza numerosas actividades co-
nexas, como visitas guiadas a las fincas ecológicas o la parti-
cipación en actividades educativas en colegios e institutos,
donde, como en algunos del barrio de Vallecas, se ofrece fruta
fresca a los escolares en los recreos.
También se impulsa decididamente, y mediante procesos
participativos, la formación alimentaria en los barrios madrile-
ños, informando, por ejemplo, sobre nutrición y prevención de
enfermedades.
En el interior de la cooperativa funciona el colectivo femi-
nista “Las Garbancitas”, se edita la revista Tachai, y se participa
en Radio Vallecas, además de realizarse otras numerosas acti-
vidades que dan fe de una dinámica incansable y pletórica de
energía.
Apostando por una alimentación ecológica, saludable y
cooperativa, la Garbancita Ecológica trabaja por una relación
con el mundo rural y el ecosistema que vaya mucho más allá
del puro saqueo inmisericorde caro al Capital.
47Som Energía. La alternativa para iluminar el mundo
http://www.somenergia.coop/
La cooperativa de energías renovables Som Energía nace
oficialmente el 11 de diciembre de 2010, en una reunión ce-
lebrada por sus 150 socios iniciales en la Casa de la Cultura de
Girona, siendo la primera de su clase en España.
El proyecto se había impulsado anteriormente, en noviem-
bre de 2009, por parte de exalumnos y profesores de la Uni-
versidad de Girona, inspirados por iniciativas internacionales
como las de Ecopower en Bélgica o Greenpeace Energy en la
República Federal Alemana.
En la actualidad la cooperativa tiene su sede en el Parque
Científico y Tecnológico de la Universidad gerundense y se de-
dica a ofrecer energía 100% renovable a precio similar al de las
empresas energéticas convencionales.
Som Energía es, en estos momentos, el segundo distribuidor
estatal de energía renovable por tamaño. Tiene un total de más
de 6.000 socios, y factura por más de 3.800 contratos de luz.
Además, la cooperativa ha puesto en marcha diversos pro-
yectos de generación de energía. Así, el 31 de marzo de 2012,
ponía en funcionamiento un tejado fotovoltaico en Lleida con
el que se prevé producir un máximo de 159.281 kwh/año. En
agosto del mismo año se conectaban a la red tres nuevas insta-
laciones fotovoltaicas en locales municipales de la localidad de
Riudarenes, en las que está previsto producir 86.000 kwh/año.
Asimismo se están levantando nuevos proyectos, como los
de la puesta en marcha de una planta de biogás y cuatro nue-
vas instalaciones fotovoltaicas en varios puntos de Catalunya.
No es una cooperativa pequeña. Ya hemos visto su número
de socios. El total de lo invertido supera los 2.800.000 euros, y
su producción energética actual es de 3.138.952 kwh.
Energía descentralizada, renovable, ecológica, socialmente
responsable y, sobre todo, sostenible, en un mundo sometido
48a la pulsión al decrecimiento como única posibilidad de subsis-
tencia ante las enormes tensiones a las que el Capital somete al
ecosistema natural que sustenta la vida. Una apuesta para un
futuro solar y constituido con los mimbres de la cooperación y
la autonomía, integrados desde una perspectiva compleja y en
constante discusión democrática.
49MÁS ALLÁ DE LA PRODUCCIÓN:
AUTOGESTIONANDO LA VIDA
Pero más allá y además de la autogestión del centro de tra-
bajo, ya sea industrial, de servicios o rural, existen en el mundo
que nos rodea múltiples experiencias de cooperación cotidia-
na, de construcción colectiva.
De hecho, casi puede decirse que la gente, cada vez que tra-
ta de autoorganizarse espontáneamente, como ocurre cuando
se dan grandes revoluciones o grandes vacíos de poder, lo hace
de manera autogestionaria e igualitaria. Podemos presentar
ejemplos históricos indubitables como los soviets rusos de las
revoluciones de 1909 y 1917, o los mecanismos asamblearios
que estructuran muchos de los barrios periféricos de ciudades
del Sur Global como Lima o como Caracas. Muestras evidentes
de que, cuando la creatividad popular se desata, no suele pre-
ferir hacerlo en la forma de jerarquías marcadas.
Pero lo cierto es que también en España se han dado mues-
tras repetidas de autoorganización vecinal, como ocurrió, por
ejemplo, en el barrio de El Pozo del Tío Raimundo, en el Madrid
de la transición, o de la generación de mecanismos asamblea-
rios para resolver los más variados problemas, normalmente
en consonancia con perspectivas cercanas a la llamada acción
directa (como acción no mediada por los poderes económicos
y políticos que rigen nuestra sociedad), como las okupaciones
de viviendas o locales con finalidad política o redistributiva o
la irrupción de las asambleas barriales del 15-M, alimentadas
de numerosos proyectos concomitantes como los de defensa
colectiva ante los desahucios, o las Oficinas Precarias o de Apo-
yo Mutuo.
Las iniciativas que han intentado marcar la agenda de la co-
lectividad desde perspectivas cercanas a la economía social o
50al magma asambleario, han revestido, en las últimas décadas
y al calor de la expansión de los llamados “movimientos so-
ciales” tras la gran revuelta global del 68, múltiples formas y
perspectivas. Desde la emergencia de las llamadas ONG, al mo-
vimiento por la insumisión al servicio militar obligatorio; desde
las iniciativas de empoderamiento mutuo feminista, hasta la
llamada “Banca Ética”; desde las redes de comercio justo a la
solidaridad activa y militante con los pueblos de la Periferia ex-
plotada del Sistema Capitalista.
Precisamente en relación con este asunto nuclear de la con-
formación del Sistema Capitalista mundial como una estruc-
tura dividida entre un centro rico y unas amplias zonas perifé-
ricas sometidas a la más indigna opresión, y a un intercambio
desigual que fundamenta su dependencia, las iniciativas vivi-
das en España, dentro de una cierta modestia cuantitativa y
organizativa obligada por el generalizado conformismo aso-
ciado a las décadas de la burbuja inmobiliaria, ha desarrollado
distintas líneas de intervención.
Podríamos mencionar la conformación de colectivos reivin-
dicativos como la Coordinadora de Solidaridad con Cuba o el
Comité de Solidaridad con la Causa Árabe, o la puesta en mar-
cha de redes de apoyo a la inmigración de ciudadanos del Sur
hacia nuestro país, como el afamado Ferrocarril Clandestino
madrileño.
Y también, por supuesto, y en conexión más cercana con
el tema de este libro, el mundo del llamado “Comercio Justo”,
como mecanismo de conformación de redes de intercambio
directo con el Sur que intentan generar la edificación de un
comercio internacional mediado por criterios como la solidari-
dad o el respeto a las necesidades vitales y ambientales de los
pueblos de la Periferia.
Detengámonos un poco aquí y expliquemos en que consis-
te esta dinámica. El comercio justo, como perspectiva, nace en
1964, en una Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarro-
llo (tengamos presente la existencia en ese momento de un
51fuerte bloque autodenominado “socialista” y otro de “países no
alineados”). Se trata de establecer unos criterios de intercam-
bio directo entre consumidores del Norte y productores del
Sur, que permitan a estos últimos eliminar los más evidentes
efectos de la situación de dependencia y desigualdad a la que
se ven sometidos. Criterios como el fomento de la producción
cooperativa, el rechazo de la explotación infantil, la promoción
de los Derechos Humanos y laborales de los productores, la
sostenibilidad ambiental de lo producido, la eliminación de
intermediarios comerciales, etc. Cumplidos estos criterios en
los lugares de origen de los productos, y etiquetados por ello
como de “Comercio Justo”, estos son comercializados en tien-
das solidarias en el Norte global.
El etiquetado (que tiene insignes precedentes en experien-
cias como la del “label sindical” puesto en marcha por algunas
industrias colectivizadas en la Guerra Civil española, o animo-
sos continuadores, como las empresas inmersas en el llamado
“Balance del Bien Común”, popularizado recientemente por
obra del escritor Christian Felber) se realiza por obra de la
organización internacional Fairtrade Labelling Organization,
conformada por 25 secciones nacionales (entre ellas, Fairtra-
de España) y en estrecha relación con 911 organizaciones de
productores.
Ejemplos de productos usuales en esta red internacional
son el café colombiano, el ron cubano, la miel de Chiapas o la
quinua de Bolivia y Perú.
Para dar una idea de la dimensión actual del “Comercio
Justo”, como experiencia limitada de solidaridad entre el Sur
empobrecido y el Norte opulento, al que cada vez más deci-
didamente, España ha dejado de pertenecer (si alguna vez lo
hizo�����������������������������������������������������������
más allá de la propaganda triunfalista de ����������������
nuestros respon-
sables políticos), diremos que el volumen intercambiado por
esta red a nivel global en el año 2011, ascendió a 4.916 millo-
nes de euros, mostrando un crecimiento del 11% respecto al
año anterior. En España, la facturación total fue de poco más
52de 20 millones de euros, con una subida, eso sí, del 39% res-
pecto al 2010. El producto más vendido en nuestro país fue
el café, con casi 12 millones de euros, pero el que mostró un
más acusado incremento fueron los dulces con un 152,69% de
crecimiento respecto al año anterior.
Redes que intentan expresar la solidaridad entre los distin-
tos pueblos del planeta, por supuesto, y redes y experiencias,
por ejemplo, como las que intentan intervenir allí donde el
neoliberalismo ha puesto el eje central de su estrategia de do-
minación social, y donde ha fundamentado lo más visible de
su poder. Donde, por otra parte, se ha generado la gigantesca
espiral de deuda y saqueo que ahora atenaza a nuestro mundo
en la forma de una crisis desbocada: las actividades financieras.
¿Cabe la posibilidad de unas finanzas éticas o ese es un cam-
po únicamente destinado a los tiburones de la Banca comer-
cial y de la Bolsa, ávidos de generar excedentes apropiables a
la mayor velocidad, sean cuales sean las consecuencias para el
conjunto de la ciudadanía?
La economía social y la voluntad cooperativa de los movi-
mientos sociales han dado su propia respuesta: así, han nacido
cooperativas de crédito sustentadas sobre la idea de la llamada
“Banca Ética”. Una banca o unas instituciones financieras o de
seguros basadas en la idea de la responsabilidad social y en la
total transparencia de las actividades para partícipes y depo-
sitantes.
Experiencias como las de Coop 57 (que explicaremos en de-
talle un poco más adelante), Fiare (como institución de crédito
alternativa), Arç Seguros (seguros éticos y solidarios), o CASX
(ligada a la Cooperativa Integral Catalana, y otorgante de cré-
ditos sin interés), conforman el esqueleto de una nueva forma
de entender las finanzas.
Se trata de que el crédito fluya y sea capaz de financiar las
actividades de la naciente economía social, con intereses más
favorables que los de la Banca comercial o inexistentes. Y se
trata también de que los depositantes en la futura “Banca Ética”
53sepan en todo momento que su dinero se usa con criterios so-
cialmente y ambientalmente responsables. Es más, se trata de
que todos ellos puedan decidir, democráticamente, para que
se usa el dinero depositado.
La existencia de problemas y disfunciones (como la polémica
financiación del banco alternativo Triodos Bank a la Fundación
O ́Belén, una entidad dedicada, entre otras cosas, a gestionar
centros de menores infractores que han sido denunciados rei-
teradamente por parte de los internos), no empañan la enorme
maraña de posibilidades que abre la hipotética emergencia de
un sector financiero alternativo, regido por criterios distintos a
la pura rentabilidad mercantil y capaz de hacer llegar el ahorro
de las personas concienciadas con su entorno a las iniciativas
sociales que lo necesitan.
Y ello, en un mundo donde las nuevas posibilidades de fi-
nanciación de lo que está fuera de lo mainstream se han visto
firmemente afirmadas por mecanismos como el del crowdfun-
ding (financiación colectiva por parte de quien lo desee, inclu-
so por medio de pequeñas aportaciones, de iniciativas cultura-
les en el entorno de internet), expresado en actividades como
la de la plataforma web Goteo.org.
Financiación ética y solidaria, pues, como expresión de una
posibilidad de solventar necesidades sociales importantes
desde la autogestión y la cooperación. Una posibilidad que,
hoy en día, se afirma en numerosos aspectos de lo real.
Citemos alguno más, ya que estamos en ello, aunque debe-
mos dejar claro que se trata solo de ejemplos. La creatividad
social es mucho más amplia de lo que puede serlo este libro,
las posibilidades que han sido exploradas por la comunidad
en los últimos años han sido mucho más múltiples y variadas.
Pero hablemos ahora, como muestra de lo que decimos, de
una necesidad básica, cara al mundo de la burbuja, que sin em-
bargo también ha tenido, en las últimas décadas, su pequeña
historia autogestionaria: la vivienda.
54La ocupación de viviendas vacías para poder acceder a un
domicilio donde vivir o para construir centros sociales o cultu-
rales tiene una larga historia, que hunde sus raíces en el éxodo
de campesinos en dirección a las ciudades de principios de si-
glo y en determinados fenómenos de la Transición, así como
en la toma de centros del antiguo sindicato vertical por parte
de militantes del sindicato CNT, que reclamaban la devolución
de los locales que les habían sido arrebatados por el régimen
franquista. Pero lo cierto es que es a partir de los años noventa,
y alimentada por experiencias de otros lugares de Europa (los
autónomos berlineses, los squatters ingleses, los krakers holan-
deses…), una parte de la juventud convirtió la okupación (aho-
ra con k) en uno de los ejes vertebrales de su acción política y
colectiva.
Experiencias como las del Centro Social Minuesa, La Guinda-
lera, El Laboratorio, El Patio Maravillas, en Madrid; el Hotel Prin-
cesa y La Kasa de la Muntanya en Barcelona, o los Gaztetxes o
casas de la juventud de Euskadi, etc., conformaron un tejido
de locales destinados, precisamente, a favorecer la articulación
política y social de los barrios desde perspectivas asamblearias
y autogestionarias.
En dichos “Centros Sociales Autogestionados” se reunían co-
lectivos, se daban clases, se entremezclaban los movimientos
sociales y los proyectos cooperativos, así como se conseguía
vivienda para personas en situación de precariedad, muchas
veces intentando explorar nuevas formas de vida en común.
Era una forma de hacer frente a la especulación urbanística rei-
nante y a la conformación de la gigantesca burbuja inmobilia-
ria que ha terminado por arrasarlo todo.
Y lo curioso es que algunos de estos proyectos han llega-
do hasta el día de hoy, más o menos transformados, como el
Centro Social Seco o la Eskalera Karakola, un centro específica-
mente feminista, en Madrid, y que, además, su estela ha sido
seguida por una nueva hornada de experiencias ligadas al Mo-
vimiento 15-M, que ha querido generar, mediante la okupa-
55ción de edificios deshabitados, alternativas a la falta de vivien-
das (como las corralas andaluzas y, ahora también, madrileñas)
y al páramo cultural reinante (como el ESLA Eko en el barrio de
Carabanchel, o el Centro Social La Salamanquesa, en Madrid).
Así pues, vivienda y centros sociales, financiación ética y so-
lidaria, seguros colectivos, comercio solidario con los pueblos
del Sur…, son solo ejemplos. La creatividad de la gente, cuan-
do se la deja libre, es inagotable y sorprendente. Solo hay que
ver la increíble miríada de proyectos que nacieron en ligazón
con la Acampada de la Puerta del Sol, el 15 de mayo de 2011,
para tomar nota de la energía de esta nueva realidad que está
madurando bajo la superficie de un sistema cada vez más inso-
lidario y brutal. Hay una alternativa.
Veamos algunos ejemplos:
La Ceiba. Comercio justo, comercio solidario
http://www.laceiba.org/
La cooperativa de comercio justo La Ceiba, con dirección en
la calle de Embajadores, 35, de Madrid (el mismo local de la
librería Traficantes de Sueños, un proyecto cultural alternativo
de alto interés), fue fundada hace diez años en otro emplaza-
miento (la calle del Amor de Dios, en el llamado Barrio de las
Letras).Miembro fundador de Coop57 de la que hablaremos
casi de inmediato, el proyecto, iniciado por la incombustible
Juana Guerrero, tiene en la actualidad más de 100 socios y
se dedica a facilitar el consumo crítico y responsable con una
perspectiva de justicia global y soberanía alimentaria.
En su local se venden productos de artesanía, alimentación,
textil, cosmética natural, limpieza y papelería, entre otros.
Con La Ceiba se puede interactuar de cuatro maneras: como
consumidor ocasional de la tienda; como consumidor con
compromiso de compra mensual (miembro asociado) que de-
berá gastar 20 o 25 euros al mes en productos, con un 5% de
descuento; como cooperativista (que deberá aportar 150 eu-
56ros al Capital Social), o como voluntario en las labores colecti-
vas de la sociedad. La cooperativa, por supuesto, está adherida
a la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.
Coop 57. Construir finanzas alternativas
http://www.coop57.coop/
Fundada en 1996 con parte de las indemnizaciones por
despido cobradas por los trabajadores de la extinta Editorial
Bruguera, Coop 57 es una cooperativa de crédito construida
en torno a los principios de las finanzas éticas y la economía
solidaria. Se trata de una red de la que forman parte, en este
momento, 404 entidades (cooperativas y proyectos autoges-
tionarios, organismos de la sociedad civil como Ecologistas
en Acción, asociaciones culturales y Fundaciones ligadas a los
movimientos sociales…), 64 más que en 2010, y que concede a
dichos socios, con probada raigambre en la actividad solidaria,
préstamos con intereses más favorables que los de la banca
comercial, así como adelantos de subvenciones ya concedidas
y endosos de facturas.
En Coop 57 las personas físicas también pueden ser socios
colaboradores, depositando un dinero que será retribuido
anualmente con un interés, en la actualidad más de 1.700 per-
sonas lo son. Las aportaciones de los socios colaboradores se
incrementaron en noviembre de 2012 un 41,76% respecto al
2010, pasando de los 6,6 millones de euros, a los 9,3.
Coop 57 tiene estructuras territoriales en Catalunya, Aragón,
Madrid, Andalucía y Galiza, y su saldo total de aportaciones de
socios en 2012 fue de más de 13 millones de euros, habiendo
concedido en dicho año préstamos por valor de 8 millones.
Finanzas éticas, pues, cada vez a mayor escala, aseguran-
do que los proyectos alternativos tienen de donde obtener el
dinero necesario para funcionar. Asegurando que uno puede
ahorrar e invertir su dinero en actividades que conoce y que
puede elegir, y que son social y ambientalmente responsables.
57La Eskalera Karakola. Un Centro Social feminista
http://www.sindominio.net/karakola/spip.php?article52
Tras la okupación de un inmueble sito en la calle Embaja-
dores número 40, de Madrid, en 1996, por parte de mujeres
provenientes en parte de la experiencia previa del Centro So-
cial Lavapiex 15, las okupantes decidieron poner en marcha el
primer Centro Social feminista de la capital.
Desde entonces, y pese a su desalojo de su ubicación origi-
nal en 2005 y posterior paso a varios locales municipales sitos
en el número 52 de la misma calle, la Eskalera Karakola se ha
implicado en numerosas iniciativas sociales y culturales de su
ámbito de actuación, como el Proyecto Precarias a la Deriva,
llevado a cabo en el año 2002, o el Taller de Herramientas con-
tra el Racismo, implementado en el año 1999.
También ha alimentado y dado espacio a experiencias como
la “Escuela de Feminismo(s)” o la “Casa de la Diferencia”, y ha
coordinado en muchas ocasiones las actividades del 8 de mar-
zo madrileño.
Asimismo, pertenece a la red europea de centros feministas
Next Genderaction Network.
En la actualidad, la Eskalera funciona alrededor de tres ejes
fundamentales (feminismo, autogestión y autonomía), y en su
local se realizan diversas actividades como clases de baile, la
conformación de un espacio de sociabilidad LGTBQH, o el fun-
cionamiento de tres grupos internos de consumo biológico.
Sociabilidad feminista, pues, sociabilidad para la diferencia
y para la igualdad.
Corrala La Utopía. Vivienda para el pueblo
http://corralautopia.blogspot.com.es/
Okupada el 16 de mayo de 2012, por un grupo de vecinos
y, sobre todo, vecinas, sometidos a la precariedad y al paro y
afectados por los desahucios y la pobreza, este edificio sito en
la Avenida de las Juventudes Musicales, en pleno barrio de la
58Macarena de Sevilla, alberga en la actualidad a 36 familias des-
pués de pasar al menos tres años vacío.
Se trata de una okupación colectiva enmarcada en las activi-
dades reivindicativas del 15-M sevillano, que busca soluciones
operativas para uno de los problemas esenciales de las clases
populares en la actualidad.
En ella, además, se ha puesto en marcha una auténtica Casa
de Oficios, con cursos de Fontanería e Ingeniería Sanitaria, así
como un Taller de Agua y Cooperación impartidos por miem-
bros del Grupo TAR de Ingeniería del Agua de la Universidad
de Sevilla. Asimismo, La Utopía ha recibido el Premio de De-
rechos Humanos 2012, de la Asociación de Protección de los
Derechos Humanos de Andalucía.
El edificio es propiedad de una sociedad participada única-
mente por Ibercaja y en la actualidad se negocian las condicio-
nes de su uso por los vecinos.
Y el ejemplo ha cundido. Las corralas de este tipo se han ex-
tendido por la geografía andaluza (Corrala Liberación, en Alca-
lá de Guadaira, Corrala Conde Quintana, Corrala Ilusión, Corra-
la La Esperanza…) y, en el momento en que se escriben estas
líneas, incluso se acaba de poner en marcha una en el distrito
madrileño de La Latina.
Apuntemos, además, la victoria conseguida por la Corrala
Libertad, que ha acordado con la propiedad la cesión de uso
del inmueble, constituyéndose en Sociedad Cooperativa que,
a su vez, cede el uso de las viviendas a las familias que las oku-
paron. Se trata, en definitiva, y como ellos mismos dicen, de
“recuperar la vivienda como bien social y desvincularla de la
ley del mercado”.

59Y MÁS ALLÁ DE NUESTRAS FRONTERAS:
LAS EMPRESAS RECUPERADAS
Al igual que es interesante conocer la amplitud y variedad
de las distintas experiencias autogestionarias que se han ido
dando a lo largo de los territorios de nuestro país, también es
muy oportuno saber que la autogestión no ha sido un fenóme-
no exclusivo de nuestro mundo cultural.
Es más, han sido muchas veces las sociedades que viven en
otros mundos, más allá de los océanos o de las cadenas mon-
tañosas, las que han llevado a cabo formas de vida y proyectos
cooperativos de más profundidad, como veremos que sucedió
en el pasado en el caso de los pueblos cazadores-recolectores.
Pero eso no solo ocurría en el pasado. Ahora mismo, tam-
bién, las experiencias autogestionarias están derramándose
por todo el Globo.
Experiencias autogestionarias que, además, tienen mucha
relación con las recurrentes y cada vez más frecuentes mani-
festaciones de la gran crisis senil del Sistema Capitalista que
estamos atravesando.
Así, por poner un ejemplo con el que solo pretendemos
picar la curiosidad del lector y aprovechar que lo conocemos
más o menos bien, vamos a referirnos brevemente a lo que son
las llamadas “empresas recuperadas” argentinas.
Las Empresas Recuperadas por los Trabajadores o ERT, son
emprendimientos productivos que, a causa o con la excusa de
la crisis del país entorno al año 2001, fueron abandonadas o
cerradas por sus dueños y que, sin embargo, fueron inmedia-
tamente ocupadas y puestas a producir por sus mismos traba-
jadores de manera autogestionaria.
En marzo de 2010, que es el momento al que se refiere el úl-
timo estudio llevado a cabo por el Programa Facultad Abierta
60de la Universidad de Buenos Aires dedicado al asesoramiento y
la investigación de este fenómeno, había 205 recuperadas que
agrupaban a unos 9.362 trabajadores.
La mayor parte eran empresas metalúrgicas, seguidas por
las dedicadas al sector de la alimentación. El volumen de em-
prendimientos industriales representaba el 42% del total.
Solo en la municipalidad de San Martín, cercana a Buenos
Aires, encontramos, por ejemplo, las siguientes empresas de
este tipo: la cooperativa de productos panificados, tartas y em-
panadas, etc., La Disco de Oro; la Cooperativa Unidos por el
Calzado (CUC) dedicada al calzado y la indumentaria depor-
tiva; la Cooperativa 2 de Diciembre, que vende y produce fri-
goríficos; la Cooperativa de Trabajo 19 de Diciembre, dedicada
al sector del Metal; la empresa Muebles San José, que ofrece
muebles de oficina; la Cooperativa de Trabajo Depormet, dedi-
cada a los implementos metálicos para el deporte y la herrería
en general, y Mecanizados Progreso, una cooperativa de traba-
jo que realiza servicios de medición, mecanizado de piezas y
capacitación en oficios específicos.
Todos hemos oído hablar, y si no es su caso, querido lector,
le invito a profundizar en este apasionante tema, de recupera-
das como la Imprenta Chilavert, el Hotel Bauen, la Gráfica Pa-
tricios, la metalúrgica IMPA o la fábrica ceramista Fasinpat (la
antigua Zanón, en la provincia de Neuquén, cuya historia de
ocupación y luchas quedó narrada en documentales como La
Toma, de Naomi Klein, o Corazón de fábrica).
La consigna de este movimiento, puesto que se acabó con-
virtiendo en un auténtico movimiento social que abarcaba y
movilizaba a los vecinos de las ERT afectadas, era y es “Ocupar,
Resistir, Producir”.
“Ocupar”, pues hay que tener presente que la toma de las
fábricas se tuvo que realizar, muchas veces, de manera ilegal
y forzada, para evitar el vaciamiento de las instalaciones por el
antiguo dueño en perjuicio y fraude de sus deudas con traba-
jadores y proveedores.
61“Resistir”, pues una vez dentro de la fábrica, el siguiente paso
era conseguir generar una situación de normalidad, evitando
el desalojo, para intentar volver a poner en funcionamiento la
empresa a la mayor brevedad. La dureza de esta resistencia
marcó muchas veces el discurrir futuro de los emprendimien-
tos. A nivel estadístico parece evidente que cuanto más duro
fue el proceso de lucha que llevó a la recuperación, más se pro-
fundizó en la democracia interna y en la igualdad de salarios
en el funcionamiento posterior de la empresa. Y además, tuvo
como protagonista una alianza amplia entre vecinos (afec-
tados, también, por la crisis) y trabajadores, que marcó esta
experiencia haciéndola imbricarse en la vida que la rodeaba,
estableciendo en sus instalaciones bachilleratos populares, clí-
nicas sociales, centros culturales y otros servicios barriales.
Y, por supuesto, “Producir”, pues todo lo anterior no tendría
sentido sin generar la posibilidad de volver a poner en marcha
las empresas y hacerlas funcionar, ahora sí, de manera auto-
gestionaria e igualitaria.
De hecho, en esta vuelta a la vida productiva, la asamblea
pasaría a ser el centro del funcionamiento colectivo y, en mu-
chos casos, se garantizaría además la igualación de salarios, de
jornada o de condiciones de trabajo.
Las empresas recuperadas, por tanto, han configurado un
nuevo sector autogestionario en la economía argentina. Un
sector que también se imbrica con el conjunto de manifes-
taciones cooperativas y asamblearias que vieron la luz en la
profunda crisis que vivió el país alrededor del año 2001. Desde
huertos comunitarios a ollas populares y desde movimientos
piqueteros a emprendimientos productivos. La reacción social
al gran saqueo neoliberal tomó en gran parte la forma de una
tentativa colectiva de superar las formas de la relación social
capitalista.
Las ERT, por otro lado, también proceden a expandirse y
practicar la intercooperación. De hecho, incluso han afirmado
62su capacidad de intervención social conformando organizacio-
nes y movimientos de empresas recuperadas como el Movi-
miento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), el Movi-
miento Nacional de Fábricas Recuperadas por los Trabajadores
(MNFRT), la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo
Autogestionadas (FACTA) o la Unión Productiva de Empresas
Autogestionadas (UPEA) entre muchos otros (precisamente, se
les puede achacar una cierta dispersión).
Estos movimientos han resultado en muchos casos decisi-
vos a la hora de expandir la práctica recuperadora. A menudo
ha sido la influencia de militantes y activistas de los mismos, lo
que ha animado e influenciado a los trabajadores de entidades
que estaban en quiebra a imitar el proceso de recuperación en
su propia empresa. Hay que tener en cuenta que, aunque la
mayor parte de los trabajadores de las ERT no muestra, estadís-
ticamente, un pasado de acusada acción reivindicativa o social,
el hecho es que la gente más activa en los emprendimientos sí
suele haber tenido relación previa con diversos movimientos
sociales.
La situación legal actual de estas entidades sigue siendo
inestable. En algunos lugares se han aprobado leyes de ex-
propiación que han permitido el funcionamiento dentro de la
legalidad, dándose de alta, mayoritariamente, como coopera-
tivas. Pero la mayor parte de dichas leyes son temporales y no
garantizan la continuidad del proceso. En la propia ciudad de
Buenos Aires, la Ley de Expropiación (Ley 1529/04) no ha avan-
zado en lo más mínimo en su desarrollo. La gran excepción es
la fábrica Fasinpat, en Neuquén de la que ya hemos hablado,
donde se votó en 2009 una ley que contempla el pago en 20
años de la empresa por parte de la cooperativa que actual-
mente la gestiona.
La gravedad de la ofensiva neoliberal en el conjunto de La-
tinoamérica, en las décadas pasadas, ha empujado a la exten-
sión de este fenómeno por el conjunto de América del Sur. Se
encuentran, pues, recuperadas, también en Uruguay (donde
63se espera la inminente recuperación de la aerolínea Pluna),
Brasil o Venezuela. Así, cada dos años, el Encuentro Internacio-
nal “La Economía de los Trabajadores”, organizado por diversas
instancias universitarias y sociales en lugares cambiantes de la
geografía americana (hasta ahora en Argentina y México, este
año se espera que en Brasil), da cuenta de la extensión y pro-
fundidad de un movimiento que ha superado, con mucho, el
ámbito local.
¿Cuáles son las alternativas actuales para las empresas recu-
peradas? Como ocurre recurrentemente con las experiencias
autogestionarias, lo cierto es que en las mismas se ha ido pa-
sando por diversas etapas. Una primera, que Eduardo Lucita
llama “heroica”, centrada en la lucha, la resistencia, las movili-
zaciones, y otra posterior, basada en la actividad productiva y
en el trabajo cotidiano y las rutinas. En esta segunda etapa, por
supuesto, el peligro siempre presente es la pérdida de senti-
do del proyecto, arrumbado por un proceso de normalización
económica que transforme a la empresa, por mor de las adap-
taciones necesarias para mantener la competitividad, en algo
indistinguible del exterior capitalista.
Solo la interconexión de las recuperadas entre sí y, sobre
todo, con las luchas sociales y la vida barrial circundantes, pue-
de mantener la tensión hacia la igualdad y la cooperación, de
una forma de producir y de trabajar que necesita expandirse
para sobrevivir. Que, como decía Gilles Deleuze de la “Pan-
tera rosa”, necesita teñir el mundo de su propio color para no
quedar aislada y sucumbir ante la crisis reinante en el universo
exterior.
Veamos un simple ejemplo:
La Imprenta Chilavert. Palabras de recuperada
http://www.imprentachilavert.com.ar/
El Taller Gráfico Gaglianone, fundado en la calle Chilavert,
sita en el barrio de Pompeya de la Ciudad de Buenos Aires en
641923, fue una imprenta dedicada a la impresión de folletería y
prospectos para medicamentos hasta 1976, momento en que
pasó a centrarse en la impresión de libros y catálogos de arte.
En el año 2002 se produce la quiebra fraudulenta de la em-
presa, en medio de una grave situación para la plantilla marca-
da por el hecho de que de los 50 trabajadores anteriores, solo
quedaban contratados ocho, a los cuales se les adeudaba un
año de salario.
Para impedir el vaciamiento de la empresa, los operarios
ocuparon el taller durante ocho meses, manteniéndose en el
interior del local, rodeados por la policía y sin poder producir.
Pese a ello consiguieron editar un libro, que fue hecho llegar al
exterior practicando un agujero en una pared medianera que
daba al domicilio de un antiguo trabajador de la entidad, que
lo hizo llegar a las calles de Buenos Aires.
Finalmente, gracias al decisivo apoyo del vecindario, la Coo-
perativa Chilavert Artes Gráficas conseguía reiniciar la activi-
dad de la imprenta el 17 de octubre de 2002.
Desde entonces, además de su actividad como gráfica,
Chilavert ha puesto en marcha en su local un centro cultural
(Chilavert Recupera), donde hay una biblioteca popular y una
galería de arte.
Además se dan clases gratuitas de Bachillerato y en sus ins-
talaciones se puede encontrar, también, el Centro de Informa-
ción y Formación sobre empresas recuperadas, gestionado en
colaboración con el Programa Facultad Abierta de la Universi-
dad de Buenos Aires.
Flaskó. Una fábrica ocupada en el Brasil
http://www.fabricasocupadas.org.br/site/
Ocupada y puesta a funcionar de manera autogestionaria
por parte de sus trabajadores, esta fábrica sita en la localidad
de Sumaré, a unos 100 kilómetros de la metrópolis global de
Sao Paulo.
65Fue recuperada el año 2003, después de que los antiguos
dueños adeudaran más de tres meses de salarios a los opera-
rios e intentaran vaciarla de maquinaria en perjuicio de traba-
jadores y acreedores.
La ocupación fue posible por el ejemplo previo de los traba-
jadores de otras dos fábricas del mismo grupo empresarial, Ci-
pla e Interfibra, localizadas en Joinville, en el estado brasileño
de Santa Catarina, que ya habían sido colectivizadas.
La empresa se dedica a la fabricación de los tambores de
plástico usados para los desechos de la industria química y
para la mayor cárnica de Brasil, el frigorífico JBS. Todos los ma-
teriales utilizados en el proceso de producción son reciclados.
En ella trabajan unas 70 personas, que han decidido reducirse
la jornada laboral a treinta horas semanales.
En sus instalaciones se encuentra un Centro de Memoria
Operaria y Popular, dedicado al estudio de las empresas recu-
peradas y las luchas sociales. También, en terrenos abandona-
dos por sus antiguos dueños, se ha edificado la llamada Villa
Operaria y Popular, donde han obtenido vivienda unas 300 fa-
milias. Publican un periódico llamado Atençao.
No solo se produce, también se generan servicios para la co-
munidad. El auténtico trabajo colectivo de los que cooperan
día a día.
Vio.Me. Resistiendo las imposiciones de la Troika
http://www.viome.org/
Los trabajadores de la fábrica Viomijanikí Metalleftikí (Vio.
Me), situada en la ciudad griega de Tesalónica, se decidieron
en octubre de 2011 a dar un paso adelante, presentando una
propuesta formal de recuperación de la empresa por parte de
los empleados, que veían que, ante la crisis brutal a la que han
llevado las medidas impuestas por la Troika al país mediterrá-
neo, sus sueldos y condiciones de trabajo se encontraban en
peligro.
66Después de numerosas movilizaciones, acompañadas de
una fuerte campaña de solidaridad ciudadana, la fábrica, dedi-
cada a la elaboración de materiales de construcción, empezó a
funcionar de manera autogestionaria el pasado 12 de febrero.
En un principio su organización interna ha tomado la forma
de un sindicato de trabajadores de cariz altamente asamblea-
rio (figura legal que les ha permitido confiscar los materiales
y productos terminados que se encontraban en la empresa),
aunque están valorando su transformación en cooperativa de
productores.
Asimismo, parecen dispuestos a iniciar una nueva andadura
económica dedicándose la elaboración de detergentes ecoló-
gicos de uso doméstico que distribuirán en las distintas redes
de economía solidaria helenas.
La imaginación popular, haciendo frente a las funestas pers-
pectivas que nos quieren imponer desde los despachos de
Bruselas a todos los países de la periferia europea.
67COMPARTIENDO EL CONOCIMIENTO:
LA DEMOCRACIA COGNITIVA
Nunca como hasta ahora el cuerpo de conocimientos gene-
rales de la sociedad ha sido tan amplio, ni su dominio ha repre-
sentado una circunstancia tan importante para la vida social.
De hecho, hasta ha llegado a hablarse, desde ciertos sectores,
de un “Capitalismo cognitivo”, articulado por lo que Marx de-
nominó en su día como el “General intellect”, el conjunto de
conocimientos y saberes construidos socialmente que alimen-
ta la productividad del sistema económico moderno.
El régimen de propiedad y las posibilidades de uso de esa
gran masa de capacidades culturales y científicas, por tanto,
resulta de una importancia estratégica para el funcionamiento
actual de los mercados globales, para la puesta en marcha de
los mecanismos de producción y de extracción del plusvalor.
Cómo y qué se aprende, cómo y qué se crea o se investiga,
cómo o quienes tienen acceso a lo ya desarrollado…,todo eso
configura un campo esencial de batalla en una economía cada
vez más mecanizada y automatizada y, al tiempo, desmateria-
lizada, en el sentido de sustentada sobre crecientes dosis de
complejidad cultural.
Los derechos de autor, la protección de patentes y marcas
o el régimen de la propiedad intelectual y de distribución y
generación de los saberes sociales, se conforman pues como
elementos centrales en la constitución de un marco favorable
a los intereses del mercado y de las grandes empresas transna-
cionales que dominan nuestro mundo.
Pero en eso, como en todo, la creatividad ciudadana tam-
bién está constituyendo alternativas autogestionarias y coo-
perativas. Porque, al fin y al cabo, lo cultural y lo social son in-
disolubles en sociedades cada vez más complejas, y porque en
el mundo de la mixtura y la producción masiva, cada vez es
más difícil identificar un autor único para cada artefacto cul-
tural. Porque el conocimiento, como el arte o cualquier otro
68saber, cada vez es más un producto colectivo, alimentado por
un contexto crecientemente complejo y recombinante. El pro-
ducto de lo que algunos han llamado, precisamente por ello,
el “procomún”.
Y, por supuesto, todo esto alcanza mayores cotas de impor-
tancia y desarrollo a la luz de las nuevas tecnologías de la infor-
mación y la comunicación que, como internet, han transforma-
do profundamente la totalidad del marco de funcionamiento
del mundo del saber.
En la red de redes, la emergencia de proyectos cooperati-
vos, basados en el acto de compartir información o distintos
recursos entre los usuarios y en la gestión colectiva del espacio
común, es cada vez más acusada.
Desde los ya tradicionales “medios de contrainformación”,
muchos de ellos con elementos de autopublicación por parte
de sus usuarios, como kaosenlared.net, portaloaca.org, alasba-
rricadas.org, lahaine.org…, hasta las modernas redes sociales
que permiten la interacción de los participantes de maneras
variadas y crecientemente complejas y ajenas a las plataformas
comerciales (como N-1, la red social ligada al Movimiento 15-
M), pasando por plataformas de Crowdfunding (Goteo.org) o
de facilitación de tareas activistas como la recogida de firmas
(Change.org) y llegando, incluso, a páginas web para compartir
explícitamente los saberes de todos los participantes como el
Banco Común del Conocimiento.
Todo ello embebido, además, por la irrupción del llamado
“software libre” (como el del conocido sistema operativo Linux),
que permite generar colectivamente programas informáticos,
libremente modificables y fácilmente disponibles, al margen
de la industria transnacional del sector. La generación de dicho
software se basa en las siguientes libertades básicas concedi-
das a los usuarios, según formulación de Richard Stallman:
Libertad 0: poder usar el programa sin restricciones.
Libertad 1: poder estudiarlo y adaptarlo a necesida-
des particulares.
69Libertad 2: poder redistribuirlo.
Libertad 3: poderlo mejorar y publicar las mejoras.
Para poder acceder a estas libertades es necesario que el
código fuente, la programación básica efectuada en lenguaje
informático, sea libremente accesible y no venga cifrado o co-
dificado, como en los programas comerciales.
El mecanismo que se usa para garantizar estas libertades es
la distribución del software previa protección por una serie de
licencias específicamente adaptadas a él y que imposibilitan
su apropiación exclusiva por las redes comerciales. Cuando di-
chas licencias, además, permiten la redistribución del software
solo si se garantiza a quien lo recibe las mismas libertades que
las que otorgó el productor del programa, se habla del llama-
do copyleft, en oposición al copyright utilizado en entornos co-
merciales y de software “propietario”.
Dentro de dicho ámbito, el del copyleft, encontramos las
cada vez más populares licencias Creative Commons, que per-
miten compartir y publicar contenidos de todo tipo (textos,
música, imágenes…). Se trata de licencias a la carta, adapta-
bles a las necesidades del autor y a los límites que quiera poner
a las capacidades de uso del contenido por sus receptores. Bá-
sicamente se construyen en torno a tres fáciles preguntas que
ha de contestar el autor de la obra a publicar:
1.- ¿Quieres permitir el uso comercial de tu obra?
2.- ¿Quieres permitir que otros hagan modificaciones a tu
obra?
3.- Y en el caso de que permitas que se hagan modificacio-
nes, ¿quieres que se compartan obligatoriamente de la misma
manera que lo has hecho tú, es decir, con la misma licencia?
Un paso más extremo que el copyleft lo constituye el lla-
mado copyfarleft, como el constituido por la Peer Production
License, en la que, además de lo indicado en el caso de las li-
cencias Creative Commons, el contenido protegido solo puede
ser comercialmente distribuido por empresas dirigidas por los
propios trabajadores, en las que los beneficios son colectivos.
70La importancia esencial de todo este marco de licencias ra-
dica, precisamente, en la posibilidad que inauguran de com-
partir libremente el conocimiento y las obras intelectuales y
artísticas, superando las barreras impuestas por el régimen
de derechos de autor capitalista, al tiempo que se protegen,
en lo posible, las necesidades y los intereses de los creadores.
Además, se trata de un campo de la realidad de creciente im-
portancia en la actualidad y que ha sido generado de manera
colaborativa por innumerables usuarios de internet.
Pero, por supuesto, no todo el mundo del saber tiene direc-
ta implicación con internet. Los espacios de colaboración cog-
nitiva y de aprendizaje mutuo o cooperativo también existen
fuera del mundo “virtual”.
Es más, el tema de la enseñanza colaborativa y autoges-
tionaria es, precisamente, un asunto muy cercano a todas las
tradiciones progresistas e iluministas provenientes del movi-
miento obrero y de los movimientos sociales de los años 60.
Partiendo de experiencias como las de las escuelas liberta-
rias y racionalistas de la España previa a la Guerra Civil (como
la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia en Barcelona o la Es-
cuela Neutra de Eleuterio Quintanilla en Asturias), pasando
por los métodos pedagógicos de Tolstoy en Yasnaya Polyana,
de Paul Robin en el internado de Cempuis, o de Vygostky y
Makarenko en la URSS, para llegar a perspectivas tan variadas
como las de Paulo Freire, Hugo Assmann o la de la escuela de
Summerhill, en los sesenta, la cuestión de la enseñanza partici-
pativa y colaborativa ha estado siempre de actualidad.
Se trata de una enseñanza que huye de las clases magistra-
les y de la diferenciación, en términos de poder, entre docente
y discente, y que se fundamenta en la pedagogía de la colabo-
ración y la experimentación y en prácticas no directivas y de
investigación participativa.
De hecho, hoy en día, se suceden las iniciativas de formación
y enseñanza animadas por ese tipo de perspectivas desde casi
todos los ámbitos. Empecemos por la formación no reglada y
71aprendizaje mutuo como en el caso de proyectos como Nocio-
nes Comunes o la Universidad Nómada, en Madrid; experien-
cias de aprendizaje popular y formación de adultos como en la
Escuela Popular de Prosperidad; grupos de análisis y desarrollo
como el Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión
(ICEA) o el Seminari Taifa, en Barcelona…
Y, también, por supuesto, en la formación homologada por
cauces oficiales, con iniciativas de escuelas libres y libertarias,
como la afamada Paideia, inspirada por Josefina Martín Luen-
go, en Extremadura, o la escuela infantil “Pequeño compañero”
en Villaverde (Madrid).
Además de, por supuesto, las experiencias de autogestión
y enseñanza colaborativa que también se han generado en el
ámbito de la educación pública (pronto desentrañaremos que
se quiere decir con ese concepto), como las llevadas a cabo en
el colegio de primaria Trabenco, o las animadas por redes de
docentes autogestionadas y asamblearias que usan todos los
resquicios que el sistema permite para adentrarse en las pro-
celosas aguas de la colaboración y la pedagogía convivencial
y concienciadora, como la Red IES (Investigación y Renovación
Escolar) o los Movimientos de Renovación Pedagógica (MRP).
Por tanto, pedagogía transformadora, códigos abiertos y li-
cencias libres; contrainformación y textos colaborativos. El co-
nocimiento, siguiendo lo más profundo del lado utópico de la
modernidad, también puede ser compartido.
Veamos algunos ejemplos:
Nodo 50. Contrainformación en la red
http://info.nodo50.org/
Nacido en el año 1994, el proyecto Nodo 50 consiste en un
gran proveedor de servicios de internet, sin ánimo de lucro, ex-
plícitamente ligado a los movimientos sociales.
Ofrece formación, contenidos y servicios comunicativos a
una miríada de casi 1500 organizaciones de España y Latino-
72américa con vocación antagonista y alternativa. Maneja casi
500 listas de correos y más de 3.000 buzones, y en su seno se
desenvuelven al menos 4 radios libres por internet.
En Nodo 50 se alojan organizaciones de lo más variado,
como los portales Alasbarricadas o Kaosenlared, o colectivos
como el Ateneo Libertario Al Margen (Valencia), Andalucía
Acoge, la Biblioteca Popular José Ingenieros (Buenos Aires, Ar-
gentina), el Centro de Documentación y Denuncia de la Tortu-
ra, o el Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo de Cuba.
Ofrece servicios como el acceso a Internet, el diseño de pá-
ginas web, el streaming (audio en la red), registro de dominios
o formación en temas informáticos y programación de apli-
caciones. Un secreto, aunque no lo es tanto: la mayoría de las
iniciativas sociales de las que usted ha oído hablar, probable-
mente se alojan en Nodo 50.
Platoniq y el Banco Común de Conocimientos. Innova-
ción libre
http://www.youcoop.org/
La plataforma Platoniq es una iniciativa dedicada a facili-
tar procesos de cooperación e innovación social distribuidos
por medio de dinámicas, metodologías y talleres, para inducir
cambios culturales en ONG, instituciones, cooperativas o em-
presas del ámbito social.
Se trata de una organización internacional de productores
culturales y desarrolladores de software, pionera en la cultura
copyleft en España. Desde 2003 colabora con el Centro de Cul-
tura Contemporánea de Barcelona.
Ha animado proyectos como la web de crowdfunding goteo.
org o el servidor público de streaming Open Server. Fue la au-
tora de la primera licencia copyleft de uso legal en nuestro país
(Aire Incondicional) en el año 2004, desarrollada para aplicarla
a los contenidos de la exposición del mismo nombre realizada
en el Centro de Arte Stedhalle de Zurich.
73Además, impulsó el Banco Común de Conocimientos, naci-
do en 2006, como laboratorio de educación mutua de ciuda-
dano a ciudadano, integrado en el movimiento internacional
Open Knowledge, que trata de aplicar los principios del soft-
ware libre a las dinámicas colectivas de aprendizaje.
El BCC organizaba acciones y momentos de intercambio
público y presencial de saberes. Una de las experiencias ins-
piradas en él, llevada a cabo en un instituto público de Sevilla
con la colaboración de alumnos y profesores que compartían
mutuamente sus conocimientos, dio lugar al documental La
educación expandida.
Colaboración cultural y software libre. Lo que siempre he-
mos querido, aprender sin trabas.
Escuela Popular de Prosperidad.
La autogestión sostenida
http://prosperesiste.nodo50.org/
Si preguntáramos a alguien conocedor del tema por la ini-
ciativa autogestionaria decana de la ciudad de Madrid, proba-
blemente nos hablaría de “La Prospe”. La Escuela Popular de
Personas Adultas de Prosperidad, nació en el año 1973, ani-
mada por el fulgor participativo que dio vida a las moviliza-
ciones populares en la transición española. Se caracteriza a sí
misma por ser una asociación autónoma de cualquier partido,
sindicato o centro de poder; que se sostiene con las cuotas de
alumnos, monitores, socios y alguna subvención; que funciona
de manera totalmente asamblearia y sobre la base del reparto
del trabajo, tanto pedagógico como del resto de actividades:
contabilidad, limpieza, etc.
Su apuesta pedagógica parte de las doctrinas de Paulo Frei-
re, centradas en la educación concientizadora y en una meto-
dología basada en la participación y no en la competición.
Se trata de estudiar realidades del mundo cercano al aula y
de tomar postura ante los problemas sociales, utilizando me-
74canismos de autoevaluación y coevaluación asamblearia. En
estos momentos (curso 2011-2012) en la Escuela funcionan
los siguientes proyectos: clases de español para inmigrantes,
Grupo de Aprendizaje Colectivo sobre medios audiovisuales
y contrainformación, clases de árabe clásico, clases de Tai-Chi,
Grupo de Apoyo a Sin Papeles, Grupo de Aprendizaje Colectivo
Generos@s (colectivo mixto de estudios sobre el género), AS-
PACEN (grupo de ocio para personas con diversidad funcional
intelectual, Biblioteca, tienda gratis…)
También se realizan charlas, cinefórums, jornadas (como la
Feria del Libro Anarquista de Madrid), excursiones, etc.
Un espacio para todos. Un espacio para aprender tomando
conciencia.
75INTERCOOPERACIÓN:
EL ARMAZÓN DE UN MUNDO NUEVO
Hemos de tener presente que cuando hablamos de auto-
gestión y de cooperativismo estamos nombrando realidades
que, en este momento histórico, funcionan en el seno del úni-
co mundo que existe a nivel global: el Mercado Capitalista. Se
trata de autogestión, sin duda, pero nos referimos a islotes de
autogestión insertados en un contexto sometido a la acumu-
lación del capital y a la competencia con las empresas transna-
cionales.
La autogestión, en estas circunstancias, tiene sus límites y
sus dificultades. Sería realmente extraño que los grandes cir-
cuitos capitalistas internacionales, que ahogan y exprimen en
lo posible a la pequeña y mediana empresa local, fuesen mu-
cho más caballerosos con quienes, precisamente, experimen-
tan con formas de organización que les hacen innecesarios.
Así, la conformación de estos laboratorios de trabajo coope-
rativo y propiedad colectiva se enfrenta a numerosos proble-
mas: desde, como ha sucedido en el caso de algunas empresas
recuperadas argentinas, negativas directas a comerciar o pro-
veer de materias primas a los cooperativistas, a formas más su-
tiles de presión que buscan desplazar del mercado a posibles
competidores.
Un mercado, el mediado por la acumulación inmisericorde
de capital, en rápida transformación y capaz de generar fe-
nómenos, como la subcontratación, que afectan también de
lleno a la actividad cooperativa. ¿Es realmente independiente
y autónoma una organización productiva que, pese a mante-
ner esquemas de igualdad en su interior, produce únicamente
para cadenas de valor que la sobrepasan y que pueden impo-
nerle formas de autoexplotación descarnadas?
Así, el campo de la externalización de funciones sobre sub-
contratas y falsos autónomos ha sido también experimenta-
do sobre las cooperativas. E incluso, sobre falsas cooperativas
76construidas ad hoc para hacer ver como autoempleo lo que
realmente era trabajo por cuenta ajena, pero con sus derechos
cercenados.
Y no solo eso. Además hay que tener en cuenta que el Esta-
do, que hoy en día está, cada vez más claramente, en manos de
los lobbies de la gran empresa y de las redes globalizadas de
las finanzas, tampoco parece tener, al menos en nuestro mun-
do cultural más cercano, mucho interés en fomentar la produc-
ción autogestionada.
Es por ello que, en un entorno hostil y poco favorable, las
empresas de que hablamos, abandonadas a su suerte, parecen
tener pocas opciones de sobrevivir, y aún menos de desarro-
llarse.
La salida a estos bloqueos es, como siempre, el apoyo mu-
tuo: generar mediante la intercooperación, lo que ya vimos
que era un principio esencial para las cooperativas, un espacio
económico propio que permita sobrepasar los límites que ya
hemos narrado.
Si se consiguiera generar un mercado propio, con sus pro-
pios principios, valores y reglas, para toda esa “economía solar”
que, como una mancha de aceite empieza a derramarse por el
conjunto social, sería posible pensar en la construcción de una
alternativa global a la dictadura económica del Capital en que
vivimos.
Una alternativa que puede configurarse en torno a diversos
modelos, más o menos centrados en la intervención regula-
dora de la comunidad general democráticamente organizada.
Hablamos, por supuesto, de una democracia con una textura
basada en el poder directo y participativo de la sociedad, pero
que está construyéndose en estos momentos mediante nume-
rosas experiencias de intercooperación que empiezan a irrum-
pir con fuerza en la vida pública de nuestro país.
¿Modelos para una sociedad autogestionaria? Pensemos
que tincluso dentro de las mismas construcciones doctrinales
del sindicalismo revolucionario ibérico, siempre predispuesto
77históricamente a implementar la cooperación desde la base,
ha habido líneas plurales en�������������������������������������
torno a como estructurar la salvífi-
ca “sociedad futura” por la que se estaba peleando.
Así, junto a la “concepción confederal del comunismo liber-
tario”, por ejemplo, aprobada por el Congreso de Zaragoza de la
CNT de 1936, basada en la sustitución del Estado y el mercado
por las estructuras sindicales, pivotando sobre la planificación
participativa y el asambleísmo local, podemos encontrar otros
discursos, como el del economista libertario Abraham Guillén,
más centrado en la coexistencia de un mercado de coopera-
tivas y emprendimientos autónomos (que permita evitar los
problemas de la planificación centralizada y d����������������
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mayor flexibi-
lidad a la asignación general de los recursos de la economía),
junto a la conformación de “mecanismos correctores” erigidos
por la comunidad general para que los “perdedores del mer-
cado” (si hay mercado hay competencia, y si hay competencia,
unos ganan y otros pierden) puedan acceder a servicios colec-
tivos, así como a ayudas para iniciar su nueva andadura pro-
ductiva, y no se vean expulsados de la vida social y económica.
Pero, por supuesto, estos son modelos clásicos, imaginados
para estructurar una sociedad en su conjunto. Las experiencias
actuales son mucho más modestas, pero muy reales: labora-
torios de intercambio autogestionado como los Mercados So-
ciales puestos en marcha por la Red de Economía Alternativa y
Solidaria (REAS), tentativas de construir un espacio económico
integrado y claramente animado por una concepción holística
de la vida, tanto productiva como personal, como las Coope-
rativas Integrales, y hasta la conformación de ámbitos de rela-
ción mutua mediados por la utilización de monedas propias, o
por el intercambio directo mediante el trueque, de habilidades
y trabajo, los llamados “Bancos de Tiempo”.
Se trata de espacios conformados por varios emprendimien-
tos autogestionados, o incluso autónomos, donde todos ellos
intercambian productos y servicios, procurando mantenerse
al margen de las dinámicas del mercado global circundante.
78Esto permite, además, la utilización cada vez más acusada de
los recursos locales, favoreciendo la soberanía alimentaria y el
respeto al medio ambiente.
Combinados con otros instrumentos como las cooperativas
de crédito o la banca ética (Fiare está a punto de convertirse
en la primera entidad social con ficha bancaria en España, lo
que le va permitir, también, comercializar productos como las
cuentas nómina) que facilitan la utilización de los posibles ex-
cedentes para la financiación de proyectos que aumenten el
volumen y la articulación del mercado solidario en cuestión,
las posibilidades que se abren, pese a la situación general de
colapso de la economía, son claras, y permiten plantearse si, en
el mercado capitalista, hay muchas actividades que no se lle-
van a cabo hoy día, no porque no sean rentables en términos
sociales (es decir, que permitan mantener los puestos de tra-
bajo y una vida social de calidad), sino porque, precisamente, a
los grandes capitales les resulta más fácil trasladar sus inversio-
nes a otros lugares donde la hiperexplotación del trabajo y las
posibilidades de convertir los problemas medioambientales
en “externalidades” generan una mayor tasa de rentabilidad,
artificialmente hinchada.
Y además, hay más mecanismos para articular y favorecer
el intercambio mutuo entre las entidades participantes en un
mercado social o espacio similar, como los llamados LETS (Lo-
cal Exchange Trade System) o monedas sociales. Se trata de
mecanismos de utilización de una moneda propia en el tráfico
interno, permitiendo eliminar costes de transacción y favore-
ciendo el negocio propio.
Una estrategia con ilustres precedentes, como el de las
monedas locales puestas en marcha por numerosas colecti-
vizaciones agrarias durante la Guerra Civil, y con amplias ma-
nifestaciones actuales como las del Boniato (Mercado Social
de Madrid) o el Eco (Cooperativa Integral Catalana), así como
otras en lugares como Murcia, Granada, etc.
79Las perspectivas ideológicas, y aún filosóficas, que susten-
tan estas experiencias son de lo más variado y, en la mayoría de
los casos, también enormemente plurales en el interior de los
mismos proyectos. Desde los acercamientos de la Economía
del Bien Común popularizada por Christian Felber, el econo-
mista alemán de ATTAC, a las perspectivas holísticas y casi espi-
ritualistas de la denominada “Revolución Integral”, puestas en
boga por la Cooperativa Integral Catalana, pasando por la to-
talidad de las aproximaciones de ese magma heterogéneo que
conforma, hoy en día, la textura ideológica de los movimientos
sociales (libertarios, marxistas heterodoxos, autónomos, eco-
logistas, cristianos de base, altermundistas, ecosocialistas…).
En muchas ocasiones, lo cierto es que no sabríamos siquiera
como definir desde las “escuelas” básicas del pensamiento del
siglo XX, una amalgama creciente que está, ahora mismo, pre-
figurando y labrando en el día a día el pensamiento innovador
del siglo XXI.
Lo que sí debe quedar claro es que las iniciativas autoges-
tionarias difícilmente pueden sobrevivir, o mantener sus ras-
gos esenciales, en situación de total aislamiento. Las fuerzas
del mercado circundante son enormes, y su capacidad de ab-
sorción de la “herejía” también lo es. La única posibilidad para
la cooperación productiva es, precisamente, proliferar, crecer,
desarrollarse. Y aumentar la densidad interna de sus redes pro-
pias y las interdependencias e interconexiones de su mundo.
Se pueden ensayar múltiples maneras de generar ese tipo de
vitalidad: las monedas sociales, la financiación cruzada, las
centrales de compras colectivas, la intercooperación. Lo que
no cabe duda es que, en ello, se juegan muchas de las posibi-
lidades reales de constituir, desde hoy mismo, una alternativa
global al mundo del mercado y del Estado capitalistas.
Por supuesto, eso nos lleva también a la cuestión, también
central, de la relación del mundo autogestionario con el exte-
rior, con los movimientos sociales, con las luchas hoy generali-
zadas de gran parte de la población por sostener los servicios
públicos esenciales, por detener los recortes impuestos por la
80Troika, por abrir la posibilidad de una profundización demo-
crática y social. De ello hablaremos en el siguiente apartado.
De momento, veamos también, con un poco más de detalle,
algunas experiencias de intercooperación:
La Red de Colectivos Autogestionados (R.C.A). Más allá
de lo estatal
http://www.redautogestion.com/
Constituida el 25 de marzo de 2012 en Madrid, al calor de las
movilizaciones en celebración del aniversario del 15-M, la RCA
tiene como fundamentos la libre asociación y el apoyo mutuo.
Conformada por una amplia serie de colectivos autogestio-
nados de ocio, salud, alimentación, hostelería, servicios y cons-
trucción, como: la distribuidora de bebidas y productos hos-
teleros Madera & Lúpulo, la cooperativa de reparaciones del
hogar y de locales Oceano Red de Servicios, la Red de crianza
compartida de Madrid o la marca de cerveza artesanal Venes,
la RCA está enfrascada en la conformación de un directorio de
iniciativas y cuenta con un banco común de recursos y conoci-
mientos con un fondo colectivo descentralizado.
Para pertenecer a esta Red, es necesario formar parte de una
entidad que no perciba subvenciones públicas, no lleve a cabo
la explotación de trabajadores asalariados y tome como finali-
dad la transformación social.
El Mercado Social de Madrid. La Capital se mueve
http://www.konsumoresponsable.coop/mercado-social-
madrid
Impulsado por la Red de Economía Alternativa y Solidaria
(REAS), el MSM se define como una red de producción, dis-
tribución y consumo de bienes y servicios que funciona con
criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios, consti-
tuida por empresas y entidades de la economía social y soli-
daria, junto con consumidores y consumidoras individuales y
81colectivos.Su objetivo, pues, es que la red constituida permita
cubrir una parte significativa de las necesidades de los parti-
cipantes y desconectar la economía solidaria de la capitalista,
tanto como sea posible.
Forman parte del MSM empresas productoras de bienes y
servicios, distribuidoras, tiendas de comercio justo, redes de
intercambio, así como consumidores individuales y colectivos.
Pongamos ejemplos: el Mercado cuenta con la presencia de
iniciativas como Ideas Comercio Justo (venta on line), Garaldea
(artesanía), Aasgard Solar (fontanería y calefacción), Cronopios
(enseñanza de idiomas), Freepress (diseño gráfico y editorial),
Traficantes de Sueños (Librería y editorial), Ecosecha (produc-
ción, distribución y venta de productos de agricultura ecológi-
ca) y muchos más. El MSM da preferencia al consumo interno y
a la igualdad y el funcionamiento democrático entre los parti-
cipantes de la red.
En el interior de este proyecto se funciona con una mone-
da social (el Boniato), que se crea y se destruye en función de
la actividad económica real que se da entre los participantes.
De hecho, los consumidores adscritos al Mercado, reciben con
cada compra a una entidad miembro, una bonificación en mo-
neda social que podrán utilizar en operaciones subsiguientes.
La gestión de la moneda se realiza mediante procedimientos
electrónicos, y la misma no produce intereses, teniendo una
correspondencia de 1 a 1 con el euro.
Así mismo, el MSM lleva a cabo procedimientos de “audito-
ría social” de las entidades participantes, en torno a criterios
como la gestión sin afán de lucro, el arraigo en el territorio, la
intercooperación, las condiciones laborales dignas, el uso de
licencias libres, etc.
Toda una arquitectura para una nueva comprensión del fe-
nómeno económico, más relacionado con el bienestar social
que con la acumulación sin fin.
82La Cooperativa Integral Catalana. Una apuesta holística
http://cooperativa.cat/es/
Iniciada con la participación del activista Enric Durán, el
llamado “Robín de los Bancos”, que saltó a la palestra pública
tras practicar una acción de desobediencia económica con-
sistente en obtener préstamos por valor de 492.000 euros de
entidades financieras, para denunciar la burbuja inmobiliaria
y las malas praxis de los bancos, y dedicarlos a la publicación
de los periódicos Crisi y Podemos, destinados al fomento de la
discusión sobre las alternativas al sistema, la Cooperativa Inte-
gral Catalana se define como “una iniciativa en transición por
la transformación social desde abajo, mediante la autogestión,
la autoorganización y el trabajo en red”.
Conformada directamente por, al menos, 1200 personas, la
CIC está ligada también al centro Aurea Social, un local de Bar-
celona dedicado a la puesta en marcha de proyectos sociales
y autogestionarios, como el Centro de Autogestión Primaria
de Salud (CAPS), que practica la denominada “holomedicina” o
una Oficina de Vivienda que asesora sobre la ocupación de in-
muebles vacíos, la cesión de uso (se pretende crear un parque
colectivo de vivienda hipotecada que ceder en alquiler a los
socios), la masovería, la autoconstrucción, las caravanas auto-
suficientes o la repoblación de pueblos abandonados.
La concepción central en el ideario de la CIC es la de tratar
de generar una dinámica conjunta de las iniciativas asociadas
que permita “salir del sistema, en lugar de ir contra él”. Esta fi-
losofía se ha ligado, también, a una perspectiva holística y de
conjunto que, en el entorno de la cooperativa, se conoce como
la “Revolución integral”.
El funcionamiento de la CIC es asambleario, utilizándose
preferiblemente el consenso. Todos los acuerdos tomados pre-
viamente son revocables, y se realizan Jornadas Asamblearias
itinerantes entre los distintos núcleos locales asociados.
En los intercambios internos de la cooperativa se utiliza una
moneda social, el Eco, y forman parte de ella numerosas inicia-
83tivas autogestionadas, oficinas de desobediencia económica y
trabajadores autónomos, estructurados en Ecoredes y Núcleos
de Autogestión Local.
A los socios autónomos se les ofrece la posibilidad de usar
un CIF colectivo (a nombre de la cooperativa) y de poder fi-
gurar como empleados de la misma, a efectos de Seguridad
Social.
La CIC también cuenta con una bolsa de trabajo, una cen-
tral de pedidos común y servicios informáticos, y se encuentra
ligada a la Cooperativa de Autofinançament Social en Xarxa
(CASX), una cooperativa de crédito que otorga préstamos sin
intereses a proyectos sociales y autogestionados.
Una propuesta de transformación holística y global para
quienes quieren construir su realidad al margen del sistema.
La Xarxa de Economía Solidaria de Catalunya (XES).
Alternativas en red
http://www.xes.cat/
La XES encuentra su origen en un proceso de intercambio
iniciado a mediados de los noventa entre cooperativas catala-
nas y brasileñas y forma parte de la Red Global de Socioecono-
mía Solidaria. Su constitución data del año 2003.
Impulsa el balance social, la economía solidaria, la intercoo-
peración, la creación de un mercado social y la vinculación con
los movimientos sociales. Desde su perspectiva “la economía
solidaria no es la Solución, en mayúscula, que nos permitirá
alcanzar un sistema económico más justo, democrático y sos-
tenible, si acaso es tan solo una parte que convendrá trabajar
solidariamente con las otras”. Sus planteamientos pueden ras-
trearse en el libro Hi ha una economía que ès solidaria, editado
en 2009.
Forman parte de ella entidades como Arç Consumo Res-
ponsable, la Fundació Arrels (de personas sin hogar), Attac
Catalunya, Biciclot (actividades y servicios para la promoción
84y uso de la bicicleta) o el Col.lectiu Ronda (asesoría jurídica, la-
boral, económica y social).
Ha colaborado en la edición de libros con la Editorial Icaria,
de Barcelona, y con Norda Comunidad, de Montevideo.
Según el balance social realizado en 2010, el 47% de los
miembros son cooperativas de trabajo asociado y hay un 74%
de mujeres en los cargos directivos de las entidades socias. La
banda salarial de los participantes en los distintos proyectos se
mueve entre 1: 1 y 1: 1,59.
En 2011 lanza una experiencia piloto de Mercado Social Ca-
talán, con la participación de 50 empresas y entidades, como la
mensajería Trévol o el periódico La Directa, en la que se utiliza
una moneda social, el Ecosol.
Alternativas, pues, en todos los ámbitos, buscando la con-
fluencia, buscando los abrazos.
85RECAPITULANDO:
LUCHAS, COMUNES, AUTOGESTIÓN
Los proyectos autogestionarios, decíamos, enfrentan nume-
rosos problemas. Problemas de financiación, de organización,
de relaciones internas, de adaptación a una sociedad cambian-
te y a un mercado voraz.
Porque, al fin y al cabo, la autogestión de que hablamos su-
cede en un momento, en un lugar y en un mercado concretos.
Un momento de crisis, un lugar que está en el centro del
torbellino de la deuda, un Mercado Capitalista al borde de la
implosión.
No se trata, pues, de dilucidar cuales son los problemas abs-
tractos para una práctica autogestionaria ahistórica o ideal,
sino de saber cuáles son las líneas de fuerza que, en la realidad
material de hoy en día, limitan o hacen avanzar proyectos y
experiencias con nombres y apellidos.
Y esa realidad práctica de nuestro tiempo, volvamos con ello
a la introducción de este texto, está marcada por la crisis.
Una crisis que, por supuesto, implica muchas cosas: dificul-
tades en la financiación, ya lo hemos dicho, desarticulación de
la demanda agregada, (quién va a consumir los productos),
paro rampante, amenazas de desmantelamiento de las estruc-
turas básicas de bienestar social que, como el mecanismo de
capitalización de la prestación de desempleo, pueden afectar
también directamente a la experiencia cooperativa, etc.
Y quien dice crisis, dice conflicto, enfrentamiento entre pro-
yectos distintos y antitéticos de sociedad. Están los recortes y
el vértigo de la deuda. Están los intereses de los acreedores y
su perentoria manera de imponerse. Y están también las luchas
sociales. Las resistencias de las multitudes, de los trabajadores,
de las clases subalternas.
Que la autogestión de que hablamos sucede en un tiempo,
un lugar y un mercado concretos, nos obliga también a encarar
86su relación con todas esas líneas de fractura. A tomar partido,
en definitiva. A comprometerse.
Pues si bien solo la intercooperación puede reforzar y ha-
cer viable a largo plazo la tendencia cooperativa que ahora
embarga a parte de nuestra sociedad, lo cierto es que dicha
intercooperación solo será plausible en el marco de una vincu-
lación directa con el conjunto de las necesidades y luchas de
una comunidad harta de recortes e imposiciones.
No es solo que las luchas, fijémonos en el 15-M o en las Ma-
reas de lo público, han adoptado una clara vertiente asam-
blearia y de fomento de lo autogestionario. Es que, además, el
reforzamiento del “Moloch” de la deuda y la desestructuración
social que acompaña su despliegue solo favorecerá a largo pla-
zo al más fuerte, al que cuente con más recursos. Y eso no es,
en estos momentos, la “economía solar”.
Solo desde la cooperación y el apoyo mutuo con el conjunto
de las luchas sociales, con el proyecto de transformación de-
mocrática que empieza a apuntarse en el imaginario social, la
autogestión podrá ser algo más que una actividad marginal o
moda pasajera para jóvenes con una determinada estética.
Frente al aislamiento, el encapsulamiento y la autoreferen-
cialidad, la única alternativa para la autogestión pasa por coo-
perar y extenderse, convertirse en una clave utilizable mucho
más allá de su punto de partida original, en una herramienta
capaz de dotar de densidad a una sociedad enfrentada a la ur-
gencia de hacer valer su cosmovisión democrática frente a la
dictadura financiera del 1%.
Y eso nos encamina a un asunto central respecto a las luchas
que se están dando en nuestro mundo: la desposesión de lo
público. Porque la tendencia al desmantelamiento del “Estado
del Bienestar”, a las privatizaciones y a la degradación y exter-
nalización de los servicios esenciales gestionados por lo públi-
co, es una de las principales líneas estratégicas de la oligarquía
financiera global.
87Defender lo público es, en estas condiciones, algo esencial.
Y ello aunque se puedan criticar sus formas de organización y
su dependencia directa de un aparato estatal que, convenien-
temente asaltado gracias al dinero y al engaño, ha sido puesto
al servicio de los poderosos.
Porque, como afirma Ane Varela, investigadora de la Funda-
ción de los Comunes, la gente sabe que defiende cuando de-
fiende lo público. Y no es exactamente lo estatal sino lo común.
Y las multitudes que luchan y que reclaman una democracia
real y el fin de los recortes dotan a lo público, en su actuar y en
su imaginario, del contenido que realmente debería tener: lo
colectivo, lo común, lo apropiado por el conjunto de la socie-
dad, lo gestionado por todos.
Hay perspectivas y experiencias que también alimentan
esas tendencias:
Desde la pervivencia de montes comunales (jurídicamente
públicos en la actualidad, y por tanto sometidos a la amenaza
de su privatización, pese a sus formas específicas de gestión)
a los experimentos vivos de control y desarrollo colectivo de
propiedades formalmente estatales, como el Colegio Trabenco
en Leganés (Madrid), o reconocidos por el Estado, como el Tri-
bunal de las Aguas de Valencia o los concejos de determinadas
entidades locales menores.
Se trata de lo que se ha venido denominando como los
“comunes”, de los que hablaba la Premio Nobel de Economía
Elinor Ostrom. La propiedad colectiva de una determinada
comunidad, gestionada de forma participativa y sostenible
por los directamente afectados. Y recordemos que, en nuestra
realidad concreta (un tiempo, un lugar, un mercado, no cejare-
mos en decirlo) su supervivencia está ligada a la narrativa de lo
público y de la resistencia a su desposesión.
Dar la batalla para defender lo público es exigir, al tiempo,
su transformación en común. La radical mutación de sus for-
mas de gestión y de sus finalidades directas para construir, por
ejemplo, una educación y una sanidad colectivas y participati-
88vas. Permitir el desmantelamiento del “Estado de Bienestar” y
de los servicios sociales esenciales con la excusa de su perte-
nencia a la maquinaria estatal no es más que facilitar el saqueo
último de lo que es de todos. La otra alternativa es, precisamen-
te, reapropiárselo convertido en común, que es exactamente
lo que la gente quiere decir cuando habla de lo “público”, lo
que construye de hecho cuando lo ocupa o lo defiende frente
a los Fondos de Inversión o los tiburones transnacionales.
Así pues, resistamos las tentaciones al idealismo abstracto y
fijémonos detenidamente en lo que ocurre en nuestro tiempo,
nuestro lugar, nuestro mercado. Es aquí donde la autogestión
empieza a constituirse como una alternativa viable frente a la
crisis, al empobrecimiento y a la desposesión.
Por tanto, intercooperación, defensa de los “comunes”, arti-
culación con las luchas sociales. Solo extendiéndose e interco-
nectándose con las necesidades, cada vez más perentorias, de
una sociedad en transformación acelerada, podrá la “economía
solar” convertirse en el armazón de una alternativa global al
mundo en que vivimos.
Mientras tanto, y sin ir tan lejos, pongamos el foco sobre las
múltiples experiencias que hemos adelantado en este texto.
Son ejemplos vivos de que una economía distinta, y una forma
distinta de organizar la convivencia, son posibles. De que se
puede, también, encarar la crisis de otra manera. De que coo-
perando, las gentes del común pueden sobrellevar los más du-
ros trances.
Frente a la explosión del desempleo, frente a la década per-
dida que ha provocado el exilio económico de los jóvenes y el
abandono de un capital humano imprescindible para construir
una alternativa, lo cierto es que la autogestión puede ser una
dinámica a recuperar para afirmar la solidaridad como elemen-
to fundante de un camino colectivo que inicie el proceso de
transición ineludible a un orden social distinto.
Los tiburones financieros, la casta política y cultural man-
dante nos han encarado, mediante una monumental estafa,
89a un futuro de pérdida de derechos y de sobreexplotación y
autoritarismo. La alternativa real, la viva, es la que están cons-
truyendo día tras día los miles de proyectos y experiencias que
animan esta nueva “economía solar”. Nos hubiera gustado pre-
sentarlos a todos, pero el espacio y la rápida sucesión de nue-
vas iniciativas, nos lo impiden.
Esperamos que este somero recorrido por la autogestión
viva haya animado al lector y a la lectora a iniciar sus propias
aventuras. En eso consiste, en tomar la iniciativa.
El Colegio Público Trabenco. Una experiencia del común
http://www.trabenco.com/
Nacido en 1972, en los bajos de una cooperativa de vivien-
das de una localidad del sur proletario de Madrid, llamada Le-
ganés, el colegio Trabenco (TRABajadores EN COmunidad), se
planteó solucionar la falta de plazas escolares en la zona, trans-
formando, al tiempo, la forma de entender la educación.
El Colegio se precia de ser una comunidad donde los prota-
gonistas (alumnos, profesores y familias) participan de forma
activa, para implementar objetivos como la formación integral
de los alumnos, el desarrollo profesional de los maestros y la
elevación cultural y humana del barrio.
La Administración educativa terminó por darle condición de
colegio de titularidad pública, trasladándose su sede al edificio
actual, que fue construido por la misma Administración con la
colaboración de las familias de los alumnos.
Es un colegio que ha participado asiduamente en todo tipo
de proyectos de innovación pedagógica, desde principios de
identidad declarados como la libre expresión y la creatividad
de los miembros de la comunidad educativa, la actitud crítica,
la responsabilidad y solidaridad, la valoración de la diversidad,
el aprender investigando y la gestión democrática y participa-
tiva.
90La asamblea de aula, de hecho, constituye en Trabenco uno
de los ejes organizadores del día a día, y la asamblea general
de la Comunidad, el mayor órgano decisorio.
La evaluación del desempeño educativo se entiende, en el
marco de esta experiencia, como un proceso continuo en que
prima la autoevaluación, y donde no hay exámenes, notas rígi-
das, ni boletines cerrados.
Así pues, en Trabenco, y en iniciativas semejantes, vemos
como lo público también puede ser lo común.