Sociedad Vs. comunidad. La teleología Vs. la raíz del cambio

Inicio del ciclo de reflexiones en torno a la democracia comunitaria.



SOCIEDAD VS. COMUNIDAD:
LA TELEOLOGÍA VS. LA RAÍZ DEL CAMBIO
Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)

Las reflexiones sobre el sujeto de la revolución parecen situarse (o reducirse) a las condiciones específicas de una época o de un modo de producción, lo que puede ser insuficiente para entender la dimensión más profunda de su rol concreto ante las tareas de liberación o de transformación social.
Produce la impresión de reduccionismo cuando se analiza el ser humano o las personas en función de su posición en la estructura social, por ejemplo, el oprimido. Se trata de un rol, que aunque objetivo, sigue siendo una manera parcial de comprenderlo, aún el concepto de pobre, ambas condiciones no esenciales, en las cuales han sido puestas esas personas por los propietarios, los poderosos, en fin, el sistema imperante.
Aunque se reproduzcan o presenten ciertas modificaciones, esos roles o condiciones son en realidad la manifestación de una pérdida, de algo esencial, que no es solamente la libertad, sino algo más profundo: el ser.
La identidad de las personas no es posible entenderla solamente en sus características circunstanciales, pues se trataría de identidades contingentes, temporales, sino que hay que remontarse a lo perdido, lo robado, que es el carácter gregario, comunitario del ser humano.
El oprimido, en general, sólo puede serlo cuando se desgrana el ser social, se aniquila el carácter gregario para establecer la separación individual, base ideológica de la relación con los dioses y con el estado, de ahí viene el concepto de ciudadano, un ser aislado de los otros que establece relaciones directas con el estado, que le garantiza su existencia individualista sobre la base de una maraña legalista que protege sus deberes y derechos.
La forma de pensar y entender el ser
Las maneras de usar el pensamiento para captar al ser se basan en mecanismos de racionalidad instrumental, donde el capital ve a las personas en torno a tareas que aumenten las ganancias y los revolucionarios las ven en torno a las tareas que modifiquen las estructuras. Es racionalidad instrumental, uso estricto de la lógica finalística (teleológica) el articular mentalmente a las personas en función de diseños probables y argumentados para orientar las conductas en pos del objetivo trazado.
Las vanguardias, en tanto intelectuales colectivos, pecan de ello, veamos pues como opera ese mecanismo interpretativo:
La razón es el dios de la modernidad, que sustituye la creación y el orden divino por la capacidad mental de articular estructuras y pasos que visualizan hacia delante los derroteros para alcanzar metas prefijadas, lo que en otras palabras, como en el arte de la guerra, se denomina táctica y estrategia, donde los pasos tácticos, variables según las circunstancias y modificaciones diversas, se encaminan hacia una ruta estratégica aprehendida por la lógica y a la cual hay que someterse para asegurar el resultado enunciado.
La tesis llamada marxista, una de las interpretaciones de algunas obras o pensamientos de Marx, toma los mismos elementos presentes en el diagnóstico de la realidad y planea modificar su posición, tipo modificaciones de las correlaciones de fuerzas, de la hegemonía, etc. Para ello se basa en la caracterización de las clases como elemento determinante del sujeto objetivo de la contradicción dialéctica, otra modalidad de la lógica para operar la interpretación. Y así.
De repente podemos tomar noción de que esos mecanismos interpretativos, analíticos, lógico-racionales, circulan en los planos de la estricta intersubjetividad, o sea, en el terreno de los intercambios argumentativos basados en lo que denominamos ciencia, el non plus ultra de la racionalidad, y ya no es difícil percibir que se reducen a los que pueden descifrar los símbolos que circulan entre iniciados, y si abrimos la sensibilidad junto al espíritu autocrítico, podemos vernos como miembros de una elite pensante, cómplice del robo histórico del arte del pensamiento de la vida en común.
Es como el arte, que antes era compartido, en su creación y actuación, por el conjunto, sin diferenciarse los artistas del público, pero en la medida que surge la capa dominante de los señores patriarcas, poco a poco fueron sustrayendo del mundo de la vida las manifestaciones artístico-culturales para su solaz privilegiado, aunque no consiguieron plenamente acabar con la creación cotidiana de la gente común, que presenta rasgos que identifican comunidades enteras enlazadas más por la circulación de lo cultural que por las ataduras estructurales, lo que explica que comerciantes mapuche estén más cerca de la dinámica de reconstrucción de pueblo nación que por el mercado, lo que también sucede con algunos empresarios vascos.
El pensamiento, su uso y sus resultados acumulados, ha seguido el mismo camino del arte, separado de la cotidianeidad y radicado en la elite, con grandes escollos para el desarrollo del pensamiento popular, entre ellos la ideología, sistema formalizado y convencional de organizar las ideas, valores y hasta los sentimientos, instrumento fundamental para subordinar a la población a seguir caminos predeterminados. Pesa enormemente en los revolucionarios la ideología valórica del humanismo, por ejemplo, conjunto de definiciones que pretenden caracterizar el ser humano en categorías lógicas y factibles de ser argumentadas para defensa de las estructuras. La psicología ha seguido el mismo camino, encerrando el análisis en el contexto transitorio del homo familias con la pretensión de que el ser humano “es así”.
El determinismo ha sido el golpe de gracia de la racionalidad estricta al interior del campo autoidentificado con las aspiraciones emancipatorias, limitándolas al sentido y ritmo de las contradicciones comprensibles por la mente. Ya no es un dios el que determina nuestros destinos, sino el sometimiento a las regularidades de la ciencia, bajo el pretexto de que hay que conocerlas para usarlas.
Los soviéticos cuestionaron todo lo que afectara la comprensión determinista, realista y objetivista de lo histórico-social-cultural. Odiaron la irracionalidad de diversos autores, anatemizaron el existencialismo, el surrealismo y el psicoanálisis, así como todo lo que escapara al control de la lógica con que debe operar el poder, y eso no ha sido observado consecuentemente por los críticos del capitalismo de estado, más preocupados de limar las deficiencias del modelo que escarbar y sacar a la luz los problemas de fondo.
La racionalidad instrumental es la técnica aplicada al arte del pensamiento para subordinar los engranajes que se van instalando en las mentes de la gente por vía de la educación y demás mecanismos de reproducción cultural e ideológica.
Romper con los esquemas deterministas y de la Racionalidad Instrumental
Si la emancipación será tarea de los propios oprimidos, se hace necesario ver como ellos se re-posesionan del arte del pensamiento, sin tener que sentirnos en la obligación de trasladar hacia ellos nuestras maneras de interpretar y menos aún los resultados de las interpretaciones históricas efectuadas, ya que el sujeto comunitario en su momento tendrá que hacer re-lecturas de todo ello, con lo que se hace superfluo operar conceptos fijos en el día de hoy.
Primer Problema: El Sujeto Epistemológico
Se refiere al sujeto pensante-conocedor, que de los actuales miembros de elite, debe pasar a ser la comunidad viviente, lo que lleva a imaginar que antes de continuar es necesario invertir esfuerzos en la construcción de colectivos y experiencias con capacidad de asumir por sí mismos –construir o recuperar– una cosmovisión donde interpreten el mundo a su manera, rechazando las ilusiones voluntaristas de establecer un pensamiento homogéneo, un sistema de interpretaciones y de ideas que reflejen a todos o a muchos en renovadas intentonas de fijar el derrotero de la humanidad.
Entender la diversidad significa golpear sobre nuestros propios esfuerzos de proyectar una línea común de organización y lucha de resistencia, aunque parezcan diluirse en conceptos como “coordinaciones”, “intercambios”, etc. Asumir la diversidad significa de plano poner en cuestión la validez de nuestras propias interpretaciones entendiendo que pueden modificarse al día siguiente y que deben entrecruzarse con otras visiones que son tan válidas como las nuestras. Eso es lo difícil, lo que nos dice que el mayor problema está en nosotros y no en los otros. Nos han acostumbrado a ser nuestros propios espejos, donde el valor de los resultados lógicos aceptados por nuestra racionalidad nos inflaman de criterio de verdad, no siendo más que nuestra caída al pozo de los elegidos y manifestaciones ocultas de nuestras vocación de narcisos o aún de Dorian Gray, donde iremos muriendo de a poco en la misma medida que hacemos nuestro retrato por fuera, cuya fealdad nos reflejará por entero.
Segundo Problema: Sujeto Individual o Sujeto Nosotros
No es posible hablar en estos momentos históricos de vivir en “sociedad” lejos de nuestra raíz comunitaria, de un sujeto social en abstracto, la sociedad abstracta, sino sólo en términos concretos, es decir, personas que se vean y puedan tocarse en lo cotidiano, lo que argumenta la necesidad de la recuperación del carácter gregario, comunitario, que se ha perdido desde la división de la “sociedad” que puso fin a la vida comunitaria estableciendo las convenciones de la familia, estado, etc. Si la tarea no es hacer otro estado, sino más bien avanzar directo al comunismo, entendiendo que se trata de una de las categorías o hipótesis para el cambio, la construcción de sujetos gregarios o grupales concretos autónomos y autogestionarios ya no es sólo un problema de fuerza o de contrapoder para acabar con el poder, sino que se trata de la
construcción simultánea de la nueva-vieja forma de vivir, las nuevas-viejas relaciones comunitarias, base del tejido que se impone en cada localidad sobre el poder establecido, o mejor dicho de las expresiones del poder que se manifiestan en ese espacio. Esa forma de vivir desde la cotidianeidad, en la medida que porta y se asienta en relaciones ya no más “sociales”, sino comunitarias, se aniquila a si misma como la crisálida abre paso a la mariposa. No en vano el Che nos dejó el legado conceptual de lo que nunca alcanzó a ver:
el socialismo cotidiano.

Tercer Problema: El Sujeto Emancipatorio

No siendo posible ni necesario hablar de sujeto revolucionario en términos estructurales o de acumulación de fuerzas, sino de sujeto nosotros en proceso de reconstrucción de su carácter esencial robado: la vida en comunidad, el sujeto emancipatorio viene siendo ese sujeto comunitario, donde la cosmovisión es el desarrollo de una subjetividad acorde con ese proceso y ya no más en función de objetivos definidos previa y teleológicamente por vía intelectual o racional-lógica importados del Olimpo. Lo social-no social concreto, recuperando su carácter de sujeto pensante, se re-posesiona de la subjetividad, que amolda, porque lo representa, a su entorno de nuevas relaciones, cuyo entrecruzamiento genera nuevas sensaciones y comprensiones que tejen una realidad tan concreta que la ideología pierde el sentido y ya no es más posible argumentar para re-direccionar las posturas. He ahí el concepto del Buen Vivir. Así la transición no se refiere al cambio económico, sino a la cotidianeidad, ya que esta última contiene también la nueva economía, que deja de ser función del estado centralizado.
Así el sujeto emancipatorio es un sujeto en constante proceso de autoconstitución de si mismo, donde lo objetivo y lo subjetivo se fusionan en una interacción permanente, donde las nuevas relaciones comunitarias en tanto referenciales, educan a los hijos en la forma de una nueva reproducción cultural, exactamente lo contrario del proceso de disciplinamiento de la burguesía en la primera mitad del siglo XIX, que para cortar la continuidad de la cultura campesina que sólo conocía los límites del horizonte y de la ideología religiosa, pero que traía arraigados los lazos de lo común y de la madre tierra, instauró la escuela obligatoria para interrumpir esa reproducción cultural retirando a los hijos de la cotidianeidad familiar y vecinal encerrándolos en las prisiones escolares devolviéndolos a sus localidades de origen con la cabeza gacha por los golpes, órdenes y comandos disciplinarios. Eso fue un proceso de proletarización para acatar la disciplina necesaria de la revolución industrial y se dejasen de andar incendiando fábricas.
Comunidades v/s Instituciones
Si la lucha se visualiza de carácter continental, se trata entonces de la multiplicidad –o mejor, de la multiplicación– de esos sujetos comunitarios, cuya red o presencia interactiva horizontal no configura una nueva institucionalidad (recursos convencionales para estructurar a las personas), sino todo lo contrario, lo no institucional, lo comunitario como antagonismo. Por fuera de las instituciones significa no sólo la ilegalidad o la clandestinidad, que serían como choques internos del propio sistema o de un no-sistema contra un sistema, o de algunas de sus partes contra la estructura toda.
Las comunidades no se caracterizan por chocar contra el capitalismo, sino por crecer en su esencia, desde lo natural, no desde la mirada crítica de lo artificial, lo que trae el choque como consecuencia. La acción comunitaria no es negativista, no se explica como respuesta al capital, sino como recuperación de lo robado desde que aparecen la propiedad, el patriarcado, las clases y el poder. Así la autodefensa es el principio básico, trascendiendo los principios de la guerra, que es una manera de hacer política, esto es, de disputar el poder y la hegemonía. Trascendiendo la política y la guerra como una de sus formas de expresión, es posible visualizar el fondo del mar, acercarnos a la esencia de donde y como nos tienen y no quedarnos en las ramas de la actual forma que asume el patriarcado y el poder auscultando lo fenomenológico en modalidades positivistas castrantes.
Es cierto que se desarrolla una intensa lucha en el seno del pueblo entre la problemática reivindicativa como forma de agrupar y nuevas modalidades culturales y comunitarias como formas de hacer. Lo reivindicativo, vieja arma de identificación entre iguales para lanzarse al combate por los derechos negados, continuidad modernizada del sindicalismo tradicional de adecuaciones internas del trabajo, insufla de institucionalidad y de limitaciones el pensamiento y las sensaciones de los oprimidos, manteniéndolos en el estricto plano de reordenar la situación actual con la ilusión del mejoramiento como camino del cambio, que de no efectuarse desde ahora, de quedarse en el plano de las posibilidades de futuro, será siempre una permanente batalla ideológica perdida de antemano. Por eso no hay que ilusionarse con las batallas sindicales y avances en ese terreno o parecidos, que parecen mostrar procesos de acumulación de conciencia y de fuerzas despertando el apetito de ser el ave Fénix de las izquierdas que aspiran a renacer de las cenizas de un fuego que ya ha consumido su base histórica, que también era temporal como el poder, fenómeno transitorio de la historia de la humanidad, que lleva alrededor de 10 millones de años viviendo en hordas y posteriormente comunidades, para llegar a los últimos 10 mil años a estar sometida a los propietarios.
Es efectivo que el desarrollo de las formas comunitarias del ser lleva a confrontaciones con el estado e instituciones, pero, como las jornadas de lucha por las 8 horas y del primer primero de mayo (jugar con las redundancias es también una modalidad no sólo interpretativa, sino también de desestructuración de las reglas del lenguaje, tan caras a los intelectuales y militantes de izquierda) son absorbidas por el capital, redil a donde vuelven siempre las ovejas que no asumen claramente el color negro de la fuga y la lucha constante, como las cooperativas del MST o las experiencias de “autogestión” de las fábricas ocupadas en Argentina, claros y precisos ejemplos de desviación hacia el mercado y reabsorción capitalista de las que aparecían como las mejores luchas de esos pueblos (se puede preguntar si ello ya está perdido, lo que sería una mala pregunta, pues el sujeto comunitario emergente debe hacerse cargo de esas experiencias y subsumirlas, lo que en lenguaje evidente sería que los vecinos de esas experiencias las integrasen al conjunto de sus responsabilidades y tareas locales).

La rebeldía como parte de la construcción de lo comunitario

Las fugas de mujeres y esclavos cuando surge el patriarcado son un acto de rebeldía contra lo instituido y algunos tienen continuidad en la misma medida que reorganizan las comunidades en territorios apropiados lejos de los centros de poder. Hoy las distancias las suplen los poderosos amarrando a la población por lazos sutiles de todo tipo, como la educación y otros, que al debilitarse abren paso a las lacrimógenas y balas, pero la marginalización continua en aumento, lo que de hecho constituye una característica estructural de esta nueva época, por lo que los levantamientos continuarán, y prueba de ello es la actual situación de Perú, Bolivia y Ecuador (y aún Argentina), donde la auto-organización comunitaria –con sus altos y sus bajos– ha alcanzado niveles mayores que en el resto del continente, a excepción de México, el Wallmapu y República Dominicana. Sin embargo vemos que la extensión de estas dinámicas sigue su marcha imparable, como la gran minga colombiana y sus efectos en las periferias de las principales ciudades, donde proliferan los grupos en búsqueda de formas comunitarias de salir de las prisiones individuales. Venezuela es un ejemplo de como la necesidad de la comunidad en las localidades se abre camino, aunque la mayor parte la llevan las estructuras estatales impulsando un poder popular más de arriba-abajo que debilita la resistencia contra la acción de grupos derechistas que estimulan la construcción de su propio “poder popular” en universidades, barrios y municipios.
La rebeldía no puede ser canalizada, pues pierde su potencial. Más bien se expresa con mayor base cuando la acción comunitaria congrega a la población local para reorganizar la vida en todos los terrenos, lo que se ha visto en El Alto y en Ilave, localidades que, lejos del espontaneismo que se les achaca, muestran un alto grado de auto-organización. Hoy día El Alto se ha autonomizado totalmente de Evo Morales y del MAS, lo que al contrario de Venezuela, permite que el protagonismo comunitario sea más decisorio. Tal vez sea la hora de volver a leer al Marx diciendo que la Comuna asume las funciones del estado (La Guerra Civil en Francia, capítulo 3).
En el fondo hay un notable retraso de la auto-organización en los países atlánticos, con excepción de Argentina que presentó al mundo la experiencia de las asambleas vecinales y MTDs, y es justamente este último que demuestra que las condiciones de marginalidad de la población ha equiparado la situación en todo el continente, pero el PT y sus brazos (como el MST) en Brasil y una gran cantidad de intelectuales colectivos argentinos, han conseguido introducir las viejas prácticas partidarias, sindicales y reivindicativas en el campesinado y en barrios populares, consiguiendo así su adscripción a proyectos superestructurales funcionales al capital. La incorporación a la Vía Campesina argentina de grupos más abiertos a lo comunitario, como la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (UST) de Cuyo y el colectivo GIROS de Rosario, ambos componentes del Movimiento Nacional Campesino-Indígena, sin duda va a agregar importantes reflexiones y modificaciones al trabajo iniciado por el Movimiento Campesino de Santiago del Estero que había nacido subordinado al MST brasileño, como varios de los colectivos que dieron nacimiento al Frente Popular Darío Santillán. Pero ello porque son portadores de una práctica.
Sin prestar atención a esas prácticas y aquellas experiencias que parecen derrotadas, pero que no han sido más que el grito de presencia del instinto de lo común que puja por escapar de las redes institucionales en las cuales nos movemos, es fácil caer en el espejismo de la lucha social sin destino, ilusionarse con las posibilidades del apoyo de esas experiencias al otro proceso, el de acumulación de la capacidad de los pueblos para auto-organizarse y sacarse de encima las trabas del capital y sus instituciones siguiendo al otro, a falta de vanguardia propia, siempre habrá entonces que buscar un perro que nos muerda las patas para llevarnos por el buen camino.
No se trata de copiar las prácticas llamadas indigenistas de los países del pacífico y de México, sino de entender desde donde parten para su acción rebelde. Los puntos de partida son esenciales para una continuidad que puede ser integradora o rupturista según como se enfoque. Es cierto que lo comunitario ha sido una sólida base de experiencia y tradición histórica de esas regiones, lo que desde una perspectiva cultural se puede definir como elementos de identidad, hay algo en común que trasciende las diferentes contradicciones históricas de la colonia, de la independencia y del capitalismo, donde aún una parte del propio bolivarismo se presenta como antagónico, pues estas tres fases se han demostrado como una continuidad. Allí viene la preocupación de que esa experiencia, de acumulación por abajo, no está presente en los países del Atlántico, lo que es falso, pues ya Argentina demostró que es posible la identidad grupal en barrios y localidades.
Lo difícil de constituir comunidades en barrios pobres no proviene de allí, sino de nuestras prácticas, que reproducen en gran medida las viejas modalidades de la izquierda vanguardista y eso requiere un profundo estudio, ya no de experiencias y de trabajos teóricos para sacarle punta a un proyecto, sino de las propias características de la población local, así como de los colectivos autónomos y autogestionarios que brotan por todos lados, entender su dinámica y pensar que la estrategia, o mejor el caminar, es la articulación objetiva de esos procesos en forma horizontal y sin mandos centrales, la circulación de productos como alimentos y demás necesidades básicas e intercambios culturales, más que la elaboración de una guía a seguir.
Eso lo han entendido sectores de la izquierda tradicional que han abandonado sus propias filas para militar en el movimiento indígena imaginando que la experiencia del subcomandante Marcos es repetible, con lo que demuestran que no aprendieron nada, como es el caso del Perro Santillán en Argentina o de Hugo Blanco en Perú.
En el caso chileno ya estamos en condiciones de conversar aquellos que pensamos y actuamos siguiendo más las dinámicas de las personas y las pequeñas experiencias de búsqueda de relaciones del Buen Vivir para mostrarnos como referente práctico o ejemplo de cómo es posible que cada barrio y localidad pueda hacer lo suyo. Así el arquitecto mientras sostiene su diseño en la mano puede ver con ojos curiosos y tal vez asombrados como las personas que se suponía que esperarían su orden para colocar esta pieza aquí y esta otra parte del engranaje más allá, no se subordinan a ello y se miran unos a los otros inventando tipos de ladrillos e imaginando nuevas formas del hábitat, ya no más bajo las leyes del cemento y la ganancia, sino ajustando ritmos con la naturaleza y tejiendo redes de afecto y miradas entre todos.
Si en ese intercambio descubrimos que en algún municipio hay condiciones para asumir la alcaldía bajo el principio del mandar obedeciendo, tal vez lo hagamos, pero sólo cuando tengamos la certeza de que efectivamente hay el ejercicio de la soberanía popular por medio de las asambleas locales y la asamblea municipal que aprueben el programa del alcalde comunitario y de los concejales comunitarios. De ese modo no trabajamos en la ilegalidad ni contra la legalidad, pero tampoco nos subordinamos a ella, sino a la población, lo que será un rescate de la democracia de la cotidianeidad.

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