La revolución democrática de los Comunes

La Fundación de los Comunes cumple 3 años.



¡La Fundación de los Comunes cumple tres años!
Por Fundación de los Comunes
Diagonal

Hoy hace tres años que constituimos formalmente la Fundación de los Comunes (FdlC) A la vista de lo sucedido desde entonces podría parecer que elegimos la fecha con un sentido de la oportunidad evidente, a rueda de un 15M desencadenado y de una eclosión de iniciativas y proyectos políticos que aún no ha perdido vigor. Pero en honor de la verdad, se trató solo de un —feliz— acontecimiento sobrevenido. Antes bien, en aquellos meses del proceso previo a su formación, encarábamos la situación con expectativas mas bien modestas respecto a la evolución de la situación política e institucional. Como casi todo el mundo, no podíamos prever la fuerza del acontecimiento que, sin embargo, buscábamos e imaginábamos desde hacia una década. Para nosotros y nosotras, se trataba entonces de llevar a cabo una apuesta aún más fuerte en el terreno de lo que antes habíamos definido como instituciones monstruo es decir, de instituciones que desinstitucionalizan, de estructuras que desestructuran, de compromisos que subvierten el campo político e institucional. De no sucumbir al desaliento ante la conjunción de una crisis sistémica gobernada contra las y los ciudadanos y un aparente bloqueo y vacío de luchas y revueltas contra el nuevo y definitivo expolio de la riqueza y de los derechos conquistados durante el siglo XX.

Hasta entonces, las personas y colectivos que constituimos la FdlC, centros sociales okupados, librerías y editoriales autogestionadas, colectivos feministas y redes de autoformación, habíamos querido vivir hasta entonces en el más completo underground político. Una elección tan deliberada como sentida: no había sido otro, por ejemplo, el modo de existencia de los centros sociales okupados, como experiencia en el límite de lo político y de lo legal. Sin embargo, era necesario hacer de la forma de vida un desafío político más ambicioso y generoso, sin caer en las trampas de la «madurez» o el sentido común llamado «realista». Para ello nos propusimos hacer una fundación, que a primera vista podría parecer la antítesis de nuestra laxitud institucional previa, pero que en nuestras discusiones significaba tomarnos en serio la potencia de creación política de lo que hacíamos y dotarnos de los medios de independencia —financiera y de proyecto— que el campo institucional vigente podía ofrecernos.

Tres años después podemos decir que no estábamos equivocados y que esa potencia de creación —de instituciones de lucha, de prototipos de producción del común, de ideas y prácticas que atraviesan y descoyuntan las alternativas tramposas entre capital y Estado, público y privado, individual y colectivo, militancia y vida) está viviendo una primavera más que propicia. Ya no se trata de trabajar en común sobre una serie de temáticas afines, como la cultura libre, la inteligencia colectiva o las formas de vida en ruptura con la antropología del individuo neoliberal. Se trata más bien de proponer la producción y la reproducción del común y las instituciones que lo promueven y defienden como esquema y programa fundamental de una transición política y de civilización.

Hoy, cuando la solidez de las instituciones del capitalismo y de la propiedad financiera han perdido el consenso social del que gozaban hace poquísimo tiempo, no suena pretencioso decir que «lo bueno empieza ahora», esto es, que el proyecto de una revolución del común precisa de instrumentos como la Fundación y que estamos dispuestos a jugárnosla en el envite, compartiendo y colaborando con otros proyectos y tratando de aportar nuestras ideas, experiencias y proyectos, sabiendo que los otros por conocer son más importantes que nosotros mismos.

En la FdlC no somos estatalistas, sino más bien municipalistas y metropolitanas

Nuestros nodos actuales son los de Iruña/Navarra, Barcelona/Terrassa, Zaragoza, Madrid y Málaga. En estos puntos geográficos, los centros sociales —que solemos denominar como nuestros dispositivos— Katakrak, Ateneu Candela, la Pantera Rossa, la Casa Invisible, Traficantes de Sueños y el Patio Maravillas, hacen las veces de hogares a cuyo abrigo se reproducen diferentes grupos de investigación —OMB, La Hidra, A Zofra, OMM y la Ulex— y se realizan cursos de autoformación bajo un mismo marco-marca: Nociones Comunes.

El software libre que nos compone como diferentes dispositivos de un mismo cuerpo fundacional es un código definido por la autogestión, la horizontalidad en la toma de decisiones, la puesta en común de los recursos materiales e inmateriales y la apuesta por lo común, en el sentido de abrir nuestros espacios a lo social y nuestras producciones al acceso universal mediante licencias Creative Commons. En suma: democracia y cultura libre.

El sostén material de esta maquinaria es una cuestión central, pues solo podemos aspirar a la consecución de nuestros fines dotando de cada vez mayor estabilidad y consistencia a nuestras empresas políticas productivas. En este sentido nuestra vocación es también generar comunidades de afecto y de alianza política basadas en la capacidad de sostener las vidas concretas de las personas que hemos decidido implicarnos en este envite de fundir trabajo y compromiso político. Comunidades cualificadas para engendrar, a su vez, estructuras que puedan respaldar estos propósitos en el tiempo largo exigido por cualquier transformación política de gran calado, como es la que está ahora en marcha.

Concretamente, cada dispositivo asegura de forma autónoma su propia financiación mediante diferentes actividades productivas (librerías, editorial, etc.). Por su parte, la FdlC trata de obtener recursos para el conjunto vía convenios de colaboración con otras instituciones, presentación de proyectos a convocatorias de escala europea o estatal y petición de fondos de apoyo a otras entidades jurídicas de carácter privado. También contamos con una cartera de aliadosy aliadas cuyas donaciones, generosas y regulares, son asimismo fundamentales.

Un proceso que avanza, de forma irreversible, con el ciclo insurreccional que arranca en el 2011 con las revueltas del Maghreb y del Mashreq y llega, pasando por el 15M español, Occupy o los levantamientos brasileños, hasta las calles de Kobanê hoy, en octubre del 2014. Una contribución que adopta la forma de producción de nuevos paradigmas de interpretación de la realidad, declinados en investigaciones, en análisis, en generación de discurso en general o en espacios de autoformación.

Morder la realidad para hacerla más bella, más justa, más democrática. Esa es la pulsión del corazón de la hidra de mil cabezas denominada Fundación de los Comunes.

3 años de andadura

La Fundación de los Comunes nace el 11 de noviembre del 2011, es decir, el 11/11/11, fecha redonda y fácil de recordar.

En este tiempo, la práctica ha ido aterrizando y el contexto dibujando con más nitidez y concreción tanto nuestra naturaleza como nuestras prioridades.

Las áreas de trabajo ahora a pleno rendimiento son básicamente cuatro: las áreas de autoformación y producción, el área editorial y la pata de trabajo europea. Para echar un vistazo tanto a sus respectivos fines como los frutos que han ido proporcionándonos en estos 3 primeros años de existencia de la FdlC, solo tienes que consultar nuestras memorias de actividades de los años 2012 y 2013. Pero es el campo de posibilidades abiertas por el contexto actual el que va reorientando, sobre rumbos previamente tomados, las líneas temáticas estratégicas que guían nuestra producción. Por eso no podemos dejar de detenernos en una brevísima lectura del contexto coyuntural donde se enmarca nuestro trabajo.

Nada sobre nosotros sin nosotros

A escala estatal, al menos, la situación actual es de ilusionante apertura del horizonte de los posibles. Al momento insurreccional del 15M del 2011 y su demanda masiva de democracia real, sucedió un período de movilizaciones sociales de amplitud e intensidad desconocidas desde la década de 1970. La virtud más innovadora en todos estos conflictos no fue cuantitativa sino cualitativa, pues residió en una fértil generación de discursos y prácticas explícitamente no representativos. Algunas de las movilizaciones llegaron incluso a autodeclararse “apolíticas” —es el caso de algunas de las convocatorias de AFEM contra la privatización del sistema sanitario en Madrid—, desde una consigna ampliamente compartida que reclamaba una política de y para la ciudadanía, sin intermediaciones —apuntando a los partidos y/o sindicatos tradicionales—. Lo importante era dejar claro que la política en su sentido amplio, es decir, no solo la capacidad de expresión, sino también, y sobre todo, la de decisión, debía volver a manos de la gente.

En septiembre de 2012, la primera convocatoria de Rodea el Congreso marca el punto de inflexión de una metamorfosis del movimiento de protesta hacia iniciativas de corte constituyente. En ese momento se señala, por primera vez, la inexistencia de una contraparte institucional a las exigencias de la calle, y se apunta, por lo tanto, a un salto institucional del conflicto. Este salto institucional madura la apuesta de los movimientos sociales hasta el punto de reorientar su posición estratégica en el tablero de juego: la carta del contrapoder se sustituye por la del terreno institucional. El envite se centra entonces en destituir las instituciones del régimen del 78, cuya corrupción sistémica y decadencia irreversible han vuelto no solo inútiles, sino, sobre todo, contrarias al deseo socialmente manifestado de transformación democrática profunda. El camino hacia la consecución de ese deseo fundamental pasa definitivamente el Rubicón de la apuesta institucional desde el éxito meteórico de Podemos, nueva fuerza política que obtiene 5 eurodiputados en las elecciones europeas del 2014 —y a solo 2 meses de haber nacido—, y con las más recientes, pero igualmente veloces —en su capacidad de articulación y extensión— iniciativas organizadas en torno a la construcción de un movimiento municipalista que impulse el proceso de democratización institucional por la escala más cercana: la escala local.

La ciudadanía y los movimientos sociales ya no se conforman con reclamaciones o reivindicaciones lanzadas a otros, a los representantes tradicionales, sino que están decididos a organizarse para rehabitar y reinventar unas instituciones que nos sirvan como herramientas de reorganizar nuevamente lo común.

Líneas estratégicas prioritarias de la FdlC

En este contexto brevemente dibujado que va a enmarcar, desde nuestro punto de vista, al menos las dos próximas décadas, nuestra finalidad general de impulsar una transformación social en un sentido emancipador nos invita a insistir, de entrada, en las cuestiones centrales que han ido articulando nuestro trabajo hasta este momento. Esto es, la crisis financiera global y su declinación europea, el aterrizaje de esta crisis a escala estatal y metropolitana, así como los procesos de explotación social desvelados desde las miradas de los feminismos heterodoxos y los puntos de vista decoloniales. Pero también, por supuesto, la centralidad de las herramientas tecnopolíticas y de las nuevas realidades culturales, de cara a entender y sondear dichas posibilidades de transformación.

La coyuntura descrita nos invita, además, a asignar un lugar principal a todo lo relacionado con las apuestas dirigidas a crear una nueva institucionalidad. Y esto tanto a escala local como en los ámbitos estatal y europeo: en este sentido, proponer espacios y tiempos de análisis en torno a la construcción de nuevas instituciones de autogobierno del común en los municipios, así como respecto a las vías, condiciones y prácticas dirigidas a respaldar la construcción y expresión de un poder constituyente tanto a nivel estatal como europeo, se ha convertido hoy en uno de nuestras ejes de intervención prioritarios.

Y así estas las cosas, la Fundación tan solo ha empezado a balbucear. Seguimos adelante para aprender y compartir las lenguas de la revolución democrática de los comunes.