Brasil: Del “Tomalaplaza” al “LiberaTuParque”

La odisea del Movimiento Parque Augusta en Sao Paulo, que realiza talleres y actividades diversas llegando a parecer una mini-ciudad



Movimiento Parque Augusta en Brasil
Del #Tomalaplaza al #LiberaTuParque

La ocupación del Parque Augusta en São Paulo redondea el ciclo de las ocupaciones globales con un ángulo nuevo: la petición de gestión comunal del “espacio liberado”. El Movimiento Parque Augusta, conectado a la red de 13 parques amenazados de la ciudad, lucha por igual contra lo privado (propietarios del parque) como contra lo público (Ayuntamiento de São Paulo).
Bernardo Gutiérrez
05/02/15 · 17:57
Diagonal

Hubo un tiempo en el que la plaza (ocupada) era la ciudad. La acampada inicial del 15M español en la Puerta del Sol de Madrid se convirtió en una urbe per se. En la plaza-ciudad surgieron guarderías, bibliotecas, enfermerías, espacios culturales…

Hubo tiempos en los que la plaza (ocupada) era un país. En la plaza de Tahrir confluían las conversaciones indignadas de las mezquitas de Egipto y de grupos de Facebook como We Are Khaled Said que prendieron la llama de la revuelta. Durante el campamento del Gezi Park de Estambul se llegó a diseñar un mapa de la República de Gezi. El espacio ocupado por diferentes grupos étnicos, religiosos o ideológicos aparecía en diferentes colores: anarquistas, comunistas, socialistas, nacionalistas, LGBT, ecologistas, musulmanes, hinchadas de fútbol. Grupos perdiendo sus contornos, sus muros de prejuicios, dialogando por primera vez entre sí.

Hubo un tiempo en el que la plaza (ocupada) era el mundo. En el fondo, todas las ocupaciones eran o querían ser el mundo. El Mapa Conceptual de la Acampada Sol dibujaba un diálogo planetario en el que cabían el zapatismo, la Argentina de 2001, la plaza de Tiananmén y Anonymous. El Zucotti Park de Nueva York, tomado durante semanas por Occupy Wall Street, se convirtió en una interfaz de conexión global. Somos el 99% de la plaza-mundo, decían.

Pero muchas plazas, siendo país o mundo, se olvidaron de ser plazas. La ocupación tejía una segunda piel de prácticas de lo común, de gestión colectiva de facto. Pero las reivindicaciones de las ocupaciones –sin ser el único elemento de las mismas – tenían más que ver con asuntos macropolíticos, sociales o económicos. La excepción sería el #DirenGezi turco, que nació como resistencia a la construcción de un centro comercial en el Gezi Park. Aunque tras el estallido de las revueltas, la causa de Gezi Park se diluyó en un maremágnum de malestares y peticiones. El grito “It is not for a park” abría una revuelta multicausa, coral, poliédrica. Pero al margen de la conservación del Gezi Park no existía una demanda concreta sobre la gestión del mismo. Defender el parque como bien público parecía ser el horizonte.
Ni público ni privado

La ocupación del Parque Augusta en la ciudad brasileña de São Paulo, sin ser tan explosiva como la del Gezi Park turco, abre una nueva brecha en el ciclo de ocupaciones globales: la propuesta de gestión comunal del mismo. El Parque Augusta –siendo ciudad, país y mundo –quiere ser parque. Parque común, procomunal, mancomunado y/o colectivo, no apenas un parque público.

En los 25.000 metros cuadrados del Parque Augusta desembocan buena parte de las contradicciones de las ocupaciones globales. El Parque Augusta, como el Zucotti Park de Nueva York, es de propiedad privada. Dos inmobiliarias son las dueñas del parque: Syrela y Setin. Syrela es, a su vez, la responsable de la construcción del campo de golf en la zona olímpica de Río de Janeiro que ha activado el frente activista #OcupaGolfe. Y aquí llega una metáfora distópica: un sector público al servicio del sector privado. El mercado marca el ritmo. El ayuntamiento de São Paulo, después de mucha presión popular, sancionó la creación del Parque Augusta a finales de 2013. El bosque, el último reducto de Mata Atlántica en São Paulo, ha sido declarado como patrimonio histórico, ambiental y cultural. Pero el ayuntamiento tiene las manos atadas: argumenta que no tiene recursos para expropiar el parque. Las inmobiliarias querían 21,8 millones de euros en septiembre de 2013. Ahora, regocijados en la burbuja inmobiliaria, su cifra ha ascendido a 85,5 millones de euros.

Para colmo, en medio de la ocupación, el consejo de la ciudad ha autorizado la construcción de dos torres en el Parque.

La ocupación del Parque Augusta en la ciudad brasileña de São Paulo abre una nueva brecha en el ciclo de ocupaciones globales: la propuesta de gestión comunal del mismo
El Movimiento Parque Augusta, tras meses de acciones, festivales y pequeñas incursiones en el parque, decidió “liberar el parque”. Rompieron los candados. Entraron. Acamparon. Y defienden que no están ocupando: “Estamos liberando un espacio que debería estar abierto por ley”, asegura Daniel Biral, del colectivo Advogados Ativistas.

El derecho de circulación de los ciudadanos en el Parque Augusta está garantizado legalmente. Pero desde diciembre de 2013, el parque está cerrado. Y por eso se ocupó-liberó el sábado 17. Las asambleas se suceden en el interior del parque a un ritmo vertiginoso. Hay aulas de yoga, conciertos, aulas públicas, talleres, encuentros. Y un frenesí creativo en el que confluyen muchos de los colectivos y actores sociales que en junio de 2013 tomaron las calles de Brasil tras el estallido del Movimiento Passe Livre (MPL). La ocupación del Parque Augusta pretende quebrar la lógica del mercado. Un párrafo de los objetivos del Movimiento Parque Augusta toca este punto: “Un parque público constituye un bien común, pertenece al tejido social de la ciudad y no puede estar a merced de los intereses privados y especulativos. ¡Su función social debe estar garantizada!”. El parque quiere ser parque. El parque quiere ser parque común.
El Parque Proceso

“No tenemos un plan definitivo para el parque”. La frase flotaba en una pantalla en una de las asambleas iniciales tras la ocupación. Breno Castro, uno de los participantes, fue explicando los principios del movimiento, uno por uno. Primero, la horizontalidad. Después: pluralismo, espacio público, permacultura, democracia directa, respeto y generosidad. Y Parque Proceso, un punto que resume también las intuiciones de las ocupaciones globales. También, las prácticas de muchos colectivos que trabajan en los espacios urbanos el denominado estado beta (inacabado), habitual en el mundo hacker. El Parque Proceso se pregunta en su propia web: “¿Por qué definir un diseño que se arrastrará por años? El Parque Augusta será múltiple y se renovará periódicamente. Dejaremos áreas enteras móviles, que posibiliten el remanejo y reconstrucción”.

El Parque Augusta es parque, ciudad, país, mundo. Es parque-ciudad per se: en su interior hay tiendas de campaña, áreas de lecturas, zona de reciclaje, carpas para debates políticos… También es parque-ciudad porque está conectado a una red de doce parques amenazados de São Paulo, todos en proceso de resistencia. Es parque-país: tiene estrecho contacto con otras luchas urbano-ambientales, como Fica Ficus (Belo Horizonte), Ocupe Estelita (Recife), el Parque Gong (Curitiba), Parque Cocó (Fortaleza) o #OcupaGolfe (Río de Janeiro). También es parque-mundo: en 2014 recibieron la visita de activistas que participaron en la ocupación del Gezi Park turco y lanzaron el manifiesto #Reclaiming our parks. Y es ya es un icono que gana apoyo en varios países, como apunta la BBC en un texto reciente.

Pero puede que el Parque Augusta sea algo más. Algo más que parque, ciudad, país y/o mundo. Paulinho Fluxus, uno de los activistas participantes en la ocupación, meditaba estos días sentado sobre la hierba del Parque Augusta. Rememoraba su visita al santuario dos Pajés, una tierra indígena amenazada por la expansión inmobiliaria de Brasilia. El santuario, para el urbanoide Paulinho, es la conexión cósmica de la ciudad con la naturaleza. Con el planeta. El Parque Augusta también lo es. Es una lucha urbana, pero conectada al imaginario ambiental del mundo. Conectada a las cosmovisiones ancestrales del llamado Global South. Una resistencia conectada a los bienes comunes naturales de los bosques comunales de Galicia. El Parque Augusta es tecnopolítica, redes y territorios. Pero también cosmopolítica. La cosmopolítica de la que habla el carioca Jean Tible, vinculadas a las prácticas de lo común de los pueblos indígenas, es un contrapeso al relato de mundo de Occidente. El cartesianismo individual sucumbe en la colectividad amerindia. “El otro existe, luego piensa”, escribe el antopólogo Eduardo Viverios de Castro.

El Parque Augusta es parque, ciudad, país, mundo. Een su interior hay tiendas de campaña, áreas de lecturas, zona de reciclaje, carpas para debates políticos…

Con la gravísima crisis hídrica que sufre Brasil, las palabras de Paulinho Fluxus toman más sentido. Falta agua en las principales ciudades brasileras. Muchos piensan que la revuelta del agua es inevitable. Cuestión de semanas.

Naomi Klein, en su último libro Esto lo cambia todo. Capitalismo vs el Clima, pone el cambio climático en el centro de la política. Habrá revueltas, vislumbra. Muchas. Diversas. Contra el extractivismo. Contra la falta de agua. Contra la ausencia de verde en las ciudades. El pasado 20 de septiembre la Movilización Climática de los Pueblos realizó protestas en 156 países. “Sea o no el cambio climático su motivo principal, (tales movimientos locales) merecen ser reconocidos como ‘guardianes de carbono’ anónimos, que mediante la protección de sus amados bosques, montañas, ríos y costas están ayudando a protegernos a todos”, escribe Naomi. Es el agua, estúpido, decía hace unas semanas un participante del encuentro Queremos, en São Paulo. Es el agua. Es el clima. Es el parque que resiste contra el capital. OccupyDesign y la creatividad transversal del 99% ya planean acciones masivas y tácticas durante la conferencia del clima de la ONU COP21, que se celebrará en París a finales año. Un escenario de batalla clásico. Un vieja lucha. Pero con el paisaje de la urgencia ambiental cocinando malestares y un sistema red planetario más conectado que nunca.

El Parque Augusta puede ser desalojado cualquier día. La pintada saluda a los viandantes con un grito que abre puertas. Un grito que conecta la urbe con otras visiones. Un grito que es una evolución de aquel Toma La Plaza del año 2011. Letras negras, fondo blanco. Una flecha que incita a avanzar: libere su parque.