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Los 24 días que conmovieron a Bolivia

Raúl Prada Alcoreza :: 17.08.15

Los potosinos no han sido derrotados. Al contrario, han demostrado al pueblo boliviano que este no es un gobierno revolucionario, menos un gobierno que responde a la Constitución. Que este es un gobierno más del mismo Estado-nación subalterno, que administra la transferencia de los recursos naturales de las periferias a los centros del sistema-mundo capitalista

Menos al gobierno y a sus llunk’us
Los 24 días que conmovieron a Bolivia

Raúl Prada Alcoreza

Son veinticuatro días de protesta y demanda potosina; el departamento que lleva el nombre que simbolizaba el mito de El Dorado en la época colonial; ahora convertido en cementerio minero, después del extractivismo colonial y del capitalismo dependiente, continuado por liberales, nacionalista y neoliberales; ahora seguido por el populismo del siglo XXI. Las raíces profundas del problema se encuentran en el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, preservado y extendido por el gobierno populista. La crisis de los precios de las materias primas, que tienden ahora a la baja, ha develado lo vulnerable de esta economía extractivista, que nosotros hemos llamado anti-economía extractivista. Mientras el gobierno se solaza en encubrir la evidencia de esta vulnerabilidad con la abultada propaganda, desmesurada publicidad, con el manejo publicitado de estadísticas insostenibles e informe burocráticos, cuyas carpetas dicen que han cumplido con Potosí; empero, esto no es más que papeleo y metafísica de cifras, que no se corroboran cualitativamente. Habrán cumplido en el imaginario burocrático de un Estado rentista y de economía extractivista; empero, no han cumplido en la materialización cualitativa. Esta es la manera de operar de la economía política del chantaje; pretender embaucar a la opinión pública con escenas grotescas de ministros que se solazan de indilgar a la movilización potosina de todo; repitiendo el mismo formato de siempre. Lo más suave que dicen es que son unos pernoctados, que piden lo que se ha cumplido; hasta se han atrevido a inculpar a la dirigencia potosina de conspirar contra el gobierno, de pretender derrocarlo; incluso, los más llunk’us, han dicho que están monitoreados por la “derecha”. Un despistado alto funcionario de gobierno ha acusado de federalismo, además de argumentar que el federalismo es secesión. Un mínimo recuento de los federalismos en el mundo basta para mostrar esta desquiciada argumentación. El federalismo es una forma más de unidad del Estado-nación, así como lo es el unitarismo, otra forma de cohesión estatal.

Estos exabruptos gubernamentales no hacen más que develar las carencias del discurso gubernamental, que, a su vez develan, los vacíos de un gobierno demagógico. Ellos creen sostenerse en el andamiaje superficial del control de los medios de comunicación, tanto público como privado. Olvidan que esto no es más que aparatoso significante mediático, cuyo significado manifiesta su gran falencia; no hay nada detrás de la pantalla y la locución. Solo lo mismo, recogido en otro formato, ya no liberal, ni nacionalista, tampoco neoliberal, sino populista tardío. Más desbaratador porque embauca, inhibiendo las capacidades de lucha; empujando a las dirigencias oficiosas al descarnado clientelismo.

La movilización potosina nos muestra patentemente la realidad; todos somos Potosí; no solo Bolivia, sino los países de la inmensa periferia del sistema-mundo capitalista. Nuestras riquezas naturales siguen siendo los símbolos del mito de El Dorado; en tanto que lo que expresa el mito, en contraste, es la cruda realidad de la dependencia, el desbastador despojamiento y desposesión de los recursos naturales, por la vorágine de un capitalismo hambriento de materias primas. Al final, después del saqueo, que no deja de ser tal porque suben los precios de las materias primas o conseguimos mejorar los términos del intercambio mediante nacionalizaciones expropiadoras, que no es nuestro caso, ahora, o nacionalizaciones light, que es nuestro caso, quedamos como cementerios mineros, como huellas de la desolación que deja este extractivismo destructivo, que solo beneficia a la acumulación originaria y ampliada de capital; que ahora, bajo la dominancia del capitalismo financiero, solo beneficia a la acumulación especulativa de capital.

Los apologistas del populismo del siglo XXI y los “ideólogos” de esta geopolítica extractivista responden: que se requiere explotar los yacimientos de minerales y de hidrocarburos, pues de ahí sale el dinero para invertir en salud y educación, para invertir en la industrialización. ¿Olvidan acaso que el extractivismo a lo único que lleva es a más extractivismo, por lo tanto, a más dependencia? ¿Olvidan que la industrialización nunca fue un efecto de la acumulación extractivista, sino que sus condiciones de posibilidad histórica radican en precisamente un no-extractivismo, es decir, en la incorporación tecnológica; para lo que se requiere es la masa critica científica. Es el control de la técnica y la activación de las ciencias lo que se convierte en condición de posibilidad de la industrialización. Es la formación de la sociedad en el aprendizaje de las ciencias y los manejos e invenciones tecnológicas lo que hace también de otra condición de posibilidad. En las circunstancias actuales del capitalismo tardío, ya no se trata de la industrialización al estilo de la revolución industrial británica; tampoco de los saltos cualitativos en la revolución industrial rusa y china, motivados por los gobiernos del socialismo real, sino de una revolución eco-industrial.

El discurso gubernamental, mañoso, displicente, pretensioso y, a la vez, falto de imaginación, repetitivo y pobre, ha buscado alargar el conflicto regional, persiguiendo agotar la movilización, desgastarla. Los ministros, encargados de dirigir un falso diálogo, se engolosinan de su habilidad maniobrera; al terminar, se sienten satisfechos de haber logrado sus cometidos. Olvidan que el conflicto o las causas del conflicto no desaparecen por arte de magia o por artimaña leguleya. Siguen estas causas, con las raíces mismas del problema, que desata la crisis del capitalismo dependiente. Es un síntoma más de la decadencia. No pueden mirar más allá de las burbujas del poder; creen que el mundo se reduce a esta esfera espectral, especulativa, donde los temas se resuelven por chantaje, cohecho, coerción, influencias, demagogias. Tristes personajes estos que no saben contar el tiempo en su dilatado presente, en su espesor espacial, en sus ciclos de emergencia y decadencia.

Los potosinos no han sido derrotados. Al contrario, han demostrado al pueblo boliviano que este no es un gobierno revolucionario, menos un gobierno que responde a la Constitución. Que este es un gobierno más del mismo Estado-nación subalterno, que administra la transferencia de los recursos naturales de las periferias a los centros del sistema-mundo capitalista; los anteriores y los emergentes.


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