¿Hay una historia del Estado-nación?

La pregunta que hacemos, puede tener varias respuestas. Si consideramos a la historia escrita y publicada, lo hay. Empero, si consideramos que se trata de la descripción y recuperación del pasado, en los términos del rearmado de la historia, como ciencia, la respuesta no es tan fácil; puede implicar una negación, que adquiere distintas connotaciones.



¿Hay una historia del Estado-nación?

Raúl Prada Alcoreza

La pregunta que hacemos, puede tener varias respuestas. Si consideramos a la historia escrita y publicada, lo hay. Empero, si consideramos que se trata de la descripción y recuperación del pasado, en los términos del rearmado de la historia, como ciencia, la respuesta no es tan fácil; puede implicar una negación, que adquiere distintas connotaciones. Una de ellas: no hay una historia del Estado-nación, pues se trata de la historia efectiva de las sociedades, que construyen instituciones y estados, como aparatos de organización y de administración de las prácticas y relaciones sociales desplegadas. Aparatos que adquieren estabilidad y se consolidan, cuando edifican al Estado y sus mallas institucionales. Otra de ellas: no hay una historia del Estado, de la misma manera que no puede haber una teoría general del Estado, sino una teoría particular del Estado, según la conclusión de Nicos Poulantzas. ¿Esto equivaldría a decir que es posible una historia particular de un Estado-nación específico? Pero, también, pueden darse respuestas afirmativas, en distintas versiones. Una de estas: hay historia del Estado-nación, que es el pasado de los actuales Estado-nación; pasado reconstruido por las investigaciones históricas. Otra de estas: hay una historia del Estado-nación, comprendiendo historia como narrativa, en el presente, de la reinvención del pasado. Sin embargo, no se trata tanto de inclinarse a las respuestas negativas o a las respuestas afirmativas, sino de comprender la problemática del Estado-nación, se lo haga con metodologías de la historia o se lo haga con metodologías de la sociología.

La pregunta, entonces, parece ser: ¿Cuál es la problemática del Estado-nación? Ciertamente se han dado, al respecto, distintas tesis. De las tesis conservadoras, la que parece expresar adecuadamente la perspectiva de las oligarquías, es la que considera que el Estado-nación se ha quedado rezagado porque no se ha logrado modernizar el Estado; es decir, no se ha logrado institucionalizar el Estado, porque el país está habitado por comunidades pre-modernas. De las tesis liberales, la que parece que refleja el punto de vista de la burguesía minera, es la que considera que el Estado-nación no se ha constituido completamente, debido a que no se respeta la propiedad privada, ni se incentiva a las empresas económicas pujantes. De las tesis populistas, la que expresa fehacientemente la “ideología” del nacionalismo revolucionario, es la que asevera que, a pesar de la revolución nacional, que nacionaliza los recursos naturales, la guerra contra la anti-nación no ha concluido. La anti-nación ha boicoteado el proyecto nacional del Estado-nación. De las tesis neoliberales, la que parece definir claramente su concepción económica y política, es la que dice que el Estado-nación es inviable, cuando se tiene un Estado proteccionista, que no deja libre a las fuerzas emprendedoras. Es en el libre mercado y en la libre empresa donde se pueden encontrar los cimientos del Estado-nación. De las tesis neo-populistas de los gobiernos progresistas, la que expresa adecuadamente la cosmovisión del socialismo del siglo XXI y del “socialismo comunitario”, es la que supone que el Estado-nación es superado, descolonizado, por la realización del Estado Plurinacional; Estado indígena y mestizo, defensor de los derechos de la madre tierra.

¿Entonces, cuál es la problemática? No es, por cierto, lo que ven como problema, cada una de estas “ideologías”, sino la problemática emergida de la lucha de clases, en distintos contextos y periodos. ¿Cómo definir esta problemática? Parece que lo más apropiado es estudiando las crisis políticas, sociales y económicas de los Estado-nación. En esta búsqueda, nos hemos encontrado con crisis de legitimidad, con crisis económicas y con crisis política, también crisis institucionales, que ocasionan vacíos políticos, así como que desencadenan crisis sociales. Ahora bien, la pregunta es: ¿Por qué se han dado estas crisis? De acuerdo a los análisis efectuados, que podemos llamarlos históricos, en la medida que realizamos una mirada retrospectiva del pasado, en gran parte se debe a que la oligarquía se encarama en el poder, no la burguesía; oligarquía que es la herencia encarnada del legado colonial, en un Estado que se declara liberal, después de la independencia. Obstruyendo el desenvolvimiento de la república, convirtiéndola en una representación jurídica, cuando efectivamente, a pesar de la Constitución, la forma de gubernamentalidad tiene todas las características coloniales.

¿Es posible que el Estado-nación haya emergido precisamente de una crisis y en una crisis, sea producto de la crisis? En ensayos anteriores nos acercamos a la tesis de Giorgio Agamben, que plantea que el Estado como tal emerge de la situación caracterizada como Estado de excepción[1]. ¿Qué implica enunciar que el Estado-nación nace, emerge y de edifica en la crisis? Por lo menos, como hipótesis interpretativa, el enunciado es sugerente. Hay varias posibilidades; por ejemplo, que el Estado emerge para resolver precisamente la crisis. Esto implica que el Estado es un sistema no solo para reducir la complejidad, que plantea el entorno, produciendo mayor complejidad interna, sino es una maquinaria para resolver la crisis en relación al entorno, ¿produciendo más crisis interna? Esta es una buena pregunta, manteniendo la misma en la perspectiva de la teoría de sistemas autopoiéticos.

¿Qué significa resolver la crisis respecto a las relaciones del entorno y a las relaciones con el entorno? ¿Qué significa producir más crisis interna? La crisis en el entorno y con el entorno puede denotar y connotar la problemática, que afronta la sociedad humana de referencia. Problemática que aparece como tal cuando la sociedad considera al entorno como amenaza, cuando considera a la relación con el entorno como desafío; buscando que la relación se convierta en control y dominación sobre la naturaleza, de parte de la sociedad. La problemática aparece, en la mirada humana, como crisis. Crisis de las relaciones con el entorno, crisis en el entorno, vista desde la mirada humana. Crisis que se puede interpretar como manifestación de desajustes, como desequilibrios, como pérdida de sincronización, así como de armonía. Crisis que también puede ser comprendida como no-realización, como proceso o procesos truncados. Conocemos otras interpretaciones de la crisis, mas adheridas a las costumbres y hábitos, así como a las “ideológicas”; como, por ejemplo, la crisis económica, la crisis del capitalismo, la crisis política, la crisis cultural, la crisis ética y moral. Se puede seguir con la lista; empero, de lo que se trata es comprender la crisis en las dinámicas de su complejidad desbordante y abrumadora. Comprender el concepto crisis; sobre todo, comprender el acontecimiento de la crisis, en su dinámica destructiva.

La crisis se presenta en el desvanecimiento de las instituciones. Hablando del Estado, la crisis se manifiesta como fractura del Estado; más suavemente, como fragmentación dispersante; más gravemente, como diseminación. Se ha adecuado el término crisis, para referirse a crisis específicas; por ejemplo, las crisis mencionadas anteriormente, haciéndose presentes en estos desafortunados desmoronamientos, en las condiciones concretas que se dan. En todas las manifestaciones, formas de efectuación, de la crisis, sean generales o específicas, el fenómeno de la crisis parece generar análogas regularidades de los recorridos, procesos y comportamientos dados, en estos lapsos aciagos. Regularidades de estos procesos de desajuste, descohesión, desvinculación, desequilibro, que hacen a la coyuntura álgida; incluso en el caso de la crisis especifica del capitalismo, aludiendo a ésta por la disminución de los ritmos de acumulación, por el truncamiento de la realización de las mercancías en dinero, por la tendencia a la decreciente tasa de ganancia; así como, en referencia, por los paros de la producción. Las variadas formas de crisis, de acuerdo a las caracterizaciones definidas, muestran regularidades en su desenvolvimiento; estos son los síntomas de desajustes, descohesiones, desequilibrios, destrucciones, descomposiciones. La crisis aparece como fenómeno contrario a la integración, a la composición, a la vinculación; así como contrastando con la sincronización, también con la asociación. Para dar una figura ilustrativa, ocurre como se deshilara, se desconectara, se desajustara, separando lo que estaba junto, asociado, compuesto. La crisis, entonces, se presenta como desintegración, descomposición, desvinculación, desincronización, des-asociación.

¿Desde la perspectiva de la complejidad, se da la paradoja de la integración/desintegración? En otras palabras, ¿podemos decir que la paradoja integración/desintegración es precisamente la paradoja de la crisis? Por ejemplo, decir que la crisis reside en la estabilidad, en el equilibrio, en la armonía, en la integración. ¿Cómo puede ocurrir esto? La integración corresponde a la asociación de composiciones combinadas y de combinaciones de composiciones; es decir, se integra lo que está suelto, lo que es parte, lo que es unidad disociada, mejor dicho, no asociada. Por lo tanto, esta condición de la integración al responder a las asociaciones, como que contiene la posibilidad de la desintegración, al encontrarse compuesta por unidades, que pueden ser aislables, perdiendo los vínculos de su asociación.

Lo sugerente de esta hipótesis epistemológica, es esta complementariedad en lo contrastante. La crisis no podría darse sin esta complementariedad contrastante de integración y desintegración. La crisis, entonces, al ser, por así decirlo, el resultado de esta paradoja, nos muestra una fenomenología mayor a la crisis; puesto que se trata de la dinámica de una paradoja, que relaciona crisis y no-crisis. Llamemos provisionalmente armonía o equilibrio a esta no-crisis; entonces, la paradoja seria del equilibrio/crisis. ¿Qué nombre darle a esta dinámica paradójica? Llamémosla, por el momento, paradoja X; paradoja que corresponde a la dinámica movida por el contraste entre equilibrio y crisis. La crisis se sostiene en el equilibrio; es como la preservación del equilibro dinámico, como una constante, la que da lugar a imperceptibles desplazamientos, que pueden considerarse como imperceptibles desequilibrios. Aunque parezca extraño, la hipótesis sugiere que precisamente el preservar el equilibrio es lo que causa la crisis. La sugerencia sobre el nombre de esta paradoja es la de denominarla como la paradoja de la transformación. En consecuencia, la transformación es un acontecimiento paradójico.

Esta redefinición del concepto de transformación, replantea el sentido, el significado y la connotación de transformación. Es como decir que la transformación se da cuando repite lo mismo; sin embargo, lo mismo es diferente, pues al repetir se produce la diferencia. Dicho de modo filosófico, la transformación es como el eterno retorno de lo mismo de la diferencia. Lo sugerente de esta hipótesis teórica, es que sale de la esfera connotativa de entender la transformación en el marco del prejuicio de la evolución. La hipótesis no nos habla de evolución, sino de la repetición del mismo, que siempre es diferente, debido a la recurrencia. Esta transformación esférica, es un círculo virtuoso.

Desde la perspectiva de la paradoja de la transformación, la crisis no es una negación del equilibro, la crisis no es lo opuesto de la armonía, sino, mas bien, su complemento. La crisis no es la contradicción al equilibrio, en la dialéctica que supera esta contradicción mediante la síntesis lógica, que afirma el equilibrio en una esfera mayor. La crisis es alteración del equilibrio, alteración que afirma el equilibrio.

La modernidad, al oponer equilibrio a crisis, al optar por uno de los polos, por así decirlo, de la paradoja, detiene su dinámica, ocasionando el estancamiento. Al creer que mantener el equilibrio es preservar sus estructuras definidas, sus instituciones constituidas, lo que ha ocasionado, mas bien, es la destrucción del equilibrio dinámico, al tratar de mantenerlo en estructuras e instituciones anacrónicas. La ironía de la historia, para decirlo figurativamente, es que la modernidad al querer evitar la crisis ha ocasionado, mas bien, más crisis; crisis separada del equilibrio; debido a la interrupción de la dinámica paradójica. De lo que se trata es de manejar, por así decirlo, la paradoja de la transformación, creando nuevos equilibrios, afirmados por nuevas crisis.

Si asumimos esta hipótesis teórica de la paradoja de la transformación, nos encontraríamos, supuestamente, en condiciones de replantear la cuestión estatal. Se ha supuesto que el Estado es sinónimo de equilibrio; su misma palabra lo dice. Entonces, mantener el equilibrio resulta lograr la preservación del Estado dinámico, de toda su estructura institucional dinámica. Al reducir el equilibrio al orden institucional, se termina fosilizando el equilibrio, que pierde la dinámica que lo constituye. La crisis, como opuesta al equilibrio, también se estanca, al perder sua dinámica. En consecuencia, la crisis separada de la paradoja, la crisis vista negativamente, como catástrofe, se evidencia como producto del dualismo esquemático de la modernidad. Al separar equilibrio y crisis, la modernidad ha desactivado la formación del equilibro y ocasionado la crisis permanente del Estado, la crisis orgánica del capitalismo, la crisis genética del poder, la crisis múltiple del sistema-mundo.

Ahora bien, después de la exposición conceptual sobre la paradoja de la transformación, debemos preguntarnos ¿qué es el Estado-nación desde esta perspectiva paradójica? Manteniendo todavía los nombres modernos heredados, en la dinámica paradójica social, la paradoja aparece como paradoja sociedad/Estado, generados en la dinámica paradójica de la organización. El Estado reside en la sociedad; la sociedad, al reproducirse, afirma al Estado dinámico, que nunca es el mismo, sino muta y se transforma al repetirse, ocasionando diferencias, aunque sean imperceptibles. Desde la perspectiva paradójica, hablamos de una sociedad y un Estado dinámicos; no de la sociedad institucionalizada, que ha interrumpido su dinámica, no del Estado cristalizado en sus instituciones anacrónicas, que ha interrumpido su dinámica. Al acaecer estas interrupciones, debido a la separación entre Estado y sociedad, separación efectuada como economía política del Estado, asistimos a la congelación de estructuras separadas, que lo único que pueden hacer es repetirse sin cambiar; en otras palabras, mantenerse en la inercia.

El Estado-nación del que habla la ciencia política es pues este Estado separado de la sociedad, esta maquinaria, este aparataje aislado de la sociedad; en suspenso, separado de la dinámica que le dio nacimiento. Cosificado y convertido en un fetiche institucional. Hacer teoría de este Estado-nación es como convertir en objeto de conocimiento a una momia, que, por cierto no deja de dar información a partir de las huellas inscritas; pero, se trata de un conocimiento arqueológico. La comprensión, el entendimiento y los conocimientos vitales se encuentran en relación con las dinámicas paradójicas. Dinámicas, que si bien han sido descartadas por el sistema-mundo capitalista, en su estructural funcionamiento institucional, no han desaparecido en el tejido espacio-temporal-territorial-social no institucionalizado; no han desaparecido de la complejidad dinámica, sinónimo de realidad efectiva. En consecuencia, la tarea es comprender las dinámicas paradójicas no capturadas ni interrumpidas por la economía política generalizada.

Lograr el conocimiento aproximado de la paradoja de la organización, del devenir organización. Desde esta perspectiva paradójica, el devenir organización está más acá y más allá del Estado interrumpido, del Estado separado. El Estado o la “ideología” estatalista ha reducido la organización, la capacidad de organización, a imagen y semejanza de sí mismo, como si hubiese una sola forma, un solo modelo de organización, que es ésta, estampada por la economía política generalizada.

Si podemos hablar todavía de historia, como herencia, concretamente hablar de historia política, sería como historia presentista, acaecida en el presente, encontrando en la arqueología de las huellas del pasado, la posibilidad de elaborar la narrativa histórica, que no es el pasado, pues éste ya no está. Sino una representancia, como denomina Paul Ricoeur[2]; es decir, una interpretación basada en fuentes. En estas condiciones, la historia como representancia tiene como referente la historia efectiva, que ya es inalcanzable, empero interpretable; configurada y reconfigurada, por medio de la narrativa histórica, que resuelve las antinomias de la historia mediante el recurso de la ficción.

Ninguna historia dice la verdad del pasado. Esto es apenas una pretensión de la corriente positivista de la historia. La historia ayuda a comprender a los humanos del presente lo que llaman pasado y ha quedado como archi-escrituras hendidas como huellas. Desde este punto de vista, la historia adecuada no es la historia del Estado-nación en la modernidad, pues sería la historia de una estructura separada, cristalizada, interrumpida y congelada. La historia que conviene al presente es la historia de la dinámica de la organización, aunque exilada en las sombras y en los márgenes de un sistema-mundo iluminado. Es decir, la historia del despojo y desposesión de la potencia social, que es, al mismo tiempo, la historia de la “ideología” del Estado.— NOTAS

[1] Ver Acontecimiento político. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15.

[2] Ve Tiempo y Narración, Tomos I, II y III. Siglo XXI; México.