República no es objeto, institución, sino gente, y gente que obra en comunidad

Toda república, según el verdadero pensamiento republicano, una tradición de 2500 años, en primer lugar, lucha por controlar, deliberar y crear en comunidad, democráticamente, diríamos ahora, una cultura comunitaria de vida que garantice la igualdad de vivir, el ethos. En segundo lugar, lucha por controlar, deliberar y crear en comunidad, también, la ley.



Joaquín Miras | Filólogo, historiador, autor de varios ensayos sobre republicanismo y democracia
“República no es objeto, institución, sino gente, y gente que obra en comunidad”

Pocos días antes de las elecciones del 26J, entrevistamos a Joaquín Miras, una referencia del marxismo en España. Su mirada sobre la política se basa en la participación permanente y creativa del conjunto de la las mayorías sociales.
Alexandre Carrodeguas
03/07/16 ·
https://www.diagonalperiodico.net/saberes/30872-republica-no-es-objeto-institucion-sino-gente-y-gente-obra-comunidad.html

Joaquín Miras acaba de publicar en El Viejo Topo el libro Praxis política y Estado republicano donde analiza la política no como una actividad restringida a los especialistas, sino que entiende la cosa pública como la participación permanente y creativa de la totalidad de la comunidad de ciudadanos en la propia polis. Esta forma de ver la política cuestiona el papel de la izquierda tradicional. Miras piensa que el único futuro humano será el que nosotros logremos crear con nuestra propia praxis colectiva.

Miras es un Hégelo-gramsciano catalán discípulo de la hispanista Gulia Adinolfi que entiende la tradición marxista como una praxeología o filosofía sobre las formas de vida. Miras es una vacuna contra el marxismo dogmático y mecanicista que hemos tenido que padecer durante tantos años. El se inscribe más bien en cierto historicismo y republicanismo que entiende la realidad humana en sentido antropológico, condicionada sólo en cierta medida por el factor económico en la línea de autores como Gramsci, E.P. Thompson y Pasolini. Y siempre teniendo presente a Hegel.
¿Por qué consideras importante Joaquín la visión de la política como una praxis comunitaria y no como una mera técnica del ejercicio del poder?

En primer lugar porque, solo la movilización de la mayoría social, en política, más allá del votar, que no hay que excluir, desde luego, puede garantizar que quienes acceden a las instituciones gubernativas tengan poder frente a los poderes de la oligarquía y no sean, ellos mismos absorbidos e integrados. La política no es un ente de razón. No es por tanto conocimiento, es capacidad de hacer. Y eso exige crear materialmente los medios que nos permitan controlar nuestra actividad y dirigirla a los fines que también creemos en correlación con nuestra capacidad de hacer. Los medios no son las instituciones gubernativas.

En segundo lugar, porque una sociedad es una comunidad organizada cuyo fundamento es una cultura material de vida, aprendida, compartida, reproducida, que ordena la totalidad de la vida cotidiana de todos sus miembros, su antropología, sus necesidades. Un ethos, en denominación usada por el pensamiento político clásico.

Un vivir conforme a una cultura material de vida que no está controlada por los individuos de la comunidad nos hace estar sometidos al poder que la dirige. En este caso el capitalismo, que ahorma el vivir, con su penetración en la vida mediante la producción para el consumo cotidiano y la propaganda, ante todo lo cual estamos inermes por estar desorganizados atomizados.

Nuestro vivir cotidiano depende de poder ajeno, nos somete y deja inermes, pone límites al cambio posible de la sociedad.

Por ello, toda república, según el verdadero pensamiento republicano, una tradición de 2500 años, en primer lugar, lucha por controlar, deliberar y crear en comunidad, democráticamente, diríamos ahora, una cultura comunitaria de vida que garantice la igualdad de vivir, el ethos. En segundo lugar, lucha por controlar, deliberar y crear en comunidad, también, la ley.

¿Crees que en la izquierda mayoritaria y en los movimientos sociales sigue predominando la visión de la actividad política como un saber meramente teórico?

Sí, lo podemos ver en las declaraciones de los dirigentes y en lo que constituye su objetivo primordial; este no consiste en ayudar a que los sectores sociales subalternos, populares, los explotados, se organicen y movilicen, deliberen sobre su hacer, intenten reapropiarse del control sobre el mismo, deliberen sobre lo que es o debe ser la política, etc.

Piden nuestro voto y que confiemos en ellos para solucionarnos los problemas. Es cierto que este discurso coincide con el sentido común existente tras decenios de desmovilización; percibimos que la confianza en las opciones electorales de izquierda, el ascenso en intención de voto de las mismas, viene acompañada de un aumento de la por sí escasa movilización anterior. Respecto de los movimientos, éstos conciben que su tarea es la de agitar y protestar, manifestarse, ser vehículo expresivo de la sociedad. No pasan a tratar de organizar establemente, a plantearse objetivos inmediatos, entre ellos, el de crear nuevas formas de vivir.
¿Qué tiene que ver todo esto con la tradición clásica mediterránea de la que tanto hablas en el libro? Es Marx también un heredero de esta tradición?

Esa tradición clásica mediterránea no era “eurocéntrica”, se desarrolla en torno al Mediterráneo oriental, en Asia Menor, en Egipto, en las islas del mar Jónico, entre Asia Menor, Creta y Grecia; en la península de Grecia, y en la Magna Grecia o sur de la península de Italia y el mar Egeo. Luego es continuada por Roma y gran parte de los más grandes autores del Imperio son africanos, etc.

La Europa actual por otro lado, no asume esta tradición, que considera que una república es una comunidad humana cuya actividad es la que produce y reproduce el vivir de todos. República no es “objeto”, institución, sino gente, y gente que obra en comunidad; república es actividad en común. En consecuencia la tarea fundamental del pensamiento político es articular una mayoría activa que luche por el control de la cultura material de vida mediante la que se produce el vivir: el ethos. Impone también mediante la lucha que la legislación, que debe ser orgánica al vivir, sea deliberada por la totalidad de los ciudadanos, y solo delega, con muchos controles, la tarea gubernativa.

La desconexión fundamental no es respecto de otros países, etc. sino
que es la que hay que hacer en nuestro
vivir común,
desconectándonos
del ethos, de la cultura de vida orgánica del capitalismo, generada por él

Marx es un heredero de esta tradición. Su concepción de la política no es técnico-institucional, ni considera que la política sea un hacer tecnológico derivable de saberes científicos. En sus libros no hay elaboración de recetario político; se puede acudir a los más dedicados a la economía, que son, precisamente de crítica a la escuela de economía entonces dominante –El Capital, se subtitula Crítica de la economía política, que era el nombre de la escuela escocesa de economía–. Esta “carencia” se debe a que él piensa que el proyecto político surge de la deliberación del movimiento de masas y, por ello mismo, el proyecto, el programa, sus metas irán siendo elaboradas por los explotados organizados, desde su experiencia, y dependerán de la capacidad de poder hacer, de praxis, generada por el movimiento. No pueden ser un “debe” a priori, elaborado con completa desconexión respecto de la verdadera capacidad de control sobre la actividad desarrollado por los subalternos. Debe surgir de la imaginación generada a partir de la experiencia práctica que los organizados, activos, poseen sobre su nueva capacidad de control sobre la actividad comunitaria.

Marx tampoco concibe la política como acción dejada en manos de representantes sin control.
¿Hasta qué punto las “izquierdas” somos tributarias de la ideología liberal que se empieza a implantar en la europa post-napoleónica?

Para el republicanismo clásico el fundamento constituyente de una comunidad republicana, su verdadera constitución, es el ethos, la cultura material o cultura cotidiana, el saber hacer/saber vivir mediante el que reproducimos y producimos el vivir en comunidad. Todo esto es considerado por nosotros, ahora, como consecuencia de la ideología impuesta por liberalismo, “vida privada” y por tanto, un no lugar político, excluido de la deliberación política y de la práctica política organizada. Por tanto, la vida cotidiana, la cultura que la produce, queda en manos de los grandes capitalistas, que la moldean mediante la producción para el consumo. Esta ideología, cuyas raíces están en el pensamiento de la Fisiocracia, los “filósofos economistas”, enemigos férvidos de Rousseau, fragua como ideología hegemónica tras la Revolución Francesa, y es el Liberalismo. Como vemos, ésta es la ideología de fondo de la izquierda actual
¿Por qué la socialdemocracia y el comunismo realmente existentes fueron impregnados por la visión positivista del mundo, hegemónica a finales del siglo XIX?

En primer lugar, deseo argumentar esto. La socialdemocracia, el comunismo, las fuerzas de la izquierda en general, aceptaron que la política era asunto de saber científico. Para elaborar la “estrategia” adecuada, se necesitaba estudiar científicamente la sociedad de modo que, como corolario de sus investigaciones, se pudiese prescribir y elaborar un proyecto político y una estrategia, o previsión del conjunto ordenado de pasos y etapas a recorrer hasta lograr alcanzar el fin propuesto. Y también el hacer político práctico era concebido como un saber derivado del conocimiento teórico científico, como una ingeniería de intervención “sobre” la sociedad. Por todo ello, la política quedaba en manos de minorías o élites –teoría de élites– que se proclamaban cualificadas intelectualmente. Este es el pensamiento de la socialdemocracia, de la internacional comunista, de Stalin, y es, también, la concepción política actualmente vigente. Esta concepción fue elaborada por el Positivismo, y ha sido continuada por el neopositivismo y la Filosofía analítica, que parten del aristocraticismo liberal, la teoría liberal de elites, las “minorías selectas” de Ortega, o gobierno de los mejores, la “excelencia”, y lo fundamentan en el conocimiento de un saber esotérico, la ciencia.
¿Por qué la política no puede ser una actividad únicamente reducida a especialistas? Qué quieres decir cuando hablas de la política como episteme o como doxa…?

La política no es una cuestión de habilidad tecnológica, ni una actividad que se restrinja a la gestión técnica desde las instituciones gubernativas. Política es poder, en el sentido clásico del término: capacidad de control sobre la actividad. La actividad que produce y reproduce la comunidad es actividad creada en común. Pero sin embargo, no es decidida en común. El entramado de instituciones comunitarias en las que estamos integrados en el vivir cotidiano, o de las que hacemos uso, y desde las que se genera la actividad, el entramado fundamental, está en manos de la minoría, de la oligarquía capitalista y de grupos que le son afines. La actividad que produce la vida la creamos nosotros, es “la luz que salta de nuestros actos”, para decirlo con Rafael Alberti. Pero está en manos ajenas, y, paradójicamente, nuestra actividad nos domina. Dominará también a los representantes electos que traten de enfrentarse a ese poder enorme, porque es el poder colosal que generamos todos con nuestro hacer.

La política no es conocimiento, porque, a falta de capacidad de control sobre la realidad social, toda imaginación intelectual que se nos ocurra de mundo al revés, es banal por su irrealidad. La política es voluntad, voluntad de crear en nosotros capacidad de control sobre nosotros mismos, y eso surge de la creación, elaboración en acto, de lo aún no existente. Creación de organización. De lo que no existe es imposible predicar nada, y aún menos científicamente, pues la ciencia explica lo que existe o ha existido. Esa creatividad es operada desde la experiencia de la razón práctica, desde el sentido común bien ordenado como consecuencia de la experiencia previa. De la doxa u opinión común. A este sentido común coherente y experimentado, que surge de la práctica política creada, los griegos –Aristóteles– lo llaman Frónesis. Cicerón lo traduce como Prudentia. El saber teórico sobre la realidad social en la medida que ilumina nuestros problemas y muestra sus causas, funciona como Retórica, como argumentación que es protréptico, exordio, admonitio, amonestatio, a la creación de nueva praxis, de praxis, a su vez, creadora de capacidades inexistentes.
Insistes en que sin un ethos activo y organizado la izquierda siempre será derrotada ¿Qué quieres decir con esto?

Creo haber respondido a esto, al menos en buena parte. Si queremos cambiar la sociedad, el mundo capitalista, debemos poder operar un cambio, debemos poder operar una desconexión respecto de ese mundo; no se puede seguir en él y no seguir con él. Hasta aquí, todo honesto político estará de acuerdo; no se puede “adoptar lo mejor del socialismo y lo mejor del capitalismo”, eso son enjuagues verbales. Solo que, como enseña la tradición de pensamiento clásica, republicana, la desconexión fundamental no es “con el exterior”, respecto de otros países, etc. sino que es la que hay que hacer en nuestro vivir común, desconectándonos del ethos, de la cultura de vida orgánica del capitalismo, generada por él. Hegemonía es precisamente eso, poder de control que tiene un sistema de explotación como resultado de haber generado un vivir, el que conocemos y nos permite ir tirando, por mal que estemos, que no puede ser reproducido sin su existencia como sistema dominante y sin el cual no somos capaces de crear el vivir.

Sin movilización social, sin nuevos procesos de lucha, sin acción en la calle, sin lucha sindical, estas fuerzas nuevas, en caso de que accedan al gobierno, carecerán de margen de maniobra
¿Cómo ves la crisis del régimen político español? ¿Crees que estamos viviendo otra revolución pasiva en términos Gramscianos?

Creo que el régimen político del 78 está en crisis. Los mejores analistas políticos señalan que el PSOE se desfonda, en estas elecciones o en las que vienen. Y que el PP desaparece pero más lentamente, a medida que su electorado fallece por edad, etc.

No así el estado, que es una sociedad civil organizada por un poder capitalista oligárquico brutal. El poder real social sigue ahí y nadie habla del mismo. Las mismas instituciones supremas del estado, la monarquía, si no mete el remo aún más de lo mucho que lo ha hecho, tiene margen de maniobra para sobrevivir. Hace dos años todas las fuerzas despuntantes hablaban de colapso del sistema y de proceso constituyente. Hasta ahora lo único nuevo que hemos visto constituirse son esas mismas nuevas fuerzas políticas. Sin movilización social, sin nuevos procesos de lucha, sin acción en la calle, sin lucha sindical, estas fuerzas nuevas, en caso de que accedan al gobierno, carecerán de margen de maniobra, y se acomodarán a la situación: “no hay más cera que la que arde y todo el pescao está vendido”. Serán cooptados, una vez se quite de en medio a los pocos discordantes, a ese tipo de proceso, Antonio Gramsci le llamaba “Revolución Pasiva” y “Transformismo”.
¿Qué piensas de la falta de tradición y debate teórico en cuanto a la corriente hegeliana del marxismo en el reino de España? ¿Por qué es tan pobre teóricamente el marxismo por estos pagos?

En España –se incluyen todos sus componentes territoriales– no ha habido un pensamiento filosófico, teórico, de izquierdas, digno de tal nombre. Recuerdo que en tiempos se decía que Luis Araquistain había sido un gran pensador, que Comorera… hay que ver los escritos y basta. Por seguir con el ejemplo, Araquistain, que era un liberal progresista, éste era un buen periodista, conoció el pensamiento social de su época, y a eso es a lo que se le llama “teórico”. Es como considerar –tengo mis años y mis ejemplos son antiguos– que el director de la revista semanal Triunfo, el notable periodista Eduardo Haro Tecglen, era un “teórico”…

El pensamiento filosófico en general sufrió un golpe terrible con la guerra civil., que hizo que en España no haya tradiciones de pensamiento, escuelas que se continúen. Además, en España, tal como se concluye de lo que he respondido al comienzo de la pregunta, nunca ha habido una tradición marxista de pensamiento. Ha habido pensadores marxistas valiosos, interesantes. Pero nada más. Los partidos de izquierda nunca tuvieron interés en ayudar a crear esas escuelas marxistas de pensamiento. Su concepción de la política era la institucional, y el marxismo, cuando no era considerado un estorbo a tirar por la borda, era algo instrumental, para lucir de que tenían “teólogos”. Las instituciones “culturales” de los partidos estaban destinadas a “pescar intelectuales de renombre” y… a drenar recursos para las elecciones y para pagar funcionariado. “His rebus gestis”, “una vez así, las cosas”, la cosa fue como fue. En los años 70 del siglo pasado, durante la transición franquista, el marxismo se puso de moda, pero 15 años después, quienes se habían declarado marxistas, borraban de la foto de su biografía y de sus mismas bibliografías estos pecadillos, excomulgaban de su ejecutoria este pasado –“arreniégote, demonio”–. Se produjo un recorrido en fulgurante carrera desde el marxismo profeso, al habermasianismo, al marxismo analítico…para acabar en brazos de Rawls, el liberalismo progresista confeso.

En España nunca se llegó a conocer de forma generalizada a Hegel. Ortega y Gasset había comenzado, a fines de los años 20, la tarea de dar a conocer a este autor y al resto del pensamiento idealista alemán –traducciones de libros de Hegel, de Fichte…–. Sin la posibilidad de leerlo, es imposible que se hubiese formado una escuela hegeliana, y por tanto, no había condiciones para la aparición de un marxismo hegeliano. Sí hubo, tras la guerra civil, hay individualidades: Eloy Terrón, Manuel Ballesteros…
¿Podríamos incluir como última pregunta Joaquín el por qué animarías a la gente a leer tu libro?

Mi libro discute precisamente esas dos derivas actuales de la política: considerar que la política es una ingeniería social ejercida desde las instituciones por unas minorías que se declaran cualificadas en nombre de un saber científico. Y que la política es solo acción técnica institucional y no tiene en cuenta la comunidad social y la cultura –ethos– de la misma. Pone de manifiesto que ni la una ni la otra pueden ser consideradas pensamiento republicano, porque no han pertenecido a la tradición de pensamiento así denominada, la tradición Mediterránea, praxeológica de la política. La obra elabora un informe razonado de la tradición res publicana, que prueba este asunto.