Descolonizar las lenguas maternas: Somos aymaras sin el aymara, quechuas sin el quechua…

A los 8 meses de feto en el vientre percibimos la melodía idiomática (prosodia) de nuestras madres. Nuestro idioma materno.



Somos aymaras sin el aymara, quechuas sin el quechua…

Rumi Muruchi Poma

La exuberancia de una planta depende de la vigorosidad de los nutrientes que la recibe. Cuanto más vigoroso los nutrientes mas exuberante la planta. Algo parecido sucede con nuestro intelecto. Según expertos (Raymons Cartell) tenemos inteligencia fluida y cristalizada. Mientras la primera tiene mucha relación con factores como creatividad, razonamiento e intuición, la segunda, es decir la inteligencia cristalizada, depende del conocimiento (verbal knowledge) y de la elocuencia verbal (fluency verbal). La madre del saber está entonces también en el manejo del idioma. A más dominio de lenguas más exuberante nuestro intelecto.

¿Pero cuándo lo aprendemos? Investigaciones demostraron: ya a los 8 meses de feto en el vientre percibimos la melodía idiomática (prosodia) de nuestras madres. Nuestro idioma materno. A los 9 meses de niñez captamos el patrón fonético y fonotáctico de la lengua hablada por nuestra mamá. Ese patrón prosódico, que en los primeros años de nuestra niñez vamos perfeccionándolo, es, posteriormente en nuestra vida de adultos, una especie de radar para captar las palabras de la fluidez del habla. Lo escuchamos y lo entendemos. Gracias a lo aprendido de ese patrón de nuestro idioma materno, de adultos, en nuestra calidad de oyentes, podemos segmentar en palabras la locución fluida de nuestros interlocutores (Anne Cutler).

Entre los 3 y 6 años de niñez manejamos no sólo el patrón prosódico sino también los fundamentos de la fonética, léxica y gramática del habla de nuestro idioma materno. En el medio alemán un niño de cerca a 6 años maneja alrededor de 5.000 palabras, los mayores cerca de 16.000. Se sabe que en esa etapa los niños y niñas tienen una “fase sensible” para el aprendizaje de la gramática del idioma materno, más después esa sensibilidad se reduce. La adquisición del idioma hablado, en este caso de la primera lengua (L1), se convierte en una especie de palanca que eleva el proceso cognitivo del niño (ña) al nivel de símbolos. La estructura cognitiva se parece a una planta con raíces bien ramificados en la madre tierra. Y la asimilación intelectual del entorno a nuestro genio (Jean Piaget) continúa a pasos gigantescos. Conocer y reconocer nuestro entorno y contorno, formular los conocidos en símbolos idiomáticos, en conceptos, asimilar otros conocimientos y otras experiencias, aprender otros idiomas son capacidades que los adquirimos en nuestra niñez. Expertos indican que el aprendizaje de una segunda lengua (L2) sea más fácil en base al dominio de L1. De ahí que los gobiernos de los países del llamado primer mundo hacen todo lo posible para fomentar el aprendizaje de la lengua materna y del segundo idioma (bilingüismo).

No nos olvidemos que nuestros primeros maestros (as) fueron nuestra mamá, el papá, los hermanos (as), los abuelos (as) y otros. La excelencia o no de ellos (as), en el manejo del idioma o idiomas, determina el nivel de dominio que él niño pueda tener, y el nivel de su proceso cognitivo. Si saben más y se dedican a sus hijos (as), los niños (as) tienen la suerte y la posibilidad de adquirir en excelentes condiciones su idioma materno. Padres que no tuvieron el nivel difícilmente podrán apoyarles a los hijos (as). Pero aquí está el problema estructural de una sociedad colonial, aprendimos el español recién a los 6 años, al ingresar a las escuelas, donde el aprendizaje de nuestros idiomas maternos era y son considerados como signo de retraso.

Interferir el aprendizaje del niño de su idioma materno es comparable con el dejar de regar agua a la planta o eliminar sus raíces de sustento. Su muerte es lenta y segura. Es un genocidio a la inteligencia del niño privarle el aprendizaje de su idioma materno. De ahí que en Bolivia y en el Abya Yala, allí donde se impone el aprendizaje del castellano sin fomentar al mismo tiempo (ojo y aquí vale la remarcación) nuestros idiomas maternos, continua el genocidio colonial. Muchos k’aras, mestizos y originarios creen que con aprender el idioma colonial habremos superado el colonialismo. Un graso error. Los migrantes con el dominio de su idioma materno nos llevan, en un principio, una ventaja mínima de 6 años. En casa nuestros padres no la hablan menos la dominan. Muchos papás y mamás originarios han optado por prohibir a sus hijos hablar sus idiomas maternos y exigirles aprendan el castellano. Existe la creencia antipachamámica de que nuestros idiomas maternos les perjudican en el aprendizaje del idioma colonial. Falso, como lo hemos visto.

Entonces, la brecha de desventaja es más de 6 años. El resultado es que pateamos el español, posible que nos plazca, pero nuestra carrera profesional es pateada por los de mente colonial: pésimo nuestro castellano y no hablamos nuestros idiomas. Patético es nuestro presidente. Estamos destinados a que nos sigan gobernando. No pocos originarios de mente blanca y colonizada, sobre todo los antipachamámicos, que se rindieron, prefieren por eso a que algún periodista o intelectual de la clase media colonizada les gobierne pues son mejores que ellos. Somos aymaras, aymaras, guaranies sin habla de nuestros idiomas. Los políticos mestizos y criollos racistas y de mentalidad colonial nos miran con mucha satisfacción porque así mantienen la enorme ventaja que nos tienen en el dominio de su idioma materno. De ahí que no es raro que puestos de trabajo de dirección sean ocupados por esos colonialistas culturales de hoy. Un español o argentino migrante accede fácilmente a esos puestos de trabajo. Si no cámbianos esa situación de colonialidad, nuestros hijos (as) seguirán con el rol pongos: cuidar las puertas como porteros, trabajar de empleadas domésticas (cómo dijera sabiamente el Mallku) o estar de segundos como sucede en el gobierno actual.

El aprendizaje de nuestros idiomas maternos no empieza con la educación en las escuelas sino mucho más antes. De ahí que los políticos no sólo deben hacer cumplir lo escrito en el Artículo 6, inciso 1 de la Ley 269: “A recibir educación en su lengua materna y segunda lengua con su respectiva pertinencia cultural”. Sino también desarrollar políticas educativas también para niños preescolares, fomentar guarderías infantiles con enseñanzas en base a nuestros idiomas maternos.

Hermanos y hermanas qué estoy proponiendo: ¿Un etnolingüismo como la que tenemos en Bolivia? No, definitivamente no. La solución es el bilingüismo: el dominio de nuestro idioma materno y del castellano. Esa solución necesita el concurso de expertos lingüistas. Es una tarea ineludible e inaplazable a corto, mediano y largo plazo.

Las tareas inmediatas que debemos enfrentar también van en el marco del fomento del bilingüismo en las siguientes características:

· Los k‘aras y los seudo k‘aras, que ocupan funciones públicas del Estado, no quieren hablar nuestros idiomas a pesar de que la Constitución Política (Art. 5.I. y II.), la ley 269 y el Drecreto Supremo 2477 estipulan la obligatoriedad del manejo de los idiomas maternos de la colectividad. Su cumplimiento estricto, en la escritura y en el habla, limpiará a la inteligencia seuda de los espacios del Estado. No debiera ser el Instituto Plurinacional de Lenguas (IPELC) la que controle eso sino las universidades con criterios científicos bien definidos. Nadie debiera comprarse el certificado para mantenerse en el poder. El próximo presidente o presidenta debe dominar uno o dos lenguas originarias.

· Debemos exigir que las empresas televisivas utilicen obligadamente los subtítulos en el idioma que corresponda. En La Paz, si hablan el castellano los subtítulos en aymara y viceversa, en Cochabamba, Oruro y Potosi el quechua, En Santa Cruz el guaraní. La implementación de esa modalidad debe ser resorte de cada departamento.

· Los letreros públicos en todas las ciudades y pueblos de Bolivia deben contener los dos idiomas de uso en cada departamento.

· La elaboración de cuadernillos de enseñanza para el aprendizaje de nuestros idiomas maternos dirigido para los niños preescolares. Los originarios deben participar en eso.

· Guarderías infantiles aymaras, quechuas, guaranies….

· Necesitamos escuelas y colegios bilingües. En esas instituciones deben impartir las materias básicas en los idiomas originarios. Matemáticas, química, física e historia deben saberlo también en nuestros idiomas.

· Las escuelas y colegios deben tener profesores excelentes en los idiomas originarios y el castellano. Nuestros niños y niñas deben dominar los dos idiomas.