Consciente, inconsciente, sexo y drogas. Rompiendo esquemas.

Los grupos humanos que han vivido juntos y compartido cotidianeidades durante varias generaciones entre ellos y con la madre tierra, como las formas de vida comunitaria existentes en todo el mundo a la época de la decisión de la “civilización del progreso” de salir a promover la buena nueva a punta de cruz y espada, consumían drogas como el peyote en el norte de nuestro continente Abya Yala, la ayahuasca en regiones amazónicas y el opio en regiones asiáticas, aunque vaya a saber uno las tantas variedades existentes.



Consciente, inconsciente, sexo y drogas.
Rompiendo esquemas.

Los grupos humanos que han vivido juntos y compartido cotidianeidades durante varias generaciones entre ellos y con la madre tierra, como las formas de vida comunitaria existentes en todo el mundo a la época de la decisión de la “civilización del progreso” de salir a promover la buena nueva a punta de cruz y espada, consumían drogas como el peyote en el norte de nuestro continente Abya Yala, la ayahuasca en regiones amazónicas y el opio en regiones asiáticas, aunque vaya a saber uno las tantas variedades existentes. Desde la década del sesenta, que recuerde, era como la meca de los hippies, mochileros y rebeldes hijitos de papá de la época, ir al desierto mexicano y probar el peyote o San Juan, para luego relatar con pelos y señales a la audiencia embelezada las bondades de la mansa volada, las luces de colores y en fin, la alucinación máxima, gallo.

En la historia hay muchos grandes artistas que se pegaban sus voladas del caballo para alcanzar la cima y el climax de la creatividad viendo y escuchando dimensiones desconocidas, como los poetas malditos, que además de empinar el codo, se echaban cuanto polvo aparecía en el mercado de la volá. Estos llegaban directamente a las regiones nerviosas, conductoras y sensibles del cerebro, sin pasar por los órganos de los sentidos. Por ejemplo se ven luces de colores aún cuando nada impacte a los órganos de la visión, que sabemos que no se ve en los ojos, sino a través de los ojos, ya que normalmente la luz llega a la vista, impresiona en la retina y recorre el circuito sensitivo desde el nervio óptico hasta las regiones cerebrales que interpretan o traducen lo que ven en una comprensión manejable por la conciencia y que puede adquirir nombre y concepto según el lenguaje y la cultura, lo que para muchos rebeldes e irreverentes significa estar presos, lo que es así, pero se instala la concepción equivocada de me libero si quiebro esquemas, me echo dentro y encima lo que haya en el mercado de la “creación” de imágenes y meta a volar por lo desconocido picoteando y deteriorando mis fibras más sensibles, fragilizándolas y preparándolas para su aniquilamiento.

El hecho de volar sin la acción externa en los órganos de los sentidos, sino ingiriendo productos naturales, o no tanto, que llevan de un viaje al nirvana, puesto que van directo al sistema nervioso final que normalmente recibe los estímulos externos que los activan, puede decirse que se trata de alucinaciones, y los medios que las generan se llaman alucinógenos, como fue el LSD, que se metía la gente en masa desde la época de los hippies y quien no lo probaba estaba bien fuera de onda.

Ese estado de alucinación es el que alcanzan las comunidades en sus ceremonias y rituales de índole espiritual. La comunidad está formada por los vivos y los muertos, que muertos están, por lo que no se piensa que andan por ahí y podrán volver dentro de un animal u otra persona, en la llamada reencarnación, que es una concepción ideológica derivada del individualismo patriarcal, ya que la “reencarnación” representaría una cierta autonomía de lo que habría que llamar “espíritu”, que no es más que la ruptura de la espiritualidad, que es el flujo energético y el equilibrio natural, el newen, que al ser quebrado por el patriarca occidental, requiere la argumentación de la existencia de dichos entes también escalonados y jerárquicos como en la vida.

Los alucinógenos y el sonsonete rítmico y fuerte del tambor y otros instrumentos de percusión que son predominantes en estas ceremonias, o en última instancia el batir de palmas y los golpes en el suelo con la planta de los pies uno tras el otro, producen un corte o suspensión de la conciencia y de la conciencia colectiva, surgiendo lo que Levy-Strauss llamó inconsciente colectivo, siendo muy interesantes sus estudios de los mitos indígenas y aún de los cuentos de los hermanos Grimm, donde puede verse el inconsciente colectivo de la época. Veamos lo que entiende este antropólogo frances, padre de la antropología moderna, por inconsciente colectivo. Él vivió 40 años entre comunidades indígenas y se considera el que más ha contribuido a esta ciencia después de Morgan, el antropólogo norteamericano que descubrió las formas de lazos consanguíneos y la formación de gens (clanes), fratrias (conjunto de clanes) y tribus (conjunto de fratrias) y las formas de relacionamiento sexual endogámico y exogámico, en las comunidades y pueblos precolombinos del norte de nuestro continente.

El inconsciente se considera una parte de nuestro sistema productor de actos que no derivan de la reflexión, opción o decisión, o sea, están fuera de la consciencia, no son captados ni controlados por la mente racional y se diferencian del subconsciente en que no se forma por estímulos externos llamados subliminares, que se adentran en nosotros captados por los sentidos pero no por la mente, como un cuadro de mil detalles que están al alcance de nuestra visión, pero sólo alcanzamos a captar algunos de ellos, en tanto el resto entra igual y a veces podemos verlos nuevamente sin recordar donde ni cuando lo vimos anteriormente, como un dejá viu.

Para Levy-Strauss el inconsciente colectivo es una estructura, obvio, él es estructuralista, en la que pueden leerse modos y características de un pueblo mediante la técnica de la hermenéutica, esto es, la interpretación, de allí que el mito es “una forma de decir”, y que por lo tanto debe traducirse a los códigos y lenguajes a que estamos acostumbrados. Digamos que el antropólogo pasó 40 años de su vida interpretando y traduciendo esos códigos. Para nosotros representa el perfil identitario de ese pueblo, pero emparentado genealógicamente con el resto de la especie, por lo que el estudio e interpretación de la cosmovisión originaria es el estudio de la especie y de la historia, con la diferencia que en la interpretación occidental entra de lleno la ideología, o sea, visiones preconcebidas, interesadas y contrapuestas, en especial si atendemos al hecho de que el carácter binario de las cosas se sobrepone al carácter o interpretación holística o compleja, si prestamos atención a las conclusiones de Edgard Morin. Por ejemplo el Yin y el Yang no son contrapuestos, sino que están en armonía, así como están en interacción y armonía con el resto del cosmos, sin embargo en occidente, por ejemplo en la sociología, se opera sobra la base de la teoría del conflicto y que la sociedad humana vive superando o controlando dicho conflicto, lo que Max Weber sistematizó siguiendo el individualismo competitivo de Tomás Hobbes, el autor del Leviatán.

De esa manera, la ceremonia comunitaria resulta ser una introspección de la especie, que se examina a si misma, por ello cuando en África se deben tomar decisiones importantes, se consulta con los muertos debajo de un árbol frondoso al ritmo del batir de palmas. Muy interesante, son los mayores que ya no están los que parecen hablar con la voz de la especie. Cuando terminan la decisión ha sido tomada y toca a las autoridades tradicionales ponerlas en palabras y en acción.

Sin embargo estas comunidades no necesitan estarse comunicando a cada rato con lo que algunos llaman “el más allá”, que en realidad no está ni allá, ni más allá, sino que está bien acá, pues se trata del cosmos, del todo, de la madre tierra y del común, de lo que somos parte, y al salir del plano consciente, todo se entrecruza y parece agolparse. No vamos a ver el cosmos ni a escucharlo, simplemente vamos a sentirlo y su lenguaje no es ni puede ser racional, sino sensorial, para lo que no estamos preparados, dado que las sensaciones son de la especie, y los que tienen intereses binarios o maniqueistas, es decir, los buenos y los malos, no van a pescar ni un resfrío, sólo lo van a pasar bomba, de rechupete, volaos y borrachos como tagua.

Tampoco sirve ser turista de la droga, como quien dice “probarla”. En mi caso al estar en Brasil, estuve en una ceremonia con ayahuasca, donde te daban dos cálices chiquitos y finalmente otro hasta la mitad, para alcanzar el estado estratosférico, pero con el primero empecé a ver luces de todos los colores, sentía ruidos que no podía identificar y me parecía estar en una montaña rusa, de modo que rechazé amablemente el resto y esperé con santa paciencia que los volados tragaran el discurso del Santo Daime que comenzó tras una campana en lo mejor de la volada y concluyó con otra campanada. Así ninguno tenía noción de que les estaban metiendo a los espíritus sagrados en medio de la vorágine social de destrucción de la espiritualidad y su reemplazo por “espíritus”.

Así la droga es benéfica para los estados, ya que mantiene la servidumbre, pues está muy claro que se ingiere para pasarlo bien, vivir constantemente en el estado de gracia. El estado y el mercado más aprietan los tornillos, más rebajan los empleos y los ingresos, más destruyen la naturaleza y el planeta, nos aplastan hasta sacarnos sangre y pus, así pueden circular conteiners de droga que pasan las aduanas del mundo bajo fuero militar mientras las cárceles están llenas de los gansos o mulas que transportan los glóbulos de la droga en el estómago para atravesar fronteras y hacer creer a la opinión pública que “se persigue” y se sanciona el tráfico.

El tráfico está institucionalizado, pues permite mantener a la gente de las favelas de Rio o en Montedónico de Playa Ancha acosados por las bandas que se tirotean a diario unas contra las otras en una especie de balkanización de las periferias de las ciudades. Los estados cada vez más invierten en seguridad ante el clamor de los vecinos contra la creciente delincuencia, de modo que han podido militarizar las periferias de las grandes ciudades del planeta. El aumento del aparato represivo es una constante en todos los países, debido a que se espera apretar aún más los cuerpos y pisotearlos hasta sangrar.

Mientras tanto, el saco de huevas que se droga. Usted que me está leyendo, bien gracias, viviendo con el manso discurso y colaborando directamente con el aumento de la drogadicción y pegándose sus buenas voladas que como sacos de aspirinas, le permiten “mantener el equilibrio” de y en la sociedad esquizofrénica.

Al igual que las religiones han destruido y destruyen a diario la espiritualidad inventando y adorando espíritus que andan por ahí, la droga destruye las ceremonias ancestrales y las transforma en un espacio de disfrute del placer egoista, ya que el hedonismo hoy día es un super alimento para el fortalecimiento del yo y del individualismo.

En realidad es como el sexo, ambos hacen correr furiosas las endorfinas, sólo que el sexo de mi placer refuerza también el individualismo. Diferente es descubrir y vivir el placer del otro sin preguntar. Y de los otros, claro. Ya es hora de abandonar la monogamia y la heterosexualidad.

Caramba, no se estará liberando demasiado el Jota? Debe estar drogado.

Telón, por favor.

Jaime Yovanovic (Profesor J)
unlibre@gmail.com