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Venezuela: Criterios de análisis: Tierra liberada del Estado mafioso… el goce de lo colectivo

rol :: 25.02.17

Las batallas que vienen son inevitables y solo en ellas retejeremos la identidad que se fragmenta una y otra vez.

Criterios de análisis 3: Tierra liberada del Estado mafioso… el goce de lo colectivo
Por: Roland Denis | Sábado, 25/02/2017 04:05 PM | Versión para imprimir

“…para que una política sea emancipativa e inmediatamente dispuesta a todos, independientemente de la situación concreta de luchas y conflictos de donde necesariamente debe nacer (la política no desciende del cielo), debe tener la capacidad de abrir una experiencia de pensamiento y acción en ruptura con las condiciones que rigen el lugar de su invensión”

Raul Cerdeiras…Subvertir la Política

¿Qué queda de toda esta historia?.

La fecundidad regresiva de aquel proceso de permanente saqueo de la renta por lo cual somos el país el mundo de mayor fuga de divisas per cápita, aunado a un permanente deterioro territorial, es decir, una tierra saqueada, fragmentada y cada vez más invadida por las lógicas de ese Estado mafioso, el paramilitarismo, el bandolerismo, el narcotráfico que se nos ha venido impuesto en uno tras otro rincón de este país, nos lleva a preguntarnos, por el Quo Vadis, ¿donde está la salida donde están los sujetos dispersos que quedaron arrinconados sobre cuotas territoriales donde la luz todavía brilla?.

¿Quién está en capacidad de romper la lógica del estado mafioso en estas circunstancias?

Al saqueo y el quebrantamiento territorial siempre hemos apelando por una estrategia de reconstrucción nacional desde abajo, pero en este caso con mucho mayor énfasis recogemos el principio gramsciano de lo nacional-popular; allí donde un movimiento asume su plena condición política trascendiendo el determinismo económico y social de los sujetos -”pueblo-pobre-clase trabajadora”- que lo promueven. Efectivamente decimos nacional porque el problema ya no se circunscribe a lo simple “popular”. Esta es una olla que nos sancocho a todxs, sacando claro está a los supericos de la última fiesta en el Hotel Tamanaco, que mortificados por la “revolución”-un divino temor gozoso- se están quedando con TODO.

La disolución de la verdadera fuerza política, ordenatoria, hegemónica, con capacidad de visión conjunta y nacional, de parte de un gobierno-Estado que asume cada vez más la lógica de un tinglado mafioso dejando en situación de una “tierra de nadie” la realidad física y material del territorio que asumimos como nuestra nación y nuestra tierra, nos hace tomar conciencia no solo de nuestra precaria y calamitosa situación como pueblo, sino además de algo que aún bajo el clamor de una revolución que se llamó “bolivariana” no pudo lograr, y es la verdadera dimensión nacional de la crítica situación en que estamos metidos. No en vano el éxodo masivo de compatriotas al exterior nos habla del fin definitivo de una falsa nacionalidad sustentada en leyendas heroicas pretéritas y sueños por el provecho individual de los repartos actuales de una renta cuya siembra definitiva quedó en unas cuantas miles de cuentas de la banca internacional.

La primera conclusión entonces es que estamos ante un “momento verdadero”, un punto realmente crítico como lo llamaron los viejos compañeros del PRV allí en los años setenta. Es la verdad como radicalidad del momento, frente a la farsa mentirosa que se reparten a partes iguales las fichas políticas de oposición y gobierno, donde priva la conciencia del “vende-patria; tráeme dólares que yo te regalo una nación que controlo”. Momento verdadero, definitivo, de encrucijada, que nos ayuda también y a pesar de todo a sacar una segunda conclusión provisional, y es que esa verdad del momento lo convierte en algo extra-ordinario (con el perdón de los millones de compatriotas dolientes).

Estamos ante una realidad donde se van afinando de manera cada vez más sistemática elementos de una “conspiración entrópica y despolizante”, es decir, descomunitarizante (allí donde yo no me siento parte de ningún conjunto humano que reafirme mi voluntad de vida, lo que el filósofo Spinoza llamaba “Conatus”), que va invadiendo uno tras otro universo social, lo desordena, empobrece y caotiza, quebranta por partes y finalmente rompe el territorio entero, hasta traspasar clases sociales y extenderlo hacia un deterioro nacional generalizado, de hombres, sujetos sociales, como de entornos institucionales, ambientales y físico-instrumentales (solo ver lo que pasa en los puertos y ver en lo que convirtieron entre el Seniat y la Guardia Nacional a toda la economía de importación y sus consecuencias a nivel de la explosión hiperinflacionaria; mas que simple corrupción una barbarie criminal).

Esto no es una situación exclusiva a Venezuela, las estrategias caotizantes son en estos momentos la más agresiva de las estrategias imperiales allí donde la necesitan y cuya peor manifestación empezó en pleno dentro de Yugoslavia y su balcanización a final del siglo pasado hasta hoy en el Medio Oriente cubriendo desde el norte y centro de Africa hasta Pakistan (lo que Antonio Negri llama la “guerra civil global”). Solo que esa misma estrategia por acá toma una forma muy distinta, lo que hemos sintetizado como Estado Mafioso (ver los trabajos de Alain Joxe al respecto y la estrategia de la OTAN y del “alargement” posguerra fría). A diferencia de los contextos propiamente de invasión, guerra y terrorismo, sobre nuestros países se está aplicando una línea de somalización y balcanización caótica, desde una guerra que corre por dentro de la sociedad, permitida y finalmente promovida por facciones de Estado cada vez más poderosas que van tomando las riendas institucionales, trabajando con los códigos mafiosos a los cuales nos referimos.

Enfrentar el hecho nacional es posiblemente el lugar que los movimientos populares que han estado en una lucha creadora, nunca supimos armar y mirarnos a sí mismos; un poder que no supimos asumir por limitaciones formativas, organizativas, micro y macro caudillismos, etc, que en otro momento hemos tocado, pero que en este caso resumimos con la clave del “límite de la montonera”. Si no se armó en toda su fuerza el triángulo imprescindible: bloque popular-organización-ejército popular, con un claro propósito de poder-tomar, de poder-hacer y crear, de poder-pensar, de poder-decidir y de poder-luchar y vencer, frente a las relaciones de dominio que siempre nos han impuesto, es porque ese poder eminentemente político nunca terminó de construirse y no terminó de hacerse un acto autónomo, de ejercicio constituyente permanente a distancia del Estado. “El pueblo” después de salir a pelear su lugar frente a las conspiraciones oligárquicas a principios de siglo, como presencia protagónica y determinante en su conjunto no ha pasado de ser simbólica: es solo el enunciado principal de su comandante-caudillo y hoy de la mafia en el poder. Ese es el problema que les pasa las monteras victoriosas una y otra vez en la historia nuestramericana, que luego de su victoria parcial se tiran a los brazos del jefe amado que enuncia a su pueblo, “lo ama” igualmente, pero ambos mueren en la absoluta im-potencia hasta que comienza de nuevo el ciclo regresivo, como en efecto lo estamos viendo y padeciendo.

La Nación retomada por la lógica de Gobierno Popular; reconstruir el goce de lo colectivo.

“Bajo tierra”, quedamos los restos libertarios de una historia, absortos en una situación que muchos no terminan de entender, o sin posibilidad de unir cognitivamente las partes que la hicieron posible, o simplemente con miedo a hacerlo, o con últimos intereses e ilusiones de seguir oyendo a presidentes y burócratas hablar de socialismo. Pero aún así somos un resto lleno de potencia que necesita a sí mismo rehacerse como organización con capacidad retejer, volver a bordar un territorio que ha quedado totalmente roto y fragmentado, convertido en el retrato expansivo de la caterva gansteril gobernante.

Estos nuevos tejedores ya brotan sobre centenares de rincones regionales. En una reunión con amigos en Mérida los ojos brillan, la sonrisa se reencuentra, las manos trabajan sobre la cocina para que todos nos sintamos bien y en buen humor. Chocolate, maíz, paredes llenas de dibujos hechos a diversas manos. El alimento y el placer de ser “un pueblo”, un pueblo amante, viene de nuevo. La reunión trae ese goce porque es el fruto de una lucha que se esta dando y ha encontrado los primeros rincones de su victoria.

Claramente, con una bolsa de café en mano que trae por centenas en un viejo camión desde una comuna en Portuguesa, el amigo reconoce su satisfacción y expresa: ¡qué jodido, pero está logrado, esto se hizo sin necesidad de ningún Estado!, toda una red de roductores y asociaciones de consumidores. La estrategia se ha aclarado sobre la marcha concreta de los hechos y la energía vital aparece de nuevo.

El frente campesino Maisanta logra establecer una coordinación de miles de productores sobre Barina y Apure, creando un fondo común y mercados populares que ya sobrepasan las treinta mil hectáreas productivas que revientan el mercado contrabanista facilitado por la guardia y va absorbiendo instancias de Estado como los CLAP pero en este caso para que sirvan de lugar en los próximos meses para distribuir directamente los productos aquí producidos. De los acumulados ya se cuentan fondos para garantizar la red de transporte y hasta se habla de abrir por cuenta propia caminos y veredas de campo.

No hay desvaríos linguisticos, representativos y politiqueros en todo esto: es articulación, inteligencia; una batalla silenciosa, subterránea como la gran batalla que imaginó José Martí antes de la guerra final. Son expresiones así sea de un fragmento, un resto de la realidad que redescubre la felicidad allí donde meses atrás se veía todo perdido. La técnica, el recurso instrumental con que se cuenta (una máquina de procesamiento de cereal, una bomba de agua, un vehículo sin estética de ningún tipo, una computadora que ordena los canales comunicativos y las cifras, el trozo de tierra con que se cuenta) ha dejado de ser el monstruo tecnocrático o inapropiable, ha dejado de ser un territorio imposible, para terminar de convertirse en la expansión de un cuerpo que goza su resquicio de libertad. Siente de nuevo lo que el líder kurdo Ocalam llamará “la vida libre”.

Si en algún momento se apuntalo el “goce de lo colectivo” como punto clave de la construcción revolucionaria y hoy atacada por todos los flacos en la contrarevolución del hambre y la fragmentación del espíritu colectivo, ahora ha de revalorizarse desde un punto de vista estratégico, y no como proyectos en manos de una oficina gubernamental que decidirá si será posible o no. El cambio de foco de lo que es nuestro punto de goce desde la venta, la ganancia y el consumo propias de una sociedad individualizada, hacia la interacción colectiva, creadora y productiva, es el principal nudo político y cultural a resolver dentro de un territorio nacional que se ha convertido en una “tierra de nadie” gracias a los mismos códigos de acumulación de capital que imperan acá. No tiene ningún sentido repensar el hecho político frente a esta derrota del ciclo revolucionario que comenzó en el 89, si antes no recuperamos nuestra tierra con un verdadero sentido nacional. Re-conocernos en lo que es nuestro y posee las condiciones no es tarea de “hippies” sino de la estructura revolucionaria que ha de crearse en los próximos años.

Sobre los estados Barinas, Apure, los corredores territoriales que cruzan Portuguesa, Trujillo, Lara partes del sur del lago y las montañas andinas, crecen unidades asociativas de productores que en resistencia frente a los mercados mafiosos y monopólicos, empiezan a hacerse “nación”. Si las colas de gentes desesperadas por encontrar la comida inasequible es por donde comienza la derrota de un pueblo, no queda otra salida que fabricar la organización revolucionaria a partir de la reterrorialización de la iniciativa orgánica y recupere directamente los medios de producción que permita rescatar no solo del hambre sino de la derrota espiritual a ese pueblo que ahora humillan entre especuladores y ladrones públicos.

Tierra, transporte, red de mercados, red asociativa de consumidores, capacidad comunicacional y de defensa, organización de corredores territoriales comunales y constitución de los parlamentos populares respectivos, coordinación con las instancias obreras y comunitarias que se han soltado de las cadenas burocráticas son las premisas estratégicas de esta nueva etapa que va al nudo esencial de lo nacional .

La invasión bajo lógicas paramilitares que luego van tomando la forma de una gran mafia que se va “haciendo Estado” no tiene otro sujeto de confrontación sino el espacio vital que ellas mismas van tomando. Ese “tercer actor” que muchas veces se busca sobre el plano electorero y su estallido mediático, es una batalla de antemano perdida.

Como vemos incluso a nivel continental la disputa revolucionaria una vez debilitados, primero los grandes frentes armados que sobrevivieron hasta los ochenta y luego los movimientos justicieros que se hicieron gobierno, necesitan definitivamente construir las bases territoriales para aproximase con cada vez mas experiencias y conatos insurgentes a la constitución de un poder dual. El mundo liberal, democratista, que sirve de mampara para conservar la insólita desigualdad social que impera, el saqueo de nuestras naciones, puede en algún momento servir de llave de poder siempre y cuando el espectro revolucionario desde su propio espíritu y fuerza vuela a ser un referente político que no solo grite y confronte la injusticia, la devastación natural, sino garantice el goce de ser los dueños de nuestra tierra.

Esta historia última nos deja bien claro que si ese poder anterior al Estado, ese tejido nacional del poder dual no se constituye en toda su fuerza, incluso la conquista del Estado por un movimiento que sepa ubicarse en la circunstancia crítica como lo fue el chavismo rebelde original, el cuento final puede llegar a ser desastroso, tal y como nos consta. No nos olvidemos que la larvada discusión por salvar nuestras identidades sociales y políticas, construidas o ancestrales, sucumben una y otra vez en la entropía individualizante y violenta que ahora nos ahoga. Si no rescatamos el control territorial tal y como lo hicieron los ejércitos libertadores, tales identidades no pasan de ser notas de facebook o festines folklóricos. Las batallas que vienen son inevitables y solo en ellas retejeremos la identidad que se fragmenta una y otra vez.


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