La condición transfronteriza

Los pueblos y las sociedades involucradas tienen la responsabilidad de decidir; o seguir por el mismo recorrido que derivó en la guerra del Pacífico, que ha generado las largas hileras de conflictos diplomáticos, políticos, institucionales, fronterizos; o abrir otros caminos, que respondan a las autogestiones, a los autogobiernos, a las construcciones sociales de consensos y de tejidos, no solamente transfronterizos, sino de confederaciones de los pueblos y sociedades.



La condición transfronteriza
21.03.2017
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-condicion-transfronteriza/

Raúl Prada Alcoreza

A las demarcaciones y líneas imaginarias de los estados, sostenidas por la materialidad normativa, regulativa, burocrática, de las instituciones, se oponen los flujos transfronterizos. Por eso, muchas veces las fronteras funcionan, mas bien, como costuras de telas rotas; en contraste de las separaciones estatales. Aunque otras veces, debido, principalmente, a las separaciones estatales y a las demarcaciones institucionales, se interrumpen los flujos y se generan conflictos. Las poblaciones fronterizas se conocen, lo que no ocurre necesariamente con las poblaciones alejadas de las fronteras, como las que están en el centro de la geografía política del país; las que más bien, se ignoran, o mantienen, entre sí, estereotipos de las unas o de las otras.

Quizás una manera más adecuada de tratar el tema sea el de replantear la cuestión estatal, incluyendo sus demarcaciones y líneas fronterizas, desde las dinámicas de las fronteras. Es como decir que, paradójicamente, las fronteras se suspenden justamente en las fronteras mismas, a pesar de los estancos o muros que se pongan. Por ejemplo, las poblaciones fronterizas son bilingües, cuando las naciones respectivas hablan distintas lenguas. También en las fronteras se comparten no solamente actividades de comercios y transportes, incluso movimientos migratorios, sino también hasta singularidades económicas.

Los dispositivos normativos, regulativos e institucionales estatales resultan anacrónicos respecto a la vida social en las fronteras. Sin embargo, los gobiernos persisten en estos dispositivos, cumpliendo con la inercia de las costumbres burocráticas e institucionales, además de reiterar su apego a la ideología estatal. Se puede decir que los estados tienden a generar conflictos en las fronteras; en contraste, las poblaciones fronterizas tienden a zurcir el tejido roto.

El reciente conflicto fronterizo en la frontera boliviano-chilena es generado en los marcos de los dispositivos institucionales estatales de ambos estados. Resumiendo, de una manera esquemática para ilustrar, se puede decir que los estados se mueven en la “lógica” del conflicto; en tanto que las poblaciones fronterizas tienden a generar tejidos, aunque no necesariamente sea siempre así.

Hay, por cierto, una larga historia del conflicto desatado por la guerra del Pacífico, por la ocupación de la armada del Estado de Chile de los puertos bolivianos, a fines del siglo XIX (1879). Después vino la conocida guerra del Pacífico, en la región; la pérdida del litoral boliviano; la pérdida, por parte del Perú, el otro Estado inmerso en la guerra, de parte de su territorio. Llegando a los “tratados de paz” de los dos estados aliados, Bolivia y Perú, con el Estado chileno. Entre Bolivia y Chile se firmó el Tratado de 1904. Sin embargo, desde entonces, la trayectoria del conflicto no ha concluido; continua en los espacios de la diplomacia, incursiona en los terrenos de la política, se revive en las memorias nacionales, incluso en las memorias populares. En cierto sentido, exagerando, para ilustrar, se puede decir que la guerra del Pacífico no ha concluido; perdura[1].

Sin embargo, la frontera boliviano-chilena, ha sido arduamente trajinada, no solamente por los volúmenes de carga de los minerales, procedentes de Bolivia, sino también por las mercancías que ingresan, procedentes de Chile; además por los movimientos poblacionales, principalmente bolivianos. En la frontera, bolivianos y chilenos se conocen y comparten el espacio transfronterizo, a su manera; dependiendo si se trata de comerciantes o campesinos; sobre todo, cuando se trata de poblaciones de lenguas vernaculares, como el aymara y el quischwa. También, claro está, hay encuentros intermitentes de funcionarios estatales. En los últimos años, estos encuentros se han vuelto conflictivos.

Los dos gobiernos tienen sus versiones sobre los recientes conflictos fronterizos; no se trata de atender a los argumentos vertidos para justificar las maneras de proceder, que siempre van a buscar justificativos institucionales; sino de distinguir estos conflictos fronterizos del conflicto madre o la madre de los conflictos, por así decirlo, que tiene que ver con las consecuencias de la guerra del Pacífico. El conflicto pendiente, aunque diga uno de los estados que “no hay conflicto pendiente”, no se resuelve a través de estos conflictos puntuales en la frontera. Puede ocurrir que en los imaginarios estatales, el conflicto pendiente se transfiere a estos conflictos puntuales; sin embargo, esta transferencia no deja de ser imaginaria. Lo que se da en las fronteras, fuera de las relaciones conflictivas institucionales entre los estados, es el flujo transfronterizo.

Aparte de la mirada estatal se encuentran, contrastando, las miradas de las poblaciones transfronterizas; así como están las miradas de los pueblos y las sociedades. La pregunta es: ¿los pueblos y las sociedades tiene una mirada propia o se encuentran inducidas a asumir la mirada estatal? Parece que la cuestión se encuentra en este meollo. Si es la mirada estatal la que se impone, es de esperar que los pueblos sean arrastrados al conflicto o a la filigrana de los conflictos puntuales, generando enconos, sustentados por imaginarios estatales. Si los pueblos y las sociedades logran configurar miradas propias, basadas en sus experiencias y memorias sociales, es de esperar que encuentren soluciones y consensos. Este parece ser el intervalo de posibilidades de la solución al conflicto pendiente y a los conflictos puntuales, además de dar prioridad a las costuras transfronterizas.

El Estado-nación boliviano y el Estado-nación chileno son dos estados que se sustentan en economías extractivistas, con todas las diferencias que puede darse en sus singularidades; aunque uno tenga más industrias que el otro, uno tenga una economía más grande que el otro. La guerra del Pacífico ha sido el desenlace de la competencia entre tres burguesías liberales, la boliviana, la peruana y la chilena, por ser la intermediaria privilegiada en la hegemonía británica del ciclo largo del capitalismo de entonces, en el contexto de la llamada revolución industrial. Ahora, las burguesías y burocracias, la clase política, de los mencionados Estado-nación continúan la competencia por la intermediación privilegiada en la transferencia de recursos naturales a los centros de la geopolítica de sistema-mundo capitalista; aunque unos lo hagan al estilo neoliberal, en tanto que el tercero lo haga al estilo populista, en lenguaje nacionalista-revolucionario. En otras palabras, el substrato económico de la guerra del Pacífico, la competencia por la intermediación, persiste, haciendo de motor en la perduración del conflicto y manifestándose en conflictos puntuales.

Los pueblos y las sociedades involucradas tienen la responsabilidad de decidir; o seguir por el mismo recorrido que derivó en la guerra del Pacífico, que ha generado las largas hileras de conflictos diplomáticos, políticos, institucionales, fronterizos; o abrir otros caminos, que respondan a las autogestiones, a los autogobiernos, a las construcciones sociales de consensos y de tejidos, no solamente transfronterizos, sino de confederaciones de los pueblos y sociedades.

[1] Ver Guerras periféricas. https://pradaraul.wordpress.com/2015/05/06/guerras-perifericas/.