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Venezuela: El dilema


Raúl Prada Alcoreza :: 09.05.17

la derrota de una revolución alegra a los sectores conservadores, a los partidos que los representan; tanto a nivel nacional como a escala internacional. Esto es archisabido; forma parte de la experiencia política social. El problema es que no se puede culpar por el fracaso de una revolución a la “derecha”. Usando este referente, heredado del parlamento francés de la revolución de 1789, la “derecha” siempre va a tratar de llevar agua a su molino; incluso va a tratar de retomar el poder, hablando en lenguaje común. Para entender esto no hay que dar muchas vueltas, ni insistir, como si nadie lo supiera, a través de los medios oficiales. El tema es: que sabiendo esto, por qué no se ha asumido responsablemente el “proceso de cambio”. La mejor arma para detener a la “derecha”, para debilitarla y disminuir sus posibilidades, es llevar a cabo la revolución; ésta no se hace con demagogias, con teatro político, montajes, espectáculos, simulaciones mediáticas. La revolución se hace mediante transformaciones estructurales e institucionales, con plena participación popular. Todo esto ha brillado por su ausencia. Ha sido la burocracia la que ha asumido el rol conductor; poniendo obstáculos institucionales a la participación abierta del pueblo.
El caudillo, la convocatoria del mito, fue como amurallado, salvo en las ocasiones espectaculares, cuyo objetivo era precisamente el impacto comunicacional más que el involucramiento en una pedagogía política de las multitudes. El caudillo pudo mantener la cohesión de las fuerzas bolivarianas, tanto del partido como del pueblo adherente, fiel a la convocatoria del líder. El pueblo cumplió lealmente con el pedido del caudillo, antes de su fallecimiento, votar por el candidato oficial. Ya no lo hizo en las recientes elecciones parlamentarias.
El dilema, entonces, no es resoluble si nos quedamos con las dos opciones mencionadas, que es precisamente al dualismo que acude el partido del gobierno populista; ¡o nosotros o ellos! La historia efectiva no es tan elemental como ese esquematismo deslucido. Hay un campo de posibilidades; que estas posibilidades puedan emerger depende de liberar la potencia social. Esto, obviamente no se logra con convocatorias a la “defensa de la revolución” de parte de la burocracia; esto es un chantaje emocional. Liberar la potencia social exige liberarse de los fetichismos ideológicos, de los fetichismos institucionales, de los fetichismos vanguardistas, sobre todo, de los chantajes emocionales del partido. La autodeterminación popular es el camino para liberar la potencia social creativa.


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