Entrevista a Naomi Klein: La idea es tener control a nivel local, democracia local, desarrollo local

29.Nov.03    Análisis y Noticias

Entrevista a Naomi Klein
Autora del libro No Logo

“No quiero eliminar los logotipos”

“Ya no existe el beneficio de la duda. Las personas han perdido la fe en la idea de que las empresas y los políticos puedan cuidar de su bienestar. Dejaron de creer. Están hartas. Sobre todo aquellas que están fuera de la foto del modelo triunfante”. Son palabras duras dichas por Naomi Klein con una voz dulce y una risa discreta en una cara bonita. Canadiense de 30 años, fue accidentalmente catapultada a la fama con su libro No Logo, publicado unas semanas después de las manifestaciones de Seattle en noviembre de 1999.

No Logo es un libro que apunta contra las multinacionales y su cultura de las marcas, las organizaciones que gestionan la globalización [Organización Mundial del Comercio, Fondo Monetario Internacional, Cumbres G7 y G8] y los “políticos marketing” de la “tercera vía”. Paradójicamente, Klein es tímida, no le gustan las multitudes ni dar órdenes. Detesta que la encuadren como “propagandista”, pero es considerada como una de los ideólogas más importantes del movimiento antiglobalización.

No tercera vía

“Esto es, también, una reacción a la ‘tercera vía’, al triunfo del estilo sobre la sustancia. Los políticos que entraron en el juego del marketing perciben ahora que las marcas son muy volátiles”, subraya, con una sonrisa maliciosa, en esta entrevista realizada en Toronto. Naomi está lejos del perfil austero de una Rosa Luxemburgo [líder del movimiento spartakista en Alemania] o del estilo de Dany, el Rojo [líder del Mayo del 68]. “Muchos de esa generación son hoy capitalistas cool. Pero no se cambia un sistema por no usar corbata”, comenta con una sonrisa.

¿Quién es en definitiva Naomi Klein?, ¿una periodista?, ¿una ideóloga?, ¿una radical del siglo XXI?

Periodista, antes que nada, pero no un reportero de noticias al uso. Tengo y expreso mi propio punto de vista. Tal vez prefiera la etiqueta de “periodista-activista”. En 1995 me dí cuenta de que algo nuevo estaba surgiendo y decidí seguir el desarrollo de esos movimientos.

¿Por qué el título No Logo?

¡Suena bien! Me gusta el término y a las personas les gusta repetirlo: cuando hablé con mis amigos fueron unánimes. Claro que hay un lado negativo en la expresión. Puede estar dando la idea de que quiero eliminar los logotipos. Está claro que si se lee el libro se ve que lo que pretendo a partir de hechos es capturar el espíritu de este nuevo activismo de masas.

Muchos críticos lo han calificado como un nuevo manifiesto de final de siglo relacionado con los acontecimientos de Seattle, ¿escribió No Logo con ese fin político?

No, no es un manifiesto en el sentido de una apelación a las barricadas, de un ejercicio político retórico. Son 500 páginas de hechos. Mi objetivo es dirigirme a la mente de las personas, a gente que está preocupada pero que no tiene un marco de pensamiento. Con el libro, intenté juntar las piezas y mostrar el actual activismo desde una óptica positiva.

Y el hecho de haber sido publicado unas semanas después de Seattle, ¿ayudó a amplificar el mensaje?

El movimiento estaba ahí. Todavía no estaba en el radar político, pero estaba creciendo y formándose como un movimiento internacional. Y en Seattle se pudo ver todo eso. Está claro que su dimensión fue una sorpresa para todos.

¿Se le puede atribuir una cara al enemigo? ¿Son las multinacionales de las marcas publicitando un estilo de vida y una ideología determinada?

No son las multinacionales una a una. Es el modelo económico que ellas representan, que mide el progreso sólo a través del crecimiento y de la rentabilidad. Es un sistema basado en el consumismo y en mensajes a través de las marcas que está presente en todos los rincones de nuestra vida cotidiana y que está invadiendo el espacio público y personal.

Pero, ¿esa no es la “vieja” retórica contra el capitalismo sólo que con un nuevo discurso?

Algunos dicen que todo este movimiento no es más que un neocomunismo. Es probable que haya quien tenga esta ideología dentro del movimiento. No lo niego. Pero lo que yo veo en los jóvenes activistas y en las asociaciones que se están formando en Estados Unidos y Europa es un renovado interés por buscar nuevas soluciones. No es un modelo único que está en la mente de las personas, algo centralizado. Eso no funciona. Lo que está emergiendo son nuevos modelos de democracia participativa, de desarrollo económico comunitario, como antídoto a la globalización y a la centralización capitalista.

¿Los nuevos capitalistas de la Sociedad de la Información y de las marcas-concepto de esta segunda mitad del siglo XX son diferentes de la vieja guardia del capitalismo industrial?

Son y no son. No son diferentes en lo fundamental, obviamente. Las reglas son las mismas. Pero también es verdad que la cultura del capitalismo ha cambiado enormemente. Richard Branson, Jeff Bezos o Bill Gates son otro tipo de empresarios. Tienen un espíritu diferente y representan otro estilo de vida. Visten de otra forma y se puede decir que han introducido la cultura de los años 60 en el capitalismo. Pero un sistema económico no se cambia por la moda, ¡por dejar de usar corbata!

¿Las stock-options no son un cambio respecto al modelo anterior, en el sentido de que favorecen el reparto de la riqueza? ¿O son sólo una “zanahoria” que funcionó mientras el Nasdaq estuvo en ascenso?

Depende. Fueron presentadas como una especie de socialismo cooperativo en las empresas. Y, al principio, muchos se hicieron millonarios gracias a ellas, como es el caso Microsoft donde Bill Gates demostró que es un genio. Pero esas empresas después se volvieron muy estratificadas: un tercio de los empleados son eventuales y tienen las manos vacías. Sólo un segmento ganó con las stock-options. En el caso de Wall-Mart, por ejemplo, eso es insignificante hasta financieramente. Y después de la corrección en las bolsas se revela como algo muy vulnerable, como pura publicidad, sobre todo en muchas empresas de Internet. No son más que “papeles” en manos de personas que ganan menos de lo que debieran.

¿El triunfo de las marcas como conceptos dirigidos a la mente de las personas es pura propaganda?

Depende. No creo que Nike haga propaganda cuando habla de conceptos. Este tipo de empresas se está saliendo estratégicamente del área de producción. Su meta es crear una cultura asociada a la marca y destina una parte importante de sus inversiones a ese objetivo. El problema es lo que hay detrás de los productos que representan: la realidad de la vida de quienes los fabrican. El hecho de que sean fabricados por niños o por personas sin las debidas condiciones laborales en cualquier lugar del mundo, o la situación de los nuevos “esclavos de la web”. Y también el espacio público que esas empresas ocupan cada vez más con su marketing.

Pero, históricamente, ¿a qué se parece este movimiento?, ¿al izquierdismo de los años 60?

Este movimiento no es como los de antes y mucho menos comparable al Mayo del 68. Encuentro, sin embargo, más paralelismos con los movimientos de los años 20 y 30. Había entonces un movimiento más amplio, con diferentes puntos de vista. Era una coalición más diversificada y fuerte y no sólo una vanguardia o una generación.

De cualquier modo, ¿no teme que de aquí a 40 o 50 años mirando en retrospectiva se verifique que el movimiento antiglobalización fue también tan ineficaz en el cambio del sistema actual capitalista como lo fueron el leninismo, el anarcosindicalismo, la vanguardia cultural de inicio de siglo, o el izquierdismo de los 60 y 70? ¿No son las revoluciones silenciosas del transistor, el chip, el PC o Internet quienes están cambiando el capitalimo idustrial?

No creo. Es verdad que el movimiento de los años 60 fue “corrompido” [pasado el período radical, esa generación pensó que se podía modificar el capitalismo por el estilo de vida y hoy son capitalistas cool y cultivan un estilo de vida funky]. Pero, en los años 20 y 30 gracias a la sindicalización hubo grandes cambios que mejoraron las condiciones de trabajo de la gente y se creó un sistema de Seguridad Social.

Además de esta reacción contra los capitalistas cool, ¿hay también un cierto cansancio de la izquierda light ?

Es verdad, es también una reacción a la “tercera vía”, que se ha visto que es muy vulnerable. La idea del triunfo del estilo sobre la sustancia, del dominio del marketing en la política fue temporal. Si se entra en la lógica de las marcas, se descubre que ese terreno es muy volátil, mutable y que está sujeto al sube y baja de la opinión pública. La “política pepsodent” cayó. Eso comenzó a ser visible con Tony Blair y ahora más con lo que le sucedió a Al Gore. Las personas decidieron cambiar de marca y transgredir la regla de que lo conveniente en buen tiempo económico debe permanecer. Fue una sorpresa general.

¿Se está cavando un foso entre una élite cosmopolita de profesionales del saber y el resto de la gente?

¿Lo que hoy llaman “fractura digital”? Creo que es una más de las estratificaciones a las que asistimos. Una más. Lo que sucede es que la globalización del capitalismo echa cada vez más gente fuera del nuevo paradigma económico. Eso provoca un sentimiento de liberación. Cuando se está fuera de la fotografía, se es más libre para rebelarse. Vea el caso de los zapatistas de Chiapas y de su movimiento ¡Ya basta!. Lo que ellos vienen a decirnos es que se rebelan contra el hecho de haber sido completamente olvidados, de estar fuera del modelo, como si no existiesen. Vamos a asistir seguramente al crecimiento de este tipo de rebeliones.

¿Es posible crear un proyecto coherente de sociedad alternativa con un movimiento tan diverso que agrupa desde los Hactivistas [hackers políticamente activos], a los nuevos radicales urbanos, a los campesinos de Millau [en Francia], a los zapatistas de Chiapas o al líder sindical de la Zona Franca de producción deslocalizada de las Filipinas?

El objetivo no es unificar dentro de una idea global. No hay nostalgia de ese tipo de movimiento del pasado. Hoy se trata de crear una agenda, de poner en movimiento a la gente aunque ésta sea diferente. La idea es tener control a nivel local, democracia local, desarrollo local… Se trata de una descentralización coordinada. Es un movimiento parecido a Internet. Se trata de traer el espíritu de Internet a la calle. Está claro que esto desafía también la visión socialdemócrata. Las personas perdieron la fe en la idea de que los políticos y las empresas, aún las de la nueva ola, puedan cuidar de nuestro bienestar. Dejaron pura y simplemente de creer. Dejaron de darles el beneficio de la duda.

Por último, ¿qué piensa de la revolución de la genética que comienza a desarrollarse ante nuestros ojos?

No es mi campo de estudio. Pero pienso que mucho del activismo que comienza a nacer contra aspectos de la revolución genética nace del miedo a la privatización de la vida humana. Si esa lógica va adelante, las personas piensan que mañana no habrá escapatoria a la empresarialización de nuestra vida. Es natural que se rebelen.

Entrevista realizada por la revista electrónica BITNIKS www.bitniks.es