Región y poder

17.Dic.04    Análisis y Noticias

De Indymedia Colombia
por Alfredo Molano Bravo Wednesday, Dec. 15, 2004 at 6:47 PM
alfrelano@yahoo.es

El paramilitarismo ha impuesto a punta de motosierra un nuevo reordenamiento territorial apuntalado en la alianza entre las viejas oligarquías locales y la nueva clase nacida en el narcotráfico.

Se ha tocado muchas veces el tema. Orlando Fals Borda, entre otros, lo ha reiterado una y otra vez bajo la tesis del urgente e inaplazable reordenamiento territorial que sacó adelante en la Constitución del 91 y cuya reglamentación ha sido escamoteada en forma sistemática por políticos y gobernantes de toda laya. Pero el tema es viejo y siempre ha sido aplazado o resuelto de manera muy precaria. Durante todo el siglo XIX el asunto se debatió –y guerreó– con los nombres de federalismo y centralismo.

Bien vistas las cosas, la independencia fue una guerra civil que enfrentaba a los partidarios de un poder centralizado absoluto –la Corona– con poderes regionales coaligados como independentistas. La patria boba –¿algún día ha dejado de serlo?– sacó a flote la debilidad de esa coalición y empujó a los sangrientos enfrentamientos entre Cundinamarca y las Provincias Unidas. Bolívar, que no era bobo, vio que la fuerza política estaba de este lado por aquello del poder regional, factor decisivo en la guerra. Ganó apoyándose en esas fuerzas locales, pero una vez en el poder, se volvió centralista. La disolución de la Gran Colombia fue un episodio más del mismo enfrentamiento.

De las guerras y alzamientos entre 1830 y 1930 podría decirse lo mismo. La subordinación de los poderes regionales por un débil y vulnerable poder central explica buena parte de la inestabilidad política del país. En el conflicto religioso, principal diferencia política entre liberales y conservadores, la Iglesia, con su jerarquía rígida y despotismo, fue un factor decisivo que jugó a favor de la centralización. Los conservadores pagaban el respaldo con tierras y privilegios. En la violencia de los años cincuenta, que comienza en los veintes, la historia es la misma: el liberalismo se lanza a la oposición abierta cuando considera que el proyecto corporativista y totalitario de Laureano lo amenaza de muerte. El alzamiento fue regional y muchos de los dirigentes pelearon en la defensa de intereses locales y limitados. De ahí que el alzamiento, aunque generalizado, no llegó a tomar cuerpo nacional.

Las aspiraciones del poder regional a ser respetado y acogido por el poder central, no han sido resueltas a fondo. Sin duda, este conflicto ha facilitado los enfrentamientos armados. Si se miran con cuidado las banderas de la insurrección desde Quintín Lame hasta Marulanda, en todas hay un ingrediente de reivindicación territorial regional en contra del poder nacional. Las llamadas repúblicas independientes tuvieron también este sello, y algo parecido hay en la condición del despeje que Farc y Eln reiteran cada vez que se habla de negociación.

No puede ocultarse que, siendo las diferencias políticas entre la guerrilla y el paramilitarismo de fondo, apelan ambas fuerzas a movilizar fuerzas e intereses regionales. Cuando Uribe fue gobernador de Antioquia y defendía ardientemente las Convivir, muchos llegamos a pensar que lo que se estaba organizando era un ejército federal irregular. Yo sigo pensando lo mismo: detrás de los paramilitares existe una especie de nuevo federalismo que coaliga a las élites económicas y políticas regionales. El predominio de paras en la Costa Atlántica y en Antioquia no escapa a esta determinación. No es gratuito que las últimas guerras civiles se hayan decidido en estos territorios. Más aún, el choque al que asistimos hoy entre los carteles de Medellín y Cali, encaja en la misma lógica de rivalidad regional. El paramilitarismo ha impuesto a punta de motosierra un nuevo reordenamiento territorial apuntalado en la alianza entre las viejas oligarquías locales y la nueva clase nacida en el narcotráfico. No todo se explica por el vacío del reordenamiento territorial, pero no podrá desconocerse su influencia en el conflicto que vivimos.