AuTogobierno: un Mundo PosEstatal (4º parte)

03.Mar.05    Análisis y Noticias

4) Autogobierno: un mundo posestatal. (Cuarta Parte)

Primicia para Indymedia,
kaos [en-la] red, y Clajadep-La Haine.

IV.- Precariado, clase obrera y multitud.

Cambia, todo cambia, dice la canción. En la Argentina de hoy los patrones no están en condiciones ni de echar un boletero del ferrocarril, que los trabajadores, van al paro. Mientras que en la década pasada los empresarios los despedían como perros. Los empleados de las comunicaciones toman las empresas y logran que los capitalistas no profundicen la precariedad, congelen los salarios, y sigan con los despidos. En cambio durante el menemismo militarizaban sus oficinas ante la toma de los edificios.

Los docentes y trabajadores del subte se ganaron el derecho de proseguir el conflicto sindical violando la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo. Todos estos comportamientos jalonan una larga lucha social y producen valiosas enseñanzas en el aprendizaje de la multitud. Para no remontarnos muy lejos diremos que, son parte, de un nuevo humus social. Una rica tierra abonada, que sedimentó, desde las últimas luchas del obrero fordista durante las privatizaciones; las primeras escaramuzas de los piqueteros ante la ampliación del posfordismo, se profundiza luego de la tempestad del 19 y 20, y se expanden en los últimos tres años.

:: La multitud es una clase social posfordista. Que se reorganiza desde la desorganización impuesta por el estado y los empresarios, que fragmentaron y enflaquecieron a la clase obrera fabril, que era la manera privilegiada de trabajo bajo el capitalismo fordista.

La antagonía de la multitud como clase, no posee un lugar privilegiado para el desarrollo de su antagonía contra el capital. Cuando ridículamente se quiere congelar el 19 y 20 como una revuelta de caceroleros y piqueteros, de ahorristas e indigentes; no se puede, o no se quiere, percibir el latido constituyente de un conjunto de formas de la multitud que eclosionaron en el 2001.

Cuando se dijo: “asambleas de clase media”, a la Nueva Clase y sus escribientes no le convenía percatarse, que la clase media de hoy, tiene cada vez menos puntos de contacto con la pequeña burguesía del siglo XX. Una clase no se determina exclusivamente a partir de su ubicación en la producción y de cuánto gana. Sino que una clase se constituye, deconstruye y reconstruye de manera permanente. El capitalismo es un lazo social que está vivo, justamente, porque vampiriza al trabajo vivo; tanto en la producción como en la reproducción mercantil, tanto en la circulación del capital como en el consumo.

La multitud es una clase social posfordista. Que se reorganiza desde la desorganización impuesta por el estado y los empresarios, que fragmentaron y enflaquecieron a la clase obrera fabril, que era la manera privilegiada de trabajo bajo el capitalismo fordista.

:: Hoy, Las Clases Medias Argentinas son Básicamente Asalariadas y Autoexplotadas.

El nuevo obrero social, determina donde y como, con quien y para que se organiza. La clase de la multitud se completa confrontando a otra clase; antagonizando a la clase de los patrones, a la clase de los capitalistas. Una clase no se define únicamente desde su posición objetiva en la producción, sino además en la reproducción y circulación del capital. Una clase también es sus pautas de consumo, sueños y deseos. Una clase se define acorde a su individuación, su hacerse clase, su subjetividad. Por supuesto sabiendo quien la exprime, cuanto trabaja y para que trabaja. Teniendo claro contra quien lucha y para que lucha.

La clase creadora está en una incesante constitución, desarticulación y reelaboración. Un comportamiento tan cambiante como la composición orgánica del capital que la subsume. Hoy, las clases medias argentinas son básicamente asalariadas y autoexplotadas. Y por mas que se autoperciban como clase media, están mas cerca de ser calificadas de nuevos asalariados y productores sociales del capitalismo del precariado.

:: Un apartado especial se merecen muchos dirigentes de la izquierda cuando desembarcan en las funciones estatales. Se comportan como cualquier patrón, estableciendo el mismo grado de precariedad y jerarquías, y en algunos casos aún peores, que cualquier burgués. Aún mas, no tienen empacho de hablar de autonomía, si les sirve, para sus fines de “representantes” autonomistas, como una “mercancía” más, de la “oferta” política y forma de “acumulación” de su “capital” político.

a) Se puede ser precario y estar registrado. Cobrar bajo recibo y ser despedido en unos meses.
b) Y se puede trabajar durante años en un mismo lugar y ser un informal. Cobrando sin recibo de sueldo hasta ser despedido.
c) Precario y en negro, no siempre son sinónimos. Como estable y en blanco tampoco.
d) Se puede ser un contratado, tanto en la actividad privada como en el estado. El trabajo en negro, la evasión impositiva, y el abandono de la seguridad social, no es patrimonio exclusivo de los empresarios particulares. Sino que también se naturaliza en el poder ejecutivo, legislaturas, hospitales, CGPs, sindicatos y universidades.
e) En el medio se dan otras figuras híbridas como el trabajador registrado que cobra en blanco sólo el salario mínimo, y el resto, en negro.
f) O como el caso del profesional en situación de dependencia obligado a facturar por sus servicios como si fuera un cuentapropista. Cuando en realidad, resulta, un empleado que tiene todas las obligaciones de la dependencia hacia el patrón y ninguno de sus derechos sociales.
g) Un apartado especial se merecen muchos dirigentes de la izquierda cuando desembarcan en las funciones estatales. Se comportan como cualquier patrón, estableciendo el mismo grado de precariedad y jerarquías, y en algunos casos aún peores, que cualquier burgués. Dividiendo el trabajo entre las “tareas administrativas” de los soldados-militantes, y “las tareas políticas” reservadas a los generales-dirigentes. Se reproduce la dicotomía empleado-empleador, dirigido-dirigente, ser económico y ser político, bajo el manto rojo del discurso de izquierda. Aún mas, no tienen empacho de hablar de autonomía, si les sirve, para sus fines de “representantes” autonomistas, como una “mercancía” más, de la “oferta” política y forma de “acumulación” de su “capital” político. Si el estado es el capitalista ideal, el político de izquierda hecho empleador de sus colaboradores, resulta el ideal del patrón, para demostrar, como el estado es una forma más del capital que somete a todos a su lógica. Los empresarios y los viejos partidos se relamen, viendo como todo lo que pregonan los dirigentes de la izquierda sobre la defensa del trabajo “digno”, se va al tacho de la basura, cuando arriban al estado.

La clase media argentina en los últimos treinta años descendió de ser, el 60 por ciento, al 20 por ciento de la población. La nueva composición técnica de la clase media trastoca su viejo ser social y su vetusto hacer político, por mas renegatorio que sea en su decir-[se] económicamente de clase media.

Las jóvenes generaciones de la multitud son herederas de los triunfos y derrotas de la vieja clase trabajadora. Pero la porción de ella que lucha, no está infecta, de hipotecas ideológicas, nostalgias populistas, terror inmovilizante hacia los militares y mackartismo anticapitalista.

En el capitalismo posfordista no hay fracción privilegiada de la multitud como sujeto por antonomasia del cambio antisistémico. Si bien en los últimos años el trabajador excedentario lleva la delantera.
a) Reparemos en que, los empleados dedicados al mercado del software, superan, tres a uno, a los operarios automotrices. Para el 2004 había 30.000 trabajadores de la industria informática contra 10.000 obreros ocupados en forma directa por las terminales de autos.
b) El conflicto de clase se desliza zigzagueante por toda la superficie social. ¡Si sabrán de eso los vendedores ambulantes y artesanos, prostitutas y limpiacoches; malabaristas todos, del sustento diario, que hacen de su fábrica el mismísimo terreno social! Una labor que unifica mercado y sociedad, con trabajo y espacio público.
c) Sólo en la Capital Federal, había registrados para el 2002, nueve mil cirujas.
d) Buscando ampliar el volumen social de la antagonía de clase contra el capital, los propios Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD) saben que su valiente lucha y la construcción de lazos solidarios entre sus integrantes; por sí solos, no son las únicas experiencias que cuentan para poder vencer al capitalismo.

:: eS LA PALANCA AUTÓNOMA DEL MOVIMIENTO COOPERANTE DEL TRABAJADOR INMATERIAL QUIEN DESESTABILIZA LA LOZA BUROCRÁTICA COMO EXCRECENCIA INTOLERABLE, QUE BLOQUEA LA COLABORACIÓN, DEL INTELECTO GENERAL DE MASAS COMO FUERZA DEL HACER.

El desafío de una nueva izquierda autónoma es no pasar de ser (como hace parte de la vieja izquierda) los apologistas, aún hoy, del obrero con mameluco manchado de grasa como excluyente sujeto de la revolución. A creer, ahora, que el piqueterismo todo lo puede. Ni la clase obrera industrial ni los desocupados, ni uno ni otros, pueden cargar con tamaña responsabilidad de “salvar” a una sociedad del trabajo que debe auto-emanciparse en cada una de las formas que adopta la multitud como clase productora de valor. De lo contrario, no habrá liberación social posible.

El propio capital, que es la contracara del trabajo, reunifica, repotencia y resignifica, las luchas de los que era la clase obrera de cuellos azules y manos callosas; con los empleados de cuello blanco del trabajo intelectual del capitalismo hegemónicamente fordista. Hoy, ciruja y telefónico, desocupada y empleado público, docente y matricero, enfermero y obrera okupa, teletrabajador y campesina, periodista y artesano, programador y petrolero, repositor y motoquera, publicista y cadete, vendedora ambulante y ferroviario; componen algunos de los tonos de la paleta multicolor de las singularidades múltiples del nuevo universo del trabajo. Con y sin empleo, con y sin salario, con o sin patrón a la vista. Ganando mas y ganando menos, sindicalizados y desagremiados. Todos son expoliados y desempleados por el capital como relación social explotadora y represiva. Todos necesitan emanciparse de los patrones y el estado para ganar una nueva vida; y todos juntos, pueden lograrlo.

La fuerza de trabajo no incluida totalmente en el capital, que produce plusvalor de una manera absoluta con mucho trabajo intensivo y, en menor medida, plusvalor relativo con escaso trabajo maquínico; todavía, fantasea con el estado como un instrumento de lo popular en manos de una “clase política” remozada. En cambio, la unificación del trabajo en el capital del productor dominado por la plusvalía relativa; atado al trabajo muerto de la máquina, la computadora, el tractor robotizado y la línea de producción informatizada; facilita que esa porción de la multitud sea mas proclive al anticapitalismo sin escalas. La propia constitución de la relación de su hacer, absorbidos plenamente en la ganancia de los capitalistas, los hace mas propensos al cinismo político. El trabajador del general intellect, del trabajo inmaterial en todas sus variedades: cognitivo, imaginativo y afectivo, comprueba; que entre la máquina que los domina al servicio del capital y el estado que ordena todo el proceso social, entre el yugo empresario y su emancipación personal, no hay nada mas que la antagonía directa al patrón, el mercado, el salario y los gobiernos. La máquina, como trabajo de la inteligencia acumulada, esa aliada fabulosa para eximir a la especie humana de la rutina del empleo, hoy, bajo dominio de los capitalistas, es la herramienta mas odiada. Mientras sirva para producir mas ganancias para los empresarios (incrementando la intensidad del trabajo y trastornando el cuerpo y la psiquis del empleado) la tecnología, transforma cada vez mas a la persona en un animal mutante biotecnológico. Un trabajo que humaniza a la máquina. El ser humano como biomáquina. El trabajo vivo subordinado al trabajo muerto. Lo presente dominado por el pasado. La potencia subyugada por el poder. El trabajo comandado por el capital. La vida subsumida a la muerte. La energía personal y social, la biopolítica, bajo las órdenes del biopoder. Un hacer que da vida al robot, robotizando a la vida; en vez de emancipar el ser humano, utilizando a la máquina, a los fines de su liberación social del trabajo.

Los resabios del trabajo del obrero masa de producción indiferenciada, básicamente acantonados en la manufactura y el pequeño taller; es donde la separación entre el hacer y la ganancia del patrón, conserva mas analogías, con la absorción parcial del trabajo en la mercancía y su separación formal del mercado como vínculo social. Una separación que se proyecta, por un lado, entre el obrero y el patrón, y por el otro, el estado y el mercado. Un dominio que se asienta en el productor, y su delimitación, entre tiempo de trabajo y tiempo libre, entre la fábrica y su vida personal. Entre esfera privada y pública, entre representado y representante, gobernado y gobernante, obrero y patrón, pueblo y estado.

En cambio, el obrero social polifuncional dominado realmente por el capital, y no formalmente como el obrero masa; comprueba en su propia carne la cada vez mas escasa separación entre su trabajo y el capital, y entre este y el estado. Vive para trabajar y no trabaja para vivir. Toda la jornada se le transforma en un único tiempo de trabajo. Se levanta para trabajar, pasa su día trabajando, y tiene pesadillas con el trabajo. No por casualidad los conflictos más agudos, de noviembre y diciembre de 2004, son básicamente de hacedores absorbidos por el capital. De trabajadores de producción inmaterial, de los servicios públicos, y del trabajo afectivo y cognitivo. Empleados públicos y choferes de larga distancia, ferroviarios y subtes, docentes y telefónicos. Aquí los sindicatos vuelven a un primer plano porque son empujados por sus bases. Y las bases son nada menos que el trabajo cooperante subordinado al capital de manera competitiva. Ya no es la loza burocrática, como en la época fordista del trabajador calificado, la que puede impedir las luchas, manteniendo, la separación de las diferentes actividades de la producción. Inversamente, es la palanca autónoma del movimiento cooperante del trabajador inmaterial quien desestabiliza la loza burocrática como excrecencia intolerable, que bloquea la colaboración, del intelecto general de masas como fuerza del hacer.

El enemigo desequilibrante del capital resulta el valor excedente que produce la multitud y no puede ser acumulado. Por mucho y desbordante en el caso del trabajador inmaterial. Por poco e infravaluable en el desempleado sin salario. Uno produce un valor potencial inacumulable, el otro, ningún valor acumulable para empresarios privados.

:: ¿Por qué cuanto mas fácil es explicar la plusvalía, cuanto más concreta, formal y palpable se vuelve, resulta más difícil combatirla; y cuando más difícil es explicarla, cuanto más abstracta, real e incorpórea, es más fácil combatirla?

La clase obrera industrial de las grandes empresas posfordistas, alimenta sin cesar, la nueva acumulación originaria pos devaluación. Transformando prácticamente todo su hacer en ganancia acumulable. Por lo tanto les permite a los patrones otorgar aumentos selectivos de salarios para prevenir las huelgas. Toda esta mezcla, material y subjetiva, objetiva y humana (entre nueva acumulación y recupero de la tasa de ganancia, entre el salario obrero y el lucro empresario, entre el capital y el trabajo) explica porqué, por el momento, esta parte de la multitud no antagoniza con la misma intensidad, con que lo hace, el productor posfordista del trabajo inmaterial. Cuando la productividad aumente para evitar el descenso de la tasa de ganancia, vale decir, la plusvalía relativa del trabajo vivo se incremente y recobre su primacía el trabajo muerto presionando a la baja a los salarios, la intensificación del trabajo humano, detonará, la antagonía obrera contra la patronal.

Cincuenta por ciento de empleados en negro, veinticinco por ciento de autoempleados, y treinta por ciento de desocupados y subempleados; desquician la representación de la mercancía, fuerza de trabajo, como forma política del capital. Dislocando la representación del trabajo como representación sindical y estatal.

¿Por qué cuanto mas fácil es explicar la plusvalía, cuanto más concreta, formal y palpable se vuelve, resulta más difícil combatirla; y cuando más difícil es explicarla, cuanto más abstracta, real e incorpórea, es más fácil combatirla?

1) En cuanto al padecimiento de ser un animal social productor de plustrabajo en beneficio de la clase de los capitalistas, dueños de pequeñas empresas; unos cuantos obreros en cada unos de los talleres, comprueban su empobrecimiento, en los dos últimos años. Entre tanto, su patrón incrementa su confort, se toma vacaciones cuando quiere, y cambia el auto y la casa. Los trabajadores producen cosas corpóreas: máquinas herramientas y envases plásticos, conservas y caños galvanizados, galletitas y bulones, gabinetes para computadoras y muebles. Por lo tanto, el producto de su trabajo, se ve y se toca.

Contrariamente, ocho mil trabajadores telefónicos nunca les verán las caras a los verdaderos dueños de las empresas. No producen objetos, no se materializa en cosas su expoliación, y el trabajo excedente parece invisible. Pero vigilando y animando con su hacer inmaterial, aportando su lenguaje como técnica humana y su dedicación polifuncional sobre el lenguaje acumulado en el hardware y el software, sobreintensifica el estrés, de su sistema nervioso. De este modo, produciendo plusvalía relativa, su fuerza psíquica colapsa más fácilmente que la del obrero manual productor de plusvalía absoluta. Se transforma en un operador de la tecnología, la fibra óptica y las computadoras, y su trabajo como fuerza nerviosa resulta la contraparte de la objetividad instrumental de la máquina. Una herramienta de tortura social del empresario, que le extrae su energía vital al obrero, para lucrar con el trabajo vivo inmaterial.

:: La Línea Roja de los Conflictos por Venir, Es la Línea de Excedencia del Trabajo.

2) En cambio, con relación a combatir la explotación, si el patrón no se fuga, y un puñado de operarios de una pequeña fábrica aspiran a okuparla para ponerla bajo su gestión directa; necesitan, algo más que sus propias fuerzas para sostener la toma.

Mientras que cientos, y mejor aún miles de empleados, son un contrapoder, un pequeño ejército popular, cuando se apropian de los edificios y se enfrentan a los gerentes que administran las sociedades anónimas multinacionales. Lo que iguala a ambas expropiaciones, la de un taller o de la Telefónica, es que unos y otros, necesitan construir lazos sociales con su comunidad para poder ganar los conflictos y resistir los embates del estado. Sólo de esta manera, las okupaciones con orientación anticapitalista y no meramente cooperativistas, tienen oportunidad de defenderse, cuando no se está, en un estado insurreccional como el del 19 y 20.

El sentido común no está de un lado y la clase obrera de otro. Sino que la propia clase obrera padece, crea, modifica, y demuele el sentido común. Un insoportable sentido común que ella misma soporta y sostiene, del cual es parte, y que puede abolirlo apelando a su buen sentido. Un contra-sentido, o sentido contrario, al sentido común mercantil.

La línea roja de los conflictos por venir, es la línea de excedencia del trabajo. Para decirlo de otra manera: la profundización del combate anticapitalista, detona en un caso, ante un desempleo estructural, permanente y sistémico, en función de un trabajo inacumulable por improductivo. Y por el otro, ante una mayor precarización, polifunción y despidos, realizando un trabajo inacumulable para el capital por hiperproductivo.

:: Excedencia No es Sólo Pobreza, sino También Riqueza.

¿Pero que significa ser la escoria o excedente del trabajo inmaterial? Una potencia imposible de ser medida totalmente en el tiempo, y por consiguiente, incuantificable en dinero. Por lo tanto, no acumulable completamente. Su opuesto complementario es la sobra y excedencia del trabajo de los desocupados. Que con su potencia improductiva no acumulable de manera directa por el capital, si bien todavía son presa del mercado en su conjunto, día a día incrementan el valor de los vínculos de los desempleados. Autovalorando lo social y desvalorizando a fracciones completas de capitalistas privados.

:: En la Argentina la mayoría de los trabajadores de la actividad privada, el 58 por ciento, son sub expoliados y sobre explotados.

Excedentes no son únicamente los indigentes que le sobran y descarta el capitalismo. No son simplemente los inempleables por un salario. Excedente es también el trabajo hiperproductivo. Excedencia no es solo pobreza, sino también riqueza. Excedencia es potencia. Al capital cada día le sobran más de las dos cosas. No puede acumular toda la riqueza del trabajo y para no desvalorizar el capital puesto en juego, y poder seguir midiendo en tiempo y moneda la fuerza viva del hacer, expulsa a los empleados sobrantes. El capital hace agua cuando el trabajo está muy por encima de su capacidad de acumulación de valor y también cuando está muy por debajo. Al capital le sobran asalariados. Es mucha potencia la que debe descartar para no colapsar. Por eso el posfordismo mantiene sobreocupados y subocupados a los que ganan un salario, y desemplea al resto. Por eso precariza a la mayoría y tiene en estado de infortunio latente a toda la multitud.

En la actividad privada Argentina hay:

a) 2,7 millones de trabajadores plenos que trabajan en promedio 36 horas a la semana.
b) 760 mil son subempleados a 225 pesos por mes (75 dólares). Laboran en promedio 19 horas semanales, y el 82 por ciento está en negro.
c) 3 millones están sobreocupados. Con jornadas promedio de 59 horas por semana. Y el 56 por ciento está empleado bajo las órdenes de la benemérita pequeña burguesía del capitalismo nacional.
Es decir, estamos ante un capitalismo de castas laborales. A esto también es a lo que llamamos posfordismo. La mayoría, el 58 por ciento, son sub expoliados y sobre explotados; y el resto, tiene un empleo con jornada completa.

Entre el trabajo inmaterial y el desempleo, está la clase obrera de las PyMEs. Los asalariados subsumidos parcialmente por el capital que producen ganancias. El colchón que suaviza el estado de excedencia y evita, con su trabajo intensivo, que cada tallerista se transforme en un ser humano descartable. Pero que producto de su penuria asalariada sin fin, mira con menos recelo a los desocupados, a los empleados reapropiadores, y las huelgas con okupaciones como la de los telefónicos. Como obrero e integrante de las múltiples expresiones singulares del trabajo, para emanciparse de su patrón, precisa destruir el sentido común capitalista en su conjunto. Reencontrándose como integrante de la clase de la multitud con los empleados del general intellect y con los desocupados. Encarnación del trabajo excedente que se le escapa a la acumulación del capital por invaluable y excesivo, o por escaso y desvalorizante.

En el combate telefónico para algunos fue sorprendente ver en la misma lucha a empleadas “fashion” junto a operarios con camisa de trabajo. A estudiantes universitarios y profesionales recién recibidos, con operadores de varias décadas. Las luchas constituyen a las clases. La autonomía del trabajo, la independencia de clase, la antagonía al capital constituye a la multitud. No la condiciona su mera posición objetiva en la producción, el lugar que ocupen en la reproducción social, ni cómo se vistan y que consumen.

Si el posfordismo es, entre otras cosas, el reinado de la multitud que implica y desborda al trabajador asalariado; Si la sociedad toda de la producción, reproducción y circulación del capital queda atrapada en la mercancía al mismo tiempo que la excede; Si la fábrica ha sido desbordada como lugar privilegiado de la producción de ganancia privada y el conflicto de clase; Si cada vez se difumina mas la línea que divide tiempo de trabajo con tiempo de vida, entonces, el conflicto de clase está en todos lados y existe todo el tiempo. En el barrio y la fábrica; en la escuela y los campos; en el piquete y la asamblea; en la facultad y en el arte; en el ciberespacio y el estado; en el corte de ruta y la toma de empresas. En el escrache a los torturadores de ayer y en el escrache a los asesinos del gatillo fácil de hoy. En la memoria histórica de los caídos por luchar en los ’70, en las víctimas asesinadas desde 1983, y en la lucha del presente, como ejercicio anticipatorio de la memoria del mañana, por los caídos bajo el hambre capitalista de hoy.

:: Un registro de la insumisión que rebasa el papel del intelectual y la artista comprometida con su pueblo de las décadas del ’60 y ’70. Que disuelve la vieja frontera entre observador y observado, entre sujeto analizante y objeto de estudio, entre cronista político y militante social.

No existen capitalistas buenos y capitalistas malos. Como no hay muertos honrosos del pasado y sacrificios menos trascendentes del presente. Los presos políticos de hace tres décadas fueron tan presos del sistema capitalista, como los nuevos presos políticos del posfordismo. Ahora no son militantes guerrilleros, delegados de coordinadoras fabriles clasistas, ni cuadros sindicales revolucionarios. Sino prostitutas que para trabajar se dejan regentear por algún policía; vendedores ambulantes que tienen grabado en su piel las heridas del conflicto de clase infringidas en el territorio urbano como la gran fábrica social de plusvalor; las hay travestis y mendigos adolescentes; piqueteras y limpiacoches; repartidores de comida y motoqueros; niños explotados sexualmente y cartoneras.

Si el capital busca transformar todo en mercancía, toda antagonía contra el capital autovalora a la multitud y desvaloriza a los patrones. Si la educación y la salud, el lenguaje y las ideas, el universo simbólico y deseante; tienden a transformarse en valor, toda insubordinación discursiva y afectiva (todo acto de contracultura y contrainformación, toda expresión artística contra el imaginario y el discurso dominante del poder, todas las redes inmateriales que tejen los cuerpos resilientes) resultan dispositivos afectantes contra el capital, y efectivas formas de resistencia. Todas y cada una de ellas, constituyen un muestrario de las distintas maneras de combatir al capitalismo. Ni mas ni menos valioso que cualquier conflicto gremial. Si el capital no pudo arrasar la resistencia después del argentinazo, la masacre del Puente Pueyrredón, y los crímenes en el boliche Cromañón; es, entre otras razones, porque ella no se recluye y acantona en las empresas y el estado que invisibiliza y reabsorbe las luchas. No queda oculta detrás de los muros patronales sino que se desliza por todo el territorio social del espacio público. Una insubordinación que resulta acompañada -o directamente protagonizada- por cronistas de su propia resistencia; por una red de videístas contraculturales en estado de rebelión; fotógrafos y periodistas independientes que aborrecen de las leyes heterónomas del capital; revistas y radios comunitarias insurrectas; TVs piqueteras y páginas digitales insumisas. Medios en lucha y en medio de la lucha. Medios de lucha y para la lucha. No son únicamente observadores implicados con la realidad combatiente de la multitud, lo que no sería poco, sino que ellos mismos son la multitud que actúa con sus imágenes tiernas y candentes, y sus voces y palabras, crudas y bellas. Una multitud que, mostrándose y mostrando se autoprotege. Y recíprocamente, colabora con el cuidado de todos aquellos que expresan su hartazgo y vocación de cambio de todas las formas posibles. Un registro de la insumisión que rebasa el papel del intelectual y la artista comprometida con su pueblo de las décadas del ’60 y ’70. Que disuelve la vieja frontera entre observador y observado, entre sujeto analizante y objeto de estudio, entre cronista político y militante social.

Los cambios de raíz, las revoluciones, las transformaciones antisistémicas no las realizan únicamente los militantes históricos. Del mismo modo que los conflictos económicos no los ganan solamente los viejos activistas sindicales. Media Argentina está en la pobreza. Medio país está con los dientes apretados habitando el malestar de la cultura capitalista. Medio país con su solidaridad activa, o su pasividad; protegen o toleran, a cada uno y una, de los que no se resignan y siguen construyendo el cambio social.

:: Cualquier atisbo represivo se catapulta como una bola de fuego contra las murallas del sistema en su conjunto. Atacando a “lo político” estatal, como técnica policial y social, que censura y reprime, empadrona y encarcela, clienteliza y asesina, a la multitud.

Se está coagulando una nueva subjetividad donde palpita la democracia absoluta, y por lo tanto, la democracia antipatronal. Donde se borronea la separación ente instrumentos de trabajo y fuerza de trabajo. Donde cada lucha de la multitud, por mas fragmentada que sea, se dispara como una flecha envenenada al corazón del Leviatán. Donde cada conflicto resulta reenviado al plano político estatal, como garante de la dominación, que debe ser abolido. Cualquier atisbo represivo se catapulta como una bola de fuego contra las murallas del sistema en su conjunto. Sea que provenga de la antagonía entre salario y capital; entre el libre control de la natalidad y el dominio sobre el cuerpo que alimenta al poder; una muestra artística subversiva y la censura previa o posterior del estado. Sea contra los recortes del capital y la mayor recuperación de plusvalor social (como subsidio y salario indirecto, de los planes asistenciales y un mayor presupuesto para salud y educación). Un antagonía irreductible y constituyente, entre la sociedad hacedora de la multitud y la forma estado capital-parlamentaria. Entre la excedencia del trabajo y el poder que busca gobernar la vida. Lo político estatal como técnica policial que censura y reprime, empadrona y encarcela, clienteliza y asesina, a la multitud.

Zanahoria y palo, ONG y jaula, ambulancia y morgue. Hoy el capital ya no puede separar nítidamente la política social de la política penal. La política de cooptación de la violencia organizada del estado. Para decirlo de otro modo, resulta complementario:

a) El mercado laboral precarizado posfordista y el trabajador social difuso, con las migajas de asistencialismo arrancadas al estado a costa de la vida de los nuevos mártires.
b) Arrojar al calabozo las vidas que le estorban al capital para continuar su ciclo de negocios, con la policía de gatillo fácil que elimina sumariamente el excedente humano que le sobra al gobierno.