Movimientos indígenas en Sur América sin fronteras ni límites

29.Mar.07    Análisis y Noticias

MOVIMIENTOS INDIGENAS EN SUR AMERICA SIN FRONTERAS NI LIMITES
by AYLLU Tuesday, Mar. 27, 2007 at 6:59 PM
Indymedia Perú

Movimientos indígenas en América del Sur

La potencialidad que los movimientos indígenas tienen para enriquecer el contenido de las categorías libertad y democracia y para transformar las dolorosas condiciones de existencia de los grupos étnicos aparece dentro de un contexto adverso. Desde fuera, continúa —cada vez con más intensidad— la agresión occidental con la novedad de la explotación del gas y del petróleo, la violencia política y el flagelo del narcotráfico. Desde dentro, se producen serias transformaciones en su modo de producción y aparecen formas nuevas de diferenciación y estratificación que están cambiando rápidamente el viejo rostro de los pueblos indígenas.

1. La amenaza exterior: empresas petroleras y narcotraficantes, además de madereros, y hacendados ganaderos

Primero, fueron los conquistadores españoles y portugueses buscadores de El Dorado, del oro y las piedras preciosas; después, los caucheros en busca de la shiringa; luego, los madereros y los destructores del bosque para sembrar pasto, criar ganado y sembrar arroz, azúcar, soya, café, plátanos y otras frutas. En los últimos veinte años, llegaron nuevos buscadores de oro y las empresas multinacionales tras el gas y el petróleo. Los últimos en esta larga lista son los narcotraficantes que luego de ocupar ciudades de la Amazonía extienden sus redes hacia los poblados de los grupos étnicos. Producir la pasta básica y el clorhidrato de cocaína en unidades muy pequeñas, cerca de los ríos y trasladarla en botes y lanchas es más barato y tiene menos riesgos de seguridad que producirla en laboratorios grandes y enviarla a los centros de acopio, transformación y distribución en avionetas. De ese modo, los narcotraficante gastan menos dinero en pagar la protección de las Fuerzas Armadas y el poder político en los aeropuertos, y ciudades grandes y medianas. Completa el escenario la invasión de las sectas protestantes en disputa con la Iglesia Católica, para ocupar el espacio reservado por los indígenas para la esperanza y la resignación. Este complejo universo aparentemente sólo religioso pero con profundas connotaciones económicas sociales, políticas y culturales merece una atención mucho mayor de la ofrecida hasta ahora por la investigación antropológica.

Estos viejos y recientes invasores son portadores del progreso y la llamada modernidad, entendida como el reino del dinero, del trabajo asalariado mal pagado, del consumo, del alcohol, de la prostitución; y sobre todo de un ideal del capitalismo salvaje que se encarna rápidamente en la gente: hacer dinero del modo más fácil posible y sin escrúpulos. Resulta hasta ahora inevitable la secuela de empobrecimiento, de tuberculosis, de desarraigo, de aguas contaminadas y envenenadas, de nuevos desiertos, de suicidios de indígenas —como en Brasil, por ejemplo— y hasta de la aparición de los primeros casos de Sida entre los grupos étnicos. La otra cara de la luna gira alrededor de las organizaciones indígenas y del descubrimiento del castellano y el portugués como armas para defenderse de la agresión y para buscar un espacio legítimo y respetado dentro de los Estados Naciones.

El Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y, sobre todo, Sendero Luminoso —dos organizaciones políticas de la extrema izquierda peruana levantadas en armas en la década de los ochenta— trajeron una enorme sorpresa: desencadenaron con su práctica una reacción contraria entre los indígenas de la Amazonía. Parte de los Asháninkas se organizaron y los enfrentaron con arcos, flechas y viejas escopetas. El texto que sigue es ilustrativo de esta guerra dentro de la guerra:

«Parte de guerra del pueblo Asháninka:

A partir del año 1980 el gobierno de aquel tiempo propició y acentuó una insensata invasión colonizadora de la selva central que se ofertaba como un territorio vacío y de riquezas disponibles para quien las quisiera tomar. Llegó así una larga etapa de despojo de nuestros territorios ancestrales y la mayor destrucción ecológica que se pueda conocer. También llegó la pobreza y el desorden.

Pronto en 1984, los valles de Apurímac, Ene y Puerto Ocopa, estaban invadidos por cocales empujados por narcotraficantes, y en seguida Sendero Luminoso hizo su brutal aparición en la región. En el valle de Pichis y Palcazu se instalaron las fuerzas del MRTA. Desde entonces nuestra historia ha sido un largo holocausto en defensa del territorio, libertad y justicia para nuestro pueblo. Motivados por nuestro pensamiento ancestral no aceptamos la imposición de dogmas y los subversivos se ensañaron con nuestro pueblo a fin de doblegarnos por la fuerza o, en caso contrario, hacernos desaparecer.

Contamos todo esto a ustedes que hoy disfrutan de paz. Para lograrla, el pueblo Asháninka ha visto morir cruelmente a más de 3,500 de sus hijos, hombres, mujeres y niños. La población de más de 50 Comunidades fue obligada a abandonarlas y desplazarse. Más de 5,000 Asháninkas han permanecido y aún hoy algunos permanecen en cautiverio, esclavizados. Más de 10,000 Asháninkas son desplazados forzosos sin hogar ni alimento. Durante los seis años hemos vivido en pie de guerra y recibido hostigamiento, asesinatos, ataques nocturnos, torturas, matanza de gran parte de nuestros líderes

Y ustedes viven hoy en paz».

(Comisión de Emergencia Asháninka, Voz Indígena Asháninka, Un pueblo en emergencia se levanta, Lima 1995).

En mi reciente visita al territorio Asháninka (agosto de 1996) encontré una nueva categoría para designar a las víctimas indígenas de esta guerra: los llamados Recuperados, que son los hombres, mujeres y niños Asháninkas que estaban en manos de las columnas de Sendero Luminoso y que han sido rescatados por sus hermanos indígenas, por los Comités de Defensa Civil (llamados «ronderos») y también por el Ejército.

2.Cambios esenciales en el modo de producción

Hace 30 años no existían en la Amazonía de América del Sur Comunidades de indígenas reconocidas por los Estados. Su reconocimiento legal como condición para su defensa y continuidad es, al mismo tiempo, el punto de partida para un esencial cambio en su modo de producción y de vida. En otro texto, he escrito:

«…para defender a los indígenas era necesario alterar el principio mismo de su vida en la medida en que al fijar una sede cambiaría su modo de producción. Empezarían a dejar de ser trashumantes itinerantes para convertirse en sedentarios. Un local escolar, un campo de fútbol y un nombre nuevo completaron la refundación indígena. Se crearon las condiciones para que cambiaran en el preciso momento en el que se les defendía de la agresión externa. Desde entonces ya no pueden ser los mismos y están en busca de una nueva forma de ser. 27 años son muy poco, pero en ese tiempo se ha producido una extraordinaria transformación: se han multiplicado las escuelas y muchas Comunidades nativas tienen ahora colegios secundarios, crece el bilingüismo, el mercado se expande lenta pero irreversiblemente, el salario de los profesores bilingües los convierte en consumidores reales y la producción de plátanos, café, cacao, arroz, cítricos, frijoles, papaya y yuca, los va volviendo campesinos productores para el mercado… con la luz eléctrica permanente llegan las refrigeradoras, los televisores y las discotecas. De ese modo San Juan de Trompeteros se convierte en una especie de ejemplo de lo que será el futuro con su dosis de progreso y de gran pobreza, las dos caras de la modernidad del Perú, al mismo tiempo».

La fijación de los indígenas en pueblos permanentes, agota rápidamente los recursos de pescado en los ríos y de carne de animales del bosque. La pérdida de proteínas resulta inevitable. Producir alimentos para el mercado, convertirse en campesinos y migrar para vender la fuerza de trabajo en lo que sea en las ciudades próximas son dos caminos a seguir. En consecuencia, las bases materiales de la cultura de la pesca, de la caza, de la recolección y de la pequeña horticultura tienden a desaparecer. Queda la voluntad de no perder la cultura, de defender la lengua, de organizarse para tratar de seguir siendo los mismos. ¿Será un deseo posible? ¿Hasta cuándo?

3. Nueva diferenciación y estratificación social dentro de los pueblos indígenas

Los maestros bilingües que no existían en el pasado son la bisagra de los mundos occidental e indígena. Son portadores de lo antiguo y de lo nuevo. Hablan muy bien la lengua indígena y han aprendido a entender y hablar el castellano o el portugués. Reciben un salario por su trabajo que los convierte en consumidores de privilegio, en traductores culturales y en obligados anfitriones para recibir a quienes llegan de fuera. Con el dinero que ganan regularmente pueden comprar pequeños motores fuera de borda, y muchos objetos clásicos del consumo occidental (radios, grabadoras, cassettes de música, ollas, plásticos, ropa hecha. Mesas, sillas, camas). El privilegio de disponer de un bote con un pequeño motor fuera de borda podría ser el punto de partida para la iniciación en la actividad comercial.

En los últimos veinte años ha aparecido un nuevo liderazgo que surge de fuentes totalmente ajenas a las clásicas de las que brotan los jefes indígenas tradicionales. El conflicto entre los líderes clásicos y nuevos es también inevitable y esta situación se agrava porque los Estados Nacionales sólo reconocen a los jóvenes que hablan bien la lengua oficial. El corolario inevitable de esta nueva diferenciación y estratificación es que la condición de profesor bilingüe es portadora de un prestigio social muy grande y por eso se convierte en un ideal para la juventud. Los problemas comienzan cuando se constata que no todos pueden ser maestros bilingües ni todos pueden ser líderes con el privilegio de viajar, de recibir dietas de las organizaciones, ONGs y financieras, y de vivir en las ciudades, con sus niños asistiendo a escuelas y colegios oficiales no bilingües. En otras palabras, las condiciones económicas y sociales del nuevo liderazgo aseguran su propio desarraigo del universo indígena y la creciente integración en el modo de vida occidental. Si las tendencias actuales no cambian substantivamente el nuevo liderazgo indígena surgido para la defensa de su propia cultura, podría ser en última instancia un nuevo camino hacia la occidentalización.

4. Fragilidad de las organizaciones y de sus dirigentes

Hace treinta años no había ninguna organización indígena en los países amazónicos, sólo algunos embriones en el Ecuador. Quince años atrás se formó la Coordinadora Indígena de la Cuenca Amazónica (COICA) que agrupa a los representantes de las organizaciones nacionales. El Ecuador destaca por la unidad de sus organizaciones indígenas agrupadas en la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador —CONAIE— y el éxito logrado con su levantamiento de Junio de 1990. En el otro extremo puede mencionarse al Brasil, país en el que no hay aún ninguna organización de alcance efectivamente nacional. Se trata —en consecuencia— de una historia breve.

La generación de dirigentes que han creado las organizaciones indígenas es la primera. No tiene antecedentes. Ellos dieron el primer paso para abrir la ruta. Como no tuvieron de quién aprender han cometido muchos errores, los que serán de gran valor para la segunda generación que en breve tomará la posta. No tuvieron modelos indígenas por seguir, pero sí por lo menos fragmentos importantes de los modelos occidentales. El caudillismo y el autoritarismo propios del liderazgo occidental de tipo aparece en sus comportamientos a pesar de su explícita voluntad de diferenciarse de los llamados «blancos» o mestizos del mundo occidental sudamericano.

Ellos han realizado un enorme esfuerzo para aprender el castellano o el portugués, para moverse con cierta facilidad en el mundo urbano de las medianas y grandes ciudades. En función de su desigual dominio de las lenguas oficiales —generalmente derivado del acceso a la escolarización en sus grados secundario y superior, y de su mayor o menor movilidad geográfica dentro y fuera de sus respectivos países— es visible la diferencia que separa a los líderes internacionales de los que sólo tienen ámbitos nacionales, regionales y locales.

La rapidez con la que se han multiplicado, contribuye a explicar de algún modo las enormes distancias que separan las organizaciones de base de la COICA, por ejemplo. No se ha hecho el esfuerzo de preparar dirigentes nacionales y medios capaces de asegurar una continuidad de la línea organizativa en las esferas internacional, nacional y local. En este punto del recorrido es conveniente detenerse para examinar brevemente el problema de la falta de implantación de las organizaciones indígenas. Estas son tan recientes y tan ajenas a la organización indígena clásica que un breve discurso sobre su necesidad y el paso fugaz de un dirigente por alguna Comunidad de base no son suficientes para fundar una esperanza y, menos, para crear una necesidad. La situación es aún más compleja si se tiene en cuenta que la diversidad étnica dentro del espacio amazónico supone relaciones de conflicto y rivalidad muy seria entre los pueblos indígenas. La necesidad de unidad de todos los pueblos indígenas es más un buen deseo que una realidad. Tratar este problema y resolverlo es uno de los desafíos para la generación 2 de dirigentes. En mi visita a los Asháninkas de la Amazonía central del Perú, he visto por primera vez a jóvenes dirigentes de 25 años que tienen un discurso crítico muy duro sobre el liderazgo actual y que prefieren afirmar un liderazgo sólo regional para no seguir lo que ellos llaman «el mal ejemplo» de los actuales dirigentes nacionales e internacionales a quienes acusan de haberse separado de las bases.

La unidad de las organizaciones indígenas es más un problema que una realidad, con excepción de las organizaciones indígenas ecuatorianas, que en mayo de 1996 han obtenido 8 diputados (10 %) nacionales. De cómo afirmen su unidad depende el futuro político del movimiento indígena ecuatoriano, que por el momento tiene excelentes posibilidades. Además de la inexistencia en el pasado de forma alguna de organización indígena inter-étnica, hay que agregar las dificultades entre organizaciones regionales y locales diferentes, los caudillismos de los dirigentes y los compromisos de los promotores de ONGs y Financieras diversas que prefieren sacrificar la unidad de los pueblos indígenas para hacer prevalecer sus propios intereses.

5. La soledad de los indígenas

Observando el conjunto de los movimientos indígenas en América Latina, una conclusión parece debidamente fundada: los indígenas están solos, doblemente solos: por decisión propia y por la indiferencia de la clase política. Posibles alianzas con otras fuerzas sociales podrían aparecer en el futuro en los casos precisos de Ecuador y México. Los 10 Diputados obtenidos por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, en 1996, serán suficientes para abrir espacios de negociación y apoyos. En el caso del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN) la simpatía ganada en la población puede ser un factor decisivo para futuras alianzas.

Frente a la negación de los indígenas derivada del principio de exclusión seguido por los forjadores del Estado Nación, las organizaciones indígenas afirman su identidad en abierta oposición a la sociedad occidental. En este largo proceso —no terminado aún— de afirmación, los espacios para la negociación con otros movimientos sociales y políticos no aparecen aún. La mayor parte de los discursos de los dirigentes es radicalmente anti-occidental, en clara contradicción con su práctica de recibir apoyos de las financieras y ONGs. No hay aún una conciencia suficientemente formada para reconocer que el llamado mundo de los blancos no es homogéneamente anti-indígena, ni que el universo indígena cuenta con una clara identidad. En conversaciones privadas algunos dirigentes reconocen que hay «buenos y malos blancos» pero sus discursos y sus actitudes siguen todavía fuertemente marcados por la necesidad de afirmarse diferenciándose de los otros y oponiéndose. Esta tendencia es más fuerte aún entre los llamados indianistas de lo que fue y de lo que queda del Consejo Indio de Sud-América, CISA .

A lo largo de la historia republicana la clase política ha ignorado e ignora a los indígenas. No los tomaron en cuenta en el momento de formar los Estados Nacionales. En el caso preciso de las organizaciones políticas de izquierda, los indígenas han sido tomados en cuenta sólo como campesinos y no como propiamente indígenas, con una excepción particularmente notable en el Perú: José Carlos Mariátegui, quien en los años veinte sostuvo que las reivindicaciones de los indios —tres cuartas partes de la población de entonces— eran esenciales y que el socialismo en el Perú debería partir de las comunidades indígenas en las que el principio de solidaridad era el más importante. Por esa clara diferencia fue duramente criticado y maltratado por los funcionarios de la Tercera Internacional.

Ahora, luego del naufragio de la Unión Soviética y de la crisis de los partidos en buena parte de América Latina, ha llegado el momento de pensar en los indígenas como un componente importante de los países y como ciudadanos y ciudadanas con todos los derechos.

6. Necesidad y dependencia del apoyo financiero

Los indígenas de la amazonía son el segmento de la población de más bajos ingresos en cada uno de nuestros países. Allí donde los ríos ya no tienen peces y donde el monte ya no tiene animales, los indígenas son también el segmento de extrema pobreza, de mayor tasa de desnutrición y de tasas más altas de mortalidad. Al no contar más con la carne de los peces y los animales del monte, descienden a un nivel de pobreza y necesidad que nunca conocieron en el pasado.

Para movilizarse dentro de una buena parte de la amazonía, la gasolina para los botes y lanchas es indispensable. Pero la gasolina es el bien más caro. Ninguna de las organizaciones indígenas está en condiciones de sufragar sus gastos con sus propios recursos. Sin el apoyo de numerosas financieras y ONGs las organizaciones no existirían. Los recursos propios son casi inexistentes y hasta hoy ninguna de las organizaciones ha abordado con la debida seriedad el problema de la dependencia extrema en la ayuda exterior. La posibilidad de explotar los recursos de los bosques y de los ríos requiere de un capital que los pueblos indígenas no tienen. De acuerdo a las reglas del juego capitalista no son ni pueden ser sujetos de crédito porque no podrían ofrecer garantía bancaria alguna. Se cierra el círculo de la pobreza, de la marginalidad y del deterioro. Dentro de este reino de la necesidad y de la asistencia fracasó el grueso de los proyectos productivos financiados desde el exterior y no es fácil percibir una luz para salir del túnel.

Hay, además, el efecto perverso del dinero; es decir, la tentación a veces inevitable de confundir la caja del llamado «proyecto de desarrollo» o de la organización con el bolsillo personal. Ocurre entre algunos dirigentes indígenas lo mismo que con muchos presidentes, ministros, altos funcionarios y hasta reyes en el mundo. Los problemas se agravan cuando los responsables quedan impunes y cuando las financieras y las ONGs no reaccionan para evitar el tremendo drama de aceptar un fracaso, aceptación que puede poner en peligro la estabilidad laboral y las perspectivas de sus funcionarios.

Perspectivas
Es una lástima que el surgimiento de los movimientos indígenas se haya producido paralelamente a los procesos de empobrecimiento mayor de nuestros pueblos, de la llegada de las empresas multinacionales del petróleo, de violencia política tan dura como en Guatemala y Perú, y de penetración del narcotráfico de modo tan intenso como en Colombia, Perú y Bolivia.

A pesar de todos los problemas y el contexto tan adverso, la potencialidad de los movimientos indígenas me parece evidente, pero su fragilidad debe ser considerada con la mayor seriedad. Sus posibilidades en el futuro dependen de por lo menos cinco factores:

Convertir el deseo de unidad de las organizaciones en realidad para defenderse mejor y encontrar respuestas y propuestas de consenso.
Disminuir la distancia que separa a los líderes internacionales de los nacionales, regionales y locales para garantizar la continuidad de un liderazgo bien asentado en cada una de sus bases.
Asumir una política de alianzas con organizaciones del movimiento social, gremios y partidos políticos proclives a ofrecerles su apoyo para conseguir por lo menos parte de sus reivindicaciones.
Hacer lo posible para impedir que el narcotráfico se expanda entre los grupos étnicos.
Finalmente, hacer un serio esfuerzo para pensar críticamente su dependencia de las Financieras y ONGs, crear imaginativamente fuentes propias de recursos, y sancionar a quienes se apropian o hacen uso indebido de los fondos.