Movimientos sociales y poder popular (II)

29.Jun.03    Análisis y Noticias

Frente a la crisis de representación, que se caracteriza por la modificación del protagonismo que antes tenían partidos y sindicatos, que han perdido mucha credibilidad en los sectores populares, los movimientos sociales, constituidos por las capas más marginadas de la sociedad: pueblos originarios, campesinos y residentes en las periferias de las ciudades, están optando por la no representación. Lo mismo sucede con importantes sectores de juventud, cuyos inciertos destinos no consiguen aprisionarlos en las espectativas ilusorias de un orden social resquebrajado y sostenido prioritariamente por la fuerza y la ideología.

¿Representarse ante quién? ¿Ante el Estado que los margina y reprime? ¿Ante los empresarios que los expulsan del empleo? Se entiende facilmente que un millón de jóvenes hayan rechazado la inscripción electoral en Chile, lo que ha llevado al poder a discutir la necesidad de acabar con ella.

De hecho la crisis de representación está acompañada de una crisis de cooptación, que es el fondo real del problema. Las comunidades marginadas no pueden ser cooptadas por quien las margina. El aparato represivo e ideológico del poder ha entrado a operar con mayor fuerza en la misma medida del ‘desprendimiento’ de parte importante de la población de las redes de subordinación y clientelismo.

La marginalidad se ha transformado en un bumerang, se ha vuelto contra sus causantes: el capital y las instituciones.

Las iglesias, responsables del adoctrinamiento a la subordinación, han lanzado estos últimos tiempos oleadas de técnicas de infiltración para mantener al menos cierta ‘esperanza’. La teología de la liberación se ha venido abajo y son escasos los curas que junto a la población trabajan la autonomía y la autogestión en función de reorganizar a los marginados en un mundo nuevo, hecho por ellos, desde el cual proyectarse como la existencia de muchos mundos en construcción asumiendo sus territorios y sus espacios sociales como puntos de auto administración local. Los católicos han lanzado el movimiento carismático para enfrentar la ofensiva de los evangélicos en barrios y campos, los que con grandes sumas de dinero compran teatros e instalan templos hasta debajo de los puentes para ‘agrupar’ y meter el mensaje de la salvación posterior.

Los diarios y la televisión recrudecen sus mensajes alienantes, sensacionalistas y de franco ataque a las formas de resistencia que vienen desde el margen y que ya han derribado gobiernos en algunos países.

Las fuerzas policiales se multiplican y las cárceles se llenan de pobres. Los ejércitos han debido intervenir en gran cantidad de países, como en México, Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Perú. En algunos casos para substituir la crisis de representación asumiendo directamente funciones de gobierno y en otros atacando o cercando a sectores en resistencia.

Los poderes judiciales se encuentran de lleno en la represión a los que luchan en casi todos los países del continente.

La crisis del Estado ha llegado a los campos más sensibles como la educación y la salud, habiéndose dado estas últimas semanas fuertes huelgas, ocupaciones, bloqueos y movilizaciones de maestros, trabajadores de la salud y otras áreas estatales en practicamente todos los países del continente, con apenas un par de excepciones. Los arreglos y conquistas alcanzadas son miserables, pero han puesto a prueba la contradicción entre las ‘funciones’ del estado y las nuevas características que está tomando de exclusivo facilitador de la circulación del capital y contrainsurgencia.

En Chile, de forma inteligente, sectores de población barrial han organizado los llamados cordones de educación y de salud, como forma de buscar y luchar por soluciones desde el margen. No hemos percibido eso en otros países, pero pensamos que es una buena forma de agrupar a la población en función de sus necesidades.

Un sector de la izquierda continental ha lanzado la política de renovación de los frentes populares para sumar a la población detrás de los empresarios para procurar una ilusoria reactivación de la economía al más puro estilo desarrollista fundamentada en el sometimiento de las reivindicaciones populares al apoyo a la gobernabilidad de líderes populistas con capacidad de aglutinar sectores de la sociedad detrás de sus discursos y medidas modernizantes. Lo que esconden estos teóricos es que ello sólo es posible con una mayor dependencia a los programas del FMI y del Banco Mundial, entidades con las que aspiran a establecer una buena relación basada en algunas migajas con las cuales contentar a una mínima parte de la población pobre que crece aceleradamente en nuestros países, como el programa hambre cero de Lula, la posibilidad de condonación de parte de la deuda externa o aún la de cobrar un impuesto al capital circulante.

Los movimientos sociales del continente no se han tragado esa rueda de carreta, y los que participan en actividades institucionales, como las comunidades originarias en Ecuador o los cocaleros en Bolivia, no están dispuestas a abandonar sus ritmos de construcción de formas nuevas de organización y control territorial que permitan la autogestión y el poder popular. Por ejemplo, algunos teóricos escriben mucho del MAS de Bolivia que en un futuro puede ganar el gobierno, pero no se dice nada del proyecto de la Asamblea Constituyente Popular y Originaria ni de las formas en que los propios miembros del MAS como instrumento político más que partido tradicional plantean la economía basada en los ayllus, o sea, las comunidades administrando su territorio, la producción, la distribución y el consumo. Lo mismo se hace con Ecuador, se habla de que la Conaie y el Pachakutik participan del gobierno, pero se esconde que ello lo hacen basándose en el respeto a las comunidades organizadas en los territorios.

En ese contexto gran parte de los movimientos sociales del continente se encuentran dedicados a la reconstrucción grupal y al desarrollo de formas de identidad desde las cuales proyectarse hacia el futuro sin depender de las instituciones que los marginan y reprimen. La autonomía, la autogestión y el poder popular no están surgiendo por motivos ‘ideológicos’, sino por la necesidad concreta de sobrevivencia y resistencia.

El mercado no satisface las necesidades de todos, y, para hacerlo, la mayoría debe realizar ingentes sacrificios. La pobreza aumenta y con ello las acciones individuales o grupales llamadas de delincuencia, con lo que se explica que las cárceles estén abarrotadas y otras nuevas en construcción. La economía informal no consigue satisfacer de forma ninguna las necesidades.

En ese terreno no es de extrañar que la autogestión crezca como alternativa de sobrevivencia colectiva, lo que en los campos y comunidades originarias se resuelve en parte con productos de la tierra y del agua favoreciendo los emprendimientos de grupo, aunque las empresas están depredando y envenenendo en todas partes. Y en las periferias de las ciudades ya se comienza a ver en diferentes países actividades productivas organizadas y administradas por la propia comunidad en forma creciente.

Así el poder popular no tiene nada que ver con la llamada ‘fuerza popular’ con la cual se va a tomar el poder central. Si ese poder central se está desmoronando en su capacidad de cooptación, control y satisfacción de las necesidades de la población, quedando solamente la represión y la ideología, la población marginada ha encontrado sus propios caminos, absolutamente antagónicos con el capital y el Estado. No hay otra manera. Frente al creciente desempleo y falta de oportunidades, hacer otra cosa, basándose en la iniciativa de la población autoorganizada.

Lo interesante de este proceso realizado por los movimientos y comunidades es que es diverso, de otra forma no serían autónomos, pero que sólo ha podido avanzar rompiendo con las formas tradicionales de hacer política, llegando a planos que son infinitamente superiores a ella, practicando ahora, en medio de ese proceso, los valores de la comunidad, la solidaridad y el afecto, sin esperar a que primero derrotemos el capital y después rearmamos de otra forma el rompecabezas. No hay nada que armar o rehacer en el futuro. Se está asumiendo como una tarea actual e inmediata, y es eso lo que está agrupando a la población pobre marginada. Los discursos y las propuestas se asumen como tales, los hechos también.

Frente a ello los instrumentos del Estado fracasan rotundamente, las medidas de cooptación se vienen abajo, y por ello los aplausos a Lula y a Kirchner, pues ahora vienen los izquierdistas y populistas a hacerse cargo del aparato, por eso va a ganar el Frente Amplio en Uruguay, los sandinistas en Nicaragua y el Farabundo Martí en El Salvador. Por eso aparecen ciertos escritores llamando a sumarse a los empresarios, pues hoy el capital está llano a los frentes populares, la única salida que tienen para retrotraer a la población bajo la égida de las instituciones, de otro modo temen que el proceso de autonomización de la población se transforme en un proceso masivo y acelerado.

Igual que las iglesias, los partidos de izquierda penetran las poblaciones y los medios de comunicación para llamar a la salvación, lo que ninguno de los dos dice es que en realidad se trata de la salvación del capitalismo y de las instituciones que le sirven, que esta vez sacan las castañas del fuego con la mano izquierda, pues sería algo idiota imaginar que los presidentes andinos, al elegir a Chávez como su vocero, se hayan pasado a las filas populares.

Pero han llegado tarde. En Brukman, por ejemplo, es patético ver como grupos y partidos de izquierda intentan sacar provecho de la lucha de esos trabajadores y trabajadoras. Andan como los buitres detrás de carne fresca. Por muy radical que sea su discurso es demasiado obvio que andan detrás de la famosa ‘toma del poder’, con ellos en la vanguardia, por supuesto. Y así vamos a seguir viendo aún por un tiempo a estos que Harnecker llama la izquierda política, como si los movimientos sociales no hubieran transcendido ya esas limitaciones hace tiempo.

El sistema, aunque recurra a sus voceros izquierdistas, en especial Lula y Chávez, los paladines de la ‘integración regional’ para subordinar los países al ALCA, ya no tiene vuelta, la construcción de la autonomía y del poder popular avanza a pasos de gigante por todos lados. Como les debe haber dolido a los reformistas que el MTD Aníbal Verón se haya declarado también contrario al Mercosur.

Veremos otros ejemplos en el siguiente texto dedicado al tema. Aún hay mucha agua pasando debajo del puente, es el río de la resistencia, y si suena, es porque piedras trae.

Profesor J
Clajadep
http://clajadep.lahaine.org