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Autonomías y emancipaciones. Introducción

20.12.10

Nota de Clajadep.
Hemos seleccionado algunos materiales de este libro de Raul Zibechi, editado el año 2007, por lo que está fresco y actualizado, sin embargo mucha agua ha pasado bajo el puente, de modo que el lector debe hacer intervenir su espíritu crítico analítico. No hemos incorporado dos capítulos que tratan del MST, que ha modificado sus políticas para adaptarlas al gobierno Lula, ni recogemos el trabajo de Zibechi sobre las fábricas recuperadas en Argentina, dado que en la casi totalidad de esos procesos predominan dirigentes que aspiran a la toma del poder.
Veamos pues las partes fundamentales que realmente muestran autonomía y rasgos o prácticas comunitarias, lo que no se verifica en los casos del MST ni de las fábricas recuperadas:

INTRODUCCIÓN
Raul Zibechi

Un continente en ebullición, en cambio, en movimiento. Dos décadas de
crisis, penurias, represiones; dos décadas en las que el ajuste estructural
impulsado por el Consenso de Washington quiso imponer un modelo de
sociedad vertical, autoritaria. Pero también dos décadas de resistencia,
de organización popular, de «desbordes» que deslegitimaron el modelo
impuesto desde arriba. Finalmente, los poderosos no consiguieron su
objetivo de controlar y dominar a los sectores populares de nuestro con-
tinente, para mejor esquilmar sus riquezas. Percibo un equilibrio inesta-
ble, modelado por tres fuerzas decisivas: las élites globales y locales, los
gobiernos que pugnan por ir más allá del neoliberalismo, y los movimien-
tos sociales. No es ningún secreto que la potencia o los límites de éstas
serán decisivos a la hora de cincelar las veredas de la emancipación, so-
cial y continental.
En las dos últimas décadas se condensan, a mi modo de ver, cambios
profundos y de larga duración en el mundo popular latinoamericano que
suponen un viraje radical respecto a períodos anteriores. Este conjunto de
cambios, que espero haber reflejado aunque sea parcialmente en la reco-
pilación de trabajos que integran este volumen, representa un enorme de-
safío para la teoría revolucionaria y para la teoría social heredadas del
período anterior, marcado por la centralidad del movimiento sindical y del
Estado-nación.
Ya no se trata de movimientos sociales sino de sociedades enteras que
se han puesto en marcha. Por abajo, millones de hombres y mujeres, im-
pulsados por la necesidad, llevan dos décadas en movimiento; y en ese
mover-se, cambian ellos cambiando el mundo. A tal punto que América
Latina se ha convertido en faro y esperanza para muchas personas en
muchas partes del mundo.
Siento, sin embargo, que los conceptos y las palabras que habitual-
mente manejamos para describir y comprender nuestras realidades, son
inadecuadas o insuficientes para interpretar, y acompañar, estas socieda-
des en movimiento. Como si la capacidad de nombrar hubiera quedado
atrapada en un período sobrepasado por la vida activa de nuestros pue-
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AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
blos. Buena parte de las hipótesis y análisis en las que crecimos y nos
formamos quienes participamos en el ciclo de luchas de los 60 y 70 se han
convertido, glosando a Braudel, en «prisiones de larga duración». Muy a
menudo, acotan la capacidad creativa y nos condenan a reproducir lo ya
sabido y fracasado.
Un nuevo lenguaje, capaz de decir sobre relaciones y movimientos,
debe abrirse paso en la maraña de conceptos creados para analizar es-
tructuras y armazones organizativos. Hacen falta expresiones capaces
de captar lo efímero, los flujos invisibles para la mirada vertical, lineal,
de nuestra cultura masculina, letrada y racional. Ese lenguaje aún no
existe, debemos inventarlo en el fragor de las resistencias y las creacio-
nes colectivas. O, mejor, aventarlo desde el subsuelo de la sociabilidad
popular para que se expanda hacia las anchas avenidas en las que pueda
hacerse visible y, así, ser adoptado, alterado y remodelado por las socieda-
des en movimiento.
Necesitamos, en fin, poder nombrarnos de tal modo que seamos fieles
al espíritu de nuestros movimientos, capaces de trasmutar el miedo y la
pobreza en luz y esperanza; un ademán mágico que recuerda al zumbayllu,
capaz de trocar el clima de violencia –en el internado que vivía Ernesto,
protagonista de Los ríos profundos– en un «insólito movimiento de fra-
ternidad», en palabras de Cornejo Polar. El zumbayllu como imagen de
sociedades que, para existir, para conjurar la muerte y el olvido, deben
mover-se, deslizarse del lugar heredado; en movimiento siempre, porque
detenerse implica caer en el abismo de la negación, dejar de existir. En
esta etapa del capitalismo, nuestras sociedades-zumbayllus sólo existen
en movimiento, como tan bien nos enseñan las comunidades zapatistas, los
indios de todas las Américas, los campesinos sin tierra y, cada vez más, los
condenados de las periferias urbanas.
Imágenes como la del zumbayllu nos acercan a ese mundo mágico de
movimientos, que pueden transitar del horror y el odio a la fraternidad, y
viceversa, con naturalidad asombrosa. El doble movimiento, la rotación
sobre el propio eje y el traslado sobre el plano, son los dos modos comple-
mentarios de entender el cambio social: desplazamiento y retorno. En efecto,
no alcanza con moverse, desplazarse del lugar material y simbólico here-
dado; hace falta, además, un movimiento como la danza, circular, capaz de
horadar la epidermis de una identidad que no se deja atrapar porque cada
giro la reconfigura. Despeamiento y retorno que pueden leerse, también,
como repetición y diferencia. El zumbayllu, como imagen de la sociedad
otra, es, siguiendo al filósofo, la apuesta por la intensidad (flujo o movi-
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INTRODUCCIÓN
miento) frente a la representación; siempre destinada a sacrificar el
zumbayllu-movimiento en el altar del orden. Cualquier orden.
El trompo del cambio social está danzando, por sí mismo. No sabemos
durante cuánto tiempo ni hacia dónde. La tentación de darle un empujón
para acelerar el ritmo, puede detenerlo, más allá de la mejor voluntad de
quien pretenda «ayudar». Quizá, la mejor forma de impulsarlo sea la de
imaginar que nosotros mismos somos parte del movimiento-zumbayllu;
girando, danzando, todos y cada uno. Ser parte, aún sin tener el control del
destino final.
***
Agradezco a Raphael Hoetmer y al Programa Democracia Global la posi-
bilidad de editar estos textos en Perú, y volver a reencontrarme con un
país que conocí en los tormentosos años de fines de la década del 80 y
comienzos del 90. Para alguien que provenía del Río de la Plata y llevaba
más de una década exiliado en España, el Perú de esos tiempos presenta-
ba un magnetismo especial: sin saberlo, era la mejor puerta de entrada
para comprender un mundo escindido, donde las categorías clásicas del
marxismo en el que me había formado, eran puestas a prueba en cada
esquina. En aquellos momentos era imposible no acudir a la obra de
Mariátegui, pero fue Arguedas quien me permitió acercarme al mundo
andino, enigmático, indescifrable si no se recurre a los afectos como orde-
nadores de ese magma social y cultural.
RAÚL ZIBECHI
Montevideo, 7 de agosto de 2007


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