Korrika engulle Bilbo transformada en una gran marea humana
Era una marea infinita que engulló las calles con una fuerza arrolladora y un sonido ensordecedor; el de los pasos de miles y miles de «euskalakaris» que empujaron al idioma nacional en su visita a Bilbo. Korrika cruzó la ciudad como un torbellino que hoy continuará girando.
Oihane LARRETXEA
Gara
Aún manteniendo los ojos cerrados, cualquiera era capaz de ver el sonido. El ruido se movía, estaba vivo y avanzaba imponente, sin intención de detenerse. En su noveno día, Korrika se convirtió en una marea humana al cruzar Bilbo. La gigantesca ola no tuvo compasión con la calles que recorrió porque las engulló a todas de un solo bocado. Bilbainas y bilbainos llevaban mucho tiempo esperando para abrazar el euskara y compartir la alegría de ser «euskalakari».
Llegó desde Zorrotza, con un gran número de korrikalaris de Ezkerraldea. Para entrar en la gran urbe, los organizadores sacaron, desde el interior de la furgoneta que encabezaba la marcha, la pancarta más grande de todas. Las dimensiones prometían. Y así fue. Ya en Basurto, Korrika avanzó por Luis Briñas segura, atrayendo a la gente como si de un imán se tratara.
La marcha fue capaz de hacer sombra a la inmensa Torre Iberdrola, mientras ésta, impasible, observaba cómo la rodeaban, dejándola diminuta. Cruzando el Puente Euskalduna, se adentró en Deustua y en San Inazio, donde la participación de la gente joven fue notoria y donde personas y asociaciones tan diversas entres sí como funcionarios de Justicia, la comisión de fiestas de Deustua o los institutos de Ibarrekolanda, Sani y Elorrieta se pasaban el testigo.
La llegada a Indautxu y la zona del centro multiplicó, como era de esperar, los miles de participantes. Para entonces, los «euskalakaris» se habían apropiado, literalmente, de arcenes y aceras. De los balcones y comercios se asomaban las cabezas de los curiosos. Algunos agitaron ikurriñas desde las ventanas y hubo incluso quien salió de la peluquería para aplaudir a pesar de tener la cabeza envuelta en la toalla.
Uno de los tramos más emotivos del barrio fue el kilómetro de AEK de Indautxu. Allí se le rindió un homenaje a Leo Likete, veterana profesora de la coordinadora de alfabetización que tiene previsto retirarse en breve.
El recorrido alcanzó su cénit en la Plaza Zabalburu. La furgoneta tuvo trabajo en apartar a las miles de personas que aguardaban en ambos lados para sumarse a las miles que ya corrían desde hacía un buen rato. Emotivo fue también observar cómo el euskara une a las culturas. En el kilómetro 1.97,1 Iniciativa Gitana recogió orgullosa el testigo, agitando al mismo tiempo la ikurriña y su bandera azul, verde y roja.
La Gran Vía, con la txupinera Sonia Polo como una de las portadoras del testigo, se recorrió con carteles que rezaban «Marijaia for alkate», abogando por unas fiestas más participativas y euskaldunes.
Para cuando los euskalakaris alcanzaron Alde Zaharra, Korrika llevaba casi tres horas en Bilbo, y se le veía a gusto, en buena compañía. Allí, la estrechez de las calles aumentaron el eco de los gritos y de los pasos, que poco a poco se fueron desprendieron del grupo.
Cabe destacar que la alta participación no se limitó a Bilbo y que el mérito del éxito es compartido. Antes de que se inundara la capital, Korrika visitó la Zona Minera, así como Portugalete, Santurtzi y Sestao. Allí, los trabajadores de Babcock cogieron el testigo en un momento muy significativo ya que, probablemente, esta fue la última vez que iban a poder hacerlo como empleados de la empresa, a punto de echar el cerrojo definitivamente. Barakaldo fue otra de las grandes satisfacciones que dejó la jornada, con sus calles repletas de «euskalakaris».