Razones para la(s) autonomía(s)
palabras de jóvenes en resistencia alternativa en la presentación de la nueva publicación de Bajo Tierra Ediciones
Partimos de la idea de que es urgente pensar las rutas contra y más allá del capitalismo; tenemos como premisa la emergencia social y planetaria frente al ecocidio y la barbarie, representada en el sistema de guerra, poder y dinero en que vivimos. En medio del desastre global, en los últimos 20 años han surgido numerosas y diversas experiencias desde abajo, de autogestión, autoregulación y autoorganización de la reproducción social de la vida. Aunque las colectividades de los subalternos les llaman de muchas formas, en ocasiones las definen como autonomías.
Esta forma de organización y acción social, como estrategia de cambio y emancipación, como forma de hacer política, y como posibilidad embrionaria de un mundo poscapitalista se ha enfrentado y en ocasiones polarizado con la vía canónica y dominante del cambio social: la organización en la forma partido, la toma del poder y la reorganización social desde el Estado.
Frente a dicha tensión nosotras, nosotros, como jóvenes en resistencia alternativa, hemos tomado la definición por las autonomías, debido a tres razones.
Benjamín Arditi politólogo de la Facultad de Ciencias Políticas quien participa en PENSAR LAS AUTONOMIAS definió el concepto de emancipación como la movilización por lo imposible, por la organización aquí y ahora con o sin Estado
La primera de ellas es que sostener la tesis de que es a través de los partidos políticos dominantes como se pueden lograr cambios , es sostener una estrategia de inmovilidad, inacción y heteronomía; es soslayar la profunda crisis de la representación y hacer caso omiso de la crisis del Estado mismo, que no es sólo producto del neoliberalismo. Sostener la vía partidaria hoy puede ser-si se quiere- realista, en el sentido pragmático, pero nos condena a hacer una política de espectadores, a observar una política ajena, la de ellos, la de los de arriba. Sostener la vía partidaria significa en los hechos centrar nuestra atención y nuestra energía en lo que ellos dicen, hacen, no hacen; de sus ideas y de sus alianzas, sus opiniones y sus debates, de si se pican el ombligo o se sacan la lengua. Nosotros frente a esa política decimos NO. No queremos orbitar ni queremos depender de una política de ellos, definida por ellos. Queremos una política que nos haga sujetos, que haga sujetos políticos a los subalternos, que cuestione las relaciones de dominación y explotación desde abajo. Que no espere sino actúe, que no delegue sino organice, que no se deje guiar sino que construya camino propio. Por eso decimos que la autonomía es una forma de hacer política. No es que pensemos que la clase política y el Estado sean irrelevantes, pero sabemos con certeza que para ellos, nosotros sí lo somos. En la autonomía como forma de hacer política se juega la constitución de nuevos sujetos colectivos o la dependencia y heteronomía de las clases dominantes. Nosotros optamos por la autonomía.
La segunda razón por la que nos sentimos afines a una política de autodeterminación y autonomía se refiere a los supuestos límites de la estrategia de cambio social, la revolución y la toma del poder.
Hoy la estrategia insurreccional pareciera no estar de moda. A pesar de que los levantamientos populares de Bolivia, Ecuador y Argentina hablaron en esta década con el lenguaje de la rebeldía, la desobediencia generalizada y cuyo poder destituyente abrió y despejó el camino directa o indirectamente para los Kirschnner, Correa y Morales. Hoy la estrategia insurreccional no está de moda aunque sea a través de ellas como se rompen y desarticulan las dictaduras de Egipto y Túnez con la insurgencia civil.
Hoy está de moda tomar el poder a través de la democracia liberal representativa. Democracias que si bien – al menos en América Latina- costaron sangre, muertos y años de lucha, hoy se nos presenta como visión hegemónica de la política, lo político, como única forma de cambio social. Sostener dicha vía, así, a secas, sin matices ni visión crítica, nada dice de las profundas contradicciones de la izquierda partidaria e institucional de la democracia representativa. Se calla sobre las alianzas de la izquierda en todo el continente con el capital inmobiliario y turístico que despoja a vecinos y comunidades de lo único que tienen en nombre del mal llamado desarrollo; se calla frente a las alianzas de la izquierda partidaria en el poder con la agroindustria, con la soya transgénica, con los productores de etanol, supuestamente justificados por su utilidad para la atracción de capitales pero que deja una estela de destrucción y devastación ambiental. Se guarda silencio cómplice con las izquierdas partidarias cuyos grados de corrupción y clientelismo son escandalosos. Nada se dice de los gobiernos aliados al capital extractivo que al llevarse el petróleo o el oro sólo dejan muerte y destrucción a los pueblos.
Si la vía insurreccional no está de moda, o hay que esperar ciclos centenarios para ella, nos dicen, lo que queda – ni modos- es aceptar lo que hay, el camino menos peor: aceptar la izquierda corrupta y su perversa alianza con el capital para gobernar. No hay para dónde hacerse, hay que aceptar la política como el arte de lo posible, parafraseando uno de los temas desarrollados por Benjamín Arditi, aquí presente, en el libro que hoy presentamos.
Nosotras, nosotros, nuevamente, tercamente, decimos que NO. Que necesitamos una estrategia de lucha que no esté derrotada antes de comenzar. Una estrategia que se basa en el horizonte por el que luchamos, no separando los medios ni los fines. Una estrategia que no se acomode a lo posible, cuya definición y alcance siempre es ideológico, que no se conforme, que no se asfixie en sí misma, que no sea fatalmente pragmática, o que posponga el cambio hacia un futuro incierto. Una estrategia de lucha que no sólo esté basada en la eficacia de las mayorías votantes, ni sólo en los fríos cálculos de las maniobras para lograr mayoría o hegemonía. Una estrategia de lucha que privilegia la autoorganización como herramienta de liberación, que experimenta la autoregulación como gestión colectiva de lo común, que construye autodeterminación desde abajo para, desde ahí, construir emancipación. Que privilegia la acción directa de los subalternos, que experimenta su liberación cotidiana en los intersticios, en la periferia de la política dominante, desde donde, no sin contradicciones, existe la posibilidad de empujar relaciones sociales alternativas al mercado, pero también al Estado. No es que creamos que sólo desde ahí, desde estos pequeños espacios sociales se lograrán los cambios generales; tampoco es que apostemos sólo a lo pequeño y lo local; tampoco es una vocación de marginalidad la que nos mueve. Lo que más o menos intuimos, sin embargo, es que ninguna lucha por la libertad y la emancipación rendirá frutos sino se parte de esos espacios y de la autodeterminación de los subalternos. Ninguna lucha y política alternativa para superar al capitalismo será posible si no cambiamos nosotros para cambiar al mundo, sino surgen colectividades y una humanidad distinta, digna y autónoma, de manera simultánea al proceso de antagonismo y lucha, coincidiendo con el planteamiento que ha realizado Raquel Gutiérrez en varios de sus trabajos. Como jóvenes en resistencia alternativa optamos por los experimentos sociales de los de abajo; preferimos actuar de manera directa, aquí y ahora con los subalternos, incluso en sus derrotas.
Luis Hernández Navarro, periodista del diario La Jornada, hizo un recorrido por las autonomía y la autogestión en Mëxico para luego resumir criticamente los 14 trabajos compilados en PENSAR LAS AUTONOMIAS
Eso nos lleva a la última razón por las autonomías y es la importancia de esos experimentos sociales desde abajo que se construyen por todo el orbe y con especial profundidad y radicalidad en América Latina. Estas experiencias, asediadas, contradictorias, presas de la represión o de la cooptación no sólo son la posibilidad de hacer una política autónoma ni de tener una estrategia de lucha social alternativa a la dominante. Estas prácticas prefigurativas, embrionarias, incipientes, son quizá, las piezas sueltas de un rompecabezas diseminadas por todo el orbe para superar el capitalismo.
Las prácticas autónomas, de autoregulación y autodeterminación desde abajo son, quizá, los hilos para tejer un entramado social poscapitalista. Cada hilo, de manera separada pareciera solamente una alternativa local, focalizada; pero si se les reúne, pueden ser un sistema alternativo democrático de gestión colectiva, de cadenas de producción, creación y autogestión de la vida y de mecanismos organizados de gestión de los bienes comunes. Señalan desde su particularidad un programa de programas, un sistema de alternativas. Todas estas prácticas entrelazadas indican posiblemente, la forma, funcionamiento, organización, mecanismos, dispositivos y modos de relación social de un posible sistema poscapitalista.
Estas autonomías son prefigurativas: vislumbran y practican hoy, las formas que sustituirán a las relaciones de dominio y explotación. Critican la estrategia de cambio social aplazada hacia el mañana –después de la toma del poder- y radicaliza la estrategia de REVOLUCIÓN HOY, considerando que desde ahora funcionan y pueden operar relaciones humanas alternativas fuera de la lógica estatal y del capital, formas que prefiguran desde ya, un mundo otro.
Estas autonomías son nuestro horizonte emancipatorio: que permiten discutir e imaginar desde las prácticas y potencias existentes hoy, un cambio radical de las formas de producción, distribución y consumo, y un cambio radical también de las formas de toma de decisiones sobre lo común. Que permite visualizar un mundo de redes de colectividades autorreguladas, un tejido de autodeterminaciones, federaciones de autonomías libres del capital, en relación simbiótica con el mundo no humano, pero también libres de las formas de dominación, opresión, centralización, homogeneización y monopolización estatales.
Sostenemos que más allá de las posiciones sobre los ritmos, situaciones, particularidades y diversidades de las formas de cambio social, estos experimentos de reorganización social deben construirse, multiplicarse, fortalecerse y entrelazarse antes de la toma del poder, sea a través de la vía insurreccional o electoral y deben ser la base de una gestión colectiva alterna generalizada, se haya tomado el poder o no.
En suma, la autonomía como forma de hacer política, como estrategia de lucha y como horizonte emancipatorio son tres coordenadas de nuestra propia definición de hacer política.
Raquel Gutiérrez Aguilar, activista, académica, definió a PENSAR LAS AUTONOMIAS como útil, ecléctico, como la compilación de los trabajos de los amigos de jra y definió la autonomía como siempre relacional y como necesidad material de sustento.
Por esas tres intuiciones y definiciones ha surgido PENSAR LAS AUTONOMIAS. Porque tenemos más dudas y preguntas que certidumbres. Tenemos muchísimas preguntas sobre estos procesos sociales llamados autonomías. ¿cómo hacer para que perduren? ¿cómo hacer que crezcan? ¿cómo hacer para que no se desvanezcan y desintegren frente a la erosión del mercado? ¿cómo hacer que sobrevivan frente al control, cooptación y represión del Estado? ¿cómo lograr que no sean experiencias focalizadas sino alternativas generalizadas? ¿cómo enfrentar sus contradicciones y sus límites? ¿cómo articularlas entre sí? ¿cómo luchar desde abajo, desde lo local y lo diverso y lo múltiple contra las formas centrales, hegemónicas, dominantes del Estado y del capital?.
Resolver esos nudos y muchos más (como los denomina Ana Esther Ceceña en su trabajo), es una tarea titánica. PENSAR LAS AUTONOMIAS es sólo una pequeña y modesta contribución basada en tres ejes de nuevas preguntas: ¿qué han pensando los teóricos y las luchas sociales sobre la autonomía como potencia, posibilidad y horizonte emancipatorio en el pasado? ¿Qué se está reflexionando hoy sobre los límites y contradicciones de esas autonomías en funcionamiento? ¿qué se está elaborando y reflexionando sobre las posibles salidas al capitalismo?.
Para nosotras y nosotros, las autonomías son sólo una posibilidad, abierta. Una potencia para construir un mundo otro, ese que decimos que es posible. Pensar las autonomías ha nacido para llenarnos de posibilidades, de potencias, de alternativas y en especial de nuevas preguntas. La lucha por la libertad y la emancipación estará siempre llena de ellas. Pensar las autonomías es sólo una caja de herramientas para pensar ese mundo otro, por el que luchamos, aquí, ahora, siempre.
Muchas gracias
jóvenes en resistencia alternativa
Mayo de 2011