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Polémica por General Roca en Bariloche

20.07.03

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Polémica por General Roca en Bariloche
por Kolectivo Lientur • Thursday July 17, 2003 at 03:31 AM
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Organizaciones y ciudadanos rechazan monumento a genocida
Polémica por General Roca en Bariloche

Por Kolectivo Lientur / 17 de julio de 2003

En Bariloche o Furilofche en idioma mapuche, la decisión de las autoridades de levantar en el centro cívico de la ciudad un monumento al General Roca ha desatado una gran polémica. Para los vecinos argentinos de la localidad, un monumento al Libertador es más que un sentido homenaje, un verdadero deber patriótico. Para los mapuches, en tanto, una impresentable afrenta a la historia de atropellos y asesinatos que dicho militar argentino encabezó entre los años 1878 y 1880 en vastas zonas del Puelmapu.

Más allá del desatino de las autoridades locales proponiendo el emplazamiento de dicho monumento oficial, la polémica ha permitido que diversas voces de la sociedad civil se alcen en Bariloche recordando el pasado sangriento de este caudillo militar. Voces como aquellas de las Madres de la Plaza de Mayo, quienes en un acto de protesta depositaron pañuelos blancos y realizaron pintadas en el lugar donde se emplazaría dicha estatua recordatoria. Ya lo decía Raúl Zurita, eso de que el olvido muchas veces esta lleno de memoria… A continuación, algunos comentarios extraídos desde el portal Noticias de Bariloche.

Roca y los Pañuelos Blancos
Escribe Tomás Buch

Roca y el despojo sufrido por las poblaciones originarias son datos de nuestra historia, que se pueden evaluar desde el ángulo ético, pero por más adjetivos que les pongamos, eso no los transforma de hechos históricos en otra cosa. No nos olvidemos de que la gran mayoría de los habitantes de Bariloche -ya que estamos hablando de nuestra ciudad- NO somos mapuches, y por más repudios a Roca que hagamos, difícilmente nos iremos todos a nuestros países de origen para dejar la Patagonia a los descendientes de las víctimas de Roca.

Roca fue un gran estadista, y su acción fue central a la constitución de la República que nos alberga, a pesar de haber consumado el genocidio de una población remisa a adaptarse a los criterios “occidentales y cristianos” que eran los de su tiempo. Fue un exponente descollante de su época y de su clase. No fue el fundador de Bariloche, aunque la Conquista del Desierto hizo posible la avanzada de la “civilización huinca”, a la cual después de todo pertenecemos más al sur de la mitad de la provincia de Buenos Aires.

Los Pañuelos Blancos en la plaza simbolizan otra cosa. Si bien también la última dictadura es ya parte de nuestra historia, sus víctimas y sus victimarios aún están entre nosotros. Las víctimas aún claman justicia; y los victimarios gozan de una impunidad vergonzosa. Bariloche ha aparecido una vez más en el tapete de una manera que no queremos: como escondite de personajes antidemocráticos y de nefasto recuerdo; haciendo, como en un reciente acto público, la reivindicación de crímenes de lesa humanidad; para los que aún parece necesario recurrir a tribunales de otros países. Y ahora, con la idea de reivindicar dos genocidios a la vez, que, insisto, deberían mantenerse cuidadosamente separados, para no hacer incomprensible toda nuestra historia, la antigua y la reciente.

Manchas negras
Por José R. Gamez

Mi anhelo es un poco más ambicioso que el de aquellos vecinos que pretenden limpiar las “manchas blancas” del Centro Cívico de nuestra Ciudad y otorgarle un mérito fundacional a quién ni siquiera se aproximó a esta comarca andina. Mi propósito es también limpiar manchas, pero estas son negras; negras de persecuciones, erradicaciones forzadas, robos de territorios y propiedades, vejaciones, humillaciones y muerte. Máculas que impregnan la historia Argentina.

Sin duda que mi propuesta es un poco más compleja que la de utilizar aguarrás como pretendía el entonces Intendente Feudal , precursor de estos pulcros vecinos de la actualidad. Obviamente la hilación de la pretensión vecinal refleja que no son fenómenos diferentes el intento reinvindicatorio de Roca con la actitud de negar la importancia de la lucha de las Madres de la Plaza de Mayo: la historia irresuelta” por impunidad subyace subterráneamente en el presente político y social de nuestro pueblo.

Es por ello que después de más de un siglo de opresión y dentro de este transitar democrático las comunidades originarias intenten rescatar del pasado su castigada cultura como así también quieran expresar su disconfomidad ante una sociedad Argentina que sistemáticamente los humilló. ¿O no recuerdan los impolutos vecinos cuando en pleno centro de Bariloche existía un cabaret denominado El Camaruco?.

El despojo de Roca no constituye un mero dato de nuestra historia, es una realidad palpable en los barrios marginales y en las desatendidas zonas rurales, realidad que demuestra la incapacidad de nosotros los “huincas” para crear una instancia sin vencidos ni vencedores, pluricultural y de participación igualitaria.

Los Pañuelos Blancos en la plaza simbolizan lo mismo. Expresan el denuedo de un pueblo por no olvidar lo sucedido, ya que los cobardes que los desaparecieron, amparados por Alfonsin, sus congresales pusilánimes y Menen, permanecen sin castigo. Estas son las manchas que realmente duelen. Lamentablemente algunos no las pueden ver.

Respeto hacia todos
Por Roddie Mazzuchi MacSwain

No soy negro, aborigen, de izquierda o militar. Tan sólo un ciudadano que paga su tasa municipal y espera a cambio que se cuide lo que es parte de su propiedad. ¿Se imaginan el monumento a Washington en EE.UU pintado con leyendas contra la discriminación racial por aborígenes y negros?. Washington, si alguien no lo recuerda, era pro-esclavización. Caso contrario, sus plantaciones no hubiesen sido rentables.

¿Se imaginan algún edificio público en Alemania pintado con leyendas contra la discriminación racial por judíos?. ¿Cómo hace esa gente - que al igual que tantos argentinos sufrió aberraciones - para mantener viva la memoria de su tragedia sin por ello abusar de la propiedad pública?.

De niño, cuando vivía en otro país - de esos que llaman del primer mundo - me inculcaron que “propiedad pública” significa que no puedo hacer con ella lo que me plazca porque no es mía sino de todos. Cuando me establecí en este bello país, me enseñaron con la experiencia cotidiana que aquí “propiedad pública” significa que puedo hacer lo que me parezca con ella ya que al ser de todos es, por ende, mía. ¿Quién tiene la razón? O, dicho de otro modo, ¿por qué unos pueden y otros no? ¿Será cuestión de ser desarrollado?.

Un presidente oligárquico
Por Marina Schifrin

Sería interesante que aportaran al debate sobre Roca los estudiantes y docentes de la Carrera de Historia que se dicta en la Universidad Nacional del Comahue en nuestra ciudad. Bariloche es una ciudad multicultural, y hoy existe un nuevo concepto de ciudadanía, que no es el que existía cuando se levantaban monumentos a Roca. Ese monumento ofende a una parte importante de gente de nuestra ciudad, por sus orígenes mapuches, y ofende a los derechos humanos en general. Por suerte, esas ideas que antes no estaban presentes, hoy lo están.

En las escuelas ya no se enseña la misma historia que a mí me habían enseñado, y ese monumento a un estadista que pagaba por la oreja y el testículo de indio, es una agresión en sí mismo. Además fue un estadista que ni siquiera fue elegido por el sufragio universal masculino, sino por el voto de la elite oligárquica, que eligió a alguien que forjó un concepto excluyente y autoritario de soberanía nacional.

Nuestro país, firmante de los pactos internacionales de Derechos Humanos, no puede homenajear a quienes no encarnaron ideales humanitarios ni pluralistas. Bariloche merece un debate ciudadano sobre el tema, los concejales podrían desempolvar la Carta Orgánica y analizar la posibilidad de una consulta popular sobre ese monumento.

¿Manchas blancas?
Por Daniela Liska

Llama la atención la postura que sostienen y defienden algunas personas de esta ciudad, poniéndose al servicio de la historia oficial, la que nos vende el poder hegemónico, la que excluye a cada vez más seres humanos, la que no tiene memoria.

Parece que hay gente a la cual no le importa cuanta sangre haya hecho correr el genocida Roca en pos de “fundar el pueblo de Bariloche, un pueblo civilizado”, gente a la cual no le importa cuantas orejas de mapuches cortó, cuantos hombres mató, cuantas familias separó, enviando a las mujeres a Buenos Aires para que trabajaran de sirvientas en las casas de familias pudientes y a los niños para que los criaran lejos de sus padres, lejos de su tierra. Parece que hay gente a la cual no le importa que hoy en día se siga discriminando a nuestros hermanos mapuches, se los siga negando como sujetos de derecho, poseedores de una cultura, una espiritualidad, una lengua distintos a los nuestras pero igual de válidos.

En este país, el país de la impunidad, los asesinos caminan por nuestras calles sin hacerse problema, mientras que en España el juez Baltasar Garzón extradita a Ricardo Cavallo un militar que estuvo en la ESMA en épocas de la dictadura y será juzgado por genocidio, terrorismo de estado y crímenes de lesa humanidad.

De estar vivo Roca sería juzgado por los mismos crímenes, pero aquí en cambio algunos vecinos, seguramente de los que se consideran “ilustres” quieren no solo quitar los pañuelos de la memoria, los pañuelos de las madres y abuelas de plaza de mayo, sino también poner una placa para otorgarle el título de fundador al Genocida Roca, ¿No quieren también agregar al pedestal como le llaman al Genocida Videla abrazado a Roca, así la hacen completita?. Repudio ese pedido de eterna impunidad.


La Conquista del Desierto

Por Kolectivo Lientur * / 17 de julio de 2003

Durante el siglo XVIII, el pueblo mapuche en el Puelmapu -ya consolidado el proceso de expansión político territorial hacia dicho territorio- se concentró en fuertes cacicazgos. Entre la Cordillera de los Andes, el río Diamante por el norte, el Limay por el sur, y el Salado por el este se situaron los pehuelches, comandados por jefes como Reuque Curá y Feliciano Purrán. Desde el Salado hacia el este, ocupando el sur de San Luis, Córdoba y parte de Santa Fe, este de La Pampa y oeste de Buenos Aires, con centro en la denominada región del Monte, se esparcieron los ranqueles, cuyos caciques más importantes fueron Llanquetruz, Painé y Mariano Rosas.

Al sur de la Región del Monte, en las Salinas Grandes, y ocupando gran parte de la Pampa húmeda entre las actuales provincias de Buenos Aires y La Pampa, se hallaba la dinastía de los Curá – los salineros- , con renombrados caciques cuya sola pronunciación transmitía una mezcla de respeto y temor, ellos fueron Calfucurá y su hijo Namuncurá. Al este de los ranqueles y al noreste de los salineros, el la zona de Trenque Lauquen, se encontraban los mapuches liderados por Pincén. En los campos de Tandil se asentaban las aguerridas huestes de Catriel y Coliqueo. Finalmente, entre el Neuquen y Río Negro, en la Región de las Manzanas, se asentaba otro grupo de mapuches dentro de los cuales se hallaban guénaquen y parcialidades tehuelches, cuyo cacique más importante fue Shaihueque.

Pero en el siglo XIX se produjo un gran fenómeno de nuevos agrupamientos, en donde las distintas parcialidades mantenían su independencia aunque uniéndose a los efectos de un objetivo común. Así se fomalizaron dos importantes confederaciones mapuches: una, era liderada por el cacique Calfucurá, quien tenía antepasados pehuenches, y había llevado una buena relación durantes las gobernaciones del brigadier general Juan Manuel de Rosas: pero fallecido éste, volvió a “malonear” la frontera. La otra gran unidad la componían los ranqueles.
En las primeras décadas de ese siglo se habían producido algunos intentos por incorporar las tierras de la región pampeana a la nueva nación, como los ocurridos con los gobernadores Martín Rodríguez (1823) y Juan Manuel de Rosas (1833).

Los gobiernos porteños trataron infructuosamente de mantener su frontera mediante la política de establecimiento de fortines y tratados por los cuales se otorgaban beneficios a los mapuches-yerba, tabaco, azúcar, harina, jabón, ganado, bebidas alcohólicas, etc.-a cambio de que éstos se mantuvieran en paz. Pero en la segunda mitad del siglo XIX, una nueva inserción de la Argentina en la economía mundial dio paso relevante a ciertos elementos-materias primas-cuyos procesos productivos fueron captados por las clases adineradas. Así, comenzó a tener importancia el ganado ovino para abastecer la cada vez mayor producción textil europea, y el ganado vacuno dada la aparición de los barcos frigoríficos que podían trasladar dicha carne hacia diferentes puntos del mundo con cierto grado de eficiencia. De esta manera, surgió como prioritaria, para las presencias de turno, la necesidad de acopiar el mayor número de hectáreas posibles, para así también hacer desaparecer las fronteras internas de un país que ya se había dado su Constitución en 1853.

A partir de la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874), el ejército de línea inició una tarea de modernización de su equipo militar y uno de los cambios fundamentales fue la adquisición del fusil de retrocarga Remington y del revólver, en sustitución de los fusiles y las carabinas de chispa. En la siguiente presidencia, la de Nicolás Avellaneda (1874-1880), el llamado “problema del indio” comenzó a finiquitarse. Su primer ministro de Guerra Adolfo Alsina, inició su plan de avanzar la línea de frontera tomando y asentando fuertes y fortines en los lugares claves, a partir de los cuales se levantarían poblaciones. Esta nueva línea de fronteras se comunicaría con Buenos Aires mediante el telégrafo y estaría ayudada en su defensa por un gran foso de dos metros de profundidad para dificultar los malones, particularmente el arrío de ganado hacia sus bases. Entre 1876-1877 quedó establecida una nueva frontera con nuevos fuertes erigidos en Trenque Lauquen, Guaminí, Carhué y Puán.

Para el joven general Julio Argentino Roca esta política para con el indio no le parecía adecuada. Su proposición consistía en localizar a los aborígenes en sus tolderías e iniciar una guerra ofensiva continuada y sistemática. A fines de 1877 moría Alsina y Roca ocupaba su puesto, poniendo en marcha en su plan de exterminio. Una primera campaña se llevó a cabo en 1878 y la segunda al año siguiente. En Julio de 1879 todo había terminado. Muchos mapuches lograron huir hacia la Patagonia, y otros tantos lograron cruzarla. 14.000 mapuches fueron capturados, transladándolos a la fundación de alejadas colonias, incorporándolos a la Marina de guerra, tomándolos como sirvientes, destinándolos como trabajadores forzados a la Isla Martín García, a donde fueron a parar unos 800 ranqueles para picar adoquines para las calles de Buenos Aires.

Por cierto, nada se sabe de la gran cantidad de mapuches que murieron en combate, fusilados, o muertos de hambre, o por alguna enfermedad mortal ( cólera, fiebre amarilla o viruela). Los pocos que sobrevivieron, iniciaron una etapa nada feliz: la marginación. Y con ella comenzó no sólo su desaparición física, sino también su desaparición cultural, la misma que hoy resisten con nuevas formas de organización y lucha social.

* Fuente: “El último Malón… la última flecha”: http://www.oni.escuelas.edu.ar/2002/buenos_aires/ultimo-malon

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