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Antorcha de poetas

05.09.11

Por Hermann Bellinghausen
La Jornada

En las estadísticas, y su precaria casuística, la violencia que hoy alcanza dimensión pandémica golpea a todos los gremios y oficios por igual. Así como poetas, han conocido la tragedia zapateros, científicas, migrantes, maestros, comerciantes, niños y jóvenes estudiantes, voceadores, periodistas, maquileras, repartidores de pizza.

Como sea, resulta cruel y a la vez un alivio que los poetas sirvan de fusibles sensibles en esta hora. (Sólo se mencionarán aquí casos de 2011). En su naturaleza está dar voz a su tiempo de la mejor manera posible. Y cuando el miedo o la muerte tocan a su puerta, lo expresan y dicen. Bueno, ya lo venían diciendo. Y como sucede con Susana Chávez, poeta y activista juarense asesinada cruelmente a principios de año, desde la irrevocable ausencia siguen haciéndolo. Susana vivía en la realidad y comprometida con el presente resistía de manera generosa y radical. Por eso las autoridades se esforzaron en confinar su muerte en la nota roja y quitarle cualquier significado a todo. Hombres necios que acusaís:

He perdido la cuenta de tus huesos/ introduciendo mi palabra al tiempo/ entonces me fui a alguna parte/ con el apetito dormido./ Fuiste tú el sitio del crimen,/ quien me volvió clandestina melodía,/ a quien contemplo mezclada de imágenes/ sentada en una butaca de cine/ para ver mi sombra (Ocaso).

En México no se lee mucho, y menos poesía, pero los poetas siempre han tenido un aura prestigiosa, aún si se les percibe desde un arcano de segunda mano. Con eso de que las suyas son las palabras de la tribu (según acuñara José Ángel Valente). Por lo general, gente tranquila y honesta que se esmera, como el viejo payaso de Eliseo Diego, en hacerlo bien. No molestan a sus vecinos ni son distraídos; al contrario, su trabajo es verla bien a la vida, sea en combate con ella, o como dicha inmerecida.

El absurdo asesinato de su hijo Juan Francisco y amigos puso a Javier Sicilia en un punto de máxima visibilidad. No sólo se trataba de un escritor pacifista con profunda orientación espiritual y libertaria, sino, sobre todo, de un poeta, premio nacional (el de Aguascalientes) apenas en 2009. Al ser tocado por la violencia, Sicilia elevó la voz, haciendo lo que siempre ha hecho: decir lo que piensa y siente. En una arena pública contaminada de mentira, trivialidad, gesticulación e intolerancia, el peso de sus palabras ofreció antídotos, respiros para las redadas del miedo y el baño nacional de sangre. Con la simple dignidad de la palabra.

Cuando en junio la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad llegó a ciudad Juárez en numerosos autobuses, uno de ellos trasladaba poetas. En otras condiciones hubiera sido anecdótico, pero allí resultaba significativo. Cerca de 30 poetas mexicanos (y de los buenos) se unieron a la movilización convocada por Sicilia, y muchos participaban en la caravana.

En días de agosto la violencia alcanzó a otro poeta, el chiapaneco Efraín Bartolomé. De la misma generación que Sicilia, Bartolomé ha elegido el camino de la poesía-poesía, creando una obra memorable; heredero inicial del aliento tropical de Carlos Pellicer y José Carlos Becerra, por su evolución poética y su magisterio merece ser considerado un vate en toda la extensión de la palabra. El allanamiento brutal, injustificado e ilegal de su domicilio en Tlalpan, con su narración visibilizó otra tajada de la realidad que nos tienen impuesta: los allanamientos policiacos y militares que se generalizan en el país, sin que se informe de ellos. Para no ir más lejos, el 23 de agosto se efectuaron un cerco policiaco y allanamientos domiciliarios en tres barrios del centro de San Cristóbal de las Casas: robos, golpizas, tortura sicológica, criminalización de personas inocentes; todo, ante el pasmo y la inacción de las autoridades municipales. Aunque sólo lo registrara el periódico local La Foja Coleta, es otro atropello que importa. Como importan los allanamientos militares en Zirahuén, Trinidad Regalado y Pomácuaro el día 24, en Michoacán. Y contando.

Ahora bien, no sólo vale mencionar a figuras de elaborada espiritualidad como Bartolomé y Sicilia. O a quienes a la Lou Reed caminan por el lado salvaje (como si quedara de otra). Dolorosamente, concurren jóvenes que apenas empezaban, como el también fotorreportero Emiliano Pozas, asesinado a balazos en Tepic por unos secuestradores en días de agosto. De la estirpe de los notables Ricardos Pozas, Emiliano alcanzó a dejar estos versos:

Horizonte de azules/ este que gobierna/ en mi paraíso;/ ahí donde mueren/ los hombres,/ donde acaba el mundo,/ donde se rompen/ las esperanzas,/ que nos espera/ ahí al borde del abismo,/ adonde van tu amor/ y mi amor/ al fugarse/ de este paisaje/ intentando conquistar/ paraísos inexplorados.

Podemos quejarnos de muchas cosas, y debemos protestar hasta el cansancio, pero si contamos con el privilegio de un clamor de poetas, ¿será que al fin aprendamos a ver, escuchándolos?


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