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El poeta Javier Sicilia, que encabeza la Caravana de Paz, defiende otro modelo económico que incorpore la experiencia indígena

14.09.11

Sicilia pide un nuevo modelo económico

El poeta, que encabeza la Caravana de Paz, afirma que es necesario mezclar la experiencia indígena con la tradición de Occidente

OAXACA (13/SEP/2011).- Después de un ritual en Monte Albán en el que participaron los integrantes de la Caravana de Paz, Javier Sicilia resaltó que los acuerdos de San Andrés son un pendiente de la nación y que los firmó el ex presidente Ernesto Zedillo en nombre del país, “y como no somos traidores, venimos a exigir que se cumplan y se respeten las autonomías. Decían que las autonomías iban a balcanizar el país, y no, el crimen organizado, la impunidad ha balcanizado al país, no los pueblos indios”.

El poeta agregó que se tiene que crear un nuevo modelo económico mezclando la experiencia indígena con lo mejor de la tradición de Occidente. En los siguientes días, la caravana llegará a Chiapas y existe la posibilidad de que se reúnan el subcomandante Marcos y Sicilia.

“Todavía no hay nada confirmado, esperamos en el camino la respuesta, porque tanto los zapatistas como los pueblos indios son los maestros del tiempo (…) Porque es importante reunirnos con todos, con el Presidente, con los pueblos, con las organizaciones… queremos ser la gran fuerza moral y la lucha de los pueblos indios no sería la misma sin la lucha zapatista”.

Por la tarde hubo mesas de trabajo y un acto público en el Centro de Oaxaca, a donde llegaron un grupo de mujeres triqui que piden justicia por la violencia que ha vivido San Juan Copala, ya que además muchas familias han sido desplazadas por la violencia.

CRÓNICA
Los desaparecidos que no son del Norte

Hasta su pueblo llegó el rumor de que el poeta con el hijo muerto iba a Oaxaca con su Caravana de Paz. Pidieron dinero prestado y de madrugada tomaron un camión para llegar a Monte Albán. El grupo de mujeres zapotecas arribó antes de las 9:00 horas, sosteniendo una manta con el rostro de 10 hombres, 10 padres de familia a quienes siguen esperando en casa, en su terruño, San Pedro Pochutla, Oaxaca.

Estos 10 indígenas salieron en julio de 2010 con rumbo a Matamoros, Tamaulipas, para comprar un vehículo barato que utilizarían en el proyecto ecoturístico de la Sociedad Cooperativa Zapotengo Pacheco.

“Un conocido del pueblo ya había comprado un carro barato y pues a ellos les pareció bien ir para allá a conseguir uno. Y no volvimos a saber de ellos, hace ya casi un año. Y nosotros venimos aquí por el padre Ubi, él nos avisó, no teníamos recursos, pero aquí estamos”, cuenta Hélida Hernández, hermana de Juan Antonio –uno de los desaparecidos–, que en su voz imprime toda su energía, esa energía de lucha que ronda por todo Oaxaca.

Uno a uno, Hélida nombra a los desaparecidos; todos eran familiares o amigos. “No hay quien nos escuche y sentimos que es importante venir aquí con Sicilia porque hay docenas de desaparecidos, no son sólo los nuestros, y nadie nos quiere escuchar… Ya estuvimos en huelga de hambre, las esposas, las hermanas y uno de los hijos. Nos vinimos así con lo que traíamos puesto, nos llovió, pedimos ropa regalada… hemos tenido que vivir hasta de limosna para buscarlos… Somos gente pobre, ignorante, pero no somos tarugas. El Gobierno nos quiere engañar”.

Las mujeres que esperan a sus esposos ahora se hacen cargo de la manutención de sus hijos. Una de ellas, por ejemplo, se levanta a las 3:00 horas para lavar pollo y recibir 600 pesos semanales.

Hélida aprieta la voz, los gestos y dice que no saben qué le hicieron a sus 10 desaparecidos, pero tienen la esperanza de que están vivos y que las autoridades tienen buscarlos. “En nuestra comunidad como en el Norte levantan a nuestra gente como si fueran una basura en la calle, así nomás… Y nosotros queremos que nos ayuden a buscarlos, porque bien que el Gobierno de Oaxaca gasta millones en la fiesta de la Guelaguetza, pero no quiere gastar en buscar seres humanos”.

Javier Sicilia llegó con los familiares de los desaparecidos de todas las geografías del país, que poco a poco se han incorporado en el andar de la Caravana de Paz, incluida una mujer que en Huajuapan de León apareció el domingo por la noche, con la foto de su hijo Yair García Vásquez, quien salió de una comunidad de Oaxaca con rumbo a Tamaulipas y nunca se volvió a saber de él. En ese acto público, esta mujer, Socorro Vázquez, se subió a pedir ayuda, “porque soy costurera, de eso vivimos y no tengo dinero para buscar a mi hijo”; soltó el llanto, Sicilia la abrazó y los integrantes del contingente hicieron una coperacha para ella. Ahí mismo, doña Socorro decidió seguir al contingente que visitará Chiapas, Tabasco, Veracruz y la Ciudad de México.

La mayoría de los casos de desaparecidos en Oaxaca salieron de su comunidad hacia la frontera con Estados Unidos y ahí se convirtieron en fantasmas… nadie más supo de ellos. Por todas las historias que han recabado en la Comisión de Víctimas, las hipótesis son que es un problema de trata de personas o que se les extermina para que no crucen como migrantes hacia Estados Unidos. Por el testimonio de uno de los sobrevivientes de la matanza de los 72 migrantes hace poco más de un año, se rumora que estadounidenses de extrema derecha podrían pagar a grupos delictivos para que ejecuten a los mexicanos que quieren cruzar “al otro lado””

Dejar las tristezas, sembrar las esperanzas

La Caravana de Paz está llena de símbolos. Y ayer hubo uno más: una ceremonia indígena en Monte Albán.

Javier Sicilia y los familiares de las víctimas –en su mayoría desaparecidos– se pusieron en círculo, alrededor de una ofrenda a los cuatro puntos cardinales, con flor inmortal (que simboliza energía, sabiduría, entendimiento… donde hay flor hay alegría), velas, copal, tortillas, miel, albahaca y mezcal.

Ahí en medio del centro ceremonial una mujer oaxaqueña que hablaba al ritmo del viento dijo que la Caravana viene abriendo caminos y que el ritual era para eliminar los obstáculos. Otras indígenas ungían a todos con copal, símbolo de ofrenda para la purificación, “con lo que saldrán fortalecidos, ungidos por la fuerza de la diosa Madre, del Dios padre, para que su pie no se canse y su corazón siga latiendo con fuerza. Reciban nuestra ofrenda con mucho respeto, para purificarlos y ponerlos en contacto con la divinidad”.

En los alrededores caminaban hombres con tambores, caracoles y chirimía, para limpiar los corazones y tener fuerza para construir un mundo más justo.

La mujer pidió a todos que levantaran las manos con dirección hacia el Oriente, donde sale el sol, para darle gracias al señor de la creación. Luego giraron al norte, de donde viene el frío que se necesita para la temperatura y el camino se equilibre, “en busca del símbolo blanco que es la paz”. El siguiente giro fue hacia el Poniente, lugar del descanso, de la noche, de lo sagrado, de donde vienen los sueños, “para que los sueños sigan alimentando y guiando su camino, y que en la noche vengan muchas revelaciones”. La paz se apoderó de todos, que no bajaban las manos para recibir por último la energía del Sur, de “los pueblos de Oaxaca que somos fértiles, que queremos seguir abriendo los surcos para sembrar la semilla de paz. Y aquí en suelo sagrado de Oaxaca, le pedimos a la madre tierra que hoy introduzcamos semillas de color blanco y de todos los colores que representan a las razas de este mundo”.

Luego giraron todos a la izquierda para recoger las tristezas, los dolores, las angustias de la tierra querida. Uno detrás de otro caminaba con la foto de su familiar desaparecido o asesinado, dejando su dolor en esa tierra sagrada. En el giro a la derecha, sembraron la esperanza, la confianza y el amor.

La misma voz que dirigía el rito pidió a Javier Sicilia que pasara al centro para entregarle la vara sagrada, la vara de mando –símbolo sagrado– para que siga construyendo el camino de paz. “Es un símbolo de esta nueva etapa política, de una nueva sociedad, de nuevas autoridades, palabra que en zapoteca significa padre y madre del pueblo, porque eso deben ser nuestros gobernantes”.

Todos se abrazaron, incluido Sicilia, quien no soltaba la vara de mando. Las mujeres zapotecas dieron tortillas con miel “para compartir con todos lo dulce que somos en Oaxaca” y un poco de mezcal, de sangre de maguey. Una de ellas, de más de 60 años, defensora del agua de su comunidad, integrante de la asociación Flor y Canto, paraba las lágrimas de todos cuando les entregaba un trozo de tortilla. Para que cada que se sientan tristes, dijo antes de despedir al contingente, recuerden que la energía de Oaxaca los acompaña para siempre.

Alejandra Guillén / Enviada especial


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