«…la escuela como la instancia clave de reproducción del tipo de sistema que se busca perpetuar en un determinado Estado. La escuela toma la figura de una instancia institucionalizada y/o acreditada por el gobierno, ya sea
éste de visión represora, descolonizadora o impulsora, pero encargada de ejercer ese control del ejercicio de
p o d e r » .
¿ Q u é s i g n i f i c a , p u e s , p a r a
nosotros la palabra carcelero? ¿A
quién se refiere? El diccionario
c o m ú n n o s r e f i e r e a a q u e l l a
persona encargada del cuidado de
la cárcel y los presos. En el concepto se advierten tres compon e n t e s : d o s i n d i v i d u o s y u n
espacio. El primer individuo cumple
el rol de vigilar al segundo, por
ende llega a ser el carcelero; el
segundo individuo es la presa de
l a p r i s i ó n , e l « e x c l u i d o » , e l
«encer rado», el «clausurado»
(reflexiones que corresponden a
Michel Foucault, filósofo francés);
el tercer componente es el propio
espacio físico y ambiental. En todo
caso, el carcelero adquiere una
categoría de mayor importancia
puesto que «vela» al resto de los
componentes en función a las instrucciones normativas del sistema
carcelario; los demás elementos
están supeditados a él. En sentido
análogo, este sistema carcelario,
r e p r e s e n t a r í a e l s i s t e m a d e
gobierno; el preso, la población
que vive los efectos del sistema
de gobierno y; el carcelero representa la fuerza, el ejercicio de
poder que transita inclusive en
cada uno de nosotros en condición invisible, pero intercepta,
atrapa al otro, también invisiblemente. Entonces, no es nada
simple hablar del sistema carcelario, trasponiendo esta analogía
al campo de la educación. Y, bajo
estas premisas de analogía se
expondrá el rol que cumple el
maestro-educación en nuestro
contexto sociocultural.
Tomando en cuenta la posición
crítica de M. Foucault expuesto
en su texto «Vigilar y castigar»
(1981), en el campo educativo es
posible forjar una base teórica a
partir de la analogía referida en el
párrafo anterior que visibilizo como
pertinente en este artículo, que
permitirá a los lectores despertar
la conciencia del rol que juega la
educación en la formación del
hombre y hablar con propiedad
sobre el fenómeno de la descolonización al que reta el actual
sistema de gobierno. Entonces,
tres son los elementos que configuran esta reflexión: el sistema
carcelario que por encarnar el sistema de leyes, el Reglamento
Interno de la cárcel, representará
el sistema educativo de nuestro
contexto que deriva de la Constitución Política del Estado; el
segundo, el carcelero representará el rol que cumple el maestro, el
de «vigilar» (ejercer poder en el
otro) como excelente agente del
cambio, re-conocido así por la
sociedad y; finalmente, el tercer
elemento, el estudiante (niño,
joven o adulto), «el preso» la víctima de todas las acciones colonizadoras que persisten hasta hoy.
¿ P o r q u é e l m a e s t r o p u e d e
encarnar las cualidades de «carcelero»? Y ¿en qué sentido el
estudiante simboliza el sujeto
«preso»? Para empezar, nadie
puede negar que las personas
n a c e m o s y h a b i t a m o s e n u n
determinado territorio; el territorio
implica una forma de organización
política y social, un sentido de
economía, una forma de comunicación y una lengua, cualidades
y características que configuran
la identidad de uno y de un conjunto de personas. Esta identidad
es reproducida de generación en
generación, como señal de sobrevivencia como especie humana,
sociedad, etnia o ayllu-comunidad. Dicha de otra manera, el
hombre desde su existencia en el
planeta siempre ha estado movilizado, preocupado, consciente o
inconscientemente, por su existencia, teniendo como norte principal el bienestar común, por lo
que se puede deducir que aspirar
la Vida es algo natural o innato.
Antropológicamente hablando, el
hombre ha sobrevivido gracias a
esa conciencia que antecedió a
la razón, esta conciencia le ha
permitido intuir su futuro; esa
necesidad de reproducirse le llevó
a desarrollar desde las diversas
habilidades básicas (como ser
comunicarse a través de sonidos
guturales, silbidos, onomatopeyas,
gorjeos, gritos; golpear y tallar
objetos; guarecerse de las inclemencias del tiempo; moverse de
diferentes maneras como saltar,
brincar) hasta saber razonar y
reflexionar que les son inmanentes. Pero también en algún momento de su existencia histórica,
entre des-encuentros con otros
grupos, posiblemente ha surgido
una ruptura consigo mismo, es
decir, ha empezado a desafiarse;
este desafío es el deseo de sobreponerse a otro que se manifiesta
en las acciones de mandar, matar,
desplazar, odiar, asaltar, violentar.
A e s e p r o c e s o d e c amb i o , s e
conoce como la evolución filogenética acompañado del cambio
ontongenético que recae a que
el hombre ha aprendido todo con
base en el lenguaje desarrollado.
Entonces, si el hombre como
especie humana ha manifestado
cambios vertiginosos, inclusive
que fueron una amenaza contra
sí mismos, necesariamente ese
comportamiento debió ser «vigilado», «corregido», «encaminado», por principios, leyes, normas,
reglas de juegos (que se convierten en patrones de vida). El
cuerpo de leyes y normas neces i t a n d e u n t e r c e r o p a r a s e r
cumplidos, además siempre son
emanados en función al otro y
nunca desde sí mismos. Las reglas
de juego (compor tamientos y
a c t i t u d e s i n d i v i d u a l e s c o m o
caminar, comer, hablar, limpiarse
la nariz, erguirse, valorar o discriminar al otro, entre muchos otros)La Paz, noviembre de 2011 Página 4
son reproducidas por la familia, la
sociedad y la escuela. En ese
sentido, el cuerpo de leyes, normas y las reglas de juego se
convierten en una imposición de
formas de vida, maneras de percibir y pensar el mundo. Por tanto,
p a r e c i e r a q u e e l s e r h uma n o
estuviera condenado a estar «vigilado», «educado» y nunca desarrollarse en su plena naturaleza.
En términos psicopedagógicos, el
ser humano nace con un dispositivo, una estructura cerebral prematura que necesita de un cúmulo
de est imulaciones externas y
psicológicas para su maduración.
O sea, no nace hablando, caminando, pensando, o sabiendo
todas reglas de juego y los patrones de vida. Entonces, la pregunta
es ¿quién o quiénes intervienen
en la instalación de tales patrones
de vida? ¿Cuál será el rol del
maestro? Maestro no sólo referido
a p e r s o n a s s i n o a t o d a s l a s
instancias (el cuartel, los nosocomios, las guarderías, la escuela,
la iglesia, las congregaciones) que
se ocupan de «educar» al otro,
sea bajo presión o de manera más
sutil y estratégica, como argumenta P. Bourdieu en su texto «La
reproducción» (1998).
Considerando que el maestro
ejerce el rol de instalar los patrones de vida, pues está obligado a
utilizar todas las estrategias posibles para que ese nuevo ser vaya
adaptándose progresivamente a la
sociedad donde corresponde. El
primer maestro de este proceso
de transformación del ser humano
es la madre; ella reproduce en su
hijo/a el lenguaje y la cultura. El
primer contacto del recién nacido
es con la madre -entendida como
la figura de la familia-, quien le
habla en su lengua materna, por
ejemplo; así sucesivamente irá
adquiriendo otros patrones de vida
que le permitirán desenvolverse
plenamente como individuo. Este
rol ejercido por la familia-madre
es acreditado por el dicho «el hijo
es fiel reflejo de la familia» o «la
educación de los hijos depende
de la familia». Esta es la primera
forma de reproducción ¿de qué?
Del sistema lingüístico, cultural,
s o c i a l , e c o n ó m i c o , p o l í t i c o e
ideológico. ¿Por qué? Porque una
familia es parte de una sociedad,
ayllu o marka, éstos a la vez
corresponden a una jurisdicción,
un ter r i tor io y un sistema de
gobierno, legislado por un cuerpo
de leyes en todos los ámbitos y
niveles, sea en lo social, jurídico,
educativo, salud, religión, político.
Lo que quiere decir, la madrefamilia, como ente portadora y
transmisora de los patrones de
vida, está condenada a reproducir
en su hijo/a su identidad social,
cultural. En otras palabras, la
familia es la portadora del capital
cultural que debe ser transmitida
de generación en generación.
Por otra parte, de igual manera,
la sociedad, la comunidad también
cumple el rol de transmitir el capital cultural. Si se trata de una
sociedad opresora no habrá obstáculos en ese proceso de reproducción por tanto la colonización
es legítima; no obstante, en caso
de sociedades indígenas y étnicas
no es posible la reproducción
como tal, porque existe una coerción extrema que lo reprime y
deprime, entonces se inicia el
d r ama d e l a c o l o n i z a c i ó n . L a
colonización entendida como el
p r o c e s o d e imp o s i c i ó n d e l o s
p a t r o n e s d e v i d a a j e n a s a l a
cultura y visión propias. Ejemplo,
el niño étnico, en vez de, aprender
libremente a simbolizar el mundo
que lo rodea de acuerdo a la
lengua y el lenguaje de su realidad
social y cultural, tiene que someterse a algo ajeno y se apropia
de ello a tal punto de negar posteriormente su propia identidad. Es
p a t é t i c o y e s p e l u z n a n t e e s t e
fenómeno de violencia cultural;
unos se reproducen para someter,
otros para ser sometidos. Destinos
antagónicos ejercidos y reproducidos por la propia sociedad y
los gobiernos de turno, unos en
mayor y otros en menor grado.
A continuación, viene la escuela
como la instancia clave de reproducción del tipo de sistema que
se busca perpetuar en un determinado Estado. La escuela toma la
figura de una instancia institucionalizada y/o acreditada por el
gobierno, ya sea éste de visión
represora, descolonizadora o impulsora, pero encargada de ejercer ese control del ejercicio de
poder, enmascarado por acciones
caritativas de enseñanza acadé-
m i c a . L a e s c u e l a f o m e n t a e l
aprendizaje de conocimientos,
¿qué tipo de conocimientos? Aquí
surge el gran dilema, en caso del
individuo indígena o étnico quien
está obligado a abandonar su
identidad cultural, sociopolítico,
económico, ideológico; se le despoja de sus conocimientos propios
y se le induce a aprender conocimientos supuestamente de validez
universal, conocimientos que le
permitirá transitar por los andamios del progreso, la modernidad
y llegar ¿a dónde?, seguramente
al punto de partida: la fatalidad.
Es así que, la escuela es un espacio donde se consolida el fenó-
meno de la colonización cultural,
social e ideológica, por tanto es
una «prisión» para el estudiante
de sociedades indígena originarias.
En cambio, para las élites y la clase
conservadora, la escuela llega a
s e r l a i n s t a n c i a q u e p e r m i t e
c o n s o l i d a r s u s i s t e m a d e
dominación, capitalista.
La escuela, como inst i tución
acreditada para la enseñanza,
c a p t u r a y s o m e t e a l s u j e t o -
estudiante; éste debe transitar
obligatoriamente por ella, celebrándola porque la educación es
uno de los derechos a gozar,
económicamente solventado por
el propio gobierno. Textualmente,
en el Art. 77, Inc. I de la Constitución Política del Estado Boliviano, con mucho énfasis y deleite
se canta: «La educación constit u y e u n a f u n c i ó n s u p r e m a y
primera responsabilidad financiera
del Estado, que tiene la obligación
indeclinable de sostenerla, garantizarla y gestionarla». Más adelante, en el Art. 81, Inc. I, condena «La educación es obligatoria
hasta el bachillerato». La evidencia es que, la persona que nazca
está condenada y predestinada a
pasar por esa «prisión»: escuela,
colegio, universidad. El sistema
escolarizado le llevará más de
doce años de estudio, pudiendo
aprender naturalmente de la vida
y los adultos, sin presión alguna.
A d e m á s , l a m a l d i t a / b e n d i t a
escuela impone otras exigencias
y requisitos que cumplir: edades
de ingreso, grados secuenciados
que vencer, tiempos, límites de
rangos de calificaciones de aprobación, competencia académica,
etc. etc. En fin, es un verdadero
drama. Fel iz de aquél que se
declara en la «clandestinidad de
su casa», resistiéndose asistir a
la escuela, pero tarde o temprano
la propia sociedad le declarará
«analfabeto», un ser que obstaculiza el desarrollo del país moderno. En ese entendido, el Estado
tiene la obligación de garantizar
la permanencia del estudiantepreso en la escuela a través de
mecanismos, como es el caso del
Bono Juancito Pinto, hasta que se
convierta en el ser «estético»,
perfecto a los ojos del sistema de
gobierno y la visión capitalista.
Ahora es comprensible ¿por qué
l a e s c u e l a s e c o n v i e r t e e n l a
prisión del ser humano? Claro que
sí. La «cárcel-escuela» del que
habla Foucault cumple el sagrado
rol de manipulación ideológica
pr incipalmente; es el espacio
donde se «forjan» tipos de personas a medida y gusto de la política
que cada gobierno persigue. En
estados donde existen dos socied a d e s c o n p r o y e c t o s d e v i d a
antagónicos; uno siempre tiene el
proyecto de someter a otro, ese
es el sistema que debe reproducirse sea a través de la familia, la
sociedad y la escuela. Lamentab l eme n t e l a e d u c a c i ó n s e h a
convertido en el mecanismo eficaz
de reproducción de mentalidades
de desigualdad social, económica,
cultural –como diría P. Bourdieu;
e l t r a b a j o p e d a g ó g i c o c o m o
estrategias y didácticas especializadas dentro del sistema escolar
ha reproducido en las mentes