Clajadep :: Red de divulgación e intercambios sobre autonomía y poder popular

Imprimir

La crisis afecta a los de abajo

13.01.12

Por
Ernesto Jaramillo
Revista Rebeldía

El término crisis tiene su origen en la medicina.
Una crisis es cuando algo altera, modifica un
cuerpo sano. La enfermedad es una crisis. Esto
no quiere decir que el enfermo va a morir, sino
que, más bien, se abre un tiempo de espera entre
la recuperación o la muerte.
El sistema capitalista siempre ha vivido
con constantes crisis económicas pero, a diferencia
del cuerpo humano, nunca morirá como producto
directo de alguna de ellas. El capitalismo siempre
ha tenido la capacidad para solventar sus crisis
e incluso muchas veces ha salido fortalecido de
ellas. El capitalismo requiere de un agente externo
que lo elimine, esa es la labor de los movimientos
sociales anticapitalistas.
La particularidad que tiene la actual
crisis que vivimos es que se trata de varias
crisis que se han conjuntado para abrir un
periodo de tiempo de varios años en que se
vive bajo sus efectos. Se trata de una crisis del
sistema financiero, una crisis de alimentos, una
crisis de producción, una crisis de consumo.
La vinculación de todas ellas está provocando
una crisis de dominio ya que cada día que
pasa los seres humanos confían menos en las
instituciones económicas, los partidos políticos
y las clases políticas.
De hecho, como ha escrito el
Subcomandante Insurgente Marcos, estamos
viviendo un cambio en la geografía que el
capitalismo construyó durante cientos de años.
De alguna manera la geografía se simplificó, lo
que antes eran conflictos entre los países que
vivían en el este y los que vivían en el oeste o
los que vivían en el norte y los que vivíamos
en el sur, ahora son imágenes borrosas de un
pasado que ya no existe. Hoy, lo que vivimos,
es un gran conflicto mundial entre los pocos que
viven arriba y la inmensa mayoría que vivimos
abajo. Lo que el reciente movimiento de Nueva
York ha nombrado como la confrontación
entre el 1 por ciento de la humanidad dueña
del dinero contra el 99 por ciento que no tiene
nada más que la fuerza de trabajo para vender
a esos señores.
A mí me parece que ese movimiento
fue muy generoso, realmente estamos viviendo
la confrontación entre el 0.01 por ciento de la
humanidad contra el 99.99 por ciento. Es decir,
si hace unos días nació en Filipinas el habitante
número 7 mil millones, eso querría decir que
la confrontación es entre 70 mil burgueses
que ejercen su dominio en los diversos países
del mundo y 6,999,930,000 seres humanos
que vivimos del trabajo, formal (reconocido
legalmente, con una paga llamada salario y con
derecho a la salud) o informal (sin salario, sin
condiciones mínimas de seguridad, sin derecho
a la salud), estos últimos son la gran mayoría
entre las dos categorías de trabajadores. O los
que vivimos sin empleo fijo ni en el sector
formal ni en el informal y que sobrevivimos sin
que exista una explicación clara, ya sea por la
caridad social, ya sea de las sobras que se caen
de la mesa de los poderosos. En varias partes
del mundo, la gente que quiere trabajar pero
no encuentra quién le ofrezca una posibilidad,
es mayoría.
La crisis afecta a los de abajo
Ernesto Jaramillo40
La crisis ha igualado al mundo hacia
abajo, hacia la pobreza, hacia la miseria. Pero al
mismo tiempo ha hecho, contradictoriamente, a
los dueños del dinero, más ricos. El señor Carlos
Slim, el hombre más rico del mundo, vio como
aumentaba su riqueza en estos últimos tres años
de crisis en 22 mil millones de dólares, algo
así como 265 mil millones de pesos. Porque
la crisis es aprovechada por los más ricos para
limpiar el terreno de algunos ricos que no tienen
tanto dinero.
La crisis de la deuda
Como ya decíamos antes, parecería que el
capitalismo tiende a hacer a los diversos países
parecidos. Hace solamente 30 años, la crisis de
la deuda se sufría en países como los de América
Latina, Asia o África. Los grandes y poderosos
bancos, en especial el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial,
pusieron a disposición de estos países recursos
en dinero, como préstamos, supuestamente
para que se industrializaran o para aumentar
su producción agrícola o ganadera. Este
dinero fue prestado con tasas de interés (se
tenía que pagar el total de lo prestado más una
cantidad de dinero, eso quiere decir que, si nos
prestaban 100, teníamos que pagar como 125)
que tuvieron como consecuencia que nunca se
pagara lo prestado originalmente. El caso de
México es ejemplar: la deuda original se ha
pagado ya cinco veces y sin embargo debemos
más del doble de lo que nos prestaron. Eso ha
generado que la mayoría de los países vivan
con una deuda que, a pesar de pagar año con
año, sigue creciendo, con lo cual nunca se va a
acabar de pagar.
Ahora, en Estados Unidos y en Europa
ha estallado la crisis de la deuda. Los bancos,
otra vez el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Europeo, más una serie de bancos locales
de Francia y Alemania, prestaron grandes
sumas de dinero a países como Portugal, Italia,
Grecia y España (ahora se les conoce con
el despectivo nombre de PIGS –no hay que
olvidar que España en inglés se escribe como
Spain–, que quiere decir cerdos, cochinos),
pero también como Irlanda o Islandia. Y ahora
esos países o no tienen para pagar ni siquiera
los intereses de esa deuda (como es el caso de
Grecia) o tienen grandes dificultades para ello
(sobre todo el caso de Italia).
Sin embargo, la manera en que se
utilizaron los préstamos ha sido igual en
América Latina, Asia, África y Europa. En los
primeros países significó una fuente de recursos
que sirvieron para que se crearan las grandes
fortunas. Se vendieron empresas estatales a
precios ridículos, se rescató a constructores de
carreteras y a banqueros, se desató como nunca
la corrupción (los funcionarios se robaron el
dinero). Lo mismo sucedió en Europa y Estados
Unidos, en especial, el rescate de banqueros
corruptos quienes jinetearon el dinero, es decir,
utilizaron el ahorro de la población, no para
generar préstamos para la inversión, sino para
beneficiarse con inversiones propias en países
donde no existe ninguna regulación para la
inversión o en el lavado de dinero. Y, así, de la
misma manera que lo que sucedió en países como
el nuestro, la población despertó con deudas de
miles que nunca había visto.
La deuda fue utilizada por los grandes
bancos trasnacionales como un magnífico
disciplinador de los países pobres. A partir de
ese momento se firmaron las llamadas cartas
de intención con las agencias internacionales
como el FMI. Con base en esas cartas se
estableció toda la política económica que el país
en cuestión iba a seguir. Se les dictó toda su
política económica, en especial lo que tiene que
ver con el presupuesto. Se dijo cuánto iba a ser
el aumento de los salarios, cuánto la inflación
(aumento de precios de los productos), cuánto el
déficit público (la diferencia entre los ingresos
y los egresos del gobierno, donde los segundos
son más grandes que los primeros), etc.41
En Europa y los Estados Unidos está
sucediendo, ahora, una cuestión similar. Se
está utilizando la deuda como mecanismo para
disciplinar a los gobiernos de toda esa parte
del mundo para que aumenten los años de
jubilación; por ejemplo, antes, en Francia, los
trabajadores se jubilaban —dejaban de trabajar
y recibían por todos los años que trabajaron
una pensión mensual equivalente a su último
salario— a los 60 años, ahora lo van a hacer
a los 62. También para que disminuyan las
prestaciones sociales, sobre todo en lo que
tiene que ver con educación, salud y vivienda.
En las cartas de intención se estableció
que el gobierno se comprometía a reducir
su gasto social (educación, salud, vivienda,
cultura) y a poner a la venta las empresas
que fueran de dominio público. Que éstas se
entregarían a manos privadas en posesión.
Ahora en Europa se establecen una serie
de disposiciones que los gobiernos de los países
afectados están obligados a cumplir. Igual una
reducción del gasto público, un aumento de los
impuestos a los trabajadores y al consumo (cada
cosa que se compre se le agrega un impuesto de
entre el 10 ó 20 por ciento); un alargamiento de
la vida útil de los trabajadores; un aumento en
la explotación de los trabajadores del campo y
la ciudad por medio de una caída en su paga
(salarios) y un alargamiento de la jornada de
trabajo, ya sea porque trabajan más horas, ya
sea por que se trabaja a mayor
velocidad y los productos se
hacen en menor tiempo.
Todo esto está
sucediendo, no porque los
trabajadores lo hayan provocado
sino al contrario, porque los ricos
fueron los responsables de que
todo esto estallara. El motivo
central se ubica en que los ricos
ya no reinvierten lo fundamental
de su ganancia (lo que tienen
después de que descuentan lo
que gastaron en maquinaria, instalaciones e
insumos y del pago de los salarios) en un nuevo
proceso productivo. Ahora, una parte importante
de esa ganancia va a parar a las bolsas de valores
o se usa en la compra de bonos de deuda interna,
que los gobiernos ponen en venta en tanto no les
alcanza con los impuestos para que sus egresos
sean iguales o menores que sus ingresos, o a
los fondos de inversiones de riesgo (que quiere
decir que se le presta a alguien, por ejemplo, para
comprar una casa, pero se sabe, desde el inicio,
que es muy probable que no puedan pagar, con lo
que después de un tiempo el que prestó se queda
con las mensualidades que el que quería la casa
pagó más la casa misma). Las tres opciones son
inversiones no productivas.
Inversiones que no generan nuevos
empleos y una masa de dinero como producto
del pago del trabajo que sería utilizado para
comprar nuevos productos. El mercado interno
baja de una manera sustancial, solamente
algunas regiones del mundo se convierten en
los que surten de productos a todo el mundo y
otras regiones del mundo se convierten en los
graneros que surten de granos a todo el mundo.
Así, por ejemplo, México que es el país donde
fue domesticado el maíz y por lo tanto su cuna,
ahora importa (trae de otro país) casi la mitad del
maíz que se come.
Todo esto trae como consecuencia
que las inversiones no se dirijan con el mismo 42
dinamismo hacia la producción de bienes y
servicios donde, si bien les va, tendrán un
crecimiento de 3 por ciento (si invirtieron
100, al final del ciclo productivo tendrán 103),
mientras que si dirigen su capital hacia la
especulación financiera (inversión que no tiene
ningún respaldo productivo), la ganancia será de
45 por ciento (si invirtieron 100 al final del año
tendrán 145). Pero como esa inversión no tiene
respaldo hay un momento en que la inversión
es tan especulativa que explota y los capitales
comienzan a huir con gran pánico y el gobierno,
que para eso es su peón, sale en su defensa y los
de abajo a pagar las consecuencias.
Eso es lo que está atrás de toda la gente
que se está moviendo en el mundo y que se
reconocen a sí mismos como los “indignados”.
No son solamente trabajadores asalariados sino
también trabajadores informales o desempleados
(sin trabajo). También es gente a la que le
quitaron su casa, donde vivía, o que tuvo que
sacar de la escuela a sus hijos, o ancianos que
no tienen derecho a pensiones o que teniéndolo
no les alcanza con lo que se les da, son mujeres,
quienes son las más afectadas cada que la crisis
estalla, porque son a las primeras que se les quita
el empleo o se les baja el salario o se les reducen
las prestaciones.
La crisis en México
La ubicación geográfica de México como vecino
de la principal potencia capitalista ha creado una
relación perversa en la que si al vecino país le da
catarro nosotros nos enfermamos de pulmonía.
Esto debido a que las clases dominantes han
aplicado un modelo económico en el que el
grueso de nuestro intercambio comercial (lo
que vendemos y compramos a otro país) se da
con ese país. Así, 9 de cada 10 productos que
importamos (compramos de otro país) viene de
los Estados Unidos y 9 de cada 10 productos
que exportamos (vendemos a otro país) va a los
Estados Unidos. De esta manera si a ese país
le va mal y entra en crisis, la posibilidad de
venta de los productos hechos en México se
ve afectada seriamente, lo cual significa que
dejan de entrar grandes cantidades de dólares
(la moneda norteamericana).
Esto es más grave si vemos que esos
nueve productos que México vende en realidad
no son mexicanos sino que salen de las grandes
firmas trasnacionales (empresas con capitales
de varios países). La realidad es que solamente
2 de los 10 que vendemos son mexicanos.
Todo esto ha significado que la mayor parte
de las grandes industrias y comercios son
norteamericanos.
Cuando hay crisis o cuando así conviene
a sus intereses, esas grandes industrias o
comercios son sacados del país y mandados a
otro. El capital norteamericano viene a México
no tan sólo por la vecindad existente sino
porque lo que se ofrece como atractivo son los
bajos salarios de los trabajadores que son de
los más bajos del mundo. Así, un trabajador
mexicano gana 13 veces menos que lo que
gana un trabajador norteamericano por realizar
el mismo trabajo.
La baja capacidad industrial en paralelo
con la existencia, después de la reforma
salinista al artículo 27 constitucional, de
grandes concentraciones agrícolas, permite
que millones de trabajadores del campo y la
ciudad no tengan trabajo y que 23 millones de
campesinos no tengan tierra. Eso ha permitido
la existencia de alrededor de 64 millones de
mexicanos que viven bajo el umbral de la
pobreza. Esto quiere decir que no tienen acceso
a la alimentación, la salud, la educación.
Cada vez que estalla una crisis en
los grandes países capitalistas, 5 millones de
nuevos pobres se suman a los que ya existían.
Por otro lado, nuestro país vive
también una crisis de deuda. No tan sólo por lo
que señalamos arriba, de que ya se ha pagado
cinco veces y sin embargo hoy se debe el
doble. Como cada vez era más difícil acceder 43
a deuda externa, desde hace algunos años se ha
privilegiado la deuda interna. El gobierno emite
papeles, llamados certificados de la Tesorería, que
pone a venta entre los ricos, donde pide prestado
y se compromete a pagar con una cantidad de
dinero extra. Por otro lado emite otros papeles
que pone a venta supuestamente para ayudar a
sectores estratégicos fundamentales, tales como
petróleo, electricidad, carreteras, etc. y los vende
a los ricos igualmente con el compromiso de que
se les va a pagar un dinero extra que aumenta año
con año. Igualmente, cuando unos empresarios
entran en quiebra (cuando el negocio ya no da
ganancias) el gobierno los rescata, les paga su
inversión y mantiene el negocio en quiebra.
O, peor, cuando rescató al sector más
parasitario de la economía, los bancos, a los que
cubrió con lo que debían a los ahorradores, les
garantizó sus inversiones, limpió los bancos y
los dueños los vendieron a extranjeros que han
hecho el negocio de su vida, ya que aparte de lo
que ganan año con año por no hacer nada más
que trasladar dinero de un lugar a otro, dinero
que no es suyo, todavía año con año se les sigue
entregando una fuerte cantidad de dinero que se
le sigue pagando y se les seguirá pagando por el
rescate bancario.
Pues bien, resulta que esa deuda no tiene
nada de interna, con excepción del lugar en que
se pone a la venta. Pero 8 de cada 10 personas
que poseen esos papeles y que cada año reciben
miles de millones de pesos y a los que cada vez
se les debe más, son extranjeros.
Todo esto es lo que nos permite entender
que haya millones de mexicanos que se vayan al
vecino país para poder trabajar, a pesar de todos
los peligros y desprecios que corren.
Todo esto no es inevitable ni es un castigo
divino. El capitalismo está lleno de absurdos:
cuando hay crisis unos pocos se vuelven más
ricos; se desperdicia la potencialidad que significa
contar con una población de trabajadores con un
conocimiento significativo; se tira a la basura la
impresionante capacidad productiva de millones de
campesinos para entregar a extranjeros las mejores
tierras; se pide prestado para pagar los intereses de
lo que nos prestaron hace años; se mata a millones
de hambre mientras hay 32 hombres que son súper
millonarios y que gastan una parte importante de
su fortuna en pendejadas, como perfumes, ropa
cara, grandes restaurantes, etc.
Frente a esto, otra cosa existe. La
economía de las comunidades zapatistas
que está basada no en el egoísmo y la sed de
poder sino, con muy pocos recursos, en la
solidaridad. Tal y como acaban de decidir los
pobladores de la Garrucha de entregarle tierra
a 300 campesinos de los altos para que tengan
para vivir. Dos formas de ser, dos lógicas, dos
maneras de ver la vida


https://clajadep.lahaine.org