Sigue encendida la llama de la dignidad purhépecha
En el año transcurrido se ha dado un proceso de recuperación de la identidad y orgullo de ser purhépecha, y esto constituye una de las fuerzas mayores del movimiento
Ricardo Montejano
Cherán, Michoacán. A un año del levantamiento, la plaza central de Cherán estaba llena. Desde temprano en la mañana el tronido profundo de un cohete que reventó en el cielo despertó a sus habitantes. En las docenas de fogatas establecidas en sus calles las familias compartieron comida especialmente sabrosa. Un movimiento de nuevas artesanas llenó los alrededores de la plaza, los niños jugaban al trompo, los grupos de danzas tradicionales hacían respirar a la tarima inmensa del templete. Y llegaron los ancianos venerables que representan ahora al pueblo, ante quienes fue presentada la bandera purhépecha. Una ovación los recibió. Poco hablaron, pero sus palabras estuvieron cargadas de sentido: hicieron un balance de lo vivido en este año y dieron a conocer los resultados obtenidos durante los primeros meses de su gestión.
Desde los tiempos anteriores a la invasión española los purhépecha fueron conocidos como un pueblo valeroso y aguerrido. Los grandes señores aztecas intentaron dominarlos en varias ocasiones y nunca pudieron. En los códices se menciona que era un pueblo de ofrendadores, que encendía fuegos sagrados para agradecer al abuelo fuego y a la madre tierra su existencia, para pedir por las lluvias y agradecer las cosechas, para presentar a sus hijos recién nacidos y despedir a sus difuntos.
Tal vez los cielos de Michoacán son tan hermosos por eso, pues por milenios los purhépecha hicieron subir al cielo con sus ofrendas tantas nubes de copal que por siempre quedaron de él impregnados sus cielos, que por eso siguen siendo tan únicos.
En Michoacán, como en todo el país, se vivía con la sensación de que todo está perdido. ¿Qué hacer ante tantos delincuentes solapados por autoridades corruptas, ante el despojo ancestral, ante las políticas mediatizadoras, ante tantos secuestros? ¿Qué hacer cuando los mejores hijos del pueblo se van a los Estados Unidos a buscar la manera de que sobreviva la familia pues acá no hay opciones? ¿Qué hacer si los poderosos tienen todo el poder y lo utilizan para seguir haciendo negocios y entregando a cambio de migajas la soberanía, los recursos naturales, y de paso cínicamente aprobando leyes para facilitárselo? ¿Qué hacer cuando ríos de droga llegan para envenenar a los jóvenes que se quedan? Si nuestro país está desbarrancándose ya, ¿qué hacer? La comunidad purhépecha de Cherán parece haber oído las palabras de Ricardo Flores Magón, y el 15 de abril de 2011, hace un año exactamente, decidió frenar todo eso que hacía la vida tan difícil, con lo que ahora se conoce como el levantamiento de Cherán.
No más abusos, no más saqueos, no más ignominia. No más pagos de derecho de piso a los delincuentes, no más permitir el saqueo de los bosques, no más caminar con miedo frente a nuestras propias casas. Sonaron las campanas, participaron niños, mujeres, jóvenes y viejos, y se volvieron a encender los fuegos, como era la tradición antigua.
Se instalaron las fogatas para resguardar entradas y salidas del pueblo, fuegos de dignidad que ya han durado un año. La delincuencia organizada se ha tenido que replegar, aunque de forma artera se ha cobrado venganza cometiendo asesinatos. En el año transcurrido se ha dado un proceso de recuperación de la identidad y orgullo de ser purhépecha, y esto constituye una de las fuerzas mayores del movimiento. De forma sorprendente la comunidad de Cherán ha logrado que se le reconozca su forma propia de elegir a sus representantes y ya no hay un presidente municipal con un cabildo bajo sus órdenes, sino un concejo de 12 ancianos venerables que juntan corazones, voluntades y pensamientos para decidir qué es lo mejor para el pueblo. No más partidos políticos que parten a la comunidad. No más del teatro tragicómico electoral con el que acaban usurpando el derecho a soñar y a decidir.
Seguirán las fogatas resguardando, seguirá la participación rotativa de las familias para atenderlas, seguirá la dignidad ondeando en estas tierras. No participarán en las elecciones y los partidos no volverán a partirlos, ésa es la decisión que tuvieron que aceptar los señores del Instituto Federal Electoral (IFE). Mientras tanto, a un año de la insurrección, los comuneros de Cherán, han redoblado su compromiso por cuidar de la semilla de la organización que ha germinado. Cherán es un ejemplo, no cabe duda. Por algún lado tenía que venir una respuesta. A pesar de las dificultades y los nuevos retos, este pueblo purhépecha representa la nueva vida posible, que se anuncia.