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Zonas liberadas y estrategias de cerco o de caracol

27.07.03

Ya hemos comentado varias veces que una de las fuentes de inspiración que nos ayuda a ver más allá de nuestras narices es el zapatismo con sus experiencias y decires absolutamente fuera del contexto cotidiano de la cultura asumida y lenguajes impuestos, que nos obligan a hacer pedazos los esquemas, los paradigmas y las estrategias para ver si armamos el rompecabezas con otra lógica, sólo que esa nueva lógica tampoco parece corresponderse con algún hilo al cual agarrarse, y eso es bueno, pues nos obliga a realizar contorsiones mentales como un yoga que se pone los pies por detrás de la cabeza.

Los zapatistas hablan también del corazón, lo que hemos visto poco en textos clásicos de ‘cómo hacer la revolución’ y como esta sociedad no permite la lectura del corazón y menos dejarlo hablar, pues en caso contrario iremos a parar al manicomio, muchos utilizan la vía racional para acceder a lo profundo de nosotros mismos y de los otros, quedándose a medio camino, pues las modalidades de ‘uso’ de la mente se introducen astutamente por medio de la educación que sólo nos habla del corazón en las lecciones de biología y nos crean moldes mentales de los cuales no sabemos salir, laberintos kafkianos que hacían las delicias de Freud y demás técnicos del interior humano y hoy engrosan los bolsillos de psicólogos y psiquiatras.

Hablar del corazón y del caracol desde una región donde los militares se tiran los pelos por no poder entrar, resulta un tanto contradictorio con el discurso de las zonas ‘liberadas’ de las viejas estrategias que aún reproducen los que llevarán a los pueblos a nuevos despeñaderos, dolores de cabeza y genocidios.

Parece interesante analizar un poco el por qué los militares han perdido el control de regiones del sur de México.

Los últimos textos zapatistas nos hablan del caracol y de cómo su visión analiza desde lo grande a lo pequeño y viceversa, como entrando y saliendo en espiral el caracol, cómo éso es colectivo y en el centro o eje está el EZLN, que es la forma organizativa de los pueblos originarios de la región. Y allí estaría una primera pista, el caracol, pues de abajo hacia arriba se establecen los escalones organizativos, ya que el vocero, Marcos, el Sup, es un sub-comandante, y los comandantes son los cabezas naturales de las comunidades. Hay un poder popular o contrapoder que responde a ritmos y formas organizativas derivadas de la propia comunidad, lo que hemos llamado el ser social comunitario, una especie de célula base de cualquier iniciativa que como caracol se despliega hacia afuera y hacia arriba.

La forma organizativa tradicional de las ideologías o paradigmas revolucionarios impuestos por sobre esa organización proveniente y proyectada desde la base, para imponerse tuvieron que someter también a las formas espontáneas o naturales o sociales que se erigían y acabar con ellas, como fueron los casos de Kronstadt y Ukrania. O como fueron las fuertes contradicciones entre la guerrilla de Sendero Luminoso y las comunidades ashaninka, o de algunos destacamentos guerrilleros colombianos en relación con algunas comunidades como los Uwa, o aún de los sandinistas con los miskitos. Parecía como la imposición de un modelo a toda costa aún por encima del propio ser de la población, su historia, su identidad. Era como podar árboles, como los empresarios depredadores entran a sangre y fuego a quemar bosques para plantar soja en nombre del mercado, mientras los otros podaban a las comunidades en nombre de la ‘revolución’.

El evolucionismo en sectores de izquierda llevó a separar a obreros de campesinos y a ambos de las capas pobres urbanas y rurales y de las comunidades originarias. La industrialización llevó a que los obreros, el proletariado, fuesen designados como la vanguardia de las transformaciones sociales, con programa, estrategia y un futuro Estado perfilado. Hoy día produce cierta tristeza ver grupos izquierdistas pregonando la alianza obrero-campesina y el estado proletario, cuando en nuestro continente eso no ha sido más que una especie de reconocimiento (o sometimiento) de que marchábamos a pasos agigantados a la plena industrialización, que en la práctica hoy no es más que la destrucción de bosques, ríos, tierras y montañas, cosa que a la pequeña burguesía urbana acondicionada a vivir en la prisión de la ciudad, no le va ni le viene. La tecnificación y el pos-fordismo han modificado enormemente el panorama de la evolución de la industrialización, pero los paradigmas han quedado cristalizados en muchos grupos.

Hablar hoy de ‘proletariado’ suena un tanto anacrónico cuando vemos algunas grandes empresas y el resto disperso, tercerizado, todo ello con una enorme precariedad al lado de un descomunal ejército de reserva que se agranda cada día más y que ya no es reserva de nada. Que toda esa población está amarrada al yugo del capital y del mercado, es una cruel realidad indiscutible, pero que dependa de los vaivenes entre trabajadores y empresarios de las fábricas, puertos y minas, eso ya es más discutible.

Lo que no es difícil de ver es que hoy la población ya no puede ser más clasificada dentro del molde de la contradicción burguesía-proletariado, sino del capital con el conjunto de la población, independientemente de las fronteras, lo que nos lleva necesariamente a la cuestión del territorio y de la comunidad allí residente o actuante, sea originaria, campesina, residente, estudiante o trabajadora, el llamado grupo humano que se encuentra allí por motivos diversos.

Esta sociedad es artificial, que duda cabe, pero entender eso y actuar en consecuencia parece ser más difícil, sobre todo si nos acostumbran a ella y nos enseñan todo para ajustarnos a ella, y si pisamos fuera de la línea caen sobre nosotros las más duras sanciones. Asumir formas y contenidos de vida pequeño burguesa acomodada a esa situación es horrible, produce una gran lástima y un enorme dolor ver como el sistema consigue atraer y hacer vivir una falsa felicidad a esas capas que sin saberlo profitan de la exclusión de las mayorías. Las casas y las familias son las prisiones que separan el conglomerado social en pequeñas parcelas encerradas en sí mismas viviendo el consumismo. Esa es una gran base de apoyo del capital donde las izquierdas intentan trabajar con programas éticos y democráticos, tratando de ganar conciencias para darle una forma y una sustancia más palatable a la situación actual, digamos ‘humanizar’. Esas capas hacen de colchón del antagonismo, no sólo en el ámbito social, sino también territorial, pues es notorio que quien camina del centro a la periferia de cualquier ciudad va observando como se modifica el hábitat, las casas, las calles, los servicios, etc. Hasta llegar a territorios que no sólo se juntan a los territorios campesinos y originarios, sino que allí se produce también la identidad de pobres y marginados.

Está claro que no habrá una homogenización de la distribución, ya que no puede haberla en tanto se mantengan las relaciones capitalistas que cada día ahondan aún más las distancias entre ricos y pobres y aumentan el empobrecimiento de las capas medias. La tal expansión de los beneficios de la industrialización y de la tecnología o de la modernización del comportamiento empresarial no es posible ni en los propios países más desarrollados, pues tanto en Europa como en estados Unidos aumentan las capas pobres y la precariedad del trabajo. Y si ello no es posible allí, menos lo será en nuestro continente, donde los llamados que desde hace años nos hacen los políticos sólo resultan en nuevos fiascos. Los políticos progresistas como Lula y demás sólo favorecen al FMI y al empresariado, por lo que continuar en esa dirección nos está resultando algo frustrante. Por ejemplo, un sector de las izquierdas en Ecuador ha levantado el programa del ‘Mercosur contra el Alca’, lo que sabemos que no existe ni existirá, pues el proyecto del MERCOSUR no es ‘oponerse’ al ALCA, sino negociar en bloque mejores condiciones dentro de esa iniciativa de Estados Unidos, pero bueno, aún hay testarudos que se oponen a la lucha frontal contra todas las formas del capital, aduciendo que primero está el ‘enemigo principal’ que es Estados Unidos, con lo que justifican los neo frente populares que se colocan como mediadores del antagonismo, cerrando así el paso al desarrollo de las formas propias de resistencia territorial que permitirían multiplicar el ejemplo zapatista de control de territorios donde puede desplegarse la autogestión y las nuevas relaciones sociales.

Creemos que la mejor lección es asumir nuestros territorios, los lugares inmediatos donde podemos interferir, pero primero sería asumir a los otros que habitan o desarrollan sus actividades en dichos territorios y ahí está el puente, la mirada, el corazón. No se trata de llegar a los vecinos o compañeros de actividad por medio de argumentos lógicos, pues allí seguimos obedeciendo los ritmos artificiales impuestos por la sociedad que nos divide, sino de encontrarse unos con los otros, pues por muy diferente que sea el contenido que queremos transmitir, si no lo hacemos forma de vida, seguirá siendo parte del concierto de los discursos.

Está bien que tengamos ideales, pero no basta en lo cotidiano discutir sobre ellos, tenemos que aprender a vivirlos en la realidad actual, generar nuevos valores a partir de nuevas prácticas y viceversa, comenzando por cada uno de nosotros, llegar de manera distinta a los demás, que nos vean y no sólo nos escuchen, estamos demasiado acostumbrados a pasar nociones por la boca y dejamos de lado el ejemplo, la constancia del hacer, no sólo la ‘capacidad’ del decir, sonreir más, estrechar la mano de los otros, abrazarlos, vivir la solidaridad, cantar juntos, quebrar las barreras, destruir los muros, empezando por los nuestros, dar saltos de loco, tomarse de las manos, hacer rondas y recordar canciones de niños.

Así, en vez de concentrar nuestras energías en las viejas y gastadas tácticas y estrategias de construir fuerzas para un cerco a la ciudad, parece más conveniente hacer como el caracol y mirar hacia dentro de nosotros mismos para volver a salir e ir hacia los otros y con los otros hacia el mundo.

Profesor J
Clajadep
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