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Indignados: De la autoorganización en las plazas a la construcción de una nueva soberanía popular.

08.05.12

15M.
De la autoorganización en las plazas a la construcción de una nueva soberanía popular.

A partir del 15 de mayo del 2011, centenares de miles de personas nos precipitamos a las calles, como si se tratase de un chaparrón de primavera, e inundamos las plazas de todo el estado español. El descrédito del que hoy en día se hace pasar por “política”, el rechazo a la depauperación económica y la indignación hacia la injusticia social resonaron clamorosamente mientras la genuína actividad política reconquistaba espacios públicos habitualmente consagrados a la circulación de mercancías.
Salvando las distancias, por primera vez desde mayo del 68, una protesta masiva desbordó espontaneamente los confines de la reivindicación y se inició un proceso de reflexión colectiva, un encuentro popularrepleto de vívida comunicación, un ensayo de autoorganización democrática masiva. Microsociedades autosuficientes creando una dinámica social autogestionada paralela a la vía del poder.
Con la perspectiva que nos proporciona el paso del tiempo podemos preguntarnos: ¿Qué ha representado esta experiencia? ¿qué valoración podemos hacer? ¿qué retos suscita y cómo podemos abordarlos? Para responder a estas cuestiones conviene, primeramente, definir la naturaleza del 15M: Se trata de un movimiento social o, mejor dicho, se trata de una movilización social?
Si convenimos que un movimiento social presupone un análisis social compartido con unos fines políticos comunes y medios también aproximadamente comunes, para alcanzar los objetivos deseados; mientras que una movilización social, en cambio, hace confluir perspectivas políticas dispares, divergentes e incluso antagónicas. Resulta evidente que el 15M encaja mucho mejor en la categoría de movilización que en la de movimiento, aunque a partir de su proceso de autoorganización podemos concluir también que ha generado un movimiento social.
Entrando a hacer balance, entre lo más destacable observamos una consecuencia general del 15M: la politización. La ocupación de las plazas supone la apertura de un espacio-tiempo que hace visible una tentativa masiva de recuparación de la política, entendiéndola como una activitat de la ciudadania deliberativa y decisiva sobre los asuntos de la esfera pública.
Los procedimientos democráticos experimentados -las plazas como espacio de reflexión resolutiva y las asambleas populares como momento de decisión- han sido, aún con sus carencias, la característica más meritoria e innovadora de esta movilización. También la más fructuosa: decenas de miles de personas han adentrado en la dimensión política de sus vidas y muchas de ellas han proclamado que ésta no puede ser usurpada por una élite de representantes” ni relegada al olvido.
Por lo tanto, podemos caracterizar el 15M como una catarsis politizante: buena parte de la población ha despertado, en diversos grados, de la letargia política en que, desafortunadamente, vivía.
Otro aspecto destacado del 15M es que, implícitamente, ha puesto sobre la mesa algunos retos importantes y urgentes para la humanidad contemporanea. De esta manera, si el 15M ha sido una tentativa precaria, discontínua y todavía débil para recuperar la política, el reto que tenemos por delante consiste en recuperarla permanentemente y de manera institucionalizada.
Si el movimiento social ha vivido una celebración efímera del espíritu de la comunidad, el desafío consiste en convertir la sociedad en una extensa comunidad de comunidades. Si éste ha generado centenares de asambleas populares, el objetivo no es otro que conseguir que éstas lleguen a ser soberanas.
El 15M estalló porque estamos sufriendo intensa y extensivamente las consecuencias de una profunda crisis multidimensional (económica, ecológica, social, ideológica y política) originada por las dinámicas de concentración de poder y creciemiento económico constante inherentes a las principales instituciones del sistema actual: la economía de mercado y el Estado.
Otro gran desafío consiste en erradicar estas dinámicas y sustituir tales instituciones, encauzando el movimiento masivo y liberador que dé luz a un nuevo sistema de organización social basado en la autonomía, la comunidad y la reintegración en la naturaleza. Aún así, en tanto que muchas personas han adquirido mayor conciencia de estos grandes retos a través del 15M, éste no ha podido afrontarlos todavía. Tenemos que abonar más el terreno para generar la semilla del fenómeno radicalmente transformador que necesitamos.
Aunque una movilización social indignada sea necesaria y deseable, le faltan las bases sólidas imprescindibles para iniciar un proceso de transformación que nos conduzca hacia un nuevo sistema de organización social.
El 15M ha girado acertadamente en torno a la organización asamblearia pero raramente se ha esbozado la construcción de una nueva sociedad donde éstas - las asambleas estudiantiles, de la ciudadanía, las del colectivo trabajador, etc.- sean la institución sobre la que pivota la vida colectiva.
Los “consensos mínimos” adoptados en el marco de la movilización han sido medidas parciales que fácilmente pueden generar la adhesión de muchas personas, pero no pueden quedarse ancladas en ellas porque el barco está naufragando irremediablemente.
Es necesario que nos preguntemos seriamente si estos “mínimos” son los objetivos factibles y deseables en los que invertir nuestra energía política, por los cuales vale la pena luchar.
Un análisis profundo, global e histórico del sistema actual y sus dinámicas nos indica que los “consensos mínimos” son, en el mejor de los casos, insuficientes. Incluso en el caso improbable de que algunas de estas medidas se implementasen como resultado de una árdua y tenaz protesta popular, sólo conseguiríamos un ritmo ligeramente más lento al rápido empeoramiento de la crisis multidimensional actual: la fuente de los males, es decir, este sistema de economía de mercado capitalista. Y el Estado seguiría fluyendo.
Durante las últimas décadas, los imperativos sistémicos -mercantilización, crecimiento, progreso, etc.- se han ido haciendo cada vez más incompatibles con las demandas de la sociedad civil. En otras palabras, las necesidades de las personas y del planeta, por un lado, y las del sistema económico vigente, por otro, se encuentran en un conflicto cada vez más irreconciliable. Hoy, más que nunca, un “capitalismo con rostro humano” es una contradicción de términos.
Para finalizar, de este balance podríamos sacar una conclusión de carácter general: obtendremos el resultado más positivo de de la movilización del 15M si conseguimos que pase a formar parte de un proceso de aprendizaje colectivo que nos conduzca a un nuevo estadio histórico de la lucha social.
Es necesario que nuestro horizonte de intervención política vaya más allá de la repetición o la continuación del 15M. También debemos trabajar para unirnos a través de un proyecto liberador que apunte claramente hacia la sustitución progresiva del sistema oligárquico actual -éste que se basa en el Estado y la economía de mercado capitalista- por uno realmente democrático, basado en redes de asambleas populares soberanas y en una economía diseñada para satisfacer las necesidades de todas las personas, por lo tanto y gestionado democráticamente por ellas mismas.
Compartamos un proyecto alter-sistémico de este tipo y podremos poner en práctica una estrategia para el cambio social radical y global a la altura de los tiempos que vivimos. Podremos juntarnos no sólo en base a asambleas y consignas populares, también a través de prácticas enmarcadas en un paradigma liberador.
Para llegar a este nuevo estadio no es tan necesario un incremento cuantitativo de nuestra energía como un desarrollo cualitativo de nuestras capacidades.

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