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Monsanto y el imperio de la soya transgénica en Brasil

03.06.12

Soja transgénica: grano que enfrenta a Monsanto con millones de brasileños
Publicado el 30 de mayo 2012 - 7:20 de la tarde

Lo que empezó como contrabando devino tabla de salvación y pleito legal: la soja transgénica, responsable del 85% de la producción brasileña, enfrenta a Monsanto con cinco millones de productores por el pago de derechos de semillas modificadas.

Hacia mediados de los años 1990, el gigante agroquímico estadounidense Monsanto empezó a comercializar la soja alterada genéticamente en Estados Unidos para contrarrestar los efectos de los herbicidas.

Las primeras semillas ingresaron de contrabando a Brasil por Argentina en 1998, y su uso fue prohibido y perseguido hasta la década pasada, según la empresa estatal brasileña de investigación agropecuaria (Embrapa).

Quince años después, su comercio no sólo es legal sino que la expansión fue tal que hoy el 85% de las casi 25 millones de hectáreas sembradas con soja en Brasil (un 7% del territorio) son de origen transgénico, dijo a la AFP Alexandre Cattelan, investigador de Embrapa.

Brasil fue en 2011, por detrás de Estados Unidos, el segundo productor y exportador mundial de este grano utilizado para alimento de ganado, y fabricación de aceite y de biocombustibles. China es el principal comprador de la soja brasileña.

Monsanto cobra millones de dólares al año por la patente de la soja Roundup Ready (RR) resistente al herbicida glifosato.

Hasta ahí la historia no controvertida del cultivo más rentable y de mayor expansión en Brasil, que sólo el año pasado facturó 24.140 millones de dólares y representó el 26% de las exportaciones agropecuarias.

Sin embargo, la empresa fue demandada hace casi cuatro años por cinco millones de grandes y pequeños productores brasileños por “apropiarse indebidamente” del 2% de la venta de la cosecha anual de soja.

Desde la cosecha 2003-2004, Monsanto impuso un sistema por el cual los productores a la hora de vender la soja deben descontar 2% para la compañía por concepto de regalías de propiedad intelectual, señaló a la AFP Neri Perin, representante legal de los grandes agricultores.

Los cultivadores terminan así pagando dos veces por la semilla modificada, al momento de adquirirla y al multiplicarla para sus fines, según los abogados.

“Monsanto gana al momento de vender las semillas modificadas a la empresa. La ley prevé el derecho de los productores de multiplicar las semillas que compran, y en ninguna parte del mundo se cobra con la producción final. Los productores están pagando un impuesto privado sobre la producción”, dijo a la AFP la abogada demandante Jane Berwanger.

En abril, el juez de primera instancia de Rio Grande do Sul (sur), Giovanni Conti, falló a favor de los productores y ordenó a la empresa devolver el dinero que cobró desde 2004 por concepto de regalías, que según los cálculos más conservadores serían 2.000 millones de dólares.

La empresa apeló en segunda instancia y el caso deberá ser resuelto por la justicia federal en tercera y última instancia de aquí a comienzos de 2014.

La AFP intentó conocer la versión de Monsanto. La empresa se excusó de hablar en detalle, pero aclaró que después de impugnar la primera decisión continuó con el cobro de regalías a la espera de un fallo definitivo.

“La empresa alega que necesita compensaciones por su tecnología, pero esta forma de compensación es inválida porque la patente ya expiró en 2003 y porque sólo puede cobrarle a las empresas que venden sus semillas”, indicó Berwanger.

– “El grano que creció de más” –Más allá del pleito con Monsanto, la soja transgénica se abrió paso a codazos en Brasil: desde los ecologistas, que denuncian la destrucción de ecosistemas frágiles, hasta los analistas, que alegan un alto impacto social, rechazan la expansión espectacular del cultivo.

“A pesar de que ocupa el 44% del área plantada con granos, responde apenas por el 5,5% de empleos en el sector agropecuario”, dijo a la AFP Sergio Schlesinger, investigador y autor del libro “El grano que creció de más”.

La soja es un monocultivo altamente mecanizado, con mínima mano de obra, que expulsa a miles de campesinos a las periferias, en un proceso migratorio rápido y sin control.

El Estado brasileño, que en principio persiguió la soja transgénica, ahora invierte muchos recursos en la investigación y desarrollo de ese tipo de biotecnología.

La soja se cultiva en 17 de los 27 estados de Brasil. El estado de Mato Grosso (centro oeste) concentra la mayor parte de los plantíos. Allí, en Campo Novo do Parecis, el paisaje devela las características del cultivo: grandes extensiones sembradas de grano, con pocos obreros y máquinas recolectoras a toda marcha.

El aumento del consumo de carne, especialmente en los países emergentes, contribuye al éxito de la soja. La demanda mundial de este grano oleaginoso es elevada, las reservas son escasas y su cotización se mantiene en alza.

La ampliación del cultivo amenaza el cerrado brasileño, una sabana de 2 millones de kilómetros cuadrados, que alberga el 5% de la biodiversidad mundial, según la ONG ambientalista WWF.

En Brasil, la superficie de soja pasó de 1,7 millones a casi 25 millones de hectáreas en 40 años. Esto se tradujo en una deforestación masiva, según WWF.


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