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Estudiantes chilenos y perspectivas de cambio social

29.06.12

¿Y la gente cuándo?

“…El sistema educativo puede considerarse como una enorme máquina que clasifica, rotula y encamina a los individuos a través de la vida…” Tomas A. Vasconi.

Como dirían hace mucho: es humano cometer errores, persistir en ellos es caer en la inhumanidad. En ese ámbito, resulta increíble creer que el abusivo negocio de la educación sea solamente un error persistente, claramente aquello ha sido una acción consciente que durante décadas se ha orientado a ser un aporte para el fortalecimiento del modelo individualista y de consumo desmesurado que tiene la sociedad actual.

Sin ir más lejos, el propio sistema educativo, es un monstruo que extiende sus nefastos brazos sobre las familias haciéndolas víctimas de la especulación, el endeudamiento y la segregación. Los gobiernos posteriores al régimen de Pinochet, eran conocedores de la institucionalidad que administraban, no obstante, como ha sincerado últimamente el estandarte de la transición: “se hizo lo que se pudo”, y bastante poco o casi nada fue eso, es más, se permitió, a plena luz del día y con todos los resguardos legales, que los bancos y grandes corporaciones se llenaran los bolsillos del dinero proveniente de las familias trabajadoras más pobres de nuestro país. Fue así como la institucionalidad gubernamental chilena se sumió en un rol cómplice del gran empresariado, llegando incluso a formar parte del negocio, compartiendo la administración o fundación de colegios y universidades que permitieran a la élite política tener unos cuantos miles de dólares más, a fin de mes.

Por eso, que hoy vengan con tanto asombro a hablar del Lucro es algo que casi suena a canallada, ya que, entre derecha, concertación y sus descolgados, no han hecho más que fortalecer desde sus instituciones las posibilidades de ganancias para los empresarios chupasangre y lo han hecho con las riquezas naturales, la educación, la salud, la vivienda y todo cuanto sea posible. Pero basta de “choriqueos”, el asunto es bien claro, la idea es no señalar algo más que evidente, sino plantear preguntas que inciten al debate, claramente uno mucho más profundo que aquel de si la Camila debe salirse del PC o no, cosa que considero irrelevante.

El debate que espero plantear gira en torno a una complicidad evidente entre instituciones, fiscalizadoras y gobernantes, quienes han abierto las puertas a un paraíso económico donde transnacionales, holdings y consorcios hacen lo que mejor les parezca e incluso son defendidos o hasta perdonados si se les da la gana de no pagar sus obligaciones. Así con todo, podemos decir que son tan culpables aquellas instituciones del Estado como los mismos empresarios, ambos forman parte de un mismo frente que se colude para hacer de los habitantes de este país una gran fuente de su enriquecimiento.

En este ámbito, ¿podremos creer que basta con darle mayores atribuciones al Estado? Resulta un poco iluso pensar que con unas reformas por aquí y por allá lograremos devolver a la sociedad oprimida lo que le han saqueado por años, porque si bien la Constitución Política ha sido un pilar de este sistema neoliberal, debemos tener presente que las cosas no se arreglan por donde se arruinan, no basta con cambiar a este presidente, a sus ministros, ni sus leyes, porque sus intereses no reconocen lógica, y no me estoy pasando películas rusas, simplemente comento algo evidente, que el último tiempo hemos visto con mayor claridad en los distintos medios.

No espero sonar carente de propuesta, simplemente busco plantear que es necesario salir de la lógica del dos más dos, igual a cuatro, porque durante años hemos visto que con una ley no basta para frenar los abusos. Entonces ¿qué podemos hacer realmente?, pues bueno, no esperen que aquí se responda aquello, eso está siendo respondido en las calles, las asambleas y los alzamientos populares de sur a norte, donde sin duda, si no se avanza en organización programática, capaz de poner freno al Estado y expropiar los recursos y elementos que nos ha arrebatado, nos quedaremos donde hemos estado constantemente, en un ir y venir confuso y errático que no nos deja crecer como pueblo. Por eso planteo con sinceridad, que los estudiantes ya no debemos seguir solos, no somos el centro, ni la punta más importante, del conflicto que vive el pueblo a diario, somos y debemos ser un aporte para la organización y lucha de los demás sectores de la sociedad.

Por eso hoy, cuando los mercenarios que están enriqueciéndose con la educación, se defiendan señalando que: “es válido ser emprendedor y ganar algo por hacer un trabajo”, no les respondamos solamente por los sueños que han robado a estudiantes, sino por el asalto que han hecho a las familias trabajadoras, por la precarización de los funcionarios universitarios, por el modelo de sus mallas curriculares que apunta a la rentabilidad empresarial y no a factores de reflexión humana. Acusémosles no sólo porque lucran sino porque explotan, enceguecen y someten una sociedad completa con todos sus negocios y prácticas. No olvidemos que es necesario que seamos nosotros quienes nos organicemos para recurrir a la conformación de los espacios organizativos propios que nos permitan detener este saqueo y así lograr cambiar las cosas, porque tanto instituciones de Estado como empresarios son culpables. Vea usted cuantos personajes de gobierno han pasado por decenas de universidades en puestos directivos, seguramente compartiendo las condiciones en las cuales se desarrollan las relaciones de trabajo y enseñanza en esos espacios.

Hasta cuando con el “peticionismo”, puede ser prudente que en estos momentos le exijamos al Estado que devuelva en parte lo que nos ha saqueado, que financie nuestra educación, nuestra salud o una vivienda digna, que lo haga porque está el dinero para hacerlo y porque es prioridad, porque el hambre, el frio, la enfermedad o el conocimiento no son negocios. También es válido pensar que, si estos sectores se financian con el dinero del pueblo, debe ser el pueblo el que los administre, y le quite al empresariado su poder el cual solamente arrastra a más miseria. Por ello, hablar de lucro no excluye hablar de gratuidad o democratización, debido a que resulta lógico que el pueblo administre una educación financiada completamente a raíz de las riquezas que él mismo genera, y es mucho más lógico pensar que este pueblo sea el que genere nuevos espacios democráticos mediante los cuales reoriente y redefina las políticas en educación, salud o vivienda, que considera necesarias. Por esto, es probable que hoy cuando hablemos de educación al servicio del pueblo, claramente debamos hacer el ejercicio de comenzar a construir esa educación en conjunto con los demás actores que conforman la sociedad y que por el solo capricho capitalista hoy se ven divididos en sectores que des-potencian su capacidad política y organizativa.

Posiblemente este camino para muchos no suena si quiera sensato, pero para quienes sí lo es, resulta vital comenzar a dar vida a espacios de organización que trasciendan los límites temporales y sectoriales que ha impuesto un modelo que sin duda se ha olvidado de la gente y ha puesto por sobre todo las ganancias, la especulación, el mercado y el últimamente famoso lucro. Es momento que los oprimidos se alcen en rebeldía, con conciencia y organización, reconociendo que en su diario vivir existen innumerables condiciones de precarización, injusticias y malos tratos. Reconociendo que somos nosotros quienes tienen la fuerza para cambiar este país. Los estudiantes no podemos hacerlo solos, ya hemos dado varios pasos en la calle, varios pasos en organización y en lucha. Ahora es el turno del pueblo, de la gente; trabajadores, pobladores, estudiantes de ambos géneros, del campo y la ciudad, de diferentes culturas o pueblos, ahora nosotros debemos tomar en nuestras manos lo que nos pertenece, la riqueza que generamos, el conocimiento que hemos heredado y construido, avancemos sin miedo, no tenemos nada que perder, más que aquellas rejas que nos aprisionan.

Por Recaredo Gálvez

Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción


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