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Ecuador: El congreso de los sin tierra y la unidad de las izquierdas

29.11.12

Martes, noviembre 27, 2012
LibreRed

Históricamente las reivindicaciones de los Sin Tierra han representado procesos de organización y resistencia. Han sido procesos de lucha complejos. Indígenas y campesinos han demostrado que las verdaderas revoluciones son aquellas en las que se garantiza la real soberanía de los territorios.

Sabemos que la esencia de las revoluciones populares, del pueblo y para el pueblo, se sustentan esencialmente en la real reforma agraria, en la garantía del agua como bien común y no como mercancía, en el incentivo a la pequeña producción, a la producción comunitaria y a la democratización de la tecnología soberana, de tecnología universalizable y no de élites.

Sabemos que el Buen Vivir o Sumak Kawsay no se construye anulando la soberanía de los pueblos por el totalitarismo estatal. A cuenta de la maldición de la abundancia de los recursos naturales, especialmente indígenas y campesinos han sido despojados de sus territorios y han sido los encargados de amortiguar los costos de la ya caduca promesa del desarrollo. En especial la búsqueda del petróleo y los minerales, así como la construcción de grandes obras de infraestructura asociadas a este extractivismo, han provocado procesos de apropiación de territorios ancestrales y su consiguiente depredación.

Frente a la brutal embestida que criminaliza y judicializa toda expresión de resistencia y defensa de la soberanía, que descalifica a indígenas y campesinos como que fueran seres atrasados que se niegan a aceptar el progreso, no podemos sino reconocer y fortalecer a las comunidades que han decido mantenerse en pie de lucha y que se han reunido en el “Congreso de los y las Sin Tierra, sin Mar, sin Manglar, sin Agua y sin Páramo, en defensa de nuestros territorios, de la soberanía alimentaria y del Buen Vivir” para contar sus testimonios.

Son múltiples las figuras de despojo y saqueo: hidroeléctricas, represas, concesiones mineras y petroleras, agroindustria, monocultivos, etc. Todas estas formas de explotación y depredación comparten la imposición violenta, muchas veces incluso militarizada, de proyectos ajenos a la estructura comunitaria que rompen el tejido social y la unidad y que generan economías dependientes.

Sumar las historias de criminalización de la protesta social en el Ecuador, demanda un ejercicio de articulación que permita visibilizar los mecanismos ocultos bajo los cuales un régimen autodenominado revolucionario, sostiene, entre el despojo y el terror, un modelo de desarrollo en esencia depredador de la vida.

Este Congreso, en el que las comunidades exponen sus historias de resistencia, reafirma la urgencia de unir nuestras voces de denuncia, de grabar en la memoria colectiva de los pueblos latinoamericanos las brutales historias de violencia, las nuevas formas de saqueo y silenciamiento, para juntos demandar justicia social y ambiental.

Las historias de los Sin Tierra son historias que recorren todas las geografías del país, desde la Amazonía hasta los manglares y que revelan la incapacidad del gobierno de Rafael Correa de favorecer los intereses nacionales en tanto sucumbe ante los grupos de poder transnacionales.

Nos preguntamos entonces, ¿acaso la exigencia de la soberanía de los territorios es un atrevimiento para los más pobres, para los más pequeños? ¿Acaso las comunidades deben aceptar pasivamente las condenas impuestas por el capitalismo, deben asumir una suerte de altruismo suicida para sostener la eterna promesa del progreso?

Sin lugar a dudas, en un gobierno que ha priorizado las relaciones de mercadeo mundial, la capacidad reguladora estatal ha dejado de ejercer su papel de garante de la comunidad convirtiéndose en cómplice de las transnacionales y en represor de su pueblo.

Estos Estados, como el ecuatoriano, carentes de soberanía, son Estados que abusan del poder como elemento imprescindible para mostrarse, ante las grandes transnacionales, capaces de garantizar el dominio territorial, la asignación de concesiones para el saqueo de los recursos y el envenenamiento creciente.

En medio de este entramado de sentires, indignaciones e impunidades ratificamos nuestro compromiso a favor de la resistencia y movilización permanente de los pueblos en defensa de la Tierra, en decir en defensa de la vida. Y nos comprometemos, una vez más, en la construcción del Sumak Kawsay o Buen Vivir, que tiene como uno de sus ejes fundamentales a la soberanía alimentaria. Esto implica recuperar el control sobre nuestra propia agricultura y nuestra alimentación, pues esta soberanía se construye sobre el derecho de los agricultores, en especial de los más pequeños, de los campesinos, en ejercer el control sobre la agricultura, y el derecho de los consumidores a ejercer el control sobre la alimentación.

¡Todo para la Patria, nada para nosotros!

Alberto Acosta /Candidato presidencial de la Unidad Plurinacional


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