Clajadep :: Red de divulgación e intercambios sobre autonomía y poder popular

Imprimir

Tercera Parte: La izquierda ya no existe. Importancia de las emociones y los vínculos afectivos

10.12.12

¿La Unión Europea no es entonces la solución?

La Unión Europea no es la solución sino el problema, y no hay posibilidades de modificar el actual proyecto europeo. Y esto debe ser dicho con toda claridad.

A quienes defienden la plausibilidad de una reforma de la Unión europea progresista cabe recordarles lo que dicen cuando alguien les plantea la posibilidad de liquidar esta Unión para crear ex novo, y ahora, para nuestro tiempo presente, “otra Europa” –por cierto, Europa llega hasta los Urales- sobre bases democráticas: eso es iluso. Y tienen razón; por qué: porque el tiempo político no es tiempo físico, en física el tiempo lo permite todo, y en un periodo suficientemente largo –siglos, evos o eones- toda probabilidad, por remota que sea, -y así lo prueba el cálculo de probabilidades- se realiza: “el cero tiende a convertirse en uno en un lapso de tiempo suficientemente prolongado”. Pero en política lo determinante son las correlaciones de fuerzas, los movimientos en marcha, los intereses de grandes fuerzas, que en unos momentos pueden confluir, pero pasado un tiempo y unas condiciones dadas, divergen, los periodos de prosperidad o de depresión económicas, las luchas políticas, sus resultados, consecuencia de la habilidad de estas o aquellas fuerzas, etc. Pues eso también tiene vigencia para las previsiones sobre la Unión Europea: la Unión es el resultado de una determinada correlación de fuerzas, de una determinada confluencia y encaje entre diversos intereses muy poderosos. Es el capitalismo liberal, el que llevó los fascismos a los países europeos y a Europa entera a la guerra, el que ha forjado esta Unión. Su objetivo es el desmontaje de los estados democráticos, mediante su vaciamiento, y la liquidación de los derechos sociales de los trabajadores, obtenidos tras la segunda guerra mundial –una cosa muy distinta del consumismo descerebrado y que, incluso, el consumismo descerebrado, está dispuesto a entregar a cambio de seguir sosteniendo alguna cuota de consumo- , de la que este poder económico político salió debilitado. Es imposible por tanto, ahora, una Unión Europea Nueva, como es también imposible, y por las mismas razones, una bruja hermosa y un eurito bueno, y un pirata honrado y unos eurobonos redistribuidores de la deuda europea entre todos los europeos: incluidos los capitalistas que se han enriquecido. ¿Creemos que pueden llegar a aceptarlo? Yo opino que ya han respondido: No. “No es personal, es por negocio”. Y lo asombroso es que nos sorprenda, porque esa actitud, el picar, está en la naturaleza del escorpión, tal como éste le dijo a la rana en la fábula griega –una fábula que no se sabe Varoufakis-: no se montan negocios para hacer obras de solidaridad.

Porque la sencilla verdad del “problema europeo”, la verdad de la “eurozona” es que ese “problema” no es el “económico”, sino que es Político. Se dice muy a menudo que el problema que tenemos es el que nos acarrea el euro porque es una moneda mal diseñada. Eso es falso, nuestro problema no es consecuencia del “intelectualismo socrático”: el mal no se debe a la ignorancia crasa del que lo hace. El euro es una moneda perfectamente bien diseñada: bien diseñada por la banca alemana, y para sus fines, bien diseñada por el gran capital europeo. Su diseño encaja perfectamente bien con la masa de directrices y con las estrategias de gobierno inspiradas unas veces, otras veces impuestas, de “Bruselas”; se acopla a las mil maravillas con la letra y espíritu de la “Constitución europea” –aquel texto de más de cien páginas que propone la desregulación y liberalización de la economía europea-. Participa y coadyuva primorosamente a la ingeniería financiera liberalizadora, desreguladora, que ha creado la posibilidad de ese flujo descontrolado, piratesco, de capital, que se denomina “globalización”. Y todo esto se desarrolla con enérgica decisión tras haber derrotado el muy modesto plan político alternativo, que en el enfrentamiento político tuvo ni media bofetada: el plan Delors.

Explicas esto con más detalle por favor.

La Unión Europea es un orden políticamente sometido a los intereses del gran capital alemán, y en segundo lugar francés e Inglés, y fue diseñada para que estos poderes dominaran a los demás países y sociedades, para que el nuevo orden político pusiera las economías de los países secundarios de la periferia europea bajo el dominio del centro capitalista. Y en este sentido, ha sido todo un éxito, no un fracaso. Y el árbitro es Angela Merkel no por un milagro sobrenatural emergido por obra y gracia de la divinidad.

La narración sobre los orígenes e historia de la Europa Unida actual, narración que es uno de los pilares ideológicos con los que se la vende, es la más estupenda Ucronia de la literatura contemporánea; porque en esa cosmogonía se inventa un origen que nunca ocurrió, el de que fueron los progresistas demócratas y pacifistas alemanes y franceses los que, tras la catástrofe de la segunda guerra mundial, desearon poner fin a las guerras europeas. Eso es una patraña inventada, ese no fue el origen de este monstruo que nos devora; lo fue la guerra fría, el intento de parar por todos los medios a las fuerzas democráticas de los países arrasados por la guerra, y fue el rol back contra la URSS, promovido por la extrema derecha estadounidense; y los funcionarios que trabajaron en su fundación fueron declarados anticomunistas, y antidemócratas, personajes turbios. Este es el origen verdadero que se compadece primorosamente bien con las consecuencias verdaderas actuales de este proyecto. La Unión Europea no es un pez cornudo: “teníamos la firme voluntad de crear un proyecto humanístico, y mira tú por dónde, se nos torció la cosa, no sabemos cuándo”. No es así. La alianza CEE, brazo económico paralelo de la Otan, fue siempre dando el paso adelante, en la medida de lo posible, en su roturar caminos políticos nuevos contra las políticas democráticas, activas, de masas. Pero la izquierda no tiene el coraje de abrir este debate, de plantear estas sencillas verdades. Por eso la izquierda colabora en la persistencia de la confusión cultural, en la persistencia del “sueño europeo” rosa; la izquierda no ayuda a combatir las ilusiones de las que debemos despertar si queremos comenzar a ir por el buen camino de la recuperación del protagonismo político y cultural. La clase política europea sabe que su suerte depende de que siga el engendro, y que el fin eventual del proyecto acarreará su fin político. Este es el motivo. Pero si estamos de acuerdo con esto, debemos decir toda la frase entera: en consecuencia, esta izquierda es “Régimen”. También la actual, denominada, izquierda, “la silente” es “Régimen”. Debemos pensar en un nuevo Zimmerwald

Por qué siempre dices que la izquierda no existe ya, que esta muerta; que como proyecto alternativo es mera entelequia? Se acaba un mundo entonces? Estamos en una crisis de civilización? Hay que replanteárselo todo?

Creo que estamos ante una crisis de civilización: la crisis de un modelo material de vida, el del capitalismo taylorfordista intensivo en mano de obra, cuyas tecnologías crearon productos de consumo para la vida cotidiana. El capitalismo tiene graves encrucijadas que resolver, pero son mucho mayores las de los seres humanos. Un modelo de civilización agotado, que descansa sobre bases energéticas que finalizan. Unas formas de vida basadas en el consumo individual o familiar y en un imaginario repleto de deseos, de viajes a Nueva York, para “ir de compras”, de coches mejores que el que ya tienen sus padres, de fines de semana, no necesariamente “en la Riviera”,sino en Port Aventura o en Disney World, de “plasmas” aún más grandes que el que tienen en casa, de ifones, etc . Son estas las encrucijadas sobre las que debemos reflexionar, y respecto de las que debemos actuar. ¿Está siendo capaz la izquierda de abordar estos grandes elementos formantes de la crisis aunque tan solo sea intelectualmente? No El propio modelo político asumido por ella impone no abordarlos. Los dirigentes políticos deben cuidar de los intereses inmediatos de sus organizaciones: sueldos, cargos etc. Se debe evitar debatir asuntos que puedan someter a la organización a una crítica general por parte de los medios de comunicación, que induzca a parte de su propia base electoral a no votarla, etc. Se debe evitar el aislamiento político que puede servir para hacer dudar de la racionalidad de sus posiciones a parte de las bases sociales que están en su entorno; así, nadie debate sobre el euro, sobre el proyecto europeo, sobre si conviene o no continuar en la Unión, o sobre la actual cultura de vida, por ejemplo. No se sabe “estar en minoría”. Esto revela hasta qué punto el propio modelo organizativo actual de la izquierda es un obstáculo para la regeneración de la misma, hasta qué punto incluso el modelo tradicional de partido debe ser repensado y sustituido por otros modelos organizativos. Modelos organizativos de la praxis política –la organización es necesaria- nuevos, que tengan como finalidad el impulso de un sujeto social, de una nueva cultura organizadora del mismo. Debemos salir al paso del apoliticismo que propone, como salida frente a la manipulación que los partidos de profesionales ejercen sobre la sociedad y los movimientos, que los partidos profesionales se dediquen al trabajo en las instituciones mientras que los movimientos se organizan al margen de los mismos. Es la política entendida como profesionalización y especialización la que genera estos males atribuidos al politicismo –“correa de transmisión”- como si unos partidos de profesionales por el hecho de no contar entre sus miembros a los cuadros de los movimientos no pudiesen controlarlos. Y, sobre todo –y esto es lo que deseo recalcar aquí-, como si bastase que los cuadros de movimientos fuesen independientes de las militancias políticas para que no generasen a su vez intereses propios dentro de los movimientos y aspirasen a su vez a la profesionalización y/o a la permanencia estable como jefes de movimiento. Esas antinomias solo se resuelven si existe una izquierda cuya finalidad sea la construcción de un movimiento bloque estable que agrupe diversos movimientos sectoriales todos ellos microfundamentados, y ese movimiento organizado fuese el creador y propietario de su brazo institucional, no al revés. De hecho, creo que se debería llamar en potencia partido a todo individuo que en su medio de vida trata de impulsar organización y praxis. Y el partido debería ser el conjunto de esos individuos, nerviaciones activantes de la sociedad, en la medida en que tuvieran consciencia de que se trata, no de protestar, sino de apuntar a la creación de un nuevo estado/ethos cultural y que ello les lleve a buscar formas de organización para reflexionar y coordinarse en sus luchas.

Si el capitalismo más que un sistema económico es una cultura de vida, mientras tanto, como el título de la revista de “nuestro” Sacristán y rememorando a Lenin, ¿qué hacemos?

Como bien dices, el capitalismo no es un modo de organizar la producción como mundo separado del resto de la vida, es una cultura de vida, es un conjunto histórico de culturas de vida, porque no todas las culturas de vida capitalistas han sido iguales. Salir por tanto al paso del capitalismo exige asumir que la actividad política fundamental, la que debe ser el objetivo al que se dirijan todos nuestros esfuerzos es el de crear comunidades microorganizadas en todos los ámbitos sociales. Porque el capitalismo como forma de vida consiste en primer lugar en la construcción de la atomización: la atomización y aislamiento social como “privacidad”, la atomización como “consumidor” tan solo puntualmente organizado a través del mercado, y la atomización como delegación política. Ya solo el comenzar a auto organizarnos capilarmente para actuar, ya solo la creación de nuevas relaciones sociales, interpersonales, para hacer juntos, es un inicio de nueva cultura, de nuevo saber hacer y saber vivir. Ya solo eso genera nueva vida cotidiana y nueva antropología, porque el hacer protagonista es adictivo, se convierte en una necesidad, el hacer transforma, ante todo transforma al que hace, sus capacidades su personalidad, su expectativas, su relación con el mundo, la confianza en sí mismo y en lo que podemos proponernos o no. Pero todo esto ya explicaba Marx al final de Miseria de la Filosofía cuando reflexionaba sobre los cambios que la organización de los obreros producía en ellos mismos.

¿Cuál sería entonces el horizonte?

El horizonte es crear un tupido tejido social cultural un entramado de miles de organizaciones prácticas, microfundamentadas a través de las cuales se exprese la praxis individual socialmente organizada y mediante las cuales se pueda aprender a vivir de otra manera. Esta es una lucha de primera magnitud, esto no se logrará sin feroz resistencia por parte del poder, porque es su muerte. Crear el nuevo sujeto social, el bloque organizado de los subalternos, cuyo cemento unificador no es, no será, no puede ser el discurso simbólico a palo seco, sino el cemento de la nueva cultura de vida, la nueva organización intersubjetiva, real, “material”, entre sujetos con rostros y nombres, su actividad concreta. Solo ese nuevo vivir ya en conato puede dar sentido a un pensamiento autoconsciente, con símbolos, etc que si son significativos y vivos solo pueden serlo por remitirse a una experiencia de vida. De ser saber real vivo, debe ser saber de la experiencia nueva que se abre paso en la consciencia nueva, en la que actúa organizadamente y vive comunitariamente de otra manera. Todo hacer protagonista, auto protagonista y en común, es ya una irrupción de otra cultura y de otra antropología. Y de ahí en adelante. Evidentemente debemos reflexionar sobre el carácter verdaderamente democrático, igualitario, que debe tener la actividad de las organizaciones de base. Hay que evitar que se cortocircuite la socialización del saber que permite actuar protagonísticamente, o sea hay que evitar también que se generen dirigentes fijos, permanentes, que protagonicen el saber –el saber hacer- y en vez de ayudar a desarrollarse a los nuevos, a los recién incorporados se conviertan en sus dirigentes en una nueva división del trabajo, no por poco visible menos real que la que se produce en la política institucional. Ese tipo de “cuadro” es la cantera de potenciales nuevos partidos institucionales, o, en otros escenarios, es el personal correa de transmisión entre los políticos institucionales, y las bases. Los políticos profesionales retribuyen subvencionan, reparten gajes y ponen en consecuencia en las manos de estas personas la posibilidad de repartir dádivas y afianzarse más como dirigentes, etc. La otra batalla es la ideológica. Hacer comprender que la política no puede ser “eso” que recibe ahora esta denominación; que la fuerza humana es la razón práctica, creadora de mundos, creadora de culturas, no la observación teórica del mundo. Hay que recuperar en consecuencia todo ese pensamiento que surge con la clasicidad, con Aristóteles, y llega a Hegel, etc, recuperarlo, reflotarlo, luchar por que se abran paso estas ideas en la izquierda a la luz de las cuales surge otro Marx, cuando lo leemos a partir de ésta que era su tradición. La respuesta es el “ir haciendo”, porque de ese hacer en proceso, con la suma de nuevas personas, y la consolidación de saberes creativos nuevos se abren nuevas posibilidades de seguir creciendo. Siempre fue así. También luchar contra la impaciencia, contra el querer ver los resultados, querer protagonizar biográficamente, que es lo que produce la recaída en la trampa, o es el expediente que permite a algunos volver a reducir, una y otra vez, la política al politicismo: no hay atajos. Debemos evitar que nuestras angustias como consecuencia de la percepción de la perentoriedad de las necesidades, de la gravedad de las mismas, nos induzcan a caer e ilusionismos y nos lleven a creer en que hay atajos. El arte es larga la vida breve. Debemos ser como el abuelo de Castoriadis, campesino que en su vejez plantó olivos, de los que no iba a disfrutar él.

¡Es hermosa la idea, el ejemplo que nos das!

Está de nuestra parte la creatividad humana, a pesar de todos los pesares: esto es, la fuerza práctica de los seres humanos, que es la que crea mundos, y reflexionando sobre la cual nace la praxeología clásica de la mano de Aristóteles. Por supuesto la creatividad humana en toda su potencia, la capacidad humana para inventar nuevos fines conforme a los cuales objetivar una nueva cultura, esto es, la historicidad radical del ser humano, se reveló muy posteriormente en toda su potencialidad. Fue la Revolución Francesa, el acontecimiento con el que se inaugura la contemporaneidad, el proceso histórico que puso de manifiesto las nuevas capacidades prácticas que albergaba la consciencia humana emergente. El primero en registrar esto, el primero en elaborar autoconsciencia praxeológica sobre ese acontecimiento y concluir a partir de él sus enseñanzas de forma radical fue Hegel –“la política francesa y la filosofía alemana”-. Esta es la estela que lleva a Marx, y es la tradición en la que se han mantenido los marxistas hegelianos, Gramsci, Lukacs, Korsch, Bloch, y el criptohegeliano Lev Vigotsky, en cuya obra y en la de su escuela –Luria, Leontiev- podemos encontrar un filón riquísimo para reflexionar e impulsar la praxis creadora.

A decir verdad, el primero en constatar la historicidad de las capacidades humanas, el hecho de que las “virtudes republicanas” surgieran ex novo en sociedades en las que históricamente no habían existido, creo que es Rousseau. Hasta él el pensamiento había registrado la existencia de sociedades republicanas que habían sido sostenidas por la virtud –las facultades, la areté- de sus ciudadanos. Pero llegaba un momento en que los ciudadanos se corrompían, la res publica caía bajo la tiranía y el proceso no tenía vuelta atrás. Rousseau ve con deslumbramiento y registra cómo en Córcega una sociedad antes no res publicana, sometida a Génova, se sublevaba, los individuos desarrollaban ex novo virtudes republicanas. El texto de Rousseau sobre Córcega -Proyecto de Constitución para Córcega- es muy interesante y anterior a Hegel. Pero carece de la potencia que posee el filosofar de Hegel quien tiene ante sus ojos a la totalidad de Europa en conmoción y ve hundirse el Antiguo Régimen: un colapso y un surgir de un nuevo mundo.

Esa izquierda “encarnada” en un movimiento real de masas de las que siempre hablas, como las subculturas obreras y campesinas de las que hablaba Pasolini, y las subculturas femeninas de Gulia Adinolfi, que ya no existen al ser “subsumidas” por la cultura de este capitalismo de consumo, ¿cómo se puede reconstruir esa izquierda sin las tentaciones “ingenieriles” propias de los aparatos partidarios?

La desaparición y el nacer, a partir de lo que quedaba en pie, de las culturas ha sido un hecho histórico. Por ejemplo, el gran Engels lo constata en el prólogo que escribe para su libro en 1892. Allí declara que el East End de Londres, que durante los años 40 había sido una ciénaga de miseria y degradación moral, se había convertido en la cuna del “Nuevo Unionismo”.El hacinamiento de masas campesinas en los arrabales míseros de la ciudad, la consiguiente pérdida de la propia cultura de vida y la anomia subsiguiente, como consecuencia de la imposibilidad de aplicar unas formas de vida, un ethos no reproducible en esas nuevas condiciones, produjo delincuencia, prostitución, crimen organizado, miseria moral. Pero años después, las reservas morales que aún quedaban habían tomado la iniciativa y habían recreado un nuevo ethos de vida. Lo mismo cabe señalar para las grandes barriadas de miseria de las ciudades españolas de los años 50 y 60. El Carmelo de Barcelona, por ejemplo, sobre el que hay un documental. Cómo el Carmelo podía producir a la vez un Pijoaparte –el personaje de la novela de Juan Marsé- y unas organizaciones vecinales, inspiradas por los militantes comunistas, portadores no de consignas, sino de cultura de vida, de proyecto solidario, de saber autoorganizador, de ethos de vida –el ethos campesino que eran capaces de rescatar y recrear, verdaderos genios de la creación cultural- que dignificaron la sociedad y crearon pautas de vida comunitaria, religación de comunidad, orgullo de ser y actuar, dignidad y crecimiento antropológico. No es Pijoaparte lo que pervive, sino la dignidad moral de miles de personas que se sienten orgullosas de su experiencia, que nos hablan de su pasado. La plasticidad humana, que exige la elaboración de ethos para poder vivir, es siempre capaz de regeneración. Así se expresaba al gran antropólogo Oscar Lewis, en un texto que deseo reproducir aquí: “me parece inconcebible que haya un ser humano que no tenga posibilidades revolucionarias, pues están latentes como una de las características básicas de la humanidad…” –La Cultura de la Pobreza, Cuadernos Anagrama, B. 1972, pág 70- . Traes tú además a colación las estrategias ingenieriles de la izquierda. Quiero referirme, para ahondar en la reflexión sobre el peligro que entrañan, a otro gran antropólogo, verdadera luminaria del pensamiento del siglo XX, padre de la antropología económica y, sin duda, el mayor economista de su siglo, Karl Polanyi. Quiero traer a nuestra memoria su obra La gran transformación –hay varias ediciones: Eds. La Piqueta y Capitán Swing- Porque allí nos explica hasta qué punto resulta deletéreo antropológica y culturalmente el procedimiento de elaborar ingenierilmente alternativas de vida para las gentes. El “paternalismo” y los Speenhamland, desarrollados por los conservadores ingleses a fines del siglo XVlll, convirtieron en “indios de las reservas” a millones de campesinos. Los convirtieron en seres abyectos, pasivos, postrados, sin dignidad, abandonados a la caridad ajena. Estos son los efectos deletéreos de la ingeniería social. Algo con lo que un psicoantropólogo vigostkyano convendrá por completo, claro. La ingeniería social es antropológicamente reaccionaria, y una de las causas del bloqueo cultural actual. Registrar esto ya apunta a las soluciones. Mencionas también las culturas o subculturas femeninas, las culturas populares anteriores, las campesinas y obreras, a las que se refiere Pasolini y que él veía en destrucción y colapso.

Giulia Adinolfi tradujo alguna de sus obras al castellano.

Exacto. Giulia Adinolfi, entre nosotros, trabajó sobre las culturas femeninas, en una línea de inteligencia de las mismas muy semejante e influida por la de Pasolini –era una gran admiradora y atenta lectora de Pasolini, e incluso había traducido La Divina Mímesis, Ed Icaria 1976 (Einaudi, 1975)-. También leía con atención a Carlo Ginzburg, y todo ello desde una matriz intelectual Gramsciana, comunista, que entendía con penetración muy particular, muy propia, ella que había sido becada por el instituto creado por Benedetto Croce y había sido maestra en comunidades campesinas. Giulia valoraba los sentimientos de solidaridad, de amor, el querer y el saber cuidar, el ser capaz de enriquecer la vida cotidiana, de no convertir lo cotidiano en un medio para lo extraordinario; valoraba todos los saberes culturales poseídos y transmitidos a través de las subculturas de las mujeres a lo largo de generaciones, históricamente. Y consideraba un grave peligro cultural y antropológico el desprecio y el destierro de esos valores y saberes. El matiz diferenciador respecto de Pasolini es que Giulia proponía un programa de rescate a partir de la toma de consciencia. Una lucha por la preservación de las culturas femeninas, tan despreciadas en los años 70, por sus propias portadoras, debido a que se malinterpretaba la liberación de la mujer y se arrojaba el agua sucia con el niño. Por lo demás también proponía la universalización de esas pautas y de esos saberes, extendiéndolas a los hombres. Creo que a pesar de todo, estas subculturas han resistido en los ámbitos de la vida privada, y en los usos y costumbres que son imprescindibles para reproducir la vida humana. No en todas las unidades familiares, desde luego; se puede ver la abrasión cultural en los centros de enseñanza, entre los alumnos. Familias en las que ni la mujer ni el hombre saben guisar unas lentejas, ni saben lo que es un sofrito, hábitos malnutricionales que producen obesidad infantil, etc –por referirnos a elementos de vida cotidiana, que participan de la reproducción de la vida material-. Pero el cuidado de los niños, el orden doméstico mínimo de muchas familias, etc han reproducido estos ethos, y sus valores inherentes, al menos a un nivel mínimo. También los hábitos eróticos y afectivos, cuya pulsión es irremediable –como el hambre, por otro lado y por suerte- han sido reproducidos, todos ellos en transformaciones originales. Desde luego, no s e puede decir, por ejemplo, que toda persona anhele ser reconocida eróticamente por otro en su singularidad, -que se logre satisfacer ese deseo, es harina de otro costal-; tampoco existió esta expectativa siempre así en todos los seres humanos; no, por ejemplo, en las comunidades reducidas donde la expectativa de emparejamiento no permitía la selección, pero este deseo sí existe en muchas personas jóvenes, y sirva como muestreo de continuidades cultural antropológicas que han resistido. Con todo, que hasta aquí no se haya producido la catástrofe de la disrupción antropológica definitiva no garantiza nada. La historia está siempre abierta. Y debemos trabajar en el rescate y desarrollo de las pautas culturales, sabiendo que estamos poniendo los fundamentos de un potencial ethos, un potencial orden nuevo, un ordine nuovo, un Estado nuevo.

Una última nota para el registro testimonial.

Adelante con ella.

He dicho que Giulia Adinolfi tenía una particular comprensión de la obra de Gramsci. Me explico: cuando, una vez, le pedí que me propusiese lecturas para introducirme al marxismo, ella, junto a obras de Marx, Prólogo largo a la crítica de la Economía Política, Miseria de la Filosofía, Manifiesto, etc me propuso, la Antología de Gramsci elaborada por Manuel Sacristán, dos capítulos de Historia y Consciencia de clase, de Lukacs, y…¡el capítulo 5 de la Fenomenología del Espíritu, de Hegel. Consultó con su compañero –“Manolo”: Manuel Sacristán Luzón- cuál era la edición traducida adecuada en castellano, y tras ello, me informó de que debía recurrir a la francesa de Jean Hyppolite, porque el esfuerzo hecho por Wenceslao Roces era insuficiente. Queda para testimonio.

Joaquín sabemos de tu interés por la importancia de las emociones y los vínculos afectivos para militar hoy política y socialmente, ¿por qué te parecen tan importantes?

Si la práctica la política pretende crear un nuevo orden y una nueva antropología, debe comenzar su trabajo de creación ya ahora, articulando otras formas de relación entre los mismos activistas políticos de la izquierda. La praxis política no debe ser vista como instrumento, sino como fin en sí mismo; toda praxis humana es fin en sí misma por más que toda praxis humana y todo objeto producido sean a su vez medio para otras, nuevas, praxis. El hacer es ya un crear un nuevo ethos. El nuevo mundo comienza en nosotros y nuestros actos del presente Por ello la praxis política debe ser tomada como fin: y la relación entre personas no solo debe ser de veras democrática, Igualdad de palabra, Igualdad de poder real, sino que además debe basarse en el afecto. La amputación del mundo de los afectos respecto de la política, cuando esto ocurre entre los de un mismo mundo político, es una consecuencia de la profesionalización y tecnificación de la política, es un rasgo de su enajenación actual. El afecto, la filía es considerada por Aristóteles una necesidad para la existencia de la polis, la filía entre los ciudadanos. El ser humano, su antropología es sentimiento, es deseo –orexis- , es necesidad de socialidad; esta es su antropología básica. Un ser humano que no tenga deseos, que sea asténico –aiscéneia- y por ser inapetente no actúe, no elabore praxis, un ser humano que no tenga afecto, o no necesite de la sociedad, es “una bestia o un dios” según Aristóteles, es un monstruo, un monstruo antisocial no humano. El sentimiento no puede dejar de existir. Otra cosa es que “hay que desear como se debe”, como diría Aristóteles, y hay que sentir de la forma correcta: Si el afecto, no está proyectado sobre los iguales como filía, como amistad, estará proyectado sobre uno mismo, sobre la ambición del competir, del ascender, del subir y el medrar, del ser más que los otros; o sobre el deseo de aparentar –vanidades, orgullos, soberbias- o sobre fetiches políticos, sobre símbolos, sobre clubes de fútbol, sobre ideas vacías. Lo cierto es que no faltará el afecto: a las cosas, al hedonismo cósico, etc.

La fuerza de la filia es enorme entonces.

La fuerza de la filía es enorme desde luego. Castoriadis señalaba que la filía es el amor genérico proyectado en el plano de lo político y que por ello “amistad” es palabra débil para traducir filía. Donde no cabe la filía, el hacer político que no se basa en la filía se basa en la vieja antropología capitalista. Para juzgar sobre la importancia otorgada por los griegos a la filía baste recordar que Aristóteles dedica dos libros de la Ética Nicomáquea , el ocho y el nueve, a la filía. De hecho estamos en la tematización de la felicidad o heudaimonía. Para el estagirita, para los griegos de la polis democrática, la felicidad, el sentimiento de felicidad, no es algo que tenga que ver con una realidad entitativa, parcial o específica, de la vida humana; no es algo que se dé en un tiempo concreto, y en una acción –o inacción- concreta: “en la playa con mi cervecita, mi radio y mi nena”; “durante la madrugada del viernes y el sábado, en la disco”. La felicidad es una sensación inherente a la actividad humana. Es la praxis, toda praxis, la que nos genera inherentemente esa sensación de plenitud, que registramos al hacer, y que se llama felicidad. Cierto que necesitamos de ciertas condiciones mínimas: salud, unos recursos mínimos de vida, aquellos que nos permiten ser libres y autogobernarnos, sin los cuales no podemos dirigirnos en nuestro hacer y no podemos desarrollar praxis autoconscientemente dirigida. Pero incluso en el hacer asalariado, en los intersticios del trabajo asalariado, podemos ser creativos muy a menudo. El Esclavo –capítulo 4 de Fenomenología del Espíritu- cuando produce para el Amo desarrolla la libertad y creatividad…pero vuelvo a Aristóteles: La felicidad es una cierta actividad…conforme a la virtud, esto es, conforme a las aretés poseídas, conforme a las facultades poseídas, en el grado en que las poseamos: por eso todo individuo puede ser feliz, si desarrolla sus capacidades práxicas en el grado que las posea. Felicidad es sensación embargante de plenitud inherente al hacer: o sea, es sentimiento. Y felicidad es, en consecuencia, un proyecto para ahora, porque las expectativas de la plenitud denominadas felicidad son internas a cada cultura histórica, internas a la praxis que produce y reproduce cada cultura histórica. La praxis no puede ser elaborada y desarrollada individualmente, es producto colectivo y tiene como fin la comunidad. Exige, si queremos desarrollarla adecuadamente y disfrutar de la sensación de felicidad inherente, requiere digo, ser ejecutada con amor-filia hacia los demás copartícipes. La praxis política que realizamos es para nosotros otra forma más, desde luego muy eminente, pero otra más, de buscar la felicidad. Y dentro de ella, debemos buscarnos en la felicidad buscándonos y creándonos mediante la praxis colectiva en comunidad democrática con los demás, en común unión, en religamiento comunitario, en filia. “Aristóteles lo dijo, y es cosa verdadera”.

Moitas Apertas. NO te pedimos si quieres añadir algo más. ¡Has añadido mucho!


https://clajadep.lahaine.org