A ritmo acelerado el deterioro del ambiente
29-01-2013
Miguel Manzanera
Como sucede cada dos años, en el mes de octubre la ONG ambientalista WWF entrega su informe sobre el estado de la biodiversidad en la esfera terrestre, con el título Informe Planeta Vivo. Y como sucede desde hace ya un par de décadas, empeora cada día que pasa la situación de la biosfera, medida por los indicadores vitales elaborados por ese estudio. Merece la pena seguir esa investigación, que nos da la medida de la sostenibilidad de nuestra civilización industrial, con el objetivo de hacernos una idea de cuál es la evolución de la vida en nuestro planeta, qué futuro podemos esperar y cuáles son las medidas prácticas que deberíamos tomar para asegurarnos la supervivencia de la especie humana y de la vida en general en este siglo XXI que apenas está comenzando.
El Informe de WWF nos descubre que la biodiversidad de la Tierra ha disminuido un 30% en los 35 últimos años – y ése es el grado en que se ha deteriorado la biosfera terrestre-; hemos perdido en este tiempo la tercera parte de la riqueza biológica y de los recursos de nuestro planeta. Eso se debe a que consumimos un 50% por encima de la capacidad de la biosfera para regenerarse; dicho de otro modo, los recursos que la humanidad demanda para satisfacer sus exigencias de desarrollo en el ciclo económico, superan en un 50% las posibilidades de restablecimiento que posee la naturaleza viva de nuestro planeta.
El impacto de la actividad humana sobre la biosfera viene medido en términos de huella ecológica, que utiliza como unidad la hectárea global por persona, hag/p. Al mismo tiempo, la hag una medida de la biocapacidad: 1 hectárea global representa una hectárea biológicamente productiva de tierra de productividad media. La biocapacidad de la Tierra se calcula en 12.000 millones de hag; siendo 1,8 hag/p, es decir que se disponen de 1,8 hag para producir los bienes que cada persona necesita consumir, contando con una población de más de 7.000 millones de personas. Esa biocapacidad ha disminuido en 3,2 hag/p en las últimas décadas, principalmente por el incremento de la población, que sigue aumentando desmesuradamente en África y Asia, previéndose que ese crecimiento se estanque a finales del siglo XXI, cuando alcance la cifra de 10.000 millones de seres humanos. Aunque el Informe no lo señala, es evidente que para conseguir frenar el crecimiento de la población mundial, resulta importante disminuir la tasa de natalidad, lo que se consigue gracias a la emancipación femenina, el acceso de las mujeres a la educación y a la autonomía en las decisiones reproductivas.
La hag/p también mide la huella ecológica, que es la demanda efectiva de la población humana sobre los servicios ecosistémicos; en estos momentos la demanda de la humanidad sobre la biosfera es de 18.200 hag, y por tanto, según el Informe, la huella ecológica está situada en 2,7 hag/p; esto es lo que cada persona exige actualmente en promedio a la naturaleza terrestre para satisfacer su consumo. Por lo tanto, la huella ecológica supera en 0,9 hag/p a la biocapacidad, que 1,8.
Entre los componentes de la huella ecológica destaca la huella del carbono, que es el resultado de la quema de los combustibles fósiles y constituye la causa principal de la actual insostenibilidad de la economía humana. También se encuentran la deforestación, la pesca, la agricultura y el pastoreo, así como la urbanización. El Informe muestra el agotamiento de cientos de especies vivas en numerosos entornos geográficos, como consecuencia de la presión de las actividades humanas. Pero especialmente esa degradación se intensifica en las zonas tropicales. Eso no significa que la causa de la degradación ambiental esté en los países tropicales, sino que el consumo de los países desarrollados afecta principalmente a las zonas del trópico. La riqueza que consumimos en los países ricos se extrae de la naturaleza tropical a costa del empobrecimiento de las regiones terrestres situadas en el ecuador. Por poner un ejemplo, la selva indonesia ha desaparecido casi completamente, pero mientras que en Indonesia la huella ecológica es 1,2, está un tercio por debajo de la huella de equilibrio, en los EE.UU. la huella es 7,2, cuatro veces por encima de la sostenibilidad. El desastre ambiental está causado por los países ricos, pero lo padecen principalmente los países pobres. Es otra faceta de la injusta distribución de la riqueza que ha causado el imperialismo capitalista europeo, hegemónico en la humanidad desde hace 500 años.
En ese sentido, ni siquiera la opción reformista de la socialdemocracia es aceptable desde el punto de vista ambientalista que adopta el Informe Planeta Vivo. Países gobernados por el socialismo reformista desde el modelo del Estado del Bienestar, como Dinamarca, Noruega o Suecia, se encuentran entre los más insostenibles del mundo. Por el contrario, dentro de los países sostenibles se encuentra la República de Cuba, gobernada desde los presupuestos del socialismo científico organizado por el Partido Comunista de Cuba. Se debe subrayar este aspecto del Informe, que apunta a revalorizar un modelo económico que está poco valorado en nuestros días por causa de los acontecimientos políticos de las últimas décadas.
El Informe compara la sustentabilidad de las economías nacionales con el IDH (Índice de Desarrollo Humano) elaborado por el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo). Es un acierto utilizar esta medida del desarrollo humano, sustituyendo el PIB per capita (Producto Interior Bruto por habitante), que es una medida capitalista de la riqueza. El IDH se realiza combinando el PIB per capita, con la educación, medida en años de escolarización en promedio, y la salud, esperanza de vida al nacer. A pesar de constituir un progreso, la insatisfacción que me produce ese IDH, el indicador elaborado por el PNUD, deriva en utilizar todavía el PIB como uno de sus componentes. Por el contrario, por las razones más arriba expuestas, el PIB debería ser utilizado como una medida de la destrucción de la biosfera por la actividad económica, y debería ser pensado como una medida contradictoria con la sustentabilidad de la economía.
Como resultado de utilizar esos dos indicadores –huella ecológica e IDH-, obtenemos una clasificación de las economías nacionales y regionales. Por un lado, existe un tipo de economías con alto desarrollo humano, que tienen al mismo tiempo una huella ecológica demasiado grande para las posibilidades de la biosfera terrestre. Son los países desarrollados según el modelo capitalista de la economía de mercado: países de América del Norte y Europa, algunos de Oriente Medio y Asia. La mayoría de los países africanos y asiáticos se sitúan en la zona opuesta: un bajo IDH acompaña a la sustentabilidad económica. Un grupo de países se sitúa en una zona intermedia: nos son sustentables, por estar arriba de las 1,8 hag/p que define el equilibrio con la naturaleza, y además no alcanzan el desarrollo humano alto. Finalmente la estrecha zona que combina un alto IDH con la sostenibilidad ambiental, se encuentra vacía. No hay ningún país que tenga los criterios mínimos para alcanzar la sostenibilidad.
Sin embargo, ese desalentador resultado del Informe es discutible. La primera observación es que de todos los países que están por debajo de la línea de los 1,8 hag/p, que define la sostenibilidad, el que tiene un IDH más alto es la República de Cuba cifrado en 0,776 por el PNUD. Cuba es por tanto, el mejor modelo económico sustentable del que disponemos. Es de observar que hace cuatro años Cuba estaba dentro de los criterios mínimos de la sostenibilidad según el Informe Planeta Vivo 2008. ¿Qué ha pasado para que ahora haya salido afuera de esa zona del gráfico? Evidentemente, no es que Cuba haya cambiado tanto como para haber retrocedido en el IDH, sino que los criterios sobre los que se basa el Informe han cambiado. En efecto, el PNUD no incluía a Cuba en su IDH hace cuatro años, puesto que no había medios para medir el PIB per capita en esa nación. Entonces se utilizaba una medida que era el IDH construido sobre la base de la educación y la salud exclusivamente, para situarse de ese modo entre los países de IDH alto. Pero si examinamos el IDH del 2011, excluyendo el PIB per capita –en la última columna de la clasificación por países según el IDH, presentada por el PNUD-, encontramos que el IDH de la República de Cuba es 0,904, situándose entre los 25 primeros países con IDH alto, además de ser sostenible.[1]
Por otra parte, el Informe considera también el IDH corregido por la desigualdad, lo que supone una pérdida de desarrollo humano para todos aquellos países que pueden ser medidos por ese concepto, y un 23% en el conjunto de los países. En ese otro indicador, la República de Cuba no es evaluada por falta de datos, excepto en el área de la esperanza de vida donde obtiene un Indicador corregido de 0,883, siendo uno de los países que gana en desarrollo humano al considerarse este nuevo factor.
Es de señalar, que otro elemento que se relaciona con la insostenibilidad de la actual civilización es el aumento de la población que vive en las ciudades. Es evidente la necesidad de revitalizar el mundo rural con vistas a la sostenibilidad económica de la humanidad. Las principales luchas sociales y políticas que se producirán en el siglo XXI ya no sucederán en las ciudades, sino en el campo, alrededor de la actividad agrícola. Eso significa también que las luchas de clases más decisivas ya no vendrán protagonizadas por los trabajadores industriales de las ciudades, sino que por los trabajadores agrícolas rurales. Especialmente, porque está en marcha una revolución tecnológica en la agricultura, fundada en la biotecnología y los Organismos Genéticamente Modificados. El Informe Planeta Vivo todavía no tiene en cuenta este factor, que debería ser incluido de alguna manera en las medidas que nos ofrece para evaluar el estado de la biosfera. Una ONG que se autodenomina WWF, Fundación para un mundo de vida salvaje, debería tener en cuenta esa realidad de la agricultura capitalista mundializada.
Por otra parte, los análisis marxistas de las luchas de clases a nivel internacional necesitan modificar sus esquemas de interpretación de la realidad social, atendiendo a los nuevos factores ecológicos. Es necesario prestar atención a y comprender mejor las características de las clases campesinas, sin perder de vista la actividad mundial del capitalismo globalizado. Es necesario abandonar las ilusiones desarrollistas de un progreso sin límites, basado exclusivamente en la tecno-ciencia. Es necesario denunciar consecuentemente el imperialismo de los países capitalistas desarrollados, no solo por su injusta distribución de la riqueza, sino además por la destrucción del equilibrio entre la especie humana y su medio ambiente terrestre.
[1] En 2011 Cuba ocupaba el puesto 103 en PIB per capita, el puesto 51 en IDH con 0,776 y el puesto 24 en IDH excluido el PIB per capita 0,904. http://hdr.undp.org/en/media/HDR_2011_ES_Table1.pdf.