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Bolivia: Exorcismo político

Raúl Prada Alcoreza :: 07.03.13

Todas las leyes promulgadas por el presidente son inconstitucionales; en vez de ser fundacionales restauraron el Estado-nación; no fueron la base jurídico-política de la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico

Exorcismo político
Raúl Prada Alcoreza

Se dice del exorcismo que es una práctica religiosa o mágica, como un ritual, para expulsar al espíritu maligno que posee el cuerpo de la persona afectada. Usamos esta metáfora para aludir la práctica de los políticos oficialistas de “exorcizar” el espíritu constituyente del cuerpo inscrito de la Constitución, así como de los cuerpos de las multitudes y de los movimientos sociales, que forman parte integral e inmanente del poder constituyente. Lo primero que hace el oficialismo, una vez aprobada la Constitución en Oruro por la Asamblea Constituyente, es hacer revisar el texto constitucional aprobado por el Congreso, convertido en constitucional. El poder constituido suplantó las funciones y atribuciones del poder constituyente. Los voceros del oficialismo no dijeron nada, más bien aplaudieron. Incluso el vicepresidente en un discurso declaro que se mantuvo el núcleo de la Constitución, reconociendo las revisiones. El gobierno y la Asamblea Legislativa iniciaron la elaboración de leyes sin atender a los condicionamientos de la Constitución, que establece, de manera clara, la construcción colectiva de la ley. Tampoco tomaron en cuenta la interpretación integral de la Constitución, el espíritu constituyente, menos los mandatos transformadores exigidos en la transición. Todas las leyes promulgadas por el presidente son inconstitucionales; en vez de ser fundacionales restauraron el Estado-nación; no fueron la base jurídico-política de la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Los voceros oficialistas no dijeron nada, tampoco convocaron al espíritu constituyente. En el conflicto del TIPNIS desconocieron flagrantemente la Constitución, los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, la consulta con consentimiento, previa, libre, e informada. Lo siguen haciendo con las leyes que siguieron, al desconocer los acuerdos con el Pacto de Unidad, que elaboró el Anteproyecto de Ley de la Madre Tierra, logrando consensuar un proyecto de ley instrumental, que contenía el espíritu del Anteproyecto. En vez de aprobar la ley consensuada y puesta en agenda en la Asamblea Legislativa, el gobierno y la Asamblea Legislativa prefirieron destrozar esta ley de la madre tierra y elaborar un bricolaje de ley, donde introducen como marco el desarrollo integral, subordinando a la madre tierra al paradigma desarrollista. Después elaboran un proyecto de Ley Marco de Consulta que tiene las caracterizas evidentes de una ley colonial que reitera el etnocidio. Ante estos hechos que desconocen abiertamente el espíritu constituyente el gobierno, la mayoría de la asamblea, los voceros oficialistas, no dijeron nada. Ahora, cuando se requiere ir a la reelección del presidente, ante las condicionantes y limites que establece la Constitución, desesperados proponen una interpretación estrambótica de los artículos relativos a la reelección, a las disposiciones transitorias y a la interpretación del Tribunal Constitucional. Su principal argumento es volver al espíritu constituyente; llama la atención que recién se recurra a esta convocatoria en un tema menor, en comparación con los temas estratégicos que contemplan las leyes que deberían ser fundacionales. También llama la atención que se lo haga de una manera que mas bien se parece al “exorcismo” del espíritu constituyente, siguiendo su costumbre vulneradora de la Constitución. Vamos a detenernos nuevamente a analizar estos síntomas de una práctica política que combina demagogia y violencia estatal, simbólica y física, violando sistemáticamente la Constitución y desconociendo el espíritu constituyente, el sentido transformador y descolonizador del texto.

El artículo 196 de la Constitución, correspondiente al capítulo sexto, Tribunal Constitucional Plurinacional, relativo al título III, Órgano judicial y Tribunal Constitucional, dice:

En su función interpretativa, el Tribunal Constitucional Plurinacional aplicará como criterio de interpretación, con preferencia, la voluntad del constituyente, de acuerdo con sus documentos, actas y resoluciones, así como el tenor literal del texto.

Éste es el artículo que usan los voceros oficiales para pretender validar una interpretación estrambótica del artículo 411, correspondiente a la quinta parte de la Constitución, Jerarquía normativa y reforma de la Constitución, relativa a Disposiciones transitoria, en el parágrafo II, donde el tenor literal es:

Los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución serán tomados en cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos periodos de funciones.

Quiere decir, de acuerdo a la “voluntad del constituyente”, de acuerdo con sus documentos, actas y resoluciones, así como el tenor literal del texto lo contrario, es decir, que:

Los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución NO serán tomados en cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos periodos de funciones.

El tenor literal del texto no contiene esa negación; ¿de dónde sale esta? La frase es afirmativa, no negativa. Los documentos, actas y resoluciones, tienen que estar de acuerdo al tenor literal del texto. El espíritu constituyente no puede desfasarse del cuerpo de la inscripción inscrita. Si ocurriera esto muere la vida del sentido de la inscripción. Ya no hay posibilidad de interpretación de ninguna clase ente la muerte. Ante el cadáver del texto literal en cuestión, relativa a la reelección, los voceros oficiales quieren convocar el espíritu constituyente, que ya se ha alejado del cuerpo que lo cobijaba. Lo único que acompaña ante el cuerpo inerme de lo escrito, aprobado por el pueblo boliviano y promulgado, es la pronunciación insólita de un discurso fúnebre, que le dice al cadáver: tu espíritu constituyente decía NO en Oruro, aunque tu texto inscrito dice SI. Despierta Lázaro con el espíritu constituyente, vuelve a la vida, di ahora SI.

Por cierto, esta es una “interpretación” forzada, que adultera el tenor literal del texto. Como dijimos, cuando se separa sentido de significante, espíritu de inscripción, significación de escritura, muere la posibilidad de interpretación. Lo que hay es una turbia y manipulada “interpretación” de un texto muerto, que es en lo que queda el parágrafo del artículo sobre disposiciones transitorias, debido al uso perverso que hacen de éste los voceros oficiales, que más se parecen a unos prestidigitadores.

Como escribimos en un texto anterior[1], son el gobierno popular y el Congreso constitucional los que extirparon el espíritu constituyente en un 30% de lo aprobado en la Constitución de Oruro, suplantando el espíritu constituyente por el espíritu de los congresistas, que básicamente respondía a un acuerdo político. Lo grave de lo que hicieron, fuera de violar las competencias del poder constituyente por un poder constituido, es introducir los términos de nación boliviana, república, haber sacado la posibilidad de la reforma agraria, incorporando en lo cambiado un sentido conservador. Frente a este hecho consumado, los voceros defensores del espíritu constituyente no dicen nada; callan y callaron. Ahora lanzan sus gritos al cielo y se desgarran escandalosamente las vestiduras cuando se tiene que discutir la forma de viabilizar la reelección. Esta conducta perturbada asombra por sus pretensiones y sus poses. Pretende que el sentido de lo escrito es todo lo contrario del tenor literal, hace gala de fidelidad al jefe y convoca ritualmente al espíritu constituyente, cuando ellos fueron los que lo exorcizaron, no sólo con la modificación congresal, sino en la violación sistemática de la Constitución a lo largo de lo que viene de la segunda gestión de gobierno, promulgando leyes inconstitucionales, restaurando el Estado-nación, dispositivo colonial del orden mundial del sistema capitalista. Esta falaz y estridente pose cae por su propio peso.

Si se quiere volver al texto constitucional en Oruro, cosa que los constituyentes de mayoría estaríamos de acuerdo, entonces hagamos una reforma total de la Constitución promulgada; esto equivale a convocar a la Asamblea Constituyente, lo que implica también llevar la Constitución de Oruro a un referéndum constitucional. Sin embargo, esto no lo van a hacer; no están interesados en ninguna consecuencia. Sólo emiten demagogia en relación a un artículo de la Constitución, artículo que no es de lo más importante del texto y de la estructura constitucional. Con esta actitud de llunkirio extremo colocan al presidente en una situación no sólo incomoda sino peligrosa. Quieren llevarlo a la reelección en contra de las disposiciones normativas de la Constitución, cuando se puede ir a la reelección respetando estas disposiciones, convirtiendo una reforma parcial a la constitución y el referéndum consecuente en parte de una buena campaña electoral. Estas improvisaciones torcidas, malabaristas, lo único que hacen es deslegitimar la reelección del presidente. El llunkirio ha llevado al proceso de cambio al abismo y al presidente al peligro de su deslegitimación. A los llunk’u no les interesa meditar sobre estos temas, sobre estas consecuencias políticas; lo que les interesa es mantenerse en los espacios privilegiados donde se encuentran, usufructuando del poder.

Ahora bien, la pregunta es: ¿Por qué se hace todo este teatro? ¿Cuál es la estrategia, la táctica, el objetivo, o lo que se llame? ¿Se quiere más elecciones consecutivas, hasta el 2025? ¿Si fuese este el caso, por qué no se presenta una reforma parcial de la Constitución en este sentido? ¿Por qué se ocultan las cosas, para volver más tarde, en las subsiguientes elecciones a volver a repetir los escándalos? ¿Por qué esta falta de honestidad y transparencia? Al parecer los llunk’u creen en la astucia, prefieren la manipulación y el engaño como medio de táctica de sorpresa. Por medio de estos procedimientos han convertido al ejercicio de gobierno, al ejercicio legislativo, al ejercicio del poder, en un laberinto sin salida.

¿Cómo explicar este desatino inescrupuloso, que lo único que hace es embrollar las cosas y complicar la situación? ¿Hay como una costumbre de hacer esto, de aprovecharse de las circunstancias, las mínimas ventajas comparativas, las confusiones revueltas a propósito? Esta opción aparentemente astuta, que no es otra cosa que una maña tramposa, se da cuando no hay una estrategia política, no se tiene un proyecto político, pues se ha renunciado a éste, que es la Constitución. Cuando no se tiene un programa político, como lo entiende el marxismo, entonces se recurre a estas ambivalencias, a estos juegos puntuales que pretenden astucia. La apuesta es por el sensacionalismo, la bulla, la escenificación, la propaganda, la publicidad y la permanente campaña electoral. Con estas prácticas el ejercicio de la política ha perdido perspectiva; se trata de agotar en el momento el alcance de las acciones. No se puede asumir como programa un listado de intenciones o de proyectos, que no dejan ser los proyectos institucionales de los ministerios, parte de su gestión Esto no es un programa político, menos de transformación, mucho menos revolucionario. Incluso el llamado Plan de Desarrollo Nacional, anterior a la promulgación de la Constitución, no era otra cosa que un conglomerado de propuestas institucionales de los ministerios, encuadradas en una concepción desarrollista, aunque haciendo un esfuerzo por vincularlas a la nominación del vivir bien y cierta transición a una economía productiva, tampoco se puede considerar un programa político de transformaciones.
¿Qué se construye con estas constantes improvisaciones? El panorama de la incertidumbre; es como un juego al azar, con la diferencia de que no es la teoría de los grandes números la que termina encontrando regularidades en la misma secuencia de irregularidades, sino son las estructuras de poder local, regional y mundial, las que condicionan la marcha de los hechos, empujándolos a los objetivos históricos de estas estructuras, la acumulación ampliada de capital, el despojamiento y desposesión de los recursos naturales, la colonización interna de territorios y cuerpos, modulando y construyendo subjetividades afines a la reproducción del capital y del poder. Por eso, al orden mundial no le preocupa las fintas anti-imperialistas, mientras no sean otra cosa que puestas en escena, tampoco le preocupan las improvisaciones de los gobiernos, sabe que todo vuelve a su curso por el peso específico y el campo gravitatorio de las estructuras de dominación enclavadas en el orbe.

Del “indicador” que se obtiene de una discusión tan estridente como la de la reelección, a la que le prestan tantas atención tanto oficialistas como opositores, así como los medios de comunicación, podemos deducir que de lo que ocurre se conmensura la pobreza política de oficialistas y de oposicitores, así como la profunda debilidad informativa y comunicativa de los medios. Como dijimos en otro artículo[2], el problema no es la reelección sino la crisis profunda del proceso de cambio, el desajuste entre la práctica gubernamental y la Constitución. El tema de la reelección se puede resolver constitucionalmente; lo que tiene que resolverse políticamente es la crisis del proceso; esto no ocurre sin la participación de los movimientos sociales anti-sistémicos. Una discusión sobre la reelección no se aclara si no se la visualiza desde un contexto mayor, el de la crisis del proceso. Quedarse a discutir lo que permite o no la Constitución en relación a la reelección es inútil; esto queda en un debate de abogados. Lo que importa y es imprescindible es avizorar una salida a la crisis del proceso, que no se resuelven con reelección o con otra salida electoral, sino con el cumplimiento de las transformaciones estructurales e institucionales que exige la Constitución.

[1] Ver de Raúl Prada Alcoreza El espíritu constituyente; Bolbress 2013; La Paz.
[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza Reelección del presidente: ¿Discusión leguleya o constitucional? Bolpress 2013; La Paz.


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