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Más allá del marco territorial

Diagonal :: 12.03.13

Los intereses reales de la gente se expresan en territorios y localidades, perdiendo impulso la lucha centralizada en el estado

Más allá del marco territorial
JORDI BONET . Activista vecinal
05/03/13 · 22:13

Una de las principales fortalezas del movimiento 15M fue su capacidad para señalar que la brecha que separaba representantes y representados/as había cruzado un límite y ya no había vuelta atrás. Miles de personas salimos a la calle para exigir una democracia real y mostrar nuestra oposición al sistema de partidos que desde la Transición aseguraba la gobernabilidad del Estado. Barcelo­na y Madrid se convirtieron en los dos principales epicentros de la protesta y cualquier analista político era consciente de que tamaña movilización iba a tener un impacto electoral, y lo tuvo.

El primer impacto y más importante fue el descalabro electoral del PSOE, el partido que es heredero directo de los pactos de la Transición y que ha asegurado la gobernabilidad del Estado, ya fuera desde el gobierno o la oposición, en los últimos 35 años. El segundo fue la espectacular subida de UpyD y Ciutadans. Y el tercero fue la irrup­ción de dos fuerzas asamblearias, de izquierdas y partidarias del derecho a decidir, como Alternativa Galega de Esquerdas (AGE) y las CUP en sus respectivos parlamentos autonómicos, lo que supuso una modificación de su mapa electoral.

No hay en el Estado ninguna fuerza política de izquierda alternativa capaz de llenar el vacío político derivado de la crisis

¿Y el resto del Estado? Uno de los factores que explican el éxito, relativo pero destacable, de CUP y AGE es la existencia de diferentes sistemas de partidos en el Estado español a causa tanto de la introducción de un mesonivel autonómico como de la existencia del eje territorial en las comunidades históricas. El sistema de partidos catalán, vasco, gallego y andaluz opera con una lógica distinta a la estatal, al ser más multipartidista, lo que facilita la incorporación de nuevas fuerzas políticas. Sin embargo, el factor que marcó la diferencia fue que CUP y AGE supieron aprovechar la ventana de oportunidad que se les brindaba para conseguir el apoyo electoral necesario para lograr representación parlamentaria. A su favor jugaba su capacidad de combinar lo nuevo –una alternativa de regeneración democrática surgida desde una izquierda sin el peso de herencias incómodas– con lo conocido –la experiencia municipal de las CUP y el liderazgo de Xose Manuel Beiras en AGE–. Am­bas formaciones supieron ubicarse correctamente en la posición de salida disputando el voto de izquierdas a las formaciones tradicionales que estaban lastradas por su anterior experiencia de gobierno, BNG en el caso de AGE y ICV en el caso de las CUP.

Izquierda Unida, que tendría que haber sido la principal beneficiaria de la debacle socialista en el resto del Estado, en cambio debe contentarse con arañar migajas electorales. En su contra juega la pervivencia de una estructura jerárquica, lastrada por la presencia del PCE; su incapacidad de proyectar un liderazgo y un discurso alternativo; así como su ansia en monopolizar las distintas iniciativas críticas, en vez de acompañarlas. A pesar de la existencia de notables excepciones, hoy parece difícil que a través del enésimo proceso de refundación de IU ésta pueda jugar un rol análogo al desempeñado por CUP y AGE.

La izquierda social en el Estado español se encuentra así ante una difícil disyuntiva. Por una parte, no existe en el conjunto del Estado ninguna fuerza política de izquierda alternativa capaz de llenar el vacío político derivado de la crisis del régimen de la Transición. Por otra parte, en aquellos territorios en que existen agrupaciones políticas que podrían desempeñar esta función, éstas tienen como objetivo la ruptura con el marco territorial existente, y por tanto no tienen ningún interés en participar en un proyecto político de ámbito estatal.

Posiblemente, la solución a este nudo gordiano pase por que la izquierda española realice también su evacuación del lastre de la transición incorporando en el tan manido proceso constituyente el respeto al derecho a decidir de los distintos territorios como un derecho democrático separado de las ideologías nacionalistas –centralistas o periféricas– y la constitución de un movimiento electoral en red distinto de la forma partido tradicional, con capacidad de generar discurso en aquellas cuestiones relevantes y de situarse como una opción nueva y atractiva para el conjunto de la ciudadanía.


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