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Correa, minería y Marx: Hoy en América Latina, Marx ¿sería extractivista?

Eduardo Gudynas :: 25.03.13

“¿Dónde está en el Manifiesto Comunista el no a la minería? ¿Qué teoría socialista dijo no a la minería?” Rafael Correa, presidente de Ecuador

CORREA, MINERÍA Y MARX: HOY, EN AMERICA LATINA, MARX ¿SERIA EXTRACTIVISTA?* POR EDUARDO GUDYNAS
Publicado por lalineadefuego el febrero 8, 2013 · 3 comentarios

En América Latina siguen avanzando las estrategias enfocadas en minería, hidrocarburos y monocultivos, a pesar que esto significa repetir el papel de proveedores de materias primas y de las resistencias ciudadanas. Este modo de ser extractivista se expresa tanto en gobiernos conservadores como progresistas. Pero como entre estos últimos se esperaba otro tipo de desarrollo, esa insistencia se ha convertido en un nudo político de enorme complejidad.
Para sostener el empuje extractivista se está apelando a nuevas justificaciones políticas. Una de las más llamativas es invocar a los viejos pensadores del socialismo, afirmando que no sólo no se opondrían al extractivismo del siglo XXI, sino que, además, lo promoverían.
Seguramente el ejemplo más destacado ha sido el presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien para defender al extractivismo lanzó dos preguntas desafiantes: “¿Dónde está en el Manifiesto Comunista el no a la minería? ¿Qué teoría socialista dijo no a la minería?” (entrevista de mayo de 2012).
Correa redobla su apuesta, ya que además de citar a Marx y Engels, le suma un agregado propio que no puede pasar desapercibido: “tradicionalmente los países socialistas fueron mineros”. El mensaje que se despliega es que la base teórica del socialismo es funcional al extractivismo, y que en la práctica, los países del socialismo real lo aplicaron con éxito. Si su postura fuese correcta, hoy en día, y en América Latina, Marx y Engels deberían estar alentando las explotaciones mineras, petroleras o los monocultivos de exportación. Adicionalmente, se siembra la idea que cualquier crítica al extractivismo sería un rechazo al socialismo o provendría de voces conservadoras.

Soñando con un Marx extractivista
Comencemos por sopesar hasta dónde puede llegar la validez de la pregunta de Correa. Es que no puede esperarse que el Manifiesto Comunista, escrito a mediados del siglo XIX, contenga todas las respuestas para todos los problemas del siglo XXI.
Como señalan dos de los más reconocidos marxistas del siglo XX, Leo Huberman y Paul Sweezy, tanto Marx como Engels, aún en vida, consideraban que los principios del Manifiesto seguían siendo correctos, pero que el texto había envejecido. “En particular, reconocieron implícitamente que a medida que el capitalismo se extendiera e introdujera nuevos países y regiones en la corriente de la historia moderna, surgirían necesariamente problemas y formas de desarrollo no consideradas por el Manifiesto”, agregan Hunerman y Sweezy. Sin duda esa es la situación de las naciones latinoamericanas, de donde sería indispensable contextualizar tanto las preguntas como las respuestas.
Seguidamente es necesario verificar si realmente todos los países socialistas fueron mineros. Eso no es del todo cierto, y en aquellos sitios donde la minería escaló en importancia, ahora sabemos que el balance ambiental, social y económico, fue muy negativo. Uno de los ejemplos más impactante ocurrió en zonas mineras y siderúrgicas de la Polonia bajo la sombra soviética. Hoy se viven situaciones igualmente terribles con la minería en China.
No puede olvidarse que muchos de esos emprendimientos, dado su altísimo costo social y ambiental, se concretan solamente si no existen controles ambientales adecuados o se silencian autoritariamente las demandas ciudadanas. Tampoco puede pasar desapercibido que aquel extractivismo, al estilo soviético, fue incapaz de generar el salto económico y productivo que esos mismos planes predecían.
Actualmente, desde el progresismo se defiende el extractivismo aspirando aprovechar al máximo sus réditos económicos para así financiar, por un lado distintos planes sociales, y por el otro, cambios en la base productiva para crear otra economía. De manera muy resumida la idea es aprovechar la riqueza de los recursos naturales para seguir financiando planeas como los bonos mensuales a los sectores más pobres o la construcción de infraestructura, y en paralelo, promover la diversificación económica (en unos países esa promesa tiene un enfoque más industrialista, como hace el gobierno brasileño, y en otros se vuelca servicios y conocimiento, como en Ecuador).
Pero esa marcha extractivista padece de varios problemas. Uno de ellos es que se genera una dependencia entre el extractivismo y los planes sociales. Sin los impuestos y regalías a las exportaciones de materias primas se reducirían las posibilidades para financiar, por ejemplo, los programas de asistencia social. Claro, también se reduce el financiamiento del propio aparato del Estado. Esto hace que los propios gobiernos se vuelvan extractivistas, convirtiéndose en socios de los más variados proyectos, cortejando inversores de todo tipo, y brindando diversas facilidades. Sin dudas que existen cambios bajo el progresismo, y muchos de ellos muy importantes, pero el problema es que se repiten los impactos sociales y ambientales y se refuerza el papel de las economías nacionales como proveedores subordinados de materias primas.
La pretensión de salir de esa dependencia por medio de más extractivismo no tiene posibilidades de concretarse. Se genera una situación donde la transición prometida se vuelve imposible, por las consecuencias del extractivismo en varios planos, desde las económicas a las políticas (como el desplazamiento de la industria local o la sobrevaloración de las monedas nacionales, a combatir la resistencia ciudadana). El uso de instrumentos de redistribuciones económicas esperando lograr adhesión y apaciguamiento tiene alcances limitados, ya que a pesar de esos pagos de todos modos persisten las movilizaciones ciudadanas. Pero además es financieramente muy costoso, y vuelve a los gobiernos todavía más necesitados de nuevos proyectos extractivistas.
Es justamente todas esas relaciones perversas la que deberían ser analizadas mirando a Marx. El mensaje de Correa, si bien es desafiante, muestra que más allá de las citas, en realidad, no toma aquellos principios de Marx que todavía siguen vigentes para el siglo XXI.

Escuchando la advertencia de Marx
Marx no rechazó la minería. La mayor parte de los movimientos sociales tampoco la rechazan, y si se escuchara con atención sus reclamos se encontrará que están enfocados en un tipo particular de emprendimientos: a gran escala, con remoción de enormes volúmenes, a cielo abierto e intensiva. En otras palabras, no debe confundirse minería con extractivismo.
Marx no rechazó la minería, pero tenía muy claro donde debían operar los cambios. Desde su perspectiva surgen las respuestas para la pregunta de Correa: Marx distinguía al “socialismo vulgar” de un socialismo sustantivo, y esa diferenciación debe ser considerada con toda atención en la actualidad.
En su “Crítica al programa de Gotha”, Marx recuerda que la distribución de los medios de consumo es, en realidad, una consecuencia de los modos de producción. Intervenir en el consumo no implica transformar los modos de producción, pero es en este último nivel donde deberán ocurrir las verdaderas transformaciones. Agrega Marx: “el socialismo vulgar (…) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución”.
Aquí está la respuesta a la pregunta de Correa: Marx, en la América Latina de hoy, no sería extractivista, porque con ello abandonaría la meta de transformar los modos de producción, volviéndose un economista burgués. Al contrario, estaría promoviendo alternativas a la producción, y eso significa, en nuestro contexto presente, transitar hacia el post-extractivismo.
Saldada la cuestión no está demás agregar que con esta respuesta queda también en evidencia que la búsqueda de esas alternativas no está reñida con la tradición socialista, y que burlarse de quienes lo intenta parecería que sólo sirve para encubrir la ausencia de mejores argumentos.
Volviendo a Marx, no olvidemos que muchos han explorado su faceta “ecológica”, tal como ha hecho con mucha energía John Bellmay Foster. Desde sus posiciones se podría sumar otros argumentos para afirmar que Marx nunca sería extractivista. Pero es también apropiado admitir que la mirada de Marx seguramente no es suficiente para organizar esa salida postextractivista, ya que era un hombre inmerso en las ideas del progreso propio de la modernidad del siglo XIX. Pero sí es muy necesario en identificar el sentido que deberían tener esas alternativas.
En efecto, queda en claro que los ajustes instrumentales o mejoras redistributivas, pueden representar avances, pero sigue siendo imperioso trascender la dependencia del extractivismo como elemento clave de los actuales modos de producción. Esta cuestión es tan clara que el propio Marx concluye “Una vez que está dilucidada, desde ya mucho tiempo, la verdadera relación de las cosas, ¿por qué volver a marchar hacia atrás? Entonces, ¿porqué se sigue insistiendo con el extractivismo?

Referencias
Bellamy Foster, John. 2000. La ecología de Marx. El Viejo Topo, Madrid.
Huberman, L. y P. Sweezy. 1964. El Manifiesto Comunista: 116 años después. Monthly Review 14 (2): 42-63.
Marx, K. 1977. Crítica del Programa de Gotha. Editorial Progreso, Moscú.
* una versión reducida de este articulo fue publicado por ALAI
Eduardo Gudynas es investigador en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social), su blog www.accionyreaccion.com Una adelanto abreviado del presente artículo fue publicado por ALAI.


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