Las peleas entre fracciones troskistas entre los trabajadores bolivianos
Una valoración autocrítica del balance político y la situación de los explotados
Miguel Lora Ortuño
Varios factores obstaculizan la lucha de los explotados en el presente período, pero el fundamental que no ha podido superarse durante el último cuarto de siglo es la ausencia política del proletariado. El nuevo proletariado minero ha perdido su nexo con su vieja tradición revolucionaria y es fuertemente influenciado por las taras de la clase media. Además, los elevados sueldos que perciben los mineros y los petroleros han contribuido a paralizar la lucha de estos sectores, en perjuicio de los otros que agonizan de hambre.
Los marxistas, los únicos que hacen de la política una ciencia social, deben partir –en todo momento– del cuidadoso análisis de la realidad que nunca permanece inmutable. La economía y el comportamiento de las clases sociales están en permanente transformación, ya sea marchando hacia adelante y otras veces retrocediendo, abandonando los avances ya logrados. En este escabroso y contradictorio proceso que recorre la realidad social es preciso visualizar los obstáculos que se presentan en el camino y las perspectivas de los protagonistas de la lucha de clases.
Quienes se encierran en un gabinete elucubrando las teorías aparentemente más coherentes, dando las espaldas a la realidad, terminan fatalmente en el subjetivismo; pretenden subordinar la realidad a sus esquemas mentales para concluir enarbolando teorías disparatadas que pronto se harán añicos al chocar con la realidad. El Partido político que no está inserto en la lucha de clases, tomando el pulso cotidianamente a los cambios que se están operando en la realidad objetiva y la conciencia de las masas, termina repitiendo consignas mecánicamente y aislándose de la lucha de los explotados.
Así, nuevamente volvemos al problema capital de la política revolucionaria: la condición para que el Partido revolucionario siga paso a paso el contradictorio proceso social es que se encuentre en el seno de los explotados, viviendo día a día todas sus vicisitudes, sus victorias y sus derrotas.
En la presente coyuntura de la nueva versión del nacionalismo de contenido burgués encarnado por el MAS, partimos del postulado teórico fundamental de que a esta altura del desarrollo del capitalismo ya no es posible un crecimiento armónico de las fuerzas productivas. Por tanto, el gobierno de MAS que prometió un largo período de crecimiento económico y prosperidad para los explotados está condenado a fracasar.
Partiendo de ese principio teórico mil veces confirmado por la realidad, dijimos que este gobierno, al no poder satisfacer las necesidades vitales de los explotados, terminaría chocando con éstos y desnudaría –cada vez más brutalmente– su verdadero contenido de clase como sirviente de la clase dominante nativa y de las transnacionales. En este análisis no nos equivocamos un milímetro; ahora todos –aún aquellos que tenían ilusiones en el MAS– llegan a la misma conclusión.
Luego señalamos que, en este proceso, al chocar con el gobierno incapaz de darles pan, trabajo y seguridad, las masas se irían emancipando políticamente de la férula masista, y a esta altura de los acontecimientos nadie puede dudar que teníamos razón. Esta emancipación política se realiza aún con diferentes ritmos, unos sectores han avanzado mucho más rápido que otros, según sus necesidades materiales, y otros aún permanecen entrampados en las ilusiones masistas.
Sin embargo, a pesar de la gravedad de la crisis económica en muchos sectores, no encontramos una acción persistente de los explotados para exigirle al gobierno soluciones a sus necesidades vitales. Esporádicamente se han realizado movilizaciones radicales en diferentes sectores por motivos distintos, aparentemente sin ninguna conexión unos con otros, aunque todos ellos expresan el malestar que sienten por el agravamiento de las condiciones de vida a las que están sometidos.
Los aymaras del altiplano paceño no realizarían un bloqueo tan radical por más de 15 días –aunque su objetivo de los tres puentes parezca disparatado para el resto de la población- si no estuvieran profundamente contrariados por la política que desarrolla el gobierno y que les afecta en sus intereses. De igual manera, los comerciantes minoristas no se rebelarían contra la política impositiva del gobierno si no les afectaría en sus negocios, al igual que los gremios del transporte pesado, los cívicos orureños, el transporte libre, etc. Es importante comprender que el común denominador de todos estos conflictos es la agudización de la miseria.
El problema está en descubrir cuáles son los obstáculos que impiden que estos sectores que están en las calles puedan encontrarse entre sí para converger todos hacia una sola plataforma de lucha que refleje sus intereses materiales. Esta plataforma no puede ser otra que la respuesta concreta a la miseria, aunque las características de los sectores sean muy disímiles.
Diferenciar la naturaleza de los factores que obstaculizan la lucha
Se ha dicho que los explotados de los diferentes sectores, catalizados por los efectos de la crisis, están en las calles explosionando de manera intermitente. Las diferentes movilizaciones son cada vez más radicales y profundas, pero tan pronto surgen por objetivos muy particulares, tienden a la dispersión quedando en la nada, para luego resurgir nuevamente en diferentes momentos y bajo condiciones distintas. No encuentran la tendencia a la unificación con las demás movilizaciones; no surge la posibilidad de forjar un pliego único nacional que encarne las necesidades de los combatientes; está ausente la perspectiva política que pueda servir como norte de los combatientes.
Existen, no cabe duda, factores que obstaculizan la lucha de los explotados en el presente período; pero no todos tienen la misma naturaleza o están en el mismo nivel de importancia. Unos son fundamentales porque marcan a fuego las particularidades del presente proceso y emergen de condiciones objetivas como la crisis estructural del capitalismo; por tanto son difíciles de superar sólo con la acción sistemática del Partido o de las organizaciones sindicales. Pero también concurren otros factores absolutamente coyunturales y que, en la cambiante situación del país, van a desaparecer muy rápidamente.
El factor fundamental que no ha podido superarse durante el último cuarto de siglo es la ausencia política del proletariado en el escenario. Está presente físicamente como “clase en sí”, numéricamente muy disminuido como consecuencia de la acción destructora de la crisis estructural del capitalismo que en el sector minero se ha traducido en el despido masivo y el cierre completo de la minería nacionalizada (relocalización).
Los otros sectores, como el fabril, han sobrevivido sometidos a durísimas condiciones de trabajo por la destrucción de las conquistas sociales (flexibilización laboral). La situación fabril es bastante complicada porque la mayoría de los sindicatos no puede emanciparse del control de sus patrones y maneja la idea equivocada de que hay que evitar crear problemas a sus empresas por el peligro permanente del cierre de sus fuentes de trabajo.
En el último decenio, con el auge de los precios de los minerales, se ha recompuesto el proletariado minero en el sector nacionalizado de Huanuni y, últimamente, en Colquiri. Pero se trata de un nuevo proletariado que ha perdido su nexo con su vieja tradición revolucionaria; es un nuevo movimiento fuertemente influenciado por las taras de la clase media y por el oficialismo que no logra superar el prejuicio colaboracionista de que en sus espaldas está el destino de la empresa y que la administración de la misma está en sus manos.
El movimiento fabril tampoco logra revertir la flexibilización laboral impuesta por el neoliberalismo; sometido a sueldos miserables y a la privación de sus conquistas sociales, se adscribe dócilmente a la política salarial que impone el gobierno a gusto de la patronal por el temor de perder sus fuentes de trabajo.
En estas condiciones, el proletariado no puede ejercer su papel de vanguardia revolucionaria de todos los explotados del país, quienes, carentes de dirección política, viven una suerte de permanentes frustraciones porque sus movilizaciones no apuntan a una perspectiva concreta, que es la superación del orden social burgués y la necesidad de construir una nueva sociedad basada en el propiedad social de los medios de producción, perspectiva que sólo la clase obrera puede encarnar por sus relación con la propiedad y su forma de trabajo.
En general, hablamos no sólo de la destrucción física de la clase sino de una derrota política porque ha retrocedido en sus posiciones programáticas alcanzadas en el proceso histórico anterior, cuyos puntos culminantes han sido la Tesis de Pulacayo y el programa constitutivo de la Asamblea Popular de 1971.
Entre los factores coyunturales que obstaculizan la lucha unitaria de los explotados están los elevados sueldos que perciben los mineros y los petroleros por los altos precios de los minerales y el lucrativo negocio del gas. Este hecho, indudablemente, ha contribuido a paralizar la lucha de estos sectores en perjuicio de los otros que agonizan de hambre.
También, algunas capas de la clase media, los comerciantes, la banca, el sector agrario, los cocaleros y otras capas que prosperan al amparo del narcotráfico y de las remesas internacionales, se tornan en obstáculos para la lucha de los oprimidos contra la miseria. Sin embargo, es bueno tomar en cuenta que dependen de los vaivenes inestables de la crisis internacional, y en cualquier momento pueden colapsar, impulsándolos a soldarse con la lucha de la mayoría nacional.
La huelga de la COB y la actitud de las masas
La firma traidora del “acta de entendimiento” aceptando el miserable 8% de incremento de sueldos y salarios; la manera torcida de encarar las negociaciones en torno a la ley de pensiones por parte de los dirigentes de la COB, y la conducta de los mineros, que prometen acatar las huelgas en los ampliados y que luego no cumplen, pesan mucho en la actitud de los otros.
Ha sorprendido a todos los sectores afiliados a la organización matriz de los trabajadores y a la opinión pública que, de la noche a la mañana y sin previa preparación, el ampliado de la COB hubiera declarado la huelga general indefinida con bloqueo de caminos y calles. Algún dirigente de la confederación del magisterio urbano reveló que en el ampliado no se habló de la huelga general indefinida y que sólo los dirigentes habrían incorporado la medida en las conclusiones finales cuando ya no hubo tiempo de debatir sobre el asunto. De lejos se puede percibir que la burocracia cobista forzó la aprobación de la medida para luego anunciarla de manera espectacular, fingiendo poses estudiadamente radicales.
En diferentes reuniones realizadas en la víspera de poner en práctica la huelga general indefinida y el bloqueo de caminos (ampliado de la COD de Cochabamba, Consejo Consultivo del magisterio urbano de Cochabamba, reunión ampliada de los dirigentes de la Confederación del magisterio urbano con participación de los ejecutivos de las federaciones departamentales y regionales, el Consejo Consultivo del Magisterio Paceño, etc.), rondó la idea general de que la convocatoria a la huelga general ha sido irresponsable y precipitada, sin antes haberla preparado en las bases.
En todas estas reuniones se ha cuestionado las negociaciones que han seguido los dirigentes sobre la Ley de Pensiones; se ha dicho que los dirigentes han cambiado abusivamente -desde el ampliado de Sucre- el objetivo de luchar por una renta equivalente al 100% del sueldo de un trabajador activo, exigiendo al Estado y al patrón privado aportar efectivamente para mejorar las rentas de los trabajadores.
En todas partes se ha condenado a los dirigentes de la COB por dejarse arrastrar de narices por el gobierno y los mineros para discutir los topes máximos y mínimos de las rentas, sin tomar en cuenta que para las grandes mayorías que perciben sueldos miserables estos topes propuestos por unos y otros son inalcanzables porque el cálculo de la renta se hace sobre el 60, 65 y 70% (según los años de aportes) de los miserables sueldos que ganan. (1)
Todos los sectores de servicios (maestros, trabajadores en salud, trabajadores de la CNS y otros) están cansados de hacer el papel de carne de cañón, acatando los paros a costa de descuentos, sin que los sectores productivos cumplan las huelgas que ellos mismos aprueban en los ampliados. Por ello han exigido que primero se paralice el aparato productivo para luego acatar la huelga general indefinida y, finalmente, han señalado que están hartos de las traiciones de los dirigentes de la COB y de las direcciones nacionales, que de manera inconsulta terminan firmando convenios traidores.
Muchos sospechan que la burocracia sindical convoca a la huelga general indefinida buscando premeditadamente su fracaso para luego usar el argumento de que no hay condiciones para la lucha y que no hay otro camino que la capitulación. Así procedió en el pasado y no hay ninguna razón para no esperar que ahora repita su táctica traidora.
Para evitar una nueva traición se debe fortalecer las movilizaciones hasta paralizar el país, pero imponiendo desde las bases el retorno a los objetivos iniciales de lograr una renta equivalente al 100% del sueldo de un trabajador activo, arrancando el aporte estatal y aumentando el aporte patronal.
Este planteamiento refleja claramente la concepción obrera del régimen de la seguridad social, según la cual las rentas son parte del salario del trabajador cuyo pago ha sido diferido para cuando éste sea asimilado a la masa de jubilados. Entendido así el problema, son el empleador y el Estado burgués quienes tienen la obligación de garantizar la sostenibilidad del régimen de rentas.
Nota 1: En las negociaciones con el gobierno, la burocracia abandonó deliberadamente el objetivo central de la lucha y se resignó a que las rentas de los jubilados lleguen al 70% del promedio de los últimos 24 sueldos, algo que ya está establecido en la misma Ley de Pensiones. De esta manera, la dirigencia de la COB terminó discutiendo topes máximos y mínimos en el cálculo de rentas, sin tocar para nada los porcentajes de los cálculos de acuerdo a la densidad de cotizaciones, siempre orientados a alcanzar el 100% para los que cumplen 30 y 35 años de aportes. La burocracia plantea el tope máximo de 8.000 Bs. para mineros y 5.000 para los otros sectores; por su parte el gobierno ofrece 4.000 para los mineros y 3.200 para los demás sectores. Sin embargo, estos topes son apenas puntos referenciales porque nada tienen que ver con la forma tramposa de la calificación de las rentas que establece la Ley. En el planteamiento de la COB, ningún sector con sueldos miserables podrá ni siquiera aproximarse al tope de 5.000 y, en el caso de los mineros, el tope de los 8.000 Bs. tiene significación para los sueldos que oscilan entre 11 y 13 mil bolivianos, un hecho absolutamente coyuntural.
* Secretario ejecutivo de la Federación de Maestros Urbanos de Cochabamba.