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Bolivia: Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Aproximaciones al acontecimiento político

Raúl Prada Alcoreza :: 23.05.13

Se debe conformar una cartografía de nuevas instituciones, de organizaciones sociales, de organizaciones populares y de pueblos, de organizaciones de las diversidades subjetivas, que garantice el ejercicio de la democracia participativa, directa, comunitaria, representativa de todos

Aproximaciones al acontecimiento político
Reflexiones sobre el “proceso” de cambio

Raúl Prada Alcoreza

Intentaremos una reflexión teórica sobre el llamado proceso de cambio. Comenzaremos por definir la crisis de donde emergió el proceso; entonces es conveniente definir dos conceptos iniciales de la reflexión, crisis y proceso.

Raúl Prada Alcoreza

Raúl Prada AlcorezaEscritor, docente-investigador de la Universidad Mayor de San Andrés. Demógrafo. Miembro de Comuna, colectivo vinculado a los movimientos sociales antisistémicos y a los movimientos descolonizadores de las naciones y pueblos indígenas. Ex-constituyente y ex-viceministro de planificación estratégica. Asesor de las organizaciones indígenas del CONAMAQ y del CIDOB. Sus últimas publicaciones fueron: Largo Octubre, Horizontes de la Asamblea Constituyente y Subversiones indígenas. Su última publicación colectiva con Comuna es Estado: Campo de batalla.

Supongo que lo que interesa a la carrera de filosofía de la UMSA, que es la auspiciadora de este seminario, que precisamente pretende reflexionar sobre el proceso político. No tanto así como efectuar reflexiones políticas, sino teóricas, aunque, como dice Françoise Lyotard, la filosofía hace política. Intentaremos entonces una reflexión teórica sobre el llamado proceso de cambio. ¿Qué es entonces lo primero que tenemos que poner sobre la mesa de reflexión acerca del proceso? ¿La caracterización del proceso? ¿Las contradicciones del proceso? ¿Un análisis comparativo con otros procesos políticos? ¿Cómo caracterizar el proceso? ¿A partir de cómo la definen sus protagonistas? ¿A partir de la crisis de dónde emergió? Comenzaremos por definir la crisis de donde emergió el proceso; entonces comenzaremos por la caracterización de la crisis.

Como estamos en un seminario de filosofía, que se propone reflexionar sobre el proceso político, debemos priorizar, se supone, la reflexión teórica; entonces es conveniente definir dos conceptos iniciales de la reflexión, crisis y proceso. Etimológicamente crisis quiere decir momento decisivo, situación inestable; viene del latín crisis y del griego krísis, que significa punto decisivo, viene de krínein, que quiere decir separar, decidir[1]. Desde la perspectiva médica se ha hecho hincapié en el sentido de descompensación fisiológica; una ruptura del equilibrio fisiológico. De ahí al concepto de crisis en la teoría de sistemas no hay mucho trecho; la teoría de sistemas habla de crisis cuando el sistema, los subsistemas componentes, los intercambios entre ellos, la retroalimentación con el entorno, ya no puede darse; ya no hay posibilidades de reproducción del sistema. El sistema entra en crisis. Ciertamente es un concepto abstracto, tiene el sentido de crisis estructural y sistémica. Jürgen Habermas la ha usado en este sentido, dándole también la tonalidad de problemas de legitimación.

El marxismo se ha referido a la crisis haciendo referencia a la crisis estructural y orgánica del capitalismo, crisis descifrada a partir de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, interpretada a partir de las dificultades para mantener la tendencias ascendentes de las tasas de ganancia; crisis que también es entendida, en un marco general, como crisis de acumulación, crisis de sobre-producción, también crisis de la reproducción del modo de producción capitalista. De aquí, se pasa a las consecuencias políticas y a las crisis sociales; las crisis políticas son entendidas como crisis del Estado, las crisis sociales son interpretadas desde la intensidad de la lucha de clases. Los análisis políticos, casi en general, hablan de crisis refiriéndose a hechos diferentes; crisis de gobierno, crisis de representación, crisis del sistema de partidos políticos, crisis coyunturales específicas. Como se podrá ver, el término crisis se presta a un abanico polisémico amplio; empero, de todas maneras, no pierde su raíz; momento decisivo, situación inestable, incluso momento de ruptura, de separación.

En Bolivia se ha hablado de crisis de una manera connotativa más o menos amplia; se ha hecho alusión a una crisis múltiple del Estado, caracterizando al Estado como Estado colonial, aunque la referencia se la hacía al Estado-nación. En este contexto connotativo, la referencias más puntuales se dirigían a la crisis del modelo neoliberal, a la crisis de los gobiernos neoliberales, a la crisis de representación, a la crisis del sistema de partidos; aunque también las connotaciones alcanzaban a la crisis de la sociedad y el Estado boliviano. Interesa detenerse en estas lecturas de la crisis o, mas bien, en esta lectura del acontecer político desde la crisis.

Como se trata de reflexiones teóricas, que también llamaremos problemas filosóficos, relativas a la experiencia del proceso de cambio, vamos a tratar de identificar problemas teóricos en los análisis, las interpretaciones y los discursos referidos a la contingencia política, social, económica y cultural del proceso. En adelante haremos un repaso a lo que consideramos los principales problemas teóricos del análisis y de la crítica de la política.

Un primer problema aparece con el atributo mismo de las teorías; se trata de cuerpos hipotéticos y de tesis que arman explicaciones lógicas de los acontecimientos que observan, convertidos, si se quiere, en “objetos” de estudios. El problema no se encuentra en que los acontecimientos se conviertan en “objetos” de estudio, sino en la forma como lo hace y lo logra esta mirada, que es la teoría. La teoría forma parte del mundo como representación. Para que se entienda bien, no se desecha la teoría, el servicio de la teoría en la construcción de explicaciones y en la formación del conocimiento; el problema radica en el uso que se hace de la teoría. Los usos teóricos, al otorgarle una significación estructurada a los acontecimientos que estudian, terminan no sólo representando estos acontecimientos, en forma de recortes de realidad, sino que son concebidos como si funcionaran desde la lógica preformada por los cuerpos teóricos. Las analogías encontradas entre lógicas teóricas y las “secuencias” de los procesos inherentes a los acontecimientos ayudan a esta sustitución de los procesos por las lógicas. Indudablemente estas “reducciones” ayudan a explicar los hechos, los sucesos, los eventos y los acontecimientos, a través de la comprensión de relaciones, de estructuras, de sistemas, de composiciones más o menos complejas.

Sin embargo, no hay que olvidar nunca que, el acontecimiento no es representación, no es “realidad”, que es otra representación, sino la diferencia absoluta irreductible. Por otra parte, la misma teoría experimenta su propia transformación; las teorías concurren mejorando, adecuando, desplazando, renovando e inventando nuevas explicaciones. Ciertas teorías quedan rezagadas en relación a la aparición de nuevas problemáticas, que son el resultado del desplazamiento de los horizontes de visibilidad y decibilidad de la experiencia. Otro problema radica entonces en las resistencias de las teorías a quedar descartadas; se empecinan por mantenerse, creando, como dice Karl Popper, hipótesis ad doc[2]. Al respecto de este empecinamiento, obviamente no se trata del empecinamiento de las teorías, pues éstas no son sujetos, como suelen convertirlas, por una especie de fetichismo teórico, sino del empecinamiento de los sujetos que usan las teorías. Cuando esto ocurre, se da lugar como a por lo menos tres desfases; primero, en relación a la que identificamos anteriormente, el desfase entre representación y acontecimiento; segundo, el desfase entre teoría y problemática; tercero, el desfase entre la problemática misma y otras problemáticas posibles, que se encuentran opacas o invisibles a la mirada teórica.

En relación a estos desfases, los mejores “instrumentos” para recorrer estas distancias y re-articular los desfases son: en primer lugar, la intensidad y la expansión de la experiencia social; en segundo lugar, la crítica. La virtud de la crítica es que hace visible las problemáticas, identifica los límites de las teorías y busca replanteamientos estructurales. La vitalidad de la experiencia social es que extiende, desplaza, los horizontes de visibilidad y decibilidad, por un lado, y profundiza los espesores de la subjetividad. Ambas, la crítica y la experiencia, nos permiten, posibilitan, no solamente desplazar los horizontes epistemológicos, sino también y sobre todo, replantear las relaciones y articulaciones entre teoría, experiencia, subjetividad y la experiencia de los acontecimientos.

Como dijimos a un principio, la discusión que nos trae es política; entonces también hablamos de la pasión política, de la pasión como substrato de la política. El discurso político es mucho menos cuidadoso que el discurso teórico; no se hace problema si se trata de representaciones, si estas representaciones son cuestionables y contraen problemas de configuración. Usa el discurso como si éste hablara directamente de “realidades”; no hay ni siquiera una pretensión de verdad, sino, mas bien, una pretensión de “realidad”. El discurso político está directamente vinculado con la fuerza que se emplea respecto a las materias y objetos de poder. El discurso político acompaña a la fuerza; no está para demostrar su verdad, sino está para legitimar la fuerza que se emplea. Entonces, cuando tratamos con el discurso político, no solamente respecto al horizonte de las representaciones, sus límites, en relación a la complejidad del acontecimiento, sino cuando estamos ante los límites mismos de una “ideología”, en pleno sentido de la palabra, como fetichismo del poder, estamos ante un discurso que se considera la expresión misma de la “realidad”, produce “realidades”.

El discurso político es un dispositivo para la acción, no se plantea problemas de verdad, no tiene exactamente pretensiones de verdad, sino que, le interesa directamente incidir en los hechos. Si el discurso político alude a teorías, no lo hace tanto para manifestar su pretensión de verdad, tampoco para reflexionar sobre su propia actuación, sino que usa los fragmentos teóricos como herramientas en su disposición para la acción. Ahora bien, el discurso político puede entrar a la acción con pretensiones emancipatorias o, en su caso, de manera opuesta, puede hacerlo con pretensiones institucionales, buscando el apoyo a las políticas públicas. En ambos casos, el discurso político forma parte de la acción; en un caso, contestataria, o, de lo contrario, reforzando la institucionalidad del Estado. Lo que hay que tener en cuenta es esta característica del discurso político; desde esta perspectiva parece vano entrar en debate teórico o, si se quiere, científico con el discurso político.

Aunque se dé una especie de comunicación, incluso se den respuestas por parte del discurso político, esto no quiere decir que asistimos a un debate teórico o científico, sino a un intercambio discursivo donde no se modifica el funcionamiento de la política, que produce “realidades”, tampoco el funcionamiento y las lógicas teóricas, que produce verdades. Las prácticas políticas se fortalecen, por la manera cómo manejan las teorías; las fragmentan y las usan para apoyar los propios objetivos, que son mas bien posicionamientos. Las teorías terminan vulgarizadas y de alguna manera devaluadas por este uso político; rara vez ocurre que el uso de las teorías, en los escenarios políticos, derivan en una interpelación con efectos políticos demoledores, obligando a modificaciones en las prácticas políticas. Cuando esto ocurre es que las prácticas políticas, el estilo coyuntural y periódico, correspondiente a una época, se encuentran en crisis.

Por eso, cuando nos invitan hablar del proceso de cambio, es decir, del proceso politico que se vive en Bolivia desde inicios del siglo XXI, debemos contextualizar los ámbitos de la reflexión y la discusión. Preferimos, en principio, separar, metodológicamente, el ámbito teórico del ámbito político, para después enfocar sus zonas de yuxtaposición.

Una mirada teórica sobre el llamado proceso de cambio

De entrada tenemos un problema teórico; proceso es un concepto teleológico, supone una finalidad, a la que se llega precisamente mediante un proceso, que pasa por etapas de aproximación. El proceso procesa, por así decirlo, las condiciones de posibilidad histórica, los medios, las fuerzas involucradas, llevándolas hacia el fin propuesto. Se trata de una producción histórica. A propósito, el concepto de proceso es concomitante con el concepto de producción. Si estas son las características del concepto proceso, se entiende que se tienda a evaluar el proceso de acuerdo a las finalidades propuestas. No es esta valorización de ninguna manera un contra-sentido, sino mas bien algo coherente con el concepto mismo de proceso. El problema no radica ahí, sino en llamar proceso al acontecimiento político experimentado. La ventaja del concepto de acontecimiento es que no es teleológico; no supone ningún propósito, ni de la providencia ni de la historia. El concepto de acontecimiento, como multiplicidad y pluralidad de singularidades, está abierto a distintas contingencias, a diferentes posibilidades, a la aleatoriedad misma de múltiples juegos de fuerzas.

Si queremos salir del acto de juzgar el proceso, juzgar en el sentido jurídico del término, como tarea de jueces, ya sea para bien o para mal, negativamente o positivamente, observando sus desviaciones o, en su caso, haciendo apología de su consecuencia, debemos, en primer lugar dejar de hablar de proceso. Debemos decir categóricamente que no hay proceso; lo que hay, es ciertamente un acontecimiento político, en el que estamos insertos, lo que hay es una lucha entre tendencias encontradas, además de una lucha de estas tendencias en relación a las condiciones de posibilidad histórica, que casi todas ellas llaman “realidad”. Condiciones de posibilidad que las tendencias tratan de controlar o inducir para lograr sus propósitos. Lo que ocurra no depende de sus voluntades sino del juego azaroso de las fuerzas, de las contingencias, y, ciertamente, de la dosis de consecuencia que se imprime en las acciones, dependiendo de una suerte de acumulación y disponibilidad de fuerzas.

Es preferible entonces tratar de comprender la complejidad del acontecimiento político, que se vive desde el 2000, que buscar juzgarlo, de una u otra manera. Con este propósito intentaremos proponer algunas hipótesis interpretativas del acontecimiento político.

Hipótesis

1. Lo que se experimenta como acontecimiento político es una lucha no sólo de tendencias voluntarias y conscientes, inherentes a los partidos, las organizaciones, los movimientos sociales, las clases sociales, naciones y pueblos, sino la lucha de estas tendencias con las condiciones de posibilidad, los desplazamientos materiales y subjetivos, que no controlan. Entonces se da como una concurrencia de desplazamientos materiales y subjetivos no controlados y tampoco suficientemente visibilizados, desplazamientos que inciden en el decurso de la actualización concreta de la complejidad en las coyunturas sucesivas.

2. En la interpretación del acontecimiento político es imprescindible identificar las tendencias en juego y la disponibilidad de fuerzas con las que cuentan; además es indispensable identificar algunas de las condiciones de posibilidad histórica y de los desplazamientos materiales y subjetivos en curso, por lo menos los que parecen de mayor condicionalidad e incidencia.

3. De las tendencias concurrentes, la que cuenta con mayor disponibilidad de fuerzas, por lo menos hasta ahora, es la tendencia oficial, la gubernamental y la estatal; tendencia dominante en el escenario. Sin embargo, esto no quiere decir que controle las condiciones de posibilidad y los desplazamientos materiales y subjetivos concurrentes. Tampoco que logre vencer y dominar a las otras tendencias en juego. Por eso la tendencia dominante está sujeta a contingencias, así como a sus propias pugnas internas. Muchas de sus acciones desatan consecuencias inesperadas para los propios actores oficiales.

4. Por lo menos desde el 2009, desde la segunda gestión del gobierno popular, la otra tendencia, con disponibilidad de fuerza, si se puede hablar en singular y no en plural, como corresponde, no es, desde nuestro punto de vista, la llamada “derecha”, que comprende a los partidos conservadores, ligados a las oligarquías regionales, a la burguesía y a los terratenientes, aunque como clases sociales sigan contando con un dominio económico apreciable. La tendencia con disponibilidad de fuerza, por lo tanto, con capacidad de incidencia, corresponde a las organizaciones sociales que se ha colocado en posición crítica y demandante respecto al gobierno. De entre estas organizaciones hay que destacar a las organizaciones indígenas y la las organizaciones sindicales, aglutinadas en la COB. Fuera de estas organizaciones sociales, han tenido incidencia intermitente y coyuntural, otras organizaciones como los comités cívicos y gremialistas. Estas incidencias en los acontecimientos se comprueba en determinadas coyunturas intensas, como la que corresponde al levantamiento popular contra el “gasolinazo”, que obligó al gobierno a retirar la medida; también en el Conflicto del TIPNIS, sobre todo con la llegada de la VIII marcha indígena, que obligó al presidente a promulgar una ley en defensa del TIPNIS; así como la actual movilización y huelga indefinida de la COB, que obliga al gobierno a revisar y discutir su promulgada ley de pensiones.

5. La otra tendencia con disponibilidad de fuerza y capacidad de incidencia son las clases económicamente dominantes, como la burguesía, los agro-industriales, los banqueros. La burguesía recompuesta, que no necesariamente se confronta con el gobierno, al contrario, ha optado por incidir en sus políticas públicas, sobre todo económicas; tiene una comprobada incidencia en el decurso de los acontecimientos.

6. En el contexto internacional, del cual Bolivia forma parte ineludible, las empresas trasnacionales, el sistema financiero internacional y el contexto del orden mundial, conforman lo que podemos llamar las estructuras condicionantes en el mercado mundial y en el orden mundial y regional. Estas estructuras condicionantes llegan a convertirse en tendencias en juego, en el contexto del país, a través de los agentes y agenciamientos operativos.

7. En el mismo contexto internacional, mas bien regional, debemos citar a otras estructuras condicionantes, cuya presencia trata de compensar la influencia y la incidencia de las estructuras condicionantes internacionales, dominantes y hegemónicas. Estas estructuras de compensación son los gobiernos afines de la región, los organismos de integración, como el ALBA, el UNASUR y el CELAC, además del MERCOSUR y la Comunidad Andina.

8. Ciertamente también se encuentran como tendencia de incidencia, en este contexto de tendencias en juego, la que comúnmente se ha identificado políticamente como “derecha”; hablamos de partidos políticos conservadores. Aunque debilitados desde el 2008, tienen representación en el Congreso, en menos de 1/3, además de controlar dos gobernaciones, fuera de la vocería que adquieren en los medios de comunicación.

9. Otra tendencia, cuya disponibilidad de fuerza es mas bien local que “nacional”, con cierto impacto regional, es la relativa a un posicionamiento de centro, con variantes de centro-izquierda y variantes de centro-derecha, por las últimas alianzas electorales logradas.

10. En lo que respecta a las condiciones de posibilidad histórica, podemos nombrar a la condición estructural de Bolivia en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Como parte de las periferias y su condicionamiento histórico como país condenado al extractivismo, al modelo primario exportador, y al Estado rentista, la dependencia ha llegado formas extremas, limitantes, obstaculizadoras y generando un circulo vicioso gravitante.

11. Otra condición de posibilidad histórica tiene que ver con lo que llamaremos la historia de las estructuras subjetivas de las sociedades, de las naciones y de los pueblos. Estas estructuras subjetivas son como las memorias de estas sociedades, de estas naciones y de estos pueblos; pero, también sus estados de ánimo. Como dijimos en otro texto[3], cuando hablamos de estructura lo hacemos metafóricamente, mucho más cuando nos referimos a estructuras subjetivas. No podrían darse tales estructuras, ni como una macro-estructura que comprenda la memoria y el estado de ánimo de un pueblo, ni como micro-estructuras que se hallaran inscritas en cada uno de los individuos. Sencillamente se trata de una manera de organizar la explicación y el análisis, corriendo el riesgo de convertir a la estructura en un sustituto del sujeto, sujeto de la filosofía o de la psicología, convirtiéndola en algo así como la combinatoria inherente al funcionamiento de una composición dada; en este caso de una multiplicidad de subjetividades. Recurrimos auxiliarmente y provisionalmente a este concepto de estructura para usarlo como nombre comodín, como nombre de algo, en este caso de experiencias, memorias y ánimos de pueblos. Lo que interesa es esto último, pues, suponemos, que las experiencias, las memorias y los ánimos, de las sociedades y de los pueblos, se sedimentan y estratifican en sus imaginarios, de tal suerte que se convierten como en condiciones de posibilidad subjetivas.

12. Otra condición de posibilidad histórica tiene que ver con el mapa institucional, en otras palabras, la cobertura institucional en relación a la extensión de la misma sociedad. El mapa institucional puede abarcar más o menos la extensión misma de la sociedad, puede capturar torrentes constantes de las dinámicas moleculares sociales, en zonas más o menos extensas de la reproducción social; en este sentido incide preponderantemente en la orientación de la reproducción social, convirtiéndola en el substrato primordial del Estado. Cuando el mapa institucional tiene una cobertura tan grande como la extensión misma de la sociedad, el Estado habría integrado a la sociedad a la reproducción misma del Estado; hablaríamos de un Estado realizado y consolidado. Este es el objetivo de los que propugna la consolidación del Estado-nación. En todo caso, un mapa institucional extenso y articulado, un Estado-nación integrado, hacen de maquinarias abstractas de poder lo suficientemente gravitantes como para incidir en el decurso de los acontecimientos, sin necesidad de controlarlos.

13. Otra condición de posibilidad histórica puede ser nombrada como mapa de las organizaciones sociales, que hacen como contraste del mapa institucional. El accionar de las organizaciones sociales, su convocatoria, sus demandas, sus movilizaciones y luchas, puede oponerse a los agenciamientos concretos de poder de las instituciones, por lo tanto, puede desordenar la consistencia del mapa institucional, o, en su caso, de manera distinta, en por lo menos, algunos casos, puede reforzar los efectos de poder del mapa institucional.

¿Cuál es el problema de este cuadro de hipótesis? En primer lugar que es un cuadro, por lo tanto una pintura y un punteo de tendencias y de condiciones de posibilidad histórica, a las que se ha llegado analíticamente, diferenciando, líneas, aspectos y tópicos, incluso temporalidades. Una vez hecho esto, son como fichas de un rompecabezas, a las que hay que volver a reunir encajando, para armar el cuadro. El problema es que se le atribuye “vida” propia a cada una de estas fichas separadas, como si estuvieran animadas y fuesen autónomas, cuando esto no ocurre en absoluto.

En “realidad” estas fichas separadas ni tienen vida propia, ni son autónomas, ni funcionan separadas. No hay fichas separadas, todo ha funcionado efectivamente como conjunciones complejas y articuladas; no hay tal separación analítica. Esto es parte del fetichismo teórico, del que hablamos al principio. Por lo tanto, si asumimos el acontecimiento como configuración espacio-temporal, como matriz múltiple y compleja, en la cual nos encontramos insertos, no es posible pensar analíticamente, separando piezas, para estudiar sus relaciones y causalidades. Es menester pensar pluralmente el acontecimiento como multiplicidad de singularidades.

Con esta aclaración y esta advertencia, podemos aproximarnos a éstos propósitos del pensamiento pluralista, usando las hipótesis, en hipotéticos movimientos, flujos, torrentes singulares, en constante composición y re-composición.

Aproximaciones al acontecimiento político

Quiero retomar esta aproximación al acontecimiento político recordando una apreciación altamente, sugerente y esclarecedora, que pronuncio Vicky Ayllón en la presentación de un libro de Luis Tapia sobre los grupos roqueros de la ciudad de el Alto y la Ciudad de la Paz[4]. Vicky Ayllón dijo que el problema de dar nombres a los grupos, de nombrarlos, no sólo cómo se nombran a sí mismos, de acuerdo a la identificación de su banda, sino el nombre que les atribuye el autor, al calificarlos de underground, es hacerlos existir de esa manera, atribuirles un sentido, el valorado por el investigador; además el nombrar a unos y no nombrar a otros, es como hacerlos existir a unos y condenar a la in-existencia a otros, por lo menos a aquella existencia documentada por los libros[5]. Por lo demás, el libro de Luis Tapia es el resultado de una investigación vivencial, pues el investigador era amigo de los grupos roqueros y los visitaba donde tocaban. Además de mostrarnos otra de las facetas de este teórico e investigador, el libro tiene la virtud de alumbrar en la oscuridad refugiada del underground de los jóvenes rebeldes.

Volviendo a Viky Ayllón, quiero tener en cuenta esta observación, pues cuando escribimos sobre el acontecimiento político, también nombramos y terminamos dando existencia escrita a lo que nombramos, atribuyéndole un sentido, el del analista, teórico, intérprete, escritor y activista. Se produce entonces una “captura” de las experiencias múltiples y singulares en el sentido teórico asignado. De alguna manera esta significación se convierte en código de intercambio, en sentido compartido, en la medida que los textos se difunden y son apropiados. Puede ocurrir, a su vez, que los textos difundidos sean usados por otros portadores de discursos, entonces los sentidos que circulan vuelvan a ser “capturados” por otras composiciones discursivas. Pero, lo que interesa, en este caso, es que las singularidades del acontecimiento son “capturadas” por otras singularidades, conformando composiciones, de sentido, que llegan a ser políticas, debido al uso en el tráfago de las fuerzas. ¿A dónde apuntamos con esto? No es posible decir la verdad del acontecimiento político, pues tal verdad no existe; lo que se dan son distintas perspectivas, dependiendo de los referentes. Algunas perspectivas son más compartidas que otras, en la medida que su uso sea más difundido, además de lograr mayor “captura” que otras perspectivas.

Al respecto, no estoy seguro del alcance de la difusión de los análisis críticos del colectivo Comuna respecto al seguimiento de los movimientos sociales del 2000 al 2005, tampoco de la expansión de las “capturas” logradas de las singularidades de los acontecimientos; empero, de alguna manera, sus libros fueron referencia para la academia y la discusión política. En este sentido, es conveniente revisar los sentidos y significaciones teóricas y políticas asignadas por Comuna al acontecimiento político de las movilizaciones sociales de ese periodo. Algo que se compartió con otros colectivos y activistas, además de los voceros de las organizaciones sociales involucradas, además de organizaciones políticas, es haber nombrado esta experiencia multitudinaria como proceso. Entonces ya este concepto conducía la interpretación y el análisis en una dirección teleológica; el proceso semi-insurreccional, pues así se hablaba y se escribía, conduce los levantamientos, las rebeliones, las resistencias, las luchas, las movilizaciones, hacia finalidades inscritas en la memoria indígena y en la memoria popular.

Estas finalidades no podían ser otra cosa que la descolonización y la nacionalización de los recursos naturales; de estas finalidades, compartidas por las organizaciones sociales, se encontraron otras finalidades más definidas y de efecto estatal. Hablamos de las figuras concebidas de la transformación estatal. Al principio estas figuras tenían que ver con las distintas perspectivas de lo que se entendía por descolonización, por una parte, y nacionalización, por otra parte. Por ejemplo, el CONAMAQ entendía por descolonización la reconstitución del Collasuyu y del Tawantinsuyu; el CIDOB ya había trabajado la idea del Estado plurinacional; las organizaciones campesinas hacían hincapié en la reforma agraria, aunque compartían distintas propuestas sobre la transformación del Estado, desde las propuestas por las organizaciones indígenas hasta las propuestas socialistas, pasando por la consolidación del Estado-nación. Las organizaciones sindicales de los trabajadores no abandonaron el horizonte definido por sus tesis legendarias, el socialismo, aunque también compartían fuertemente la idea de la consolidación del Estado-nación, recurriendo a su memoria nacional-popular.

La forma como se llega a definir la finalidad del Estado plurinacional social-comunitario, fue lograda en reuniones, seminarios, talleres, conferencias y “congresos” del Pacto de Unidad. A esta significación del proceso se llega por el camino de “capturas” de singularidades. Son las organizaciones sociales, las dirigencias de estas organizaciones, los asesores de las organizaciones, las ONGs de apoyo, los dispositivos de “captura”, que coadyuvan a componer una interpretación más o menos compartida. Es así como la finalidad del Estado plurinacional social-comunitario fue asumida orgánicamente. Es así también como el proceso fue interpretado como una producción política del Estado plurinacional social-comunitario.

Empero, que la finalidad compartida orgánicamente por el Pacto de Unidad sea la del Estado-plurinacional social-comunitario no quiere decir que el Pacto de Unidad controlaba todas las variables en juego en el contexto de las fuerzas; era la voluntad del Pacto de Unidad, que de ninguna manera garantiza per se que el decurso de los acontecimientos desatados conduzca a tal finalidad. Este decurso no depende de la voluntad orgánica, incluso si llegara a comprometer y convencer a otras fuerzas, como ocurrió en la Asamblea Constituyente, sino del juego y del peso de las fuerzas puestas en juego, de las tendencias, su gravitación, y de las condiciones de posibilidad histórica, la condicionalidad e incidencia de las mismas. Por eso, podemos decir que lo que hacen el Pacto de Unidad y, después, la Asamblea Constituyente, en este recorrido, también Comuna, es estructurar una voluntad, interpretando el acontecimiento político como proceso.

El MAS, como “partido” político, va terminar de asumir, en su generalidad, este discurso, “capturando” también sentidos y singularidades. No vamos a detenernos en cómo haya entendido el MAS la finalidad Estado plurinacional comunitario autonómico, que corresponde a los desplazamientos logrados en la Constitución respecto del Estado social comunitario del Pacto de Unidad. La interpretación oficial más se parece a la “captura” del símbolo caudillo de la gama de significaciones del proceso, que ya era una interpretación teleológica del acontecimiento político experimentado multitudinariamente. Lo que interesa, por el momento, es que se construye un sentido común sobre el acontecimiento experimentado colectivamente, se le llama proceso, al que se le asigna una finalidad, el Estado plurinacional comunitario y autonómico.

Los límites de este sentido común, de esta interpretación compartida, de esta lectura del acontecimiento como proceso, aparecen prontamente ante las dificultades evidentes de construir un Estado plurinacional comunitario y autonómico. Lo sugerente, ante la constatación de los problemas de la interpretación, son las hipótesis ad hoc que se crean, para conservar a la interpretación construida. El gobierno dice que ya se ha logrado el Estado plurinacional comunitario y autonómico; la crítica, que llamaremos de “izquierda”, dice que no se ha alcanzado este objetivo, que más bien nos mantenemos en el Estado-nación, restaurado y consolidado. La derecha asume que eso que tiene ante los ojos es el Estado plurinacional, aprovechando sus resultados para criticarlo, buscando, mas bien, restaurar el Estado de derecho. En otras palabras, todos asumen la finalidad enunciada como referente suficiente para evaluar el proceso. De esta manera, todos terminan juzgando el proceso desde la perspectiva de su finalidad.

Como dijimos, el acontecimiento no se reduce al proceso; hay un campo de posibilidades abierto. Por donde vaya el decurso, depende de las contingencias, la disponibilidad de fuerzas de las tendencias y de la gravitación de las condiciones de posibilidad históricas. Esto no quiere decir que no se tengan objetivitos, que no se tengan finalidades, tampoco, mucho menos, que haya que renunciar a la voluntad. Lo que no se puede hacer es reducir la complejidad del acontecimiento a la idea de una secuencia preformada, la de proceso por ejemplo, y confiar, que como estamos en un proceso, la secuencia de los eventos seguirá la lógica de una producción planificada. Como no ocurre esto, cuando los hechos contrastan con la idea de proceso, sobre todo con sus finalidades no logradas, las tendencias en pugna generalmente recurren a explicaciones fáciles.

La tendencia radical tiende a explicarse la no realización plena del proceso debido a inconsecuencias, incluso a traiciones; la tendencia conservadora, ya acomodada en el gobierno, tiende a explicar la incomprensión de la crítica debido a una conspiración interna, que termina apoyando a la derecha derrocada. Las pugnas internas al bloque “revolucionario” arrecian, a pesar de los esfuerzos por acallarla y ocultar la presencia de tendencias. Lo que comúnmente se llama “derecha”, se explica lo que ocurre como si hubiera esperado que pase; dice que no podía ser de otra manera, cuando el Estado se hace cargo de la economía, vuelve a comprobarse que es un mal administrador. A la “derecha” todo le parece el fracaso del socialismo; entonces cree volver a ratificar sus aseveraciones sedimentadas en su concepción de fin de la historia; el mundo no puede llegar a ser otra cosa de lo que es.

Se trata de distintos planos, por así decirlo. Un plano o plano-meno, plano de intensidad, es el del acontecimiento; otro plano, mas bien de representación, el que corresponde a la idea que se tiene del acontecimiento, que en este caso es la idea de proceso, donde se presenta la voluntad estructurada como programa, finalidad, constitución. Pretender mantener la idea que se tiene, en este caso, la de proceso, a pesar de las contrastaciones, es un suicidio. Lo aconsejable es conocer mejor la complejidad del acontecimiento, mejorar las representaciones que se tienen, adecuar la voluntad estructurada y la estructura de la voluntad a la complejidad puesta en juego, adecuar las finalidades, mejorando también las formas de intervención y los agenciamientos de transformación. Lo que importa es comprender mejor cómo funcionan las fuerzas puestas en juego, cómo funcionan las dinámicas moleculares, cómo funcionan las composiciones moleculares, también cómo funcionan las composiciones molares. En una coyuntura concreta, un periodo y contexto específicos, qué efectos institucionales se dan, qué efectos transformadores provocan las movilizaciones, cuáles son las consecuencias del forcejeo entre el mapa institucional y el mapa de las organizaciones.

Ahora bien, este saber del acontecimiento no es deducción teórica, sino efecto de la acumulación de la experiencia activista y de los movimientos sociales. Este saber colectivo puede convertirse en teoría; esto ayuda a tener una comprensión novedosa del acontecimiento y de la experiencia social de las recientes movilizaciones y luchas. Esta dinámica interpretativa forma parte del aprendizaje social y colectivo, del desplazamiento de los horizontes de visibilidad y decibilidad, de la acumulación de experiencia. Ante esta exigencia, esta vertiginosidad y volatilidad de la imaginación social, inducida por los desplazamientos de la experiencia, se oponen desesperadamente resistencias representativas, que se adhieren a lo que pretenden que son cuerpos fijos teóricos, verdades eternas. Es de estas posiciones conservadoras, de esta ilusión de verdad, de las que se alimentan los “aparatos ideológicos” del Estado, ahora tomados por los “revolucionarios”. Esta es una negativa al aprendizaje y una clara muestra de la convicción de que se trata de defender el poder tomado, por lo tanto una renuncia a las transformaciones.

Sin embargo, el mismo peligro la experimenta el ala radical del proceso; al mantenerse en esta representación teleológica del acontecimiento politico. Tampoco quiere aprender de la experiencia al explicar lo que acontece por las inconsecuencias y traiciones. Hay que abandonar definitivamente la teoría de la conspiración. No sirve, es pueril y simple, como para ayudar a comprender la complejidad, el juego de las fuerzas, las dinámicas moleculares y molares, las relaciones y las estructuras de poder en juego.

En relación a lo que acabamos de escribir, es menester proponer un segundo grupo de hipótesis; ahora de carácter dinámico, ya no como cuadro.

Hipótesis dinámicas

1. El acontecimiento politico que vivimos, cuya referencia inicial acordada es fines del siglo XX y principios del siglo XXI, acontecimiento múltiple en cuanto a la proliferación de hechos, eventos, sucesos y desplazamientos diversos, acontecimiento registrado en la experiencia plural de las multitudes, sociedades, pueblos, clases sociales, se mueve en un espacio-tiempo curvo, no-lineal, que no se reduce tampoco a un solo plano, sino mas bien comprende múltiples planos en un espesor magmático.

2. Cuando estalló la guerra del agua, entre fines de 1999 y principios de 2000, había distintas posibilidades de secuencias contenidas; una de ellas, es la experimentada. La experiencia vivida se resume en la siguiente secuencia: La primera victoria del bloque popular, de la Coordinadora del Agua y por la Defensa de la Vida; la renuncia del gobierno de coalición a la Ley de Agua; la aceptación, a regañadientes, de la salida de la empresa trasnacional del agua, Aguas del Tunari, subsidiaria de la Bechtel; la continuidad de la movilización general hasta la segunda guerra del gas, mayo y junio del 2005, pasando por la primera guerra del gas, en octubre del 2003, la caída del gobierno de Sánchez de Lozada, la primera sucesión constitucional, la renuncia de Carlos Mesa, la segunda sucesión constitucional; la victoria electoral del MAS, la asunción del gobierno por el primer presidente indígena. Como otros decursos posibles, se podría dibujar, por ejemplo, el siguiente: el gobierno de coalición podía no sólo aceptar lo que aceptó, sino podía revisar su política privatizadora, amortiguando sus impactos, buscando resolver el conflicto social. ¿Qué hubiera pasado si los gobiernos de coalición hubieran aprendido la lección de la derrota, en vez de insistir en el proyecto, de una forma represiva, acusando a los dirigentes de las movilizaciones como terroristas, incluso narcotraficantes? Por otra parte, ¿qué hubiera ocurrido si no se daban las movilizaciones, bloqueos y sitio de ciudades, indígenas y campesinos de septiembre de 2000? Decimos eso, pues en la CSUTCB se dio al respecto una discusión; no todos estaban de acuerdo con la movilización y el sitio. En la discusión se impuso la tendencia radical, que terminó conduciendo la movilización, los bloqueos y el sitio a las ciudades. La proximidad entre uno y otro evento, la guerra del agua y el sitio a las ciudades, terminó impregnando a los acontecimientos, a los movimientos sociales involucrados, un halo de corriente incontenible, de rebelión desbordante indetenible. Lo que vino después contó con este impulso de continuidad semi-insurreccional. Lo que queremos decir es que, si se dio lugar la secuencia de eventos que se sucedieron no fue porque había una lógica inscrita en un proceso desenvuelto en la historia reciente, sino porque en el contexto de las fuerzas en pugna, de las tendencias evidenciadas, de las condiciones de posibilidad histórica y las condiciones de posibilidad subjetivas constatadas, las fuerzas insubordinadas, rebeldes, movilizadas, lograron mantener la convocatoria abierta de la movilización, radicalizando sus objetivos. Ante este desafío popular, las fuerzas que defendían a los gobiernos de coalición recurrieron a la represión ascendente, llegando, de este modo, a la masacre en la ciudad de El Alto, en octubre de 2003. Este fue un momento no sólo de alta intensidad de las luchas, quizás el de más alto nivel, sino también una coyuntura de encrucijadas, además de punto neurálgico de decisiones. ¿Qué hubiera pasado si la toma de la ciudad de La Paz por medio millón de movilizados y movilizadas, que bajaron de la ciudad de El Alto, hubiera tomado el Palacio Quemado? Lo que querían algunos grupos radicalizados. ¿Qué hubiera pasado si el alto mando del ejército hubiera decidido defender al gobierno de Sánchez de Lozada, intervenir, generando una escalada de violencia ascendente de la represión? ¿En ambos casos, guerra civil? ¿Si esto ocurría, cuál hubiera sido el desenlace? En todo caso, es de prever que cualquier modificación en los hechos ocasionaba desplazamientos en los sucesos, aunque sean estos desplazamientos próximos a los hechos acaecidos. Lo que finalmente sucede no acaece por el decurso o la implicación de una lógica histórica implacable, sino por la combinatoria de singularidades, que al moverse, ocasionan distintos desenlaces.

3. Con esto no se quiere decir que todo es azar y aleatoriedad, que estamos ante potencias ciegas e incontrolables; no, de ninguna manera. El acontecimiento conjuga, combina, contiene, múltiples singularidades en juego y en constante composición, desprendidas de sus dinámicas moleculares; esto es contingente. Empero, en el contexto de estas combinaciones, juegos de fuerza y composiciones, entre la voluntad organizada y estructurada de movimientos sociales, organizaciones y pueblos, las acciones múltiples de la movilización general intervienen afectando al conjunto de las combinaciones, empujando a su incidencia en un determinado sentido. En la medida que esta voluntad organizada tiene una amplia y profunda convocatoria, cuenta con una acumulada disponibilidad de fuerzas, entonces su participación e incidencia en el decurso de los acontecimientos es preponderante.

4. El desenlace de los acontecimientos no es controlable; no es posible una ingeniería social que controle todas las variables intervinientes y pueda producir los hechos planificadamente. Lo que se puede es, de alguna manera, prever una banda de probables y posibles resultados, como una curva contingente de eventualidades efectivas.

Conclusiones

Ahora bien, dónde nos conducen los dos grupos de hipótesis que presentamos. En primer lugar, que hay que renunciar a la teleología; dejar de proponerse finalidades, a partir de las cuales juzgamos y evaluamos el proceso, que es la metáfora teleológica, que sustituye al acontecimiento, reduciéndolo a la lógica histórica preformada. Este fue el error del socialismo, llamado científico, que no abandonó la concepción del socialismo utópico, que el mismo criticó. También puede ser el error del proyecto de construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, como otra alternativa, más completa y compleja, pos-capitalista, que la diseñada por la dictadura del proletariado.

Hay que aprender de las revoluciones llamadas democráticas de los siglos XVIII y XIX; ante la complejidad del acontecimiento político, social, económico, cultural, ecológico, es preferible establecer el punto de partida, con las reglas del juego bien establecidas; lo que venga después, dependerá de el ejercicio democrático, del juego de fuerzas, de los consensos que se formen. Las reglas del juego democráticas fueron la igualdad política y jurídica, con la ampliación al voto universal, incluso el pluralismo liberal. Entre las reglas del juego de un proyecto descolonizador y pluralista, además de social y ecológico, deben plantearse la igualdad y equivalencia de las mismas condiciones de posibilidad para las culturas, las lenguas, las instituciones propias, las naciones y los pueblos; además de plantearse la igualdad económica y social para todos, como garantía de las mismas condiciones de posibilidad.

Por otra parte, es indispensable reconocer y garantizar los derechos de los seres de la madre tierra, comprendiendo a los ciclos vitales. En cuanto respecta al mapa institucional, se debe conformar una cartografía de nuevas instituciones, de organizaciones sociales, de organizaciones populares y de pueblos, de organizaciones de las diversidades subjetivas, que garantice el ejercicio de la democracia participativa, directa, comunitaria, representativa de todos.

Notas:

[1] Ver de Guido Gómez de Silva Breve diccionario etimológico de la lengua española. El Colegio de México.

[2] Ver de Karl Popper Lógica de la Investigación científica. Taurus; Madrid.

[3] Este texto es Hacia una teoría de la sociedad alterativa. Todavía no publicado, se encuentra en elaboración y revisión. Será difundido en Horizontes nómadas, también en Bolpress.

[4] El libro fue editado y publicado por Autodeterminación.

[5] He recurrido a mi memoria, tratando de rescatar, no literalmente lo que dijo Viky Ayllón, sino interpretando lo que dijo, el significado de sus comentarios y observaciones. Es difícil recordar los términos literales de su exposición.

* Esta es la ponencia para el seminario sobre Reflexiones del proceso de cambio, organizado por la Carrera de Filosofía de la UMSA, el 16 de mes de Mayo de 2013, y realizado en el salón de la Vicepresidencia. Se puede considerar este documento como el segundo autocrítico; el primero es Epistemología, pluralismo y descolonización.


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