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Crítica a la economía política del extractivismo - Parte 3

Raúl Prada Alcoreza :: 30.05.13

Debemos trabajar con los tópicos o los horizontes que tienen que ver con la gestión territorial comunitaria de la Madre Tierra, la soberanía alimentaria, la transición del modelo extractivista al Vivir Bien, la defensa de la biodiversidad, la defensa de los saberes colectivos y ancestrales, la defensa de las comunidades y territorios indígenas, la garantía de recorrer los caminos de la descolonización

Genealogía de la revolución industrial

La pregunta que deberíamos hacernos es qué es lo que ha llevado a ciertas burguesías a la industrialización. La historia de la revolución industrial comienza en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII y se arrastra el despliegue de las transformaciones tecnológicas durante el siglo XIX. No hay que olvidar que el requerimiento de una transformación constante tecnológica forma parte de la compulsión productiva. Durante el siglo XIX comienzan su industrialización Estados Unidos de Norte América, Francia, Alemania y Japón. Durante el siglo XX la revolución industrial arrastra a más países, que intentan desesperadamente ponerse a la par. Son sintomáticos los casos de la Unión Soviética y la República Popular China, países de construcción socialista en formaciones sociales mayoritariamente campesinas, que se dan la descomunal tarea de industrializar sus países a paso forzado, de una manera militarizada. A fines del siglo XX saltan a la palestra de la renovada y actualizada revolución industrial los famosos países asiáticos denominados los tigres del Asia (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur  y Taiwán), también China se integra a esta revolución en una escala gigantesca, convirtiéndose en la principal potencia emergente industrial. Como puede verse, no se trata de las mismas condiciones de emergencia de la llamada revolución industrial. Sin pretender hacer una historia de las revoluciones industriales en estos países, podemos distinguir algunas tendencias particulares.
Respecto a las condiciones de la revolución industrial inglesa el historiador Hobsbawm dice que la Revolución industrial inglesa fue precedida, por lo menos, por doscientos años de constante desarrollo económico. También dice que las principales condiciones previas para la industrialización ya estaban presentes en la Inglaterra del siglo XVIII. Otra caracterización importante es lo que acontece en el área rural; hacia 1750 es dudoso que se pudiera hablar con propiedad de un campesino propietario de la tierra en extensas zonas de Inglaterra y es cierto que ya no se podía hablar de agricultura de subsistencia. El país había acumulado y seguía acumulando un excedente lo bastante amplio como para permitir la necesaria inversión en un equipo no muy costoso, antes de los ferrocarriles, para la transformación económica. Buena parte de este excedente se concentraba en manos de quienes deseaban invertir en el progreso económico. Además Inglaterra poseía un extenso sector manufacturero altamente desarrollado y un aparato comercial todavía más desarrollado. El transporte y las comunicaciones eran relativamente fáciles y baratos, ya que ningún punto del país dista mucho más de los 100 km. del mar, y aún menos de algunos canales navegables. Esto no quiere decir que no surgieran obstáculos en el camino de la industrialización británica, sino sólo que fueron fáciles de superar a causa de que ya existían las condicione sociales y económicas fundamentales, porque el tipo de industrialización del siglo XVIII era comparativamente barato y sencillo, y porque el país era lo suficientemente rico y floreciente para que le afectaran ineficiencias que podían haber dado al traste con economías menos dispuestas[29]. 
Respecto a las condiciones iniciales y el nacimiento de la revolución industrial francesa podemos identificar las diferencias. Se trata más de una lenta transformación de las técnicas de producción; por lo tanto en este caso es difícil hablar de una revolución; se trata más bien de un desarrollo gradual. A lo largo del siglo XIX la economía francesa se transforma progresivamente. La clave de este proceso se encuentra en el desplazamiento paulatino del centro de gravedad, que se hallaba en la agricultura, hacia lo que va a ser la nueva médula de gravitación, el desarrollo industrial. Si el primer centro estaba extendido casi en todo el país, el segundo centro se encuentra mas bien localizado en algunas ciudades del norte del país.
De todas maneras hay que tener en cuenta que podemos contar con un conjunto de factores que favorecieron el desarrollo industrial francés, factores que tienen que ver con las transformaciones revolucionarias, en las transformaciones institucionales y políticas. Haciendo una interpretación comparativa un poco apresurada podríamos decir que Francia se adelanta con la revolución política y social, en tanto que Gran Bretaña se adelanta con la revolución económica.  La revolución de 1789 liquidó el feudalismo y abolió la servidumbre, la ley de marzo de 1791 sepultó el régimen gremial de las corporaciones de oficio. También hay que considerar el nuevo ordenamiento territorial de la geografía política. Todo esto se encaminó a organizar una estrecha centralización administrativa, sobre todo impulsada por Napoleón Bonaparte.  Se suprimieron las aduanas interiores entre las provincias, dejando que se produzca una libre circulación de humanos, mercancías y capitales. De esta manera se convirtió el espacio nacional en un mercado único, protegido por un elevado arancel exterior.    
El caso alemán en la revolución industrial es también diferente, la peculiaridad sobresaliente es el papel del Estado. Hay que comprender dos fases en este proceso, la primera fase corresponde al periodo de 1830-1880; una segunda fase corresponde al lapso que comienza en 1880 y se extiende a la segunda década del siglo XX, a 1914. En este segunda etapa es  cuando la composición de la industrialización se complejiza, no sólo por las transformaciones tecnológicas requerida, que exigen mayor inversión, sino por la participación gravitante del sistema financiero.  

Un resumen de esta historia se expresa de esta manera:
La historia económica de Alemania nos enseña que el papel del Estado fue importante en el proceso de su industrialización. La revolución industrial se inició más tarde en Alemania que en Gran Bretaña o Francia. Este desfase explica por qué la construcción de ferrocarriles pudo jugar un papel motor en el proceso de industrialización alemán. La demanda de equipo ferroviario condujo a la expansión de la producción de carbón, de hierro y acero. La economía alemana se orientó desde el comienzo a la industria pesada. No podemos de dejar de recordar, sin embargo, que el gobierno prusiano había fomentado directamente la producción de hierro y carbón desde mediados del siglo XVIII. Estos recursos eran necesarios para la fabricación de armamento y bienes de producción. La economía alemana pudo industrializarse a partir del Zollverein, que consiste en la apertura aduanera y la libre circulación.
Las iniciativas estatales en el campo económico y la puesta a punto de una red de vías de comunicación ayudaron al proceso de industrialización. La abundancia de recursos carboníferos y minerales no hizo sino acelerar el desarrollo. La revolución industrial alemana dependió menos, en esta fase, del comercio colonial de lo que lo habían hecho Gran Bretaña y Francia, pues su mercado fue principalmente interno. Los progresos de las industrias textiles, siempre secundarias, se debieron más a la utilización de materias primas domésticas. En cualquier caso, a partir de 1850, aumenta considerablemente el proceso de concentración empresarial -siendo otra característica importante de la industrialización alemana-. Numerosas pequeñas empresas desaparecieron (en el contexto de la Gran Depresión; fase B o ciclo depresivo en los ciclos Kondratieff) y, con ellas, la figura del empresario individual. Este proceso de concentración se  puede explicar por tres causas:
1. El aumento constante de la complejidad técnica hace aumentar mucho los costes de la maquinaria utilizada.
2. Se buscaba obtener la mayor rentabilidad creando unidades de producción cada vez más grandes.
3. En el caso alemán se añade también la ausencia de colonias, lo que favorece, sobre todo en momentos de crisis, la concentración.
Esta evolución señala el paso del viejo capitalismo liberal hacia el capitalismo financiero y monopolista.

Tras la gran crisis del capitalismo de los años setenta se inicia una nueva etapa de expansión que ya no se detuvo hasta 1914.  El  desarrollo considerable de los medios de transporte (nueva extensión de la red ferroviaria, construcción de canales, de una flota marítima) así como la implantación de nuevos sectores industriales - químico, eléctrico, automovilístico… - dio un fuerte impulso a casi todas las actividades. La concentración del mercado financiero en manos de un reducido grupo de grandes bancos palió la insuficiencia de capitales y permitió la financiación de las empresas.  Hacia 1895 la  concentración de recursos financieros había llegado al extremo de que los cuatro grandes bancos de Berlín controlaban el 50 % del capital bancario y el 80 % de la actividad financiera. Se formaron así los llamados konzerne –que eran trust que, a su vez, estaba agrupados en cárteles, y que llegaban a controlar todo el mercado–.
Las industrias pesadas impulsan  el desarrollo económico alemán.  Los comienzos de la industria química se remontan a la década de 1860 y se basaron en los yacimientos de sal y potasa de la Sajonia prusiana.  A ello se sumó la existencia de una magnífica red de institutos técnicos que formó muy buenos químicos capaces de desarrollar nuevos métodos de producción que se impusieron en la fabricación de tintes y fertilizantes agrícolas. La creación de la industria eléctrica  constituyó un importante logro de la industrialización alemana.  Las  invenciones del generador electromagnético, del telégrafo y del teléfono favorecieron la rápida expansión de este sector.  Buena parte del mercado de estas industrias estaba en el extranjero –Suiza, Italia y Escandinavia especialmente–.
La industria del motor de combustión interna fue más tardía.  En su desarrollo tuvieron un papel fundamental tres ingenieros: Daimler, Benz y Diesel. Pero hasta principios del siglo XX  no se organizó ni cobró importancia esta industria. La influencia de los intereses agrarios y el deseo de no depender del extranjero -nacionalismo económico- explican que Alemania, a diferencia de Gran Bretaña, no sacrificase su agricultura, que en estos años experimentó una gran modernización y llegó a asegurar el 80 % del consumo[30].
Los tres casos europeos son distintos, cada uno tiene su propia peculiaridad; Gran Bretaña conforma un sistema mundial basado en el libre mercado; en esa expansión, en esa mundialización, un conjunto de desafíos la llevan a la revolución industrial. La misma lucha de clases, donde el proletariado organizado arranca acotar las horas de trabajo, obliga a la burguesía a incrementar la productividad y disminuir el tiempo de trabajo necesario. El requerimiento de comunicaciones y transportes rápidos que conecten su gran imperio y el mercado-mundo. La formación de un gran capital que requiere ritmos acelerados de reproducción y acumulación. Todo esto se podía resolver incorporando la tecnología al proceso de producción y absorbiendo la tecnología al capital, es decir, haciendo que la tecnología se incorpore al proceso de valorización. En contraste, Alemania incursiona en la revolución industrial como parte de su geopolítica. La industrialización es un tema de Estado, forma parte de las estrategias de Estado. Por eso se recurre rápidamente a la concentración de capital y al monopolio, así como a la intervención financiera. El ritmo de la industrialización alemana es acelerado en comparación. En cambio Francia se toma tiempo para experimentar un proceso gradual de transformación industrial. En Francia se combina una centralización administrativa con transformaciones graduales de la composición de capital. No se abandona la agricultura, se efectúa la reforma agraria, y se construye lentamente el sistema industrial.            
Esta rápida y breve revisión de los nacimientos de la revolución industrial en Europa nos lleva a remarcar algunos rasgos y tendencias. Comprendiendo que se trata de historias singulares, propias y particulares, que combinan las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de cada país, en el contexto histórico de las propias intervenciones de la burguesía, del perfil particular de la burguesía, con la intervención estatal, podemos encontrar ciertos rasgos y tendencias sobresalientes.
1.       Se ha definido el capitalismo como el sistema que valoriza el dinero, esto sólo puede hacérselo en la esfera de la producción, como lo comprendió claramente Karl Marx. También se ha dicho visto que el capitalismo es un modo de producción y de funcionamiento múltiple que decodifica los códigos culturales, que deja de moverse en codificaciones, y recurre a una axiomática cuantitativa, tal como ha interpretado Gilles Deleuze. Empero, ahora también comprendemos, a partir de la historia de los ciclos del capitalismo, que el capitalismo supone varios ciclos estructurales de larga duración, que manifiestan diferencias estructurales entre los mismos ciclos del capitalismo, así como distintas estratificaciones de las formas capitalistas, tal como lo ha estudiado Giovanni Arrighi. Tenemos entonces en la geología de la genealogía capitalista una matriz de los desplazamientos y devenires capitalistas, esa matriz es comercial; después tenemos como un “fantasma” articulador y de conversión de los productos en mercancías, es la inexistente economía mercantil simple. Un supuesto, una hipótesis, un “fantasma” del modo de producción y del modo de circulación capitalista. Sobre la base de la matriz comercial del capitalismo, sobre el espacio diferencial y heterogéneo de los mercados, tenemos la formación, consolidación y expansión de capitalismo industrial, que Marx entendía como el modo de producción propiamente capitalista. Sin embargo, éste no es el último estrato del capitalismo; se ha tejido, desde un momento de simultáneo encuentro entre Estado y mercado, un sistema y red financiera que poco a poco se ha convertido en la expresión dominante del capitalismo, por su gran capacidad dual de centralización y de descentralización, de concentración y de desconcentración, de retención del ahorro y de inversión, añadiéndole constantemente a los flujos y las transacciones un interés, que no es valorización del capital, sino apropiación especulativa de la plusvalía. Al respecto, Arrighi observa que es el paso de la dominación del capital industrial a la dominación del capital financiero el que anuncia la clausura de un ciclo y el comienzo de otro, paso que se da en forma de crisis. Visto de esta forma, la historia y la estructura del capitalismo, sus desplazamientos y transformaciones, y comprendiendo que la valorización del dinero no es otra cosa que acumulación, acumulación originaria y acumulación ampliada de capital, vemos que el fenómeno de la acumulación conduce necesariamente a la revolución industrial. Esto nos lleva a diferenciar centros donde se produce la acumulación ampliada de capital y periferias donde no se produce la acumulación ampliada de capital, periferias que viven de la venta de sus recursos naturales, mayoritariamente de una forma rentista. Son pocos los casos dónde se intenta retener el excedente e iniciar un proceso de acumulación, por medio de incipientes revoluciones industriales o, en su caso de gigantescas revoluciones industriales, como en el caso de la China contemporánea.

2.       Otra característica notoria es que, fuera de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos de Norte América, donde la revolución industrial llega prioritariamente por iniciativa de sus burguesías, en los demás países el Estado aparece como promotor de la revolución Industrial. Estos son los casos históricos de Alemania, Japón, la Unión Soviética y la China Popular, además de la China del “socialismo de mercado”. También va  a ser el caso de procesos inconclusos de revolución industrial como los dados en Argentina y Brasil. Casi en todos estos casos el problema de la revolución industrial se convierte en un problema geopolítico, en unos casos como proyecto de hegemonía y dominación, en otros como tareas necesarias en la construcción del socialismo, y en otros como modificación de las relaciones de intercambio entre centro y periferia.

3.       Una tercera característica sobresaliente es que se da una revolución verde que acompaña a la revolución industrial, por lo menos en los casos típicos de la revolución industrial. Algo que no ha ocurrido necesariamente en los casos a-típicos de la revolución industrial, como en la Unión Soviética, la China y los países periféricos. En estos casos, los gobiernos se obsesionan tanto por la revolución industrial que descuidad la producción agrícola, contrayendo graves problema en lo que respecta a la reproducción social y a la alimentación de la población.

4.       Otro aspecto importante es lo que tiene que ver con la masa crítica de la ciencia y la tecnología. Una revolución industrial requiere necesariamente de una formación cualitativa en la ciencia y en la tecnología. Hablamos de una masa de científicos y técnicos. No contar con esta masa te lleva a una dependencia atroz en lo que respecta a la trasferencia tecnológica. Algunos países periféricos que han incursionado en  la revolución industrial descuidan este aspecto creyendo que sólo se trata de comprar tecnología y de inversión de capital. Esta incompetencia les lleva a dramáticos desencuentros con la revolución industrial.

5.       Por último, debemos decir que no se puede hablar en general de la revolución industrial, ésta tiene su historia, sus etapas, sus fases, en la medida que avanza el desarrollo científico y tecnológico resulta más complicado iniciar la revolución industrial o continuarla, tanto por las inversiones que implica como por las actualizaciones que exige en la ciencia y en la tecnología, tomando en cuenta también la complejidad de las articulaciones entre capital financiero, inversiones, estados y mercados.

En relación a la revolución industrial en Estado Unidos de Norte América, el Japón, la Unión Soviética, los tigres del Asía y China, vamos a hacer apuntes muy rápidos y sintéticos, salvo en lo que respecta a China, de la que vamos a hacer una consideración un poco mayor.
De alguna manera la revolución industrial en Estados Unidos de Norte América es en parte extensión de la revolución industrial británica y en parte es también una revolución industrial propia. La expansión al oeste, conquistando los territorios de las naciones y pueblos indígenas, la Guerra de Secesión, la victoria del norte sobre el sud, la conformación de un extenso espacio y de una nación de migrantes, sobre todo la conformación de un inmenso mercado interno, dinámico y exigente, en pleno auge del capitalismo americano, terminan incidiendo favorablemente en una revolución industrial que adquiere características innovadoras, pujantes, contando con una masa crítica en crecimiento de científicos y técnicos, incluso cooptados de otros países. Aquí también es la burguesía la que se involucra tempranamente en la revolución industrial como consecuencia ineludible de una vertiginosa acumulación de capital. Cuando el nuevo ciclo del capitalismo sustituye al ciclo del capitalismo británico, la hegemonía y dominio estadounidense configura un sistema de la libre empresa a diferencia del sistema del libre mercado británico.
En contraste la revolución industrial nipona también va a ser un asunto de Estado, forma parte de la geopolítica del Imperio del sol naciente. La monarquía nipona se encontraba obsesionada por apropiarse de la tecnología europea, sobre todo se encontraba intrigada por la tecnología militar. En la segunda mitad del siglo XIX la monarquía absoluta nipona decide una transformación de la sociedad y de la economía japonesa, particularmente destinada a crear las condiciones de la industrialización y arrancar con la revolución industrial. Esta revolución va a ser conocida como Revolución Meiji.
La revolución industrial en la Unión Soviética y en la República Popular de China se dan en el siglo XX; primero en la Unión Soviética, en la segunda mitad del siglo XX, después de la revolución proletaria de 1917. Posteriormente la República Popular de China se encamina a una revolución industrial, esta vez en la segunda mitad del siglo XX. Esta tarea es ineludible, una vez que el Ejército Rojo entra a Pekín en 1949.   Para la Unión Soviética y la China Popular la revolución industrial era una tarea primordial, sobre todo comprendiendo la condición periférica en la que se encontraban respecto a la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Se produce una industrialización forzada y militarizada. Se dan pasos gigantes en poco tiempo, a costos que todavía no se han evaluado. Esta industrialización se concentra en la tecnología militar. Como se puede ver no solo se trata de una geopolítica, sino de la construcción del socialismo. Se entendía por parte de los partidos comunistas que una condición necesaria para lograr el socialismo era el desarrollo de las fuerzas productivas, entonces podemos decir que esa fue la tarea primordial de estas revoluciones, cumplir las metas de la revolución industrial. La herramienta para lograr este objetivo, acompañados de otras aspiraciones fueron los famosos planes quinquenales.
Empero, lo que nos interesa, por ahora, es la segunda revolución industrial de la China, la que se da a finales del siglo XX, después de la derrota de la Revolución Cultural promovida por Mao Zedong, cuando, después de la muerte del líder, se da un viraje fuerte hacia el mercado y hacia la inversión extranjera, promocionada por el propio Comité Central del Partico Comunista. A este viraje se le va llamar el “socialismo de mercado”. Vamos a detenernos un poco en este tema, pues nos interesa, no solamente por ser un tema actual, sino porque es un referente en el contexto y la coyuntura mundial. Debe discutirse este tema sobre todo por los dilemas del proceso boliviano.
La sorpresa de la dinámica desatada por la emergencia de la China del “socialismo de mercado” puede resumirse en una pregunta que hace John K. Fairbank:
 ¿Puede pasar China de una economía planificada al libre mercado en bienes, capital, personas y hasta ideas? En tal caso, ¿puede mantenerse la dictadura del partido? La construcción de ferrocarriles y ciudades, que parecía corresponder al siglo XIX, coincide con el florecimiento de la tecnología electrónica posindustrial. Cuestiones que en Occidente se plantearon durante el Renacimiento o la Ilustración compiten con la reapropiación de valores tradicionales chinos. En China se vive un cambio precipitado, en el que el desarrollo tensa las fuerzas y las ideas. La unidad entre teoría y práctica de Wang Yang-ming, tan admirada desde el siglo XVI, resulta difícil de encontrar. No es extraño que las reformas de Deng Xiaoping nos confundan a nosotros como a los propios chinos[31].
La discusión está echada: ¿Es posible un “socialismo de mercado”? En todo caso, ¿qué es un “socialismo de mercado”? Al respecto las posiciones son encontradas, hay quienes descalifican esta incursión y apertura al mercado por parte de la revolución socialista, manifestando su total desacuerdo con este proceso. A propósito de este debate Giovanni Arrighi anota en su libro Adam Smith en Pekín que la profesora He Qinglian de la Universidad de Fudan de Shanghai afirmaba que el principal resultado de las reformas de Deng era una gran desigualdad, una corrupción generalizada y la erosión de la base moral de la sociedad. En su opinión, en lugar de producir nueva riqueza, lo que se había producido durante la década de 1990 era un “saqueo” –esto es, la transferencia de propiedades estatales a los poderosos y sus secuaces y de los ahorros personales de ciudadanos corrientes a las empresas públicas desde los bancos estatales. Lo único que se había filtrado a la gente corriente era el cinismo y el hundimiento de la ética[32]. La revista marxista Monthly Review asume esta postura crítica ante el viraje chino, como la mayor parte de los marxistas occidentales; sin embargo, no todos los marxistas comparten con esta interpretación, incluyendo al mismo Giovanni Arrighi, quien escribe:
Aunque nadie niegue la penetración de tendencias capitalistas a raíz de las reformas de Deng, su naturaleza, alcance y consecuencias siguen siendo controvertidos, incluso entre los marxistas. Samir Amin, por ejemplo, no cree que por el momento el socialismo haya ganado o perdido en China, y afirma: “En tanto que sea reconocido y puesto en práctica el principio de acceso igualitario a la tierra, no será demasiado tarde para que la acción social influya con éxito en una evolución todavía tan incierta”[33].
La posición de Arrighi se hace evidente a continuación:
Acontecimientos recientes corroboran la valoración de Amin sobre el alcance y eficacia de las luchas populares en China. En febrero de 2006 el gobierno chino, preocupado por la creciente desigualdad y los disturbios en el campo, anunció importantes iniciativas bajo el estandarte de un “nuevo campo socialista” para ampliar los servicios de salud, educación y bienestar para los campesinos, posponiendo nuevamente la privatización de la tierra[34].
El debate también se encuentra en el seno del Partido Comunista Chino. El Congreso Popular Nacional abrió un debate ideológico sobre socialismo y capitalismo. La cuestión de fondo del debate no era tanto cuestionar la apertura al mercado sino las disparidades y desigualdades que creaba esta apertura. ¿Cómo evitar que esto ocurra? Insistir en el espíritu socialista de igualdad y responsabilidad social para no caer en la economía de mercado elitista[35]. Arrighi considera que asistimos a la clausura del ciclo del capitalismo hegemonizado por los Estados Unidos de Norte América, imperio que habría ingresado a la etapa de dominación a secas, sin hegemonía, cree que la crisis actual del capitalismo es estructural y financiera, que esto anuncia un nuevo ciclo o el crepúsculo de los ciclos del capitalismo mismo. Ve en la emergencia de la superpotencia China la posibilidad de un nuevo ciclo del capitalismo hegemonizada por China. Sin embargo, esto no está claro, todo depende de los alcances de la crisis y de las posibilidades de un nuevo ciclo. La crisis actual parece comprometer el provenir mismo del capitalismo, su continuidad, sobre todo por los alcances de la crisis ecológica que ha desatado. Los costos ecológicos y sociales de la reciente revolución industrial de las llamadas potencias emergentes son muy altos. Si bien sorprende la emergencia China, su gravitante peso en la economía mundial, la combinación entre una segunda revolución industrial y la revolución tecnológica científica, cibernética y digital, su participación en el sistema financiero, su influjo en otras economías como un gigante comprador, las consecuencias de esta reconfiguración geopolítica del sistema-mundo capitalista son inciertas y hasta pueden ser abrumadoras, sobre todo por las consecuencias ecológicas. El ascenso vertiginoso de la economía china ha vuelto a promocionar el mercado de las materias primas, de los minerales y de los hidrocarburos, haciendo subir el precio de las mismas y dinamizando las economías periféricas exportadoras de materias primas. También ha dinamizado la producción agrícola y agroindustrial, sobre todo de la soya. Empero esta situación refuerza el carácter dependiente de estas economías. Particularmente esta situación es problemática en América Latina, que mira con buenos ojos la emergencia china. ¿Cuál es el destino de las economías latinoamericanas? ¿Trasladar sus relaciones dependientes que tienen con Estados Unidos y Europa a relaciones con China? ¿Cómo van a ser estas relaciones? En este contexto: ¿Son posibles revoluciones industriales en los países latinoamericanos? Particularmente en Bolivia: ¿Es posible una revolución industrial? ¿Este es el camino? Son preguntas a las que se debe responder con una profunda reflexión histórica, política, económica, social y cultural. Una evaluación del capitalismo y del socialismo es necesaria a la luz de la crisis ecológica que vivimos, también de los resultados alcanzados en lo que respecta a las emancipaciones y a la resolución de los grandes problemas heredados.

A modo de conclusiones        
1.       El Estado ha jugado un papel primordial en las revoluciones industriales que se han dado desde las periferias. Estas revoluciones han formado parte de una geopolítica. Sin embargo, ninguna de estas revoluciones ha podido cambiar las estructuras de dominación mundial, salvo la actual emergencia China, que parece disputar la hegemonía y dominación a la hegemonía y dominación norteamericana. Sin embargo esto no está claro. No conocemos los resultados de este reacomodo mundial de las estructuras capitalistas. Un tiempo atrás, la Unión Soviética parecía disputar la hegemonía y la dominación, su presencia parecía mostrarnos un mundo bipolar a lo largo de la guerra fría, empero la Unión Soviética implosiona estrepitosamente después de siete décadas de régimen socialista, mostrando sus profundas debilidades y vulnerabilidad ocultadas. ¿Qué ocurre con China, que a diferencia de la Unión Soviética ha decidido incursionar en el mercado, abriéndose al libre mercado tanto internacional como nacional? ¿Es real su socialismo de mercado o es mas bien el desarrollo del capitalismo, combinando todas las formas feroces del capitalismo, desde el capitalismo salvaje hasta el capitalismo de redes de la revolución tecnológica-científica? ¿Qué pasa con Brasil, que es la otra potencia emergente regional? ¿La salida son revoluciones industriales paralelas acompasadas a la revolución industrial y cibernética china? ¿Es esto posible? ¿Cuál es el papel de los estados en este reacomodo de la estructura mundial del sistema-mundo? Sobre todo: ¿Cuál debería ser el papel de los estados involucrados en procesos de transformación?

2.       Haciendo un balance de las revoluciones en las periferias, vemos que ninguna de ellas ha resuelto el problema de las desigualdades y de las inequidades, no fueron la base, el desarrollo de las fuerzas productivas para resolver los grandes problemas. El derrumbe de la Unión Soviética nos trae una forma de capitalismo salvaje peculiar, dominado por las mafias. El viraje de la revolución china nos reproduce otra vez desigualdades, corrupciones, y el peligro de la privatización de la tierra. Se ha formado un burguesía china, con sus propias particularidades, ciertamente ha aparecido una clase media gigantesca que se beneficia de la emergencia china, altamente consumista. Al mismo tiempo que esto ocurre, se han acrecentado los desequilibrios sociales, sobre todo en lo que respecta a los estratos campesinos.

3.       La disyuntiva boliviana, del proceso descolonizador, es crucial. Optar por estos caminos de la revolución industrial - que en todo caso es mejor que optar por la sola ilusión  y demagogia desarrollista, que esconde el modelo extractivista adoptado - o abrir una nueva alternativa que combine una revolución tecnológica y científica, que incorpore tecnología de punta y tecnología limpia, combinada con una revolución en la soberanía alimentaria, que no es revolución verde, sino la recuperación formas comunitarias y sociales encaminadas al vivir bien. No renunciar a transformaciones tecnológicas, empero encauzarlas a satisfacer la demanda interna, desconectándose relativamente de la dependencia del mercado externo, orientando la estrategia a la soberanía alimentaria y a la armonía con los ecosistemas.

4.       Sin embargo, estas opciones no son fáciles de viabilizar sino se logra construir transiciones trasformadoras, si no se tiene claro el significado de la transición, si no se producen transformaciones institucionales y estructurales adecuadas. Sobre todo si no se logra resolver el problema fundamental, inherente a todo esto, que es construir una alternativa a la acumulación capitalista. ¿Cómo salimos de la esfera de la valorización cuantitativa?  ¿Cómo liberamos las potencialidades inherentes a la reproducción de la vida que tienen que ver con la apreciación cualitativa de la plenitud y el cuidado de la vida?       
      
El modelo extractivista
El tema de fondo de nuestra discusión es el modelo extractivista, modelo que forma parte de la organización y de la división del trabajo a nivel internacional, forma parte de la economía-mundo capitalista, del sistema-mundo capitalista. Hay dos formas de explotación en el proceso de acumulación del capital, la explotación de la fuerza de trabajo y la explotación de los recursos naturales. Se puede decir que la primera forma de explotación ha sido ampliamente explicada por la teoría del valor y que la segunda forma, en parte también ha sido explicada por la teoría del valor, en tanto se la puede considerarla como parte de esta teoría a la teoría de la teoría de la renta, no de la tierra sino precisamente de los recursos naturales. Empero en este caso habría que diferenciar las formas de renta de los recursos naturales, la de los minerales, la de los hidrocarburos, la de las otras formas de recursos naturales. Sin embargo, esta investigación, sobre la renta de los recursos naturales, articulada al proceso de valorización no ha sido de ninguna manera agotado, acabado; al contrario, se trata de investigaciones pendientes. Esta problemática se complica mucho más desde la perspectiva ecológica, cuando se introduce como imponderables los daños causados a los ecosistemas, daños que pueden ser irreparables y que están afectando a los ciclos vitales de la reproducción de la vida. La teoría de la renta de la tierra se basa en que el capital o la incorporación del capital, en las explotaciones agrarias, termina valorizando, como si fuese producto del trabajo, algo que no tiene valor, en ese sentido, en el sentido económico. Al hacerlo introduce el concepto de renta, anexo al de ganancia y salario, en la composición del capital. ¿Pasa lo mismo cuando hablamos de renta minera, de renta petrolera, de rentas de otros recursos naturales? Ciertamente se les atribuye valor, como si formaran parte del capital, ingresando de este modo al proceso de acumulación de capital, es decir de valorización. En este caso, la renta no la reciben los terratenientes sino otros actores que aparecen en la escena, preponderantemente el Estado si es que no se reconocen propietarios territoriales, que pueden ser privados o comunidades. En este caso el Estado, si tomamos esta figura, que es la que más aparece, no alquila, sino concesiona territorios de explotación, recibiendo a cambio un tipo de tributación por volúmenes de explotación. El Estado incluso puede participar como socio o, en su caso, como dueño exclusivo, y contar con empresas de servicios. El Estado entonces participa en la renta o percibe la renta de la explotación minera o hidrocarburífera, puede incluso participar en la ganancia, empero el control de la acumulación múltiple y agregativa se produce en el mercado internacional, bajo la condición de control de grandes monopolios empresariales, dándose lugar las respectivas transformaciones productivas e industriales. En este itinerario podemos ver dos fenómenos limítrofes; uno que ocurre en los territorios de explotación y en los respectivos ecosistemas, ocasionando depredación y desequilibrio ecológico, sin compensación equivalente al daño; el otro que ocurre en los centros de acumulación de capital, lugar del control efectivo de la acumulación y de los sistemas de control, como los relativos a las estructuras y redes financieras. En resumidas cuentas, la explotación no beneficia a los países convertidos en exportadores de materias primas sino a las burguesías de los países donde se manejan los grandes monopolios, el financiero, el de los mercados, el tecnológico, el comunicacional y el militar. En conclusión el modelo extractivista es un modelo colonial. En tanto tal sostiene el proceso de acumulación de capital mediante la explotación de los recursos naturales, el método de despojamiento, que no es otro que la reiterada acumulación originaria del capital. Así como hay trabajo no pagado que explica la formación de la plusvalía, también hay extracción no compensada, depredación no repuesta, desequilibrio no armonizado, en lo que respecta los componentes, los sistemas de vida, de lo que llamaremos la Madre Tierra. El capitalismo también se explica por esta dialéctica de la destrucción de las condiciones naturales de la reproducción de la vida.
Ciertamente el modelo extractivista no se circunscribe solamente a la geografía extensa de la periferia del sistema-mundo capitalista, pues forma parte de la historia y de los recorridos de los ciclos del capitalismo, extrayendo también recursos naturales en el centro del sistema-mundo. Sin embargo, hay que tener en cuenta, que en la geopolítica de la economía-mundo se ha especializado prácticamente a la periferia en las formas extractivas, respondiendo a una división del mercado internacional. Aunque las fronteras de centro y periferia no son inmovibles, al contrario, son móviles y cambiantes, haciendo emerger nuevas potencias con vocación industrial, de todas maneras mientras haya un dominio y una hegemonía en el ciclo del capitalismo, en este sentido se puede seguir hablando de centro y periferias en los procesos de acumulación de capital. Visto desde la perspectiva de las periferias, el modelo extractivista es una condena al círculo vicioso de la dependencia. Visto desde una perspectiva ecológica, el modelo extractivista pone en peligro la reproducción de la vida, de sus ciclos vitales, de sus interrelaciones integrales. La acumulación desmedida o la compulsión por la acumulación tienen un costo irreparable y sin retorno, la vida misma.  Una segunda conclusión tiene que ver con que el modelo extractivista es depredador, en el sentido más destructivo del término. A mediano o a largo plazo sus daños son irreparables.
El modelo extractivista es una estructura compleja de explotación de la fuerza de trabajo. La incorporación de tecnología cada vez más avanzada ha ocasionado un uso intensivo de la fuerza de trabajo, disminuyendo el número de trabajadores, aumentando su rendimiento con las maquinarias y tecnologías sofisticadas, incluso pagando mejor a sus trabajadores, técnicos, ingenieros administrativos, empero produciendo entornos de poblaciones pobres y dependientes, afectadas por la contaminación y supeditadas a formas desmesuradas de dependencia y de discriminación. La diferencia descomunal entre los enclaves extractivistas, mineros e hidrocarburíferos, y los poderes locales, incluso el poder del Estado, provocan relaciones corrosivas con las instituciones locales, regionales y nacionales. Una tercera conclusión tiene que ver con la potencia altamente corrosiva del modelo extractivista respecto de las formas de cohesión social y las formas institucionales.
El modelo extractivista está íntimamente ligado al mercado internacional, es como ajeno al mercado interno, su lógica entonces se mueve con los vaivenes de los precios internacionales de las materias primas, no con los requerimientos del mercado interno. Por eso mismo es tan difícil  arrancar desde el modelo extractivista un proyecto de industrialización de las materias primas. Esto ocurre cuando se modifican los términos de intercambio y se modifica la misma división del mercado internacional, transfiriéndose la industria pesada a las potencias emergentes. En todo caso, cuando esto pasa, las potencias emergentes no dejan de estar apegadas al modelo extractivista y les resulta difícil armonizar la composición desgarrada de su economía. Ya la vinculación con el mercado externo es muy grande y gravitante.
Ahora bien, hay que entender que cuando se habla de modelo extractivista se lo hace desde cierta perspectiva, la perspectiva de las periferias, donde el modelo concurre de manera expansiva y gravitante, condicionando toda la economía de los países, irradiando su lógica a todos los sectores e incluso orientando las políticas económicas de los gobiernos. Lo que hay que tener en cuenta es que este modelo no es un modelo distinto del modo de producción capitalista, no es un modelo externo a la economía-mundo capitalista, no está fuera del sistema mundo capitalista; al contrario forma parte del modo de producción capitalista, garantiza el flujo constante de materias primas, que serán transformadas e industrializadas. Forma parte integrante de la economía-mundo capitalista, de la división del trabajo internacional, de la articulación de flujos y stock en las redes de los mercados, en la articulación de un consumo productivo dado escala mundial. No cabe duda que el modelo extractivista es el modo de producción capitalista en su forma de dominación sobre la naturaleza, recogiendo esa idea brillante de los mitos de la modernidad, expuestos en Dialéctica del iluminismo de Horkheimer y Adorno, de que la modernidad y el progreso de basan en un dominio sobre la naturaleza, que pueden ejercer este dominio, sin tener consecuencias. El modo de producción capitalista supone no solo la transformación de la materia de producción, además de consumir tiempo de trabajo y producir la valorización en el proceso de producción, sino también la transformación de sus propias condiciones de producción. Lo que hay que anotar al respecto es que también produce la transformación de los ecosistemas, transformando radicalmente los territorios y espacios donde se asienta el sistema productivo. La economía-mundo capitalista convierte a todas estas gestiones extractivistas en dispositivos de una maquinaria global integrada, articulando plenamente al modelo extractivista a los procesos de acumulación de capital. El sistema-mundo capitalista define el papel del modelo extractivista en el contexto de la geografía y la geopolítica mundial.  Lo que queremos decir es que el modelo extractivista es parte estratégica de un modelo de acumulación, de un modelo de producción, de un modelo de consumo, incluso de un modelo energético. No es un modelo independiente, tampoco controla los hilos que hacen funcionar su maquinaria, pues al ser parte del modo de producción capitalista, de la economía-mundo y del sistema-mundo capitalista se encuentra sometido a los juegos del capital financiero, de los grandes monopolios, de las trasnacionales, de los mismos mercados y sus vaivenes de precios de las materias primas. Podemos decir que este modelo se encuentra ligado a la base económica de los Estado-nación subalternos de la periferia, así como a su ilusión de desarrollo y progreso basado en la economía extractivista. El modelo extractivista es básicamente el modelo que adoptan estos Estado-nación y sus gobiernos. Esta apuesta explica el circulo vicioso de la dependencia; cuanto más apuestan al modelo extractivista más dependientes son sus economías particulares. Por eso estos Estado-nación terminan funcionando como engranajes administrativos de la transferencia de recursos naturales al centro del sistema-mundo capitalista. Se convierten en dispositivos políticos de la dominación capitalista a escala mundial. Cuando se dan intentos de replantear las condiciones de las relaciones de intercambio, buscando una salida nacionalista, puede mejorarse la situación, en la medida que se mejore el control del excedente, de parte del excedente, optando incluso por la industrialización de las materias primas; empero en la medida que sus propias salidas independientes mantienen el modelo extractivista, vuelven a caer en la lógica perversa de la dominación, que ocasiona la subalternidad, y en la lógica destructiva de la dependencia.  Los proyectos nacionalistas no dejan de ser intentos dramáticos de independencia económica en contextos definidos por el orden mundial de dominación capitalista. No es que no hay opción sino que las opciones deben ser alternativas, tienen que salir de la lógica extractivista, tienen que desconectarse de los condicionamientos del mercado internacional, del condicionamiento del sistema financiero, buscando en la pluralidad de intercambios posibles transiciones transformadoras y emancipadoras. La construcción de otro mundo es posible en tanto se den alianzas, complementariedades e intercambios alternativos.  Conformar otras lógicas de producción, abrir el horizonte de la valorización de la vida, saliendo de la valorización del capital.

El extractivismo minero
Maristella Svampa dice que hay catorce mitos en torno al extractivismo, uno de ellos supone que los que se oponen al extractivismo son fundamentalistas, están en contra de todo tipo de minería. Cosa que no es cierto, pues depende de las características de la minería; de lo que se trata es de oponerse al extractivismo minero de las empresas trasnacionales debido a su capacidad destructora y depredadora. También es necesario detener el desplazamiento depredador de una explotación minera contaminante, que aunque sea nacional, termina también afectando los ecosistemas. Por ejemplo, incluso las cooperativas mineras han optado por formas de explotación salvajes y depredadoras de sus propias regiones. Lo que se requieres es abastecer primordialmente el mercado interno, no así las exigencias compulsivas del mercado externo; lo que se requiere es una minería al servicio de una estrategia económica que se encamine a cumplir con la soberanía alimentaria. Una minería que sea como un sostén, una infraestructura que sustente esta estrategia de la seguridad y soberanía alimentaria.
Un segundo mito supone que la minería es un “motor de desarrollo” que impulsa la economía nacional. Esta afirmación desarrollista y extractivista es completamente insostenible a la luz de la experiencia histórica de nuestros países periféricos del sistema-mundo capitalista. La minería ha sido una de las formas de articulación de nuestros países a un modelo capitalista impuesto, por medio de procedimientos de violencia colonial. El modelo extractivista es históricamente un modelo colonial impuesto a los países periféricos. El extractivismo no deja sino cementerios mineros y los escombros de la explotación desmesurada, el empobrecimiento de las poblaciones involucradas y la depredación de los suelos de las regiones afectadas por la minería. El excedente, el plus-producto, la plusvalía, la acumulación ampliada de capital se transfiere al centro de acumulación del sistema mundo capitalista. Este “desarrollo” genera el subdesarrollo y la dependencia. La explotación minera de las empresas trasnacionales y de las empresas mineras nacionales, articuladas a los circuitos del mercado internacional y a los circuitos del capital financiero, no genera sino la ilusión del desarrollo.
Relacionado al anterior, otro mito es el que supone que la minería genera empleo y crecimiento económico local. Así también el que supone que la minería crea muchos puestos de trabajo indirectos. En el mismo tono se dice que la minería se instala en zonas postergadas, crea un círculo virtuoso, genera desarrollo y eleva el nivel de vida de la población. Al respecto, Maristella Svampa y los autores de 15 mitos y realidades de la minería transnacional en la Argentina  escriben:

Desde Voces de Alerta, cuestionamos radicalmente la actual colonización que los grandes poderes económicos producen en las universidades, sistemas científicos y en la educación pública en general. Estamos convencidos de que no existe ninguna posibilidad de avanzar en la democratización de la sociedad, si no se pone coto tanto al modelo extractivo (régimen social de acumulación y distribución de riqueza), que necesita dominar y doblegar bajo cualquier medio a las poblaciones que habitan esos territorios, como a las guardias pretorianas que los custodian[36].

El cuarto mito es el que dice que la minería crea muchos puestos de trabajo indirectos. Lo que no es cierto, recogiendo las experiencias e la minería en el continente se ve que si bien se crea un entorno de población y actividades, básicamente comerciales, no se ve de ninguna manera un incremento del empleo indirecto, sino mas bien un incremento de las actividades comerciales, incluso del contrabando, pero principalmente de las actividades informales. Lo que se crea son el subempleo, o el desempleo encubierto. El problema es que el conjunto de estas actividades terminan sosteniendo el ciclo vicioso de los bajos salarios y de la super-explotación de los trabajadores. Se trata mas bien de un aporte a la formación de la plusvalía de parte de estos entornos que de un gasto o una inversión de la empresa minera. Si las empresas mineras llegan a invertir en proyectos de salud, culturales e incluso productivos agrarios, lo hacen en muy baja escala y sobre todo para legitimar y encubrir sus actividades desbastadoras y depredadora, cuyos costos jamás los cubren, más bien los ocultan, como aquellos que tienen que ver con la contaminación múltiple, la destrucción a escala, el desequilibrio ecológico, además de la destrucción de la cohesión social y los fenómenos de deculturación y aculturación.   
El quinto mito tiene que ver con que cuando la minería se instala en zonas postergadas, crea un círculo virtuoso, genera desarrollo y eleva el nivel de vida de la población. Esto tampoco es cierto, para tal efecto aproximémonos a una de las experiencias de la instalación en una “zona postergada” de una de las empresas trasnacionales que desarrolla la tecnología desbastadora de cielo abierto, arrancando toneladas de tierra y minerales a los territorios afectados. Hablamos de la Empresa San Cristóbal, que paso de manos de la corporación financiera y de inversiones del famoso empresario Soros a la empresa japonesa Sumimoto. Resulta que el pueblo y la población que habita el lugar donde se concentran los minerales a explotar, hablamos de los yacimientos mineralógicos, con sus propias características, era un obstáculo para la explotación minera. Ante la negativa del pueblo a dejar el pueblo para permitir la explotación extractiva, la empresa se ve obligada a proponer un plan espectacular; trasladar al pueblo a otro logar, en el entorno de la zona de explotación. ¿Este nuevo pueblo es una muestra elocuente de desarrollo? No, quizás haya mejorado la construcción, que se hizo como los que corresponde a los planes de vivienda, homogeneizando la arquitectura; empero lo que ocurrió notablemente es la marginación del poblado, ahora se trata de un pueblo aislado de los beneficios del excedente que extrae la explotación minera y los transfiere a los centros de acumulación de capital. Se pueden tocar muchos ejemplos, los mismos que, a pesar de sus características particulares, expresan análogos efectos, aislamiento, marginación, subempleo, subalternidad.
Quizás el mito más sobresaliente es el que enuncia que los beneficios de la minería se quedan en los países donde se extraen los minerales, y las empresas contribuyen con el pago de diferentes impuestos en el desarrollo del país. Este enunciado es una falacia, se propone contra toda evidencia empírica, evade descaradamente la aritmética de la acumulación originaria y ampliada de capital. La explotación minera, el extractivismo, que corresponde más bien a la acumulación originaria, a la acumulación por despojamiento, es el comienzo del ciclo de la acumulación ampliada de capital. ¿De lo que extraen, del excedente formado,  las empresas trasnacionales cuánto se llevan? ¿Cuánto queda en el país que es objeto del extractivismo y el despojamiento? ¿Cuál la relación de lo que invierten y lo que se llevan como ganancia? Las cifras que se pueden arrojar son escalofriantes, además dependen de los rubros, los contextos, los periodos; en otras palabras, de la historia de la explotación minera. Por efectos de síntesis sólo empleemos uno de los indicadores que da una de las investigaciones sobre la capitalización o la privatización en Bolivia. Este estudio encuentra que por cada dólar invertido en el rubro de hidrocarburos las empresas trasnacionales se llevan siete dólares. Ciertamente el estudio habla de las empresas dedicadas a la explotación de los hidrocarburos, empero el caso no es distinto en minería, incluso podríamos aseverar que, con la nueva tecnología arrasadora de cielo abierto, las ganancias son mayores, podríamos hablar de que por cada dólar invertido las empresas mineras se llevan de 8 hasta 10 dólares. Estamos entonces hablando de ganancias extraordinarias. Si las empresas trasnacionales tienen el control financiero, tienen el control tecnológico, tienen el control de los mercados, tienen el control incluso de los gobiernos, además del resguardo militar, se entiende que crearon las condiciones de posibilidad de super-ganancias; hablamos de inversiones con muy alta rentabilidad, con tasas de retornos a corto y mediano plazo. ¿Qué queda en las zonas, países y regiones de intervención extractivista? Cementerios mineros, huecos gigantescos en los territorios, ecosistemas desequilibrados, contaminados y depredados, con daños irreparables.
El séptimo mito plantea una total contradicción con la realidad, dice que la minería puede ser limpia, no contamina el ambiente, y se puede hacer sin riesgos ambientales. Hay una solución técnica para cada problema ambiental. Mas bien el carácter contaminante y depredador de la minería ha ido avanzando e incrementándose con el desarrollo tecnológico y a aplicación de tecnologías avanzadas que son desbastadoras, por lo tanto el alcance de sus efectos multiplicadores se han expandido, afectando cada vez más a amplias zonas y regiones, sumando nichos ecológico y ecosistemas desequilibrados. Los casos más patéticos, que hoy son muestra de estudios descriptivos de estas calamidades, son los que tienen que ver con la tecnología de extracción a cielo abierto. Por otra parte es escandaloso el uso gratuito y depredador que hacen del agua, incluso de agua fósil, desecando los entornos y acabando con los bofedales, por lo tanto también atentando contra la producción agrícola, fundamentalmente campesina y comunitaria.     
El siguiente mito tiene que ver con el cumplimiento institucional, dice que los emprendimientos cumplen con exigentes regulaciones ambientales y la minería es la única actividad regulada por una ley ambiental en nuestro país. La experiencia de nuestros países muestra todo lo contrario; la gran minería, la minería con emprendimientos trasnacionales, goza de paraísos fiscales, incluso se da el lujo sistemático de atravesar las normas y regulaciones mineras corroyendo la institucionalidad y corrompiendo a los funcionarios. Hay una historia larga de escándalos financieros y fiscales que involucran a estas empresas mineras. Podemos hablar de pillaje, corrupción y criminalidad,  como así lo  hace Alain Deneault en su estudio de Noir Canadá[37]. Se puede decir que la historia de la minería está íntimamente ligada a la historia de las violaciones y transgresiones a las normas y reglamentaciones mineras. 
El noveno mito tiene que ver con la necesaria consulta a las poblaciones afectadas por el extractivismo minero y la violación al Convenio 169 de la OIT, dice que ningún proyecto minero se hace sin el consentimiento previo de las comunidades involucradas. La costumbre es más bien que no se consulte de acuerdo a los procedimientos adecuados y establecidos; cuando las empresas se ven impelidas a consultar ya sea por las normas ambientales o las normas relativas a los territorios y pueblos indígenas, lo hace a su manera, manipulando consultas a las poblaciones afectadas, comprometiendo a dirigentes, ofreciendo dinero y compensaciones, que obviamente están muy lejos de subsanar los daños ocasionados. En estos casos generalmente se benefician dirigentes corruptos o que han sido atropellados o sorprendidos en su buena fe. No se cumplen con las normas internacionales sobre consulta e impacto ambiental. 
El décimo mito dice que la minería fortalece el tejido social, reduce la migración y la descomposición de las comunidades. El enunciado de este mito parece una ironía, parece reírse de lo que acontece; precisamente la minería ha demostrado su gran potencia destructiva del tejido social, de la cohesión social, disgregando a las comunidades, fragmentando a la sociedades aledañas, pervirtiendo las costumbres. En lo que respecta a la migración, podemos evaluar dos efectos migratorios; uno que tiene que ver con los migrantes climáticos, quienes se desplazan precisamente por el factor destructivo y depredador de los ecosistemas, que afecta directamente a la agricultura; el otro que tiene que ver con la aculturación y deculturación, con la introducción de esquemas de comportamiento modernos que motivan precisamente la migración a las ciudades. 
El siguiente mito tiene que ver con la afectación a los derechos democráticos, que tienen que ver con la transparencia y la evaluación, dice que las empresas transnacionales garantizan transparencia y libertad de opinión en cuanto a la evaluación de sus actividades. Es difícil sostener semejante aseveración cuando precisamente tenemos la intromisión de la gran empresa minera en los medios de comunicación, su incidencia manipulada en la opinión pública, su interposición, a través de los medios fiscales y policiales, sobre la libertad de opinión, cuando se tiene una larga historia de encubrimiento, de ocultamiento, de falsificaciones, de doble contabilidad, es decir, cuando precisamente estamos ante ejemplos elocuentes de total falta de transparencia.  
El siguiente mito dice que cada país es autónomo y soberano en sus relaciones con empresas mineras transnacionales. Las empresas mineras transnacionales respetan el marco legal de los países donde operan. Este mito contrasta con la larga y dramática historia de la dependencia y la supeditación de los Estados de los países periféricos des sistema-mundo capitalista a la dominación de los circuitos e inversiones del gran capital, de la hegemonía y dominación imperialista, de la conspiración constante de las empresas trasnacionales, vulnerando las soberanías nacionales. Ahora que ya se tiene la opción claramente implementada por el proyecto neoliberal de los tribunales internacionales, las empresas trasnacionales optan por estos tribunales escapando a las leyes nacionales.  
Los siguientes mitos son también discutibles, no se sostienen ante la evidencia de los hechos y la experiencia de la minería en nuestros países. El mito treceavo dice que las empresas transnacionales se comportan con responsabilidad social empresarial, robusteciendo el tejido socioeconómico de la zona. El siguiente mito dice que los que se oponen a la minería a gran escala, nacional o trasnacional, no tienen alternativas de desarrollo. Y el último mito de la lista dice que América tiene un destino mineral. Sin desarrollo minero, no hay futuro para nuestras sociedades. El mito sobre la responsabilidad social empresarial contrasta con las exiguas inversiones que realiza en este sentido, comparadas con las enormes riquezas que se lleva. El decir que los que se oponen a la minería a gran escala no tienen alternativas de desarrollo choca con las experiencias que han logrado sacar a la minería y han optado por la soberanía alimentaria. Por último decir que no hay alternativa económica sino es con la minería, es apostar a un modelo colonial, al modelo extractivista que ha generado precisamente “subdesarrollo”, pobreza, desigualdades y ausencia de horizontes, en los países precisamente donde se ha practicado esta minería.

Los campos problemáticos de la Madre Tierra
A estas alturas de la luchas y las reivindicaciones de las naciones y pueblos indígenas, sobre todo teniendo en cuenta los alcances de las constituciones de Ecuador y Bolivia, además de los problemas de su aplicación, sobre todo en lo que tienen que ver con la materialización de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios y los derechos de la Madre Tierra, debemos ponernos a evaluar y analizar las problemáticas que son a su vez los desafíos que hay que sobrellevar para continuar el camino de la descolonización y la construcción de alternativas al capitalismo y la modernidad. En ese sentido, vamos a trabajar con los campos problemáticos que todavía enfrentan las organizaciones y movimientos indígenas en el camino de su emancipación. Un primer tópico es el que tiene que ver con el modelo extractivista, sus consecuencias para las comunidades y territorios indígenas. En esa perspectiva es indispensable ahondar la problemática de la minería y sus efectos irradiantes de contaminación, además de destrucción y descohesión social. En el mismo camino, tenemos que ver lo que pasa con los hidrocarburos, que es el segundo rubro importante en la composición y estructura del modelo extractivista. También aquí se sucede una afectación irremediable a los territorios indígenas y a los ecosistemas. Hay más rubros vinculados al extractivismo, empero, por el momento nos concentraremos en estos dos. Sin embargo, es importante considerar las formas del extractivismo en lo que se viene en llamar neo-extractivismo; no solamente nos referimos a las tecnologías avanzadas en minería y en hidrocarburos, como son la explotación a cielo abierto que se da en minería, también las nuevas tecnologías destructivas de la explotación hidrocarburífera, sino también nos referimos a la compleja biotecnología de los transgénicos. Aunque esté en discusión si los transgénicos pertenecen o no al neo-extractivismo, lo que importa es que forman parte de los avances del bio-poder y la bio-producción en los últimos desplazamientos del capitalismo. Es importante tratar esta problemática de los transgénicos, pues ataca de manera directa al control de las semillas y al control de proceso reproductivo de los cultivos, así como ataca a lo que llamamos la soberanía alimentaria. En esta perspectiva es indispensable escudriñar los temas relativos al control de la información genética; también a la recuperación de la biodiversidad genética, recurriendo a los saberes ancestrales. En este terreno se asocia al control de la información genética el control de los saberes ancestrales, que son de propiedad colectiva, comunitaria y de las naciones y pueblos indígenas. Por eso mismo debemos tratar de evaluar someramente los alcances de la destrucción de la biodiversidad, así como también los alcances de la destrucción comunitaria.
En contraposición debemos también evaluar y visualizar las posibilidades de salida de la crisis ecológica, de la crisis capitalista, de la crisis de la modernidad, así también de la crisis del desarrollo. En ese sentido debemos trabajar con los tópicos o los horizontes que tienen que ver con la gestión territorial comunitaria de la Madre Tierra, la soberanía alimentaria, la transición del modelo extractivista al Vivir Bien, la defensa de la biodiversidad, la defensa de los saberes colectivos y ancestrales, la defensa de las comunidades y territorios indígenas, la garantía de recorrer los caminos de la  descolonización. Por lo tanto, tratemos de analizar cada uno de estos tópicos.

[1] Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.
[2] Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasileño. Los procesos de modernización conservadora, de Getúlio Vargas a Lula. Siglo XXI, CLACSO, 2009. Buenos Aires. Pág. 144.
[3] Ibídem: Pág. 148.
[4] Revisar de Silvia Rivera Cusicanqui: Oprimidos pero no vencidos. Yachaywasi; La Paz.
[5] Hugo Zemelman Merino: De La Historia a la Política: La Experiencia de América. Siglo XXI.
[6] Revisar los tres tomos de Hugo Rodas Morales: Marcelo Quiroga Santa Cruz. El Socialismo Vivido. Publicado por Plural. La Paz.
[7] Revisar de Sergio Almaraz Paz Obra Completa. Plural. La Paz.
[8] Revisar de Luis Tapia Mealla La producción del conocimiento local. Historia y política de la obra de René Zavaleta Mercado. Muela del diablo. La Paz.
[9] René Zavaleta Mercado: Lo nacional-popular en Bolivia. Plural; La Paz.
[10] Tengo proyectado un libro sobre el Marxismo de guardatojo. La consciencia histórico política minera.
[11] Guillermo Lora: Historia del movimiento obrero boliviano. Los amigos del libro. La Paz.
[12] La Obras completas de Guillermo Lora se encuentran a la venta el propio POR, en la Sección de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional. La Revolución boliviana ha sido publicada en la ciudad de La Paz por la editorial d la Librería Juventud. También podemos mencionar los dos tomos de la Revolución de 1943. Contribución a la historia política de Bolivia. Tomos que se encuentra en las Obras Completas.
[13] Luis H. Antezana: Sistemas y procesos ideológicos en Bolivia (1935-1979); en Bolivia Hoy. Siglo XXI 1983. México.
[14] Desde la perspectiva de la filosofía existencialista y fenomenológica de Martín Heidegger.
[15] Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.
[16] Ver de Giovanni Arrighi El largo siglo XX. Akal 1999; Madrid.
[17] Ver de Serge Gruzinski Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización. Fondo de Cultura Económica 2010; México. 
[18] Ver de Sergio Almaraz Paz El poder y la caída. Amigos del libro; La Paz.
[19] Revisar los escritos de Carlos Montenegro, particularmente Nacionalismo y coloniaje. 
[20] Antonio Mitre: Los Patriarcas de la plata. Estructura económica de la minería boliviana en el siglo XIX. IEB, Lima, 1981.
[21] Gustavo Rodríguez Ostria: Fuentes pala historia de la minería boliviana del siglo XIX. América Latina en la historia Económica; enero-junio 1994. 
[22] Sempat Assadourian: Integración y desintegración regional en el espacio colonial: un enfoque histórico. Revista Latinoamericana de Estudios Urbano-Regionales. EURE, Santiago de Chile, 1972.
[23] Sergio Almaraz Paz: Obra completa. Plural 2009; La Paz. Pág. 99.
[24] Nacionalizaciones de los Hidrocarburos en Bolivia. Memorias de Don Enrique Mariaca Bilbao. Fundación Jubileo. La Paz 2009. 
[25] Ibídem.
[26] Sólo se han hecho algunas pequeñas correcciones de sintaxis y alguna interpretación más insistente de cuándo comienza la reversión del proceso de nacionalización.       

[27] Ibídem.
[28] CEDLA: Cuadernos de coyuntura.
[29] Eric Hobsbawm. Industria e Imperio.
[30] La industrialización alemana: 1830-1914. Introducción …usuarios.multimania.es/geohist/Rev%20Ind%20alemana.pdf

[31] John K. Fairbank: Keeping Up with the New China. The New York Review of Books, 16 de marzo de 1989; pág. 17. Citado por Giovanni Arrighi, en Adam Smith en Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI. Akal 2007; Madrid.  
[32] Ob. Cit.; pág. 23.
[33] Ibídem: Pág. 24.
[34] Ibídem: Págs. 24-25.
[35] Comentario de Liu Guoguang, de la Academia China de Ciencias Sociales.
[36] Colectivo Voces de Alerta. Horacio Machado, Maristella Svampa, Enrique Viale, Marcelo Giraud, Lucrecia Wagner, Mirta Antonelli, Norma Giarracca y Miguel Teubal. Aportes de Javier Rodríguez Pardo y Darío Aranda: 15 mitos y realidades de la minería transnacional en la Argentina. Guía para desmontar el imaginario pro-minero. Colección Cascotazos. Editorial El Colectivo y Ediciones Herramienta, Buenos Aires, Argentina, octubre de 2011, ISBN 978-987-1497-46-1, 224 páginas.

[37] Alain Deneault, en colaboración con Abadie y William Sacher: Noir Canadá. Pillage, corruption et criminalité en Afrique. Les Éditions Écosociété, Montréal, Québec 2008. 


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