Los gobiernos del continente olvidan que ese “desarrollo” del que hablan produce dependencia, fortalece las cadenas de la dependencia
Crítica a la economía política del extractivismo
Raúl Prada Alcoreza
Índice
La recreación anacrónica del imaginario desarrollista
Reflexiones sobre el Ornitorrinco
El modelo populista
Apuntes sobre la episteme boliviana
Arqueología del ideologüema del nacionalismo revolucionario
Ciclos largos y medianos del capitalismo
Nacimiento del ciclo de la plata
Nacimiento del ciclo del Estaño
Perfiles del ciclo del petróleo
La genealogía de las nacionalizaciones
Genealogía de la revolución industrial
El modelo extractivista
El extractivismo minero
Los campos problemáticos de la Madre Tierra
La recreación anacrónica del imaginario desarrollista
Nacionalistas, izquierda nacional, izquierda colonial y lumpen-burguesía comparten el imaginario desarrollista, todos son modernistas, creen en la evolución, al estilo de Herbert Spencer, en la linealidad de la historia y en la fatalidad del capitalismo. Consideran que la tarea es el desarrollo, que un país es soberano si se desarrolla, olvidando que el “desarrollo” del que se habla está articulado a la acumulación ampliada de capital que dibuja una geopolítica en el sistema-mundo entre centros de acumulación y periferias de transferencia de recursos naturales, que el “desarrollo” del que hablaban produce “subdesarrollo”, que el mapa del mundo es un tejido de centros y una malla de periferias, un mapa de espacios de “desarrollo” y un mapa de espacios de “subdesarrollo”, ambos complementarios, produciéndose mutuamente. Olvidan que ese “desarrollo” del que hablan produce dependencia, fortalece las cadenas de la dependencia.
No se puede olvidar que los gobiernos nacionalistas de América Latina intentaron salir en el siglo pasado de la dependencia orientando la estrategia económica y las políticas económicas hacia la sustitución de las importaciones. Soñaban con la industrialización así como los liberales del siglo XIX soñaban con los ferrocarriles. Los gobiernos nacionalistas estuvieron acompañados por apoyo popular, tomaron medidas que beneficiaron a cierta redistribución de la riqueza, también optaron por las medidas de nacionalización para recuperar el control de los recursos naturales, principalmente mineros e hidrocarburíferos, por parte del Estado. Todo esto ocasionó modificaciones en los términos de intercambio en la economía-mundial capitalista, pero no afectó a la estructura de dominación, de explotación y de control por parte de los grandes consorcios, oligopolios y monopolios trasnacionales. En algunos casos las revoluciones nacionalistas promovieron actos heroicos como los que se dieron durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas (1934-1940) en México, quién nacionalizó a las empresas petroleras que residían en México y tuvo que enfrentar el boicot de estas empresas y su influencia a nivel mundial. También se dieron acontecimientos transformadores durante los primeros años de la Revolución Nacional de 1952-1964 en Bolivia; incluso antes, en 1937 en Bolivia se incursionó en la experiencia de la nacionalización del petróleo, durante el gobierno del General David Toro, una vez culminada la conflagración bélica del Chaco; más tarde, en 1969, se produjo una segunda nacionalización del petróleo bajo el gobierno del General Alfredo Ovando Candía y con la firma del ministro Marcelo Quiroga Santa Cruz. La tercera nacionalización de los hidrocarburos se produjo el 1 de mayo de 2006 durante la primera gestión del gobierno de Evo Morales Ayma.
En Argentina, el primer gobierno de Juan Domingo Perón (1946-1952) ahondó la política de sustitución de importaciones mediante el desarrollo de la industria liviana. Perón también financió a la agricultura, especialmente en lo que respecta a la siembra de trigo. Frente a la carencia de recursos monetarios provenientes de la exportación, ocasionada por el estancamiento del sector primario, con las que se importaban los bienes de capital e insumos necesarios para el proceso de industrialización, se eligió la ruta de la nacionalización del comercio exterior. En esta perspectiva, en 1948, el gobierno peronista adquirió los ferrocarriles a los capitales extranjeros, en su mayoría ingleses, creando la empresa pública de Ferrocarriles Argentinos. En esta tónica, en el diseño del Plan Quinquenal se buscó fortalecer las nuevas industrias creadas, comenzando con la industria pesada de la siderurgia y la generación de energía eléctrica en San Nicolás y Jujuy.
También en Brasil se vivió la experiencia populista y nacionalista, incursionando en proyectos modernizadores y de desarrollo. Este panorama político es irradiante en América Latina, también en las geografías periféricas el sistema-mundo de entonces, que algunos casos incluso terminaban expresándose en tono antiimperialista. En Brasil, entre 1937 y 1945, durante el Estado Novo, Getúlio Vargas dio un impulso fundamental a la reestructuración del Estado y a la profesionalización del servicio público, creando el Departamento Administrativo del Servicio Público (DASP) y el IBGE. Suprimió los impuestos en las fronteras inter-estatales y creó el impuesto a la renta. Se orientó cada vez hacia la intervención estatal en la economía y se concentró en impulsar la industrialización. Fueron creados el Consejo Nacional del Petróleo (CNP), posteriormente llamada PETROBRÁS, y en 1951 la Compañía Siderúrgica Nacional (CSN), la Compañía Vale do Rio Doce, la Compañía Hidroeléctrica de São Francisco y la Fábrica Nacional de Motores (FNM). Promulgó, en 1941, el Código Penal y el Código Procesal. Durante 1943, Getúlio Vargas logró la Consolidación de las Leyes del Trabajo (CLT), garantizando la estabilidad del empleo después de diez años de servicio, descanso semanal, la reglamentación del trabajo de menores, de la mujer, del trabajo nocturno y fijando la jornada laboral en ocho horas de servicio.
Como se puede ver vivimos periodos de efervescencia nacionalista y populista en América Latina encaminados a la independencia económica y a la consolidación de la soberanía por la ruta de la nacionalización, las medidas sociales y las medidas del trabajo, persiguiendo también la modernización de la administración estatal y de las leyes. El nacionalismo es un movimiento democrático por la ampliación de la participación popular, es un movimiento independentista por la lucha contra la dependencia económica, busca la modernización del Estado y apunta al desarrollo nacional, impulsado desde el Estado.
Estos fueron los periodos heroicos del nacionalismo; empero, a pesar de los grandes esfuerzos, las medidas de nacionalización, los países que incursionaron por estos horizontes no pudieron romper con la dependencia; al contrario, como formando parte de un dramatismo histórico, terminaron de ahondarla. De la dependencia de las manufacturas pasaron a la dependencia de las transferencias tecnológicas y a las incursiones masivas del capital financiero, comprendiendo sus redes de dominio en forma de mallas, abarcando circuitos dúctiles, flexibles, rápidos, articulados a los mecanismos de los sistemas de la informática. Los nacionalistas de estos periodos lucharon denodadamente contra la dependencia, pero no pudieron salir de ella, debido a que, en la medida que no podían escapar a los circuitos de los ciclos del capitalismo, a las estructuras de dominación y reproducción de la dominación y de la acumulación de capital, no pudieron romper con los condicionamientos de las lógicas de la acumulación de capital del sistema-mundo, de la economía-mundo, que dibuja una geopolítica condenatoria: centro-periferia, norte-sur. En el mejor de los casos, lo que pudieron hacer estas políticas de sustitución de importaciones, estas políticas de nacionalización, es modificar los términos de intercambio, pero no cambiar las estructuras de dominación mundial ni las estructuras de acumulación de capital. Entonces terminaron recreando el mismo sistema-mundo, comprendiendo algunos desplazamientos.
Los neo-nacionalismo de comienzos del milenio intentan repetir la misma historia, empero sin la heroicidad de aquellos nacionalismos, lo hacen como en una comedia disminuida, sin convicción y renunciando a los grandes alcances desde un principio, como ocurrió en Bolivia con el proceso de nacionalización de los hidrocarburos iniciado el primero de mayo del 2006, proceso inconcluso, que terminó paradójicamente desnacionalizando en el mismo proceso de nacionalización al acordar contratos de operaciones que entregaban el control técnico a las empresas trasnacionales, reduciendo a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) a una mera administración y a un control nominal, sin retener el gas y el petróleo en Bolivia para su industrialización, como así manda la Agenda de Octubre y el Referéndum sobre los hidrocarburos.
Hay que distinguir pues entre los actos heroicos de los nacionalismo de la mitad del siglo XX y los nacionalismo del siglo XXI, que lo único que hacen es apoderarse de las imágenes de estos procesos soberanos, invistiéndose de su ropaje, empero sin llevar a cabo las medidas de expropiación de las empresas trasnacionales. También es indispensable comprender que, a pesar de los actos heroicos de aquellos nacionalistas, sus esfuerzos chocaban con la estructura geopolítica y la lógica de acumulación de capital. En tercer lugar es indispensable no olvidar la gran enseñanza de la escuela de la Teoría de la Dependencia, quienes lograron develar que el “desarrollo” que se busca produce “subdesarrollo” y dependencia, como parte de una dialéctica perversa. Esta enseñanza nos lleva a replantear los alcances de las políticas soberanas, de defensa nacionalista, en contextos y horizontes complejos de los ciclos del capitalismo, en el panorama de las nuevas luchas anticapitalistas y descolonizadoras, que llevan adelante las naciones y pueblos indígenas originarios. No se puede salir de la dependencia si es que se sigue por los caminos de la ilusión desarrollista, no se puede salir de la dependencia si es que no se sale de los horizontes de la modernidad y del prejuicio de desarrollo. Para salir de la dependencia es menester un cambio civilizatorio. La guerra anticapitalista es primordialmente una guerra anticolonial y descolonizadora, es una guerra contra el modelo civilizatorio de la energía fósil, de la desbastadora destrucción y depredadora de la naturaleza. Salir del capitalismo significa construir una civilización libre de la compulsión del dominio sobre la naturaleza.
Esa es también una enseñanza de la Escuela de Frankfurt; el capitalismo y la modernidad se han construido sobre la base de dos mitos, el mito de la dominación de la naturaleza y el mito del progreso. Recogiendo estas enseñanzas, la de la teoría de la dependencia y la de la escuela de Frankfurt, no se puede seguir ingenuamente y obsesivamente por las rutas consabidas del desarrollismo; hay que salir de esta perspectiva linealista. Es indispensable un mundo alternativo.
Ahora bien, así como no era posible el socialismo en un solo país, el cambio civilizatorio también tiene que darse mundialmente. Esto no quiere decir que haya que esperar a que las transformaciones radicales se den mundialmente, sino que estas transformaciones hay que transitarlas en cada país, en cada región, dependiendo de sus condiciones y sus contextos histórico-políticos. Lo que significa que de lo que se trata es de orientar transiciones transformadoras en múltiples niveles. Algunos teóricos e historiadores de los ciclos de capitalismo proponen la figura de la desconexión, no como aislacionismo, sino como método de transición económica; esto significa escapar de los condicionamientos del mercado externo y de la división internacional del mercado y del trabajo, orientando la producción al mercado interno. Esta posición es sugerente pues propone, sin renunciar a otras formas de industrialización, incorporando tecnologías limpias, no agresivas y destructoras, armonizar y complementar la producción con los equilibrios ecológicos. No hay que olvidar de ninguna manera, olvido que corresponde a la amnesia desarrollista, que no se puede transferir los costos del desarrollo a la naturaleza, que esta transferencia tiene sus límites y su bumerang. La destrucción desarrollista termina destruyendo el mismo desarrollo.
En lo que corresponde al balance de las rutas desarrollistas contemporáneas, sobre todo en lo que respecta a las llamadas potencias emergentes, es aleccionador leer a Francisco de Oliveira cuando hace un análisis ilustrativo de lo que ocurre con la potencia emergente de Brasil[1]. El autor de El neo-atraso brasileño propone dos hipótesis interpretativas; una, que por un lado fueron las actividades rurales de subsistencia, el trabajo informal y la precarización de los salarios los que subsidiaron el crecimiento de la industria y los servicios. La segunda hipótesis se refiere a la emergencia de una nueva burguesía compuesta por técnicos, economistas y banqueros, núcleo duro del Partido de los Trabajadores (PT). Ambas condiciones determinan la identidad paradójica que adquiere el capitalismo periférico en esta parte del mundo, aquí el capitalismo se financia con la explotación de los trabajadores, en tanto que el progreso sucede siempre en otro lugar, allí donde se produce la ciencia y la tecnología de punta, en el centro del sistema-mundo capitalista.
Este balance es contundente, no hay desarrollo en las potencias emergentes, por lo menos entendiendo a este fenómeno de una manera integral, sino neo-atraso, repitiendo las condiciones perversas de este rezago. El desarrollo de las fuerzas productivas deja en la ruina a una parte de la humanidad, el subdesarrollo aparentemente deja de existir, no así sus calamidades, el trabajo informal, el mismo que se transforma un indicador de la desagregación social. Lo que se produce son modernidades heterogéneas y de contrastes. Por un lado, centros urbanos que imitan el iluminismo edificado de las urbes del norte, burguesías articuladas a las redes del capital financiero, por lo tanto que forman parte de la misma burguesía globalizada; por otro lado, incluso en las mismas ciudades, cordones, espacios, amplias zonas de marginamiento y economía informal, incluso ilícita. Grandes mayorías discriminadas. En las potencias emergentes se ha dado lugar a la emergencia industrial, que no es otra cosa que el desplazamiento de la desindustrialización del centro del sistema-mundo capitalista, que ha optado por tecnología de punta, transfiriendo tecnología obsoleta a las llamadas potencias emergentes. En estos lugares se ha dado lugar a la formación de nuevas burguesías, que no tendrían que nada que envidiar a las burguesías del norte, sobré todo en lo que respecta a su opulencia; empero este esplendor se construye sobre la base del marginamiento, la informalización de las grandes mayorías explotadas y dominadas, que habitan las zonas, los espacios del neo-atraso y la pobreza repetida descomunalmente. La emergencia de las potencias se basa en la destrucción devastadora de la naturaleza, la ampliación de la frontera agrícola, el uso de los transgénicos. De esta manera los costos de este progreso son demasiado altos como para hacerlo sostenibles.
No hay pues destino con el desarrollismo, tampoco con el neo-nacionalismo. Lo que hacen, en el mejor de los casos, en el caso de las potencias emergentes, es volver a modificar los términos de intercambio en las lógicas de acumulación del capital, modificar su participación en la estructura mundial de dominación capitalista. Por eso, podemos volver a decir, que los nacionalismo están mucho más cerca de las ilusiones liberales criollas y gamonales que de los proyectos emancipatorios y libertarios de los movimientos sociales, naciones y pueblos indígenas originarios. Están más cerca de repetir las formas coloniales, las del colonialismo interno, también las reiteradas cadenas de la dependencia, que de lograr construir las soberanías plurales que requiere un mundo alternativo de autodeterminaciones, auto-convocatorias, de participaciones sociales y ejercicios plurales de la democracia. Si bien los nacionalismos heroicos forman parte de la historia de las luchas, pretender repetirlos en los ciclos contemporáneos del capitalismo es apostar e una repetición burda y cómplice de las formas de acumulación mundial capitalista por despojamiento.
Reflexiones sobre el Ornitorrinco
No vamos a hablar de la zoología del ornitorrinco, tampoco del libro de Umberto Eco sobre Kant y el ornitorrinco, vamos a hablar de la metáfora que usa Francisco de Oliveira para analizar el perfil y la estructura histórica de la formación económica del Brasil. A partir de esta reflexión sobre una potencia emergente vamos a desplegar una reflexión sobre el perfil y la estructura de la formación económica y social boliviana, sobre todo teniendo en cuenta los desafíos del proceso de cambio.
Francisco de Oliveira publica un sugestivo texto crítico, como parte de la crítica a la razón dualista, que separaba los mundos de la economía entre tradicionales y modernos. El sugerente texto de crítica se titula El ornitorrinco, figura que toma de un animal extraño para caracterizar lo que sucede con el denominado desarrollo brasileño. Nos referimos a la extraña apariencia de este mamífero ponedor de huevos, venenoso, con hocico en forma de pico de pato, cola de castor y patas de nutria. Esta figura y esta composición compleja inspiro a Francisco de Oliveira una caracterización también de composición y combinación complejas de las economías capitalistas periféricas. ¿Cómo describe al ornitorrinco económico y social?
Altamente urbanizado, con poca fuerza de trabajo y población en el campo, aunque sin ningún residuo pre-capitalista; por el contrario, con presencia de un fuerte agrobusiness. A esto se suma un sector completo de la segunda revolución industrial, avanzando titubeante por la tercera revolución, la molecular-digital o informática. Por un lado, una estructura de servicios muy diversificada – sobre todo cuando está ligada a los estratos de altos ingresos que, en rigor, son más ostensiblemente perdularios que sofisticados - . En el otro extremo, una estructura muy primitiva, ligada directamente al consumo de los estratos pobres. Posee también un sistema financiero todavía atrofiado pero que, precisamente por la financiarización y el aumento de la deuda interna, acapara una gran proporción del PIB[2].
Francisco de Oliveira visualiza la recreación y expansión de la informalidad, la mantención del crónico desempleo, el encubrimiento del subempleo, como formas de articulación y subvención a la acumulación de capital, formas completamente articuladas y funcionales a los sistemas de industrialización e incursión en la tecnología molecular-digital. Combinaciones que forman parte de esa complementariedad y recreación violenta entre la forma de acumulación ampliada y la forma de acumulación originaria por despojamiento. Todo esto atravesado por un sistema financiero que cubre el funcionamiento económico, succionando las esferas y los circuitos económicos a la lógica de la financiarización, que empuja al uso especulativo del capital financiero. Produciendo entonces un endeudamiento externo e interno que caracterizan a las actuales economías dependientes, llamadas emergentes. Este ornitorrinco económico y social se sostiene sobre la extensa base de la diferenciación social excluyente y marginada de la distribución de la riqueza y el excedente, que se concentran desproporcionalmente en la minoría poblacional de empresarios privilegiados por el monopolio y el apoyo estatal, a la que se suman las clases medias beneficiadas por la expansión de los servicios e impulsadas al consumo. La gran mayoría de la población está condenada a vivir en los márgenes de esta modernidad, pasando de ser el ejército industrial de reserva a la masa gigantesca de trabajadores informales, proletariado nómada y habitante de los barrios prohibidos.
Se trata del reino de la informalidad, el desvanecimiento del salario, del adelanto del costo de producción.
La tendencia moderna del capital es suprimir el adelanto: el pago a los trabajadores pasa a depender de los resultados de las ventas de los productos-mercancía. En las formas de tercerización del trabajo precario, y en lo que – entre nosotros – se continúa denominando “trabajo informal”, éste es un cambio radical en la determinación del capital variable. Así, aunque parezca extraño, los rendimientos de los trabajadores pasan a depender de la realización del valor de las mercancías, lo que antes no ocurría. En los sectores todavía dominados por la forma salario, sigue en pie la anterior modalidad, tanto es así que la reacción de los capitalistas es desemplear la fuerza de trabajo. El conjunto de los trabajadores es transformado en la suma independiente de un ejército de activos y de reserva, que se intercambia no de acuerdo con los ciclos de negocios, sino diariamente[3].
Esto es, se produce la suspensión de la producción, de la valorización de la producción, por lo tanto de la valorización del tiempo socialmente necesario del trabajo. Lo que se hace, sobre la base de su ocultamiento, es abrir nuevamente las temporalidades de la super-explotación, así como del dominio absoluto de la circulación y el mercado, obligando a la gente al sacrificio y a la donación de sus vidas en aras de la realización de la ganancia. Suspendiéndose con esto los derechos conquistados en la historia de las largas luchas sociales. Desde entonces ya no se trata de los derechos, tampoco del sujeto de los derechos, sino de la realización descarnada de las ventas y de los resultados del sistema. Se vive entonces la dramática experiencia de la precarización, de la fragmentación, de la dispersión y la diseminación de las formas de vida y de las formas de organización. La realización de las super-ganancias, la construcción deslumbrante de las grande urbes metropolitanas, la conformación de barrios de ensoñación y oasis paradisiacos, contando también con los moles comerciales y de consumo para las clases medias, sólo se pueden dar si al mismo tiempos se transfieren los costos de la magnificencia a extensas zonas suburbanas, a expansivos entornos de miseria, a favelas interiores o ruralidades vaciadas y detenidas en el tiempo. El costo no sólo se materializa en los perfiles de la marginación y la exclusión, sino también la conformación de mundos paralelos y periféricos.
El caso boliviano nos lleva a otra figura; podemos decir que no se vive una primera, tampoco una segunda revolución industrial, como en el caso de Brasil. Si bien los gobiernos nacionalistas impulsan la nacionalización de las empresas mineras y de las empresas hidrocarburíferas, estas nacionalizaciones no pasan a una etapa de industrialización. La economía boliviana se estanca básicamente en un modelo extractivistas primario exportador. La explotación minera e hidrocarburífera es la base de la economía, aunque también podemos hablar de la participación de la agroindustria, que abre un espacio en la explotación de los monocultivos, principalmente de la soya, también de la quinua, así mismo el monocultivo de la coca; debemos anotar que el cultivo de la coca dibuja en el mapa alarmante de la expansión de los monocultivos un desplazamiento avasallante respecto a la frontera agrícola, los parques y los territorios indígenas, sólo que en este caso las estadísticas son inciertas. No se puede hablar de una revolución industrial, aunque hay que anotar que la industria textil ha venido abriéndose un espacio significativo en las exportaciones. Hay que anotar que para esta clase de manufacturas el mercado interno es pequeño y no atractivo, además esta clase de industria tiene que enfrentar la desleal competencia del contrabando. La tercerización de la economía es notoria sobre todo por el crecimiento de las actividades informales y de la población involucrada en las mismas.
Se ha dado un crecimiento de las ciudades y por lo tanto de la población urbana, empero no se ha llegado a la situación del crecimiento urbano exacerbado de las metrópolis de Sud América. Podemos hablar de un crecimiento modesto, aunque ha cambiado el perfil demográfico de la población, convirtiéndose la población urbana en la mayoritaria. En estas condiciones se han formado algunas ciudades talleres, como la ciudad de El Alto, donde se cuenta con una cantidad inmensa de micro-empresas, empero con características informales. Por lo tanto la demanda de los servicios ha aumentado sin que los gobiernos municipales puedan responder adecuadamente al crecimiento de la demanda. Se entiende entonces que ha crecido la marginalidad que acompaña al crecimiento de las ciudades, los barrios suburbanos que no cuentan con los servicios básicos. El peso de la economía campesina ha venido disminuyendo considerablemente de una manera paulatina, economía que ha alimentado tradicionalmente a la población de las ciudades, sobre todo de la región occidental del país, comparando con la actual expansión y crecimiento de la agricultura, la agro-industria y la agropecuaria de la región oriental del país, controlada por propietarios privados, empresarios y terratenientes.
Ciertamente el impacto económico de la nacionalización de los hidrocarburos o del proceso de nacionalización ha sido importante en la configuración de la disponibilidad dineraria del Tesoro General de la Nación, de las prefecturas, ahora gobernaciones, de los municipios y universidades. Empero esta disponibilidad no ha redundado en la modificación de las estructuras económicas del país, tampoco regionales. Ha aumentado la capacidad de gasto aunque no notoriamente de la ejecución, tampoco de la inversión. Sin embargo, esta disponibilidad ha permitido la redistribución de los recursos monetarios a estratos de la población necesitados. El Bono Dignidad, para los adultos mayores, el Bono Juancito Pinto, destinado a los niños en edad escolar, el Bono Juan Azurduy, con el objeto de atender a las madres y disminuir la mortalidad materno infantil, son los mecanismos de esta redistribución, que si bien tiene impacto inmediato no resuelve a largo plazo los problemas de demanda de los estratos más pobres de la población.
Al no contar con una industria en un sentido integral, al no poder abastecer a la demanda interna, sobre todo de mercancías manufacturadas, el país se convierte en un espacio privilegiado para el comercio, tanto formal como informal, tanto legal como ilegal. Una de las mayores ocupaciones de las poblaciones fronterizas es el contrabando, incluso las ciudades cercanas a la frontera convierten al contrabando en una de las actividades más rentables. El contrabando también se halla vinculado a otras actividades ilícitas, el narcotráfico, el lavado de dinero y otros tráficos, como el tráfico de tierras. Son estos circuitos paralelos los que terminan desfigurando el campo económico.
La dinámica económica depende del mercado externo, tanto de las exportaciones como de las importaciones, donde las exportaciones son las que permiten las mismas importaciones. Entonces es el comercio exterior el que impulsa la producción económica. El principal rubro de exportaciones es el gas, le sigue el zinc, después la plata, continúa la soya, le sigue el estaño metálico, continúan los combustibles, sigue el plomo, después el girasol, para seguir con la castaña. Como puede verse estamos ante un perfil primario exportador por excelencia.
¿Qué podemos decir de este perfil económico en comparación con el perfil económico del Brasil, formación económico-social caracterizada por Francisco de Oliveira con la figura del ornitorrinco? Ciertamente no estamos comparando las dimensiones, los volúmenes, las cantidades, sino los perfiles. Ante la fabulosa composición y combinación compleja entre las estructuras de la primera revolución industrial y la segunda revolución industrial con la extensión de la economía de los servicios, las formas de la economía informal y las formas de la economía virtual del Brasil, Bolivia muestra un perfil más modesto, empero con una hipertrofia, si se puede hablar así, de los sectores extractivistas, de las actividades vinculadas a la explotación de materias primas, pero también de los servicios.
El modelo populista
Vamos a interpretar la coyuntura económica del país a partir de la Memoria de 2010 del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, una memoria que básicamente hace una evaluación macro-económica y monetarista, que a pesar de las restricciones descriptivas y reducidas a indicadores generales, nos permite la excusa para hacer un recorrido al perfil y la estructura de la formación económico y social boliviana. Además de evaluar los propios alcances del discurso economicista y del discurso populista.
El Ministerio de Economía y Finanzas Públicos en su Memoria Anual de 2010 dice que se estima un crecimiento del 4.1 %, y que además la política económica se ha encaminado a garantizar la estabilidad macro económica, a continuar con la política social de apoyo a la población vulnerable, además del fomento al sector productivo. La memoria dice que el desempeño de la economía se ha debido al dinamismo del transporte, las comunicaciones, los hidrocarburos, los servicios financieros y la industria manufacturera, además del continuo trabajo de la construcción y servicios básicos. Aunque el crecimiento minero fue negativo, asociado a conflictos sociales, particularmente el de Potosí. Por otra parte, el sector agropecuario tuvo un leve decrecimiento debido a efectos climáticos. Los indicadores externos mostraron saldos positivos, los depósitos y créditos del sistema financiero alcanzaron nuevos niveles récord, la bolivianización de la economía se aceleró. La solidez del sistema financiero también se evidenció. Los créditos del Banco de Desarrollo Productivo (BDP) y la creación del Fondo Propyme Unión continuaron promoviendo el acceso al financiamiento y fomentando la actividad productiva, especialmente de los pequeños y medianos productores. Se dice también que se registró un superávit en las cuentas públicas; esto debido a mayores ingresos, principalmente tributarios e hidrocarburíferos, así como al control del gasto corriente. El nivel de recaudación superó el nivel del año pasado, esto asociado al desempeño económico y a la eficiencia tributaria. Por el lado del gasto fiscal, el incremento de recursos necesarios para las actividades de mayoreo de las empresas públicas estratégicas determinó un incremento de las partidas de bienes y servicios que incidió mayoritariamente en el crecimiento del gasto corriente. El año de evaluación de la memoria la inversión pública superó los 1500 millones de dólares, asignándose mayores recursos a la infraestructura, a proyectos sociales y al sector productivo. No se ve con preocupación la deuda interna y la duda externa; la primera llega al 23 % y la segunda el 15 % del PIB.
Como se puede ver estamos ante un análisis típicamente monetarista, no muy distinto a los análisis que se hacen en otras partes y en los gobiernos anteriores. La diferencia radica en la en el papel del Estado, que ciertamente creció y tiene una mayor participación que en los periodos de implementación del proyecto neoliberal. Lo que se muestra con mayor notoriedad son los logros en el equilibrio macroeconómico, que en comparación con los periodos neoliberales, se logró con mayor eficacia. ¿Pero, esto qué nos dice? ¿Mayor consecuencia respecto a las políticas monetaristas? ¿Esa es una buena señal cuando se trata de transformar el modelo económico extractivista e incursionar en un modelo productivo que salga del paradigma primario exportador? ¿No se debería proyectar la política económica a una agresiva campaña de inversiones en los sectores productivos, prioritariamente en los que tienen que ver con la soberanía alimentaria, además de encaminarse seriamente a la industrialización de las materias primas? ¿Importa el equilibrio? ¿No es necesario y hasta urgente un desequilibrio dinámico destinado a una estrategia de inversión en la producción? Estas son las preguntas a las que hay que responder. No convence el seguir una política tan conservadora cuando se trata de transformar la estructura económica extractivista, comercial, informal y soyera. Sólo sirve de propaganda, incluyendo los modestos alcances de la política social.
La memoria estima que son como unas tres millones de personas las que se beneficiaron con las trasferencias condicionadas, cerca del 30 % de la población boliviana. Por ese camino se ponderan los logros de la alfabetización, el programa Bolivia Cambia, Evo Cumple; también Tarifa Dignidad y Vivienda solidaria, aunque con menos incidencia y más problemas en su cumplimiento. Son ciertamente de impacto inmediato la política de los bonos, empero no dejan de ser medidas de corto plazo; no llegan a resolver los problemas estructurales, pues las condiciones que determinan estos problemas se mantienen y no desaparecen con estas medidas. Lo que llama la atención es que ya en la segunda gestión de gobierno no se cuente con políticas a mediano y largo plazo, no se cuente con estrategias transformadoras y se siga optando por medidas coyunturales que terminan convirtiéndose en intrascendentes, pues no modifican la estructura de exclusiones y desigualdades.
Se dice que la pobreza moderada bajo del 56 % al 50 % y que la pobreza extrema lo hizo casi del 30 % al 26 %. No dejan de ser modestas estas variaciones en un gobierno popular y en proceso de cambio. No hay una política radical de erradicación de la pobreza; todo se parece a los objetivos del milenio, que es una herencia de gobiernos anteriores en acuerdos con la Cooperación Internacional. Lo mismo podemos decir de la reducción del desempleo que habría disminuido de un 7 % a menos de un 6 %. No se habla del subempleo ni del desempleo encubierto. La verdad es que no se ha resuelto el gran problema de las fuentes de trabajo, estables y con pleno reconocimiento de los derechos sociales de los trabajadores. El Ministerio de Economía y Finanzas no salió del discurso de propaganda, cuando lo que le compete al gobierno es un agudo análisis de la situación y enfrentar los problemas de manera abierta y crítica.
Lo que se ha notado es un incremento en la construcción con la participación compuesta de crédito bancario privado y empresas constructoras privadas. ¿A qué se debe este auge de la construcción, sobre todo de edificios de vivienda y de oficinas? ¿Gran disponibilidad de dinero de los bancos, que se dice que supera los cuatro mil millones de dólares? ¿Especulación financiera y de la construcción? ¿A qué se debe esta sobreoferta de viviendas caras en las ciudades del eje central? ¿Por ahí va la solución a los problemas de la transformación económica, de la exclusión y la desigualdad? La verdad es que este auge contrasta con el pobre rendimiento de los programas de vivienda social, programas además llenos de obstáculos y con múltiples denuncias de corrupción. La iniciativa privada de sobreoferta para las clases medias altas contrasta con los exiguos alcances de la iniciativa pública en los programas de vivienda social. No vamos a preguntarnos por qué no se nacionalizó la banca, que forma parte del sistema financiero internacional, puesto que esto no está al alcance de un gobierno populista que no ha cumplido con la nacionalización de los hidrocarburos. Vamos a preguntarnos por qué no se ha condicionado a la banca a orientar el crédito a la producción y el crédito a los estratos necesitados. ¿Qué clase de compromisos tiene el gobierno con la banca para que no cuente con una política financiera clara y de transformación?
En la memoria se llama la atención sobre las políticas encaminadas a superar el modelo primario exportador; se menciona el apoyo a 16000 pequeños productores a través de EMAPA, contribuyendo a la producción de trigo, arroz, soya y maíz. Estos apoyos no dejan de ser importantes a partir del BDP y del Fondo Propyme Unión, pues tienen incidencia en los rubros que pueden armar las condiciones para la seguridad y soberanía alimentaria, empero los alcances de estas iniciativas son todavía modestas; 184 millones de dólares por parte del BDP y 4,2 millones de dólares por parte del Fondo. ¿Por qué no se tiene una política agresiva en este terreno?
Volviendo a las reflexiones sobre el ornitorrinco debemos preguntarnos: ¿A qué figura se parece el perfil de la formación económica y social boliviana? Estamos ante un perfil económico cuya base densa y fundamental radica en el extractivismo de hidrocarburos y minerales, con cierto peso de la producción agrícola y agroindustrial destinada al mercado interno; esta última también con acceso reciente al mercado externo. La construcción y la manufactura tiene su importancia, sobre todo la primera, que no ha dejado de tener incidencia, incluso en tiempos difíciles de la crisis; la segunda sobre todo en lo que tiene que ver con la producción alimentaria, sin descartar la industria textil con todos sus altibajos. En la memoria se dice que la producción de gas creció en el orden del 16,7 %, en tanto que la producción de petróleo en el orden de un 2,3 %. La construcción tuvo un crecimiento promedio desde el 2006 al 2010 del orden del 10%. Ahora bien hay que diferenciar los montos comprometidos tanto en hidrocarburos como en la construcción; la participación del petróleo crudo y gas natural en el PIB es el doble de la participación de la construcción. Lo mismo ocurre con los minerales metálicos y no metálicos, cuya participación es el doble que la participación de la construcción. Bajo esta misma comparación, la participación en el PIB de la industria manufacturera es el quíntuple que la participación de la construcción. La participación en el PIB de la agricultura, silvicultura, caza y pesca es el cuádruple que la participación de la construcción. En comparación la participación del comercio es dos veces y medio que la participación de la construcción y la del transporte, almacenamiento y comunicaciones es el triple y medio que la participación de la construcción. Comprendiendo este cuadro, ¿qué quiere decir esto? Si nos basamos en el esquema que divide la economía en tres sectores, primario, secundario y terciario, siendo el primario el extractivista, el secundario el de la industria y el terciario el de los servicios y el comercio, podemos decir que si bien el ingreso del país depende básicamente de las exportaciones hidrocarburíferas y minerales, se nota el peso creciente de los servicios y el comercio en el gasto, en el empleo, en el uso del excedente. Lo que se llama industria no deja de ser un espacio intermedio bastante exiguo, sin identidad propia, altamente vulnerable, dependiendo de los vaivenes del mercado interno, a pesar de su reciente incursión en el mercado externo.
Desde el punto de vista de la estructura social, no hay propiamente una burguesía industrial, como ocurre por ejemplo en Brasil; lo que puede observarse es una burguesía banquera y comercial, fuertemente articulada a un núcleo de formación agroindustrial, ligada a los latifundios del oriente del país. El papel del Estado ha cobrado peso desde la nacionalización de los hidrocarburos, incursionando en la formación de empresas estatales, que sin embargo no han terminado de consolidarse, salvo quizás EMAPA. De acuerdo a informes del mismo gobierno, se dice que el Estado tiene una participación del 32 % en la economía del país.
Ahora bien, desde el punto de vista de la formación de capital, no parece formar un capital estatal el ingreso por concepto de exportaciones de hidrocarburos y minerales, pues no hay acumulación de capital, es decir valorización dineraria, inversión en el sentido de la acumulación capitalista. Más parece ser una masa importante de disponibilidad dineraria, de ingreso, tragada por el Tesoro General de la Nación, por el presupuesto, con fines de gasto y de distribución. Lo que quiere decir que las grandes empresas estatales no son manejadas en términos de la formación de capital sino como dispositivos de captación de recursos dinerarios, el excedente no se convierte en plusvalía. Sin embargo, la formación de capital se produce en la burguesía bancaría, comercial y agroindustrial.
En esta descripción se puede ver que ni el Estado ni la burguesía industrial están realmente interesados ni en una primera ni en una segunda revolución industrial. El Estado está atrapado en la captación de recursos dinerarios, destinados al presupuesto, también a la acumulación de reservas, que ya llegan a más de los doce mil millones de dólares; empero, se encuentra como rezagado a desarrollar una política de revolución industrial. La burguesía financiera, comercial y agro-industrial tampoco está interesada en una inversión de magnitud hacia una revolución industrial. La banca se encuentra conforme con la generación de ganancias debido a la captación del ahorro, la intermediación financiera y la especulación financiera; la burguesía agroindustrial está interesada en la ampliación de la frontera agrícola, transfiriendo los costos de su crecimiento y enriquecimiento a la naturaleza; la burguesía comercial prefiere seguir creciendo aprovechando su papel intermediario en la circulación de mercancía. Los pequeños núcleos industriales estatales y privados están muy lejos de articular e integrar un proyecto de revolución industrial.
Cuando se habla de revolución industrial, se lo hace más desde un imaginario estatal, que orienta la política económica, de la inversión económica, más en la apertura a la construcción de una logística, de una infraestructura económica, ligada fuertemente a la construcción de carreteras. Se han recuperado fundiciones, cono la de Vinto, que no abastece en absoluto para atender a la producción minera, que sigue exportando en la condición de minerales y materia prima. El complejo de Karachipampa no termina de comenzar a funcionar como se debe; tampoco hay otros proyectos de fundición de minerales, salvo el incierto proyecto siderúrgico del Mutún, que no termina de instalarse y de funcionar. Por lo tanto no podemos hablar de una industria pesada y de unas industrias livianas articuladas. Estamos ante fragmentos dispersos, islas, que no lograr formar una plataforma industrial. La industrialización sigue siendo un sueño, un imaginario, que no se toma en serio, pero sirve para el discurso de propaganda.
En este sentido, no se puede hablar de desarrollo, en el sentido de la interpretación que hacían los nacionalistas del siglo pasado, cuyo eje era la sustitución de importaciones. Aunque haya crecimiento económico, variaciones positivas del producto interno bruto, acumulación de reservas, no hay desarrollo, no hay acumulación de capital. Lo que hay es expansión del modelo extractivista, mayor dependencia de las exportaciones de materias primas, mayor control del Estado en la captación de los recursos monetarios, participación en el control administrativo de las empresas públicas, hidrocarburíferas y mineras, pero no formación de un capitalismo de Estado, aunque este proyecto haya estado en ciernes en los proyectos políticos. El capitalismo de Estado es un proyecto no una realidad.
No hay desarrollo, en el sentido mencionado, lo que hay es crecimiento, un crecimiento que permite la formación de una burguesía financiera, comercial y agroindustrial, un crecimiento donde el Estado juega un papel importante como administrador y captador de recursos monetarias, un Estado que no llega a ser empresario. Este crecimiento se basa en la super-explotación de los trabajadores, la mayoría de los cuales está reducido a su condición informal o de proletariado nómada, que no se encuentra sindicalizado, tampoco goza de derechos y de seguro. Se han formado miles de micro-empresas sobre la base de la explotación familiar y explotación semi-esclava, parecidas a las condiciones salvajes del capitalismo. En este panorama se distribuyen de manera dispersa algunas industrias textiles y de alimentos que no llegan a articular una plataforma industrial. El crecimiento del núcleo agro-industrial se basa en la expansión de la frontera agrícola, por lo tanto en la transferencia de los costos a la naturaleza.
Lo que sí se puede constatar es la presencia gravitante de empresas trasnacionales en la minería, así como en los hidrocarburos, aunque estas últimas aparezcan supuestamente nacionalizadas y como empresas de servicios. Por lo tanto un peso condicionante en el campo económico son estas empresas trasnacionales.
¿Qué tenemos entonces como figura del perfil económico? La descripción se parece a la mayoría de las economías de las periferias del sistema-mundo capitalista; se trata de espacios de extracción y explotación de recursos naturales que alimentan la insaciable maquinaria del capitalismo. Se trata de países altamente dependientes y fuertemente condicionados por el mercado internacional. Países que se reducen a la relación incongruente y desarticulada entre un sector primario, dedicado primordialmente a la exportación, y un sector terciario, cuyo servicios y comercio conforman el mercado interior. La industria es incipiente, dispersa y fragmentada, no logra abastecer a la demanda interna y enfrenta la competencia de la importación y el contrabando. Si se forman burguesías, estas son mas bien intermediarias, mas bien vinculadas a la globalización, y no cuentan con un proyecto nacional.
¿Esto significa que hay que retomar el proyecto desarrollista y el proyecto nacional, tanto en su versión de capitalismo de Estado o en su versión de burguesía nacional? De ninguna manera; no tanto porque estos proyectos son tardíos, sino porque enfrentan limites en la lógica de la acumulación ampliada de capital; sólo pueden disputar los términos de intercambio, no se proyectan a cambiar las estructuras de la dominación mundial del sistema capitalista. Por otra parte, una industrialización al estilo de las potencias emergentes, como Brasil, la India, México y sobre todo China, solo puede darse bajo costos muy altos ecológicos y de explotación salvaje de la población trabajadora. Además, que en el contexto de la globalización y la crisis del capitalismo, lo que hacen estas potencias emergentes es ampliar los plazos de la crisis del capitalismo, modificando las estructuras de mediación de las formas de dominación y la participación en la acumulación ampliada de capital. La tarea de los proyectos emancipatorios en las periferias del sistema mundo capitalista es mas bien contribuir a la abolición del capitalismo aperturando un horizonte civilizatorio alternativo.
Apuntes sobre la episteme boliviana
A modo de introducción
Vamos a desplegar algunos apuntes sobre la episteme boliviana, apuntes de los que no esperemos un dibujo completo de los horizontes de visibilidad y de decibilidad de las arqueologías del saber periféricos, en este caso de un país andino amazónico y chaqueño. Esta tarea, la de una arqueología de los saberes en Bolivia, la dejamos pendientes para una investigación exhaustiva. Deben considerase temporalidades, contextos y espesores culturales, la historia de la literatura, de las expresiones artísticas, estéticas y culturales, también, por qué no, sobre todo los saberes corporales, la gramática de los cuerpos, la gramática de las multitudes, que son las que abren verdaderamente los horizontes. Los “intelectuales”, si podemos seguir usando este término tan discutible, se ponen a trabajar sobre estos horizontes abiertos por los colectivos convulsionados. Esto ha sucedido en Bolivia en toda la dramática historia de su insurgencia permanente. Ahora nos encontramos ante un nuevo horizonte, el abierto por los movimientos sociales y las luchas indígenas, sobre todo en el intenso periodo de 2000 a 2005; este horizonte es pluralista y comunitario, también ecologista y territorial. Ante este horizonte abierto la mayoría de los “intelectuales” ha preferido retroceder y defender sus saberes aprendidos en horizontes históricos pasados y sobrepasados por la nueva condición de visibilidad.
A propósito, lo que ofrecemos en estos apuntes, es un recorrido crítico de lo que llamaremos el pensamiento político de la cuestión nacional y estatal, pensamiento construido en la experiencia convulsiva social posterior a la Guerra del Chaco. Lo que interesa es lograr una caracterización de las sugerentes expresiones críticas y búsquedas de iluminación, de inteligibilidad, de comprensión de las formaciones sociales y económicas periféricas. Lo que importa es lograr comprender la correspondencia con su tiempo y sus problemas, aprender de esa experiencia, también de las representaciones construidas. Así como, sobre todo, comprender la diferencia de tiempos que vivimos, de horizontes históricos-culturales que vivimos, de periodizaciones del ciclo del capitalismo que vivimos, por lo tanto también de sus crisis. No se trata de cuestionar una forma de pensamiento, una forma de saber, una forma de conocimiento, sino de lograr comprender su estructura y sus alcances.
Lo que importa ahora es vislumbrar los desafíos que enfrentamos después del ciclo de movimientos sociales de 2000-2005, desafíos políticos y epistemológicos. Por eso importa una revisión como la que efectuamos. Hay que anotar que el ideologüema del que hablamos, de la episteme de esa formación discursiva y enunciativa, de alguna manera se ha clausurado. Se notan su culminación crepuscular cuando se desatan las movilizaciones y construcciones discursivas políticas y culturales kataristas, después de la masacre del valle, perpetrada por la dictadura del General Bánzer Suárez (1974).También se nota en los quiebres, en los desplazamientos conceptuales que se dan después de estos acontecimientos. Una notoria intelectual crítica, sensible a estas irrupciones y desplazamientos, como Silvia Rivera Cusicanqui expresa en sus escritos las rupturas con el ideologüema del nacionalismo revolucionario[4]. También las intervenciones, prólogos , ensayos y polémica de Javier Mediana, sobre todo el haber abierto un campo de publicaciones como las de Hisbol, donde se plasmas las investigaciones antropológicas del mundo andino, muestra también las marcas de la ruptura y el distanciamiento con una forma de pensar del iluminismo criollo.
Arqueología del ideologüema del nacionalismo revolucionario
Uno de los proyectos, que realizó en parte, de Hugo Zemelman Merino era escribir un libro sobre el pensamiento latinoamericano, concentrarse sobre todo en la episteme latinoamericana. Para tal efecto tomó en cuenta como referentes a connotados intelectuales críticos, de los que se podría decir construyeron un pensamiento propio. Entre ellos se encontraban dos bolivianos, uno era Sergio Almaraz Paz, el otro era René Zabaleta Mercado. Del primero decía que le asombraba su lucidez sobre la cuestión nacional y sobre el segundo su lenguaje tan rico y metafórico, tan propio y creativo, a la vez poético y conceptual. Al primero no lo conoció, pero leyó sus libros; al segundo lo conoció en México. De Marcelo Quiroga Santa Cruz tenía una gran consideración por su papel político; en lo que respecta a la labor intelectual del país, en general apreciaba mucho lo que se producía en Bolivia. Una vez nos dijo, de tantas llegadas consecutivas que tuvo desde 1985 hasta 1995, que Bolivia era un país apto para la epistemología. Se refería a las condiciones históricas y políticas para la construcción de un pensamiento propio. Le impresionaba la historia rebelde de las clases populares, del proletariado minero y los estratos explotados de la sociedad, le llamaba la atención la historia de insurrecciones que habían marcado las temporalidades políticas. En el periodo que estuvo aprendía el valor de la emergencia indígena de la gente que trabajaba la episteme andina en el colectivo Episteme. El libro proyectado salió publicado por Siglo XXI, es un aporte a una especie de arqueología del pensamiento latinoamericano[5].
¿Cómo caracterizar a Sergio Almaraz Paz, a René Zavaleta Mercado y a Marcelo Quiroga Santa Cruz? Se trata de un pensamiento nacional, fuertemente vinculado a la defensa de los recursos naturales, sobre todo el primero y el tercero. Aunque su labor intelectual no puede reducirse a este decurso, va más allá, fuertemente vinculada a comprender la formación social y económica boliviana, particularmente el segundo. Los tres terminan vinculados a una formación marxista, sobre todo el primero y el segundo. El primero venía de su experiencia en el flamante Partido Comunista que impulsó a fundar, después de abandonar la juventud del PIR; el segundo, venía del MNR y termina militando en el Partido Comunista. Parecen historias complementarias con rutas inversas. El tercero tiene otra historia, más vinculado a la literatura, después al ensayo, bastante distanciado de la Revolución Nacional de 1952, de la que tenía muy poca consideración. Su participación como diputado opositor en el gobierno del General René Barrientos Ortuño va a ser notoria sobre todo por sus críticas, acusaciones y denuncias a su gobierno. Empero su papel como ministro del Gobierno del General Alfredo Ovando Candía, empujando la nacionalización de la Gulf Oíl, lo va encumbrar como político y luchador de los recursos naturales, combatiente de la soberanía[6]. Definitivamente cuando forma el PS1 y logra una votación importante en los barrios obreros y los populares, después de insistir en sucesivas elecciones, se proyecta como un candidato alternativo, incluso a la decadente y complicada UDP. Los tres intelectuales bolivianos forman parte de una trayectoria y una tradición. Hablamos de un pensamiento crítico y nacional. No me atrevería a calificarlo de nacionalista, prefiero usar un término que se empleó después, para caracterizar un posicionamiento político en la cartografía ideológica; se trata del término que caracteriza el posicionamiento de la izquierda nacional para distinguirlo del planteamiento o mas bien de los planteamientos políticos de la izquierda tradicional, estructurados sobre todo por el POR y los partidos comunistas.
Los libros de Sergio Almaraz Paz forman parte de esta herencia nacional; Petróleo en Bolivia, El Poder y la Caída y Réquiem para una República son investigaciones y ensayos iluminadores sobre las estructuras de poder que condicionan la historia política y económica del país. En Petróleo en Bolivia asistimos a un penetrante análisis de la dramática historia del petróleo en Bolivia y en el mundo, se abren los entretelones de las determinantes de la Guerra del Chaco, se muestra el comportamiento sinuoso de la Gul Oíl, así como de los personeros de gobierno de turno. También se narra la lucha por la recuperación del petróleo, donde se involucran personas comprometidas, algunas instituciones patrióticas, las resistencias populares y las tomas de posición de organizaciones. Se forja la narración de la historia de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), sobre todo en su etapa inaugural, y un análisis comparativo de los contratos, donde se hace evidente el entreguismo de funcionarios de gobierno y de los bufetes. La investigación de El poder y la Caída asombra por hacer inteligible lo que hoy podríamos llamar la genealogía del poder en Bolivia, la estructura del poder minero, de los llamados barones del estaño. El análisis es penetrante y devela el diagrama de fuerzas institucional, sobre todo por las tesis en juego, la vinculación entre la estructura económica y la estructura política; no tanto tomando esta última como superestructura, como en un análisis esquemático marxista, sino mostrando las compenetraciones de ambas estructuras, estructura o base económica y superestructura o estructura estatal, política, ideológica y cultural; su invención, institución y configuración a partir de ciclos, particularmente el ciclo del estaño, ligado al ciclo de la hegemonía del capitalismo británico. El análisis de la temporalidad política y de las temporalidades estructurales del poder es sobresaliente por el enfoque analítico de lo concreto. ¿De qué estamos hablando en estos casos? ¿De una economía política, de una sociología política, de una antropología política? Hablamos de un autor que tiene la habilidad de moverse en varios campos teóricos para dar cuenta de realidades complejas como las formaciones económicas y sociales periféricas. Quizás el libro más apasionado es Réquiem para una república, donde hace una evaluación crítica de la Revolución Nacional (1952-1964). Con un lenguaje camusiano enfrenta la decadencia de la revolución, de la que dice que hay que aprender sus lecciones. Psicología de la vieja rosca prácticamente abre el análisis del libro, en tanto que Psicología de la nueva rosca clausura el recorrido de una temporalidad decadente. Empero hay capítulos conmovedores como Cementerios mineros donde interpela a la nación desde la experiencia del proletariado minero y dice que llegará un día cuando los mineros se nieguen seguir sosteniendo la nación sobre el escarnio de su propio cuerpo. El capítulo más elocuente sobre la decadencia de la revolución es El tiempo de las cosas pequeñas, donde se describe el minucioso y detallado retroceso del gobierno y del partido nacionalista, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), retroceso del que no se dan cuenta, no toma conciencia, incluso cuándo se encuentran al otro lado de la vereda enfrentando al pueblo[7]; por ejemplo en el enfrentamiento den Sora-Sora contra las milicias mineras (1963).
La obra de René Zavaleta Mercado es prolífica y puede caracterizarse por periodos; desde la Formación de la Consciencia Nacional hasta Lo nacional-popular en Bolivia el autor atraviesa intensamente por distintas elaboraciones teóricas que tratan de responder a una obsesión de vida: ¿Cómo hacer inteligible una formación histórica y social abigarrada? Luis Tapia Mealla caracteriza esta trayectoria como La producción de un conocimiento local[8]. Requeriríamos tiempo y espacio para detenernos en la producción de René Zavaleta Mercado; por estas razones preferimos concentrarnos en la última producción intelectual de la autor, publicada póstumamente; hablamos de Lo nacional-popular en Bolivia[9].
La querella del excedente es un capítulo impresionante donde se analiza la Guerra del Pacífico desde una perspectiva densa y compleja que pone en consideración las condiciones histórico-políticas de Bolivia, Perú y Chile en el momento de la guerra. Es un análisis de la condición de sus bloques históricos, de su articulación específica entre estructura y superestructura, relacionados a la legitimidad y hegemonía logradas en sus sociedades, además de la evaluación de la construcción estatal. Como se puede ver el enfoque teórico gramsciano atraviesa este análisis histórico-político. Otro capítulo imponente es El mundo del temible Wilka, donde se interpreta la guerra aymara en la Guerra Federal (1898-1899) en el contexto del mundo capitalista, del ciclo del capitalismo inglés y la revolución industrial, en el contexto de la perversa relación ente la acumulación originaria y la acumulación ampliada de capital. Se trata ciertamente de un análisis marxista, pero no al estilo esquemático como se acostumbra en el difundido marxismo vulgar, sino desde una erudición densa y asombrosa, análisis que da cuenta de la complejidad de la crisis de Estado. En El estupor de los siglos se efectúa un análisis histórico de la crisis de Estado, caracterizando al Estado oligárquico en sus distintas fases, dese la condición del Estado aparente hasta la condición de la autonomización estatal en tanto autonomía relativa del Estado, respondiendo al carácter de capitalismo organizado. La conclusión es que no logra formarse el Estado que se mueve en una oscilación entre el Estado aparente y el Estado instrumental, oscilación que no resuelve su condición espacial y territorial, pues estamos ante una oligarquía restringida a sus propiedades mineras.
¿Se puede decir que es nacionalismo este pensamiento, esta formación discursiva? No, de ninguna manera. Estamos ante un pensamiento marxista elaborado, trabajado desde la experiencia del abigarramiento de la periferia boliviana, comprendiendo la intensidad de la crisis del Estado. La cuestión nacional es trabajada como parte de la cuestión estatal, no resuelta, inacabada, problemática. Un lenguaje poético y barroco busca romper las dificultades de las resistencias a ser conocida de la realidad de la formación económica social periférica. El recurso a la erudición pone en juego la contrastación con otras experiencias y la comparación con figuras teóricas; de esta forma hace hablar a los personajes, haciendo emerger significaciones que los mismos actores históricos quizás desconozcan, empero reproducen en los contextos y tejidos históricos. En comparación, se puede decir que el discurso de Carlos Montenegro era nacionalista; reivindica la nación imaginada frente al coloniaje, al proyecto de supeditación de la oligarquía minera y terrateniente. Podemos considerar que La formación de la consciencia nacional se mueve en los códigos del discurso del nacionalismo revolucionario; incluso libros anteriores como El asalto porista (1959), Estado nacional o pueblo de pastores (1963) y La revolución boliviana y la cuestión del poder (1964) también pueden considerarse textos del discurso del nacionalismo revolucionario. No ocurre lo mismo con El poder dual (1974), Bolivia hoy (1983), Las masas en noviembre (1983), Lo nacional-popular en Bolivia (1986), Escritos sociológicos y políticos (1986), Clases sociales y conocimiento (1988), El Estado en América Latina (1989), 50 años de historia (1992); estos escritos no pueden considerarse formar parte del discurso del nacionalismo revolucionario, salvo La caída del MNR y la conjuración de noviembre, que se publica con posterioridad, siendo un escrito anterior (1995). En estos textos estamos ante un Zavaleta Mercado que se ha apropiado a su manera de la teoría sobre hegemonía y sus consideraciones sobre la superestructura de Antonio Gramsci, que la utiliza modificándola hasta el escándalo de cruzar sus límites, aportando con una teoría propia, con uso crítico del marxismo, para lograr una hermenéutica de la formación económico-social boliviana.
Ciertamente, no se puede desconocer en estas preocupaciones intelectuales la problemática de la cuestión nacional, como parecen hacerlos los teóricos de la izquierda tradicional. La relación entre René Zabaleta Mercado y Sergio Almaraz Paz es amistosa y afectiva, militaron en el mismo partido (MNR), pertenecieron ambos, uno primero y el otro después, al PC; la entrañable amistad se la puede vislumbrar en el Prólogo que le dedica Zavaleta Mercado en Réquiem para una República a Sergio Almaraz Paz. No pasa lo mismo en su relación con Marcelo Quiroga Santa cruz, que más bien es polémica, sobre todo cuando Zavaleta milita en el MNR. Revisando estas trayectorias, sobre todo la producción intelectual de estos autores, Sergio, René y Marcelo, la formación enunciativa en cuestión no puede restringirse al discurso del nacionalismo revolucionario, va más allá; el análisis de la estructura de poder, el papel de la centralidad minera y el socialismo vivido, como lo califica Hugo Rodas morales, no se circunscriben a un pensamiento nacionalista.
Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser conocido primero como literato, novelista, después como ensayista y por último como político socialista. Las novelas de Los deshabitados y Otra Vez marzo van a ser reconocidas y connotadas internacionalmente. Estamos ante un escritor, un literato, en pleno sentido de la palabra. Preocupado por las expresiones artísticas y estéticas. Lo que no deja que también se ocupe de la candente cuestión política boliviana. Es notoria su oposición a la revolución nacional, tiene ante ella críticas morales y éticas; no podríamos hablar de una polémica propiamente política, menos que se lo hace, en aquél entonces, desde una perspectiva socialista. Es también difícil sostener, como algunos apresurados han tratado de interpretar, que Marcelo Quiroga hacia una crítica desde las posiciones de clase de la oligarquía terrateniente. En todo ese tiempo está más cerca de la literatura y bastante distante de los intereses materiales como para defender una posición de clase. René Zavaleta Mercado es duro en la polémica con este Marcelo Quiroga Santa Cruz. René Zavaleta más rudo, más experimentado en las cuestiones políticas, más cerca del debate de coyuntura, en tanto que Marcelo Quiroga mas bien sensible a los códigos morales; ambos intelectuales están abismalmente distanciados. Uno escribe desde la penetrante experiencia de la revolución nacional (1952-1954), el otro lo hace desde la esfera de la crítica estética y ética desplazada desde los espesores de la literatura. Realidad y ficción no se encuentran.
Podemos decir que es después de la caída del MNR, con el golpe militar de 1964, que Marcelo Quiroga Santa cruz incursiona decididamente e la política. Una breve reseña de su vertiginosa vida puede resumirse de la siguiente manera:
Durante las elecciones de 1966 consigue ser elegido diputado por Falange Socialista Boliviana, partido que lo inscribe en sus listas y lo postula. Entonces es representante del departamento de Cochabamba. En estas elecciones es elegido como presidente el candidato militar General René Barrientos Ortuño. Desde el Congreso Marcelo Quiroga Santa Cruz, en su condición de diputado, efectúa un juicio de responsabilidades contra el presidente elegido. Siendo una voz solitaria - hasta el partido que lo postulo lo abandona -, en un Congreso mayoritariamente barrientista el juicio de responsabilidades le cuesta el desafuero parlamentario, después sufre el secuestro, seguido por el confinamiento en Alto Madidi, culminando esta represión en la cárcel. En la memoria popular Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser conocido como defensor de los recursos naturales. Contando con estos antecedentes se convierte en el autor intelectual de la nacionalización del petróleo, en su condición de Ministro de Minas y Petróleo (1969) en el gobierno del General Alfredo Ovando Candía. Empero fue ministro durante sólo un lapso, hasta su renuncia, asumida debido a lo que consideraba la capitulación gubernamental frente a la empresa de petróleos nacionalizada (Gulf Oíl Co.) cuando el gobierno cede a las presiones de la empresa para ser indemnizada. Ya curtido en la ingrata experiencia política, fundó el Partido Socialista en 1971, acompañado por un grupo de intelectuales y dirigentes sindicales. Su estadía en Bolivia ha de durar poco, hasta el cruento golpe militar del 21 de agosto de 1971, encabezado por el General Bánzer Suárez. En el exilio se ocupa de múltiples actividades, académicas, es columnista, participa en distintas instituciones y organizaciones, forma parte del Tribunal Socialista con sede en Yugoeslavia. El 1977, cuando se evidencia la crisis de la dictadura militar, retorna clandestinamente a Bolivia, retoma la conducción del Partido Socialista, partido proscrito durante régimen dictatorial; el partido asume otra sigla, va a ser conocido como PS-1. Incursiona como candidato a la presidencia durante las elecciones consecutivas de 1978,1979 y 1980. En su trayectoria electoral logra conquistar y seducir paulatinamente a un electorado popular y obrero, llegando a aglutinar en las últimas elecciones unos 120.000 votos, logrando de esta manera el cuarto puesto. En su condición de parlamentario en la legislatura de 1979 retomó la tarea del juicio de responsabilidades a la burguesía, como le gustaba decir; esta vez era en la representación del General Hugo Bánzer Suárez. La alocución de Marcelo Quiroga Santa Cruz fue brillante, minuciosamente trabajada, con una voluminosa documentación de apoyo; su voz aguda y de gran orador fue escuchada ante la impavidez del resto de diputados, que incluso como Guillermo Bedregal se hicieron la burla.
El programa de gobierno del PS-1 en las elecciones nacionales de 1980 contrastaba con el programa tímidamente reformista que enarbolaba la UDP; se trataba de un programa de nacionalizaciones frente a un programa que no se atrevía ni a discutir la posibilidad de la nacionalización. Lo mismo ocurrió con el frente de Izquierdas, Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), que tampoco quiso plantearse un programa de nacionalizaciones, a pesar de los reclamos de Domitila Chungara, quien fue reprendida por el propio PC-ML. Este contraste llama la atención en plena apertura democrática después de la noche de las dictaduras militares. En esta sintomatología se nota la desubicación de la izquierda tradicional ante los acontecimientos políticos, ante la irrupción democrática de las masas. La izquierda tradicional se encontraba lejos de comprender la cuestión nacional y la necesaria recuperación de la soberanía por medio de la recuperación de los recursos naturales. La UDP prefirió optar por la demagogia nacionalista, demagogia expresada elocuentemente por el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), entrapada en dos frentes, un frente con la derecha en el Congreso y un frente con la izquierda obrera, con la Central Obrera Boliviana (COB), en las calles.
La entrega apasionada y comprometida en la lucha socialista y el proyecto nacionalizador lo llevó raudamente a su desenlace fatal, a su asesinato por las huestes militares bolivianas y argentinas. Esto ocurrió el 17 de julio de 1980; el narco-golpe militar de García Meza y Arce Gómez decidió una guerra sucia y de exterminio, tomando el ejemplo de los militares argentinos. Marcelo Quiroga fue reconocido y herido por los paramilitares que tomaron la sede de la COB, fue apresado y conducido al Estado Mayor del Ejército, dónde lo asesinaron, haciendo desaparecer ignominiosamente sus restos, que hasta ahora no han sido recuperados. Se entrevé una complicidad del gobierno de Evo Morales Ayma con los militares bolivianos para encubrir este asesinato y evitar su esclarecimiento, así como la devolución de sus restos.
Un recuento de sus participaciones puede resumirse de la siguiente manera: En 1952 fundó y dirigió el semanario “Pro Arte”; en 1959 la revista “Guion”, dedicada a la crítica cinematográfica y teatral; en 1964 abre el periódico “EL SOL”. En 1953 es nombrado delegado boliviano en el Congreso Continental de Cultura; en 1969 en el Congreso Intercontinental de Escritores. En 1957 publica su primera novela Los deshabitados; junto a Garciliano Ramos de Brasil, Miguel Ángel Asturias de Guatemala, Augusto Roa Bastos del Paraguay, José María Arguedas del Perú y Juan Carlos Onetti del Uruguay recibe el premio William Faulkner, premio que es entregado en 1962 a la mejor novela escrita desde la segunda guerra mundial. La otra novela, Otra Vez Marzo, se publica en 1990; se trata de una novela póstuma, aunque inconclusa. Fuera de su labor literaria amaba el arte cinematográfico, incursiona en este campo; en 1964 realiza el cortometraje El Combate. Esta multifacética trayectoria nos muestra el ímpetu y el talento del insigne e intenso intelectual. Sin embargo, debemos concentrarnos en su vasta producción de ensayos, de los que hay que hacer una clasificación; algunos de ellos es indispensable nombrarlos por su carácter polémico, otros por su vinculación a la defensa de los recursos naturales. La crítica a la Revolución Nacional se encuentra en La victoria de abril sobre la nación (1960); la crítica a las políticas entreguistas ya aparecen en Desarrollo con soberanía, desnacionalización del petróleo (1967); se retoma esta crítica en Lo que no debemos callar (1968). Un elocuente testimonio se encuentra en Acta de transacción con la Gulf -análisis del decreto de indemnización a Gulf (1970). El análisis y la denuncia consecuente podemos encontrarlos en un libro más elaborado que titula El saqueo de Bolivia (1973); lo mismo acontece en Oleocracia o patria (1976), donde ya hallamos una caracterización de la estructura del poder en Bolivia, caracterización no disímil a la que hizo Sergio Almaraz Paz.