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Parte II. Hacia la educación libre: Biopolítica del poder y biopolítica hacia el no-poder

Profesor J  :: 12.06.13

La pugna histórica entre la fe y la razón, el determinismo divino Vs. el determinismo de la objetividad «científica», no eran más que máscaras ideológicas para cubrir la verdadera pugna entre dos modos de producción, feudalismo y capitalismo

Biopolítica del poder y biopolítica hacia el no poder

Por el Profesor J

La pugna histórica entre la fe y la razón, el determinismo divino Vs. el determinismo de la objetividad «científica», no eran más que máscaras ideológicas para cubrir la verdadera pugna entre dos modos de producción, feudalismo y capitalismo. Como ninguno de esos modelos de vida nos interesa, entonces tampoco aceptamos sus paradigmas, todos ellos pegados, como moscas en el matamoscas, al estado como demiurgo, el leviatán, mientras arrojan en todas direcciones sus ráfagas de teleología, el futurismo como sentido: unos el cielo y otros la utopía. Los religiosos dicen que el presente es sufrimiento y el futuro es el cielo, los estatistas dicen que el presente es de lucha y el futuro es nuestro. Ambos preconizan el sacrificio y la muerte por el «ideal» de futuro, donde los jefes mandan y no obedecen.

Para mandar deben instalar los códigos y coordenadas de mando en la gente, pero como no pueden hacerlo en el cuerpo (aunque ya están experimentando con las famosas tobilleras o pulseras con GPS y aún con microchips que se injertan bajo la piel), lo hacen en la mente con argumentos, miedos, tergiversaciones, demagogias, educación, mentiras, medios de comunicación. En todos los espacios del mundo de la vida llegan por decenas y cientos, permanentemente, por todos lados, como emboscadas a la vuelta de la esquina, los vendedores de ilusiones. Tocan a tu puerta o meten el panfleto por debajo, te acorralan y persiguen, te desnudan y vuelven a vestir, algunos son pagados por la coca cola o entel y de improviso percibes que se trata de un plan de celular o blackberry y ya no se nota el perfil de diferenciación entre la propaganda política, comercial o religiosa. Todo es manipulación mental y subliminar. Todos apretando y soltando los botones-mecanismo instalados desde la escuela para que la mente acepte las direcciones de la heteronomía y sea el agente policial que controla y reprime la autonomía corporal del instinto y la libertad.

Las formas de manipulación mental (antes de que entremos a analizar el juego de tensiones y contradicciones entre la mente y el cuerpo, que es por donde circula el biopoder y la biopolítica) han llegado a convencer a un sector «conciente» de los oprimidos de que la libertad es mantener a las personas separadas viviendo en la falsedad ilusoria del libre albedrío, o sea, puedo moverme, caminar y escoger caminos, por más que el poeta ha cantado que se hace camino al andar y ellos mismos toman la frase, la cantan, la escriben, la exiben en carteles y la pisotean para que no se haga en la realidad, ya que de modo extraño ellos se aferran a caminos predeterminados. La búsqueda de la libertad, según ellos, es una escalera llamada estrategia, que tiene escalones llamados «tácticas» y que deben sumarse uno tras el otro o todos juntos, pero sumados detrás del jefe que gritará «libertad» en el micrófono y todos llorarán de emoción. Hay un apelo oportunista a las emociones.

Los religiosos hacen cantar a los niños aunque no entiendan lo que dicen. Recuerdo que un niño preguntó por qué se decía «porfía», con flores a porfía, y el cura respondió que eran muchas flores, por todos lados. Después cantar lo mismo, luego otro, salen libritos con canciones, la porfía está en las estampitas, escapularios, medallitas, velas y un sinnúmero de símbolos y objetos que permiten entronizar (interiorizar) muchas veces de modo no consciente, los contenidos y estímulos condicionados como la campanilla del perro de Pavlov, que violó (Pavlov, no el perro) las reglas secretas de la ciencia «oculta» y reveló al mundo el misterio de la manipulación mediante la instalación en el sistema neural, la red de nervios del cuerpo, de reacciones a nuevos estímulos inducidos a voluntad por el sujeto externo.

Para neófitos, Pavlov tocaba la campanilla cada vez que daba comida al perro (lo que me recuerda las frases que se leen igual desde el comienzo y desde el final, como «Anita lava la tina» o «Dábale arroz a la zorra el abad», y dígame usted si esta última frase de la Edad Media no le recuerda a Francisco de Asís, que se fue al bosque a vivir con las comunidades alternativas que crecían como callampas por todos lados por siervos fugados y objetores de conciencia que escapaban por miles con sus familias para no ser llevados al matadero del colonialismo), por lo que el perro soltaba saliva y bababa (repíta «bababa» en voz alta varias veces) sin ver comida ninguna, sólo ante el sonido, aunque en lo personal no me cabe duda que el perro soltaba el chorro cuando escuchaba en el bosque el ruido de una rama pisada por un ciervo o jabalí.

Todos los que estudiaron sociología y sicología, así como la gente que sabe muchas cosas, conocen del experimento en estados Unidos de unos estudiantes que sacaron un cuadrito de película en un cine y en su lugar pusieron «beba coca cola», o rica coca cola (si tiene tiempo repita en voz alta varias veces «poca coca cola»), o algo así. Como el cerebro registra solamente una cierta cantidad de imágenes por segundo, ese cuadrito aislado no fue detectado por nadie y pasó limpiamente hacia la psique de los espectadores estimulando a la gente a comprar esa bebida en el intermedio y a la salida. Los días que el cuadrito se colocaba, aumentaba la venta de la coca cola más de 30% y cuando se retiraba volvía a su promedio. Al repetirse el experimento, volvía a subir la venta. Se trataba pues de un resultado inducido, donde no es relevante el nivel de conciencia del sujeto conejillo de indias que se bebió el refresco, pues el estímulo se instaló adentro y viene directamente de allí en la forma de deseo, ganas, apetencia y a veces, de forma tan inocente que llega a dar ternura, nos dicen «tengo sed». Nunca ha sentido «sed», ya que es un estímulo parecido, una gana introducida en el sistema de impulsos que portamos y que no funciona en base a los comandos mentales que enviamos a nuestro cuerpo, sino mediante los tirones de hilo a la marioneta que hace el sistema. La TV que promueve porquerías para los niños que salen babando para probar o degustar el coso aquel con sabor de pirulí o mantinga o dialasina o marabula, o el dulce con orejas de conejo o trompa de elefante, que genera una «escuela» en el hogar donde la madre o el padre «inocentemente», para calmar el friterío del griterío, compran el artilugio para el regalón pesado tal por cual, instalando en el hogar dulce hogar la práctica desenfrenada del consumismo que hará de ese antiguo regalón el actual narco en moto o auto de lujo. Ahora vuelva atrás y en vez de leer dulce para el chico, lea candidato.

Ya habiendo masticado juntos usted y yo alguna cosa de la mente, veamos como ella intenta mandar al cuerpo y lo hace pebre. El cuerpo no puede andar por ahí así nomás, usted va a pensar mucho y organizar cada minuto de su tiempo antes de sacarlo a la calle a caminar o hacer alguna cosa, como poniéndole correa al perro. Usted hasta llega a parecer un dios, un ente, un espíritu caminante, que se ha introducido en ese cuerpo y poco o nada ha intervenido en su crecimiento o formación, de allí que las corrientes ideológicas que hablan de la reencarnación pueden hacer su agosto, como los gatos en el tejado caliente. Un espíritu que pasa de un cuerpo al otro de una vida a la otra, lo que refuerza el papel secundario del cuerpo, un mero receptáculo para contener el espíritu, que obviamente usted no ve y sólo puede «captarlo» a través de su mente, donde ya hemos visto se pelean las corrientes para arrastrarnos detrás de su trampa de ratones. Nadie conoce a un dios, sólo se lo meten en la cabeza a los niños que al final terminan «creyendo» en la existencia de ese ser superior, lo que permite justificar la verticalidad, la jerarquía y el autoritarismo de la sociedad que aniquiló la vida en común. Las canciones a la virgen llena de porfía de flores, velas y demás se graban a fuego y aparecen una y otra vez en la memoria de la víctima de la manipulación, cumpliendo la misión de evitar que abandone la «creencia».

Lo mismo pasa con los partidos y militancias orgánicas, de modo que si aún le queda tiempo, vuelva atrás y lea lo de los espíritus y la porfía como que fuera el partido o la ideología y verá que los mecanismo son los mismos, sólo que unos dicen que es «fe» y los otros dicen que es «conciencia», escondiendo las manos donde portan las jeringas con las cuales están inoculando el veneno ideológico a las víctimas de la demagogia de la lucha por el poder, que no son nuestros compañeros en la tarea de cambiar el mundo, pues se instalan en la burocracia del poder y sólo viven para ellos. Nos llaman traidores o amarillos, pero ellos lo son, pues toman el poder y administran el capitalismo con más celo que los propios empresarios, son más papistas que el Papa.

Michel Foucault escribió un librito que toca algo del asunto, Microfísica del Poder, que va presentando en diferentes escalas de arriba-abajo como actúa este asunto en cada nivel, por lo que lo recomendamos. Sin embargo antes de ello tal vez sería prudente leer otro libro del mismo autor, donde se pueden ver algunos elementos interpretativos que Foucault utilizó para analizar el poder, claro que con una mirada estructuralista, pero más próxima al antagonismo que el estructuralismo marxista de su contemporáneo Althusser, el maestro del desviacionismo marxista que siguió Marta Harnecker, que contribuyó fuertemente en la Surda y sus seguidores hoy día dedicados a la constituyente desde «lo social», haciendo abstracción que sea dirigido por partidos, por ejemplo, es divertido ver como denominan a la CUT chilena de «movimiento social» , para unificarlo con el «movimiento estudiantil», donde el presidente de la Fech apoya abiertamente la candidatura a diputados de miembros de su organización que llaman de «izquierda autónoma». El libro de Foucalt que recomiendo ver antes de la microfísica y que permitirá entender mejor las falacias del autonomismo (que como paradigma asesina la autonomía), es «Las palabras y las cosas», donde el autor se adentra al interior del lenguaje y la lingüística sorteando las prisiones ideológicas y evadiendo el carácter formal descriptivo-positivista de las escuelas lingüísticas como la de Viena o de Suassure (o como se escriba), tan caras a ciertas vacas sagradas como Humberto Eco, mostrándonos otra manera de introducir el bisturí analítico en diversos temas, entre otros, el poder. De allí que otro lingüista de tanto renombre como Chomsky, haya asumido y continuado profundizando a Foucault dando certeras estocadas que atraviesan las palabras sin enredarse ni ser capturadas por ellas en su función de instrumentos de control societal, para desplegar los contenidos más allá de la estrechez de los continentes, es decir de las palabras como portadoras de sentido, muchas veces convencional, como el idioma castellano y sus primos portugués, gallego, catalán, francés, italiano y rumano, son derivados de un idioma dominante y sumamente autoritario, el latín.

La metodología analítica de Foucault, de atravesar y sortear las redes de pescadores de las palabras (también del sofisma y de los discursos demagógicos), es la que permite trabajar mejor la comprensión de la problemática del poder y aún del biopoder, es decir, de éste hacia los cuerpos, como ejercicio concreto de la biopolítica. De allí tenemos que en el campo derivado de la experiencia de la Autonomía Obrera Italiana se recoge el guante y se rehabilita a Marx que había sido severamente pisoteado por el revisionismo de Palmiro Togliatti, surgiendo de allí el llamado «subjetivismo italiano», que recupera la importancia del sujeto por sobre la estructura, así como la subjetividad como producción de sujeto que va más allá de la limitada «objetividad científica» que determina rumbos obligatorios a los que debe someterse la razón. No hay duda de la notable influencia del existencialismo sartriano y del situacionismo de Guy Debord en esta corriente del subjetivismo que destaca a Toni Negri, pero que lanza a las profundidades analíticas a sólidas personalidades como Paolo Virno y a Lazzarato. Este último trabaja el «acontecimiento» como punto de partida analítico y lo diferencia de la «situación» de Debord.

Interesa analizar a Virno, pues siguiendo la brecha analítica abierta por Foucault, nos lleva a través de las palabras de vuelta a las cosas o a las acciones, pero, más aún, al propio proceso de constitución de la individualidad. Veamos como lo hace en su libro llamado «El verbo hecho carne» donde toma las reflexiones de un filósofo francés prácticamente desconocido, Simondon, que sostiene que el proceso de individuación (moldeamiento de la individualidad) contiene un elemento transindividual, que percorre en común transversal y horizontalmente a cada uno de esas individualidades, que Virno adjudica en el caso de la política a la democracia directa, lo que aparece como sumamente razonable como contexto y dinámica relacional, sin embargo el propio Virno deja entrever que esto es más profundo y se puede concluir que lo transindividual, que recorre e influye en el proceso de individuación, es el instinto de lo común, que es atávico, pues viene en los genes desde la horda y la comunidad primitiva, que no ha conseguido quebrar la historia de la propiedad, del patriarcado y el poder, que destruyeron la vida en común para instalar la sociedad de personas separadas. No se ha quebrado el instinto de lo común, pero se ha arrinconado, se ha cohibido o inhibido, no se expresa en medio de la vorágine y hábitos de la sociedad individualista, porque no tiene donde hacerlo. Por eso la importancia de que las personas puedan hacer el máximo de vida en común, compartir, producir juntos, consumir en conjunto, etc, para que el instinto de lo común tenga donde y como aflorar y expresarse.

Así a la biopolítica del poder oponemos la biopolítica hacia el no-poder, espacios donde el poder-sobre ya no obliga el poder-hacer, que se expresa mediante el despliegue de la potencia, la libertad y la creatividad, lo que evidentemente es recuperar el sujeto como eje de los análisis, antes que las estructuras.

Si desea profundizar estos temas, entre en contacto, que estamos preparando nuevos talleres.

Abrazos

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
Universidad Libre
ulibre.net
unlibre@gmail.com
http://clajadep.lahaine.org

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