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No todo es lo mismo en la revuelta de Brasil

Desinform{emonos :: 24.06.13

Comparación con la Guerra del Agua en Bolivia

No todo es lo mismo en la revuelta de Brasil

“Las manifestaciones crean un nuevo tipo de relación entre la población y el poder público. La Guerra del Agua lo demostró en Bolivia y, ahora en Brasil, decenas de ciudades también lo hacen”, señala Rafael Siqueira, del Movimiento Pase Libre.
Brisa Araujo
Desinformémonos

Centenares de miles de personas siguen en las calles de Brasil mientras los gobiernos bajan las tarifas de los transportes –demanda que detonó las primeras marchas- en un intento de calmar a los manifestantes. Nuevos actores sociales saltan a las manifestaciones entre el desconcierto de los políticos de todos los sectores.

El 19 de junio, el movimiento social ganó la revocación del aumento de 20 centavos en la tarifa de los transportes públicos de São Paulo, seguida por la disminución de las tarifas en otras importantes ciudades del país. Pero en la marcha de celebración del día siguiente, algo más saltó a la vista: más de un millón 200 mil brasileños de diversos grupos sociales salieron a las calles de más de cien ciudades en marchas que reivindicaron distintas causas, desde salud y educación pública hasta la ira contra los partidos políticos, la corrupción del gobierno y los altos impuestos.

El transporte fue el inicio

Las marchas explotaron en la quinta economía más grande del mundo por una causa aparentemente local y puntual, que es el precio del transporte en las grandes ciudades. De alguna manera, esto fue la gota que derramó el vaso.

Rafael Siqueira, profesor de música y militante del MPL, indica que la movilidad es un problema nacional. “Los sistemas de transporte público son caóticos en todo el país y a principios de 2013 aumentaron las tarifas en varias ciudades. A pesar de que cada ciudad tiene su situación particular, el problema es nacional”, explica. El Movimiento Pase Libre está conformado por trabajadores y estudiantes y actúa nacionalmente desde 2005, después de revueltas en los estados de Bahía, en 2003 (región noreste del país) y Santa Catarina, en 2004 (región sur). São Paulo está ubicado en la región sureste. Una de las principales banderas del movimiento es el acceso universal al sistema de transporte urbano, que para ellos debe ser gestionado por el Estado y no por empresas privadas.

Según Carlos Eduardo Martins, politólogo de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), la masiva adhesión a las manifestaciones inicialmente convocadas por el Movimiento Pase Libre (MPL) viene de una indignación por la desmedida represión policiaca contra el movimiento, pero tiene bases sociales más profundas, como “el deterioro de las condiciones materiales de vida por la inflación en los precios de vivienda y la pésima calidad de los servicios públicos de salud, educación y transporte”. El profesor afirma que la falta de definición entre qué es la derecha y la izquierda en el país también genera una falta de esperanza en la política, ya que “el Partido de los Trabajadores (PT) pasó a dirigir el bloque de poder que reúne al gran capital nacional y extranjero, las oligarquías financieras y el agronegocio. La consecuencia es una amplia corrupción de la vida política nacional”.

Inconformidad contra los gastos excesivos en fútbol

Desde el sábado 15 de junio, otro factor entró a la compleja coyuntura política brasileña. El torneo de fútbol “Copa Confederaciones” de la FIFA es el primer evento que utiliza las megaobras programadas para el Mundial de Fútbol de 2014. Los estadios Mané Garrincha (Brasilia), Mineirão (Belo Horizonte), Castelão (Fortaleza) y el tradicional Maracanã (Río de Janeiro) son ahora escenario de manifestaciones fuertemente reprimidas por la policía durante todos los partidos del torneo. Afuera de los estadios, la gente se expresó “contra lo que se consideran gastos excesivos y abusivos en la construcción de los estadios. Además, reivindican que esos recursos se inviertan en áreas más importantes para los ciudadanos, como salud, educación y movilidad urbana”, resume el sociólogo Wagner Iglecias, de la Universidad de São Paulo (USP), en entrevista con Desinformémonos.

Los Comités Populares de la Copa (COPACs) son movimientos sociales presentes en las 12 ciudades que serán sede del torneo el próximo año y están articulados nacionalmente. Una de las principales preocupaciones de los comités son los desalojos en las zonas cercanas a los estadios, así como el incremento de la brecha entre las clases altas y bajas de las ciudades. “Muchas de las obras para el mundial son fruto de proyectos antiguos de las clases dominantes, que ahora encuentran un motivo necesario para justificar remodelaciones que provocarán el alejamiento de los pobres hacia la periferia más lejana de Fortaleza, causando segregación y distinción social”, defiende el COPAC de Fortaleza, Ceará. Esta ciudad tiene un claro ejemplo de este proceso: en las comunidades de Lagoa da Zeza y Vila Cazumba, más de 5 mil personas fueron desplazadas hacia un conjunto habitacional muy lejano del centro, donde no hay estructura de escuelas y guarderías.

El COPAC de Río de Janeiro refuerza las denuncias: “Lo que vemos hoy es el incremento de la violación a derechos, principalmente contra comunidades pobres. Además de esto, sabemos que la velocidad de los programas de urbanización de algunas favelas con recursos del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), así como las Unidades de Policía Pacificadora (UPPs) son parte de un conjunto de acciones para que la ciudad pase una imagen de ‘orden y progreso’ para los inversionistas y los turistas”, denuncian.

Los nuevos actores, entre el conservadurismo y la ira contra la clase política

Gran parte de los participantes de las últimas marchas, sin embargo, no son parte de movimientos sociales ni de algún partido político. Son tan contrarios a ellos que en las grandes marchas del 20 de junio atacaron física y verbalmente a personas con camisas o banderas de partidos políticos. Convocados por las redes sociales y estimulados por consignas nacionalistas y contra la clase política, representan, señala el periodista y politólogo Leonardo Sakamoto, “un Brasil muy conservador. Las manifestaciones nos muestran que no porque centenares de miles de personas salgan a las calles por una reivindicación justa, la realidad cambió y vivimos ahora en una comunidad de Ositos Cariñositos”, ironiza. El periodista considera un error asumir que estamos ante un movimiento fascista, como parte de la izquierda teme. “Es un grupo, principalmente de jóvenes, precariamente informado, que súbitamente dio con las manifestaciones de calle pero que no tiene ninguna formación política, sólo mucha rabia e indignación. Su revuelta no fue necesariamente contra los partidos, pero sí contra las instituciones tradicionales que representan la autoridad como un todo”, analizó.

El futuro de la política

Para Carlos Eduardo Martins, las marchas expresan “el colapso del sistema político brasileño”. Iglecias cree que son una muestra de que el sistema político está demasiado alejado de los ciudadanos y de sus preocupaciones cotidianas. “El sistema político brasileño ha estado demasiado encerrado en sí mismo, mucho más cercano a los intereses privados que a los de la sociedad”, afirmó el sociólogo.

Al calor del momento, algunas personas cuestionaron la amenaza de que las fuerzas políticas de derecha se aprovechen de la masificación para promover alguna suerte de golpe de Estado, semejante a lo que sucedió en Brasil en 1964 – cuando la clase media descontenta con el rumbo del gobierno de João Goulart favoreció un complot militar que derrumbó al presidente. Para el profesor de la USP, esto posibilidad resulta poco probable “porque hay un sentimiento muy fuerte de que este movimiento pertenece a la sociedad civil, es un movimiento que no quiere la protección de partidos, grupos, de los medios o de cualquier otro actor político”, evaluó.

Lo que se puede decir con seguridad es que las manifestaciones que llevaron más de un millón y medio de personas a las calles no son banales. El militante del MPL evalúa que “la historia prueba que las manifestaciones cambian las cosas. ¿O la esclavitud todavía es normal? ¿O Francia todavía es una monarquía? Las manifestaciones crean un nuevo tipo de relación entre la población y el poder público. La Guerra del Agua mostró esto en Bolivia y ahora en Brasil decenas de ciudades también lo están mostrando”, finaliza Rafael Siqueira.


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