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Bolivia: La madre tierra, cenicienta del desarrollo capitalista

Raúl Prada Alcoreza :: 26.07.13

Matricidio y estado patriarcal

Índice:
La fuerza de la ley y el padre tierra
Lo grotesco político la ley padre tierra
¿Madre tierra o desarrollo integral para vivir bien?
Más allá del desarrollo y del espejo de la producción
Consideraciones teóricas sobre la cosmovisión de la madre tierra
Consideraciones críticas sobre las transiciones
La madre tierra, cenicienta del desarrollo capitalista

La fuerza de la ley y el padre tierra
Se ha suscitado un debate con el gobierno, los funcionarios de gobierno y los aparatos ideológicos del Estado; primero, sobre la contradicción entre el desarrollo legislativo y la Constitución; segundo sobre un cuestionario que el gobierno llama consulta; y tercero, sobre una ley de la madre tierra aprobada por el gobierno, norma oficial que contradice el espíritu de la ley elaborada por el Pacto de Unidad y consensuada entre el Pacto de Unidad, la Asamblea Legislativa y el gobierno. La ley aprobada por el gobierno sólo deja algunos enunciados generales de lo que un día fue el anteproyecto y el proyecto de la ley de la madre tierra, empero les da un contenido operativo que contradice el espíritu de los derechos de los seres de la madre tierra, tal cuál fue la concepción elaborada por el Pacto de Unidad, después de un año de elaboración. Posteriormente a haber leído el texto de la ley aprobada por el gobierno, deberíamos llamar a la ley, no de la madre tierra, sino del padre tierra, pues reproduce el arquetipo imaginario dominante de un Estado patriarcal. ¡La madre ha muerto, viva el padre!
¿Qué es lo que se ha ido perdiendo en el desarrollo legislativo de la ley de la madre tierra? Primero, su concepción, su cosmovisión, la de las naciones y pueblos indígenas originarios; concepción animista, inmanente y pluralista. Ya no se trata de seres, componentes y bondades de la madre tierra; que eran los tópicos fundamentales de la ley elaborada por el Pacto de Unidad, sino se vuelve a reducir esta ontología a recursos naturales, pues la principal preocupación de la ley es que “armonice” con la concepción extractivista minera e hidrocarburífera. Que no choque con el código minero y la ley de hidrocarburos. A esta concepción se la llama eufemísticamente de “desarrollo”, peor aún, demagógicamente, de desarrollo del pueblo boliviano. Cuando las resoluciones de Tiquipaya definen al vivir bien como modelo alternativo al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo. Tal parece que el desarrollo capitalista es muy caro para los funcionarios de gobierno y los ideólogos del Estado-nación, incluyendo a los aparatos ideológicos del Estado, en la que se encuentra el sistema educativo y las universidades. El Estado-nación, liberal y colonial no puede renunciar a esta ilusión de desarrollo, que no es otra cosa que la formación discursiva que encubre la marcha destructiva del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente.
La ley aprobada por la Asamblea Legislativa plurinacional y por el gobierno no hace otra cosa que garantizar la “armonía” con los dispositivos normativos del extractivismo, que no es otra cosa que atentar contra los derechos de los seres de la madre tierra, al reducir de nuevo los seres a recursos naturales; es decir, explotables en función de la acumulación originaria y ampliada del capital. La concepción que está detrás de estos enunciados es nuevamente el dominio sobre la naturaleza, dominio en la que se ha construido la modernidad y sus ilusiones de progreso y desarrollo. Estos últimos no son otra cosa que discursos apologéticos de los intereses de las grandes empresas trasnacionales y del sistema financiero mundial dominante en la estructura de control del capitalismo. Los últimos elaboradores de la ley de la madre tierra no hacen otra cosa que “armonizar”, lo que debería ser una crítica al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo, tal como establecen las resoluciones de Tiquipaya, con los intereses de los circuitos acumulativos del capital, bajo el mando de los grandes monopolios y oligopolios, que son estas empresas trasnacionales, sobre todo extractivistas, aliadas al sistema financiero internacional, en la fase especulativa del capitalismo. Esta armonización discursiva, ideológica, no hace otra cosa que matar el espíritu de lo que un día fue el anteproyecto y después el proyecto de ley de la madre tierra, elaborada por el Pacto de Unidad, consensuado con la Asamblea Legislativa y el gobierno.
El debate ha adquirido un tono intenso y rico en los escritos de Bartolomé Clavero, quien ha seguido desde hace tiempo la experiencia del proceso constituyente boliviano, la construcción de la Constitución, su aprobación y promulgación. Está demás decir de Bartolomé Clavero que es un jurista, constitucionalista, investigador e intelectual comprometido con las luchas de las naciones y pueblos indígenas por la descolonización. Todos lo conocemos, por lo menos los que hemos tenido la alegría de conocerlo, leer sus escritos y publicaciones. Era entonces de esperar que Bartolomé Clavero entre en defensa de la Constitución, sobre todo de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, derechos sancionados en los convenios internacionales y en la Constitución. Que defienda el derecho a la consulta como garantía de los derechos indígenas, de la libre determinación, el autogobierno y el ejercicio de la autonomía indígena, en tanto normas y prácticas del proceso de descolonización. Esta actitud consecuente era de esperarse a partir de la integridad ética e intelectual de Bartolomé Clavero.
Lo que sorprende es la actitud legitimadora de una ley adulterada en su contenido por parte de intelectuales, de quienes se espera una actitud, sino critica, por lo menos objetiva en cuanto a lo que ocurre con el desastroso desarrollo legislativo de la Asamblea Legislativa, subordinada al gobierno. La Asamblea Legislativa y el ejecutivo lo único que hacen es desmantelar a la propia Constitución y su perspectiva plurinacional, comunitaria y autonómica, restaurando el Estado-nación, liberal y colonial, subordinado al orden mundial del sistema-mundo capitalista. No deja tampoco de sorprender la forma como lo hacen, a nombre del pueblo en general y por el derecho al “desarrollo”, olvidando notoriamente que cuando hablamos de pueblo, desde la Constitución, hablamos de pluralidad, de pluralismo de naciones y pueblos, sobre todo reivindicando a las naciones y pueblos indígenas, conquistados, colonizados y sometidos desde la instauración colonial. Esta es la perspectiva descolonizadora de una transición pluralista del Estado, que requiere pluralismo normativo, institucional, administrativo y de gestiones, además del ejercicio participativo y plural de la democracia. Que requiere transformaciones estructurales e institucionales que no se las ha hecho, optando más bien por continuar con una normativa, gestión y administración liberales, que no hacen otra cosa que conculcar los derechos de las naciones y pueblos indígenas, como el derecho a una consulta previa, con consentimiento, de buena fe, libre e informada. Conculcar también los derechos fundamentales del pueblo boliviano, plural, tal como lo define la Constitución. Ahora queda claro que se conculcan también los derechos de la madre tierra, lo más grave, hecho esto a su nombre.
El gobierno y la Asamblea Legislativa creen que por poner nombres cambian las cosas, por arte de magia se transforman; por ejemplo, creen que por llamarle Estado plurinacional al Estado-nación, este Estado ha dejado de ser mono-nacional y mono-cultural, mono institucional, por lo tanto colonial. Creen que por llamar consulta a un cuestionario inductor de comportamientos, presionando a obtener la aquiescencia de las comunidades del TIPNIS por una carretera del “progreso” y “desarrollo”, ya se vuelve consulta. Creen que por llamar ley de la madre tierra a una ley escamoteada, cambiada, transformada en su contenido, ya sin el espíritu de la ley de la madre tierra, sigue siendo una ley de la madre tierra, cuando se ha convertido en un instrumento perverso del modelo extractivista. Creen que por llamar proceso de cambio a la conducta sinuosa y oportunista del gobierno ya se trata del proceso de transformación efectivo, abierto por los movimientos sociales anti-sistémicos. Esto no es otra cosa que imaginario cruel e “ideología” decadente.
El problema real es que con el accionar del gobierno y la Asamblea Legislativa se evapora la Constitución, que con el accionar de estas instancias del Estado-nación restaurado desaparece la perspectiva del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Con la manipulada y espuria ley de de consulta desaparece la práctica misma de la consulta. Con la carcomida ley de la madre tierra desaparecen los derechos de la madre tierra y de los seres de la madre tierra. Parece una burla grotesca, pero no lo es, es el curso dramático del poder, de la dominación, del control, que no hace otra cosa que reproducirse en la práctica y la conducta de gobernantes, funcionarios, asambleísta e intelectuales.

Lo grotesco político la ley padre tierra
Se ha aprobado la Ley Marco de la Madre Tierra y desarrollo sostenible, dejando de lado, con el mayor descaro, el Proyecto de la Ley Marco de la Madre Tierra consensuada con el Pacto de Unidad, puesta en agenda de la Asamblea Legislativa para su tratamiento. Este proyecto de ley se basa en el Anteproyecto de Ley de la Madre Tierra elaborada por el Pacto de Unidad durante un año. La ley aprobada por el Congreso no tiene nada que ver con la madre tierra, es una ley dedicada a garantizar el desarrollo sostenible, la economía y las inversiones. Todo esto en la perspectiva del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. Si se introducen temas como la soberanía alimentaria y se dejan artículos descriptivos relativos a la biodiversidad, agua, aire, bosques, suelos, energía, hidrocarburos y minería, se lo hace en tanto se le ha quitado todo el alcance ecologista y todo el contenido de las cosmovisiones indígenas. Es decir, se trata de artículos que ya no tienen la connotación que tenían en el Proyecto de ley consensuado y en el Anteproyecto de ley elaborado por el Pacto de Unidad.
En la ley gubernamental se introduce una definición estrambótica de la madre tierra, donde se la reduce a cenicienta del desarrollo sostenible. Es más se introduce el concepto de aprovechamiento de los recursos naturales, que había desaparecido de los textos del anteproyecto de ley del proyecto de ley consensuado, pues se llegó a la convicción en las organizaciones indígenas y campesinas de que no se puede hablar de recursos naturales cuando se habla de la madre tierra. Los recursos naturales son un concepto capitalista de explotación y dominio sobre la madre tierra.
Este tipo de distorsiones y perversiones introducidas por la ley gubernamental, que no solamente alteran el proyecto de ley consensuado, sino la cambian sustancialmente, muestran una construcción grotesca de la ley y una intervención bochornosa del Estado, del ejecutivo y de la Asamblea Legislativa. ¿Por qué mezclaron el tratamiento de la madre tierra con desarrollo sostenible? Porque no les interesa la madre tierra, lo que les interesa es los que entienden por desarrollo sostenible. Tampoco en este caso son honestos pues el desarrollo sostenible es un nombre para encubrir el proyecto efectivo optado por el gobierno, el extractivismo minero, hidrocarburífero, de los evaporíticos, del agua, de la energía. El proyecto de ley consensuada chocaba con este proyecto efectivo, chocaba con el Código Minero y la Ley de Hidrocarburos, dispositivos legales extractivistas. Por lo tanto, las autoridades gubernamentales y los representantes que avalan el modelo extractivista no iban a permitir nunca una ley de la madre tierra, que exija la defensa y el cumplimiento de los derechos de los seres de la madre tierra, de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, los derechos a un ambiente sano y a la biodiversidad del pueblo boliviano. La razón de fondo de la aprobación de una ley estrambótica de la madre tierra y desarrollo sostenible es esta política económica extractivista, que es el programa práctico del gobierno.
Los artículos que tienen que ver con los temas institucionales, como el relativo al Ministerio de la Madre Tierra y el Consejo de la Madre Tierra, terminan como dispositivos legales insulsos, cuando precisamente los alcances de la gestión integral de la madre tierra han sido abolidos. Se trata de instituciones que llevan el nombre de la madre tierra, pero que en la práctica van a servir para legitimar la destrucción de la madre tierra, al amparar el avance del proyecto extractivista y la ampliación de la frontera agrícola. Así como ocurre con el Vice-ministerio de Descolonización y Despatriarcalización, que lleva el nombre de descolonización y despatriarcalización, empero sirve para justificar las políticas de continuidad colonial del Estado-nación restaurado y para cubrir la continuidad de la dominación masculina y el Estado patriarcal.
Estamos ante la reiteración de lo grotesco político como expresiones de las astucias, los montajes, las manipulaciones y las violencias simbólicas del campo burocrático, de los funcionarios y de los representantes, que consideran que están ahí, donde están, para cumplir órdenes como soldados, que es la figura que usan para referirse a sí mismos. Los soldados no son autónomos, obedecen, forman parte de la disciplina más acabada de la maquinaria bélica, no son pues revolucionarios, quienes tienen que ser autónomos y sujetos emancipados, y requieren pensar con cabeza propia, haciendo uso crítico de la razón.
Como se puede ver, tampoco los artículos relativos a las garantías de los derechos y a las penalidades de los delitos contra la madre tierra adquieren el alcance que tenían en el proyecto consensuado, pues en el bodrio de la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Sostenible ha desaparecido la madre tierra y se ha consolidado la gestión desarrollista, economicista y de inversiones. Esta forma de elaborar la ley no es solamente un atentado contra la madre tierra sino la muestra patética de la confusión estatal, al juntar madre tierra, desarrollo sostenible, economía e inversiones.
Llama la atención que ante semejante hazaña gubernamental y asambleísta, los voceros de la aprobación de la ley y seguramente de la promulgación no se ruboricen, pues hace tiempo que han perdido el sentido del pudor. La ley se la hace como conviene, no importa si se contradice abiertamente y lógicamente. Lo que importa es contar con dispositivos que viabilicen el “progreso” y el “desarrollo”, es decir, la economía basada en el extractivismo y administrada por el Estado rentista. El empleo de la fuerza de la mayoría, de la fuerza de los órganos del Estado, monopolizados y controlados, les basta para imponer y seguir caminando en la ruta escogida. Lo demás, que la ley sea coherente, sea legitima, desde la perspectiva de los contenidos, no importa. Esta falencia de coherencia, de lógica, de legitimidad, por ser una ley grotesca y arbitraria, será llenada por la propaganda y la publicidad.
No es pues una ley de la madre tierra, es una ley del padre tierra, una ley del Estado patriarcal, de la dominación masculina, de la explotación capitalista y de la opresión colonial. Es una ley que lleva el gesto de la prepotencia de los machos, de los grupos de poder, de los entornos cupulares, que aprecian el “progreso” y el “desarrollo” como lo hacían todas las élites criollas que gobernaron el país, composiciones de poder que desprecian a la madre tierra, que la consideran un obstáculo para el “progreso” y “desarrollo”. La ley misma es una muestra elocuente de los que son, expresa patentemente una psicología gubernamental y de los representantes, la mezcla dicotómica de distintas concepciones fragmentadas y mal elaboradas, la confusión patética de proyecciones inacabadas, que empero se reúnen en un texto y en los comportamientos, sobre todo en el habitus del campo burocrático, para servir eficientemente en la ruta restauradora, entreguista, depredadora y contaminante escogida. Estamos ante una forma política, la del populismo nacionalista revivido, en su fase tardía, que administra la transferencia de los recursos naturales a los centros del sistema-mundo capitalista, sirviendo eficientemente a la acumulación ampliada de capital.
Es imposible discutir con gente que se inviste del ropaje de héroes y luchas pasadas, sin repetir sus actos heroicos, sino más bien emularlos en la comedia grotesca de las apariencias, es imposible discutir con gente que se siente segura pues tiene a la mano el recurso de la violencia física y simbólica del Estado, sumando su control inaudito del órgano judicial supeditado y del tribunal electoral sometido. Ahora también del Tribunal Constitucional Plurinacional, que debería ser garante del cumplimiento de la Constitución; sin embargo, es el instrumento idóneo para destruirla, para permitir su vulneración. Es imposible discutir con la propaganda y publicidad que no razona ni escucha, sino que repite machacadoramente la rutina de la desinformación y de la retorica hueca. Es imposible discutir con gente que ha suplantado al proceso, hasta anularlo, que ha suplantado a los movimientos sociales, cooptando a sus organizaciones, que ha usurpado a los movimientos indígenas, folklorizando al máximo los alcances de la descolonización.
La ley aprobada es una más de las leyes inconstitucionales, es una muestra más de las expresiones de lo grotesco político. Se trata de la marcha aplastante del poder, de las estructuras y relaciones del poder, totalmente vigentes. Lo que han cambiado son los actores, pero los guiones y los papeles siguen, aunque hayan cambiado los discursos. Lo dramático de todo esto es que los verdugos ahora hablan el leguaje de sus víctimas, los seres de la madre tierra, las naciones y pueblos indígenas originarios y el pueblo boliviano.

¿Madre tierra o desarrollo integral para vivir bien?
Más allá del desarrollo y del espejo de la producción

Hay que reconocer que la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien ha cambiado desde su aprobación hasta su promulgación. ¿Cuáles son los factores que han incidido en sus modificaciones? ¿Las críticas, las observaciones de las organizaciones indígenas originarias? No lo sabemos. En la última redacción hay menos insistencia en los tópicos del desarrollo integral; se ha dejado una definición general que no tiene casi nada de desarrollo, empero si de proceso de armonización y de integración. La definición es:

Desarrollo Integral para Vivir Bien. Es el proceso continuo de generación e implementación de medidas y acciones sociales, comunitarias, ciudadanas y de gestión pública para la creación, provisión y fortalecimiento de condiciones, capacidades y medios materiales, sociales y espirituales, en el marco de prácticas y de acciones culturalmente adecuadas y apropiadas, que promuevan relaciones solidarias, de apoyo y cooperación mutua, de complementariedad y de fortalecimiento de vínculos edificantes comunitarios y colectivos para alcanzar el Vivir Bien en armonía con la Madre Tierra. No es un fin, sino una fase intermedia para alcanzar el Vivir Bien como un nuevo horizonte civilizatorio y cultural. Está basado en la compatibilidad y complementariedad de los derechos establecidos en la presente Ley.

Como se puede ver el concepto ya no es meramente de desarrollo integral sino de desarrollo integral para vivir bien. La definición se ha mantenido, empero ahora se subordina el desarrollo integral al vivir bien. Antes el vivir bien era un fin alcanzable por mediación del desarrollo integral, ahora el desarrollo integral se encuentra atravesado y condicionado por los requisitos del vivir bien. Es sutil el cambio, empero tiene connotaciones. Si uno lee el texto de la ley promulgada, han desaparecido las connotaciones del desarrollo o, si se quiere, desarrollista. ¿Para qué entonces seguir hablando de desarrollo en ese concepto tan amplio de desarrollo integral para el vivir bien? Si en la definición misma ya no aparece el sentido evolutivo de desarrollo, por lo tanto tampoco se mantiene la idea de desarrollo, ni en el sentido más económico del término, como transformación de las condiciones iniciales de producción, ni en el sentido de su diseminación, desarrollo sostenible, desarrollo sustentable, desarrollo con equidad, desarrollo alternativo. Lo que está en la definición se puede expresar claramente como la creación de condiciones integrales y complementarias para vivir bien, no como desarrollo, que es una expresión e idea de la modernidad, fuertemente ligada a la imagen de progreso y a la linealidad de la evolución. Si se quiere articular esa definición con las cosmovisiones indígenas, entonces no tiene sentido hablar de desarrollo, idea que no se encuentra en estas cosmovisiones, pues no consideran la linealidad evolutiva, ni la imagen del progreso; comprenden más bien la idea de ciclos, de temporalidades cíclicas.

La mantención de esta idea moderna de desarrollo es lo que preocupa. ¿Por qué se lo hace? ¿No hemos superado la episteme de la modernidad? ¿Se requiere de un paraguas para cubrir las leyes extractivistas del Código minero y de la Ley de hidrocarburos? Es difícil constatar estas preguntas. De todas maneras ha quedado el artículo 1, donde se convierte a la madre tierra en cenicienta del desarrollo integral para vivir bien. En este artículo sobre el objeto de la ley se escribe expresamente que:

Artículo 1. (OBJETO). La presente Ley tiene por objeto establecer la visión y los fundamentos del desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien, garantizando la continuidad de la capacidad de regeneración de los componentes y sistemas de vida de la Madre Tierra, recuperando y fortaleciendo los saberes locales y conocimientos ancestrales, en el marco de la complementariedad de derechos, obligaciones y deberes; así como los objetivos del desarrollo integral como medio para lograr el Vivir Bien, las bases para la planificación, gestión pública e inversiones y el marco institucional estratégico para su implementación.

Se mantiene entonces la duda: ¿Se trata de una ley de desarrollo integral para vivir bien o se trata de una ley de la madre tierra? La primera alternativa es transitoria, la segunda no, pues se trata de una norma que interpreta la complejidad de los ecosistemas de la madre tierra, sus ciclos vitales y de reproducción, regulando las acciones del Estado, de la sociedad, de las comunidades, de las colectividades, de las instituciones, de las empresas y de las personas. Por eso nos volvemos a preguntar: ¿Por qué han mezclado estos ámbitos? Este procedimiento despierta la desconfianza. Podían haber aprobado y promulgado dos leyes, una marco y orientadora de la madre tierra, otra transitoria o sobre la transitoriedad que crea las condiciones para el vivir bien, si quieren llamarle de desarrollo integral, allá ellos. ¿Por qué este entrelazamiento que hace perder lo propio de la madre tierra?

En el artículo 3 de la ley aprobada se escribía que:

Son fines de la presente Ley:

1. Establecer la visión y los fundamentos del desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien, garantizando la continuidad de la capacidad de regeneración de los componentes y sistemas de vida de la Madre Tierra, en el marco de la compatibilidad y complementariedad de derechos, obligaciones y deberes; recuperando y fortaleciendo los saberes locales, conocimientos ancestrales, cosmovisión y las propias vivencias de las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas, acorde a la Constitución Política del Estado.

2. Establecer los objetivos del desarrollo integral que orientan la creación de las condiciones para transitar hacia el Vivir Bien en armonía y equilibrio con la Madre Tierra.

3. Orientar las Leyes Específicas, políticas, normas, estrategias, planes, programas y proyectos del Estado Plurinacional de Bolivia para la construcción del desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien.

4. Definir el marco institucional para impulsar y operacionalizar el desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien.

En cambio en el artículo 3 de la ley promulgada se disminuye notoriamente en esta insistencia en el desarrollo integral:
Artículo 3. (FINES). Son fines de la presente Ley:

1. Determinar los lineamientos y principios que orientan el acceso a los componentes, zonas y sistemas de vida de la Madre Tierra.

2. Establecer los objetivos del desarrollo integral que orientan la creación de las condiciones para transitar hacia el Vivir Bien en armonía y equilibrio con la Madre Tierra.

3. Orientar las leyes específicas, políticas, normas, estrategias, planes, programas y proyectos del Estado Plurinacional de Bolivia para el Vivir Bien a través del desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra.

4. Definir el marco institucional para impulsar y operativizar el desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien.

Como dijimos, estos cambios apenas notorios, nos muestran modificaciones, que descubren pequeños desplazamientos en la ley promulgada. Ya no se trata de establecer la visión y los fundamentos del desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien, como en el caso de la ley aprobada, sino de determinar los lineamientos y principios que orientan el acceso a los componentes, zonas y sistemas de vida de la Madre Tierra. En la ley aprobada el Título II lleva la presentación de Visión del Desarrollo Integral en Armonía y Equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien; y El Capitulo I, Desarrollo Integral para Vivir Bien; en cambio en la ley promulgada el Título II lleva la presentación de Visión del Vivir Bien a través del Desarrollo Integral en Armonía y Equilibrio con la Madre Tierra; y el Capítulo I se subtitula Valores del Vivir bien como Horizonte Alternativo al Capitalismo. En otras palabras, se ha cambiado la visión del desarrollo integral por la visión del vivir bien. Por lo tanto en el artículo 6 ya no se habla de la realización del desarrollo integral para el vivir bien, sino de los valores del vivir bien. ¿A qué se deben estos cambios?

Los redactores de los cambios, que se hicieron al pasar del proyecto de ley consensuado entre el Pacto de Unidad, el gobierno y la Asamblea legislativa, así como los redactores de las modificaciones, hechas al pasar de la ley aprobada a la ley promulgada son consciente de lo que hacían. Saben de lo que se trata y está en juego. Por eso primero introdujeron en una ley de madre tierra la estructura normativa del desarrollo integral, por eso, al arreciar las críticas y observaciones, disminuyeron la insistencia en el desarrollo integral. Es más, cambiaron la visión del desarrollo integral, ahora convertida en visión del vivir bien. En la ley promulgada llaman valores del vivir bien a los códigos de conducta; saber crecer, saber alimentarse, saber danzar, saber trabajar, saber comunicarse, saber soñar, saber escuchar y saber pensar, convertidos en valores éticos. El Capítulo 2 ya no es derechos, obligaciones y deberes, sino vivir bien a través del desarrollo integral, donde en el artículo 7 se trata de la construcción de una sociedad justa, equitativa y solidaria, y en el artículo 8 se trata de la realización del vivir bien a través del desarrollo integral. Recién en el Capítulo 3 se trata de derechos, obligaciones y deberes. El desplazamiento que se produce entonces en la ley promulgada es del desarrollo integral al vivir bien. Aunque se sigue insistiendo que el vivir bien se consigue con el desarrollo integral.

Estos cambios, aunque sean pequeños desplazamientos, son importantes, pues no se trata del desarrollo integral sino del vivir bien. El desarrollo integral definido en la ley promulgada no es un concepto de desarrollo, como dijimos, es una imagen de proceso de creación de las condiciones de posibilidad para el vivir bien. El gobierno no cuenta con una teoría o, si se quiere, una tesis del desarrollo integral, sólo cuenta con una definición de un proceso armonizador y de integración. Volvemos a insistir, ¿por qué llamar a este proceso de desarrollo integral? Este es el quid pro quo del la ley. No pueden desentenderse del desarrollo, por lo tanto del concepto moderno de desarrollo, del concepto derivado de la economía política. Esto no lo dicen, no lo van a decir; está implícito.

En un artículo que escriben René Orellana Halkyer y Diego Pacheco Balanza, los autores dicen que:

El desarrollo integral es la implementación de medidas y acciones integrales (económicas, sociales, espirituales, ambientales, culturales, materiales, entre otras) para el fortalecimiento y la creación de condiciones materiales y espirituales que faciliten y fortalezcan el vivir bien de los pueblos y las sociedades. Entonces no es un desarrollo sinónimo de progreso ni de corte occidental. Por el contrario, se establece que éstas medidas y acciones deben ser culturalmente adecuadas a la realidad de los pueblos, correspondiendo a sus culturas y construyendo vínculos edificantes, es decir, acciones y actitudes constructivas que sienten las bases para una sociedad equitativa, justa y solidaria[1].

Si el desarrollo integral para el vivir bien no es un desarrollo sinónimo de progreso ni de corte occidental, ¿para qué llamarle desarrollo? ¿Por qué desentenderse de toda la discusión latinoamericana y el Caribe, así como en el mundo, sobre el concepto de desarrollo? ¿Por qué desentenderse de las resoluciones de la Conferencia de los Pueblos y Movimientos Sociales Contra el Cambio Climático, donde se establece claramente que el vivir bien es un modelo civilizatorio alternativo al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo? ¿Por qué mantenerse en una perspectiva desarrollista, moderna y occidental? ¿Por qué no asumir consecuente la alternativa al desarrollo y dejar de buscar rumbos en el desarrollo alternativo? Se podría decir que los redactores de los cambios y modificaciones no han salido de la episteme moderna, tampoco de los paradigmas del desarrollo. Pero el problema es que no solamente se trata de eso, sino de algo más pragmático. El gobierno está embarcado en el modelo extractivista, no ha salido de esta herencia; es más, la ha ahondado y expandido. Sus políticas económicas, el Código Minero, la Ley de Hidrocarburos, norman este decurso; el conflicto del “gasolinazo” y el conflicto del TIPNIS ratifican dramáticamente esta ruta optada y defendida por el gobierno. Con el dominio absoluto del MAS en el Congreso no se podía sacar una ley que contravenga este recorrido extractivista. Por eso se descartó aprobar el proyecto de ley consensuado con el Pacto de Unidad y puesta en agenda hace más de dos años en el parlamento. Pero, sin embargo, era necesario guardar las apariencias, no hablar de ninguna manera de extractivismo sino de introducir esa variable tan opaca de desarrollo integral. Con fines justificativos, propagandísticos y publicitarios se va insistir en la definición del desarrollo integral, en el carácter de proceso armonizador e integral, pero se va esconder el fin operativo, “equilibrar” la madre tierra y el vivir bien con el modelo extractivista. Este es el fondo, el objetivo enmascarado de la ley promulgada.

Volvamos a una discusión teórica, hurguemos en las definiciones, sobre todo en los artículos que han quedado de la ley consensuada, también busquemos las comparaciones con el espíritu de la ley que se encuentra expresado en el Anteproyecto de ley de la madre tierra del Pacto de Unidad. Empecemos con las definiciones que se mantienen en la ley promulgada.

1. Madre Tierra. Es el sistema viviente dinámico conformado por la comunidad indivisible de todos los sistemas de vida y los seres vivos, interrelacionados, interdependientes y complementarios, que comparten un destino común. La Madre Tierra es considerada sagrada; alimenta y es el hogar que contiene, sostiene y reproduce a todos los seres vivos, los ecosistemas, la biodiversidad, las sociedades orgánicas y los individuos que la componen.

2. El Vivir Bien (Sumaj Kamaña, Sumaj Kausay, Yaiko Kavi Päve). Es el horizonte civilizatorio y cultural alternativo al capitalismo y a la modernidad que nace en las cosmovisiones de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas, y es concebido en el contexto de la interculturalidad. Se alcanza de forma colectiva, complementaria y solidaria integrando en su realización práctica, entre otras dimensiones, las sociales, las culturales, las políticas, las económicas, las ecológicas, y las afectivas, para permitir el encuentro armonioso entre el conjunto de seres, componentes y recursos de la Madre Tierra. Significa vivir en complementariedad, en armonía y equilibrio con la Madre Tierra y las sociedades, en equidad y solidaridad y eliminando las desigualdades y los mecanismos de dominación. Es Vivir Bien entre nosotros, Vivir Bien con lo que nos rodea y Vivir Bien consigo mismo.

Estas definiciones no se adecuan al concepto de desarrollo, tampoco a la versión matizada de desarrollo integral. El concepto ecológico de sistema viviente no se adapta al concepto de la economía política de desarrollo, tampoco al concepto de desarrollo integral, que trata de articular dimensiones o impactos del desarrollo, buscando armonizar ecología y economía política. La definición del vivir bien no se presta a la reducción de la economía política del desarrollo, tampoco al desplazamiento en términos de desarrollo integral. ¿Por qué entonces insistir en el hibrido epistemológico de ecología y economía política? Se trata de las observaciones del ejecutivo, del mandato del gobierno, de adecuar la madre tierra a los requerimientos de las políticas públicas implementadas por el gobierno. Esta es una labor de sastres, no de intérpretes de toda la discusión y debate respecto a la cosmovisión de la madre tierra y los derechos de los seres componentes de la madre tierra. El gobierno y los asambleístas creen que se trata de eso, de hacer encajar la esfera al cubo. El viejo dilema bizantino de la cuadratura del círculo.
Esta labor de bricolaje no le hace bien a nadie, ni al gobierno, ni al pueblo boliviano, ni a las naciones y pueblos indígena originarios campesinos, ni a la madre tierra. Los gobernantes y legisladores deben distinguir entre leyes matriciales del Estado plurinacional comunitario autonómico e intercultural y leyes transitorias, que coadyuven a la transitoriedad. La ley de la madre tierra es una ley matriz y obviamente una norma fundacional, como dice el texto de la ley, fuente. En cambio, el desarrollo integral corresponde a la transición, como bien reconoce el propio texto de la ley aprobada y de la ley promulgada. ¿Por qué mezclar temporalidades y ámbitos? Incluso si los gobernantes y asambleístas creen que no se va poder salir rápidamente del modelo extractivista, lo mejor es distinguir etapas en el proceso; de ninguna manera pretender aparentar, engañar, hacer trampa, llamado ley de la madre tierra a una ley con no lo es. Si no se quiere discutir abiertamente el tema, como se debería hacerlo, como manda la Constitución, cuando establece la construcción colectiva de la ley, puede el gobierno promulgar una ley transitoria de desarrollo integral, justificando esta acción como provisional y obligada dada las circunstancias. Engañar no es aconsejable, termina engañándose el propio gobierno, enredándose en sus propios dispositivos normativos.
Recogiendo estos problemas del desarrollo legislativo vemos que es indispensable el debate y la deliberación sobre el dilema de desarrollo alternativo o alternativa al desarrollo. ¿Se podrá convocar a una cumbre social sobre estos temas? No con los afines, que lo único que hacen es convalidar como soldados lo que dice el ejecutivo, sino con todos, sobre todo incorporando la participación de los que critican las orientaciones gubernamentales, organizaciones sociales, instituciones, universidades, activistas, críticos. De ninguna manera esto debilita al gobierno, como consideran los llunkus, los aduladores, los soldados; al contrario, puede permitirle una disquisición sobre alternativas, permitiéndole orientar sus políticas, diferenciando coyuntura de contexto, transitoriedad de orientaciones matrices y estructurales. No se le quita al gobierno la posibilidad de decidir una secuencia de políticas públicas, empero puede moverse con claridad y orientar los rumbos escogidos de una manera coherente. Si el gobierno cree que no se puede renunciar al desarrollo, entendido como desarrollo alternativo, llámese desarrollo integral, puede hacerlo, pero no puede quitar a los bolivianos, al pueblo boliviano, el derecho a reflexionar y debatir la posibilidad de las alternativas al desarrollo.
La paranoia de los gobernantes cree que esta puesta en mesa del debate sobre temas cruciales es una oposición; es más, es una conspiración. Los gobernantes no entienden que el ejercicio democrático, mucho más, el ejercicio de la democracia participativa, se realiza mediante la deliberación. No dejaran de ser gobernantes, si ese es el miedo, porque se planteen otras perspectivas, que no comparte el gobierno. Al contrario, pueden gobernar mejor contando con un mapa de opciones y perspectivas. El horizonte de la madre tierra es crucial para el proceso de cambio, es primordial para la realización de la Constitución. La cosmovisión de la madre tierra está íntimamente ligada a la alternativa al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo. Por eso es indispensable mantener esta orientación y perspectiva, aunque se crea que por de pronto estas alternativas no sean viables inmediatamente. Esta diferencia también nos obliga discutir las transiciones. ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad de las transiciones? ¿De qué manera garantizamos que las transiciones sean transformadoras? ¿Cómo y a qué ritmo vamos dejando el modelo extractivista? ¿Cómo nos encaminamos efectivamente hacia la soberanía alimentaria y a una eco-industrialización? No son tópicos que se pueden soslayar, a no ser que se crea que algún clarividente lo tiene resuelto en su cabeza. Todo esto también amerita una deliberación y participación colectiva.

Consideraciones teóricas sobre la cosmovisión de la madre tierra
En primer lugar la madre tierra no es la naturaleza. La naturaleza ya es una separación, naturaleza diferente a la cultura, naturaleza diferente a la religión, naturaleza a disposición del hombre, objeto de dominio. Todo esto como la base de la conversión de la naturaleza en tanto materia de explotación, como recurso manipulable sujeto a la valorización, por intermedio del trabajo. El cristianismo es la matriz imaginaria, el arjé imaginario de la economía política, que nace con el siglo de las luces. En el marco de la economía política la naturaleza se convierte en objeto de producción, recurso natural, materia prima, renta, también en código genético manipulable. Lo que hace la crítica de la economía política es situar el carácter histórico de la economía política, circunscribir su pretensión universal en los límites relativos de una “ideología”, producida como interpretación en una época, de un orden de relaciones dadas. Por lo tanto también la crítica de la economía política corresponde a una época. No puede pretender un carácter universal, no puede pretender explicar todas las historias, todas las sociedades, a partir de sus categorías críticas, que corresponden a la crítica de la interpretación en una época determinada. También la crítica de la economía política corresponde a esa época. Su alcance es ese. Si pretende universalidad cae en lo mismo que critica, reproduciendo la misma matriz de la economía política. Por ejemplo, pretender que la producción, las relaciones de producción, las fuerzas productivas, la lucha de clases, definen a todas las sociedades en la historia, y de lo que se trata es de develar su modo de producción, forma parte de esta pretensión de universalidad, entonces forma parte de una “ideología”.
El problema de la crítica de la economía política es que persiste con la misma concepción de naturaleza, heredada de la economía política. Lo único que hace es llevar más lejos las consecuencias implícitas en la economía política, llevar más lejos las consecuencias implícitas en el “modo de producción capitalista”, buscando desarrollar las “fuerzas productivas” al punto de su ruptura con las “relaciones de producción”. Hay un continuo entre la economía política y la crítica de la economía política, este es el imaginario del desarrollo. Ambas episteme creen que el desarrollo es una categoría universal, válida para toda la historia y todas las sociedades. Desde esta perspectiva, se puede hablar de una “ideología” del desarrollo que atraviesa el sistema-mundo capitalista y el proyecto socialista.
La “ideología” del desarrollo convierte a la naturaleza en materia disponible, explotable, aprovechable, para satisfacer las necesidades, que pueden ser leídas de una manera abstracta o de una manera concreta, desde la perspectiva del valor de cambio o desde la perspectiva del valor de uso, ambos valores, dos caras de la misma medalla: la producción de valor a partir del trabajo, abstracto y concreto. Desde esta perspectiva se puede decir que el sistema capitalista y el proyecto socialista forman parte de un mismo sistema de desarrollo; sólo que en un caso, el capitalista, el desarrollo está al servicio de la clase dominante, y en el otro caso, el socialista, el desarrollo está al servicio de toda la sociedad, donde habrían desaparecido las clases. Empero, este desarrollo sólo es posible por medio de la explotación o aprovechamiento de la naturaleza; en palabras crudas, por medio de la destrucción de la naturaleza.
Cuando decimos que la madre tierra no es la naturaleza, establecemos que la madre tierra no comprende la separación; se trata de cosmovisiones de la no-separación, de la pertenencia inmediata a la inmanencia que se manifiesta en múltiples interrelaciones, interconexiones y ciclos conectados. Tampoco se trata de un concepto de totalidad, sino de complejas dinámicas creativas imposibles de totalizar. En las cosmovisiones indígenas la madre tierra adquiere una comprensión animista y vitalista; se trata de fuerzas o de espíritus que interactúan y crean. Por eso, desde estas cosmovisiones no se puede hablar de un dominio de, de una explotación de, tampoco de aprovechamiento de, sino de complementariedad, reciprocidad y armonía. Tampoco hay intercambio, en el sentido económico, a no ser que se trate de un intercambio simbólico, en sentido de permiso, en sentido de reproducción de los ciclos vitales.
Por eso cuando se habla de los seres de la madre tierra, de los derechos de los seres de la madre tierra, aunque se use una terminología jurídica, se habla de la interacción recíproca de los seres y de sus ciclos vitales interconectados. Esto implica una convivencia ecológica de todos los seres y sus ciclos vitales. Por lo tanto no es posible pensar esta convivencia desde una visión linealista y evolutiva como la del desarrollo, sino desde cosmovisiones que comprendan las complejidades de las multiplicidades y pluralidades de los ciclos entrelazados.
En conclusión, no es la visión de desarrollo la perspectiva idónea para interpretar la madre tierra, tampoco el vivir bien.

Consideraciones críticas sobre las transiciones
La idea de transición supone tránsito, es una figura de paso. También de desplazamiento, de movimiento de un lugar a otro, así como de temporalidad. Así como puede referirse a un cambio de estado, a un cambio de situación. La tesis de la transición ha sido usada para estudiar el paso de una sociedad a otra, el paso de las sociedades feudales a la sociedad capitalista. Empero esto supone contar con un paradigma histórico. Estas transiciones fueron pensadas a partir de la pregunta: ¿Cómo nace, se forma la sociedad capitalista? Esta pregunta ya contiene un concepto formado de la sociedad capitalista. Entonces la transición va a ser pensada a partir de este modelo acabado. La anatomía del hombre es la clave para develar la anatomía del mono; la sociedad capitalista devela lo que esconden las sociedades anteriores al capitalismo. Estas apreciaciones sólo se sostiene si también se cuenta con una idea de evolución. Ahora bien esta idea de evolución es posible a partir de una condición que se concibe como lograda, realizada, liberada de todas sus ataduras. Empero esto no es más que “ideología” burguesa. La historia es el mito de la sociedad moderna.
Cuando se dio lugar el proyecto socialista, el materialismo histórico se planteó una pregunta inversa: ¿Cómo pasar de la sociedad capitalista a la sociedad socialista? ¿Cuál es la transición del capitalismo al socialismo? Estas preguntas también son realizadas a partir de un estado de cosas, correspondientes a una forma de sociedad, los marxistas hablan de un modo de producción, el modo de producción capitalista. Lo que se tiene entonces es un estado de cosas, una estructura social, de un lado, y una idea de porvenir, un proyecto de sociedad, del otro lado. Entonces la transición se daría desde una realidad criticada hacia una utopía buscada. De lo que resulta que el socialismo no es otra cosa que el espejo de la sociedad capitalista, empero sin sus contradicciones y sus injusticias, una sociedad capitalista sin burgueses. Esta transición entonces se efectúa de la sociedad capitalista real a una sociedad capitalista corregida.
Es este el problema de la transición al socialismo, una transición efectuada a partir del espejo de la producción[2]. Esta transición se concibe a partir de un mismo eje, el desarrollo de las fuerzas productivas; la dialéctica de la producción supone la acumulación cuantitativa de las fuerzas productivas, su contradicción inherente con las relaciones de producción, que las inhiben, el salto cualitativo de esta acumulación, a partir de un punto o límite, la superación de las relaciones de producción, la conformación de otro modo de producción, el modo de producción socialista. Las transiciones efectuadas en los llamados países del socialismo real muestran la realización del mismo modo de producción, la re-producción del mismo modo de producción, sólo que efectuada sin la los grandes propietarios de los medios de producción, la burguesía, sin la gran propiedad de los medios de producción, sustituida por el Estado, por la administración burocrática, por la propiedad pública de los medios de producción. Estas transiciones fueron transiciones a lo “mismo”, sólo que corrigiendo sus injusticias, a partir de redistribuciones del excedente, generando igualaciones, mediante inversiones sociales, inversiones en salud y pleno empleo.
Ante el llamado cambio climático, la crisis ambiental, la crisis ecológica, se habla de otras transiciones, transiciones de la sociedad de consumo a una sociedad que equilibre su consumo con el cuidado del medio ambiente, transiciones de un modelo de desarrollo a un modelo alternativo al desarrollo, transiciones de la sociedad capitalista a una sociedad en armonía y equilibrio con la naturaleza, mejor dicho, con la madre tierra. Ahora bien, estas transiciones también son pensadas a partir de un estado de cosas, esta vez de un diagnóstico calamitoso, incluso apocalíptico, de una marcha vertiginosa a la destrucción del planeta por un modelo de desarrollo basado en la dominación de la naturaleza y la explotación indiscriminada de los recursos naturales, con las consecuentes expansiones de la contaminación y la depredación destructivas de los ciclos vitales. Ahora bien, estas transiciones son concebidas como el desplazamiento de una situación calamitosa, de la crisis estructural del capitalismo y la modernidad, de la crisis del modelo de desarrollo, hacia una utopía, llamémosle ecológica, el equilibrio eco-sistémico. ¿Se trata de la misma sociedad corregida, sólo que esta vez corregida ecológicamente?
Hay distintas versiones de estas transiciones. Una transición efectuada por decrecimiento; otra transición efectuada por el paso de un extractivismo depredador a un extractivismo indispensable; otra transición de la sociedad industrial a una sociedad postindustrial, basada en la tecnología limpia; otra transición de una sociedad basada en la producción industrial y en la explotación de los recursos naturales a una sociedad basada en la soberanía alimentaria. Estas transiciones pueden venir acompañadas por la corrección de las injusticias y las desigualdades, por el reconocimiento de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, por la diversidad cultural y civilizatoria, por el reconocimiento de los derechos de la naturaleza, los derechos de los seres de la madre tierra. Ahora bien, ¿estos proyectos que apuntan a un mundo alternativo y a una sociedad ecológica, proponen una sociedad distinta a la actual, la sociedad capitalista?
¿Cuál es la caracterización de fondo de la sociedad capitalista? ¿Cuál es su estructura matriz? La economía política la concibe a partir del mercado, de la circulación, del trabajo, conmensurándola a partir del problema del valor, que es resuelto en referencia al intercambio o la escasez, de una manera más elaborada a partir del tiempo de trabajo. La composición cuantitativa del valor tiene que ver con los costos, salario, renta y el beneficio, la ganancia. Otras caracterizaciones de la economía política tienen que ver con la división del trabajo, la organización de la empresa, el libre cambio, la mano invisible del mercado. Las teorías neoclásicas plantean el crecimiento económico partir de la generación de la productividad; esto es, de la teoría marginal. Las corrientes neoliberales recogen el recorrido desde las tesis del libre mercado a las tesis de la competitividad, pasando por las tesis de la libre empresa. En cambio, la crítica de la economía política lleva las consecuencias de algunas de estas premisas más lejos, buscando sus raíces; recoge la teoría del valor a partir del trabajo contenido, empero, distingue fuerza de trabajo, como capacidad, de trabajo como desgaste. Concibe que se trata de un modo de producción que produce una valorización cuantitativa y una valorización cualitativa, al mismo tiempo, diferenciando trabajo concreto de trabajo abstracto; trabajo concreto, generador de valor de uso, de trabajo abstracto, generador de valor de cambio. Se trata de un modo de producción del capital, concebido como valorización dineraria, efectuada a partir de la producción múltiple de valores de usos, que satisfacen necesidades. No hay pues producción de valor de cambio sino a través de la producción de valores de uso, no hay pues generación de trabajo abstracto sino a través de la generación de trabajos concretos. El valor de uso es la materialidad donde se realiza el valor de cambio. Tratar de separar y oponer el valor de uso al valor de cambio es una mera ficción, ficción socialista. El valor de uso está ligado a las necesidades que también son producidas por la sociedad de consumo; producción, distribución, circulación y consumo forman parte de los momentos del modo de producción capitalista. La crítica de la economía política eleva a categoría universal la producción, el modo de producción, las fuerzas productivas, las relaciones de producción, la lucha de clases; aunque estas categorías sólo son válidas para la sociedad capitalista, fueron producidas también a partir de la experiencia social en la sociedad capitalista. Por lo tanto, podemos decir que es el espejo de la producción la estructura matriz de la sociedad capitalista.
Se trata de la racionalización, de una sociedad estructurada a partir de la racionalización, entendida como adecuación de medios respecto a los fines. Ya Max Weber planteó los procesos de racionalización social por medio de la irradiación de las grandes religiones monoteístas, que buscan incidir en las conductas y en las mentalidades. La sociedad capitalista es una sociedad organizada a partir de estos procesos de racionalización, sólo que esta vez se trata de otro fin distinto a la salvación; el fin es la producción misma, la acumulación productiva, expresada cuantitativamente en la acumulación del capital. El proyecto socialista llevó adelante esta organización social racionalizada mediante la planificación; la racionalidad socialista buscaba también la transformación de las condiciones de producción, que llamaremos desarrollo. La continuidad histórica entonces se encuentra en estos procesos de racionalización, en la organización racionalizada de la sociedad, en la aplicación de la racionalización en la organización social. Una expresión de estas racionalizaciones es la razón de Estado. Entonces nos encontramos ante el despliegue de la misma “evolución” lograda a través de la racionalización social. Desde las sociedades organizadas por las religiones monoteístas y trascendentes hasta la sociedad socialista, pasando por las formas y ciclos de la sociedad capitalista, nos encontramos en el mismo continuo evolutivo basado en el desarrollo, que a su vez se sustenta en el dominio de la naturaleza.
Ahora bien, la concepción de una sociedad ecológica o una eco-sociedad, es también una prolongación de la racionalización de la organización social, sólo que esta vez se quiere evitar las consecuencias contradictorias, paradójicas y destructivas del desarrollo productivo. Por eso, en relación a las transiciones a una sociedad ecológica, las dudas nacen. ¿Salimos de los horizontes de la racionalidad, de la racionalidad humana aplicada a la organización social? No es que el problema sea esta misma racionalidad, que en el fondo es una racionalidad de dominio, una racionalidad de la adecuación de medios respecto a los fines, una racionalidad que produce finalidades. ¿El problema no se encuentra mas bien en los límites de la racionalidad humana? Este es quizás el tema de fondo. La aplicación de la racionalidad humana no solamente en relación a la organización social, sino ahora como aplicación a la ecología, a la gestión ambiental y a la gestión ecológica. ¿Esta extensión no es mas bien una continuación por otros medios de la misma estructura de sociedad?
En relación a esta problemática y a estos límites sobresale la importancia de las cosmovisiones de la madre tierra. Las cosmovisiones de la madre tierra no responden a una racionalidad humana, no pueden concebirse a partir de la racionalidad humana, pues comprenden la interacción, la integración, la coexistencia, la convivencia e interdependencia de múltiples seres y ciclos vitales integrados. Esta complejidad no se reduce a racionalidades lineales, sino que reclama pensar la pluralidad en juego de la complejidad del caos creador, del caosmosis[3]. De lo que se trata es de saber desprender gestiones en este caos creador, que implica asumir la complejidad en forma de otra complejidad activada, en interacción con otros seres y ciclos vitales.

La madre tierra, cenicienta del desarrollo capitalista
¿En qué sentido se habla de madre tierra? Está claro que el sentido deviene de las cosmovisiones indígenas. Se trata de una imagen animista del planeta, estamos ante una imagen inmanentista de las fuerzas que componen la tierra. Se parte de que el planeta tiene vida, comprende la multiplicidad de vidas que habitan la tierra, donde se reproducen y forman ciclos vitales. Esta comprensión lleva a una relación de respeto y reciprocidad; se pide permiso antes de cazar, pescar, recolectar, cultivar, arar, talar. Los seres que pueblan la tierra son espíritus con los que se establece una relación de reciprocidad, de profundo respeto y en lo posible de complementariedad. Las comunidades indígenas que habitan los bosques y surcan los ríos cobijan saberes ancestrales sobre las plantas, los animales, el clima, las estrellas, convirtiendo a estos seres en escrituras descifrables e interpretables.
Hoy estos temas se han vuelto actuales, forman parte de dos constituciones, la boliviana y la ecuatoriana, y plantean la necesidad de un cambio civilizatorio frente a la crisis ecológica. El hecho político que se hable de derechos de la naturaleza y derechos de la madre tierra tiene que ver con reivindicaciones de los pueblos indígenas, así también con la lucha de activistas en contra el cambio climático, la crisis ambiental y ecológica, con activistas de los derechos sociales, colectivos y comunitarios. Se trata entonces de salvar la vida en el planeta, los ciclos de vida, la reproducción de la vida y a la especie humana. Se trata de defender los derechos de la madre tierra, los derechos de los seres componentes de la madre tierra. Este fue el criterio de la construcción del Anteproyecto de Ley Marco de la Madre Tierra elaborado por el Pacto de Unidad. Este criterio se mantuvo en el proyecto consensuado entre el Pacto de Unidad, el gobierno y la Asamblea Legislativa. ¿Por qué se cambio el criterio en la ley aprobada por la Asamblea Legislativa y promulgada por el presidente? ¿Por qué se habla de desarrollo integral en una ley de la madre tierra?
Una pregunta necesaria: ¿A la madre tierra le interesa el desarrollo integral? El desarrollo es un concepto de la sociedad moderna, vinculada al progreso; cuando se habla de desarrollo integral ya se lo hace desde la diseminación misma del concepto de desarrollo. ¿Por qué hablar de desarrollo cuando se trata de la madre tierra, de la vida planetaria, de la multiplicad de vidas y ciclos vitales? ¿Todos los seres componentes de la madre tierra están interesados en el desarrollo integral? El concepto de desarrollo integral no es pues un concepto perteneciente a la complejidad de la madre tierra, no pertenece a la episteme que hace comprensible e inteligible esta complejidad, es un concepto que pertenece a la economía política capitalista. ¿Por qué ungir a esta forma de desarrollo con el emblema de la madre tierra? Esto resulta incomprensible y hasta grotesco
Se trata de problemáticas distintas. Si al gobierno le resultaba incómodo sacar una ley de la madre tierra tal cual la había elaborada el Pacto de Unidad y consensuada en una ley instrumental con el gobierno, tenía alternativas por lo menos más coherentes. No aprobar ni promulgar ninguna ley de la madre tierra, confesando que no está dispuesto a sacrificar el modelo de desarrollo en el que está inserto. Aprobar leyes distintas; una, de carácter orientadora, trazando un horizonte al que debemos llegar, planteando un ideal de comportamientos para con la madre tierra. Otra, una ley de desarrollo integral, destinada a normar las actividades económicas, sociales, políticas, culturales y educativas, en la perspectiva del crecimiento y un desarrollo, diremos articulado en varios niveles de impacto. La segunda ley se hubiera tomado como transitoria. Empero, no se hizo nada de esto. Se prefirió mezclar, adulterar sentidos, confundir ámbitos, convirtiendo a la madre tierra en una cenicienta del desarrollo integral. Algo muy característico del gobierno, acostumbrado a nombrar leyes que no corresponden con su contenido. Al final todos quedan confundidos, entre ellos los gobernantes, los asambleístas y los defensores de la ley gubernamental. ¿Qué defienden?
Unos, dicen que defienden los derechos de la madre tierra, equilibrando con la defensa del derecho al desarrollo que tienen los pueblos. Esto es lo más desequilibrado que se haya escuchado. Si la política del gobierno es el desarrollo integral, si quiere defender este supuesto derecho de los pueblos, que más parece derecho de los gobernantes, puede hacerlo, sin necesidad de mezclar ámbitos, de saturar la norma. ¿Por qué quiere hacer creer que el desarrollo integral es compatible con la madre tierra; es más, es una etapa necesaria hacia el vivir bien? No sería conveniente, en beneficio de la inteligibilidad, mantener en su propio ámbito la complejidad de los ecosistemas de la madre tierra, plantear normas que defiendan los ciclos de vida, la biodiversidad, los ciclos de los suelos, de los bosques, del agua, del aire, a partir de la compresión de la complejidad de los nichos y continentes ecológicos. Aparte de estas perspectivas orientadoras y ecológicas, definir instrumentos de transición, que normen las transiciones, definidos a partir de la comprensión de otros ámbitos, el económico, el social y el político. Por otra parte, es indispensable entender que el vivir bien es un proyecto civilizatorio alternativo al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo, como establecen las resoluciones de La Conferencia de los Pueblos y Movimientos Sociales Contra el Cambio Climático de Tiquipaya-Cochabamba. ¿Por qué hacer depender el vivir bien de la condición del desarrollo integral? Es como decir, que debemos cumplir tareas pendientes, tareas capitalistas no resueltas, como las del desarrollo y el progreso. También es como decir, de una manera más banal, que necesitamos recursos económicos para invertir en el vivir bien, para obtenerlos necesitamos mantenernos en el modelo extractivista. Esto es confundir no solamente ámbitos sino filosofías, las relativas a la modernidad y la relacionada con el vivir bien.
¿Cómo explicar esta ley estrambótica? A los gobernantes y asambleístas no les interesa una ley, una norma operativa, tampoco que sea marco de otras leyes, como reza el anuncio. Le interesa presentarse como lo que pretende ser, gobierno defensor de la madre tierra, a pesar que la misma ley contraviene este postulado. Muchos de los comportamientos histriónicos del gobierno buscan eso, mantener la imagen desgastada y demolida, que tuvo a un principio. ¿Cómo pretende engañar cuando los hechos son evidentes? ¿A quién quiere convencer? ¿A los funcionarios, a los partidarios, a los dirigentes cooptados? Si estos ya están convencidos. ¿Al pueblo, a los pueblos indígenas, a las organizaciones sociales? ¿A los organismos internacionales, a los otros gobiernos, a los gobiernos afines? Algo tan forzado no puede sostenerse. El problema del gobierno es que no solo ha perdido la claridad, sino también la honestidad. Si cree que debe mantener todavía el modelo extractivista minero e hidrocarburífero, que lo diga y hasta lo puede hacer, empero tratar de legitimar el modelo extractivista imperante con una Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien es hacer trampa. Una trampa en la que el mismo gobierno anda entrampado. Se enreda con sus propios montajes escénicos. De nada sirven. Bastaba una dosis de sinceridad; el gobierno no cree que se pueda salir tan pronto del modelo extractivista, por lo tanto apuesta a este modelo con el objetivo de crear las condiciones de ahorro y de inversión para un desarrollo integral. Se dejará pendiente las tareas en relación a la madre tierra, a los equilibrios eco-sistémicos; mientras tanto se mejoraran las leyes ambientales y se normaran los efectos contaminantes y depredadores. Pero no, el gobierno prefiere el camino más enrevesado.
Por nuestra parte, no creemos que esas sean las alternativas, no creemos que sea una condición necesaria seguir en el modelo extractivista, tampoco creemos que el modelo de desarrollo, llámese integral o lo que se quiera, es la única ruta a seguir, como si debiéramos ingresar en la fila en la que una mayoría sigue o casi todos sin preguntar a dónde vamos. Esta ruta es para nosotros la ilusión de desarrollo, la ilusión de progreso, un imaginario compartido en las periferias del sistema-mundo capitalista, un imaginario, que como droga, ayuda a seguir en la misma ruta, mientras estos países lo que hacen en la práctica es mantenerse en el mismo círculo vicioso de la dependencia. Lo peor de todo esto son los costos transferidos a la naturaleza y a las poblaciones de los campamentos y de las zonas colindantes, costos impagables por la contaminación, la depredación, la desforestación, la destrucción ocasionada. El perfil estructural de las economías que siguen estas rutas es una composición aferrada a un extractivismo depredador, que arrastra al resto de la estructura económica. Obliga a una agricultura expansiva, ampliando constantemente la frontera agrícola. Incluso si se logra pasar, en algunos rubros a la industrialización, estas líneas resultan tan des-conexas que no terminan de formar una plataforma, un mercado interno integrado. Se trata de países que lo que logran de ingresos lo gastan en importaciones. A eso llaman desarrollo muchos de los gobiernos de estos países dependientes. El llamado desarrollo integral, inventado por el gobierno, sin explicar de qué se trata, sin contar con una teoría de apoyo, siendo sencillamente un discurso improvisado, no es nada más que una nueva versión de lo mismo. Una versión improvisada para dorar la píldora, para edulcorar la condición extractivista gravitante del modelo gubernamental.
Frente a estas actitudes complicadas y rebuscadas del gobierno, de la Asamblea legislativa y de los demás órganos del Estado, es urgente oponer otras alternativas, las alternativas que se encuentran en la Constitución, desechadas simuladamente por el gobierno. En la parte de la Organización Económica del Estado se establece el modelo de economía social y comunitaria, que parte o, si se quiere, deviene de la constatación de que somos una economía plural, que debe ser regulada, que debe convertirse en complementaria y ser integrada en la transición hacia el modelo económico meta. ¿Qué es esta economía social y comunitaria? Tomando en cuenta el espíritu del constituyente, que es desde donde debemos interpretar la Constitución, además de las discusiones en las comisiones respectivas, se trata de una composición dual entre dos formas de economía que deben complementarse e integrarse. Por un lado la economía social; una economía cuya base sea la sociedad y cuyo objetivo sea la sociedad. ¿Qué quiere decir esto? No se trata de la autonomización de la economía, de lógicas propias de la economía, de dinámicas ligadas a la ganancia y a la valorización dineraria, sino de una economía que sea instrumento de la sociedad, que se encargue de la satisfacción de las necesidades sociales, que sirva para incrementar el capital social, las capacidades sociales, la potencia social. Al contrario de lo que propone el neoliberalismo, que busca convertir a la sociedad en un ámbito de empresarios múltiples, de modo diferente al capitalismo clásico, si podemos hablar así, expresado en el socialismo real o en el keynesianismo, convertir a todos en proletarios o en trabajadores en pleno empleo, se trata en la economía social de liberar al ser humano de la esclavización del trabajo, convertirlo en un ser creativo, solidario, complementario e integrado a los ecosistemas. Pasar del homo economicus al homo social, al homo ecológico. Obviamente esto de salir de de la esclavización del trabajo requiere una transición, una transición que exige, de una manera real y efectiva, las condiciones más adecuadas y confortables para los trabajadores; salarios dignos para una reproducción social satisfactoria, condiciones de trabajo que respeten los derechos de los trabajadores, a la seguridad, a la salud, al ambiente sano y saludable, a las horas de trabajo establecidas en la ley. Establecer espacios de formación integrada de los trabajadores, no sólo técnica y científica, como parte de la mejora de producción, productividad y desempeños, sino también una formación intercultural y estética, artística, de promoción creativa. Los trabajadores deben convertirse en sujetos activos de la transición y de la transformación del modelo económico. Para esto es menester su participación en la dirección del trabajo, en formas de cogestión y autogestión. Todo esto implica prohibir todas las formas de super-explotación del trabajador, trabajo a destajo, temporales, subcontrataciones, sin cumplir con la ley del trabajo y la Constitución.
Ahora bien, en esta transición hay cuatro formas de organización económica reconocidas por la Constitución; la economía comunitaria, la economía pública o estatal, la economía privada y la economía social cooperativa. Las transformaciones hacia la economía social comprenden a la economía estatal, a la economía privada y a la economía social cooperativa. La economía comunitaria responde a la otra parte de la composición de la economía social y comunitaria. Las transformaciones hacia la economía social requieren transformar las condiciones en estas tres formas de organización económica. Requiere no sólo transformar las condiciones en las que trabajan los trabajadores sino las condiciones de desenvolvimiento de estas formas de organización económica. Buscar su integración complementaria en la estructura económica en transición. Contar con un fondo para invertir en estas transformaciones, abrir también espacios de formación de los que dirigen y administran estas formas de organización. No se trata de inculcar “ideología”, que es el procedimiento optado por el socialismo real, cuyo fracaso ha sido estrepitoso, sino de construir participativamente la comprensión de la transición, los saberes de la transformación. El ámbito de estas actividades es el ejercicio plural de la democracia, directa, representativa y comunitaria.
Hay tareas gigantescas que debe resolver la economía social, la construcción de la logística de salud y la logística educativa y de formación. Las inversiones en estos campos deben ser las más prioritarias, las transformaciones en las condiciones de vida, las transformaciones en los sujetos y en las subjetividades, son las más dinámicas, las que tienen mayor repercusión y efectos multiplicadores. Estas transformaciones no se resuelven con bonos y en la lógica de una economía rentista; estos son procedimientos coyunturales de corto alcance. La conformación de la economía social pasa por construir la infraestructura y la estructura institucional que garantice el seguro de salud y social para todos, que garantice la educación y formación para todos. Obviamente que todo esto requiere de la transformación de las condiciones de producción de las formas de organización económica. También se requiere contar con un fondo de inversiones para estas transformaciones.
En lo que respecta a la economía comunitaria, como parte de la composición de la economía social y comunitaria, cuando se estableció que se trata de social y comunitaria, se dejaba claro que se trata de las comunidades ancestrales. Se trata del proyecto civilizatorio inscrito en las cultural, naciones y pueblos indígenas originarios. Se trata de la libre determinación, autogobierno y autonomía de los pueblos indígenas, de reconstituir sus territorialidades, de consolidar sus instituciones y formas de gestión, de proyectarlas también al Estado en transición. Este comunitarismo no descarta la posibilidad de formar comunas en las urbes, el proyecto comunitario se abre a esta posibilidad de asociación, cohesión e integración comunitaria. Lo sugerente de esto es que nos encontramos ante formas de propiedades colectivas y comunitarias, ante espacios donde la propiedad común, del común, de todos, es la forma matriz de posesión y aprovechamiento común. Por lo tanto, no sólo es lo público y lo privado, sino lo común. Esto nos lleva directamente a ejercer, a hacer ejercicio de la propiedad común de los bolivianos, de los recursos naturales, del agua, del aire, de los suelos, de los bosques, de la biodiversidad, propiedad común compartida con otros seres componentes de la madre tierra.
Entonces la economía social y comunitaria es una meta en la organización económica del Estado, una meta que en la Constitución está articulada a la ecología, a un modelo ecológico, que exige el condicionamiento ecológico a las dinámicas económicas y sociales. El agua, el aire, los suelos, la energía, la biodiversidad, son leídas en este sentido. Además los recursos naturales son declarados estratégicos y destinados al vivir bien. No son mercantilizables.
Como se puede ver en la Constitución se encuentran alternativas distintas a la optada por el gobierno, ratificadas en sus leyes, sobre todo en la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien. ¿Por qué insiste el gobierno en rutas consabidas que reproducen el círculo vicioso de la dependencia y destrucción? ¿No le queda otra? ¿O, mejor dicho, no ve otra cosa? Esta falta de visión del gobierno nos muestra que se trata de la repetición de lo mismo por otros caminos. El gobierno está entrampado en estructuras de poder consolidadas y dominantes en el mundo y en la región, está entrampado en la herencia que condena a la sujeción del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. Los discursos no pueden sacarlo de esta realidad, diga lo que diga, la realidad se impone con su perseverancia material. Al principio los discursos fueron de expectativa, despertaban esperanzas, pero con el tiempo se desgastaron, quedaron como lenguaje desfasado, incluso hasta cínico, cuando precisamente el gobierno opta por otro camino. El conflicto del TIPNIS es la muestra más clara de que el gobierno no respeta los derechos de la madre tierra, los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, no respeta la Constitución, el carácter plurinacional comunitario y autonómico del Estado. Es patético ver al gobierno justificar con discursos asistenciales la necesidad de construir una carretera que atraviese el núcleo del territorio y parque, el ecosistema del Isiboro-Sécure; es también patético ver al gobierno improvisar una consulta extravagante, que no cumple con la estructura normativa y conceptual de la consulta con consentimiento, previa, libre e informada. Esta violencia descomunal del Estado es una contundente demostración que el gobierno está en otra cosa. Para efectuar ese proyecto extractivista o, si se quiere, desarrollista, está dispuesto a todo, a violar la Constitución, los derechos fundamentales, los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, los derechos de la madre tierra.

[1] René Orellana Halkyer, Diego Pacheco Balanza: Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien. Bolpress 2012.
[2] Revisar el libro de Jean Baudrillard El espejo de la producción. Gedisa 1996; Barcelona.
[3] Termino usado por Félix Guattari.


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