Una enorme perforación minera en pleno desierto de Wirikuta, el lugar sagrado del pueblo wixárika, deja claro que las empresas mineras han empezado el trabajo de exploración, aunque no oficialmente
Una enorme perforación minera en pleno desierto de Wirikuta, el lugar sagrado del pueblo wixárika, deja claro que las empresas mineras han empezado el trabajo de exploración, aunque no oficialmente, y menos de manera legal, pues en estos momentos las obras deberían estar detenidas por un amparo ganado por quienes defienden estas tierras del altiplano. Son 140 mil 212 hectáreas de los municipios de Villa Ramos, Charcas, Villa de Guadalupe, Matehuala, Villa de La Paz y Catorce, superficie codiciada por cuatro proyectos mineros.
En la región no hay lugareño que no sepa de las minas, pero las posiciones a favor y en contra no habían podido ventilarse abiertamente. Enviados de las minas se han encargado de sembrar la desconfianza entre lugareños y, principalmente, entre ellos y los wixárikas, conocidos también como huicholes. Los indios les quieren arrebatar sus tierras, son los rumores que sueltan entre la población para enfrentarlos con el pueblo que, sin habitar estos lugares, los considera sagrados, pues hasta aquí peregrinan para recolectar el híkuri (peyote) y para dejar sus ofrendas.
Esta semana, en una reunión convocada por autoridades civiles, agrarias y ejidales de Real de Catorce y los municipios vecinos, los hombres y mujeres del desierto pudieron escuchar a científicos y expertos sobre las consecuencias que las minas a cielo abierto traerán al medio ambiente y a la salud de los habitantes. Todos coinciden en que la decisión de apoyar o no a empresas como la canadiense First Majestic será de ellos, pues nadie de afuera debe intervenir.
A la asamblea celebrada llega una delegación de wixárikas para disipar las dudas. Sebastián Carrillo, presidente ejidal de Bancos de San Hipólito y miembro del Consejo Regional Wixárika, dice: Amamos la tierra de corazón en estas partes de Wirikuta. Por el lado de nosotros únicamente la amamos por las deidades milenarias que nuestros ancestros han puesto por aquí desde hace mucho tiempo, realizando ceremoniales, rutas históricas…. Nosotros no venimos a quitarles ni un pequeño terreno. Hay un reconocimiento de que es suyo. Los aplausos de los asistentes lo interrumpen y echan por tierra el divisionismo que se quiere sembrar. Nos quieren poner a pelar, pero les hacemos la invitación de que caminemos juntos, finaliza Carrillo.
Las minas, advierte Pedro Roquero, químico de la UNAM, operan por un cierto periodo y luego, cuando se acaban todo, se van a buscar más a otro lado, pero dejan residuos tóxicos cuyos efectos se ven años después. Lo que dejarían a la población de Catorce serían arsénico y plomo; y en los líquidos que se pueden infiltrar a los mantos freáticos puede haber cianuro.
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