Era dura conmigo y con ella misma al estar siempre a mi lado, al acompañarme al baño por las madrugadas y tener que interrumpir su sueño, al ponerse a estudiar a mi lado a pesar del cansancio después de haber molido maíz, hacer tortillas, hacer el pan, caminar hacia la milpa.
Mi Votán es una mujer joven de 21 años, de piel chocolate, ojos obscuros, cara redonda y pequeña nariz respingada: Natalia, de Toluca
Era dura conmigo y con ella misma al estar siempre a mi lado, al acompañarme al baño por las madrugadas y tener que interrumpir su sueño, al ponerse a estudiar a mi lado a pesar del cansancio después de haber molido maíz, hacer tortillas, hacer el pan, caminar hacia la milpa.
Natalia Montiel, Colectivo Autónomo Libre-Mente
Desinformémonos
La llegada, el recibimiento
Conmoción, alegría y confusión son sólo algunos de los pensares y sentires que experimenté durante mi estancia en La Escuelita de la Libertad según l@s zapatist@s. Semanas antes comencé a imaginar cómo iba a ser todo aquello, pero siendo sincera, preferí dejar de hacerlo, para vivir lo que habría que vivir de la forma en la que tenía que vivirlo, sin tanta expectativa pues, evitando los prejuicios.
Por fin el día y al llegar al CIDECI en San Cristóbal, me impresionó la cantidad de personas congregadas ahí para asistir a La Escuelita; gente de todas partes del mundo, de distintos tamaños, colores, culturas y lenguas. Eso sí, todas con una sonrisa en la cara, me parece que nunca había visto a alguien tan feliz de ir a La Escuela. La sonrisa y la mirada de nosotrxs lxs estudiantes es algo difícil de explicar, pero imaginen la cara de alguien que no sabe exactamente lo que le ocurrirá, pero que sí sabe, y está segurx, de estar en el lugar y en el momento adecuados.
Los ahí presentes movimos nuestros mundos, con la única seguridad de que algo íbamos a aprender, de que en algo podíamos cambiar.
El camino hacia el Caracol V, el ”Que Habla para Todos”, fue largo (unas ocho horas) pero tuve la fortuna de contar con buenxs compañerxs de viaje. El tiempo nos dio para conocernos y pasar por distintas etapas; de la presentación al canto y al juego y de ahí, compartir algunas reflexiones sobre nuestros conceptos de libertad, sobre nuestro andar en la vida, sobre nuestros aprendizajes. Cuando nos dimos cuenta, ya habíamos llegado al Caracol, y se nos recibía con una manta y todos los compas en fila aplaudiéndonos, sí, aplaudiéndonos; y ante tal bienvenida, nosotrxs caminábamos con la cabeza gacha o sonrojados, “chiviados”. Ya en el auditorio, los aplausos no se dejaban de escuchar y al unísono, compas y estudiantxs gritábamos ¡Viva la Resistencia!, ¡Viva la Escuelita!, ¡Viva la Libertad!, ¡Viva la Autonomía! Yo no sé para los demás, pero para mí ese fue y es uno de los mejores momentos de mi vida, yo no cabía de la alegría, de la esperanza, de la rebeldía que me embargaba, fue una sobredosis de emociones, fue sentirme parte de un momento, no sólo mío, sino también de un momento histórico.
Cenamos y bien cenadxs, porque los compas además de organizadxs y solidarixs, son harto generosxs. Ya con la panza llena nos fuimos a dormir y como a eso de las cinco de la mañana, llegaron los estudiantes que faltaban y tuvieron un recibimiento igual de impactante que el de nosotrxs. Lxs compas no durmieron, estuvieron en vigilia, siguieron calentando comida, cuidando nuestro sueño, a pesar de su cansancio, su ánimo estaba por los cielos.
Mi Votán y mis maestrxs
Ella (Votán) es una mujer joven de 21 años, de piel chocolate, ojos obscuros, cara redonda y pequeña nariz respingada. Tiene una sonrisa que regala luz, y cuando no la tiene, se observa dura, “poco amigable”, “ruda”. Y sí, ella es todo eso, es una luz que me ayudó a disipar el “shock cultural” que sufrí al llegar con la familia, con mis maestrxs en la comunidad, porque de pronto yo no pude evitar sentirme como una intrusa y ella, con esa sonrisa suya, su claridad y paciencia, me reconfortó, me hizo ver que sólo era cuestión de reconocernos, porque iguales, ya éramos. Era dura conmigo y con ella misma al estar siempre a mi lado, al acompañarme al baño por las madrugadas y tener que interrumpir su sueño, al ponerse a estudiar a mi lado a pesar del cansancio después de haber molido maíz, hacer tortillas, hacer el pan, caminar hacia la milpa; era duro para mí sentir a veces que no tenía “mi espacio personal”, pero para ella era duro también saberse responsable de mí y de mi seguridad y al mismo tiempo, de la seguridad de lxs hermanxs zapatistas. Y al principio, muy al principio, claro que fue poco amigable, no lograba sacarle una sonrisa.
Mi Votán, como pueden ver, tenía un sentido de la responsabilidad y el compromiso muy fuertes, y también una claridad política impresionante. Todas las dudas que llegué a tener de los textos que nos dieron para estudiar ella las aclaró sin problemas, asegurándose siempre de que yo comprendiera lo que leía. Ella ya es una promotora de educación en su comunidad, se sabe mujer, indígena, con un corazón abajo y a la izquierda; es curiosa, rebelde y ya en confianza, muy risueña, bromista y cariñosa.
Ella y mis maestrxs son un ejemplo de resistencia y humildad, porque saben y reconocen sus errores y saben también que la lucha por su autonomía ha hecho eco en todo el mundo y, sin embargo, no se sienten con ninguna autoridad como para dar recetas sobre lo que se debe o no hacer, saben que su lucha no es sólo por México, sino que es para todxs lxs que habitamos este planeta y por eso, estaban felices de que fuéramos con ellxs a aprender y a compartir, porque quieren que seamos semilla en nuestros lugares, nos llamemos o no zapatistas.
A mi Votán no la voy a olvidar y sé que ella a mí tampoco, también sé que mis maestrxs me tendrán en su recuerdo y corazón, como yo los tengo a ellxs. Ellxs se aseguraron de que yo comprendiera que soy semilla y de que si creo en lo que hago, no lo debo de abandonar, porque la lucha sigue y sigue.
-N, ¿entendiste?
-¿Qué?
-Lo de la semilla
-¡Ah! sí
- Más te vale (ese “más te vale” acompañado de un ligero zape en mi cabeza y un abrazo de mi Votán)