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Violencia, represión y sus implicaciones en el movimiento obrero

CNT-Euskadi :: 14.10.13

Excepto en situaciones de alza de la lucha de clases, las acciones violentas no la dinamizan, al contrario, producen una falta de participación por miedo, dada la radicalidad que se imprime y que no puede ser seguida por la gran mayoría

Violencia, represión y sus implicaciones en el movimiento obrero

“Excepto en situaciones de alza de la lucha de clases, las acciones violentas no la dinamizan, al contrario, producen una falta de participación por miedo, dada la radicalidad que se imprime y que no puede ser seguida por la gran mayoría, así como por la represión que -en general, y al no poder determinar a los responsables- ataca al entorno de donde la violencia procede”.
CNT-Euskadi
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Gasteiz, País Vasco. Con elementos vigentes para el análisis actual, el acuerdo de mayo de 1981 del I-Congreso de Confederación Nacional del Trabajo CNT-Euskadi plantea reflexiones sobre el uso de la violencia en la lucha de clases.

Con una postura contra las organizaciones especializadas en la aplicación de acciones violentas, y con la advertencia de que “en la historia, tener razón es tenerla provisionalmente, en función de situaciones concretas y en relación con una fase del proceso revolucionario”, la organización anarquista señala que es necesario el debate de cada situación concreta como la única garantía para que la cadena de acción-represión-acción, no sea manipulada desde el poder.

El tema de la violencia se plantea necesariamente a cualquier postura que encare seriamente el problema de la revolución y de la lucha de clases, y la solución que se le dé es de importancia capital por las consecuencias que acarrea tanto a nivel individual como de organización. Por tanto, su tratamiento tanto a nivel de toma de postura como de realización práctica requiere una delicadeza absoluta. Además, el mero tratamiento del tema puede poner a la organización fuera de la ley, lo cual no solo no nos interesa, sino que, además, sería un suicidio estúpido, en cuanto que solo beneficiaría a los enemigos de la clase obrera.

Para nosotros, el tema de la violencia no se reduce a los actos que se conocen como terroristas y las actuaciones policiales, en las que la policía se extralimita en sus atribuciones. La violencia está presente en todas las manifestaciones de la vida social: el paro, las condiciones de trabajo, la legislación laboral y social, la presión policial, la prohibición de derechos naturales, la condena a la incultura y la información tendenciosa son violencia. Ella se ejerce diariamente en las fábricas y calles, en la escuela, en los supermercados, desde el parlamento, desde los ministerios y desde las poltronas de la patronal. Por eso, nunca se puede considerar un acto violento como aislado, sino como parte integrante de un contexto social de violencia permanente, violencia física y frontal o violencia psicológica.

En la dinámica de la lucha de clases, y cuando ésta se agudiza, aparece la violencia como un elemento lógico y dimanante de la lucha misma. Para el que, partiendo de presupuestos pacíficos pero no estrictamente pacifistas, cree en un cambio revolucionario, le es obvio aceptar la violencia de las masas, organizada o no, para defenderse tanto de enemigos externos como internos.

La gradación de la violencia vendrá determinada naturalmente por la intensidad con la que la lucha se desenvuelva y el grado de represión que se ejerza contra ella. Evidentemente lo expuesto está muy claro, pues es el principio de autodefensa. Pero el problema es la violencia y la represión y cómo influyen en el movimiento obrero aquí y ahora.

Dentro del contexto de la autodefensa obrera entra sin duda la violencia que pudiera ejercerse en situaciones de conflicto, como –por ejemplo- una huelga, por piquetes contra esquiroles, elementos antiobreros, chivatos, etcétera, e incluso la defensa de la calle para el pueblo contra las bandas fascistas. La gradación de esta violencia, que se pretende lo más de masas posible, vendrá dada, como se dijo, por la intensidad de la propia lucha.

Hay que hacer una importante diferenciación, tanto a nivel ético como estratégico, entre la violencia ejercida sobre las cosas y la ejercida sobre las personas. A nivel ético se trata de considerar que en caso de muerte de personas, el proceso es irreversible y que en todo caso se juega siempre con un ser humano. A nivel estratégico se debe considerar que este tipo de violencia es menos asimilable por el pueblo y siempre, mucho más manipulable por el poder.

El problema del uso de la violencia, sin duda, aparece cuando individuos u organizaciones se especializan en su aplicación, siempre al margen de las organizaciones de masas y sus luchas. Esta marginación, sea querida o no, siempre es un hecho, pues la legalidad vigente en cada momento lo persigue y lo reprime.

Estamos contra la concepción del “brazo armado” por considerar que cualquier organización especializada en este tema acaba erigiéndose en el peor de los partidos, con análisis e intereses propios y ajenos a los trabajadores. Es más, cualquier grupo que de forma permanente y prioritaria e institucionalizada usa este arma de lucha, dada la enorme superioridad que en este terreno tiene el Estado (sus posibilidades de información, infiltración, provocación y represión selectiva) y dada la estructura necesariamente vertical de una organización de este tipo y su necesario alejamiento de la lucha diaria de los trabajadores, acaba siendo algo ajeno a ésta y manejado y utilizado por la reacción en contra de la lucha de la clase obrera.

También se deben considerar experiencias como la guerra revolucionaria de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en el año 1936. Asimismo existe la violencia de colectivos y grupos de afinidad que se dedicaron a la expropiación y recuperación de bienes a la burguesía.

En general se puede decir que, excepto en situaciones de alza de la lucha de clases, las acciones violentas no la dinamizan, sino al contrario, producen una falta de participación por miedo, dada la radicalidad que se imprime y que no puede ser seguida por todos o la gran mayoría, así como por la represión que -en general, y al no poder determinar a los responsables- ataca al entorno de donde la violencia procede.

Con esto no queremos sentar dogmas sobre la violencia; en la historia, tener razón es tenerla provisionalmente, en función de situaciones concretas y en relación con una fase del proceso revolucionario.

Creemos que, en verdad, hoy la situación demanda la consolidación de nuestra CNT como una organización de masas y la creación de un movimiento libertario amplio, y esto es opuesto a apoyar la violencia de los grupos especializados. Por otra parte, la CNT de ninguna forma se involucrará en situaciones creadas fuera de ella, si previamente no lo decide así. En definitiva, y esto debe quedar claro, la CNT no debe servir de paraguas político de actuaciones no decididas en su seno y que en la actual situación no harían sino dislocarla en la consecución de sus objetivos.

Ello no indica que reduzcamos las posibilidades de la violencia a la de las masas. En muchas ocasiones, en la lucha de clases es necesaria la violencia individual, o de grupo reducido, pero debe salir de los propios trabajadores, bien de los implicados en el conflicto, bien de quienes solidariamente les presten ese servicio, pero sin caer nunca –por lo anteriormente expuesto- en la creación de “brazos armados” especializados.

Este planteamiento y el análisis y debate de cada situación concreta son la única garantía para que la cadena de acción-represión-acción, no sea manipulada desde el poder, sino que quede englobada como un aspecto más, e importante, de la lucha obrera, que debe plantearse desde sí misma, e íntimamente ligada a todo su proceso.


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