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Otra economía para otra civilización

Alberto Acosta :: 01.12.13

Establecer un sistema económico sobre bases comunitarias y orientadas hacia la
reciprocidad, que debe ser sustentable

Otra economía para otra civilización
Alberto Acosta
Rebelión

Economista. Profesor e investigador. FLACSO-Ecuador.

Cualquier cosa que sea contraria a la Naturaleza
lo es también a la razón, y cualquier cosa que sea
contraria a la razón es absurda.
Baruch de Spinoza (1632-1677)

Dejemos sentado desde el inicio que no hay
alternativa alguna dentro del capitalismo.
Son inviables opciones dignas en una
civilización en esencia depredadora y
explotadora que «vive de sofocar a la vida y al mundo
de la vida».
1
La Humanidad, entonces, tiene que superar
tal civilización, que además está en crisis. Y no se
puede esperar que esta abra la puerta a los cambios;
ellos deben ser construidos e impulsados como parte
de una acción política preconcebida que se aproveche
de la crisis del capitalismo.
En ese sentido, es muy importante estar atentos
a aquellos elementos que configuran la esencia
civilizatoria de ese sistema, para no insistir en ellos
y dar paso, dentro de él, a la construcción de una
alternativa. La salida del capitalismo se cristalizará
incluso arrastrando, inicialmente, algunas de sus
taras propias.
Pero eso no es suficiente. Hay que transitar del
actual antropocentrismo al sociobiocentrismo. Lo
anterior exige un proceso de mutación sostenido
y plural, como requisito fundamental para llevar a
cabo una gran transformación civilizatoria. La tarea
es organizar la sociedad y la economía asegurando
la integridad de los procesos de la naturaleza,
garantizando los diversos flujos de energía y de otros
materiales en la biosfera, sin dejar de preservar la
biodiversidad del planeta.
n. 75: 21-27, julio-septiembre de 2013
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Alberto Acosta
Por lo tanto, no se trata de continuar por la senda
del tradicional progreso en su deriva productivista y
del desarrollo como dirección única, sobre todo en su
visión mecanicista de crecimiento económico, en sus
múltiples sinónimos.
2
Es necesario plantear caminos
diferentes, mucho más ricos en contenidos y, por cierto,
más complejos y concretos.
En la actualidad existen muchos proyectos que se
sustentan en principios distintos a los que norman
el capitalismo. Hay prácticas, vivencias, experiencias
reales sobre las que se puede edificar otra economía.
Es indispensable, desde esta perspectiva, buscar
y diseñar salidas específicas que se multipliquen
hasta tener la fuerza y el contenido de un torrente
de cambios civilizatorios. Y allí surgirán gran parte
de los sujetos políticos colectivos que impulsarán
esas transformaciones.
3
Pero, para ello hay que tener
claro qué se quiere construir. En el mundo andino-
amazónico se sintetiza la visión utópica del futuro al
hablar del Buen Vivir o
sumak kawsay
, como alternativa
al desarrollo (no alternativa de desarrollo).
4
Elementos de una economía solidaria
y sustentable

Cuando se acepta que una economía debe sustentarse
en la solidaridad y en la sustentabilidad, se busca la
construcción de otro tipo de relaciones de producción,
intercambio, cooperación y también de acumulación
del capital y de distribución del ingreso y la riqueza.
En el ámbito económico se requiere incorporar
criterios de suficiencia antes que sostener la lógica
de la eficiencia entendida como la acumulación
material cada vez más acelerada. De ello se desprende
una indispensable crítica al fetiche del crecimiento
económico, que es apenas un medio, no un fin. Esto
plantea también, como meta utópica, la construcción
de relaciones armoniosas de la colectividad, y del
individuo con la naturaleza.
El objetivo final es establecer un sistema económico
sobre bases comunitarias y orientadas hacia la
reciprocidad, que debe ser sustentable; es decir, debe
asegurar procesos que respeten los ciclos ecológicos
y que puedan mantenerse en el tiempo, sin ayuda
externa y sin que se produzca una escasez crítica de
los recursos.
Para lograr este objetivo múltiple será preciso
dejar atrás paulatinamente las lógicas de devastación
social y ambiental dominantes. El mayor desafío de las
transiciones
5
se encuentra en superar aquellos patrones
culturales asumidos por la mayoría de la población que
apuntan hacia una permanente y mayor acumulación
de bienes materiales; una situación que no asegura
necesariamente un creciente bienestar de todos los
individuos y las colectividades.
No solo hay que consumir mejor y en algunos casos
menos, sino que se debe obtener mejores resultados con
menos, en términos de mejorar la calidad de vida. Es
imprescindible construir otra lógica económica, que
no radique en la ampliación constante del consumo en
función de la acumulación de capital. En consecuencia,
esta nueva propuesta tiene que consolidarse superando
el consumismo, e inclusive el productivismo, sobre
bases de creciente autodependencia comunitaria
en todos los ámbitos. No se trata de minimizar la
importancia que tiene el Estado, pero sí de ubicarlo
en su verdadera dimensión, es decir, asumir sus
limitaciones y repensarlo desde lo comunitario.
6
Subordinar el Estado al mercado implica supeditar la
sociedad a las relaciones mercantiles y al individualismo
ególatra. Si bien el mercado total no es la solución,
tampoco lo es el Estado por sí solo. Debe tenerse
presente, como un aspecto medular, que no todos los
actores de la economía actúan movidos por el lucro. Y
que tampoco la burocracia estatal puede suplantar las
expresiones de las comunidades, en la medida en que
ella no garantiza la participación popular en la toma
de decisiones, ni el control democrático.
Eso lleva a comprender que en una economía
solidaria, como parte de una sociedad plenamente
democrática, no puede haber formas de propiedad
capitalista monopólica u oligopólica, y tampoco puede
la empresa pública o estatal totalizar la economía,
al ser considerada la forma de propiedad principal
y dominante. Existen modos distintos de propiedad
y organización: cooperativas de ahorro y crédito, de
producción, de consumo, de vivienda y de servicios,
así como mutuales de diverso tipo, asociaciones de
productores y comercializadores, organizaciones
comunitarias, unidades económicas populares y
empresas autogestionarias. En este universo habrá que
incorporar una gran multiplicidad de organizaciones
de la sociedad civil, que pueden acompañar una
transformación que no se improvisa, e incluso ser su
base.
Tal economía parte de una marcada heterogeneidad
de formas de propiedad y de producción. Desde
donde se deberán ir construyendo otras relaciones de
producción y de control de la economía. El Estado y
el mercado tendrán un importante papel; este último
podría ser repensado desde la visión de una economía
socialista de mercado.
El objetivo, ya desde la fase de transición, será
impulsar la satisfacción de las necesidades actuales
sin comprometer las posibilidades de las generaciones
futuras. No se trata solamente de defender la fuerza de
trabajo y de oponerse a su explotación. Está en juego la
defensa de la vida misma.
Así, los objetivos económicos,
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Otra economía para otra civilización
subordinados a las leyes de funcionamiento de los
sistemas naturales, deben conciliarse con el respeto a la
dignidad humana y la mejoría de la calidad de vida de
las personas, las familias y las comunidades. No puede
sacrificarse la naturaleza y su diversidad; el ser humano
forma parte de ella y no tiene derecho a dominarla,
mercantilizarla, privatizarla, destruirla.
7
El autocentramiento en la base
de las transiciones
Las transiciones, entendidas como rutas hacia
una nueva civilización, deben ser pensadas sobre
todo desde las nociones de autocentramiento. En esta
aproximación las dimensiones locales quedan muy bien
situadas, lo que supone una estrategia de organización
de la política y de la economía construida desde abajo y
desde dentro, desde lo comunitario y solidario; donde,
por ejemplo, cobran fuerza las propuestas productivas
resultantes de los barrios y las comunidades.
Adoptar esas nociones implica tomar decisiones
políticas colectivas, para lo cual debe seguirse un
camino gradual que vaya desde lo regional a lo
nacional, y luego al mercado mundial. Este empeño
será mucho más fácil si se cuenta con el respaldo del
gobierno central y si hay una estrategia de integración
regional autónoma, es decir, que no esté normada por
las demandas del capital transnacional.
8
El fundamento básico de la vía autocentrada es el
desarrollo de las fuerzas productivas endógenas, que
incluye capacidades humanas y recursos productivos
locales y el correspondiente control de la acumulación
y centramiento de los patrones de consumo. Todo esto
debe venir acompañado por un proceso político de
participación plena, de manera tal que (sobre todo en
los países donde el gobierno no está sintonizado con
esta visión) se construyan «contrapoderes» (económico
y político) que puedan impulsar paulatinamente las
transformaciones a nivel nacional.
Esto implica ir gestando, desde las localidades,
espacios de poder real en lo político, lo económico y lo
cultural. A partir de ellos se podrán forjar los embriones
de una nueva institucionalidad estatal, así como diseñar
y construir una renovada lógica de mercado, en el
marco de una nueva convivencia social. Estos núcleos
de acción servirán de base para la estrategia colectiva
que dé lugar a un proyecto de vida en común, el cual no
podrá ser una visión abstracta que descuide los sujetos
y las relaciones presentes al reconocerlos tal como son
y no como se quiere que sean.
Una propuesta de transición desde el autocentramiento
—en lo económico— prioriza el mercado interno.
Esto no significa volver al modelo de «sustitución de
importaciones» que procuró beneficiar, y de hecho
favoreció, a los capitalistas locales, con la expectativa
de fomentar o fortalecer una inexistente «burguesía
nacional». En este nuevo contexto, mercado interno
quiere decir mercados heterogéneos y diversos, así
como de masas. En el último predominará el «vivir con
lo nuestro y para los nuestros», al vincular el campo
con la ciudad, lo rural y lo urbano, para desde allí
evaluar las posibilidades de reinsertarse en la economía
mundial.
No es posible desarrollar proyectos económicos
sin involucrar activamente a la población en su
diseño y gestión. Es necesario fomentar a la vez
la creación y el fortalecimiento de unidades de
producción autogestionarias, asociativas, cooperativas
o comunitarias (desde las familias, pasando por
las «microempresas» a nivel local, hasta llegar a los
proyectos regionales). Tal propuesta exige de modo
imperioso el fortalecimiento de dichos espacios
comunitarios. Así, por ejemplo, los productores
agrícolas deberían formar asociaciones que les
permitan manejar temas claves de manera conjunta,
como el acceso a mercados, créditos, tecnologías,
capacitación, etcétera.
Hay que crear, por igual, las condiciones para
propiciar la producción de (nuevos) bienes y servicios,
sobre la base de tecnologías adaptadas y autóctonas.
Esta política debe favorecer a empresas colectivas,
familiares o incluso individuales, pero sin dar paso al
surgimiento y consolidación de estructuras oligopólicas
y menos aún monopólicas. Tales bienes y servicios
deben estar acordes con las necesidades axiológicas
y existenciales
9
de los propios actores del cambio, a
fin de estimular el aprendizaje directo, la difusión y
el uso pleno de las habilidades, la motivación para
la comprensión de los fenómenos y para la creación
autónoma.
En lo social la transición propone la revalorización
de las identidades culturales y el criterio autónomo de
las poblaciones locales, la interacción e integración entre
movimientos populares y la incorporación económica
y social de los ciudadanos en general. Estos deben
dejar su papel pasivo en el uso de bienes y servicios
colectivos y convertirse en propulsores autónomos
de los servicios de salud, educación, transporte, entre
otros, impulsados coordinada y consensuadamente
desde la escala local-regional.
Por ú lt imo, en lo p olít ico, t a les pro ces os
contribuirían a la conformación y fortalecimiento de
instituciones representativas y al desarrollo de una
cultura democrática y de participación, para lo cual
habrá que fortalecer los de tipo asambleario, propios
de los espacios comunitarios.
Estos procesos demandan el cambio de los patrones
tecnológicos para recuperar e incentivar alternativas
locales, sin negar los valiosos aportes que pueden
provenir del exterior, sobre todo de las llamadas
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Alberto Acosta
tecnologías intermedias y «limpias». Hay que entender
que gran parte de las capacidades y conocimientos
locales están en manos de comunidades y pueblos
que por decisión, tradición o marginación, se han
mantenido fuera del patrón occidental. En dichos
segmentos del aparato productivo se utilizan e inventan
opciones para facilitar el trabajo y el consumo de
productos locales, artesanales y orgánicos.
Numerosas prácticas tradicionales tienen tal
grado de solidez que el paso del tiempo parecería
solo afectarlas en lo accesorio y no en lo profundo.
Además, si se observa con detenimiento hay respuestas
productivas, como las de la agricultura orgánica, con
mejores rendimientos económicos en términos amplios
que las promocionadas actividades convencionales. La
construcción de un nuevo patrón tecnológico implica
rescatar, desarrollar, o adaptar viejas y novedosas
tecnologías, que, para ser liberadoras, no deberán
generar nuevos modelos de dependencia (a través de
los transgénicos, por ejemplo), tendrían que ser de
libre circulación y de bajo consumo energético, así
como emitir CO
2
en reducidas cantidades, muy poco
contaminantes, al tiempo que aseguran la creación de
abundantes puestos de trabajo de calidad.
Ahora bien, hay que tener presente que un proyecto
de organización social y productiva, sustentado en la
dignidad y la armonía, como propuesta emancipadora,
requiere una revisión del estilo de vida vigente, sobre
todo a nivel de las élites, que sirve de marco orientador
(inalcanzable) para la mayoría de la población en
el planeta. Igualmente habrá que procesar, sobre
cimientos de equidades reales, la reducción del tiempo
de trabajo y su redistribución, así como la redefinición
colectiva de las necesidades axiológicas y existenciales
del ser humano en función de satisfactores singulares
y sinérgicos, ajustados a las disponibilidades de la
economía y la naturaleza.
10
L a s l i m i t a c i o n e s d e l e x t r a c t i v i s m o
desbocado
Esta transición económica debería hacerse extensiva
a aquellas formas de producción, como la extractivista,
que sostienen las bases materiales del capitalismo
y que ponen en riesgo la vida misma. Los países
productores y exportadores de materias primas, es
decir, de naturaleza, son funcionales al sistema de
acumulación capitalista global y son también, indirecta
o directamente, causantes de los problemas ambientales
mundiales.
Aunque pueda resultar contradictorio, la actual
crisis múltiple y mutante del capitalismo y el manejo
que se le ha dado, fundamentado en multimillonarias
inyecciones de recursos financieros para salvar la
banca, mantienen elevados —vía especulación— los
precios de muchas materias primas, como el petróleo y
los minerales, e incluso de muchos alimentos; situación
que ya estuvo presente en los años anteriores a la crisis
como parte de la lógica especulativa del capital ficticio.
11
Así estos recursos ya no solo están destinados a atender
la demanda energética o productiva o alimenticia,
sino que se han transformado en activos financieros
en medio de una economía mundial dominada por
fuerzas y tendencias especulativas.
Por lo tanto, caminar hacia el socialismo, como reza
el discurso oficial de algunos gobiernos «progresistas»,
alimentando las necesidades —incluyendo las
demandas especulativas— del capitalismo global,
a través de la expansión del extractivismo,
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es una
incoherencia. El extractivismo no es compatible con
una economía solidaria y sustentable porque depreda
la naturaleza y devasta comunidades, al mantener
estructuras laborales explotadoras de la mano de obra,
que no aseguran un empleo adecuado.
En países en los que aquel prima, la dinámica
económica se caracteriza por prácticas «rentistas».
Su estructura y vivencia social está dominada por las
lógicas clientelares. Mientras que la voracidad y el
autoritarismo caracterizan la vida política. Esto explica
la contradicción de países ricos en materias primas
donde, en la práctica, la masa de la población está
empobrecida. Parece que somos pobres porque somos
ricos en recursos naturales.
13
El ser humano en el centro de la otra
economía
Aquí él debe ser el centro de la atención y su factor
fundamental, siempre como parte de la naturaleza. Si
este es el eje de dicha economía, el trabajo es su sostén.
Lo anterior plantea el reconocimiento en igualdad de
condiciones de todas las formas de trabajo, productivo
y reproductivo. La economía solidaria es entendida
también como «la economía del trabajo».
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Así este es
un derecho y un deber social. Por lo tanto, ninguna
forma de desempleo o subempleo puede ser tolerada.
No solo se trata de producir más, sino de hacerlo para
vivir bien, que el trabajo contribuya a la dignificación
de la persona. Habrá que asumirlo como espacio de
libertad y de goce. Y en este contexto habrá incluso que
pensar en distribuirlo de otra manera, pues cada vez es
más escaso, proceso que vendrá atado con una nueva
forma de organizar la economía y la sociedad.
A su vez, tendrían que fortalecerse los esquemas
de auto y cogestión en todo tipo de empresas, para
que los trabajadores y las trabajadoras decidan en la
conducción de sus unidades productivas.
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Otra economía para otra civilización
Al rescate de algunas lógicas económicas
Para empezar una acción transformadora hay que
reconocer que en el capitalismo lo popular y solidario
convive y compite con la economía capitalista y con
la pública.
El sector de la economía social y solidaria está
compuesto por el conjunto de formas de organización
económica-social en las que sus integrantes, colectiva o
individualmente, desarrollan procesos de producción,
intercambio, comercialización, financiamiento
y consumo de bienes y ser vicios. Tales formas
de organización solidaria incluyen en el sector
productivo y comercial cooperativas, asociaciones y
organizaciones comunitarias, así como diversos tipos
de unidades económicas populares. A estas se suman
las organizaciones del sector financiero popular y
solidario, que tienen en las cooperativas de ahorro
y crédito, en las cajas solidarias y de ahorro y en los
bancos comunales sus pilares. Inclusive habría que
rescatar valiosas experiencias con dinero alternativo,
controlado por las comunidades, que han servido no
solo para resolver problemas en épocas de crisis agudas,
sino que han sido de enorme utilidad para descubrir y
potenciar las capacidades locales existentes.
Organizaciones como estas casi siempre sustentan
sus actividades en relaciones de solidaridad, cooperación
y reciprocidad y ubican al ser humano como sujeto y
fin de toda actividad económica, por encima del lucro,
la competencia y la acumulación de capital. Desde
esa lógica es necesario romper con las expresiones de
paternalismo, asistencialismo o clientelismo, por un
lado; y por otro, con toda forma de concentración y
acaparamiento; prácticas que han dominado la historia
de la región.
El Estado tiene mucho que hacer en este campo.
Por ejemplo, invertir en infraestructura y generar las
condiciones que dinamicen a los pequeños y medianos
productores, los cuales, con una pequeña inversión,
sacan mucho más rédito a la unidad monetaria
invertida que a la que invierten los grandes grupos de
capital. Su problema es que no poseen capacidad de
acumular. Ganan muy poco y viven en condiciones de
inmediatez económica, subordinados muchas veces al
gran capital. Tampoco tienen, mayoritariamente, una
adecuada preparación profesional y técnica,
dado que
el Estado no se ha preocupado en ofrecer capacitación
para la apropiada gestión de este sector productivo.
Igualmente, hay que favorecer la cooperación
entre estas empresas de propiedad social, en lo que
se denominan «distritos industriales populares». Al
respecto, existen numerosas experiencias. Lo que
toca es profundizar y ampliar este tipo de prácticas,
para que sean más las empresas que compartan costos
fijos (maquinaria, edificios, tecnologías, entre otros)
y aprovechen así economías de escala, lo que les
aseguraría una mayor productividad.
Por ello se vuelve impostergable una reconversión
de la matriz productiva. Esta decisión exige el ejercicio
soberano sobre la economía, la desprimarización de su
estructura, fomentar —e invertir en ella— la innovación
científico-tecnológica estrechamente vinculada con el
nuevo aparato productivo (y no en guetos de sabios);
también demanda la inclusión social, la capacitación
laboral y la generación de empleo abundante y bien
remunerado. Este último punto es crucial para evitar
el subempleo, la desigual distribución del ingreso, el
desangre demográfico que representa la migración,
entre otras patologías inherentes al actual modelo
primario-exportador de acumulación.
Las estrategias de transición tendrán que ser
necesariamente plurales. Teniendo como horizonte la
vocación utópica de futuro hay que desplegar acciones
concretas para resolver problemas concretos. Y en ese
empeño, rescatar y potenciar las prácticas y los saberes
ancestrales, así como todas aquellas visiones y vivencias
sintonizadas con la praxis de la vida armónica y en
plenitud, que apunten en dicha dirección.
Otro aspecto fundamental es reconocer que esta
nueva economía no puede circunscribirse al mundo
rural o a los sectores populares urbanos marginados.
Uno de los mayores desafíos radica en repensar las
ciudades, rediseñarlas y reorganizarlas, al tiempo que
se construyen otras relaciones con el mundo rural,
pensar formas diferentes de organizar la vida para y
desde las ciudades.
Construcción paciente
vs.
improvisación
irresponsable
L a civilización capitalista ha favorecido el
individualismo, el consumismo y la acumulación
El objetivo final es establecer un sistema económico sobre bases comunitarias
y orientadas hacia la reciprocidad, que debe ser sustentable; es decir, debe
asegurar procesos que respeten los ciclos ecológicos y que puedan mantenerse
en el tiempo, sin ayuda externa y sin que se produzca una escasez crítica de
los recursos.
26
Alberto Acosta
agresiva de bienes materiales, lo que ha exacerbado
la competitividad entre iguales. Científicamente se
ha demostrado la tendencia natural dominante de
los humanos a la cooperación y la asistencia mutua.
Es necesario recuperar y fortalecer esos valores y
aquellas instituciones sustentadas en la reciprocidad
y la solidaridad.
Hay que valorizar los postulados feministas de una
economía orientada al cuidado de la vida, basada en las
virtudes antes mencionadas. La soberanía debe aflorar
con fuerza en varios ámbitos, como el monetario, el
financiero, el energético o el alimentario. Por ejemplo,
en este último, será un pilar fundamental de otra
economía, que se sustentará en el derecho que tienen
los agricultores a controlar la tierra y los consumidores
su alimentación. Esta debe entenderse como un derecho
humano. Y ello empieza por erradicar el hambre a
través de una verdadera revolución agraria.
Es imprescindible el acceso democrático a la tierra,
que constituye un bien público. Dicha estrategia
demanda respuestas participativas, descentralización
efectiva, reconocimiento de tecnologías propias y
ancestrales. Los campesinos y sus familias serán los
protagonistas de este proceso, sobre todo a través
de asociaciones de productores, comercializadores y
procesadores de alimentos.
El Estado —tanto el gobierno central como los
descentralizados— debe establecer las políticas
adecuadas para fomentar el cultivo ético de la tierra,
desprivatizar el agua y asegurar la gestión social del
riego, implementar adecuados mecanismos de crédito,
impulsar tecnologías apropiadas para el entorno,
fomentar los sistemas de transporte y los mercados
justos, promover la refores
tación y cuidar las cuencas
hidrográficas, apoyar los procesos de capacitación de
los campesinos, alentar el establecimiento de indus
trias
locales para procesar los productos agrícolas.
Lo anterior requiere una política de aprovechamiento
de los recursos naturales orientada a «transformar antes
que transportar», tanto para artículos tradicionales
de exporta
ción como para la producción de consumo
interno.
Es fundamental proteger el patrimonio genético e
impedir el ingreso de semillas y cultivos transgénicos.
Ello evitará la pérdida de diversidad genética en
la agricultura, la contaminación de variedades
tradicionales y la aparición de superplagas y malezas.
Y por supuesto resulta intolerable la producción de bio
o agrocombustibles.
Las finanzas deben apoyar el aparato productivo
y dejar de ser simples instrumentos de acumulación
y concentración de la riqueza, realidad que alienta
la especulación financiera. De ahí que sea preciso
construir una nueva arquitectura en este campo, en la
que los servicios financieros sean de orden público. En
ella, las finanzas populares, por ejemplo las cooperativas
de ahorro y crédito, deberán asumir un papel cada vez
más preponderante como promotoras del desarrollo,
en paralelo con una banca pública de fomento, que
aglutine el ahorro interno e impulse las economías
productivas de características más solidarias. Las
instituciones financieras privadas deberán dejar su
espacio de predominio a favor de ese otro tipo de
estructura.
Esta nueva economía consolida el principio del
monopolio público sobre los recursos estratégicos,
pero, a la vez, establece una dinámica de uso y
aprovechamiento de ellos desde una óptica sustentable.
Asimismo, son necesarios mecanismos de regulación
y control en la prestación de los servicios públicos.
La propiedad privada, comunitaria, pública o estatal
deberá cumplir su función social y ambiental.
Los planteamientos expuestos marcan un derrotero
para una nueva forma de organización y de economía.
Quizás convenga rescatar el postulado de Carlos Marx
en su
Crítica al Programa de Gotha,
en 1875: «de cada
cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus
necesidades». Y todo esto aceptando que los seres
humanos formamos parte de la naturaleza.
Estas palabras pueden parecer una utopía. De eso se
trata; hay que escribir todos los borradores posibles de
una utopía por construir, una que implique la crítica de
la realidad desde los principios plasmados en la filosofía
de la vida plena. Una utopía que, al ser un proyecto
de vida solidario y sustentable, constituya una opción
alternativa colectivamente imaginada, políticamente
conquistada y construida, para ser ejecutada por
acciones democráticas.
Notas
1. Bolívar Echeverría,
Modernidad y blanquitud
, Editorial ERA,
México, DF, 2010.
2. Debemos aceptar que ningún proceso económico puede ser
sustentable al margen de los límites que tienen los ecosistemas y
que la economía es parte de un sistema mayor y finito que es la
biosfera. De ahí que el crecimiento económico permanente sea
imposible. Véase, al respecto, Enrique Leff, «Decrecimiento o
deconstrucción de la economía»,
Peripecias,
n. 117, 8 de octubre de
2008;
Imaginarios sociales y sustentabilidad,
(mimeo), 2010.
3. Véase José Luis Coraggio, «Economía social y solidaria. El trabajo
antes que el capital», en Alberto Acosta y Esperanza Martínez, eds.,
La Naturaleza con derechos. De la filosofía a la política
, Serie Debate
Constituyente, Abya-Yala, Quito, 2011.
4. Véanse Confederación de Nacionalidades Indígenas del
Ecuador (CONAIE),
Propuesta de la CONAIE frente a la Asamblea
Constituyente. Principios y lineamientos para la nueva Constitución
del Ecuador, por un Estado Plurinacional, Unitario, Soberano,
Incluyente, Equitativo y Laico,
Quito, 2007; Fernando Huanacuni
Mamani,
Vivir Bien / Buen Vivir,
Convenio A. Bello, Instituto
Internacional de Investigación y CAOI, La Paz, 2010; Eduardo
27
Otra economía para otra civilización
Gudynas, «El mandato ecológico. Derechos de la naturaleza y
políticas ambientales en la nueva Constitución», en Alberto Acosta
y Esperanza Martínez,
Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora,
Serie Debate Constituyente, Abya Yala, Quito, 2009; Boaventura
de Souza Santos, «Refundación del Estado en América Latina.
Perspectivas desde una epistemología del Sur»,
en Alberto Acosta
y Esperanza Martínez, eds.,
Soberanías,
Abya Yala, Quito, 2010;
David Cortez, «Genealogía del “buen vivir” en la nueva constitución
ecuatoriana», en Raúl Fornet-Betancourt, ed.,
Gutes Leben als
humanisiertes Leben. Vorstellungen vom guten Leben in den Kulturen
und ihre Bedeutung für Politik und Gesellschaft heute. Dokumentation
des VIII. Internationalen Kongresses für Interkulturelle Philosophie,
Wissenschaftsverlag Main, Aachen, 2010; Arturo Escobar,
Una
minga para el postdesarrollo. Lugar, medio ambiente y movimientos
sociales en las transformaciones globales,
Fondo Editorial de la
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, Lima, 2010; René Ramírez,
«
Socialismo del
sumak kawsay
o
bio-socialismo republicano», en
Los nuevos retos de América Latina.
Socialismo y sumak kawsay
, SENPLADES, Quito, 2010; Aníbal
Quijano, «¿Bien vivir?: entre el “desarrollo” y la descolonialidad
del poder»,
Ecuador Debate,
n. 84, Quito, 2011; Atawallpa Oviedo
Freire,
Qué es el suma kawsay. Más allá del socialismo y capitalismo,
s/e, Quito, 2011; CODENPE,
Sumak Kawsay - Buen Vivir
, Serie
Diálogo de Saberes, Quito, 2011; José María Tortosa, «Mal desarrollo
y mal vivir. Pobreza y violencia a escala mundial», en Alberto
Acosta y Esperanza Martínez,
La Naturaleza con derechos. De la
filosofía a la política
, Serie Debate Constituyente, Abya Yala, Quito,
2011; François Houtart y Birgit Daiber, comps.,
Un paradigma
postcapitalista: El bien común de la Humanidad,
Ruth Casa Editorial,
Panamá, 2012;
Koldo Unceta, «Crecimiento, decrecimiento y
Buen Vivir», en
Construyendo el Buen Vivir
, PYDLOS,
Cuenca,
2012; Raúl Prada Alcoreza, «Horizontes del vivir bien»
,
ponencia
presentada en Congreso de LASA 2012 (mimeo), 2012; Alberto
Acosta,
Buen Vivir-Sumak Kawsay. Una oportunidad para imaginar
otro mundo,
Icaria, Barcelona, 2012.
5. En la actualidad hay muchos proyectos empeñados en impulsar
estas transiciones. Destaco la tarea emprendida por el Grupo
Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo de la
Fundación Rosa Luxemburgo, que ya ha publicado dos libros:
Más
allá del desarrollo
(2011) y
Alternativas al capitalismo y colonialismo
del siglo
xxi
(2013). Véase también Alejandra Alayza y Eduardo
Gudynas, eds.,
Transiciones, postextractivismo y alternativas al
extractivismo en el Perú
, Fundación Rosa Luxemburgo, Quito,
2011.
6. En el mundo andino-amazónico se plantea la construcción de
un Estado plurinacional e intercultural, que tendrá que ser, ante
todo, comunitario.
7. En la Constitución ecuatoriana de 2008 se concedió, por primera
vez en la historia de la humanidad, derechos a la naturaleza,
paso de gran transcendencia para la transformación civilizatoria.
Disponible en www.asambleanacional.gov.ec/documentos/
constitucion_de_bolsillo.pdf.
8. Como sucede con los ejes multimodales previstos por la Iniciativa
para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana
(IIRSA), que constituye un proyecto para vincular aún más la región
a las demandas de acumulación del capitalismo global.
9. Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn
(«Desarrollo a escala humana. Una opción para el futuro»,
Development Dialogue
, número especial, CEPAUR y Fundación
Dag Hammarskjold, 1986) nos recuerdan que las necesidades no
son infinitas y relativas, sino finitas y universales. Proponen una
matriz que abarca nueve necesidades humanas básicas axiológicas:
subsistencia, protección, afecto, comprensión, participación,
creación, recreo, identidad y libertad; y, cuatro columnas con las
necesidades existenciales: ser, tener, hacer y estar.
10. Véase Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martin
Hopenhayn, ob. cit.
11. «Todo lo que facilita el negocio, facilita la especulación, los dos
en muchos casos están tan interrelacionados, que es difícil decir,
dónde termina el negocio y empieza la especulación». James W.
Gilbart
(The History and Principles of Banking,
1834), en Carlos
Marx,
El Capital,
cap. 25, t. III, Editorial Cartago, Buenos Aires.
12. «Se utiliza el rótulo de extractivismo en sentido amplio para las
actividades que remueven grandes volúmenes de recursos naturales,
que no son procesados (o que lo son limitadamente), y pasan a ser
exportados». Eduardo Gudynas, ob. cit.
13. Jürgen Schuldt,
¿Somos pobres porque somos ricos? Recursos
naturales, tecnología y globalización,
Fondo Editorial del Congreso
del Perú, Lima, 2005.
14. José Luis Coraggio, ob. cit.
,
2013


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